miércoles, 30 de junio de 2021

PLEGARIA A SAN PABLO, APÓSTOL Y MÁRTIR


 

EXCELENTE ORACION A SAN PABLO, APOSTOL DE JESUCRISTO.

 

Imprenta de Plassan, Rue de Vaugirard, No. 15, París, Francia. Año 1810.

 

Excelente oración a San Pablo, Apóstol de Jesucristo,

muy útil a todos aquellos que la hicieran todos los días y que se recordaran

en su memoria para meditarla, tanto en la noche como en el día.

 

¡Dios mío! Yo te suplico que me des el espíritu de inteligencia para conocerte y amarte por sobre todas las aficiones de mi corazón, y de reconocer que yo no soy digno de presentarme ante tu adorable e infinita grandeza.

 

Inflama mi alma con la preciosa esperanza de alcanzar la bienaventuranza eterna a la cual tú nos has llamado, para colmarnos de delicias infinitas, y de riquezas celestiales, ante el trono de tu gloria y majestad.

 

¡Padre eterno! Haz que yo te ame, no solo de palabras, pero en verdad, con lo más tiernos afectos de mi corazón. Hazme digno de tener parte en la redención que tu querido Hijo nos ha obtenido, con el precio de su preciosa sangre derramada por nosotros. Haz que la eficacia de sus méritos actúe poderosamente en mí, y me haga perfecto en él, imitándolo con la penitencia como nuestro modelo y nuestro Dueño crucificado por nosotros.

 

Hazme conocer el amor ardiente del sagrado corazón de Jesús, en el cual todos los tesoros de la sabiduría han sido depositados: un amor donde la caridad infinita por nosotros lo hizo descender a la tierra, y morir por nosotros para hacernos vivir eternamente en su gloria, y abrirnos el cielo que nuestros pecados han mantenido cerrado.

 

Oh mi amable Salvador Jesucristo! Enciéndeme del fuego sagrado de vuestro santo amor. Haz que yo te ame infinitamente, y que yo no viva más que en ti y por ti. Conviérteme en una nueva criatura completamente transformada por ti, que no busca nada más que a Ti, y que no aspire si no a la dicha de verte en el cielo: uneme íntimamente a ti por los lazos de un amor ardiente e inflamado, como el único fundamento de toda mi esperanza, en reconocimiento de habernos liberado de las penas del infierno por vuestra dolorosa pasión; y por haber tú mismo deseado, por amor a nosotros, quedarte morando con nosotros en la especie de la Eucaristía para santificar nuestras almas, y ofrecerte en sacrificio a Dios vuestro Padre, por la expiación de nuestros pecados.

 

Mi Dios, extiende tu Espíritu Santo sobre mí, a fin de que yo produzca los frutos de la sabiduría, de la ciencia, de la inteligencia, de la piedad, y del dolor de ofenderte.

 

Aumenta en mí la fe, la caridad y la esperanza de alcanzar la gloria celestial por la obediencia a tus santos mandamientos. Renueva el interior de mi corazón para santificarlo: llénalo de todas las virtudes que me hacen falta: desátame de mi mismo y de todas las cosas creadas, a fin de que yo no busque más que los bienes eternos.

 

Dame la gracia, ¡Dios mío!, de hacer siempre vuestra santa voluntad, y de someterme a ti en todos los momentos de mi vida. Que vuestra palabra sea siempre la luz de mi alma, y que mi boca no hable más que para vuestra gloria y la edificación del prójimo.

 

Señor, dirige siempre mi voluntad hacia el bien; haz que yo aborrezca el mal infinitamente, y que siempre rechace prontamente todas las sugestiones del espíritu maligno, que ronda sin cesar detrás de mí para perderme: dame la fuerza en los combates y la gracia para resistir sus ataques valerosamente durante la noche y el día, y de vencerle siempre por vuestros divinos auxilios.

 

Despierta en mí el celo ardiente de la caridad para crecer en muchas maneras en las obras buenas con fervor, y de practicar la paciencia, la dulzura y el amor al prójimo, sin jamás dejarles de hacer el bien, por ingrato que pueda ser éste, siempre por amor a Ti. Únenos a todos en el amor fraterno por la caridad y por la unión y el celo animados mutuamente por los deseos de los bienes eternos.

 

Mi Dios, renueva en mi tus misericordias y la gracia que he perdido por mis pecados; haz que yo siempre tenga en mi espíritu el deseo de conocer que mis obras me pueden salvar o condenar por mis acciones. Dame la gracia de poner atención en pertenecer a aquél pequeño rebaño de los elegidos por ti para participar de la bienaventuranza del cielo, a través de combatir todos mis fallos, y orar por el número infinito de pecadores que se pierden por querer vivir la vida complaciendo sus pasiones que sólo les conducen a la perdición. Ilumina mi espíritu, a fin de que yo no me aparte jamás del camino que conduce a la vida eterna, y que yo alcance mi salvación con arrepentimiento y contrición. Perdona los errores de mi juventud en la cual yo te he ofendido tanto. Cambia mi corazón, para mortificar y frenar mis pasiones; haz que yo no sea jamás esclavo del pecado, sino que me oponga siempre a la violencia y a las tentaciones del demonio. Conviérteme enteramente a ti por completo, y que mi conversión sea agradable siempre a ti. Yo te consagro mi corazón, mi alma, mi vida y todos mis afectos: yo me pongo enteramente en tus  manos; Señor, revísteme de la túnica de la inocencia, que he perdido por mis errores; adórname con la santa pureza y con la humildad, a fin de que yo viva siempre en la santidad hasta mi último suspiro.

 

Perdona mis ofensas, Dios de bondad; borra la sentencia de mi condenación que mis crímenes me han obtenido y me han hecho merecer; átame fuertemente al amor de la cruz de Jesucristo para defenderme contra todos los poderes de las tinieblas, y que en el momento de mi muerte no me separe jamás de ella ni de él, para que así yo pueda alcanzar mi salvación.

 

Haz, Señor, que yo crezca todos los días en gracia, en virtud, en sabiduría y en vuestro santo amor; que yo sufra pacientemente todas las penas y aflicciones pasajeras de esta vida con alegría, resignación y perseverancia, sin considerar las cosas visibles de la tierra si no las invisibles celestiales que tú nos has prometido, para recordarme siempre que los pequeños momentos de adversidad producen en nosotros la fuerza para perseverar en alcanzar una soberana e incomparable gloria eterna en el cielo.

 

Que la paz de Nuestro Señor Jesucristo, esa que él tanto nos ha ordenado, guarde siempre mi corazón, y que todo lo que es santo, verdadero, sincero, justo, honesto, amable, de buen olor y de edificación sea siempre el objeto de todos mis pensamientos, palabras, obras y se grabe profundamente en mi mente y en mi voluntad, y en todos mis tratos con el prójimo.

 

Mi Dios, dame el fervor en la oración, y que mi oración sea siempre ardiente, animada por el amor, el respeto y la perseverancia, recordando que la oración es la llave del cielo para obtener tu gracia y alcanzar la dicha de verte.

