martes, 13 de agosto de 2019

DEVOCIONARIO DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

VISITA, NOVENA Y EJERCICIOS PIADOSOS
PARA LOS ARCHICÓFRADES Y TODOS LOS DEVOTOS
DEL INMACULADO
CORAZÓN DE MARÍA

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VISITA
AL
INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Para que los asociados cumplan con la visita mensual, basta que el día que les haya cabido en suerte, recen tres Ave Marías por los fines de la Archicofradía, aunque sea en su misma casa. Pero en cuanto pueda hacerse aconsejamos que se haga en la iglesia y en el altar propio de la Archicofradía, para lo cual podrán valerse de los ejercicios siguientes:


Hecha la Señal de la Cruz, prepárense los propósitos que conviene hacer, dense gracias a Dios por los beneficios recibidos, y puesto ante su divina presencia con viva fe y confianza, caridad y dolor de los pecados, digan la siguiente


ORACIÓN


Dios y Señor mío, dignaos aceptar esta visita que por amor vuestro hago al purísimo Corazón de vuestra Madre, y Vos, Virgen Santísima, alcanzadme las gracias que necesito para sacar el debido fruto. 


CONSIDERACIÓN
Sobre la excelencia y bondad del Corazón
 de María.


El Corazón Santísimo de María es el más santo, puro, noble y grande, que ha formado la mano del Todopoderoso después del de Jesús; manantial perenne de bondad, dulzura, misericordia y amor, dechado de las más excelentes virtudes, imagen acabada del Corazón de Cristo; Corazón inflamado de ardiente caridad, el cual por sí solo ama más a Dios que todos los serafines juntos. Este Corazón dio más gloria a la Beatísima Trinidad con el menor de sus actos, que todas las criaturas reunidas con los actos más heroicos. Es el Corazón de la Madre del Redentor y de la Madre de los hombres, Corazón amorosísimo, de caridad muy tierna, sumamente compasivo de nuestras desgracias, traspasado de dolor por nuestra salvación eterna, y que en medio de la inmensa gloria que tiene en el cielo, conserva las mismas disposiciones; por lo cual es digno de toda alabanza, de todo obsequio y amor, y de que todas las criaturas lo veneren y pongan en él su confianza. Ábrele, pues, tu corazón, y pídele cuanto necesites, porque es tan tierno y bondadoso que otra cosa no desea que hacer mercedes. Ruégale de un modo especial por la conversión de los pecadores.


Pida aquí el asociado las gracias que desee, lo cual hecho, para mejor alcanzarlas, diga al Purísimo Corazón de María las siguientes


SALUTACIONES


Os adoro, amabilísimo Corazón de María, que ardéis continuamente en vivas llamas del divino amor; por Él os suplico, Madre mía amorosísima, encendáis mi tibio corazón en ese divino fuego en que estáis toda abrasada. -Avemaría y Gloria.

Os adoro, Purísimo Corazón de María, de quien brota la hermosa azucena de la virginal pureza; por Él os pido, Madre mía inmaculada, purifiquéis mi impuro corazón, infundiendo en él pureza y castidad. -Avemaría y Gloria.

Os adoro, afligidísimo Corazón de María, traspasado con la espada del dolor por la Pasión y Muerte de vuestro querido Hijo Jesús, y por las continuas ofensas que se cometen contra su Divina Majestad; dignaos, Madre mía dolorida, penetrar mi duro corazón con un vivo dolor de mis pecados, y con el más amargo sentimiento, de los ultrajes e injurias que está recibiendo de los pecadores el divino Corazón de mi adorable Redentor. -Avemaría y Gloria.

V. ¡Oh María Inmaculada, mansa y humilde de Corazón!


R. Unid mi corazón con el del Divino Redentor.


ORACIÓN


Clementísimo Dios que para la salvación de los pecadores y refugio de los miserables quisisteis hacer el Corazón de María tan semejante en el amor y en la misericordia al de Jesús; condednos que, celebrando las admirables prerrogativas de este dulcísimo Corazón, merezcamos ser hallados según el Corazón de Jesucristo, que vive y reina con Vos por los siglos de los siglos. Amén. 


