viernes, 31 de mayo de 2019

NOVENA A SANTA MARÍA DE GUADALUPE


PIADOSA NOVENA A SANTA MARÍA DE GUADALUPE


Puesto de rodillas delante de la imagen de María Santísima; hecha la señal de la cruz, se dice el siguiente:

ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh Jesús y Señor mío! Cuán grande es mi ceguedad pues después de revelarme que hay un infierno eterno, no he temido de tu justicia. Cual monstruosa es mi locura, pues sabiendo que con pecar te tengo a ti por enemigo, me he atrevido a cometer mil veces el pecado, a vivir años enteros sin darle cuidado alguno a tu infinito amor. Merecía, Oh Señor mío, merecía justamente que ejecutases tu sentencia que con tanta paciencia has diferido: lo merecía, es verdad, más vos has querido vencer mi malicia con tu bondad; tu misericordia, ha superado mi iniquidad: ya me doy por vencido de tu amor pues me has buscado cuando huía de Ti. Como he de temer que ahora me arrojes de tus pies, ahora que te busco arrepentido. ¡Oh dulcísimo Jesús, con toda el alma detesto, abomino y aborrezco el pecado, sólo porque lo aborreces Tú a quien amo con todo mi corazón, a quien deseo agradecer y acompañar por toda la eternidad!  Amén.

Luego se dirá la oración siguiente, la cual se ha de repetir todos los días de la novena.


ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA
¡Oh Santísima Señora Reina del Cielo y la Tierra! Cuando yo levanto los ojos al trono de tu grandeza te contemplo, la mayor de todas las criaturas y sólo menor que Nuestro Creador ¿Cómo es posible que me atreva a llamarte Madre? Pero así es Señora, tú que eres Madre de Dios, me has dicho que también eres Madre Mía. Así se lo dijiste que desde tu templo del Tepeyac te mostrarías Madre amorosa y tierna de cuantos buscasen y solicitasen tu amparo. Pero no sólo esto es lo más; lo más que es, que en esto no hiciste otra cosa que conformarte gustosa con la voluntad de tu divino Hijo, Jesús, quien olvidado de las penas atrocísimas que estaba padeciendo en la cruz y entre sus mortales agonías, te encargó que me mirases como hijo. No lo merezco Señora, no merezco ser hijo tuyo, pero tú has querido ser Madre Mía. No he sabido desempeñar el título de hijo; pero no por eso dejas Tú de desempeñar el título de Madre, nuestra que eres Madre, nuestra Madre, no atendiendo mis maldades, sino a las entrañas de piedad y misericordia de que te dotó el Altísimo, cuando te hizo abogada de los pecadores. Deseo portarme como hijo tuyo, pero no podré poner en práctica mis deseos si no me alcanzas de Dios un aborrecimiento firme al pecado mortal que es lo que me hace indigno de tu Amor. Amén.
Récense cuatro salves en memoria de las cuatro apariciones, y luego se reza la oración del día.


PRIMER DÍA
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! Esa corona con que ciñes tus sagradas sienes, pública que eres Reina del Universo. Lo eres, Señora, pues como hija, como Madre y como Esposa del Altísimo tienes un poder y un justísimo derecho sobre todas las criaturas. Siendo esto así, yo también soy tuyo, yo también pertenezco a Ti por mil títulos; pero no me contento con ser tuyo sólo de esta manera, quiero ser tuyo por otro título más; esto es, por la elección de mi voluntad Veme aquí pues, postrado delante de tu trono te elijo por mi Reina y mi Señora, y por éste motivo quiero someterme al señorío y dominio amoroso que tienes sobre mí; quiero depender de Ti, y quiero que los designios que tiene de mi Providencia Divina pasen por tus manos. Dispón de mí como mejor te agrade; los sucesos, logros, fracasos y demás pruebas de mi vida, quiero que todos corran por tu cuenta.  Confío de tu benignidad, que todos se enderezarán al bien de mi alma y honra, Gloria de Nuestro Señor que tanto se complace en que todo el mundo te reconozca por su Reina. Amén.


GOZOS
Pues a ser nuestro consuelo
Bajasteis, ¡oh Virgen pura!
De el lleno a nuestra ventura
Subir a adorarte al cielo.

En la tilma retratada
Dejaste tu imagen bella
Para que fuese la estrella
De esta tu América amada;
Por eso en ti asegurada
Tiene su dicha este suelo

Del sol los rayos ardientes
Forman trono a tu grandeza,
Que no eran a tal pureza
Otros adornos decentes:
Venzan tus rayos valientes
De nuestros pechos el yelo:

Para bordar tu vestido
Han bajado las estrellas,
Porque en tu manto hallan ellas
Firmamento más lúcido:
Tu siempre la estrella has sido
Que influye nuestro consuelo:

Tapete forma la luna
A tus plantas sacrosantas,
Porque cree hallar en tus plantas
El lleno de su fortuna:
Padezca el indiano suelo:

En tosco y grosero ayate
Pintas tu imagen hermosa,
y por honrarme piadosa
A esto tu humildad se abate:
Justo es que mi pecho trate
De agradecer tanto celo.

Ceñida la real corona
Se ve, oh María en tu cabeza,
Que por Reina te confiesa
Desde la una hasta la otra zona:
Allí de águila te abona
¡Que hasta Dios levantó el vuelo!


