sábado, 30 de septiembre de 2023

MES DE OCTUBRE A LOS SANTOS ÁNGELES

 

MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES

EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.

 

Por Alejo Romero

Presbítero

 

Con Licencia Eclesiástica

Morelia

Ano de 1893

 

ORACION PREPARATORIA PARA TODOS LOS DIAS

Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.

 

DÍA PRIMERO

LA EXISTENCIA DE LOS ÁNGELES

MEDITACIÓN

PUNTO 1º. Considera, alma mía, que la Sabiduría infinita, cuyas obras todas son buenas, bellas y perfectas, si no hubiera creado los Ángeles habría suprimido una nota interesante de la armonía del mundo, y el orden maravilloso que en él reina había quedado en cierto modo trunco é imperfecto, porque en la inmensa escala de la creación, se revelan sucesivamente los diversos grados del ser desde el ínfimo corpóreo hasta el supremo inmaterial, que es Dios, de manera que la razón nos persuade que si en el universo hay cuerpos inanimados, y cuerpos con sucesivos grados de vida hasta llegar al hombre, el cual es compuesto de cuerpo y espíritu; esta misma razón también nos inclina a creer que deben existir espíritus independientes de toda materia, existentes en sí mismos, superiores al espíritu del hombre; y pues que cada ser en el mundo es una imitación y reflejo de la Divinidad, si no existieran los Ángeles, faltarían entonces las criaturas que mejor pudieran imitar a Dios, puesto que El no es ni cuerpo ni hombre, ni espíritu comí; el alma del hombre, destinado por su naturaleza a estar siempre unido a un cuerpo. Por consiguiente, deben de existir a semejanza ele Dios espíritus soberanos, invisibles incorpóreos, inteligentes, aunque creados, inferiores a Dios y superiores al hombre: y estos no pueden ser sino los ángeles

 

PUNTO 2º. Considera, alma mía, que es de fe que existen los Ángeles, y que estás tan obligada a creer en su existencia como en la del mismo Dios. En el símbolo de la fe ó credo se te enseña esta verdad cuando se te propone creer: en Dios Padre Todopoderoso, Criador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles é invisibles, pues por cosas invisibles entienden todos los cristianos los Ángeles. El Concilio Lateranse hace expresa profesión de fe acerca de este dogma, cuando dice: Creemos firmemente que Dios desde el principio del tiempo sacó a la vez de la nada a ambas criaturas a saber, a la angélica y a la mundana. La tradición universal, que se remonta hasta los tiempos más próximos a la creación, está conforme en la sustancia con la fe católica y proclama de un modo elocuente esta verdad. En efecto, siempre han creído los pueblos en la existencia de seres superiores al hombre, de que Dios se ha valido para el gobierno del mundo como de seres medianeros entre la Divinidad y el hombre: así lo enseñaron los filósofos paganos de la antigüedad: "Hesíodo refiere sus grandes hazañas; Tales, Pitágoras y los antiguos los colocan en el vestíbulo del mundo divino. Platón llena con ellos los espacios. Sócrates conversa con uno de ellos. Aristóteles los considera como centros de atracción y como motores de las esferas celestes." Reconozcamos, pues, el poder de Dios que ha querido revelar su fecundidad en la creación de los Ángeles y su infinita bondad y sabiduría en el orden del mundo.

 

JACULATORIA

Ángeles dichosísimos, que, entre otros innumerables que jamás Dios sacará de la nada, habéis tenido la felicidad de poseer la existencia; rogad por nosotros para que siempre os reconozcamos y veneremos.

 

PRACTICA

Al rezar el credo haced siempre expresa profesión de fe acerca de la existencia de los Ángeles, cuando decís criador del cielo. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con gloria Patri etc., y se ofrecen con la oración siguiente:

 

ORACION

 Ángeles Felicísimos, que al contemplar un día vuestro noble ser, sentisteis un inmenso gozo inefable y rendísteis á vuestro Criador tributos incesantes de agradecimiento por favor tan inmerecido, haced que nosotros reconociendo también el favor de la vida y del ser cristiano que se ha dignado otorgarnos, sin el menor concurso de nuestra voluntad, demos a su Divina Majestad repetidas acciones de gracia s por tan señalado beneficio, a fin de que merezcamos los auxilios necesarios para cumplir el fin par a que hemos sido criados. Amen.

 

EJEMPLOS

El Antiguo Testamento refiere a cada paso apariciones de los Ángeles desempeñando las órdenes de Dios, ya castigando ó ya defendiendo á los hombres; así nos dice que un querubín está con una espada de fuego impidiendo la entrada en el paraíso perdido. Dos Ángeles ministros de la venganza divina entran por la tarde en la infame Sodoma, salvan á Lot y a su familia; y á una seña hacen caer torrentes de llamas sobre la ciudad criminal. Un Ángel, mensajero salvador, detiene el brazo de Abraham levantado para inmolar á su hijo. Escuadrones de Ángeles suben y bajan por la escala misteriosa vista por Jacob, con las manos llenas de oraciones y de gracias. Un Ángel guía al pueblo de Israel en su huida de Egipto, mostrándole el camino. Cuando la gloria de Jehová desciende en medio de truenos, relámpagos e incendios al monte Sinaí, el Señor habla y los Ángeles escriben en las tablas la ley santa que ha de regir a Israel. Un Ángel revela á Gedeón su misión de Libertador. Un Ángel anuncia el nacimiento y destino de Sansón. Un Ángel sustenta en el sueño al profeta Elías. Un Ángel es el que hiere de noche el Ejército de Senaquerib, cubre el campo de cadáveres y pone a los Asirios en vergonzosa fuga. Un Serafín purifica los labios de Isaías. El Arcángel San Rafael es el que visita la casa de Tobías, conduce a su hijo a la región de los Medos, bendice sus bodas, y le lleva sano y salvo a los brazos de sus ancianos padres. Casi no hay página en la Santa Escritura, en que no se haga mención de los Ángeles.

 

ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES

PARA TODOS LOS DÍAS

Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, par a remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pue s no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjuga r nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos á Vos par a que enviéis hasta nosotros y par a nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astuta s asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amen.


jueves, 21 de septiembre de 2023

NOVENA A LA VIRGEN DE LA MACANA


 

NOVENA A LA SANTÍSIMA MADRE DE DIOS Y VIRGEN INMACULADA

EN SU SANTÍSIMA IMAGEN QUE CON EL TÍTULO DE NUESTRA SEÑORA DE LA MACANA SE VENERA EN EL CONVENTO DE NUESTRO PADRE SAN FRANCISCO DE MÉXICO

 

Dispuesta por el R. P. Fr. Felipe Montalvo, Comisario Visitado de la Tercera Orden Seráfica de dicha ciudad.

Reimpresa en México, en la imprenta de los Herederos de D. María de Rivera, en la calle de San Bernardo.

Año de 1763

 

MODO DE HACER ESTA NOVENA

Hecho con el mayor fervor el posible acto de contrición, que se pone después de la primera oración, luego rezarás tres salves a la Reina Santísima, como en desagravio de las injurias que ha recibido de la ceguedad y malicia de los hombres, después dirás la oración que corresponde a cada día, y se rezarán tres padres nuestros, aves Marías y glorias, en reverencia de la Augustísima Trinidad, que elogió y llenó de privilegios y gracias a María Santísima, para que fuese digno sagrario suyo, y al fin se dirá la oración. Podrás comulgar el día primero, el quinto y el último, en obsequio de la Trinidad Sacrosanta.