 

Ten piedad de mí, Señor, según la grandeza de tu misericordia; crea en mi un corazón puro y un espíritu recto, adornado de todas las virtudes; aparta mis aflicciones y dudas, a fin de que a la hora de mi muerte yo sea digno de vuestra clemencia; y por merecerla, dame, te suplico, la gracia de practicar siempre la humildad, la pureza, la castidad, la caridad, la humanidad, la dulzura, la bondad, la obediencia, la sinceridad, la paciencia, la modestia, la vigilancia, el desprendimiento y la perseverancia en vuestro santo amor por el resto de mi vida.

Haz, mi Dios, que yo no tenga deseo más que de los bienes eternos, y que desprecie los bienes perecederos de la tierra; que mi vida sea toda una imitación de Jesucristo, tanto en su ejemplo, como en la oración, el silencio, la piedad, la meditación, la elevación de mi corazón hacia ti, y el huir del mundo tan peligroso a nuestra salvación; haz que yo aborrezca todas sus vanidades, sus concupiscencias, y sus doctrinas perversas que encienden vuestra ira contra los pecadores.

 

Despierta en mi la gracia, Dios mío, para que por tu santa inspiración yo no busque más que ser recto de corazón; gobierna mi espíritu a fin que yo te busque y que tu gracia me prevenga y me acompañe siempre y que ella me mantenga atento de no olvidarme de hacer buenas obras para vuestra gloria y la salvación del prójimo, sin excusarme de no poder hacerlo.

 

Que yo me recuerde siempre, Señor, que los mentirosos, los orgullosos, los lujuriosos, y todos aquellos que se alejen de Ti, perecerán. Despierta en mi la paciencia y la bondad para perdonar a todos aquellos que me han faltado; graba en mi corazón la caridad, que es el vínculo de la perfección cristiana. Hazme participar en la plenitud de los méritos de Jesucristo, y que todas mis acciones sean hechas en su santo nombre para poder alabarlo en su gloria, dándole el honor y todas las acciones de gracia.

 

Concédeme esa circuncisión que consiste en el desprendimiento del pecado, que tanto ofende a tu vista, y que no produce más que tu ira y la muerte del alma. Arranca de mí al viejo hombre pecador y revísteme del nuevo hombre en Jesucristo, con la santa pureza.

 

Dame la gracia, Señor, de vencer siempre a la pereza y de evitar la ociosidad, y de emplear bien el resto de mi vida para merecer el cielo, y de permanecer atento a cumplir todos los deberes de mi estado para servirte fielmente en el trabajo, la oración y la vigilancia, a fin de que yo no esté ocioso en el momento que tú te lleves mi alma; y que me recuerde siempre que la vida y el tiempo huyen como la sombra y que la eternidad nos espera; y que tú nos has dicho que todo árbol que no produzca buenos frutos será echado al fuego eterno; y que no solamente la vida es corta, si no también llena de peligros funestos y numerosos para aquellos que son ociosos. Por esto te suplico, Señor, que me fortalezcas por la consideración de las penas y sufrimientos, vejaciones y trabajos dolorosos que Nuestro Salvador Jesucristo ha padecido por nosotros; y que, a su ejemplo, y el de todos aquellos tantos mártires de toda edad y sexo que han sufrido los más crueles tormentos por alcanzar el cielo, yo sea animado e infundido de celo y sienta pena por no haber tenido como ellos el mismo valor de servirte con ardor para merecer la corona eterna de la gloria.

 

Ayúdame, Señor, a vencer mi cobardía controlando todos mis pensamientos, palabras y obras, y por el vivo dolor de transgredir los votos sagrados y magníficos de mi bautizo, por los cuales yo renuncié a las pompas y obras del demonio, que conducen al fuego del infierno. Graba en mi memoria el recuerdo de la finalidad del hombre en aquellos momentos terribles y decisivos en los cuales puede obtener la recompensa o el castigo eterno por todas sus acciones. Ayúdame a reducir mi cuerpo a una servidumbre por la oración, el recogimiento y la mortificación, a fin de que yo sea vencedor de todas sus malas inclinaciones. Dame la gracia de odiar las vanidades mundanas, que irritan vuestra ira sobre todos los orgullosos. Concédeme la humildad y la modestia que son los verdaderos medios de alcanzar la gloria infinita. Haz que yo me sobreponga a mi funesta negligencia en hacer todos mis esfuerzos por vencer todas mis pasiones rebeldes por mi salvación: relléname de fuerza y de coraje para destruirlas enteramente por la violencia que hacen contra mí mismo, donde depende mi destino eterno. No rechaces por favor Señor, un corazón contrito y humillado, que en vida se ha arrepentido de haberte ofendido; dígnate fortalecerlo contra todas sus debilidades culpables, vicios y defectos. Respóndeme con tu misericordia y con tu gracia para vivir en penitencia por el resto de mi vida, para obtener tu clemencia, y el perdón de mis pecados, y las delicias de las bondades del cielo que tú has prometido a todos aquellos que hayan legítimamente combatido y expiado todos sus pecados con las lágrimas de un corazón sinceramente convertido y abrasado por vuestro santo amor.

 

Dame la sabiduría de practicar todos tus santos preceptos y que tu santo espíritu me inspire hoy por tu gracia: presérvame la malicia de resistir tu voluntad.

 

Santísima y Amadísima Trinidad, un solo Dios en tres Divinas Personas iguales en gloria, en poder y majestad, yo te adoro con el más profundo respeto. Yo creo en ti, y me consagro enteramente a ti con amor y humildad. Haz que yo no pierda jamás tu santa presencia en todos mis pensamientos, palabras y obras. Yo puedo hacer nada sin ti, Dios mío, yo no puedo por mí mismo formar un solo pensamiento bueno ni una sola buena acción si tú no me ayudas. Tu eres mi fuerza, mi guía y mi sostén; yo pongo en ti toda mi confianza y toda mi esperanza; dame la gracia de amarte constantemente, de servirte fielmente, de huir siempre del mal y de hacer siempre el bien, de caminar con fe sobre los pasos de vuestros santos mandamientos con atención y perseverancia, a fin de que después de ser vencedor sobre la tierra yo alcance una santa muerte, y que tú me halles digno de vuestra misericordia, y de la dicha de amarte y poseerte eternamente en la gloria del cielo. Te lo pido por el nombre de Jesucristo. Así sea.

 

Bajo tu amparo nos acogemos, ¡Oh Santa Madre de Dios!, no desoigas nuestras súplicas, antes bien de todo peligro líbranos siempre, Virgen Gloriosa y bendita. Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Amén.

 

CONSEJO DE SAN PABLO:

En el huir del mal, está la salvación;

En la oración ardiente, está la gracia

En el combate, está la victoria

Y en la perseverancia, está la eterna recompensa.

