sábado, 29 de febrero de 2020

EJERCICIO A LA SANTA FAZ







MÍSTICA TOALLA O DULCE EJERCICIO
Para enjugar a Cristo nuestro
Señor, caído, y mojado en las profundas, y negras aguas del Torrente Cedrón, que para empleo de las almas compasivas

Dispuso:
El Lic. D. José Manuel del Valle y Araujo, Capellán mayor del hospital de la Purísima Concepción de Jesús Nazareno de México.
Reimpresa en la Habana, Cuba, por Boloña.
Año de 1800.

PRÓLOGO
a fines del año de 1720, saló a la luz un cuadernillo intitulado: Torrente Cedrón o dulcísimo vado… y que dulce, que bien se ve el espíritu interior y exterior dulzura, y afabilidad de su autor, el que tal suerte ha movido los ánimos fervorosos, que se han increpado con el común dicho: nos dejas con la miel en los labios, y sedientos (a su imitación) me han pedido escriba algún ejercicio sobre tan tiernos pasos. Confieso mi ruindad, y que no soy capaz de seguir sus fervorosas huellas (que postrado en tierra reverencio) pero como los que cuidan las almas, tenemos obligación de ministrarles el pábulo, que hambrientas piden, solo haré con su cuadernito lo que el sacristán con la lampara de aceite de algunos puntos y Meditaciones, en aquella ardientísima Lampara del Autor, para que no se apaguen tan lucientes esplendores; Dios sea mi luz, y valla en su Santísimo nombre.

Me persuado, a que sea este Ejercicio los Jueves: lo uno porque este día sucedió este doloroso Paso; lo otro, porque siendo frecuentemente día de Comunión, está la Alma bien dispuesta con tal huésped. Prevén Alma amorosa una cruz, teniéndola de rodillas el tiempo de la Oración, llevarás un cilicio, y a lo último (si el lugar y la salud lo permite) harás la disciplina.


ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh Dios inmenso! ¡Dios Santo! ¡Dios de Clemencia! Misericordioso, por tu misma naturaleza, aquí en tu acatamiento, y presencia está el torrente larguísimo de la maldad; aquí el dilatado mar de pecados; el negro rio de toda malicia; aquí el que precipitado en las asquerosas corrientes de mi mala vida, no solo he bebido la iniquidad con las aguas, sino que, sumergido en sus hediondas olas, me iba precipitado hasta el abismo Infernal, sin atender a las furiosas avenidas de vuestra justa ira. Ya lo veo, Señor de mi alma, ya lo conozco, Padre amoroso, de mi corazón he sido un loco desagradecido, soy un pobrecito mentecato, soy, pero nada soy, pues a la cada me ha reducido mi mala vida; pésame Dios mío de haberte ofendido, pésame de todo mi Corazón, pésame de lo íntimo de mi Alma. Ya no más culpas, ya no más pecar, que así te lo prometo; confío en tu Misericordia, que me has de perdonar; pero para cumplirlo, para amarte, préstame tu acongojado Corazón, que solo con él podré dignamente amarte, prestadme el dulcísimo de María Santísima, que, con ese Corazón tan Santo, yo te podré agradar y servir hasta mi muerte. Amén Jesús.

Aquí se reza la Estación del Santísimo Sacramento en Cruz, y después se medita un cuarto de hora.