ORACIÓN
QUE SE HA DE DECIR TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre amorosísima mía, María Santísima de Guadalupe! Bien lo sabes, Señora, bien sabes que desde mi tierna edad te he mirado y reverenciado como Madre, como abogada y protectora. Tú has querido desde entonces mirarme como uno de tus hijos. Cuantas gracias y mercedes he recibido de Dios, conozco haberlas recibido por tu medio. ¡Qué descuido tan grande el mío! ¡Qué infidelidad tan grosera el no haberte servido y obsequiado con una puntualidad y amor igual a tu bondad! Mas ya desde hoy protesto honrarte, servirte y amarte, como corresponde a un hijo atento, amante y reconocido. No fue otro el fin de tu venida a este suelo, sino hacemos presente, traernos a la memoria el amor, cuidado y solicitud que como Madre tienes de nosotros: pues yo me doy, Señora, por entendido y recurro a ti como madre: no sean parte mis maldades para que apartes de mí los ojos de misericordia. Haz que viva como hijo tuyo, pues no es otro mi deseo sino agradarte y servirte en esta vida y después de ella darte en el cielo los agradecimientos de las misericordias que Dios me ha concedido por tu intercesión. Amén.


SEGUNDO DÍA
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! Que bien se conoce que eres abogada nuestra en el tribunal de Dios, pues esas hermosísimas manos que jamás dejan de bendecirnos, las juntas ahora en el pecho en ademán de quien suplica y ruega, dándonos con esto a entender, que desde el trono de la gloria en donde asistes como Reina de los ángeles y hombres, haces también el oficio de abogada, rogando e intercediendo a favor nuestro. ¿Con qué afecto de reconocimiento y gratitud podré pagar tanta fineza? Pero no habiendo en todo mi corazón suficiente caudal para pagarlo, a Ti recurro para que me enriquezcas con los dones preciosos de una caridad ardiente y fervorosa, y de una humildad profunda, y de una obediencia pronta al Señor. Aumenta tus súplicas, multiplica tus riesgos y no ceses de pedir al Todo Poderoso me haga suyo, y me conceda ir a darte las gracias por el feliz éxito de tu amorosa meditación en la gloria. Amén.


TERCER DÍA
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué puedo creer al verte cercada por los rayos del Sol, sino que estas tan íntimamente unida al sol de la divinidad, que no hay en Ti cosa alguna que no sea luz, que no sea gracia, que no sea Santidad! Qué puedo creer si no que estás sumergida en el piélago de las divinas perfecciones y atributos y que Dios te tiene siempre en su corazón. Sea para bien, Señora, tan alta felicidad. Yo, entre tanto, arrebatado del gozo que ella me causa, me presento delante de tu trono y te suplico te dignes a enviar uno de tus ardientes rayos hacia mi corazón; ilumina con su luz mi entendimiento; enciende con su luz mi voluntad; ¡haz que acabe yo de persuadirme de que vivo engañado todo el tiempo! Sino no lo empleo en amar a Dios sobre todas las cosas, amarte a Ti mi querida Madre y a tus hijos mis hermanos; haz que acabe de persuadirme de que me engaño miserablemente cuando amo a las criaturas más que a mi Dios y cuando no demuestro con mis obras ese amor, amándote a Ti y a mis prójimos. Amén.


CUARTO DÍA
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! Si un ángel del cielo tiene por honra tan grande suya estar a tus pies que en prueba de su gozo abre los brazos y extiende las alas para formar con ellas un escaño a tu trono. ¿Qué deberé yo hacer para manifestar mi veneración a Ti Madre Mía sino ofrecerte, no ya la cabeza, ni los brazos sino el corazón, y mi alma para que santificándola con tus delicadas plantas se haga trono digno de tu reinado? Dígnate, Señora, admitir este obsequio no tiene mérito pues grande es mi miseria y mi pobreza, pero me atengo a tu amor y bondad. Te abro mi corazón y verás que no lo mueve otra cosa sino el deseo de ser tuyo y el temor de ofrecer tu Divino Hijo. Forma un tronco en mi corazón y ya no envilecerá dándole entrada a la culpa y haciéndose esclavo del demonio. Haz que no vivan en el sino en Jesús y María.  Amén.


QUINTO DÍA
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¿Qué otro vestido le correspondía a quien, en un cielo por hermosura, sino un toldo de estrellas? ¿Con qué podría adornarse una belleza tan celestial sino con los brillos de unas virtudes tan lúcidas y tan resplandecientes como las tuyas? Bendita mil veces la mano de aquel Dios, que supo unir en Ti hermosura tan peregrina, con pureza tan realzada, y gala tan brillante y rica, con humildad tan apacible. Yo quedo, Señora, absorto de tu hermosura tan amable y quisiera que mis ojos se fijaran siempre en Ti para que mi corazón no se dejara arrastrar de otro afecto que no fuera tu maternal amor. No podré logara este deseo, si esos resplandecientes astros de que estás adornada, no infunden en mí una ardiente y fervorosa caridad, con que ame con todo mi corazón y con todas mis fuerzas a Dios, y después de Dios a Ti mi Madre, mi Reina, mi Señora, a quien todos queremos amar filialmente. Amén.


SEXTO DÍA
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué bien dice a tu realeza ese tapete que la luna forma a tus sagradas plantas! ¡Hallaste con tu vida invicta planta las vanidades del mundo! Y quedando superior a todo lo creado, jamás padeciste el menguante de la más ligera imperfección. Desde el primer instante de tu concepción estuviste llena de gracias. Miserable de mí, Señora, que no sabiéndose mantener en los propósitos que hago, no tengo estabilidad en la virtud, y sólo soy constante en mis viciosas costumbres. Duélete de mí, Madre amorosa y Tierna, ya que soy muy inconstante en el bien y la virtud, sea como la luna que está a tus pies; esto es, firme siempre en tu devoción y amor para no padecer los menguantes del pecado. Haz que yo esté siempre a tus plantas por el amor y devoción, y ya que no temeré los menguantes del pecado, sino que procuraré darme de lleno a mis obligaciones detestando de corazón todo lo que es ofensa a Dios. Amén.