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Oh, Señor y Dios mío, confuso por mi ingratitud con que ofendí a la infinita Bondad vuestra, no me atreviera a levantar los ojos a vuestra clemencia, si no mirar que vuestra misericordia excede las maldades de todo el mundo. Si atiendes a mis culpas, no bastan mil infiernos para el castigo que por ellos merezco, pero si a tu piedad vuelvo los ojos, te hallo crucificado para mi remedio. ¡Oh bondad infinita, y como te ofendió mi desacato! Si doy, Señor, en tus manos por mis quiebras, doy en las mismas que me fabricaron, pues no me arrojes de ellas, sino como autor diestro y poderoso, vuélveme a tu oficina y hazme nuevo. Restituye amoroso la Imagen propia tuya, que borraron mis culpas. No me mires como a delincuente, sino como a un necesitado de tu misericordia, pues en ella confío el perdón de todos mis pecados, que aborrezco y detesto, por ser ofensas tuyas. Espero de tu infinita bondad, la gracia que necesito para enmendar mis yerros, como te lo prometo, y para no volver jamás a ofenderte, y vivir y morir en tu servicio. Amén.

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Purísima Hija del Eterno Padre, Madre dignísima de Dios Hijo y Esposa dilectísima del Espíritu Santo, bendita de Dios excelso sobre todas las mujeres del universo, a quien los Ángeles, los Arcángeles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades, las Virtudes, los Querubines y Serafines, adoran, sirven, obsequian, bendicen y reverencian, a quienes todos los Santos Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Mártires, Confesores y Vírgenes glorifican y alaban. Santísima y Dulcísima María, a quien deben los cielos su gloria, su Salvador el mundo, las gentes su verdadera fe, su fin los vicios, su orden la vida, y su disciplina las costumbres, a quien la impiedad sacrílega de un bárbaro ofendió en vuestra Imagen Santísima de la Macana: Yo, amabilísima Señora, aunque el más indigno de vuestros esclavos y el más tibio de vuestros devotos, os doy y rindo las alabanzas, el honor y gloria que debo, alegrándome como me alegro, de todas las adoraciones, alabanzas, bendiciones, honores, cultos y veneraciones que gozáis en toda la Triunfante y Militante Iglesia, y quisiera, Soberana Señora, de todo mi corazón y con toda mi alma, que en todo el mundo se aumentaran y multiplicaran vuestros cultos, y que todos los hombres se empleasen en solo bendeciros, engrandeceros y alabaros, magnificando en Vos y con Vos a vuestro Criador y Glorificador Omnipotente. Y porque así lo deseo, y quiero como a vuestro Poder lo pido para aumento de vuestra gloria y bien de vuestros devotos, detesto, dulcísima Madre de mi Dios, abomino y repruebo cuanto la bárbara ceguedad de los hombres y enemigos vuestros, han practicado de agravios, ofensas e injurias contra vuestra Santidad y dignidad altísima, y si posible fuera el que vertiendo la sangre de mis venas, y dando la vida en obsequio vuestro, se evitaran todos cuantos agravios os he hecho, y atentare hacer la perversidad proterva, por obra, palabra y pensamiento, en cuanto se ofende la Majestad infinita, y que todas las ofensas vuestras se conviertan en obsequios, cultos y adoraciones de vuestra soberanía, ofreciera gustoso hasta la última gota de la sangre de mi corazón, por lo que siente mi alma vuestras injurias, y desea la mayor veneración de vuestra grandeza y celsitud. Haced pues, Vos, Oh Madre amabilísima, que nadie se atreva en manera alguna a ofenderos, y que, a todos los mortales, que son y fueren hasta el fin del mundo, infunda vuestro Divino Hijo aquel amor y reverencia que os deben los hombres, tan beneficiados de Vos, para que justamente reconocidos, se dediquen a vuestro obsequio, adorándoos y bendiciéndoos todos, en todas partes, con todas sus potencias y sentidos, a todos tiempos y por todos los siglos y eternidades. Amén.

 

-Aquí se rezan tres Salves en desagravio de la Santísima Virgen, y después la oración del día.

 

DÍA PRIMERO

ORACIÓN

Sacratísima Virgen María, cuyo renombre de Señora de la Guía, resplandece, desempeñándose en vuestra Imagen Santísima de la Macana, porque en ella os dignasteis de acompañar, dirigir y guiar a los humildes religiosos desde la antigua España hasta el Nuevo México, concediéndoles en tan dilatados caminos de Mar y tierra, el destino de sus Apostólicos Misioneros: Recibidme, amorosísima Madre mía, bajo vuestro amparo, para que guiado de vuestra protección, llegue con seguridad a la feliz patria de la bienaventuranza. Amén.

 

-Se rezan tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias, y luego la siguiente:

 

ORACIÓN FINAL

Virgen Poderosísima y Misericordiosísima Madre de la gracia, por cuyas manos nos vienen todas cuantas se digna de hacernos y comunicarnos el Soberano Padre de las Misericordias, y Dios de toda consolación, no miréis Señora mis pecados como ofensas de la Divina Bondad, sino como miserias, que claman a Vos por su remedio. Atended, dulcísima y benignísima María, a la vertida Sangre de vuestro Hijo Santísimo, y haced empeño como refugio que sois de pecadores, de que se logre en mi el fruto de tan abundante y copiosa Redención, y por aquella inefable caridad con que el Eterno Padre dio a su Unigénito amado para la Redención de un tan vil e inútil esclavo, por aquella clemencia, que obligó a vuestro Santísimo Hijo, a que, tomando sobre sí mis pecados, padeciese sus tormentos y muerte en satisfacción de mis culpas, obligaos Vos, Señora, a la salvación de mi alma, siendo la Indulgencia divina la que os obligue a resarcir los daños que en mi han ocasionado mi fragilidad, mi ignorancia y mi malicia. Y como Madre que sois de misericordia y gracia, ejecutad lo mismo para con todas las alas redimidas con el inestimable precio de la Sangre de Jesucristo, consiguiendo de su infinita bondad, la exaltación de su Santísimo Nombre, la dilatación de la fe católica, la destrucción de las herejías, la conversión de todos los infieles y herejes a las verdades evangélicas y dogmas de la Santa Iglesia, la verdadera contrición de los pecadores y enmienda de sus vidas, la perseverancia de los justos, los poderosos esfuerzos y los divinos auxilios para los agonizantes, la gracia de la regeneración para los párvulos, que gimen en la original desgracia, libertad a los cautivos, salud a los enfermos, consuelo a los afligido, unión y paz entre los cristianos, aciertos a los soberanos pontífices y prelados eclesiásticos, y el descanso eterno de las almas del Santo Purgatorio, pues todo lo que puede la eficacia de vuestra intercesión y las facultades que para abogar por todos los hombres, os ha franqueado liberalísima la bondad incomprensible de nuestro gran Dios y Señor, que vive y reina, por los siglos de los siglos. Amén.