CONSIDERACIÓN
Veté alma tras de Jesús, preso, y con tanta furia llevado de aquella vil canalla; la noche obscura, alúmbrale con tu corazón y mira como al pasar aquel puente, un maldito Sayón empujando a Cristo, le arroja hasta lo profundo de sus aguas (según Andricomio en la descripción de la Tierra Santa) Mira el susto, que naturalmente tendría tu Jesús, ¡qué aleadas daría aquel pacífico Corazón con tan repentino sobresalto! Míralo cayendo con las manos atadas é indefensas: mira Alma, mira que hay mucho, que mirar, y admirar. Al caer de tan alto, oye el golpe que da con todo el Cielo en aquellas asquerosas aguas: oye él gusto, algazara y gritería de aquellos malvados ministros, y atiende a tu Jesús pacífico. ¿Tente Señor, pues eres la misma fortaleza ay Jesús, quien arroja? Y escucha que te responde así: Tu alma mía, tú me arrojas, tú mi amada, tú me empujas ¿por qué? ¿Tan mal compañero soy a tu lado? ¿Qué te he hecho criatura mía? ¿para que con tanto riesgo me despidas de ti? Alma responde a tan lastimosas quejas allá en el centro de tu corazón, y ya que, arrojado a Dios, ahora que te pregunta, no le seas descortés, respóndele, y juzga (allá para ti) lo que a Dios respondes. 
Caído el Señor en las aguas dio con su Santo Cuerpo en aquella hediondez, que más que agua era lodo inmundísimo, pues era el general albañal, en que se echaban las más sucias heces de toda la vecindad, indignas de decirse, aquí arrojado está mi Dios. Míralo revolcado en esos lodos, míralo alma enamorada; Dios Hombre en tal paraje. ¡Esa es el agua de los Ángeles, que das alma a tan lindo y tan hermoso amante! ¿¡Donde tú tendrías asco (siendo la misma basura digna de aquel lugar) quizá de verlo, ahí colocas a la segunda Persona de la Santísima Trinidad!? Esa es la muñida cama, con que recibes a tu Jesús, tan atormentado, ¿para qué repose? ¿Esa es la Recámara en donde aposentas al que la Virgen Santísima acariciaba en el Cielo de su regazo? piénsalo bien alma, y admírate, diciendo: Jesús en el lodo! mi bienhechor en tal lugar! sufriendo por mí lo frío del agua, lo fétido de las inmundicias, ¡lo asqueroso de aquella basura! Asómate al Puente, inclina la vista, y contempla despacio si dio boca abajo, como se le amancillaría aquel Rostro Santísimo. Si al respirar entraría en su bellísima Boca mucho de aquel hediondísimo lodo, y desecha suciedad! ¡Que todo pudo suceder! ¡Ay ojos de mi Jesús, empañados en aquel cenagal! ¡Ay Rostro de mi amado, cubierto de aquellas bascosidades! ¡Ay boca dulcísima de mi Redentor, llena de tan hedionda inmundicia! Sácalo, alma, no tengas asco, que, aunque le vez tan enlodado, y sucio, no te manchará, que el limpio sobre toda limpieza, puro, sobre toda puridad: ¿pide prestadas a los Ángeles unas celestiales Toallas para limpiarlo, mira en que Altar, y en que limpios Corporales has puesto a ese Santísimo nías qué todos los Santos? Dile así Alma: ¿Dios mío qué haces en tan barro inmundo y asqueroso cieno? Atiende a sus voces; oye lo que dice: Ay Alma, querida mía, aquí he bajado a buscarte como preciosa perla de mi corazón, y sí el pecado te ha sumergido en sus apestadas aguas, entre ellas te busco, en este lodo te solicito, mucho te quiero, pues tanto me cuestas. Mira Alma, la que mejor agua para limpiar a Dios enlodado, son las lágrimas, el mejor lienzo es una vida limpia, promételo así, y aquí puedes tener con tu Jesús; algunos dulces Coloquios.
Aquí dejas la cruz con reverencia y mientras otro lee si se hace entre muchos postrados en Cruz dirás con todo el afecto posible la siguiente:


ORACIÓN
Arrojado Dueño de mi vida, ¡dulce descanso de mi corazón! centro amoroso de mis amores, ¿cómo ha de ser sufría mi amor, verte en ese cenagal tan asqueroso de cenizas de cuerpos muertos, siendo Tú la Santidad por tu misma Esencia, y yo él albañal inmundo, digno de todo despreció viviendo entre racionales? Quien fue bien mío el insolente, ¿qué sin respeto a tu Soberanía te arrojó en este lodo? Señal cierta, que no conoció, ni mereció ver la belleza de tu Ser, el esplendor de tu Majestad, pues tan atrevido té echa en este inficionado, y asquerosísimo cieno. Tu Señor, Tu Vida de los hombres, Tú, Recreó de los Serafines, Tu, Regalo de los Santo, Tú Gloria de los Bienaventurados. Tú, Centro de toda Caridad, Agnus Dei, del Padre Eterno, Tu, delicia y suavidad de la Reyna de los Cielos. Tú, Imagen verdadera de tu Padre, Tú, Amor del Divino Espíritu, Tú, Cordero inocente todo blanco, y encarnada, sin mancha negra de culpa, ¿Tú en el lodo? ¿Tú en la basura? ¿Tú, en el cieno? ¿Tú, en esa asquerosa sentina? Cuando es manchado asiento el Sol para tu Dignación, Soberanía, y Majestad, Tú, solo Señor pues tu solo te conoces, y puedes conocer, el desacato de quien te arroja, el atrevimiento de quien te empuja, la ignorante malicia de quien así te ata; como también Tú solo sabrás ponderar lo acervo de ese dolor, lo penoso de esa tormenta, lo gravísimo de esa insolencia, lo cruel de esa maldad, Tú solo Señor pues Tu solo lo padeciste, y Tu solo lo sabes quién eres, Tu único conoces lo ardiente de tu amor, lo inaudito de tu paciencia, lo infinito de tu dolor, y la altísima dignidad de tu Señorío; ¡Bien veo no son capaces todos los entendimientos del Cielo, y de la Tierra para comprehender el peso de tanto ultraje a tu Persona, todas las memorias para hacer el debido recuerdo de tan imponderable villanía, ni todas las voluntades para satisfacer con todo su amor tan generosa paciencia, y tan Venerable silencio en tan dolorosísimo Paso; pero con todo mi Señor, con todo eso sabemos cierto, te pagas de nuestros cortísimos obsequios de nuestras flacas memorias y de nuestros tibios recuerdos, estos os ofrecemos y yo despreciable gusanillo e indigno dé que pongas en mí esos clementísimos ojos: Yo la más baja criatura, de las que abraza la tierra, en nombre de todo el Mundo, te doy los debidos agradecimientos a tanta fineza, te la agradezco de lo íntimo de mi Corazón; soy pobre, y no tengo con que pagarla, me faltan las virtudes para agradarte, pero ya que nada tengo, nada soy, y nada valgo; este verdadero conocimiento te ofrezco en paga de tanto favor, ahí te consagro, así en debido desagravio, como en limpia Toalla para tu alivio, las siempre puras, siempre limpias, y siempre Santas, las telas del Corazón de mi Reyna, y Señora la Virgen María, para enjugarte de esas negras aguas; ahí te ofrezco á mayor desagravio Jesús mío, el inmenso amor, con que toleraste: tan horrenda desmesura; la invencible tolerancia, con que llevaste tan desmedido y enorme desafuero; la admirable paciencia, con que sufristeis tan sacrílego atrevimiento, la infinita Caridad, con que, en medio de tantos ultrajes, ignominias, y dolores me estabas amando, aun sabiendo, como sabíais, lo inmenso de mis maldades; ahí te ofrezco Jesús mío, para mayor reverencia, la suma, é inimitable conformidad de tu Padre, con que lo padeciste. Ten, Señor, por tus dolores, por tu Santísima Sangre, por ti mismo te ruego, tengas piedad de mí, ten lástima de mi miseria, ten Compasión de mi flaqueza, y esas prisiones, y cadenas, que tanto te atormentaron en tu Pasión, ponlas a mis pies, y manos, para que no se atrevan; otra vez a perderte el respeto (como casi infinitas veces lo he hecho) con mis muchos pecados, ni aquellos (esto es mis pies) no corran tras los hediondos apetitos, y deleites de esta miserable; vida; acuérdate Señor de mi Alma en la terrible hora de mi muerte (y la de todos, los que recuerdan tu Pasión Santísima,) de que ahora postrado en tierra, envuelto en el polvo, y abismo de mi nada, te adoro, y clamando con tan buen Padrino (como es la memoria de este doloroso Paso) a las puertas de tu Clemencia, por el socorro de tu Gracia para tan temeroso trance, y así como humilde lo pido, así lleno de confianza lo espero ciertamente, para que saliendo limpio con tus auxilios del Torrente amargó de esta vida, te goce, te alabe y bendiga por todos los siglos eternos en tu Gloria. Amén.