SÉPTIMO DÍA
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! Nada veo en éste hermosísimo retrato, que no me lleve a conocer las altas perfecciones de que dotó el Señor a tu alma, Inocentísima. Este lienzo grosero y despreciable; ese pobre, pero feliz ayate en que se ve estampada tu singular belleza, dan claro a conocer la profundísima humildad que manifiesta tu fino y delicado rostro espejo de asombrosa Santidad. No te desdeñaste de tomar la tilma pobre de Juan Diego, para que el Señor estámpese en ella tu rostro que es canto de los ángeles, hechizo de los hombres y admiración de todo el universo. Pues ¿Cómo no he de esperar yo de tu benignidad que la pobreza y la miseria de mi alma no sea obstáculo para que estampes en ella tu imagen graciosísima? Yo te lo pido, Señora, y para esto te ofrezco mi corazón como si fuera un ayate. Tómalo Señora en tus manos y no dejes jamás, pues mi deseo es que no se emplee en otra cosa que en amarte y amar a Dios. Amén.



OCTAVO DÍA
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué misteriosa y que acertada anduvo la mano del Artífice Supremo, bordando tu vestido con esa orla de oro finísimo que le sirve de guarnición aludió sin duda a aquel finísimo oro de caridad y del amor de Dios con que fueron enriquecidas tus apariciones! ¿Y quién duda, Señora, que sea tu encendida caridad y amor? A Dios estuvo siempre acompañada del amor al prójimo, pues, aunque eres nuestra Emperatriz y Reina no te has olvidado de nosotros. Are tu inmaculado corazón lleno de amor a quien es tan miserable, dale la mano a quien caído te invoca para levantarse. Permíteme, Señora, recordar lo que tú misma dijiste a Juan Diego ¿Qué no estás en mi regazo y corres por mi cuenta? Por eso acudo a tu compasión y misericordia maternal. Amén.


NOVENO DÍA


¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué cosa no podrá tu poder de intercesión, cuando tu divino Hijo multiplica por tu medio prodigios admirables! Ni la tosquedad ni lo burdo del ayate fueron obstáculos para estampar en él milagrosamente tu bendita imagen. Ni la voracidad del tiempo, en más de cuatro siglos, ha podido dejar en ella su huella, ni ha podido desalentar tan poco la fe de tus hijos y por eso, una vez más queremos suplicarte que abras tu corazón maternal y acordándote del amplio poder de intercesión que te dio el Señor para favorecer a los mortales, te dignes pedirle que estampes en nuestros corazones su divina imagen que nuestras culpas han borrado. Que tu piedad y misericordia supera la maldad de nuestras perversas costumbres, dígnate mirarnos, y con esto alentaremos nuestra miseria, nuestra única esperanza, después de Jesús, eres Tú Bendita Madre. Amén.



NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA BALA




PIADOSA NOVENA A LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LA BALA

 

ACTO DE CONTRICCIÓN

Señor mío Jesucristo que para darme a conocer el infinito amor que me tienes, quisiste darme por Madre a María Santísima en el monte Calvario, en medio de tus mayores congojas y agonías: confieso, Señor, que es la mayor fineza que he recibido de tu dulcísimo corazón, y a la que debía vivir reconocido; pero ay de mi cuando veo lo ingrato que he sido y lo olvidado que he vivido a esta tan grande beneficio, ofendiéndote con tantas culpas, las detesto Señor, y, las aborrezco por las ofensas de tu infinita bondad, y me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois, propongo con tu divina gracia la enmienda de mi vida, y morir antes que volverte a ofender; espero el perdón de todos mis pecados, el que te pido por tu sangre preciosa, y por las amarguras que María Santísima tuvo en el monte calvario, y en su tristísima soledad. Amen.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios te salve Madre mía María Santísima de la Bala que para manifestarnos que sois la nube prodigiosa que defiendes a los mortales de la ira de Dios irritada por nuestras culpas, tolerasteis vos el fiero golpe de una bala, la que quedo a tus plantas para perpetua memoria de tu amor y piedad, pues quien devotos te busca, encuentra en ti la vida, con o la halló a aquella mujer que a tu presencia resucitó luego que entrasteis en el hospital de San Lázaro: yo te suplico, Señora, presentes tus poderosos ruegos, ante el Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, para que defienda a la Iglesia santa de todos los enemigos, que la persiguen; dé consuelo a nuestro sumo Pontífice, acierto, a nuestro Ilustre Prelado, libertad a muestro Católico Monarca, fortaleza, y esfuerzo a los que pelean en defensa de nuestra santa fe, resucitéis a la vida la gracia a los que están muertos por la culpa, y a todos nos conceda el vínculo precioso de la paz para que unidos con la caridad amemos y sirvamos al que nos dio por Madre, para gozarle eternamente. Amén.



DIA PRIMERO
Oh Virgen Santísima Señora nuestra, tu sola, aunque pura criatura, fuisteis adornada con la plenitud de los, Dones, de tu divino Esposo, el Espíritu Santo y à tí, te concedió con eminencia, el de Sabiduría, pues en ti descansó la increada que es el Verbo, por los que con la Iglesia te llamamos asiento de la Sabiduría: yo te suplico, Señora, me concedas el favor que te pido en esta novena; y también el precioso don de Sabiduría, para que conociendo a Dios nuestro Señor, y amándole en esta vida consiga gozarle eternamente, Amen.