 

SEGUNDO DÍA

ORACIÓN

Soberana Virgen María, cuyo dulce título de la Paz, se descube en vuestra Imagen Santísima de la Macana, por la paz, que, mediante vuestra protección, estableció la predicación del Evangelio entre naciones diversas: os suplico encarecidamente, que, pues hallasteis la paz entre Dios y los hombres, la deis a mi alma, para que, reconciliada con la Majestad Divina, siempre viva sujeta, rendida y obediente a sus leyes, hasta llegar a gozarle en la visión de la paz de su eterna gloria. Amén.

 

DÍA TERCERO

ORACIÓN

Poderosísima Madre y Virgen dulcísima, María, que, en vuestra Imagen de la Macana, os confirmáis el título admirable de Señora de la Salud, dándola a la niña enferma que se encomendaba a vuestra clemencia: de vuestra mano espero, Madre piadosísima, que me concedáis la que necesito de cuerpo y alma, suplicando rendidamente, que sanéis las graves dolencias de mi espíritu, para que consiga mi alma aquella salud, que quiso obrar en ella mi Salvador Divino, por medio de su Pasión y Muerte. Amén.

 

DÍA CUARTO

ORACIÓN

Clementísima Virgen María, que, por medio de vuestra Imagen Santísima de la Macana, descubriste nuevamente el gran epíteto que gozáis de Señora de la Defensa, por la que esforzasteis o hicisteis de la Ciudad y Reino del Nuevo México, dando amorosos avisos para que evitases sus moradores el merecido castigo, a vuestra defensa me acojo, Madre Clementísima, para que vuestra misericordia me libre de los castigos que merezco por mis enormes, y muchísimas culpas. Defended mi alma, Purísima María, de todos sus enemigos, de las ofensas de mi Dios y Señor, y de la eterna condenación. Amén.

 

DÍA QUINTO

ORACIÓN

Dulcísima y Benignísima María, que, en vuestra Imagen Santísima de la Macana, os dignasteis de manifestaros Señora del Socorro, por el que diste a los religiosos que morían a manos de los enemigos de la fe, para que no desmayasen en la cristiana fortaleza, desde ahora, oh, Virgen Piadosísima, imploro vuestro socorro, para que en la hora de mi muerte me lo concedáis benigna, pues mediante él, espero el don divino de la perseverancia en la gracia. ¡Oh, María! ¡Oh, María! Socorredme en mi muerte. Amén.

 

SEXTO DÍA

ORACIÓN

Virgen Purísima María, que, en vuestra Imagen Santísima de la Macana, os señalasteis por Señora de la Victoria, dándola a los católicos contra los apóstatas y bárbaros: Concédeme Santísima Madre mía, victoria contra los enemigos del alma y pasiones rebeldes, para que, saliendo con victoria de este mundo, a Vos cante la gloria eternamente. Amén.

 

SÉPTIMO DÍA

ORACIÓN

Intercesora de los pecadores y Madre de misericordia, que en vuestra Imagen Santísima de la Macana, comprobasteis el título divino que gozáis como Señora del Perdón, atrayendo de nuevo a los apóstatas a la fe que habían dejado y reduciendo al gremio de la Iglesia: mostrad Señora conmigo ese título gloriosísimo, consiguiéndome el perdón, que de la ofendida bondad de Dios alcanza a los pecadores vuestra piedad, pues a vista de mis innumerables maldades no hay otro medio para que mi alma no sea condenada, sino que se me conceda el perdón, que espero, mediante vuestro amparo y protección. Amén.

 

OCTAVO DÍA

ORACIÓN

Madre Santísima de los Fieles, que, por medio de vuestra Santa Imagen de la Macana, os descubristeis Señora del Refugio, visitando lugares y pueblos, desde el Reino de Nuevo México, hasta el pueblo de Tlalnepantla, dejando varias copias de vuestra Imagen en aquella custodia, para que como a Refugio de los fieles, clamasen y ocurriesen a vuestra protección en sus necesidades: al Sagrado vuestro, Sacratísima Reina, se acoge este miserable esclavo vuestro, y desde este instante para siempre se pone en vuestras manos, confiado en que Vos, como refugio suyo, le habéis de proteger hasta colocarle en la eterna felicidad. Amén.

 

NOVENO DÍA

ORACIÓN

Suavísima y dulcísima María, que, por medio de vuestra Imagen Santísima de la Macana, os servisteis manifestaros Señora de la Consolación en el gozo y consuelo que los religiosos tuvieron de recibiros, y veneraos en esta vuestra Imagen: dad, piadosísima María, a todos los afligidos el consuelo que más necesitan y sea más útil a sus almas, concediendo a la mía el de verme libre del inmenso peso de mis pecados, para que respirando de tanta fatiga con la consolación de la divina gracia, logre los eternos gozos del cielo. Amén.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

NOVENA DE LOS MIL ÁNGELES MARIANOS


 

NOVENA ANGÉLICA DOLOROSA DE LOS MIL ANGELES MARIANOS Y EL ARCÁNGEL SAN MIGUEL, QUE ASISTIERON DE GUARDA A MARÍA SANTÍSIMA

Dispuesta en meditaciones por el Dr. D. Juan Ignacio de Castorena, Capellán y Predicador de su Majestad, Teólogo de la Nunciatura, Catedrático de Prima, Calificador, Vicario General y Tesorero Dignidad de esta Santa Iglesia Metropolitana de México.

 

Sacada a la luz por el Pbro. Julián Gutiérrez Dávila, Presbítero de la Sagrada Congregación de San Felipe Neri de México.

 

Con licencia eclesiástica

Año de 1720

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criado y redentor mío, pésame de haberos ofendido por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis potencias, con todos mis sentidos, con todo mi se. ¡Oh! Y quien os amará con aquel ardentísimo amor con que os aman todos los justos de la tierra y Santos del cielo, y arde en el glorioso Arcángel San Miguel y los mil Ángeles, testigos de vuestros dolores, con aquel amor con que os adoran eternamente los más amantes serafines, con San José, y todo el resto de vuestra Cote Celestial. ¡Oh! Quien os amará con aquel purísimo amor con que os ama vuestra Madre Santísima, con aquel amor inmenso con que me amasteis a mí, miserable pecador, por una eternidad. ¡Oh! Quien tuviera los corazones de todos para amaros, un mar de lágrimas para llorar mis culpas, y las voluntades de todos para amaros sin termino y alabaros sin fin. Pésame, Señor, no morir de pesar de haber cometido tantas ofensas conta tu infinita bondad. Merezca participar de aquella penetrante espada de Dolor, que atravesó el castísimo Corazón de vuestra Virginal Madre en vuestra Pasión, en que siendo la más cruel herida mi soberbia y obstinación, llore con su Majestad, lo que lloró por mi y por Vos. Pésame Señora, una y mil veces todo o que os he ofendido: ofrezcos en satisfacción de mis pecados, todos vuestros dolores, afrentas e ignominias, ofrezcos todos los dolores de María Santísima, y todas sus lágrimas, con todos los reverentes obsequios de sus mil Ángeles, ofrezcos cooperar, procurando imitaros con toda resignación, ofrezcos la enmienda de mi mala vida, dadme Señor, una negación a todo lo mundano, para no emplear mi amor más que en Vos solo, en quien espero, que me habéis de perdonar y dar gracia, para que no volviendo a reincidir en vuestras ofensa, os goce eternamente en la Gloria. Amén.

