domingo, 5 de julio de 2020

NOVENA A JESÚS NAZARENO DE SANTA CLARA


PIADOSA NOVENA EN HONOR DE LA MILAGROSA IMAGEN DE JESÚS NAZARENO

 

Que se venera en la Iglesia del Monasterio de Santa Clara de esta Ciudad de Guatemala.

Compuesta por una devota religiosa del mismo monasterio, para promover entre los fieles en su gloria y alabanzas y mandada imprimir por un piadoso sacerdote.

Guatemala, año de 1924

 

 

ACTO DE CONTRICCIÓN

Misericordia Señor, misericordia os pido, mi dulcísimo Redentor. Pésame de todo mi corazón de haberos ofendido, porque Vos sois mi Dios, mi bien y todas mis cosas, porque os amo sobre todas ellas. He pecado Señor, contra Vos: tened misericordia de mí. Propongo firmemente, con vuestra divina gracia, antes morir que ofender vuestra bondad infinita. En satisfacción de todos mis pecados, Señor, os ofrezco mi vida, mis obras y trabajos unidos al precio infinito de vuestra Sacratísima Sangre y dolorosísima pasión y muerte, por lo que suplico a vuestra piedad que perdonéis todos los pecados que he cometido en el transcurso de vida, dándome paciencia en las adversidades y trabajos, ilustración y fervor en la fé, firmeza en la esperanza e incendio en la caridad, a fin de que viviendo conforme a vuestra divina voluntad y a las obligaciones de mi estado, logre de vuestra infinita misericordia, la gracia de vivir santamente en esta vida y de alcanzar la gloria eterna en la otra. Amén.

 

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Jesús Nazareno, Dulcísimo Redentor y amorosísimo Padre mío! Que, en el Templo del Monasterio de Santa Clara, como en Trono Real en que descansa vuestra soberanía, Majestad y Grandeza, franqueáis vuestras misericordias y sois el asilo y propiciatorio de todos los pobres necesitados, en quien el enfermo halla salud, el desgraciado socorro, el afligido consuelo, y el pecador perdón de sus pecados. ¡Oh dulcísimo y amabilísimo Jesús! Que por nuestro amor enlazasteis en una sola persona dos naturalezas, la divina y la humana, encarnándose en las purísimas entrañas de la siempre Virgen María, nuestra Señora, que nacisteis en un establo en el rigor del invierno, y derramasteis en la circuncisión de la sangre de vuestras venas, que huyendo de la cruel persecución de Herodes, sufristeis tantos trabajos, aumentando vuestro dolor la muerte de innumerables inocentes, que pasasteis una ida llena de desprecios, que fuisteis vendido por un traídos, tenido por un loco, pospuesto a Barrabás, azotado, escupido, coronado de espinas y sentenciado a una muerte la más cruel e ignominiosa. Me avergüenzo, Señor, al considerar tanto amor y paciencia, y el ningún aprecio que hago de vuestras afrentas y trabajos ¡ah Jesús mío! Hasta ahora no eh sido discípulo vuestro, sino solo en el nombre, pero quiero serlo en realidad, de hoy en adelante: haced por vuestra clemencia y piedad sin límites, que venciendo todas mis pasiones y sujetándolas a la razón y a vuestra ley, me abrace gustoso con la Cruz, y vaya en vuestro seguimiento al Calvario, como único camino que conduce a la Patria de los Bienaventurados. Amén.

 

 

DÍA PRIMERO

ORACIÓN

¡Oh Jesús Nazareno, que con tanta resignación y amor abrazasteis el santo madero de la Cruz y lo llevasteis con gusto por aliviar la pesadez y gravedad de mis culpas! A vuestros sagrados pies se postra el mayor de los pecadores, ¡Oh Redentor amabilísimo! Y os suplico humildemente, que, por vuestra pasión santísima, os dignéis concederme la gracia de que yo con toda voluntad y agrado, abrace la Cruz amarga de la penitencia y no ponga mi corazón en los bienes caducos y perecederos de este mundo, sino que todo mi deleite, mi consuelo y mi gloria sea penar juntamente con Vos. Así lo deseo y propongo ¡Oh Jesús mío! Pero bien sabéis que sin vuestra gracia nada puedo: dádmela Señor, por los merecimientos infinitos de vuestra sagrada pasión y muerte, y por los dolores de vuestra santísima Madre, para que, imitando vuestros ejemplos, jamás me separe de vuestra santísima voluntad, concediéndome, si así conviniere al bien espiritual de mi alma, el favor especial que os pido en esta novena. Amén.