Pues se ve tan irritada
ya la justicia de Dios,

Virgen Santa de la Bala
ruega Señora por nos.


Cuando el hombre le tiró
á su Mujer el balazo,
por vuestro divino brazo,
la misma, iba la torció,
y a tus, plantas se quedó,
por patrocinio de vos.

Tres veces fuiste rifada,
y en todas tres sucedió
que a este Hospital se inclinó
vuestra Pureza sagrada,
y en elegirlo morada,
se ve el grande amor de vos.

Cuando entraste conducida
en este Hospital Señora,
te mostraste como aurora
dando a una muerta la vida
mostrando que en tu venida
venia el remedio con vos.

Pues Reyna de cielo y tierra,
y abogada sois del Mundo,
y tu nombre sin segundo
a los demonios aterra,
tengan victoria en la guerra
ya los cristianos por vos.

Pues nos hemos alistado
debajo de tu estandarte,
líbranos de Bonaparte
también de todo pecado,
no quedando un obstinado
sin que se convierta a Dios.

Al Pontífice Romano
que entre enemigos se ve,
rogamos, Señora, qué
lo libres de ese tirano;
y defienda vuestra mano
toda la Iglesia de Dios.

Por el Séptimo Fernando,
que es nuestro benigno Rey,
también por toda la grey
pues todos te están amando,
te pedimos suspirando
que los ampares por Dios.

Por nuestro Ilustre Pastor,
y también por su Excelencia,
pedimos a tu clemencia,
que los mires con amor,
que a tanto llega su ardor
que quieren morir por Dios.

Por nuestro Ilustre Pastor,
y también por su Excelencia,
pedimos a tu clemencia,
que los mires con amor,
que á tanto llega su ardor
que quieren morir por Dios.

Gran Señora, es vuestro anhelo
el favorecer al mundo,
pues tu poder sin segundo
á todos les da consuelo,
con grande confianza apelo
y recurrimos a vos.

Lleguemos à merecerte
que seas nuestra intercesora,
Madre dulcísima ahora
y en la hora de nuestra muerte,
para poder ir a verte
en el empíreo con Dios.

Amén Divina María,
Amén estrella del mar,
pues tu hermosura sin par
nos ampara noche y día,
y pues eres norte y guía,
llévanos a ver a Dios.



ORACIÓN A SAN LÁZARO

Gloriosísimo Mártir de Cristo San Lázaro, que habiéndote Dios destinado para
Apóstol y primer Pastor de la Ciudad de Marcella, y en ella consiguió tu ardiente celo convertir a tantas almas a la fe de Jesucristo, y en menos de un año estableciste la Religión cristiana, y no temiendo las amenazas del Procónsul Tirano, toleraste ser despedazado con látigos, atravesado con flechas, y que te cortaran la cabeza, con lo que diste gustoso la vida por la fe de Jesucristo; y pues sé lo mucho que puedes con Dios, te suplico te intereses con su Majestad para que por los ardores que tu cuerpo sintió cuando fue abrasado con las planchas ardiendo que en él te aplicaron, les concedas a los pobres enfermos alivio y tolerancia en sus ardores, salud y gracia a los bienhechores del Hospital, y a todos nosotros la fortaleza necesaria, con la que despreciando los bienes de la tierra, estemos prontos a dar mil vidas antes que faltar a lo que prometimos en el santo Bautismo, que es guardar la fe y creencia de todos los Misterios que nos ha revelado, y por este medio consigamos amarle y servirle en esta vida, para después gozarle en la otra. Amén.


DIA SEGUNDO

Oh Virgen Santísima Señora nuestra que, siendo concebida en gracia desde el momento de tu Purísima Concepción, fué tu divino entendimiento libre de los errores y tinieblas de la ignorancia, y alumbrado con una luz anticipada, con lo que recibiste de tu Divino Esposo el Espíritu Santo el Don de Entendimiento, en grado tan perfecto, que más que todos los Ángeles y hombres entendisteis las palabras de Dios, y penetrasteis los secretos sentidos de la Escritura divina: por lo que te pido me alcances el favor que pretendo y el precioso Don de Entendimiento para que entendiendo las verdades de nuestra Sagrada Religión, viva según ellas me enseñan, y así consiga agradar a Dios en esta vida y gozarle eternamente en tu compañía. Amen.


DIA TERCERO

Oh Virgen Santísima Señora nuestra que habitando en la mente de Dios desde su eternidad, fuisteis desde entonces la primogénita del Padre, y también la Madre del Consejero Cristo Jesús, cuando asistida del Espíritu Santo deliberaste y consultaste el consentir que el hijo de Dios se hiciera hombre en tu purísimo vientre, con lo que seguiste el mejor consejo que fue cumplir la voluntad de Dios quedando llena de este precioso Don y pues por tu intercesión todo se alcanza, te suplico me consigas el favor que te pido y el Don de consejo, para que buscando en todas las cosas la voluntad de Dios, que es lo más acertado, consiga agradarle en esta vida y después gozar le en tu compañía. Amen.


DIA CUARTO

Oh Virgen Santísima Señora nuestra que desde el momento mismo en que fuisteis concebida, tu alma purísima fue adornada con el preciosísimo Don de ciencia, la que manifestasteis en los pasos todos y operaciones de tu santísima vida, huyendo siempre del mal y practicando el bien, obedeciendo a la divina Ley, con lo que en cada instante se aumentaba más en vos este Don celestial y pues conoces lo falta que mi alma está de esta ciencia, te suplico me la alcances de tu Divino Esposo el Espíritu Santo, para que obedeciendo a la Divina Ley, que debe ser la regla y norma de todas mis acciones, huy a del mal, practique el bien, y así consiga el favor que te pido, y agradar a Dios en esta vida y gozarle en la Gloria. Armen.