 

DÍA PRIMERO

CONFORTA SAN MIGUEL A CRISTO EN LAS AGONÍAS DEL HUERTO, Y LOS OTROS MIL ÁNGELES ASISTEN A MARÍA SANTÍSIMA ANGUSTIADA EN EL CENÁCULO

(Mist. Ciu. P. 2, núm. 1216)

Considera a Cristo Jesús, nuestro Bien, en el Huerto, y a María Señora, en el cenáculo. Mira a Cristo, lleno de aflicciones, cubierto de agonías, cercado de angustias, y oprimido de mortales tristezas que el mismo Señor explicó a sus discípulos, diciendo: “Mi alma está triste hasta la muerte” siendo la causa la perdición lamentable de tantos, que por su culpa habían de malograr el fruto inestimable de su Sangre, la cual, como sentida en sudor copioso, corría hasta la tierra. ¡Oh que Cáliz para Cristo, tan amago el malogro de su Sangre! Rehusábase a beber, por el deseo tan grande de la salud de todos. Vuelve con la consideración al Cenáculo, atiende a la angustiada Reina, quien, viendo desde allí las agonías del Hijo, tiene el corazón cercado de imponderables penas, eco lastimoso de las de Jesús, que en triste consonancia declaró la Señora, a imitación de su Hijo, a las tres Marías, diciendo: “Mi alma está triste, porque ha de padecer y morir mi amado Hijo y Señor, y no he de morir con el” ¿Y no se te enternece, alma piadosa, el corazón? ¿No darás de mano a los placeres del mundo, para compungirte y entristecerte con Cristo, llorando tus culpas, ocasión de las tristezas de Hijo y Madre? Imita a los Ángeles de esta Señora, en consolarla, y a su Hijo Santísimo. San Miguel confortó a Cristo en sus agonías, y San Gabriel a la Divina Reina, la cual envió algunos de sus Ángeles, para que con una toalla enjuagasen y limpiasen el venerable rostro del Hijo, bañado en Sangre. Aprende pues, de estos Soberanos Espíritus, a dar a Cristo y a su Madre algún consuelo en sus tristezas, y alivio en sus congojas, y di afectuoso con corazón compasivo:

 

ORACIÓN

Oh, Jesús dulcísimo, tan lleno de amarguras, que, siendo la alegría de los Ángeles, y el recreo de los bienaventurados, quisiste recibir tanta tristeza, y ser confortado de tus criaturas, siendo la misma fortaleza, haciendo eco lastimoso y tierno tus penas en el triste y afligido corazón de tu Purísima Madre, asistida también y confortada de sus mil Ángeles. Concédenos, que, imitando su fineza, hagan eco en nuestros corazones tus penas, y seamos asistimos y confortados de los Santos Ángeles, para apartar nuestros corazones de todos los placeres vanos del mundo, que ocasionaron tus tristezas. Y sean solo nuestro contento, entristecernos contigo, y solo nuestra tristeza verte a ti, que te ofreces a padecer y morir, y nosotros contigo no morir ni padecer.

-Rezaras la estación mayor al Santísimo Sacramento, en memoria de las Cinco Llagas y los Dolores de María Santísima, y al final esta:

 

Miguel, en forma visible

Bajó del cielo, glorioso,

Y embozando lo gozoso

Explicaba lo sensible.

 

Por imitar lo pasible,

Con suave cáliz de amor

Este Ángel consolador,

Admirando el sentimiento

Envidiara el sufrimiento,

A ser capaz del dolor.

 

 

DÍA SEGUNDO

CAMINANDO EL REDENTOR DE LA CASA DE HERODES A LA DE PILATOS, ES POR ORDEN DE LA SEÑORA, ASISTIDO DE LOS SANTOS ÁNGELES MARIANOS, PARA QUE NO FUESE HOLLADO Y PISADO DE LOS MINISTROS

(Mist. Ciu. P. 2, núm. 1320)

Considera, como caminando nuestro amoroso Jesús y Redentor del mundo, de la casa de Herodes a la de Pilatos, por ser mucho el Pueblo, y los crueles ministros, queriendo caminar con el Señor a gran prisa, deseosos de acabar de darle sacrílegos la muerte, le llevaban a todo tropel, arrojándole muchas veces en el suelo, y tirándole inhumanos de los cordeles, hasta hacerle brotar la sangre, y como llevase el mansísimo Cordero atadas las manos, no pudiendo tan presto levantarse, con despiadada fiereza, le hollaban, pisaban y herían con puntillazos y golpes. ¡Oh mansedumbre de Jesús! Oh, Jesús, cuan grande es tu amor para con los hombres, que tales tormentos te hace sufrir por ellos. Pondera que traspasado estaría el corazón de la Señora, como crecería su compasión y se le aumentaría el sentimiento a vista de tormentos tales, la cual, porque no fuese hollada aquella preciosa Sangre, mandó a sus Santos Ángeles la recogiesen, y no dejasen fuese otra vez el Redentor hollado, ni pisado, aunque volviese a caer en la tierra, ordenándoles se lo propusiesen así a su Hijo amado, para que tuviese por bien su Majestad dispensar en desacato semejante, conmutándolo en el mérito de obedecerla como a Madre, dándole aquel consuelo, pues la atendía tan atribulada y afligida. Imita a los Santos Ángeles, que cumplen todo lo que su Reina les manda, recogen reverentes la preciosa Sangre, proponen a Cristo (aunque bien lo sabía el Señor) el deseo de su Madre, a que, rendido el Hijo, es asistido de sus Marianos Ángeles, para no volver a padecer (aunque sufrió otras infinitas) semejante irreverencia. ¡Oh alma! No seas parcial a los ministros sacrílegos, tan cruel, que te atrevas a hollar y pisa la Sangre de Cristo y al mismo Cristo. ¡Oh, Jesús mío! ¿Lo creerás alma? Todo esto haces cada vez que le ofendes, atravesando así el Corazón de María, duélete de ello, ve con los Ángeles, acompáñales o pídeles que te ayuden para asistir a Cristo en tales tormentos, dando a su Madre Purísima algún consuelo en tales angustias, y lleno de compasión di: Espíritus Soberanos, alumbrad mi entendimiento, elevad mis afectos para bendecir al Señor y a nuestra Señora.

 

ORACIÓN

Oh, Jesús mío, bien conozco que yo, con mis culpas te he ultrajado, injuriado y sacrílegamente despreciado la misma Sangre que derramaste por mi remedio. Oh, Jesús, Jesús, como lo digo, y al pronunciarlo no se me parte de sentimiento el corazón. Oh, Jesús, Jesús, como cuando lo hice no acabaste conmigo, y me sepultaste en el infierno. ¡Oh bondad, oh mansedumbre tuya! Por ella, Señor, te pido, por tu dolorosa Madre y sus Ángeles que en este paso te asistieron, a mí y a todos nos concedas, que, detestadas nuestras culpas, no solo no volvamos a cometer semejantes desprecios y ultrajes con que atormentamos también a tu afligida Madre, sino que, con la asistencia de sus Ángeles, compadeciéndonos de tus afrentas, evitemos, aun en otros, que, con sus pecados, te aflijan, ultrajen y desprecien, para que logremos todos el precio de tu Sangre. Amén.