 

-Colaboración de Carlos Villaman

DEVOCIÓN BREVE A SAN CAYETANO

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DEVOCIÓN BREVE EN OBSEQUIO DEL GLORIOSÍSIMO PADRE Y CRÉDITO DE LA PROVIDENCIA DIVINA SAN CAYETANO 

Sácalo a la luz un siervo y beneficiado del Santo 

Traducido del idioma latín al castellano, para uso de todo género de personas, en meritorio desahogo de sus tiernos afectos, en empleo y honra de tan esclarecido siervo de Dios. 

Reimpresa con licencia, en el Seminario Palafoxiano de Puebla de los Ángeles. Año de 1775


El Ilmo. Sr. Arzobispo de esta diócesis y su Ilmo. Obispo Auxiliar, concedieron cuarenta días de indulgencias, a todas las personas que devotamente rezaren este responsorio.

 

RESPONSORIO DE SAN CAYETANO

Si buscas favores y prodigios

en Cayetano los verás llovidos.

Luego encontrarás los males rendidos

llagas y dolores, verás corregidos,

y en su diestra mano, todos los alivios.

Al óleo, y la flor que logra el cultivo

en su ara verás como fugitivo

se ahuyenta el demonio y al Tartáreo abismo.

 

La muerte y los males se dan por vencidos

y los que padecen amantes delirios

a entera salud se hayan restituidos.

 

Sepan los de Nápoles, como agradecidos,

de estas maravillas, hacerse testigos,

que el oleo y la flor, que logra el cultivo

en su ara se ve, el que fugitivo,

se ahuyenta al demonio, y al tartáreo abismo.

 

La muerte y los males se dan por vencidos

y los que padecen amantes delirios

a entera salud se hayan restituidos.

 

La gloria le demos, a Dios, Uno y Trino,

porque al óleo y flor que logra el cultivo

en su ara se ve, el que fugitivo,

se ahuyenta al demonio, y al tartáreo abismo.

 

La muerte y los males se dan por vencidos

y los que padecen amantes delirios

a entera salud se hayan restituidos.

 

-Padre nuestro, Ave María.

 

L/: Ruega por nosotros, Bienaventurado San Cayetano

R/: Para que seamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo

 

ORACIÓN: Omnipotente y sempiterno Dios, que hiciste que San Cayetano confiando en vuestra Providencia despreciara las cosas de la tierra y se viera enriquecido con abundantes bienes celestiales; concedednos que los que imploramos los efectos de vuestra admirable Providencia seamos socorridos en nuestras necesidades por su intercesión. Os lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

MES EUCARÍSTICO DE SAN JOSÉ - DÍA TREINTA


 

DÍA TRIGÉSIMO

DICHOSA MUERTE DE SAN JOSÉ

San José es patrón y abogado de la buena muerte. Pueden estar segaros de morir bien aquellas que se encomiendan a él. Es modelo perfecto de los que quieren morir en el Señor. San José no ejerció el ministerio de la predicación; pero se consumió en el servicio de Jesús y mereció morir entre sus brazos. Pasó largos años en el servicio de Jesús, siendo el complemento de la Sagrada Familia. Cuando llegó su hora postrera, Jesús mismo quiso anunciar a su padre osta noticia. San José no solamente se sometió, sino que bendijo la voluntad de Dios. Jesús y María estaban a su lado y le asistían. ¡Qué hermoso sería poder conocer lo que se dijeron en esos momentos! ¡Cuántas virtudes se hallaron reunidas! ¡Jesús! ¡María! ¡el santo Patriarca! ¡Ah! ¡todas las expresiones edificantes que han pronunciado los santos moribundos, brotaron primero sin duda de los labios de San José! ¡Grande era, sin embargo, la tristeza de Jesús y de María en tal trance! Y ¿cómo no había de ser así?... ¡Amaban a San José con tanta ternura! Jesús lloró sobre la tumba de Lázaro, ¿y ellos no habían de llorar sobre la de San José?... La muerte representa siempre un sacrificio; y también la muerte de los santos, aunque preciosa en el concepto del Señor, es dolorosa sobre la tierra. Al disponer Jesús para la muerte a su padre adoptivo, le consolaba o inspirábale confianza, pues nadie hay que no tema a la muerte, aún los santos en su profunda humildad. Y María, ¿con qué palabras tan suaves le consolaría?... ¡Ah! oremos siempre para ser asistidos como San José en nuestra muerte, por Jesús y por María. San José consiente en su muerte, la acepta; y esta aceptación corona su vida oculta y sus sublimes virtudes. El Hijo a quien había cuidado con tanto amor, se convierte súbitamente en su juez. ¡Oh! ¡cuán indulgente debió mostrarse Jesús para con su padre adoptivo! Ven, oh siervo bueno y fiel. Ve a anunciarme en el limbo, refiere allí cuanto has visto. Pronto iré a libertarte. ¡Oh! ¡qué fallo de amor! Cuando sonó la hora de la redención, ¿qué fruto tan escogido debió aplicarle Jesús? ¡Cuán alto cerca del de su Hijo se eleva el trono de San José! Suplicadle que sea vuestro intercesor. El santo a quien invocamos especialmente durante nuestra vida, será sin duda alguna nuestro particular protector en la hora de la muerte. ¿Quién podrá serlo mejor que San José?...

 

Aspiración: Alcánzanos, ¡oh San José! la gracia de morir como tú, unido con Jesús Eucaristía por medio del sagrado Viático.

 


 

martes, 29 de junio de 2021

VIA CRUCIS DEL SAGRADO CORAZÓN


 

ESTACIONES DEL VIA CRUCIS

CON QUE EL DEVOTO CORAZÓN DEL CRISTIANO DEBE ACOMPAÑAR AL CORAZÓN CRUCIFICADO DE JESÚS

 

Conforme lo instituyó la V. M. María de la Antigua

Dispuestas por un religioso de N. S. P. San Francisco

 

En estas estaciones se guarda el mismo orden que en las otras del Calvario.

Impresa en Puebla de los Ángeles, en la Oficina de D. Pedro de la Rosa, en el Portal de las Flores. Año de 1744

 

ORACIÓN PREPARATORIA

Altísimo Señor y Dios Eterno, ante vuestro divino acatamiento, se postra mi corazón malvado, lleno de iniquidades, con deseo firme de agradaros y serviros, acompañando el corazón tierno y lastimado de vuestro benditísimo Hijo, mi Señor Jesucristo, haced dueño y criador mío, que mi corazón sea limpio de toda culpa, con el llanto de un arrepentimiento verdadero, con el afecto de un amor grande, tierno y compasivo a los trabajos del Corazón de mi Redentor Jesús, y finalmente, con la conformidad de vuestra sacratísima voluntad, en todo y por todo, para que así merezca vuestra gracia, y las que los sumos Pontífices han concedido a los que meditan la Sagrada Pasión, las aplico por su intención, por el bien de la Iglesia y alivio de las Benditas Almas del Purgatorio, y para disponerme a vuestro agrado, digo, que me pesa de haberos ofendido, y protesto de todo corazón, morir primero que volveros a ofender. Ahí tenéis mi corazón, mudadlo de lo malo en bueno, por el bendito, santo, dulce y fino amante Corazón de mi buen Jesús, que vive y reina con vos, por todos los siglos de los siglos. Amén.