DIA QUINTO

Oh Virgen Santísima Señora nuestra que prevenida con el Don de fortaleza en una edad tan tierra dejaste la dulce compañía de tus amados padres, y renunciasteis las comodidades de tu casa presentándote en el Templo para dedicarte toda al Señor que te crio, y para prevenir tu corazón para los trabajos, tribulaciones y cruces, que habías de padecer con tanta fortaleza desde el momento en que por nuestro amor se hizo hombre el hijo de Dios en tus purísimas entrañas, hasta que lo sacrificaste en el monte Calvario: por lo que te suplico me alcances de tu divino Esposo el Espíritu Santo el precioso Don de fortaleza, con el que venciendo mis pasiones, y negándome a mí mismo, y tolerando los trabajos que por mis culpas tengo merecidos, consiga el favor que te pido, y agradar a Dios en esta vida para gozar le en la gloria. Amen.

DIA SEXTO

Oh Virgen santísima Señora nuestra que habiéndote escogido el Todo-poderoso para obrar en ti y por ti los más altos misterios de nuestra santa fé, y sagrada religión, y para que trataras tan familiarmente con el Verbo Eterno, tocaras con tus manos, llegaras a tus pechos su humanidad sacrosanta, fué conveniente que el Espíritu Santo te llenase de tanta piedad cuanta pudo caber en una pura criatura, y quanta era necesaria para cumplir los oficios de Madre de Dios, y Madre de los pecadores; por lo que te suplico, me alcances del Espíritu Santo el Don divino de piedad, para que reconociendo a Dios lo respete, adore y reverencie con los verdaderos cultos que son los de nuestra santa religión, con lo que consiga el favor que te pido, y agradar al Señor en esta vida para adorarle en la gloria. Amen.


DIA SEPTIMO

Oh Virgen santísima Señora nuestra, que habiendo encontrado delante de Dios la gracia y precioso Don del divino temor, temiste tanto por tu humildad ser exaltada a la dignidad de Madre de Dios, y reconociendo este beneficio vivió siempre cuidadoso tu corazón en guardar la Ley divina, y de agradar en todas las cosas al Señor único de tu alma, de quien te confesabas esclava: por lo que te suplico me alcances de tu divino esposo el Don de su santo temor, para que atravesado con él mi corazón tema sus altos juicios, y aborrezca y evite toda culpa, más por su infinita bondad, que por su justicia, para que de esta suerte logre en esta vida la misericordia que tiene prometida a los que le temen; el favor que te pido, y la perseverancia final en su gracia, para gozarle en la gloria. Amen.


DIA OCTAVO

Oh Virgen santísima Señora nuestra, Madre fecunda de los gozos espirituales, ¿quién podrá explicar los que sintió tu santísima Alma y dulce corazón en ser Madre de Dios, con la honra de Virgen, pues concibiendo en tu virginal vientre al Unigénito del Padre por obra del Espíritu Santo, pariste sin detrimento de tu pureza virginal, siendo Virgen antes del parto, en el parto y después del parto, por lo que te suplico que por estos singulares gozos que recibisteis de la infinita liberalidad del Todopoderoso, me alcances de Dios nuestro Señor el gozo de una buena conciencia y de un corazón puro y limpio de toda culpa, para que con esto pueda tolerar las tribulaciones y trabajos, que como descendiente de Adán debo padecer en esta vida, y que este sea el camino para alcanzar el remedio que solicito, y después de esta vida entrar en los eternos gozos de la gloria. Amen.


DIA NOVENO

Virgen santísima Señora nuestra, que desde el momento de tu Purísima Concepción fuisteis llena de tanta gracia y paz, cual no se puede concebir, pues
desde entonces descansó en tu alma el divino Espíritu con todos sus Dones, siendo la única que entró en el mundo en paz con Dios y lograsteis la felicidad de tener por nueve meses en tu purísimo Vientre á el Príncipe de la paz y pacificador nuestro, Cristo Jesús: por lo que te suplico me alcances de Dios nuestro Señor el favor que te pido en esta novena, y también la paz de mi espíritu y corazón para con Dios, con mis prójimos, y conmigo mismo, y conservándola en medio de las borrascas; y tentaciones que a cada paso me acometen en el mar tempestuoso de este mundo, con ella consiga la serenidad en la muerte para llevar seguro al puerto de la gloria. Amén.




NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS DE NAUCALPAN





NOVENA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LOS 

REMEDIOS DE NAUCALPAN


Para impetrar su Patrocinio á el remedio de las enfermedades y buscar su amparo. Dispuesta por D. Francisco de Góngora.


ACTO DE CONTRICCIÓN
A Tus aras, mi Dios crucificado,
Humilde un pecador hoy ha
llegado,
A pedirte afligido
El perdón que le tienes pro
metido,
Y en lágrimas deshecho,
De pesar, y dolor se rasga
el pecho,
Como lo hace ahora
Quien de haberte ofendido
gime y llora.
Proponiendo enmendar con
eficacia
Tan torpe vida, si le das tu
gracia.
Tú mi Jesús, tan herido,
¿Y en aquesta Cruz fijado?
Tú con tan grande cuidado,
¿Y yo con tanto descuido?
Que es lo que me ha sucedido,
¿Enamorado Pastor?
Pues ya conozco mi error,
Y pues mi maldad se ve,
Contra Vos, Señor, pequé,
Misericordia, Señor.



ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Excelsa, y Soberana Virgen María de los Remedios, Rio caudaloso y manantial perenne de divinas misericordias, a quien los Ángeles adoran, y los Santos veneran: a vuestra presencia, y con profunda reverencia se postra la más ingrata criatura, para suplicaros uséis de piedad con este devoto vuestro: y para obligaros más, purísima Madre de pecadores, consuelo de afligidos, y socorro de todas las necesidades, yo me confieso vuestro Esclavo: contenedme y amparadle, para que os sirva, y consiga lo que os pido en este Novenario, si es del gusto de vuestro Hijo Jesús, y si ha de ser para honra y gloria vuestra. Amén.


DIA PRIMERO
Reina Soberana, Madre de misericordia, y Señora de todo consuelo, Ornato de las Vírgenes, y la más pura de todas: yo te saludo, alabo y glorifico, porque fuiste anunciada de un Ángel a tus dichosísimos Padres, y concebida en gracia, desde el instante primero de tu purísimo Ser: otórgame, Señora, por esta tan singular prerrogativa, que por tu piadosa intercesión sea libre del pecado, y conciba mi corazón; vivos deseos de servir a tu Hijo, y mi Criador, y á Tí Señora mía, y el favor que te pido en este Novenario, si ha de ser para gloria de Dios, y honra tuya. Amén.

ORACIÓN FINAL
Virgen María Reyna de los Cielos, Señora, Madre de Dios, yo os suplico con el más profundo y humilde rendimiento, me alcancéis de vuestro precioso Hijo, la gracia que solicito, comunicando Fé viva a los Infieles, aumento a la Santa Iglesia, a los Fieles constante firmeza, a los Reyes y Cristianos Príncipes paz, a los enfermos salud, valor a los que agonizan, a los tiempos benignidad, fin a todas las enfermedades, progreso a los bienes, a la virtud amor, aborrecimiento a los vicios, prevención en la muerte, y en la estrecha cuenta vuestro favor, y vuestra sacrosanta bendición, para que con vuestra dulce compañía en el Cielo, en donde con el reinas para siempre, merezcamos gozarle con vuestro Patrocinio en compañía del Padre y Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.

DÍA SEGUNDO
Virgen María de los Remedios, hermosísima y prudentísima Abigail, perfecto ejemplo de los Confesores, y más perfecta que todos: yo te saludo y alabo, porque naciste como bellísima y clara Aurora, anunciando la venida del Divino Jesús tu amantísimo Hijo, y nuestro Redentor: concédeme, Señora, que alumbre mi alma tu clarísima luz, feliz precursora de tu Hijo precioso, por cuyo medio me haga digno de recibirlo, y tenerlo conmigo eternamente; logrando lo que en este Novenario os pido, si es de su divino agrado, que vive y reina con el Padre en unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.


DÍA TERCERO
Clementísima María Madre amorosa y benignísima, sapientísima Maestra de todos los Doctores, y la más alumbrada con Divina ciencia, que todos ellos: yo te saludo y alabo, porque fuiste presentada en el Templo del Señor, siendo Tú, divina Señora bellísimo y digno Templo de la Santísima Trinidad: por el inexplicable gozo con que hallaste a tu Hijo precioso entre los Doctores del Templo, te suplico, benigna Señora, me presentes a su Majestad en esta vida, para que le ame, y sirva, y en la otra, para que le alabe eternamente: otórgame, Señora, el favor que te suplico en este Novenario, si es del agrado de Dios.


DÍA CUARTO
Poderosísima María, firme fortaleza de los Mártires, y la más valerosa de todos: yo te saludo y alabo, porque por divina disposición fuiste desposada con el dichosísimo Patriarca Señor S. Joseph, haciendo una vida celestial: suplícote, Señora, por los grandes méritos de tu casto Esposo, me alcances de tu Hijo, que llegue mi alma a tal pureza, que merezca ser su esposa por la gracia, y morar en tu apacible compañía, y eternamente te cante cánticos de alabanza en la Gloria. Amén.


DÍA QUINTO
Virgen Santísima, coronada de Estrellas, benigna Madre de los Bienaventurados Santos Apóstoles, escogido vaso, más excelente que ellos: yo te saludo y alabo, porque fuiste escogida para ser Madre del divino Verbo, quien se hizo hombre en tus purísimas y virginales Entrañas, subiéndote a tan alta dignidad, cuando, Soberana Reyna, te decías Esclava: por este Misterio altísimo te ruego, Señora, me concedas parte de la humildad con que mereciste ser Madre de Dios, por cuya medio merezca yo ser hijo suyo por gracia, y el favor que pido, si ha de ser para honra de Dios.


DÍA SEXTO
Virgen Santísima, pura, clara y resplandeciente luz de los Profetas, órgano del Espíritu Santo, más suave y sonoro que ellos: yo te saludo y alabo, Peregrina Virgen, por la gran caridad, con que a las montañas fuisteis en busca de tu Prima Santa Isabel, y del gran Profeta y Precursor de tu hijo San Juan Bautista, haciendo que por tu medio quedase santificado, y su Madre llena del Espíritu Santo: ruégote, Señora, me visites con tu protección, para que con tu benigna vista se destierren las sombras funestas de la culpa, y merezca ser lleno de la luz del Divino Espíritu, y el favor que te pido.