 

Los Ángeles con desvelo

Por impedir el desaire,

Sostenían en el aire

Al Mantenedor del Cielo.

 

Su rostro no tocó el suelo

Bellos, a Luzbel hacen guerra,

Y es el misterio que encierra

El que el mundo se acabara,

Pues entonces se juntará

El cielo con la tierra.

 

 

DÍA TERCERO

DESPUÉS DE AZOTADO, A CRISTO LE PRESENTAN LOS ÁNGELES, POR ODEN DE LA REINA, LA TÚNICA QUE LE HABÍAN ESCONDIDO PARA SU MAYOR ESCARNIO.

(Mist. Ciu. P. 2, núm. 1342)

Considera alma cristiana, como después de haber con inhumana fiereza de los ministros de satanás, ejecutando aquel tan sangriento castigo, descargando sobre el virginal y delicado cuerpo del mas hermoso de los hijos de los hombres, nuestro amoroso bien y Divino Jesús, tanta lluvia de oprobios y diluvios de azotes crueles, que llegaron a cinco mil ciento quince, desatando a el Señor de la Columna, le mandan se devuelva a vestir la túnica que uno de aquellos ministros, instigado del demonio, le había escondido, para que fuese mayor su afrenta y confusión al verse así en presencia de tantos, desnudo más tiempo y con mayor escarnio. Pondera el Corazón de la angustiada Madre, traspasado de indecible tormento, el ver así, tan lleno de dolores y afrentas a su Hijo, entre tantos, que tan tiranamente le aborrecían, la cual mandó a sus Santos Ángeles, restituyesen la Túnica a donde Jesús la pudiese tomar para vestírsela. Oh que paso tan tierno, si lo meditaras despacio. ¿Para cuando son, alma, los afectos? ¿Para cuándo las ternuras de un corazón amante? Imita a los santos Ángeles, que obedientes a su Soberana Reina, ofrecen la Túnica Sagrada a Cristo, poniéndola en el lugar donde le hallase el Señor para vestírsela: preséntale a esta Purísima Reina y Dolorosa Madre tu corazón, desnudo de terrenos afectos y afectos tiernos, y amoroso vestido, para que por medio de sus Ángeles, se lo ofrezca a su desnudo y escarnecido Hijo, como preciosa Túnica, para cubrir su desnudez y evitar tan despiadado escarnio, y de lo íntimo de tu corazón, dile a Jesús: Ofrezcote mi corazón y resigno mi voluntad en tus manos, dame conformidad en todo.

 

ORACIÓN

¡Oh, Jesús Divino, tan lleno de dolores por mi amor, y cercado de escarnios! ¡Oh bien mío, como siente herido mi corazón tus afrentas! ¡Oh si para sentirlas, fuese mi compasión tan fina, como lo fue la de tu afligida Madre! Ves aquí, Oh Jesús mío, te presento mi corazón. ¡Oh! Si fuese tan limpio, que, vestido solo de tu amor, y ocupado de amorosos y tiernos afectos, pudiese como la Túnica más pura, abrigar tu atormentado cuerpo, y cubrir tu afrentosa desnudez. Concédeme, Señor, a mi y a todos, que sea tan limpio, que no se dedigne mandar la que es Madre de la pureza a sus Ángeles, que te lo ofrezcan: dígnate de recibirlo, pues es lo principal, que me puedes pedir y lo mejor, que tengo que ofrecerte.

 

El presidente, no duda

El que azoten severo,

Al que era Dios verdadero,

Y era la verdad desnuda.

 

La Sacra Túnica, muda

Un sayón la escondía,

Pero un Ángel la traía

Por persuadir con desvelo,

Que era la capa del cielo

Pues se la tejió María.

 

 

DÍA CUARTO

MUESTRA PILATOS A CRISTO, NUESTRA VIDA, AL PUEBLO, DE QUIEN ES DESPRECIADO, Y LE ADORA LA PURÍSIMA REINA, Y DE ORDEN SUYO Y SUS MIL ÁNGELES.

(Mist. Ciu. P. 2, núm. 1347)

Considera a la Majestad de Cristo, bien nuestro, que, quedando a la crueldad y muchedumbre de azotes, hecho un Varón de dolores, lleno de llagas, sin lugar sano desde los pies a la cabeza, todo desfigurado, perdido su aspecto hermoso y robada su natural belleza, que casi no parecía ser hombre, sino un gusano de la tierra, oprobio de los hombre y desprecio de la plebe, y que a no se la que era, apenas le conocía su misma Madre. Juzgando el presidente que, a vista de tan lastimoso espectáculo, compasivo el pueblo, dejaría de pedirle y solicitarle la muerte, se lo presenta diciendo: Ecce Homo, pero despiadado el pueblo, lo desprecia, piden se lo quiten de sus ojos, y que sea Crucificado. Pondera, como atravesaría el Alma de su afligida Madre, tan tierna y lastimosa vista de su desfigurado Hijo y Dueño Jesús, por una parte y por otra tan cruel y fiera tenacidad de la plebe ingrata, tan despreciado, él, que tan digno era de la mayor honra, culto y veneración. ¿Qué hicieras, alma, si viera a Jesús en este paso? ¿lo despreciarías, le pedirías la muerte? ¡Oh, Jesús, y bien de mi alma, cuantas veces lo han ejecutado así mi ingratitud con tan repetidas ofensas! Vuelve con la consideración a su angustiada Madre, mira como se postra humilde, adora reverente a Jesús, y manda a sus Santos Ángeles que también lo adoren. Haz cuenta te lo manda a ti ¿Qué dices? ¿No le adorarás en desagravio de los que allí le ultrajan? Imita y acompaña a los Santos mil Ángeles, que, al instante, siguiendo el ejemplo y rendidos al mandato de su Reina, le adoran con humilde y profunda reverencia. Hazlo así tú, y si hasta ahora le has ultrajado, le has desconocido, le has pedido con tus pecados la muerte, duélete de ellos, conócelo, aunque en tan lastimosa figura, por verdadero Hombre y Dios, y uniendo tu espíritu con el de María Señora y sus mil y un Ángeles, póstrate humilde y reverente, adórale, diciendo:

 

ORACIÓN

Oh, benignísimo Jesús, confieso, reconózcote, adorote y reverencio con los Ángeles y su Reina, tu angustiadísima Madre, porque sufriste ser así desconocido, ultrajado y despreciado de los hombres. ¡Oh humildad profundísima de Jesús! ¡Oh inefable dignación de un Hombre Dios! ¡Oh ingratitud imponderable de los hombres! Concédenos, Señor, dolor de las ofensas con que tantas veces te hemos desconocido, injuriado y despreciado tu muerte, y siguiendo el ejemplo y mandato de tu Madre, en compañía de sus reverentes Ángeles, nos ocupemos en tus alabanzas, culto y veneración. ¡Oh! ¡Quien tuviera los encendidos afectos de estos Soberanos Espíritus, el inflamado y fino corazón de tu misma Madre, para darte la reverencia y adoración que debemos! ¡Oh! ¡Quien te adorara y reverenciara como mereces tu ser adorado y reverenciado!