Ahora es la disciplina y esta durará otra Estación al Santísimo Sacramento, y si eres Alma que frecuenta, y puedes disponerte para comulgar mañana, que a esa conduce el siguiente Ejercicio.

Ahora repetirás, besando la tierra treinta y tres veces esta Jaculatoria: Bendita, y alabada sea para siempre la Venerable Paciencia de nuestro Amantísimo Jesús. Amén.


ÚLTIMA MEDITACIÓN
después de haber sacado á el Señor del Torrente Cedrón
Ea pues, alma agradecida, ahí tienes ya a Dios Hombre fuera de las aguas; llega reverente, considera como aquel Señor, dignísimo de todo respeto, y adoración, es ahora el blanco de la risa, la causa de la alegría de sus enemigos, el tropiezo de la irrisión, el objeto de la mofa; mírale caído en el suelo, todo mojado lleno de vergüenza, tiritando de frío, y como si fuera un corrupto, y muerto bruto, arrastrado por la tierra. Vuelve los ojos a aquella chusma infernal, y los verás, que abren sus malditas bocas para blasfemarle, y se tapan las narices por no recibir el hedor, que exhalaba aquel asqueroso lugar, por haberse movido con el Cuerpo Santísimo de tu amado Dueño, y tienen horror de llegar sus malditas manos, y le arrastran con las sogas, lo levantan con los chuzos, y así mojado y enlodado prosigue su camino para la casa del juez. ¡O que espectáculo! ¿Para cuándo Alma mía, son las ternuras? ¿Para cuándo los suspiros? ¿Cuándo más bien empleadas las lágrimas? Si ahora en tanto ultraje como Cristo padece, no se derraman ¿será creíble, que un Corazón amoroso, y cristiano no se deshaga en llanto, en tan tiernísimo, y doloroso sentimiento? No lo creo, pues a una la dureza de una peña se ablanda aquí solo con las plantas de nuestro Jesús, Dios, arrastrado por los suelos, y no me enternezco, Dios revolcado en la tierra, ¿¡y no me muero de ternura!? O Señor, dad blandura a este corazón, y lágrimas a esta piedra; heridme con la Cruz para que, en este desierto de mi conciencia, derramen arroyos de lágrimas, esta diamantina losa.
Alma mía, pregúntate a ti te ha hecho fuerza tan vil tratamiento a Dios, tan amargo, ¿y tan doloroso Paso? Ya se ve que eres tierna, eres suya, y te toca a fuer de Esposa amante ir a la parte con tu dueño; pues vuelve sobre ti, y mira con seria, y madura reflexión lo asqueroso de tu pecho, y ahí has arrojado a Dios Hombre, ¿cuándo le has recibido en él Santísimo Sacramento? Allí una vez sola. ¿En tu albañal cuantas? Allí sus mortales enemigos le arrojan, aquí su querida, su amada, su redimida. Allí quizá los Demonios, aquí un cristiano. Allí los que no creían, ni conocían, ni esperaban; aquí la que le adora, la que le conoce por Dios verdadero, y también de las venganzas, quien espera ser juzgado de este Señor y espera gozarle eternamente; no porque digas, que has comulgado mal, no lo permita Dios, sí consideras el galardón, que granjeó Judas, por arrojar a Cristo en el Cedrón inmundísimo de su malvado pecho.


Considera este castigo
Que en Judas hizo el Señor
Dándole con muerte eterna
Una eterna perdición:

Y mira con la clemencia,
Que su Soberano amor
Doliéndose Alma de ti,

Sufre tu indisposición


Pero si digo, recorras por menudo las pasiones, que has refrendado, los pecados veniales voluntarios, que ya no cometes, al contrario, y de hoy adelante procura disponerte para la Sagrada Comunión más fervorosa, que por fin Dios solo, alma, Dios solo eternamente.