DÍA SÉPTIMO
Amabilísima Virgen María, llena de infinitas gracias, honra de los Patriarcas, y más fecunda que todos; yo te saludo y alabo, por la ciega obediencia con que obedeciste á el Edicto del Emperador, y ya llegada a Belén con suma pobreza, pariste á el Rey de las eternidades, Unigénito Hijo de Dios, y tuyo, en una desamparada Gruta, y en lo incomodo de un pesebre, desde donde llenaste de júbilos á los Cielos y la tierra, y de regocijo y alegrías a los Ángeles y hombres: por el inexplicable gozo, que en esta hora dichosa sintió tu purísima Alma, te suplico, Soberana Reyna, me concedas parte de tu obediencia y el desprecio de las cosas de esta vida, y el favor que te pido en este Novenario.


DÍA OCTAVO
Gloriosísima Virgen María, Virgen llena de gracia, Reyna y Señora de los Ángeles, más aventajada en virtud y prerrogativas, que todos: yo te saludo y alabo, porque después de haber estado desterrada en Egipto, fuiste avisada por un Ángel, para que en compañía de tu casto Esposo y de tu divino Hijo, volvieses á Nazaret: yo te suplico, Soberana Esther, qué pasados los trabajos, angustias y destierro de esta vida, me conduzcas a la Patria de los Bienaventurados, seguro Puerto de la Gloria, y el favor que te pido en este Novenario. Amén.


DÍA NOVENO
Dulcísima, y Soberana Emperatriz de los Cielos María Santísima, y Madre de nuestro Señor Jesucristo, más santa y encumbrada que todas las Jerarquías, yo te saludo y alabo con fervoroso afecto de mi Corazón, por aquella celestial vida que viviste, hasta, que llegó el dichoso día en que llena de gloria, y majestad, fuiste llevada al Trono que te previno la Santísima Trinidad donde te coronó con perpetua gloria por Reina y Señora de todos los Ángeles y Santos; por los grandes júbilos que sintió tu purísima Alma, te ruego, me alcances de tu amantísimo Hijo, que mi vida sea tal, que imite, en cuanto me sea posible, la tuya para merecer entrar a ver tu resplandeciente Rostro y adorarte en el celestial Palacio de la Gloria, y el favor que te pido en este novenario. Amén.



NOVENA A SANTA JUANA DE ARCO




NOVENA EN HONOR A LA HEROICA LIBERTADORA DE FRANCIA
SANTA JUANA DE ARCO, VIRGEN Y MÁRTIR
   
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.
  
℣. ¡Oh Dios, ven en mi ayuda!
℟. Señor, apresúrate a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido, y propongo firmemente de nunca más pecar, y confesarme, y confío me perdonaréis por vuestra santísima Pasión y muerte. Amén.
  
ORACIÓN INICIAL
Oh Señor todopoderoso, que, para salvar a la Francia, le hablaste a Santa Juana de Arco, y por tu misma voz le indicaste el camino que debía seguir para hacer cesar los males que afligían a su Patria, habla así hoy no solamente a los franceses, sino también a todos los que tienen en su corazón el bien de Francia. Habla, Señor, y que tu palabra sea la bendición que apoye a los obispos, que facilite a las autoridades la tarea de asegurar la verdadera grandeza de la Patria, que persuada a todo francés de la necesidad de seguir la voz de Dios, a fin de que habiendo imitado a Santa Juana de Arco en esta tierra, le sea dado a todos el participar un día en la gloria de la heroína ante la cual tenemos el honor de inclinarnos diciéndola: «¡Santa Juana, ruega por nosotros; Santa Juana, ruega por tu Patria!» Amén.

SALUTACIÓN
Dios te salve, Santa Juana de Arco, Jesús y María están contigo, bendita tú entre todas las doncellas del mundo, y bendito es tu consejo. Santa Juana de Arco, Patrona y Guardiana de la Francia, que, por tu oración incesante, nuestra patria vuelva a ser cristiana y recupere su unidad. Amén.

DÍA PRIMERO
Oh Santa Juana, el Señor encargó a San Miguel Arcángel que se te apareciera y te anunciara tu misión de salvar el Reino de Francia. Juana, tu gran deseo de servir a Dios y de hacer todo lo que le agrada, te hizo pronunciar el «fíat» a pesar de tus miedos de no ser digna y capaz de cumplir esta misión. El Cielo te ha dado una espada para combatir, y las voces de Santa Catalina y Santa Margarita para guiarte. Intercede para que podamos siempre responder a nuestra vocación. Pedir la gracia o favor que se desea obtener. 


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh Santa Juana de Arco, tu martirio es la gran victoria de Dios sobre nuestros enemigos. Intercede, desde el Reino de los Cielos, para que seamos preservados de las guerras contra nuestro país y los asaltos contra nuestra fe. Que la Francia se acuerde que es la Primogénita de la Iglesia. Señor, te damos gracias porque Tú has bendecido a nuestro país, dándonos a Santa Juana de Arco. Suscita ahora numerosas vocaciones para conservar intacta la misión apostólica de la Francia. Amén. Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.

℣. Ruega por nosotros, Santa Juana de Arco.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
  
ORACIÓN Oh Dios, que admirablemente levantaste a la bienaventurada virgen Santa Juana para defender la fe y la patria: te suplicamos por su intercesión, le des a tu Iglesia, vencidas las insidias de los enemigos, el gozar de perpetua paz. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


DÍA SEGUNDO
Oh Santa Juana, tú visitaste al Delfín Carlos de Francia en Chinon, y le revelaste que él era el verdadero heredero de Francia e hijo de rey, que sería coronado en Reims y que tú has venido para ayudarle a cumplir este deseo del Cielo. Tú libraste enseguida numerosas batallas contra los ingleses, y siempre saliste victoriosa. Tú libraste igualmente batalla al pecado en tu propio campo, y demandaste a tus soldados que volvieran al estado de la gracia. Intercede principalmente para que nuestro país se acuerde de su bautismo y recupere el camino de los Sacramentos.