Se rezan tres credos y se hace la petición.

 

 

AFECTOS A JESÚS NAZARENO

Oh Jesús, Padre amoroso,

Por tu belleza tan rara:

Recibe nuestros afectos,

Oh Jesús de Santa Clara.

 

Entre crueles enemigos

Con pesado madero

Caminas para el Calvario

Como inocente cordero,

¡Oh Rey y Dios verdadero!

Si tu deidad contemplara:

 

Convertido y transformado

En dolores y tormento

Caminas a paso lento,

A morir por el pecado

Dulce Redentor amado

¡Quien tu paciencia imitara!

 

Entre sogas y cadenas

Por la calle de la amargura

Os ha salido al encuentro

Vuestra Madre, Virgen Pura,

Con lágrimas de ternura

¡quien su dolor aplicara!

 

Con golpes y bofetadas

Vuestro cuerpo ha sido herido

Y con mofas y risadas,

Despreciado y escupido

Con tus penas has querido

Que el pecado se borrara:

 

 

DEPRECACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Soberana Emperatriz de los Cielos y de la tierra, Madre Purísima de Dios y de todos los pecadores: aquí tenéis Señora, postrado a vuestros pies el mayor de todos ellos, enfermo, desvalido y cargado con el insoportable peso de innumerables culpas, con que os eh ofendido a la infinita Majestad de vuestro Divino Hijo y mi Redentor Jesucristo. Hallándome indigno y sin ningún mérito para obtener su gracia y sus favores, y siendo Vos la mediadora entre Dios y los hombres, interpongo vuestro poder y valimiento para que nuestro Divino Redentor Jesucristo, por merecimientos infinitos de su pasión y muerte santísimas, y por los acerbos dolores y tormentos que por el sufriste al pie de la Cruz, me concedas las gracias que solicito. Presentadle Madre mía, vuestros llorosos ojos y vuestra purísima alma angustiada de verlo padecer tan crueles tormentos y dolores, para que, se compadezca de mis miserias y me conceda la de detestar mis culpas y pecados, reformando mi vida y mis costumbres, a fin de que, llevando juntamente con él, la Cruz hasta el fin de mis días, logre una muerte preciosa a sus divinos ojos, y merezca gozarle por toda la eternidad en la patria de los justos. Amén.

Se reza un Ave María.

 

 

 

DÍA SEGUNDO

ORACIÓN

¡Oh Supremo Rey de la Gloria y Salvador nuestras almas! Que con vuestra adorable presencia ilumináis la Ciudad Santa de Sión, porque sois resplandor de la caridad eterna del Padre, figura de su substancia y viva imagen de su infinita sabiduría. Quisisteis por vuestro amor hacia los hombres abatir vuestra soberanía y grandeza, y entregaros a los mas viles ultrajes cunado, caminado al Calvario, cargando con el pesado madero de la Cruz entre la multitud de crueles perseguidores, sufriste que os tratara con la mayor irrisión y desprecio, con empujones y puntapiés, hasta haceros caer en la tierra, padeciendo en vuestros sagrados miembros los más acerbos dolores. Suplico a vuestra infinita bondad y misericordia, por vuestra virtud y méritos, y los de vuestra tierna y compasiva Madre, lavéis mis pecados y purifiquéis mi alma de toda mancha. Recibidme, Jesús mío, en vuestra amistad y gracia, para que jamás me separe de vos, y cumpla en toda vuestra santísima voluntad, y si lo que pido en esta novena es para gloria vuestra y bien de mi alma, concédemelo, y si no, enderezad mi súplica, a lo que sea de mayor agrado vuestro. Amén.