 

PRIMERA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla el Corazón amante de Jesús, como previniendo que iba a morir, discurrió como quedarse con nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar, aun viendo el corazón del malvado Judas, que ya le había vendido. Mira que el Corazón de Jesús, tan divino, que crucificado de dolor de ver que se había de despedir de su dulcísima Madre y de sus discípulos, y que había de sudar Sangre en el Huerto al contemplar su Muerte, y que después le habían de prender como si fuera un salteador facineroso, no obstante, fue su corazón tan fino, que le hizo ejecutar tan gran fineza, no atendiendo sus mismas injurias. Alienta tu corazón, y múdalo, si hasta aquí ha sido corazón de lobo sangriento, sea ya de manso cordero, acompañando al humilde y fino Corazón de Jesús, con amoroso y constante afecto.

 

ORACIÓN

Dulcísimo y amorosísimo Jesús, yo adoro, alabo y bendigo tu Santísimo, tierno y adolorido Corazón: dadme Señor un corazón fino, por la fineza de tu corazón, dadme Señor un corazón amante, por el amor de tu Corazón, dadme un corazón tierno, por la compasión de tu Corazón, para que así te imite, perdonando a mis enemigos, a quienes de todo corazón perdono, y deseo todo bien. No permitas Señor, que mi corazón te sea traidor, hazlo fiel, y por el dolor que sintió tu Corazón, con la traición de Judas, haz que yo sienta las que contra ti eh cometido, para que así sea mi corazón conforme con el tuyo. Amén.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

 

JACULATORIA: Bendito sea el Corazón de Jesús, que tanto padeció por nosotros, Señor, mueve nuestros corazones, por tu bendito Corazón. Amén.

 

 

SEGUNDA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla al Corazón de Jesús en la casa del Pontífice Anás, donde por una respuesta sana y mansa, recibió su Majestad aquella cruel y desvergonzada bofetada, y mira cual quedaría su amante corazón con tal afrenta.

 

ORACIÓN

Finísimo Jesús, Padre y Señor mío, postrado adoro vuestro humildísimo y afrentado Corazón, y quisiera Señor, que llorara eternamente mi corazón a las bofetadas que os ha dado, con tanta desvergüenza, abusando de vuestra paciencia ¡Oh Señor! como no mueve mi corazón con tal dolor ¡Oh Señor! perdóname y trueca mi corazón en manso y agradecido, para que acompañe en sus afrentas a tu Corazón lastimado, y me libre de la afrenta eterna que merece mi maldito corazón. Amén.

 

 

TERCERA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla lo que padecería el Corazón de Jesús, con las injurias, baldones y blasfemias que oyó en casa de Caifás, y sobre todo, el dolor que tendría de ver tan trocado el corazón de su amado Apóstol San Pedro, a quién había hecho cabeza de su Iglesia, que le negó una, dos y tres veces.

 

ORACIÓN

Amorosísimo Jesús, por las injurias que sufrió tu Corazón en casa de Caifás, y por la congojosa fatiga que le apretó mucho más, con la infidelidad del Apóstol San Pedro, te pedimos que, tiernos y sentidos nuestros corazones, siempre sean fieles, siempre te confiesen como Santa Libertad a vista del mundo, y sin hacer caso de sus juicios y errados pareceres, para que, acompañándote en esta pena, merezcamos unirnos a tu Corazón Santo, a tu Corazón fiel por toda la eternidad. Amén.

 

 

CUARTA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla, como estaría el Inocentísimo Corazón de Jesús en pie, ante el Cónsul Pilatos, acusado y calumniado como reo, y el Juez muy sentado, examinando las falsas acusaciones.

 

ORACIÓN

Sapientísimo Jesús, tu Santo Corazón acusado como reo, habiendo siempre sido el bienhechor de todos ¡Oh Corazón dulce! ¡Oh Jesús Santo! tu Señor, no nos castigue tu justicia, que tenemos corazones reos de maldad, que hemos cometido contra ti, sino por esta aflicción, que atravesó tu Corazón Santísimo, perdona las malicias de nuestros corazones, y estampa en ellos tu inocencia, para que te amemos, y cuando nos juzgues, tengas misericordia de nosotros. Amén.

 

 

QUINTA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla la irrisión, mofa y escarnio con que el torpe rey Herodes, trató a nuestro bien Jesús, mandándole poner una vestidura blanca como a simple y fatuo, y cual sería la aflicción de aquel candidísimo corazón.

 

ORACIÓN

Humildísimo Jesús, cuyo Corazón es depósito de la Eterna Sabiduría, por esta tan malvada afrenta, que humilles a nuestros soberbios corazones, y que solo sepamos amarte, servirte y agradecerte estas penas tan amargas, que por nosotros sufriste y que jamás se aparte de tu compañía nuestro corazón, sintiendo tus penes y conociendo nuestra ingratitud, para que así merezcamos la estola blanca de la gracia. Amén.

 

 

SEXTA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla al Corazón de Jesús, cual estaría de afligido, con las demandas y respuestas de los jueces y del pueblo, cuando vuelto a casa de Pilatos, este le mostró a la ventana y después le mandó azotar, donde quedó desmayado sobre su misma Sangre.

 

ORACIÓN

¡Oh dulcísimo Corazón de Jesús, ya sin aliento y fuerzas a la dura crueldad de tus sangrientos enemigos! por el lastimoso desmayo que padeciste, que alientes nuestros corazones a contemplar con eficacia tus trabajos, para que, en nuestro corazón, no haya otra cosa, que esta tierna memoria con que, despreciando al mundo eternamente, te acompañemos. Amén.

 

 

SÉPTIMA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla, cuan lleno de congojas estaría el Corazón de Jesús, coronada de espinas su Santísima Cabeza, mofado, escupido, gargajeado y todo hecho burla, y entretenimiento de aquella maldita gente.

 

ORACIÓN

Jesús bendito, Rey Eterno y verdadero, por aquella pena que padeció tu humildísimo Corazón en estos pasos, te suplicamos nos des un corazón resuelto, para imitar tus trabajos, y llorarlos de corazón, con que podamos satisfacer lo mucho que debemos, y merezcamos reconocerte Reyen la Eternidad, donde siempre asistes y vives glorioso. Amén.

 

 

OCTAVA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla el Corazón de nuestro bien, Jesús, que vergonzoso y tierno, al mostrarle segunda vez a la ventana, tan lastimado, sangriento y desecho, que el mismo Juez fue necesario que dijese: “Este es el Hombre” para que le conociesen.

 

ORACIÓN

Pacientísimo Jesús, Hombre y Dios juntamente, las apretadas penas que en aquella ocasión sintió vuestro amantísimo Corazón, que nos reconozcáis por hombres hechos a imagen y semejanza de Dios, en fe de lo cual os ofrecemos nuestros corazones, con los cuales saludamos, reconocemos y confesamos vuestra Humanidad Santísima, unida a la Divinidad, y os pedimos que, como Hombre y Dios, nos salvéis y hagáis que nuestros corazones sean de Dios para amaros siempre. Amén.