Haz aquí tu Coloquio con el Señor a tu modo o de la forma, que recita la siguiente:

ORACIÓN
Dulcísimo Amor de todos los amores, Blanco Pelicano de mi Alma, ya que te dignas tantas veces entrar en el centro asqueroso, de mi inmundo pecho; ya que, no has tenido asco de las sucias viscosidades, de mi desaliñado Corazón, ya que, con tanta fineza, y humanidad te dejas tratar, comer, y aposentar en el pobrísimo seno de este pobrecito pechó, sea mi Dios para quitarte mil enojos, pues justísimamente los tenías de mi sobrada descortesía, con que te entraba en los viles rincones de mi Corazón, con tan corta preparación y tan ningún agradecimiento, de que con tu gracia me enmendare, sea para sacarme de las aguas lodosas de mis pecados, y limpiarme con esa Sangre preciosa, de toda humana afición, sea para quitarme las horrorosas sogas que el amor propio aló tan fuertes en mi miserable flaqueza, y romper las pesadas cadenas, con que ha intentado el Demonio, Mundo, y Carne, tener presa mi pobrecita alma; sea mi bien para dejar impresas en la dureza mía las señales, no solo de tus Sagradas Plantas, sino las de tus cinco Sacratísimas Llagas, sea dulzura mía; para purificar mí Conciencia de las aguas de las mundanas vanidades; Pacientísimo Cordero de mi vida, para quedar prisionero eterno en las Suaves cadenas y dulces prisiones de tu amor, sea para bien de mi Alma; para Viático de mi peregrinación; sea para exaltación de tu Nombre Santísimo; dilatación de tu Fé; y sea finalmente para descanso de las Animas del purgatorio, y que esas aguas de tu misericordia infinita; apaguen los ardores de aquellas voraces llamas; sea mi Jesús para honra y gloria, alabanza, y loor eterno de la Santísima Trinidad. Amén.


Considera Alma mía
Agradecida en extremo
A los divinos favores
Del que tienes en tu pecho.

No dudo que enamorada,
Estarás del galanteo,
De haber visitado tu Alma,
El que es Alma de los Cielos.

Yo bien se, que hacerse lenguas
Quisiera tu buen deseo
A vista de tal favor,
Para el agradecimiento.

O, como allá en el retrete,
De tu corazón contemplo,
Que al que te ha hecho tal merced,
Así le estarás diciendo:

Soberano Jesús mío,
Padre amado, Dios Eterno.
¿Quién sois vos? y yo quien soy,
¿Para favor tan excelso?

¿Es posible, que sea tanto,
De vuestro amor el exceso,
Que en todo lo mostráis más,
A quien os lo paga menos?

¿Con que Divino Jesús,
Podré yo corresponderos,
Los sagrados beneficios,
Que a vuestra clemencia debo?

Pues cada vez, que a miraros:
Dentro de mi pecho vuelvo
Y en lugar tan' asqueroso,
Vuestra Belleza contemplo.

Cada vez, que vuelvo a Vos,
Y miro, que en mi alma os tengo
Tan sumo Dios como estáis,
Al lado del Padre Vuestro.

Cada vez que me veo a mí
Divino Señor, y veo
Una suma Majestad,
Dentro de un inmundo cieno.

Quisiera que el corazón,
En tu dulce amor ardiendo,
Manifestara el pesar,
Que en el ofenderte tengo.

Quisiera darte en mis ojos,
Indicios tan verdaderos,
Que en mis mejillas firmara,
Mi dolor en llanto tierno.

Quisiera mi Dios tener,
Hecho un altar en el pecho,
Y por Sagrario a la Virgen
Del Divino Sacramento.

Quisiera, para hospedarte,
Tener el cándido deseo
De todos los Serafines
Y la Hermosura del Cielo.

Mas ya, que tan pobre soy,
Mi Jesús, que solo tengo
El haberte recibido
Con un Corazón de hielo.

Te suplico me le enciendas
En tu Soberano Fuego,
Y en él imprimas y estampes
Los favores que hoy me has hecho:

Para que a los ojos tuyos
Con el propio rendimiento
En todo lugar, y tiempo.
Amén.