 

La pérfida obstinación

Desprecia a Jesús, y atento

De María el miramiento,

Le adora en su corazón.

 

De Ángeles la adoración

Desagravia con recato,

A Jesús, del Pueblo ingrato,

Y en tan execrable ofensa

Le permitió el desacato.

 

 

DÍA QUINTO

EN CONTRAPOSICIÓN DE LA INJUSTA SENTENCIA CONTRA CRISTO, COMPONE MARÍA SANTÍSIMA UN CÁNTICO, QUE REPITE EN COMPAÑÍA DE SUS SANTOS MIL ÁNGELES

(Mist. Ciu. P. 2, núm. 1362)

Considera compasiva, alma católica, como dada contra el inocentísimo Jesús la injusta sentencia, se iba repitiendo a voz de un pregonero. ¡Oh sentencia inicua! Donde es tratado por revoltoso y tumultuario, aquel que vino a pone paz entre Dios y el hombre con su misma vida, por rey y Dios fingido el Dios verdadero y Rey de la gloria, por reo de muerte el inculpable por naturaleza, entre ladrones quien no supo robar sino las almas, cargando con la Cruz ignominiosa, llevando en ella nuestras iniquidades, por librarnos de las afrentas eternas. Y por malhechor el que es la misma bondad, y de quien proceden todos los bienes del mundo. ¡Oh mundo ingrato! Pero, oh, Jesús dulcísimo, que tanto sufres por amor del mundo. ¡Oh, amor de mi Jesús, que así te apropias de mis culpas, siendo en mis culpas tus mayores penas! Yo debía, Señor, padecer, que soy el reo. ¡Oh, si llorase mis culpas para que tuviesen en mi logro tus penas! Pésame, Señor, o fealdad del pecado, que amargos son sus dejos y consecuencias. Pondera, como cada voz del pregonero y silaba de tan indigna sentencia, hería como una flecha y traspasaba el tiernísimo corazón de la Madre, que tan conocida tenía la inocencia suma de su Hijo. Como dulce filomena, aunque convertida en llanto, en contraposición de tan tristes ecos, compuso un dulce cántico, en loores y alabanzas de la impecable inocencia, convidando a sus piadosos ángeles, que, en recompensa de las desentonadas voces de tan amarga sentencia, le acompañasen. ¡Oh, Alma! ¿Sigues con tus culpas las voces desconcertadas de la plebe, que aplaude la impía sentencia, o las de la dulce Madre, en alabanzas y loores del inocentísimo Jesús? Advierte lo que debes hacer, pero ¡Ay dolor! Mira como vives y sabrás lo que haces. Imita a los Santos Ángeles que acompañan y consuelan a la afligida Reina, entona dulces cánticos en gloria de Jesús, confesándolo y publicando su inocencia, justicia y santidad, tu bienhechor, tu Rey, tu Padre, tu Señor, tu esposo y tu Dios, que quiso hacerse Hombre para ser tratado tan indignamente por tu amor, y agradecida a tales y tantas finezas, dile de lo íntimo de tu corazón:

 

ORACIÓN

Oh, Jesús benignísimo, que, siendo la suma Inocencia, sufriste oír aquella injusta sentencia, y que fuese en público oída por todos para tu mayor afrenta, que es la de mis delitos, y que por ellos padeces tales penas. ¡Oh, Jesús mío! Como me pesa que sean la causa de tus afrentas. Concédenos, Señor, que en adelante sea solo nuestro empleo en acompañar a tu Purísima Madre, imitando a sus Santos Ángeles, publicar tus alabanzas, confesar nuestras culpas, manifestar tu inocencia y santifica tu nombre, para que, libres de toda mancha, nos lleves al cielo a alabarte y glorificarte entre los abrazados serafines, diciendo: Santo, Santo, Santo, por toda la eternidad. Amén.

 

De los jueces, la insolencia

Es reprobada malicia:

Quien condena la Justicia,

Así mismo se sentencia.

 

Los Ángeles, su inocencia

Pregonan, y que era Dios

Cada Espíritu veloz,

Viviente clarín aclama

Y era la voz de la fama,

Por ser María la voz.

 

 

DÍA SEXTO

CAMINANDO NUESTRO REDENTOR CON LA CRUZ AL CALVARIO, ES MAÍA PURÍSIMA CONDUCIDA DE SUS FIDELÍSIMOS ÁNGLES PARA VERSE CON EL SEÑOR, DESEOSA DE ESTAR CERCANA A SU CRUZ.

(Mist. Ciu. P. 2, núm. 1368.)

Considera como camina el pacientísimo Jesús al Calvario con la Cruz tan pesada, tratándole despiadadamente aquellas fieras más que hombres, cargándole de oprobios y execrables contumelias, arrojándole a su venerable Rostro asquerosas salivas y polvo inmundo, tirándole de la soga, y haciendo que con los vaivenes topase la Cruz con la cabeza, y se renovaban las heridas, cayó en tierra, abriéndose otras de nuevo. Atiende a la que el pesado madero le abrió en el hombro. Llevan al Señor a gran prisa, deseosos de acabar con su vida y tan sin aliento, que parecía desfallecer. ¡Oh, alma penitente, mira lo que a Dios le pesan tus culpas, que carga en la Cruz! ¡Oh, Cruz, quien se abrazará contigo en compañía de Jesús! ¡Oh, Jesús mío, dame a sentir cuantos bienes encierra la ignominia gloriosa de tu Cruz! Crucifica Señor, mis carnes con tu temor, hazme participante de tus dolores. Pondera, que atormentada estaría la afligida Señora, ¡que llena de congojas y de angustias! Como quisiera llevar su amor a la Cruz, para aliviar a su Hijo, y la muchedumbre de gente le impedía ir tan cerca, como quisiera, pidió al Eterno Padre estar al pie de la Cruz, de suerte que le pudiese ver corporalmente, que, con los ojos del alma, nunca le perdió de vista y ordenó a sus Santos Ángeles, dispusiese se excusase. Esto es, alma, seguir a Jesús de veras, no apartar de nuestros corazones sus tormentos, ni perder de vista su Cruz: Hazlo así, porque estos misterios son tan altos, que no pueden menos que hacer grandes efectos el que atento los considera. Acompaña a la gran Reina, toda verdaderamente crucificada con Cristo. Imita también a sus Ángeles, que prontos a obedecer, la encaminaron por el atajo de una calle, donde salió al encuentro a su fatigado y doloroso Hijo, y con profunda reverencia se postró ante su Real Persona, y le adoró con la misma alta y fervorosa veneración. Levantose luego, y con incomparable ternura, se miraron Hijo y Madre, hablando con los interiores traspasados de inefable dolor. ¡Oh, Alma! Pon a esta gran Reina ante los benignos ojos de tu atormentado Jesús para que lo vea y te vea a ti en él, y le pida por ti, acude a sus caritativos Ángeles, para que, encaminándote por el seguro atajo de la virtud, te pongan a vista de tu Redentor, por la senda de la Cruz, que es el camino al cielo, y puesta en presencia de su Majestad, adórale, bendícele y pide misericordia.