  
DÍA TERCERO
Oh Santa Juana, la semana de Pascua de ese año 1430, luego que te encontraras en una zanja de Melun, las voces de las santas Catalina y Margarita te anunciaron que serías hecha prisionera antes de la fiesta de San Juan, y que Dios vendría en tu ayuda durante esta época. Tú fuiste invadida de angustia y tentada a no someterte a la voluntad divina a fin de salvar tu vida. Ruega por nosotros, a fin que hagamos siempre la voluntad de Dios, y no la nuestra.

DÍA CUARTO
Oh Santa Juana, fue el 26 de mayo, después de una ruda batalla en Compiègne, cuando fuiste alcanzada por un arquero del bando contrario. En seguida fuiste arrestada por los borgoñones y acusada por la Inquisición inglesa de herejía y de idolatría. A pesar de tus temores y miedos, te dejaste aprehender, guardando confianza en tus voces, y pidiendo su intercesión a fin de responder a las preguntas que te fueron presentadas. Pídele a Dios, para nosotros, el coraje y la audacia para afirmar nuestra fe.

DÍA QUINTO
Oh Santa Juana, tú fuiste torturada moralmente, asediada por numerosos e interminables interrogatorios, abandonada y traicionada de todos, incluyendo el rey Carlos VII, tratada como prisionera de guerra, amenazada corporalmente por los guardias de tu celda, acusada de numerosas faltas que no habías cometido, y sin abogado que te defendiera. Siempre dócil a los consejos de tus voces, respondiste sin temor a todo lo que te fue preguntado; intercede para que siempre recurramos a la oración en nuestras dificultades.
  

DÍA SEXTO
Oh Santa Juana, todos tus acusadores se obstinaban para hacerte caer, para hacer que te contradijeras en los hechos que relatabas; ellos te acusaron, te amenazaron con torturas físicas, te acosaban sin cesar por horas, mas todo en vano, porque siempre les respondías a todas sus preguntas, hasta el día 28 de mayo, donde, no pudiendo más, asustada por la muerte, lo negaste todo. Luego, por la gracia de Dios, aceptaste con coraje el martirio y volviste sobre tus negaciones. A pesar del reconocimiento de algunos de tus jueces de la intervención divina en tu conducta, fuiste condenada a muerte por el suplicio del fuego. Ruega para que la Francia levante su cabeza y se acuerde de sus promesas hechas a Dios.
  

DÍA SÉPTIMO
Oh Santa Juana, tú fuiste sostenida sobrenaturalmente por el Cielo, pero no escapaste a las angustias provocadas por la sentencia. Tú habías preferido «ser decapitada siete veces en vez de ser quemada y reducida a cenizas». Sobre la hoguera, una vez atada, pediste perdón a los ingleses y a todos tus enemigos, por las batallas libradas contra ellos, y, con voz alta y clara, perdonaste a todos los que te habían condenado: «Mis Santos no me engañaron, mi misión era de Dios. San Miguel, Santa Margarita y Santa Catalina, vosotros todos, mis hermanos y hermanas del Paraíso, venid en mi ayuda…». En medio de las llamas, mirabas la cruz que te fue presentada, y pronunciaste el Nombre de Jesús antes de morir. Sé nuestro modelo en la obediencia, en la confianza en Dios, y en la perseverancia en nuestra misión.
  
DÍA OCTAVO
Oh Santa Juana, luego que el verdugo Godofredo Thérage apagara el brasero a fin de que todos vieran el cadáver desfigurado de aquella que les hacía temblar, apartó las cenizas y el milagro apareció ante sus asustados ojos: ¡Tu corazón estaba allí, lleno de una sangre escarlata y pareciendo vivo todavía! Esparcido fue luego azufre y aceite sobre él, encendido y apagado el fuego nuevamente, siempre dejándole intacto. Inquieto de este milagro, y temiendo la emoción del pueblo, el cardenal de Inglaterra Enrique de Beaufort ordenó que tus huesos, tus cenizas y sobre todo tu corazón fueran arrojados inmediatamente al Sena. El verdugo dijo entonces: «Tengo gran temor de ser condenado por haber quemado una santa». Entre la multitud se elevó un grito: «¡Nosotros todos estamos perdidos, porque una santa ha sido quemada!». Ayúdanos a servir a Dios, y a no buscar sino la gloria del Cielo.
  
DÍA NOVENO
Después de tu muerte, ¡oh Santa Juana!, murió la prosperidad de los ingleses en Francia. Luego de la hoguera de Ruan, ellos no conocieron más que decepciones y derrotas. Con gran vergüenza y confusión, ellos fueron rechazados de todos los países que habían conquistado. Todos aquellos que habían juzgado con mala fe a la Doncella encontraron la muerte poco tiempo después de la suya: el obispo Pedro Cauchon de Beauvais, enriquecido por el rey Enrique VI de Inglaterra, murió súbitamente antes de afeitarse; fue excomulgado póstumamente por el Papa Calixto III en 1457 y sus huesos arrojados a las bestias feroces. Así se cumplió la predicción hecha a Juana, en su prisión, por sus voces: «Tú tendrás socorro. Serás liberada por una gran victoria. Toma todo por gracia. No te preocupes por tu martirio. Tú vendrás finalmente al Reino del Paraíso». Que la resurrección sea el solo fin de nuestra vida. Hazte presente a nuestro lado, y contribuye aún a la santificación de nuestro país.



ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...