ORACIÓN
A LAS GRAVÍSIMAS ANGUSTIAS CON QUE FUE CUBIERTO EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
¿Qué Es esto Dulcísimo Jesús De Mi Alma? Este Corazón Santísimo, centro dé toda suavidad, y principio de todo humano vivir, fin de todos nuestros desconsuelos, recreo de los Justos, refugio de los pecadores, acogida dé los atribulados, última morada de nuestras esperanzas, se halla en el amargo Océano de tu Pasión oprimido con tan gravísimas Angustias? Bien conozco no nacen de la mala complexión de culpa en ti que eres la Suma Santidad, fundamento, y principio de la Gracia, que tienen, tendrán, y han tenido todos los justos. Bien veo que esas acervas interiores puntas, que afligen ese Sacratísimo Corazón, son buscadas del inmenso amor con, que has echado sobre tu Venerable Espalda la pesada carga de los pecados del Mundo. Bien advierto, que a tu Sacratísima Persona (como impecable por naturaleza) repugna el hediondo cúmulo de tantas culpas, que, como inocente pagas, y finalmente, bien conozco, que quien te hace como yo, este recuerdo, soy el peor verdugo, que te atormenta; así es verdad, así lo considero, y así lo lloro arrepentido. Esas angustias, que han cubierto tu Sacratísimo Corazón, te ruego sean desahogo del encogido, sean un suave antídoto contra aflicción humana; una libertad Santa, para; defender tu Santo Nombre; escudo, contra las diabólica astucia y tina víctima a mi afligida conciencia, gravada del imponderable peso de mis pecados; y aunque es cierto, no soy capaz de consolar tu angustiado Corazón, ni tengo caudal alguno de propios méritos, con todo, Dueño mío Jesús de mi Alma, tengo derecho como Cristiano a tu bendita derramada Sangre como Hijo, yo soy heredero de tus infinitos Merecimientos; mía es no lo dudo, esa Cruz, mías esas prisiones; mías esas bofetadas, mías esas espinas, míos esos azotes, mías esas Llagas, mía esa Muerte, mío ese Corazón, mía esa Santísima Anima; y tú mi Dulcísimo Jesús, todo mío; pues toda esto así mismo te lo ofrezco para consuelo de tus Angustias; y porque no vaya con el desaliño de mi bajeza, y miseria, te lo consagro con él rico Sagrario del Purísimo Corazón de tu Santísima Madre, mi Señora la Virgen María; no mires, Esposo mío, la vileza de mi despreciable persona, si no la ofrenda, que es tan Santa como tuya; el Vaso en que va, como que es su Amantísima Madre, cuyos doloridos suspiros y amargas lágrimas, Fueron con sus innumerables méritos tan agradables á tus ojos. Mírame Señor con lástima, mírame con ojos de misericordia, y acuérdate en el tiempo de mis mayores angustias, que serán a la hora de mi muerte, que este mísero gusanito abatido en el abismo de su nada, ha clamado y llamado desde ahora a las puertas de tu Misericordia, dando repetidos golpes con el verdadero dolor de sus pecados. Dales buen Jesús, auxilios a los que actualmente agonizan por vuestras amargas angustias, consuelo a las Almas que se ven tentadas; valor a los combatidos y ayuda para vencer; perseverancia a los que están en gracia; la mano a los que están en culpa; descanso a las benditas Almas del Purgatorio, y remedio a las necesidades de la Santa Iglesia, y vuestra dulce Presencia a los que hacemos memoria de vuestras angustias en la hora de nuestro tránsito y la eterna Gloria. Amén.





jueves, 27 de febrero de 2020

RELOJ DE LA PASIÓN DE JESÚS Y MARÍA


RECUERDO CONTINUOS DE LOS TORMENTOS DE JESÚS Y DE LAS LÁGRIMAS DE MARÍA SANTÍSIMA, SU MADRE, EN USO PRÁCTICO DE UN RELOJ SANTO

Para fomentar esta frecuente memoria, repartiremos por las veinticuatro horas los pasos principales de la Pasión del Señor, a los que se añadirán algunas jaculatorias, con un Ave María, para saludar a María, Madre Dolorosa, en lo que se ganan copiosas indulgencias.