 

ORACIÓN

¡Oh, Jesús mío, y Redentor del mundo! Bien conozco que el grave peso de mis culpas es la Cruz tan pesada, como llevas, y mis enormes delitos los tormentos, injurias y agravios que padeces en tan amargo camino. ¡Oh! Quien con lagrimas de sangre llorase sus culpas, para aliviarte el peso de la Cruz, y recompensar tantos tormentos. ¡Oh, mi Jesús! No permitas Señor que huya de tu cruz, antes si, concédenos a todos, que no gloriándonos sino en tu Cruz, te sigamos con la que nos dieres y gustares que llevemos: haz que, imitando a tu crucificada Madre, no te perdamos ni un punto de vista, acompañándote y siguiéndote lo más de cerca que podamos, para lo cual, ponemos de medianeros a los mil Ángeles Marianos, que nos encaminen por el seguro atajo de tu Cruz, senda cierta de la gloria. Amén.

 

Los Ángeles de María

Preguntan: ¿Cuál el rigor?

Será el tormento mayor

¿La ausencia o la cercanía?

 

Los Espíritus son guía

Para alcanzar a Jesús,

Cuando iba Aurora a la luz

Del Sol, en su seguimiento:

Que mas la acerca al tormento

Quien la aparta de la Cruz.

 

 

DÍA SÉPTIMO

CLAVADO CRISTO EN LA CRUZ, AL REDOBLAR LOS CLAVOS, VUELVEN AL SEÑOR EL DIVINO ROSTRO HACIA LA TIERRA, Y POR ORDEN DE MARÍA SANTÍSIMA, SUS ÁNGELES LE MANTIENEN, SIN QUE TOCASE EN EL SUELO.

(Mist. Ciu. P. 2, núm. 1386)

Considera, como tendido nuestro Salvador sobre la Cruz, aquellos ministros de la maldad fijaron con duros clavos las sacrosantas manos, que tanto bien habían hecho, y aquellos soberanos pies, que para su bien tantos pasos habían dado y querido redobla los clavos, tratan de volver la Cruz y con ella al Mansísimo Cordero que había de quedar debajo, contra el duro e inmundo suelo. ¡Oh crueldad inaudita! ¡Oh desmesurada impiedad! ¡Oh la mas inhumana fiereza! Y que es la tuya, cuando después de crucificar al Señor con tus pecados, lo abate tu soberbia hasta lo más profundo de la tierra, confúndete, Alma, y cesa ya de inventa nuevos ultrajes contra tu Dios. Pondera, como aquellos clavos traspasan juntamente con Cristo el Corazón tiernísimo de María, quedando en la Cruz por compasión, Crucificada con él, y viendo su amor, crueldad tan extraña, como intentaba la malicia, pidió al Eterno Padre, no lo permitiese. Y mandando a sus amantísimos Ángeles, acudiesen y sirviesen a su Criador con semejante obsequio. ¡Oh! Si supieses, alma, impedir a Jesús los ultrajes, pero ¡Oh dolor! Que clamando al cielo tus culpas, irritas más a la Divina Justicia que contra el Salvador se excusa, y aumenta sus penas, cuanto más las multiplicas, como no se te parte el corazón de sentimiento. Imita a los Santos Ángeles que acudieron luego obsequiosos, sustentando el Sagrado Cuerpo en el aire, para que no tocase tu Rostro a la tierra, que tan llena estaba de piedras e inmundicia. Haz, Alma piadosa, semejante obsequio a Jesús Crucificado, y da este consuelo a su atormentada y desconsolada Madre, coge al Señor en tus brazos y quede como un sello estampado en ellos, y en tu corazón, para que todas tus obras y tus deseos no exhalen otro olor que el de Cristo Crucificado por tu amor, a quien lleno de ternura y compasión dirás:

 

ORACIÓN

¡Oh, mi Jesús crucificado, amor mío, como siento tus penas y me llegan al corazón tus ignominias! ¡Oh, si yo quedase crucificado contigo, para no extender pie ni mano a ofensa alguna! ¡Oh, amor de mi Jesús, si me crucificases contigo, traspasando mi corazón con los dulces clavos de tu amor y huyese la cara a todo lo que es pecado! ¡Oh, si pudiese yo Señor, impedir tus ultrajes o pasarlos por ti! Concédenos, que, a imitación de tu amante y dolorosa Madre y sus Santos Ángeles, te mantengamos Crucificado fuera de las inmundicias de la tierra y sus rigores, en lo más puro y limpio de nuestros corazones, donde como hazezico de mirra, siempre mores y nunca se aparte de ti nuestros corazones.

 

Los Ángeles miran rojos

Por la Sangre de María,

Cada gota una sangría

En las niñas de sus ojos.

 

Por estorbar los arrojos,

Sostenían el firmamento

De la Cruz, y en su tormento,

Para copiar su Pasión

Se hace en cada reflexión

Espejos su miramiento.

 

 

DÍA OCTAVO

MUERTO CRISTO, ACUDE MARÍA SANTÍSIMA A SUS ÁNGELES, DESEOSA DE DAR SEPULTURA AL SACROSANTO CUERPO, PROCURAN CONSOLARLA, LE PREVIENEN CUAL SEA LA VOLUNTAD DE DIOS.

(Mist. Ciu. P. 2, núm. 1437)

Considera, como habiendo la perfidia y malicia logrado el intento de crucificar al Inocentísimo Jesús, encomendó su Espíritu en manos del Eterno Padre, y expiró, y quedó su cuerpo pendiente del Sagrado Madero de la Cruz. Advierte, alma, atentamente el paradero de tus culpas, que son la causa de quita la vida al Autor de ella. ¡Oh, Jesús mío, qué así supiste dar la vida, porque yo eternamente no muriese! ¿Con que te pagaré Señor, tan fino amor? Pondera a María Purísima, fijos los ojos en el cuerpo difunto del Hijo, a quien dio vida en sus purísimas entrañas: Que traspasado estaría de dolor su corazón, entre tantas angustias, no era el menor cuidado de quien se lo bajaría de la Cruz, y como le daría honorífica sepultura y así, vuelta a sus Ángeles, les dijo: Ministros del Altísimo y amigos míos, en la tribulación, vosotros conocéis que no hay dolor como mi dolor, decidme pues, ¿Cómo bajaré de la Cruz al que ama mi alma? ¿Cómo y donde le daré honorífica sepultura, que como a Madre me toca este cuidado? Decidme ¿Qué haré? Ayudadme con esta diligencia. ¡Oh, Madre afligida! ¡Oh, Angustiada Reina limpiad más y más mi corazón para que sea digno de recibir a tu Hijo! ¡Oh, quien tuviera la pureza de los Ángeles y la tuya, para que descansase en el cómo honorífico sepulcro! ¡Oh, si para serlo, fuera como los Ángeles, puro! Imita a los Ángeles, que, consolando a la Divina Reina, le responden: Reina y Señora nuestra, dilataste nuestro afligido corazón por lo que le resta padecer. Prestos y poderosos fuéramos en obedeceros y en descender a nuestro verdadero Dios y Criador, pero su diestra nos detiene, porque su voluntad es justificar en toda su causa, y derramar la parte de sangre que resta en beneficio de los hombres, para obligaros más al retorno de su amor, que tan copiosamente los redimió, y si de este beneficio no se aprovecharen como debe, será lamentable su castigo y su severidad será la recompensa de haber caminado Dios con pasos lentos a su venganza. Oh, Alma, sabe lograr el fruto de la Pasión de Cristo nuestro bien, y compadécete de su Madre, llena de tanta pena por tu culpa.