NOVENA


ORACIÓN PREPARATORIA
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador y Redentor mío amorosísimo, que por amor a los hombres bajásteis del seno de vuestro Eterno Padre para haceros hombre y redimirlos, escogiendo por Madre a la Purísima, Inmaculada y siempre Virgen María, disponiendo su Corazón con todo género de perfecciones, a fin de que de la sangre preciosa de tan Santísimo Corazón se formase esa Humanidad santísima, en que padecisteis la más afrentosa de las muertes, para librarnos de la servidumbre del demonio y del pecado; os amo, Dios mío, con todas mis fuerzas, sobre todas las cosas, por esta bondad que para con nosotros habéis mostrado; y me pesa una y mil veces de haberos ofeudido, por ser Vos quien sois, bondad infinita, y también me pesa, por que me podéis castigar en el Infierno. Espero que, por los méritos de vuestra preciosísima Sangre y por el Corazón sacratísimo de vuestra divina Madre, me concederéis la gracia que necesito para hacer bien esta novena, a fin de amaros y seros fiel hasta morir. Amén.
   
DÍA PRIMERO
MEDITACIÓN: DE LA GRANDEZA DEL CORAZÓN DE MARÍA.
Aquel Corazón es y se llama grande, que está siempre dispuesto a dispensar favores, y mucho más imcomparablemente el que, no teniendo en cuenta la ingratitud, ni cualquiera otra suerte de mala correspondencia, está igualmente pronto a dispensarlos, aunque sea a costa de grandes sacrificios. Semejante grandeza de corazón es hija legítima de la caridad, la cual extiende y dilata el corazón para encerrar en él a todos los hombres, sin distinción de amigos, ni enemigos, porque se complace igualmente en hacer bien a todos por amor de Dios y no mide su caridad y beneficencia por la correspondencia que halla en las criaturas, sino por la necesidad y las desgracias de ellas. Tal es puntualmente el Corazón de nuestra augusta Madre. ¡Qué favores, qué gracias, qué beneficios ha dispensado siempre su Corazón a pesar del olvido, de la ingratitud y mala correspondencia de los hombres! ¿Quién, pues, podrá medir la grandeza y anchura de su Corazón? Todos somos testigos de ella, todos la hemos experimentado; porque nadie, dice San Bernardo, acude debidamente a aquel Corazón sin ser consolado por él. A todos nos tiene dentro de sí con maternal afecto, ninguno está excluido de sus favores; a él debemos las gracias espirituales que el Señor nos comunica, la paciencia en los trabajos, el consuelo en las aflicciones, y el remedio de nuestros males. Y aun los pecadores, que viven alejados de Dios, los herejes que le blasfeman y los infieles que le desconocen, y son, por lo tanto, enemigos de Jesús y de ella, deben a la grandeza de su Corazón la vida que tienen, la salud de que disfrutan y todos los bienes naturales y de fortuna. ¡Oh! ¡Cuán inmensa es la grandeza del Corazón de María! ¿Queremos experimentarla, recibiendo de él copiosas gracias? Pensemos en ella, resolvámonos a imitarla, y pidámosle con fervor esta y las demás gracias que necesitamos. (Hágase alguna pausa).
  
ORACIÓN
¡Oh Corazón de María, cuya grandeza testifica y admira el universo!; comunicádnosla a nosotros, haciéndonos igualmente grandes de corazón, alcanzadnos valor, Madre querida, para olvidar toda suerte de injurias, y ser todo para todos, a fin de ganarlos para Jesucristo Par a conseguir esta y demás gracias, os saludaremos, juntamente con los nueves coros angelicales, con nueve Ave Marías y las salutaciones siguientes:
   