A las ocho de la noche
Instituyó nuestro Señor Jesucristo el Santísimo Sacramento.

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de mi señor Jesucristo, y los dolores de su santísima Madre.

Oh Virgen Madre de Dios, que comulgasteis dignamente aquel mismo Hijo que trajiste nueve meses en vuestro vientre purísimo: alcanzadme pureza de corazón para recibirle en mi pecho. Ave María.


A las nueve de la noche
Oró el Señor en el huerto y sudó sangre.


Oh Virgen Santísima, por la suma aflicción que padeció vuestro Hijo en este paso, sed servida de ayudarme y confortarme en todas mis aflicciones. Ave María.


A las diez de la noche
Fue el Señor entregado por Judas y preso por los soldados.


Oh Virgen María, por las prisiones cruelísimas que arrastraron a vuestro Hijo por las calles de Jerusalén, alcanzadme la gracia de Dios, me lleve siempre, aunque sea arrastrando, en seguimiento de la divina voluntad. Ave María.


A las once de la noche
Llevó el Señor una cruel bofetada.


Oh virgen Madre de Dios, por el honor ofendido de vuestro Hijo, os suplico con ansia que nunca consintáis que yo llegue a injuriarle con culpa grave. Ave María.


A media noche
Fue el Señor condenado a muerte por Caifás y los sacerdotes.


Oh Santísima Señora, por la impía sentencia que dio Caifás contra vuestro Hijo, sed mi abogada para que su Majestad, no pronuncie contra mí la sentencia que merecen mis culpas. Ave María.


A la una de la noche
Dieron muchas bofetadas a Jesús y le escupieron en su divino rostro.


Oh dolorosísima Virgen, por la paciencia increíble con que vuestro Hijo se dejó injuriar de gente tan vil, alcanzadme paciencia y gusto de llegar a ser injuriado por su amor. Ave María.


A las dos de la noche
Cubrieron con un velo el rostro del Señor, y dándole golpes le decían por escarnio: adivina quién te dio.


Oh Madre amantísima, ya que en aquella noche hicieron los hombres tanta burla y mofa de vuestro Hijo, hombre y Dios, alcanzadme que yo siempre le estime, le ame y adore de todo mi corazón. Ave María.


A las tres de la mañana
Fue el Señor negado por San Pedro


Oh Virgen María, por el sentimiento que tuvo vuestro Hijo viéndose negado de un discípulo que especialmente amaba: haced que, pues el Señor me ama tanto, nunca lo niegue con las obras. Ave María.


A las cuatro de la mañana
Cantó el gallo, puso el Señor los ojos en San Pedro, y comenzó a llorar.


Oh Virgen Madre, por lo mucho que os consolaron las lágrimas de San Pedro, alcanzadme del Señor, lágrimas verdaderas de contrición. Ave María.


A las cinco de la mañana
Se confirmó la sentencia de muerte que de noche habían dado los fariseos.

Bendita y alabada sea… etc.

Ruegos oh Virgen María, por el dolor que os cansó esta inicua sentencia, que no consintáis que Dios confirme la sentencia de condenación que contra mi han dado ya mis pecados. Ave María.


A las seis de la mañana
Fue el Señor remitido a Poncio Pilatos.

Bendita y alabada sea… etc.

Virgen tantísima, por la paciencia con que sufrió vuestro Hijo ser juzgado de Pilato: alcanzadme que yo nunca tema los juicios de los hombres, sino solamente los juicios de Dios. Ave María.



A las siete de la mañana
Fue el Señor enviado a Herodes, y reputado por loco.

Bendita y alabada sea… etc.

Oh Santísima Reina, por la injuria que hicieron a vuestro Hijo, vistiéndole de blanco como a loco, siendo la sabiduría eterna del Padre, enseñadme a sufrir, aunque todos hagan burla de mí. Ave María.


A las ocho de la mañana
Fue el Señor públicamente azotado.

Bendita y alabada sea… etc.