 

ORACIÓN

Oh, Jesús mío, ¿en quien y por quien vive cuanto tiene ser, como así os sujetáis a los rigores de una muerte? Mas ya veo, que esto lo hace vuestro amor por liberarme a mi de la eterna que me amenaza, y darme la gloria. ¡Oh si muriese yo de amor por ti! ¡Oh si me permitieses que os bajase de la Cruz y diese honorífica sepultura en mi corazón! Más, si queréis permanecer aún pendiente del leño, para que en vuestro Cuerpo no quede Sangre, que no derraméis por mí, y acrecentar a vuestra afligida Madre el tormento, hágase tu voluntad. Haced también, Señor, que todos aprendamos de tal Maestra, entera resignación en cualquier trabajo por vuestro amor, concediéndonos la asistencia de sus Ángeles. Amén.

 

El Ángel, esta piedad

Excusa, y si se examina

Siendo la voluntad Divina,

Fue en María voluntad.

 

De esta fiel conformidad

Es la razón, porque asombre,

Que José fuese en el nombre

Quien de la Cruz le bajase,

Que un San José satisface

Ya por Ángel, ya por hombre.

 

 

DÍA NOVENO

BAJAN A CRISTO DE LA CRUZ, CONVOCA MARÍA SANTÍSMA, DERRAMANDO LÁGRIMAS DE SANGRE, LA COMPAÑÍA DE SUS MIL ÁNGELES PARA EL ENTIERRO, Y ESTOS PURÍSIMOS ESPÍRITUS ADORAN A CRISTO DIFUNTO, QUE TENÍA EN SUS BRAZOS, Y SACRAMENTADO EN EL SAGRARIO DE SU CORAZÓN, VERIFICANDO LA PROFECÍA DEL PROFETA JONÁS.

(Mist. Ciu. P. 2, núm. 1448)

Considera el amor y espíritu esforzado con que los Santos José de Arimatea y Nicodemo pidieron a Pilatos el difunto cuerpo del Divino Maestro para bajarle de la Cruz, y darle sepultura, la cual obtenida, sintiendo en el secreto de sus corazones la dulce y suave fuerza del Divino Espíritu, que los movió con afectos tan amorosos, que confesaron no poderlos merecer ni saberlos explicar: Bajaron al Salvador del mundo del Madero de la Cruz, y lo pusieron en los brazos de su afligidísima Madre. ¡Oh, Alma! Nada teme quien bien ama, esfuércese tu espíritu, ama de vera y nada temerás del mundo. Si hasta ahora con tus culpas has crucificado a Cristo, con llorarlas arrepentido le bajarás de la Cruz. Pondera como a María Santísima se le renovarían los dolores, al ver en sus brazos, tan desfigurado el Cuerpo de su Hijo, como viéndole muerto y reclinado en sus brazos, fue tal la fuerza de su dolor, que lloró en vez de lágrimas, sangre, según lo reveló la misma Reina a su fidelísima amante. Advierte como estropeada, de rodillas le adoraría, como le llegaría a su pecho y a su rostro, bañándolo de tiernas y sangrientas lágrimas, moviendo a compasión a todos los circundantes, y aun a los mismos Ángeles, adorándole todos en compañía de su Reina, la cual, advertidísima en todo, convocó del cielo muchos coros de Ángeles, que, junto con los mil de su guarda, asisten al entierro de su difunto Hijo. Mira, Alma, con los ojos del espíritu, aquel cuerpo difunto de tu Jesús, adórale humilde, mira el estrago que hicieron tus culpas, y llena de sentimiento, únete con tan ilustre comitiva, para caminar afectuosa hasta el Sepulcro. Imita a los Santos Ángeles, que descendieron de los cielos, de estos, y los mil marianos, se ordenó una devota Procesión, y otra de los hombres y piadosas mujeres con la Divina Madre y con silencio y lágrimas llevaron al difunto cuerpo al sepulcro, que le ofreció el Justo José, donde después de haberle adorado, le sepultaron. Quedaron muchos Ángeles para custodia del Sepulcro, por mandato de su Reina, y con los demás se devolvió, dejando con su Hijo su corazón sepultado. ¡Oh, si con Cristo supieses también sepultar allí tu corazón! Y, o si como José dispusiese un nuevo Sepulcro para Cristo, a quien dirá:

 

ORACIÓN

Oh, benignísimo Jesús, que, así como te dignaste morir en una Cruz por nuestro amor, así aceptaste el afectuoso obsequio de tus Santos y Fieles amigos José y Nicodemo, de que te descendiesen de la Cruz, y diesen honrosa sepultura. Oh, si yo, ya que con mis cupas te he crucificado ingrato, supiese lloradolas contrito, bajarte de la Cruz y ofrecerte un corazón purificado y limpio, para depositarte y tenerte conmigo, y lograr el abundante fruto de tu Sangre y precioso tesoro de tu Pasión y Muerte. Así sea, oh, Jesús mío, y Redentor de mi alma. No permita tu bondad que yo me olvide de tu Pasión, sino que permanezca en mi corazón, para tierno recuerdo y fervoroso estimulo de una correspondencia amorosa. Válgame el Patrocinio de tu Purísima Madre, que tan de cerca participó de tus tormentos y el de sus amantísimos Ángeles, que rendidos y obsequiosos, como a su Reina le asistieron. Por sus penas todas y por el sentimiento y dolor que tuvo al dejar en el sepulcro tu Divino Cuerpo, te pido nos concedas el fruto de esta Novena, que es el logro feliz de tu Pasión y Muerte, alcance, o Jesús Divino, a el mundo todo, pues por todo el mundo diste la vida: pidote en especial, por la Santa Iglesia, fundada con tu Sangre, por su cabeza, el Romano Pontífice, y los demás miembros, sus fieles hijos. Por todo aquellos, especialmente, los que en esta novena se han empleado en considerar, atentos, y ponderar afectuosos vuestras penas y los dolores de vuestra Madre, y en obsequio e imitación de sus Ángeles. Acordaos también de las Almas puras, esposas vuestras, que, en sus prisiones de fuego, detenidas, esperan seguras ir a gozar el fruto de vuestra muerte, a los descansos de la Eterna Vida, donde os gocemos todos. Amén.

 

De María, la hermosura

Tuvo en su pecho encerrado,

A Cristo Sacramentado

Como viva sepultura.

 

Traspasada con ternura

Abrazado lo tenía,

Y cada Ángel le diría

(estando al pie de la Cruz)

María muere en Jesús

Y en Jesús vive María.

 

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