 

 

DÍA TERCERO

ORACIÓN

¡Oh Divino Salvador de los hombres! Que llevando sobre vuestros mismos hombros el pesado leño de la Cruz, en que deseabais ser crucificado, caminabais al lugar de vuestro suplicio, rodeado de dolores y tormentos, y en medio de aquella chusma infernal que no se saciaba de ultrajaros y de acíbar vuestro amantísimo corazón con sus blasfemias y dicterios, sufríais por nuestro amor, y por librarnos de la esclavitud del demonio y de la culpa con tanta paciencia, serenidad y gozo todos esos ultrajes y afrentas ¿Cómo podré, Jesús mío, agradeceros debidamente y daros alguna señal de mi correspondencia por haber querido pagar con vuestra Sacratísima Sangre el precio de mi rescate, y por el continuado beneficio de vuestros llamamientos a la gracia con vuestras divinas inspiraciones, impulsos y luces celestiales para unirme estrechamente a Vos, que sois todo mi bien y todo mi consuelo? Yo ingrato y desconocido a tantas gracias y favores, vivo apartado de quien tanto me ama, por seguir tras los deleites de la carne. Apartadme, único dueño de mi alma, de mis afectos desordenados a todo lo terreno y transitorio de este mundo, y aun de mi mismo y de mi amor propio desarreglado que tanto me ciega, mandadme a venir a Vos, para estrecharme en vuestro seno, dadme vuestra gracia, para que pueda hacer cuanto de mi deseáis, a fin de que, correspondiendo a vuestros llamamientos, conforme en un todo mi voluntad a vuestra santísima ley, os lo pido por aquella resignación si igual con que os abrazasteis con el instrumento de vuestro suplicio, y por el gravísimo dolor que experimentó vuestra purísima Madre, al encontraros en el camino del Calvario, llagado de pies a cabeza, encorvado por el peso de la Cruz, y por sus méritos y poderosa intercesión, concédeme también la gracia especial que os pido en esta novena, si conviniere a la salud de mi alma. Amén.

 

 

DÍA CUARTO

ORACIÓN

¡Oh Rey Soberano del Universo, imán sagrado de los corazones devotos, y dulce hechizo de la más sólida piedad! Siendo adorado en los cielos por las Supremas Jerarquías, como a Monarca augusto, soberano y universal de todo lo criado, resplandor de la gloria del Padre y figura viviente de su divina substancia, quisisteis, para humillar nuestra soberbia, ser coronado de agudísimas espinas que penetraron vuestras sienes, acompañando tan inaudito sacrilegio con ignominiosas burlas y escarnios de los pérfidos judíos e inhumanos soldados de Pilatos, cargando después sobre vuestros delicados y divinos hombros el pesado madero de la Cruz, que llevasteis gustoso hasta el Calvario por las calles públicas de Jerusalén, hasta ser crucificado en medio de dos ladrones, como el mayor facineroso y malhechor del mundo. ¡Oh dulcísimo Jesús, Rey de la eterna felicidad y bienaventuranza! Yo os adoro con todo mi corazón y me acojo a Vos desde ahora para siempre, eligiéndoos como Rey y Soberano Señor de mi alma, me someto gustoso a vuestra santísima ley y a vuestra divina voluntad, proponiéndome observar con toda fidelidad vuestros sagrados preceptos. Os pido, Jesús mío, que aceptéis esta mi oferta, por vuestra infinita misericordia y por los merecimientos de vuestra pasión y muerte santísimas, concediéndome las gracias necesarias para no apartarme jamás de vuestra Soberana Majestad durante mi peregrinación sobre la tierra, esperando ser después de los días de esta mi vida mortal, del número de vuestros escogidos, y si el favor que espero alcanzar en esta novena fuere de vuestro soberano agrado, os suplico me lo concedáis por la intercesión y méritos de vuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María. Amén.

 

 

DÍA QUINTO

ORACIÓN

¡Oh Divino Verbo encarnado por nuestro amor y remedio! ¡Oh Jesús Nazareno, libertador de nuestras almas! Cuanta sería vuestra fatiga y los acerbos dolores que sufrías cuando caminabais al calvario cargando sobre vuestros hombros con el pesado madero de la Cruz, pues los mismos judíos creyendo que os quedarías sin vida en el camino, os dieron por alivio al Cirineo, no por compasión de vuestras penas, ni para ayuda de vuestros tormentos, sino por saciar la rabia con que deseaban que murieseis con más afrenta e ignominia a la vista de vuestros encarnizados enemigos. Salvador mío ¿Cómo es posible que mi corazón sea tan obstinado que no se parta de dolor al contemplaros en el camino del Calvario, tan lleno de fatigas y tan agobiado por el cansancio y por el peso de nuestras iniquidades y pecados? Caiga Señor, sobre nuestro corazón empedernido, ese licor preciosísimo de vuestra sangre, para que ablande su pureza y llore yo mis culpas y mis ingratitudes, conociendo que Vos sufristeis tantos dolores y vituperios por mi amor, mientras que yo por las criaturas os he vuelto las espaldas tantas veces. Os doy infinitas gracias, porque habéis tenido paciencia en sufrirme hasta hoy, y me habéis esperado para que haga penitencia de mis pasadas culpas. Quiero amaros con todo mi corazón, acogedme bien mío, ahora que vuelvo a Vos contrito y arrepentido por las ofensas que os he hecho, no me abandonéis, que no deseo otra cosa que amaros y serviros, en cuanto entienda y conozca ser de vuestro soberano agrado y beneplácito, castigadme en esta vida, para que en la otra pueda gozaros por toda la eternidad, y por los dolores de vuestra Santísima Madre, concédeme la gracia especial que os pido en esta novena, si así conviniere al bien espiritual de mi alma. Amén.