Virgen amantísima, mirad a vuestro hijo delicadísimo cruelmente azotado, y todo desecho en sangre, pidoos que no consintáis que yo renueve sus azotes con mis pecados. Ave María.


A las nueve de la mañana
El Señor es coronado de espinas.

Bendita y alabada sea… etc.

Oh afligidísima Madre, por la cruel corona que atravesó la cabeza de vuestro Hijo, concededme traiga siempre en mi cabeza una continua memoria de sus penas y martirios. Ave María.


A las diez de la mañana
Salió el Señor al Monte Calvario con la cruz sobre sus hombros.

Bendita y alabada sea… etc.

Oh afligidísima Señora, por la espada de dolor que os traspasó el corazón cuando encontrasteis a vuestro Hijo cargado con la cruz: concededme que sepa pesar bien este beneficio de morir Cristo por mí. Ave María.


A las once de la mañana
Fue el Señor extendido y clavado en la Cruz.

Bendita y alabada sea… etc.

Oh Virgen angustiadísima, que a vos visteis estar crucificando con tanta crueldad a vuestro Hijo: clavad en mi corazón un vivo sentimiento de su muerte y de mis pecados. Ave María.


Al medio día
Fue el Señor levantado en la cruz en el monte Calvario.

Bendita y alabada sea… etc.

Puesto de rodillas adoraré a Jesús crucificado, y consideraré que el Señor, lleno de aflicción y amor, me mira y me dice: Hijo mío, muero de este modo por tu amor, mira cuanto te amo.

Se dirá a lo menos tres veces:

Bendito sea el amor con que Cristo murió por mí.

Amoos, mi Dios, sobre todo, ya que vos, mas que a la vida y a la honra, e amasteis a mí.


A la una de la tarde
Perdonó al buen ladrón, y pidió perdón a su Eterno Padre por los que le crucificaron.

Bendita y alabada sea… etc.

Oh Madre Santísima, por la bondad de vuestro Hijo os pido que, pues fui tan desgraciado que lo crucifiqué, sea también del número de los perdonados. Ave María.




A las dos de la tarde
Encomendó el Señor al evangelista Juan a su Madre, y a su Madre a San Juan.

Bendita y alabada sea… etc.

Oh Virgen Madre de Dios, acordaos que vuestro Hijo os hizo madre de pecadores, más ya que hasta aquí he sido pecador, alcanzadme que desde ahora sea buen hijo vuestro. Ave María.


A las tres de la tarde
Expiró el Señor en la Cruz

Bendita y alabada sea… etc.

Oh Virgen purísima, por la espada de dolor que traspasó vuestro corazón en esta hora: clavad en mi alma un dolor vivo de haber sido la causa de esta muerte, para que ella me aproveche. Ave María.


A las cuatro de la tarde
Abrieron con una lanza el pecho del Señor, y salió sangre y agua.

Bendita y alabada sea… etc.

Oh Señora y Madre mía, por la cruel lanza que traspasó el costado de vuestro Hijo: haced que su muerte afrentosa, me hiera siempre y traspase el corazón. Ave María.


A las cinco de la tarde
Depusieron al Señor de la Cruz en los brazos de la Señora.

Bendita y alabada sea… etc.

Virgen Señora, por la pena que afligió vuestra alma cuando visteis en vuestros brazos el sagrado cadáver ensangrentado de vuestro Hijo: dadme una viva compasión de sus tormentos. Ave María.

A las seis de la tarde
Fue el Señor sepultado, acompañándole su santísima Madre.

Bendita y alabada sea… etc.

Suplicoos, Virgen Santísima, que, así como sepultasteis a vuestro Hijo en un sepulcro de piedra: hagáis de esta piedra de mi corazón, sepulcro en que depositáis a mi Señor. Ave María.


A las siete de la tarde
Retirose la Señora al cenáculo a sentir la ausencia y pérdida de su Hijo.

Bendita y alabada sea… etc.

Oh dolorosísima Madre, por la inexplicable pena que tuvisteis en la falta de vuestro Hijo: dadme un vivo sentimiento de tantas veces como lo he perdido. Amén.





ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...