 

 

NOVENA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla al Corazón de Jesús, que afligido, que solo, que desamparado, al oír la formidable sentencia de muerte, que con tanto desacato se fulminó y pregonó contra su Majestad.

 

ORACIÓN

¡Oh Santísimo Jesús! cuyo Corazón obedeció la sentencia de muerte, conforme con la voluntad del Eterno Padre, por el pecado del hombre ¡Oh corazones los nuestros, que esperamos! ¡en que nos fiamos a vista de nuestro sentenciado Corazón! Señor, alumbrad nuestros corazones, para que, llorando esta pena, borren nuestras lágrimas la sentencia que merecemos, lo cual, por este dolor de vuestro Santísimo Corazón os pedimos. Amén.

 

 

DÉCIMA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla al Corazón de Jesús con la Cruz a cuestas, al encuentro de su Santísima Madre, las afrentas del vulgo, caídas del camino, los desmayos, y, sobre todo, como se verían aquellos dos finísimos corazones de Hijo y Madre.

 

ORACIÓN

¡Oh Corazón gallardo! ¡Oh Corazón Deífico! hasta donde llega tu ardor y fineza ¡Oh dulce Jesús! quien será capaz de saber la pena de tu Corazón y el de tu Purísima Madre ¡Oh que purísimos Corazones! que tristes, que afligidos, y que atormentados ¡Oh corazones duros los nuestros, que no lloramos tanta lastima por nosotros padecida! Señor, ablanda nuestros corazones por tu tierno Corazón y por el de María Purísima. Amén.  

 

 

UNDÉCIMA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla al Corazón de Jesús, cuando puesto su Majestad en el Monte Calvario, le desnudaron, le tendieron y Crucificaron de pies y manos.

 

ORACIÓN

Jesús benigno, Jesús Santo, Jesús Esposo, por la humildad de tu Santísimo Corazón, con que, obedeciendo a los verdugos, te tendiste en la Cruz para recibir tan cruel martirio, que hagas Señor, a nuestros corazones crucificados, conforme con tus preceptos y llenos de obediente humildad, con que te imitemos, y crucifiquemos todos nuestros deseos y voluntad desordenada. Amén.

 

 

DUODÉCIMA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla al palpitante Corazón de Jesús, cuando ya colgado en la Cruz, habló su Majestad aquellas siete palabras, y como despidiéndose de nosotros, dio las últimas lágrimas y murió.

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! Padre y dueño mío y vida mía: corazones tenemos Señor, más duros que peñascos y peores que basiliscos, pues nos alegramos a vista de nuestro muerto Corazón. ¡Oh Congoja de Jesús! Murió su Corazón noble, su Corazón Santo, su Corazón amigo, su Corazón fino, su Corazón tierno, y murió por nuestro corazón: Señor, nosotros os damos nuestro corazón, desde ahora, con todas las vetas hasta la tremenda hora que esperamos del morir, recibidlos por vuestro Corazón. Amén.

 

 

DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla, que dolorido estaría el Corazón de María Purísima, cuando recibió en sus brazos el destrozado cuerpo de Jesús con su difunto Corazón.

 

ORACIÓN

¡Oh Inocentísimo y Purísimo Corazón de María! nuestros corazones pertinaces mataron y repiten cada día la muerte de ese yerto y frío corazón, por las penas acerbas que os causó ver a vuestro Hijo tan desecho, os suplicamos se deshagan en llanto nuestros corazones, como agresores de tal delito, tened Señora piedad de nosotros, y recibid nuestros corazones, donde estampéis ese estrago, esa lastima, para acompañaros en tanta pena. Amén.

 

 

DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN

CONSIDERACIÓN

Contempla, Sepultado al Cuerpo de Jesús, y su Corazón, sin el más mínimo aliento, encerrado en su cuerpo hecho pedazos: el Corazón, solo, triste y merláchico, de su Santísima Madre y acompañada de Corazón en su terrible soledad.

 

ORACIÓN

¡Oh Dios Santo! ¡Oh Corazón de Jesús! ¡Oh triste Corazón de la Purísima María! quedó sola sin el Corazón de su Hijo, que era la vida, la alegría y el descanso de su Corazón. Soberana Reina, aquí están nuestros corazones, aunque indignos para deposito de vuestro difunto Corazón: haced Madre y Señora nuestra, que como en vuestro Corazón quedó estampada la lastimosa tragedia del Corazón de Jesús, en los nuestros se estampe con íntima compasión de sus trabajos, que no pensemos otra cosa que no ocupe nuestro corazón cosa del mundo, de la carne y del diablo, sino solo tenga al Corazón de Jesús, nuestro hermano, nuestro Maestro, nuestro Redentor, y nuestro Glorificador, para que en la amarga despedida de esta vida, nos favorezca vuestra compañía ¡Oh Madre nuestra! Vos Señora, quedasteis para nuestro refugio en este destierro, dadnos verdadero corazón para llorar deveras nuestras culpas, que tanto afligieron vuestro Corazón. Ya nos pesa de todo corazón, pecamos, y ya proponemos no más pecar, socorred nuestros corazones por el Bendito Corazón de Jesús, que sea alabado, ensalzado, y glorificado eternamente. Amén.

 

 

BENDICIONES

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que tanto padeció por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que se formó por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que nació por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, circuncidado por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús Niño, desterrado por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que se perdió por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que caminó, conversó y predicó por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que se transfiguró por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que ayunó cuarenta días por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que instituyó el Santísimo Sacramento de la Eucaristía por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que le vendieron en tan poco precio por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que oró y sudó sangre por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que le prendieron por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, que le juzgaron, escupieron y burlaron por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, abofeteado por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, azotado por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, sentenciado a muerte por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, afrentado por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, cargando con la Cruz por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, desnudo y crucificado por mí.

-Bendito sea el Corazón de Jesús, muerto y sepultado por mí.

 

Bendito sea tan Santo y tan bendito Corazón, oficina de los mayores males por nuestros mayores bienes, bendito sea tan sabio, humilde y manso Corazón, depósito de tanta pena para nuestra mayor gloria: Jesús, os doy mi corazón, y así hasta aquí no ha sido mi corazón vuestro, de todo mi corazón os lo doy, para que estampéis en el vuestro Sacratísimo, dulcísimo, amorosísimo Nombre. Viva en mi corazón Jesús, pues yo estoy en su Corazón. Viva Jesús, corazón mío, Viva Jesús, Corazón de Jesús, Viva Jesús y María en nuestros corazones, ahora y siempre y por toda la eternidad. Amén.

Un Credo por la intención de los bienhechores.