SALUTACIONES AL SANTÍSIMO CORAZÓN DE MARÍA, EN UNIÓN CON LOS NUEVE COROS DE LOS ÁNGELES
  1. Os saludo, Corazón Santísimo de María, con el coro de los Serafines, y os suplico que me alcancéis un corazón verdaderamente grande para amar y servir a Dios, y para hacer bien a todos los hombres. Ave María.
  2. Os saludo, purísimo Corazón de María, con los Querubines, y os ruego me alcancéis la amabilidad. Ave María.
  3. Yo os saludo, perfectísimo Corazón de María, con el coro de los Tronos, confiando que me obtendréis la gracia de ser compasivo de corazón. Ave María.
  4. Os saludo, Corazón amantísimo de María, con el coro de las Dominaciones, suplicando me concedáis el verdadero fervor. Ave María.
  5. Yo os saludo, Corazón rectísimo de María, con el coro de las Virtudes, esperando me concederéis la limpieza de Corazón. Ave María.
  6. Yo os saludo, Corazón fidelísimo de María, con el coro de las Potestades, y os ruego que me alcancéis la mansedumbre. Ave María.
  7. Os saludo, Corazón clementísimo de María, con el coro de los Principados, esperando que me ayudaréis a ser humilde de corazón. Ave María.
  8. Os saludo, Corazón piadosísimo de María, con el coro de los Arcángeles, confiando que me alcanzaréis fortaleza para cumplir siempre la santa ley de Dios. Ave María.
  9. Os saludo, Corazón prudentísimo de María, con el coro de los Ángeles, suplicándoos me alcancéis la paciencia y resignación en los trabajos y padecimientos.  Ave María y Gloria.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Santísimo e Inmaculado Corazón de María, fuente de la Humanidad de Jesús, adornado de todas las gracias, prerrogativas y excelencias para ser habitación del mismo Dios! ¡Oh Corazón riquísimo y trono del Altísimo, desde donde se dispensan todas las gracias al género humano! ¡Oh Corazón preciosísimo, sagrario de la Divinidad y centro del verdadero amor a Dios y a los hombres! ¡Oh Corazón dulcísimo, víctima del dolor por las penas de Jesús y por los pecados de los hombres! Aquí me presento, ¡oh Corazón suavísimo!; con toda confianza me acerco a ese trono de gracia y de misericordia. ¡Oh Corazón generoso y compasivo de María, Madre de Jesús y también mía! Sí; aquí me presento, esperando me concederéis el perdón de mis pecados, la perseverancia final y cuantas gracias Vos sabéis que necesito para servir a Dios y a Vos con toda fidelidad y amor. También os pido por la conversión de los pobres pecadores: compadeceos, Señora, de su triste situación: iluminadlos con la luz que es vuestro Hijo: concededles la gracia de una verdadera contrición de sus pecados, y encended en sus pecho una hoguera de verdadera caridad. Estas y demás gracias que Vos sabéis serme necesarias, las espero de vuestro maternal cariño con tal confianza que las reputo ya concedidas; porque Vos no olvidaréis que sois el Refugio de los pecadores, la salud de los enfermos, la Consoladora de los afligidos, el Auxilio de los cristianos y la Madre de la divina gracia: no habréis olvidado que al expirar Jesús, os hizo el encargo de que nos tomáseis por hijos; por lo mismo, pues, aunque indignos, hijos vuestros somos, y Vos nuestra Madre, y como a tal os invocaremos; y por ser yo el más miserable de todos, me juzgo con derecho para desde este valle de lágrimas saludaros, diciendo: Madre mía, he aquí vuestro hijo; Madre mía, he aquí vuestro hijo; Madre mía, he aquí vuestro hijo; confío que mis gemidos conmoverán vuestro compasivo Corazón.


Ahora se rezarán los gozos, que se encuentran al final de este devocionario.
   
DÍA SEGUNDO
MEDITACIÓN: DE LA AMABILIDAD DEL CORAZÓN DE MARÍA
No hay cosa más atractiva ni más eficaz para ganar a los hombres que la amabilidad de corazón. ¡Con qué confianza se habla y se acude a un corazón amable! De aquí puede inferirse la que debe inspirar a todos el Corazón de María. Ella, por lo mismo que no heredó la culpa de origen, y porque estaba llena de gracia, dominaba perfectísimamente todas las pasiones; ni la parte irascible, ni la concupiscible la alteraban en lo más mínimo; ninguna vicisitud ni contrariedad la perturbaba; su tranquilidad de ánimo era siempre la misma. Afable siempre con todos, brillaba en su rostro tal mezcla de majestad y dulzura, de gravedad y cariño, que su trato era en gran manera deseable y deleitoso, por lo cual el Espíritu Santo en el libro de los Cantares la invita a que hable por lo mucho que la dulzura de su voz le recrea. "Suene, le dice, tu voz en mis oídos, porque tu voz es dulce. Con la sonrisa en los labios, respirando ternura, suavidad y amor, nos está diciendo la Virgen, que acudamos a su Corazón, que le confiemos nuestras penas y dolores, porque él con su maravillosa dulcedumbre derramará bálsamo eficaz sobre nuestras llagas e inefable consuelo sobre nuestros pechos apesarados. Pero también nosotros debemos ser amables, porque la ley de la caridad nos lo prescribe. Mas, ¿cómo lo conseguiremos? Trabajando en vencer nuestras pasiones y en sujetar nuestra parte inferior a la superior, con lo cual nacerá en nosotros la calma y tranquilidad de ánimo, que son disposiciones para tratar con afabilidad a los prójimos, y conservar con ellos la caridad, ganando sus corazones para Dios Veamos, pues, qué propósitos hemos de hacer para dicho fin y pidamos la gracia que necesitamos. (Hágase en silencio).
  