 

 

DÍA SEXTO

ORACIÓN

¡Oh amabilísimo Jesús, espejo clarísimo de la Divinidad! Que, sudando entre los mortales congojas y arroyos de sangre, caminabais al Calvario sin tener toalla con que enjugar la sangre y sudor que corría por vuestro rostro, ni las manos libres para limpiar vuestros santísimos ojos, eclipsados por el polvo y por la sangre que bajaba de vuestra sagrada cabeza, hasta que acercándose a Vos la compasiva Verónica, os limpió con un lienzo, llevando en premio de su piedad y devoción, impresa vuestra divina imagen. Dadme Señor, gracia para que en los lienzos de mi alma y de mi corazón, lleve siempre esculpidas vuestra penas y dolores a fin de que algún día, pueda ver con los Ángeles del cielo, la hermosura de vuestra cara ¡Oh eterno e inmutable Dios y Supremo y universal Señor del cielo y de la tierra! Haced que yo os ame y alabe con todo mi corazón, y a nombre de todas las criaturas, tributemos el honor y la gloria que son debidos a vuestra suprema e infinita Majestad, hacedme participante de vuestro mismo conocimiento y amor, en que consiste mi verdadera felicidad y bienaventuranza, encended mi corazón en el fuego sagrado de santos deseos de poseeros y gozaros en la otra vida, y de complaceros y cumplir vuestra soberana voluntad en la presente. Os ofrezco todo mi ser, mi alma, mi cuerpo, mis potencias y sentidos, y os pido me concedáis la gracia especial que solicito de vuestra infinita liberalidad en esta novena, y para más inclinar vuestra clemencia, interpongo los merecimientos y dolores de vuestra Madre Santísima, la siempre Virgen María, a fin fe que también por su medio me admitáis a ser vuestro fiel discípulo en esta vida, para cantar vuestras eternas alabanzas en la otra. Amén.

 

 

DÍA SÉPTIMO

ORACIÓN

¡Oh Hijo Unigénito del Eterno Padre, Divino Redentor de nuestras almas! Fatigado por la furia y crueldad de vuestros enemigos, sufristeis con toda mansedumbre, resignación, y humildad, todos los atropellamientos y golpes que os dieron en vuestra sagrada persona. Concédeme Señor, la gracia de merecer recibir en mi cuerpo, estos mismos baldones y golpes que Vos por nuestro amor padecisteis en el vuestro, hacedme paciente y resignado en todas las adversidades y contradicciones que me vengan, conformad mi voluntad enteramente con la vuestra, otorgadme la gracia de mirar con la mayor indiferencia y desprecio las penalidades de la vida presente, para que fije mi corazón en Vos y en la gloria que me tenéis prometida, y finalmente, dadme un corazón nuevo, recto y ordenado, que solo mire a las cosas celestiales y no haga caso de las vanas, caducas y perecederas de este mundo. Desde ahora ofrezco, Jesús mío, todos mis trabajos y padecimientos que tuviere hasta el fin de mis días en satisfacción de mis pecados. Haced enteramente vuestro mi pobre corazón, y dadme fuerzas para despegarlo de todas las cosas que lo apartan de vuestro amor y de vuestra gracia, pues yo no quiero amar a otro si no solo a ti, ni tener un corazón que no se ocupe exclusivamente de Vos, como objeto único, digno de ser amado. Iluminadme para que, de hoy en adelante, cumpla en toda vuestra santísima voluntad, sirviéndoos, ya no por temor, sino solo por amor. Así lo propongo, Salvador amabilísimo, con vuestra Divina ayuda, y si la gracia particular que os pido en esta novena fuere de vuestro soberano agrado y conviniere al bien espiritual de mi alma, os pido me la concedáis por los dolores y merecimientos de vuestra afligida Madre y Señora nuestra, la siempre Virgen María. Amén.