 

LAVS DEVS

MES EUCARÍSTICO DE SAN JOSÉ - DÍA VEINTINUEVE


 

DÍA VIGÉSIMO NONO

VIDA DE SAN JOSÉ EN MEDIO DE LA SAGRADA FAMILIA

Jesús era el centro del amor de María y de José. Allí donde está el cuerpo se Reúnen las águilas; donde está tu tesoro allí está tu corazón. De suerte que poseer a Jesús formaba toda la dicha de la Sagrada Familia. No se apegaban a Belén, á Nazaret, ni a Egipto, su corazón no podía desear nada más, cuando poseía a Jesús. ¡Cuán presuroso y con qué santo gozo volvía San José a la casa donde habitaba el divino Niño! ¡Cómo evitaba perder el tiempo lejos de Él! ¡Bien sabía que Jesús era el amor divino encarnado! Así también mi hogar, mi familia, mi centro ha de ser Jesús Sacramentado, a cuyo lado tengo la dicha de morar. Á semejanza de José sólo ahí debo hallar el lugar de mi reposo. Jesús era el hilo de la vida de María y de José. Sólo para Él vivían y trabajaban. ¡Con qué placer trabajaba San José para ganar el pan para el tierno Niño y su divina Madre! ¡Que dicha le proporcionaba recibir el pobre salario de su trabajo! y cuando encontraba alguna dificultad, ¡cuán dulce le era vencerla con la mira de Jesús! Del mismo modo, Jesús ha de ser el fin de mi vida, puesto que soy un verdadero José de su estado sacramental. Jesús ha de ser la ley, el gozo y toda la felicidad de mi vida; ¿puede darse en efecto, vida más hermosa que la del Santísimo Sacramento?... Jesús era el constante alimento de la vida de unión de María y José. Ellos se sentían felices al contemplarle, escucharle, verle trabajar, obedecer, orar. ¡Todo lo hacía con tal perfección! Su felicidad era inefable, sobre todo cuando admiraban su interior, sus intenciones, sus sentimientos, el móvil de sus acciones; cuando le veían escoger las ocasiones de practicar la pobreza, la obediencia, la mortificación; cuando contemplaban sus humillaciones voluntarias, su anonadamiento y al verle referir toda la gloria a su Padre celestial, sin reservarse nada como hombre. Jesús, María y José no tenían más que una vida; una sola cosa deseaba: glorificar al Padre celestial. He ahí lo que también debo yo hacer. Para ello me es preciso entrar en la unión de María y José; compartir su vida, la vida de familia, la vida íntima e interior, cuyo único secreto se encuentra en Dios. ¡Qué felicidad ser llamado a esa vida! Mi dicha será vivir con María y José, del amor de Jesús Eucaristía.

 

Aspiración: Alcánzanos ¡oh San José! el vivir contigo unidos a Jesús Eucaristía.

lunes, 28 de junio de 2021

NOVENA A SANTA CLARA DE MONTEFALCO


TIERNA Y PIADOSA MEMORIA DE LA PASIÓN Y MUERTE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO CRUCIFICADO, MILAGROSA Y DIVINAMENTE ESCULPIDO EN EL CORAZÓN DE SANTA CLARA DE LA CRUZ DE MONTEFALCO, RELIGIOSA AGUSTINA EN UNA DEVOTA NOVENA A ESTA GLORIOSA SANTA, PARA ALCANZAR POR SU INTERCESIÓN DE LA DIVINA MAJESTAD LAS VIRTUDES

 

Dispuesta por el R. P. M. Er. Juan de Villa Sánchez, del Orden de Predicadores, Rector que fue del Real y Pontificio Colegio de San Luis, Comisario del Santísimo Rosario y actual Prior del Convento de San Pablo, a devoción de una religiosa de Santa Mónica

Impresa en Puebla de los Ángeles, en la imprenta de la Vda. de Miguel de Ortega, año de 1747.

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Dulcísimo, amabilísimo, benignísimo Jesús, piadosísimo Redentor de nuestras almas, que, sentado a la diestra de la Majestad en las alturas, conservas aquellas cinco sacratísimas llagas, que recibisteis en la Cruz por nosotros, para orar, para abogar con ellas por nosotros ante tu Eterno Padre: yo te adoro bien mío, amor mío, yo te adoro, no solo glorioso, sino nueva y admirablemente crucificado: yo te adoro, no solo en el seno de tu Padre, sino en el puro y casto virginal corazón de tu fidelísima esposa Santa Clara de la Cruz, en que fuiste como nunca visto prodigio grabar, esculpir tu Sacratísima Imagen, para avivar nuestra fe, para despertar la tiernísima memoria de tu dolorosísima Pasión y afrentosísima muerte, de que tanto se olvida nuestra torpe ingratitud, esta memoria ¡Oh Jesús amabilísimo! me hace acordar de mi olvido. Yo, infelicísima alma, yo, hombre ingratísimo, yo, desconocidísima criatura, yo, siervo tuyo sumamente infiel y desleal, no acordándome de ti, olvidado de esa Sangre que por mí derramaste, de esa Santísima Vida que diste por mi en un leño, he pecado, te eh ofendido, te he vuelto a crucificar, este corazón ingrato, este corazón infiel, este corazón atrevido, amando lo que aborreces, ha sido un cruel verdugo, cuantas veces pequé, renové tus llagas, herí, traspasé tu corazón con una lanza. ¡Así eh tratado! ¡Así te eh correspondido! lo conozco, lo confieso, lo quiero llorar (ojalá con lágrimas de sangre) quiero arrepentirme: Ea mi Jesús, atraviesa este infeliz corazón con el dardo de un verdadero dolor de haberte ofendido, me duelo, me arrepiento cuanto puedo, has tu que sea cuanto debo. Dadme mi Jesús en esta hora, una verdadera vehemente contricción de mis pecados, yo los aborrezco, yo los abomino, yo los detesto, como ofensas hechas contra ti mi Dios, me pesa, me pesa de todo corazón haberte ofendido. No más pecar, no más pecar, amarte, obedecerte, servirte, corresponderte mi Jesús Crucificado, así lo propongo con tu gracia, tu me lo concedas por los infinitos méritos de tu Pasión y muerte. Amén.

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús, óyeme! Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de ti. Del enemigo maligno, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a ti, para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

DÍA PRIMERO

ORACIÓN

Oh Gloriosísima Virgen Santa Clara de la Cruz, que, con la viva fe, con la perpetua memoria y continua meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, no solo mereciste que una y otra ves se te apareciese, sino, lo que, es más, que, con maravilla nunca oída, gravase y esculpiese su Sacratísima Imagen en tu puro, inocente y virginal corazón. Ruega ¡Oh felicísima Clara! por mi y por todos tus devotos, alcánzanos de tu Esposo, firmeza y perseverancia en la fe, que así por gracia de Dios, creemos y consideramos a Jesús, Hijo de Dios, Redentor y Salvador nuestro, perseveremos en esta fé hasta el último instante de nuestra vida, en que, encomendando nuestro espíritu en las manos de nuestro dulcísimo Redentor, la entreguemos y depositemos en la llaga de su costado. Amén.