ORACIÓN
¡Oh María! ¡Oh Madre nuestra! Vos tenéis un Corazón amabilísimo, porque dominásteis con toda perfección las pasiones: alcanzadnos fortaleza para sobreponernos á ellas, y para recordar y guardar siempre la ley de la caridad, con la cual seremos también amables. Y para conseguir esta y demás gracias os saludaremos, juntamente con los nueves coros angelicales, con nueve Ave Marías y las salutaciones siguientes:


DÍA TERCERO
MEDITACIÓN: DE LA COMPASIÓN DEL CORAZÓN DE MARÍA
La compasión consiste en el sentimiento de las miserias y desgracias ajenas, doliéndose de ellas como si fueran propias; de donde nace la beneficencia, porque ella nos mueve a remediar, en cuanto podemos, las miserias de nuestros hermanos. La compasión es hija de la caridad, y a proporción que ésta crece, es también aquella más intensa, por donde se ve que, según la grandeza y excelencia de la caridad, así será la grandeza y excelencia de la compasión. Después del de Jesús, no hay corazón tan encendido en la caridad como el de María; porque ninguno, después que aquél, amó tanto a Dios y trabajó más por la salvación de los hombres. Es, por tanto, un Corazón altamente compasivo. Es además Madre, y Madre la más conocedora de las miserias y penalidades de sus hijos, que somos nosotros. ¿Cuál será, pues, el grado de su compasión? ¡Ah! Que lo digan Santa Isabel y el Bautista, que lo digan los esposos de Caná, que lo digan tantos desgraciados, a quiénes arrancó del borde del abismo, que lo digan.....,: todos los hombres deben decir en alta voz que el Corazón de María es en extremo compasivo. Los cielos y la tierra son testigos de su tierna compasión; aquellos porque merced a ella resplandecen ahora entre los santos los que de otra suerte hubieran sido contados en el número de los réprobos, y ésta porque los maravillosos efectos de la maternal compasión del Corazón de María están inmortalizados en la infinidad de monumentos levantados por el reconocimiento universal. También nosotros debemos ser compasivos de corazón, puesto que quien no compadece no tiene caridad. Hagamos, pues, firmes propósitos, y pidamos con fervor la gracia que para cumplirlos necesitamos y asimismo las demás. (Breve silencio).
  
ORACIÓN
¡Madre llena de compasión, hacednos compasivos! Vuestro Corazón no puede ver sin conmoverse el dolor y la miseria: encended el nuEstro en la más ardiente caridad, que nos mueva a remediar las necesidades espirituales y temporales, propias y de nuestros prójimos, a fin de conseguir esta y demás gracias, os saludaremos, juntamente con los nueves coros angelicales, con nueve Ave Marías y las salutaciones siguientes:
   
DÍA CUARTO
MEDITACIÓN: DEL FERVOR DEL CORAZÓN DE MARÍA
Consideremos cuán encendido fue el fervor del Corazón de María. El fervor es la misma llama de la caridad, es el hervor y agitación de ese divino fuego, que arde en el alma, el cual está como inquieto, y deseoso de romper los diques del pecho para manifestarse en las obras. El Corazón de María era un volcán de amor, porque en él se juntaban todos los títulos que una criatura puede tener para amar a Dios, el título de hija predilecta del Eterno Padre, de Madre tiernísima y natural del Divino Hijo, y de Esposa, única y escogida entre millares por el Espíritu Santo. Y como el Corazón de María estaba tan bien acomplexionado y con maravillosa templanza y delicadeza de afectos, los predichos títulos de amor levantaban en él inmensas y bullidoras llamas, que le inflamaban el pecho, el semblante y todo el cuerpo virginal, porque no cabían dentro de él y anhelaban por manifestarse en excelentes obras del divino servicio. ¡Cuán grande, pues, era su fervor! ¡Ah! Bien se dejó conocer por los efectos. El corazón fervoroso no conoce tardanza en sus actos. Ella no perdió ni un momento; conocida la voluntad de Dios, la cumplió al instante, sin que la arredrasen ni el rigor de la estación, ni lo intempestivo de la hora, ni las distancias, ni todos los sacrificios y peligros. ¡Qué Corazón tan fervoroso! Y nuestro corazón, ¿cómo anda en el divino servicio? ¿Anda tibio o fervoroso? ¡Ah! ¡Cuán diferente del de nuestra Madre! ¡Cuánto empereza en las obras santas! Meditemos el fervor del Corazón de María y resolvámonos a imitarla. (Pausa).
  