 

 

DÍA OCTAVO

ORACIÓN

¡Oh amorosísimo y dulcísimo Jesús Nazareno! Que con tanto amor y caridad nos habéis enseñado el camino del cielo con vuestro ejemplo, llevando al monte Calvario la Cruz en que debía consumarse vuestro sacrificio, para que nosotros os sigamos, llevando sobre nuestros hombres la cruz de las mortificaciones, adversidades y trabajos, para poder subir al monte sagrado de la perfección cristiana, y que con vuestra doctrina nos habéis enseñado también la eficacia de nuestras lágrimas para satisfacción de nuestros pecados, os suplico Señor, que me concedáis la gracia de que yo no llore los bienes temporales, sino solo el haber perdido los eternos por mis culpas. Sea siempre bendita vuestra piedad y misericordia ¡Oh Jesús mío, por haber querido padecer tantos tormentos y trabajos para librarme de las penas eternas del infierno! ¡Pobre y desdichado mil veces de mí, oh Dios de amor y de caridad, si no aprecio como debo vuestra sacratísima Sangre! Concédeme la gracia de que jamás llegue a menospreciar esa sangre por mi derramada, sino que, aprovechándome de vuestros ejemplos y doctrinas, sepa conocer su eficacia y aplicarme su infinito valor ¡Ah Jesús mío! ¡como no me deshago en lagrimas al considerar vuestras finezas, y la ingratitud y dureza de mi corazón para corresponderos dignamente! Haced que no se malogre en mí el precio de vuestra Sangre, sino que me aproveche de ella para lavar mis culpas, ocurriendo con las debidas disposiciones a las aguas saludables de la penitencia. Quiero emplear los pocos años que me restan de vida en amaros y serviros hasta morir por vuestra infinita Majestad, así lo propongo, confiado en vuestra divina gracia y en la intercesión de la Santísima Virgen María, vuestra dolorosa Madre, por cuyos méritos espero también conseguir la gracia que pido en están novena, si conviniere a vuestra soberana gloria y al bien espiritual de mi alma. Amén.

 

 

DÍA NOVENO

ORACIÓN

¡Oh Divino Sol de justicia y vivo resplandor de la substancia del Padre! Que siendo la misma luz que disipa las tinieblas de la ignorancia y del pecado, quisisteis por mi amor que vuestro sagrado rostro quedara tan negro y oscurecido con la inmundicia y asquerosidad de mis culpas, y tres veces caíste en tierra dando en ella con vuestro santísimo rostro, y besando con vuestra dulcísima boca aquel polvo maldito por el pecado, sin haber quien os ayudase a levantar, dadme gracia Señor, para que yo aligere el enorme peso de vuestra cruz, enmendando mi vida y mis costumbres, y haciendo de todas mis culpas una verdadera penitencia unida a los infinitos méritos de vuestra vida, pasión y muerte santísimas. Merezca también la dicha de que mi alma quede clavada con vos en el calvario y que crucifiquen en el todas mis pasiones desordenadas y perversas inclinaciones, a fin de que, así como vuestra infinita Majestad murió por mí, muera yo por vos al mundo y a todos sus halagos y embelesos. Os pido humildemente que alumbréis a todos los infieles, judíos, herejes, incrédulos y pecadores, hiriendo sus corazones con los rayos de vuestra divina gracia, para que no queden sepultados en las tinieblas de la ignorancia, sino que vuelvan a la luz y claridad de la fé, y así os conozcan, amen y adoren como a único y verdadero Dios.  Os pido también por vuestros infinitos merecimientos y por los dolores que sufrió vuestra dulcísima Madre, por nuestros santísimo Padre el Sumo Pontífice, por nuestro ilustrísimo Arzobispo, por todos los Señores Obispos de toda América, por señores Sacerdotes, por todas las órdenes religiosas y sus prelados, y finalmente, por todos nuestros prójimos, para que haciéndonos participantes de vuestros divinos méritos, nos llevéis a gozar de los copiosos frutos de vuestra Redención en las eternas moradas de la gloria. Amén.

 

Colaboración de Miguel Morales

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