 

 

DÍA SEGUNDO

ORACIÓN

¡Oh Clara admirable! fidelísima y felicísima esposa de Jesús, a quien entre los riquísimos dones de su gracia con que te dotó tu Crucificado esposo Jesús, te constituyo singularmente en una firmísima esperanza, dándote por prenda y seguro de sus promesas, su viva imagen grabada y tallada en tu mismo corazón: ruega por mí, gloriosísima Clara, para que, no oprimido de la gravedad y muchedumbre de mis pecados, pierda alguna vez aquella esperanza, que tengo colocada en Jesús mi Redentor, sino que ofreciendo continuamente al Eterno Padre aquellos dolores, aquellas agonías, aquellas llagas, aquella muerte, aquella Sangre de mi Jesús, como precio abundantísimo de mi copiosa redención, espere de la divina misericordia, las inspiraciones, los llamamientos, los auxilios eficaces de la gracia, y la eterna felicidad de la gloria. Amén.

 

 

DÍA TERCERO

ORACIÓN

¡Oh Virgen Clara, firmísima amante y singularmente amada de Jesús Crucificado! ¡Oh Clara! prodigio del amor y milagro de la gracia, en cuyo corazón quiso Jesús encarnar su Sacratísima y Divina Imagen, quien como tu ah alcanzado una tan alta semejanza con la gran Madre de Dios, que así como la Santísima Virgen tuvo en su Purísimo Vientre al Hijo de Dios hecho hombre, de su propia carne, y de su propia substancia, así tuviste en tu pecho su divina efigie, hecha y formada de la sustancia y de la carne de tu limpio corazón, viva con tu misma vida, animado con tu misma alma: ruega pues, Ilustre Virgen, a aquel Señor a quien tanto amaste y que tanto te amo, que abrace, que inflame, que encienda mi corazón en su amor, que le ame cuanto deseo y cuanto debo, que le ame con todo mi corazón, con todo mi entendimiento, con toda mi alma, con todas mis fuerzas, que no piense sino en amarle, ni hable sino de su amor, ni obre sino por su amor, que solo mi dulcísimo Jesús, sea toda mi intención, todo mi deseo, todo mi afecto, todo mi cuidado, toda mi meditación, y que en todo y por todo, haga siempre su santísima voluntad, y solo aspire a su mayor honra y gloria. Amén.

 

 

DÍA CUARTO

ORACIÓN

Gloriosísima Clara, Virgen admirable en la Inocencia y en la penitencia más admirable, que habiendo empezado a amar a Dios, desde que empezaste a conocerle, con ninguna culpa manchaste la cándida estola, lavada en la Sangre del Cordero que recibiste en el Bautismo, que desde edad de cuatro años, elegiste por esposo a Cristo Crucificado, y no habiéndolo ofendido jamás gravemente, te arrepentías, te dolías y llorabas amarguísimamente tus leves defectos, como si fueran culpas gravísimas. Ruega ¡Oh Virgen Santa! a aquel Señor, que grabado y esculpido en tu corazón inocente, excitaba en tan vivo dolor, tan eficaz arrepentimiento, ruega por nosotros, miserabilísimos pecadores, que teniendo a su Divina Majestad, tan ofendido, no nos dolemos como debemos, pídele a Jesús, que por todos sus dolores, y por aquel (cualquiera que fue) el mayor, el supremo de todos cuanto padeció Crucificado, nos dé un dolor vivo, un dolor eficaz, un dolor vehemente, un dolor que iguale a la maldad de la ofensa, que por aquel bote de la lanza, que abrió su Sacratísimo Pecho, nos de un dolor que rompa, que parta, que traspase nuestro corazón, para que derramando por los ojos sangre por lágrimas, lavemos con la suya y con la nuestra, las manchas de nuestras culpas, así sea Jesús, amor dulcísimo, así sea, dueño piadosísimo y amorosísimo de las almas y de los corazones, rómpase, pártase, despedácese de dolor el corazón que ha amado alguna cosa contra su Santísima Voluntad. Así sea por tu misericordia, y por los ruegos de tu inocentísima y Penitentísima Virgen Santa Clara, para que el verdadero arrepentimiento nos restituya a tu amistad y a tu gracia. Amén.  

 

 

DÍA QUINTO

ORACIÓN

Oh Ínclita e Ilustre Virgen Santa Clara, cuya pura alma y virginal cuerpo, fue templo vivo del Espíritu Santo, y cuyo sagrado corazón fue el sagrario, fue altar, fue ara de Cristo Crucificado, ¿quién pudo igualmente a ti, aborrecer y abominar el pecado? ¿Quién pudo detestarlo como tú, que tenías en el corazón grabado y esculpido a Jesús, que murió por quitar del mundo el pecado? ¿de dónde ¡Oh Virgen Gloriosa! te pudo tanto aborrecimiento a los pecados, no solo para no tener los propios, sino para detestar los ajenos, de donde sino de tener en tu corazón a Jesús llagado por nuestras iniquidades, quebrantado por nuestros delitos? Ruega pues, ¡Oh benditísima Clara! a nuestro dulcísimo dueño, a nuestro amantísimo Jesús, que llene mi corazón de tanto amor suyo, como aborrecimiento al pecado, que me llene de un sumo horror de añadir llagas a tus llagas, dolores a sus dolores, tormentos a sus tormentos, no le de yo de beber la hiel infinitamente amarga de mis culpas, que habiendo derramado su preciosísima Sangre para lavarme con ella de las manchas de mis delitos, me horrorice y tiemble inmensamente de volvérsela al rostro llena de lodo, de los actos, de las inmundicias de mis pecados: ¡Oh Jesús amabilísimo, clavado en una Cruz por mis maldades! ruégote por las indulgentísimas entrañas de tu misericordia, enmienda mi vida, mejora mis hechos, compón mis costumbres para que aborrezca lo que única y solamente tu aborreces, que el pecado por cuyo aborrecimiento diste la vida, lo aborrezca yo, lo abomine, lo hay, lo deteste con toda mi alma. Amén.

 

 

DÍA SEXTO

ORACIÓN

Oh benditísima Virgen Clara, cuyo sublime y heróico espíritu quiso Dios Todopoderoso, purificar y purgar con siete años de una terrible desolación, ejercitándote tan severamente en su Santo Temor, que tenía sumergida en un abismo de impenetrables sombras de dudas, de desconfianzas, de desamparos que crecían en tu alma, especialmente a vista de aquel terrible espectáculo de la indignación de Dios, aquel portentoso ejemplo de su divina justicia Cristo Crucificado, que tenías esculpido en tu mismo corazón: Hazme, Oh Virgen Santa, con tu intercesión y con tu ejemplo participante del Santo Temor de Dios, alcanzándome de la Divina Majestad, que nunca aparte de mi memoria y de mi mente a mi Señor, a mi Salvador, a mi Redentor, a mi Jesús Crucificado, y que meditando en las llagas, en las espinas, en los clavos, en los dolores, en las angustias, en las afrentas, en la sed, en las amarguras, en el desamparo de mi Jesús, en todo aquel destrozo y estrago que por los pecados de los hombres, ejecutó Dios en el Justo, en el Inocente, en el Santo, en su Hijo, en su Unigénito, en Dios hecho hombre, piense continuamente y con sumo horror de mi maldad tema, que ejecutara por mis pecados la divina indignación en mi vilísima criatura, en mí, siervo infiel y desleal, en mí, ingrato siervo fiel y desleal, en mí, ingrato a tus beneficios, en mí, injusto despreciador de sus divinos preceptos, en mí, que redimido con la sangre de tu Hijo, la menosprecio y la piso. Tú, dulcísimo Jesús, por los ruegos e intercesión de tu dulcísima esposa, clava y crucifica con el temor santo de mis carnes, comience desde ahora a ser poseído de este santo temor, tema como hijo, no como siervo, tema, no las eternas penas, sino el eterno desamparo, tema, para que te ame, tema tu justica para que me disponga a tu gracia. Amén.