ORACIÓN
¡Amabilísima Madre! Vos obrásteis siempre con el mayor fervor; y Vos conocéis mi flojedad, pereza y apatía, con las cuales no puedo agradar a Dios, a quien produce náuseas la tibieza Yo acudo, Madre mía, a Vos, para que me saquéis de tan miserable estado. Así como comunicásteis vuestro fervor a Isabel y a Juan, dispensadme la misma gracia, mientras que para conseguirla os saludaremos, juntamente con los nueves coros angelicales, con nueve Ave Marías y las salutaciones siguientes:


DÍA QUINTO
MEDITACIÓN: DE LA PUREZA DEL CORAZÓN DE MARÍA
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios, dice el mismo Jesucristo. La limpieza de corazón consiste en carecer de pecado y unirse a Dios, fuente de toda santidad y pureza. Los limpios de corazón son templo y habitación del Espíritu Santo. La Santísima Virgen mereció la inefable dicha de concebir y tener en su seno al Hijo de Dios, porque tuvo el Corazón sin mancha. Todos los hombres han sido alguna vez manchados con el pecado, porque todos ellos nacen llevando en su alma el pecado original, y además, porque aun los mayores santos no se vieron del todo libres en este mundo de pecados veniales, a causa de lo muy debilitada que quedó nuestra naturaleza por el pecado del primer hombre. Solo el Corazón de María entre los descendientes de Adán fue por especialísimo privilegio preservado de toda mancha de pecado e imperfección, por lo cual en él más que en ninguna otra criatura se complació el divino Esposo, morando en él de asiento, como en su templo y casa de recreación. Y si a todos es admirable y atractiva la persona en quien resplandece la pureza, María debe ser mucho más hermosa, agradable y atractiva por la perfectísima limpieza de su Corazón. ¿Queremos nosotros agradar y ver a Dios? Seamos limpios de corazón. Mas esto no lo consigueremos si no moderamos y sujetamos sus afectos, si no mortificamos nuestros sentidos y malas inclinaciones. Hagamos, por tanto, firmes propósitos, y pidamos las gracias convenientes. (En silencio).
  
ORACIÓN
¡Santísima Madre mía! Vos, incomparablemente más que ninguna otra criatura, fuisteis limpia de Corazón; Vos resplandecéis más en pureza que todos los justos y Ángeles; Vos por la hermosura de vuestro Corazón enamorásteis al Altísimo y lo atrajisteis a vuestro seno. Alcanzadnos, Señora, esa pureza de corazón; rogad por nosotros para que sepamos vencer nuestras malas inclinaciones y vivir con el candor con que Vos fuisteis adornada, a fin de que podamos ver a Dios y morar con Él eternamente. Para conseguirlo os saludaremos, juntamente con los nueves coros angelicales, con nueve Ave Marías y las salutaciones siguientes:
   
DÍA SEXTO
MEDITACIÓN: DE LA MANSEDUMBRE DEL CORAZÓN DE MARÍA
Ponderemos la mansedumbre del Corazón de María. Ella fue tan grande y tan visible, que pudo decir como Jesucristo su Hijo: Aprended, de mí que soy mansa de Corazón. ¡Cuán bien manifestó esta virtud en todos los actos de su vida! Como mansísima Cordera asistió al pie de la Cruz, y aunque veía cuán mal parado había dejado a su benditísimo Hijo la crueldad de los hombres, no los maldecía, y aunque oía sus blasfemias, no murmuraba, y aunque a sus ojos injuriaban a Cristo y le traspasaban a ella el Corazón de pena y de dolor, no se quejaba, ni les daba señales de desagrado, antes los compadecía en su alma y tenía piedad de ellos, y rogaba al Padre Eterno, a imitación de su Hijo, que los. perdonase. El Corazón de María, por su gran mansedumbre, ganó siempre el afecto y la veneración de los hombres; y su oración agradó siempre a Dios, porque la de los mansos le fue siempre grata. Si nosotros queremos dar gusto a Dios, si deseamos que nuestros ruegos sean oídos, si, en fin, pretendemos ganar el afecto y la atención de los demás, es necesario que seamos mansos. Mas nunca lo seremos si no reprimimos nuestros movimientos de ira, si no evitamos el mal humor y la melancolía, si no disimulamos las palabras que pudieran herir nuestro amor propio y si no guardamos silencio en las injurias que se nos hagan, guardando la serenidad del semblante, y no permitiendo que la lengua prorrumpa en palabras injuriosas, ásperas o altivas. ¿Y es esto lo que hacemos? Meditémoslo, propongámonos enmendarnos y pidamos gracia. (Hágase pausa).
  