 

 

DÍA SÉPTIMO

ORACIÓN

Oh Tierna, compasiva y Fiel esposa de nuestro Señor Jesucristo Crucificado, Santa Clara de la Cruz, a quien, apareciendo la Santísima Virgen con su dulcísimo Hijo en los brazos, deseando tu recibirle para tenerlo en los tuyos, el bellísimo Niño se recató y escondió en el regazo de su Santísima Madre, porque no quería desposarse contigo, Niño tierno, dulce, delicado, sino Varón de Dolores, quería ser para ti el esposo de la Sangre que grabado y esculpido en tu corazón, te hiciese participante de sus dolores, y que tu vida fuiste una perpetua compasión de su penosísima muerte: ¡Oh! corazón tuyo, Clara Bendita, tanto más feliz, cuanto más adolorido y atormentado ¡Oh Corazón! que podían envidiar los Ángeles de paz, para estarle en la misma bienaventuranza, doliendo y llorando amargamente la Pasión y Muerte de Jesús, y pues tu ¡Oh Clara! fuiste en este don tan singular, pide amantísima Esposa al Dios de tu corazón, que me quite este corazón de piedra y me dé un corazón de carne, que sepa sentir lo que solo debe sentirse, la muerte de mi dulcísimo Redentor, vuelva yo en mi, despierte de mi ingratitud, deponga mi dureza, deje mi insensibilidad, sienta a lo menos en mi corazón un dolor de que en el cuerpo y en el alma, tanto padeció por mí: ¡Oh pacientísimo bien mío! ¡Oh amor mío Crucificado! todos los dolores que padeciste, de mi los quitaste, son míos, vuélveme uno de tantos, un dolor, un sentimiento, una compasión, que haga estar siempre Crucificado contigo. Sea así mi buen Jesús, por los ruegos de tu santa Esposa Clara, para que compadeciendo contigo, sea contigo glorificado. Amén.  

 

 

DÍA OCTAVO

ORACIÓN

¡Oh felicísima y Bienaventurada Virgen Clara! en cuyo virginal corazón, hizo Jesucristo un calvario de delicias en no padecer, sino gozar una crucifixión dulce, una crucifixión agradable, una crucifixión amorosa, en tu amantísimo corazón gozó Jesús pasión sin penas, tormentos sin dolor, heridas sin sangre, clavos sin martirio, cruz sin agonía, expiración sin muerte, en tu corazón la Cruz es dulce, dulces los clavos, dulces las espinas, dulce la hiel y hasta la lanza, no era cruel, sino dulce, porque de tu corazón amantísimo se tomaron los instrumentos de tan dulce y amorosa Pasión, en tu corazón, Oh Virgen Clara, buscó y halló Jesús el desagravio de los ingratísimos mortales, que le retributamos males por bienes, odio por su dilección, tú, sintiendo siempre sus dolores, compadeciendo sus penas, correspondiendo su amor, agradeciendo sus beneficios, le hiciste dulce aquella muerte de Cruz, que grabó y esculpió en tu corazón ¡Oh Virgen Santa! ¡Oh Virgen felicísima! duelante nuestra ingratitud, sino por lo que tiene en nosotros de miseria y de culpa, por lo que tienes contra tu Divino Esposo de ofensas. Yo, yo el más ingrato de todos sus redimidos, desleal, desconocido, no he empleado toda mi vida en agradecerle, en darle gracias, por haberme redimido con su Preciosa Sangre, y lo que inmensamente más enorme ingratitud, después de redimidos me he vuelto a ser esclavo del demonio por las culpas, pensando y conociendo que ello es repeler, desechar, malograr, aquel precio infinito de mi Redención, tú, Virgen Santa, postrada ante el soberano acatamiento de tu dulcísimo Jesús, ruega, pide, insta, que perdonándome su Divina Majestad esta injuria, me inspire un perpetuo recuerdo, me excite, me mueva aun digno agradecimiento al inmenso beneficio de mi redención, que de aquí en adelante no viva para mí, sino para aquel amantísimo Redentor, que murió por mí, que todo lo que siento, lo que muevo, lo que pienso, lo que hablo, lo que obro, lo que vivo, y lo que soy, sea todo a obsequio, a honra, a alabanza, a gloria de mi dulcísimo Jesús, de mi amantísimo Redentor. Amén.

 

 

DÍA NOVENO

ORACIÓN

¡Oh Virgen escogida y especialmente amada de Dios! pues aquel Señor que hace señalada y selladamente los corazones humanos que no selló el tuyo con otro sello que el de su Unigénito Hijo Crucificado, bendigo, alabo, glorifico a aquel Señor que obró en ti un tan nunca visto milagro, y te hizo un tan nunca oído beneficio, y a ti, Virgen Santa, te alabo y te bendigo en Dios, que correspondiendo tan exactamente estos dones, estos favores del altísimo, no solo tuviste el alma Crucificada con Cristo, sino que también en la Cruz de Cristo clavaste y crucificaste la carne, con todos sus vicios, sus apetitos, sus pasiones y deseos, llorando en tu corazón la muerte de Cristo, y manifestando en la mortificación de tu cuerpo la misma vida de Cristo, queriendo Dios que tu penitencia y austeridad, fuese ejemplo de las almas religiosas que se abrasan con la Cruz y confusión de los mundanos, que amando las delicias, son enemigo de la Cruz: Ruégote pues, ¡Oh Ilustre Virgen! que intercedas por mi con tu dulcísimo esposo, mi Señor Jesucristo, para que por los méritos de su Santísima Pasión y muerte, me conceda las virtudes que por esta novena le he pedido, fe, esperanza y caridad, aborreciendo el pecado, el santo temor de Dios, la compasión de sus dolores y muerte, el agradecimiento al beneficio de la Redención, y el amor a la Cruz de la mortificación. Y tú, dulcísimo bien mío crucificado, poderosísimo Imán de los corazones, que desde la Cruz atraes a todas las cosas, atrae a mi corazón, atrae mi alma, atrae mis potencias y sentidos, úneme a ti por gracia, para que con tu amada y escogida esposa Santa Clara, con todos los bienaventurados con la Santísima Virgen María, tu Madre, te alabe y bendiga, por toda la eternidad en la gloria. Amén.

 

O. S. C. S. M. E. C. A. R.

 

 

Grabado del Corazón de Santa Clara de la Cruz


ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...