ORACIÓN
¡Virgen soberana, Reina y Madre llena de mansedumbre! Vuestro Corazón mansísimo reprende al nuestro tan inmortificado: queremos imitaros; desde hoy nos proponemos reprimir los movimientos de la ira y practicar la mansedumbre: alcanzadnos, Señora, la gracia que para esto necesitamos. Para merecerla os saludaremos, juntamente con los nueves coros angelicales, con nueve Ave Marías y las salutaciones siguientes:


DÍA SÉPTIMO
MEDITACIÓN: DE LA HUMILDAD DEL CORAZÓN DE MARÍA
Consideremos la profunda humildad del santísimo Corazón de nuestra Madre. Dios, que es infinitamente justo, exalta a los humildes según su grado de humildad; porque está escrito que Dios enzalza a los humildes y abate a los soberbios. A la Virgen sin mancilla ensalzó el Señor muchísimo más que á todas las demás criaturas; puesto que la sublimó a la dignidad casi infinita de Madre del mismo Dios. ¿Cuál sería, pues, su humildad de Corazón? ¡Qué cimientos tan profundos de humildad habría hechado para levantar el edificio de su dignidad a tan encumbrada altura! El humilde de corazón se conoce a sí mismo, se pospone a los demás y desea ocupar el lugar postrero. Esto practicó esmeradamente María: no obstante ser ya verdadera Madre de Dios, y por lo mismo Señora y Reina de los cielos y tierra, se reconoce bajísima, y se da el nombre de esclava: el lugar que quiso ocupar mientras vivía, el oficio que ejerció toda su conducta dan bien a conocer su profundísima humildad de Corazón. Tal fue María; mas nosotros, ¿qué somos? ¡Ah! ¡Cuán diferentes! Siendo ignorantes queremos la nota de sabios; siendo pecadores y estando llenos de faltas, pretendemos pasar por justos y perfectos: y ¿qué haremos en lo sucesivo? Hagamos firmes propósitos de imitar a nuestra Madre y pidamos la gracia. (Reflexiónese un poco).
  
ORACIÓN
¡Oh Virgen humildísima! Vos sois Señora, y os llamáis esclava; Vos sois elegida para el lugar más distinguido, y pretendéis el ultimo: Vos conocéis el mérito de la humildad y por eso la arraigáis en vuestro Corazón y la practicáis constantemente: alcánzadme esos sentimientos de humildad de que Vos estáis animada; haced que os imite en esa humildad de corazón de que me díiis tan brillantes ejemplos. Para conseguirlo, Señora, os saludaremos, juntamente con los nueves coros angelicales, con nueve Ave Marías y las salutaciones siguientes:


DÍA OCTAVO
MEDITACIÓN: DE LA FORTALEZA DEL CORAZÓN DE MARÍA
Consideremos que María fue la verdadera mujer fuerte. ¡Qué Corazón tan firme el de esta Señora! El celo de la gloria del Señor que lo animaba lo vigorizó para las más arduas empresas. La confianza ilimitada que tenía en Dios hízolo impávido y hasta terrible para aplastar la cabeza de la infernal serpiente y acabar con todas las herejías; y su encendido amor a Dios le dio fuerzas para superar los mayores sacrificios. Contempladla un instante en el Calvario, en el sacrificio más sensible y doloroso que presenció el universo. Su Hijo moribundo está pendiente de la cruz de tres durísimos clavos, con la cabeza coronada de espinas, los ojos hundidos por la gran flaqueza, el semblante pálido y afeado con la sangre cuajada que las espinas hicieron brotar de sus sienes, la garganta seca y atormentada por la abrasadora sed, vertiendo sangre por las llagas de los pies y de las manos, y todo su cuerpo en tan triste y dolorosa figura, que causa compasión hasta a las criaturas insensibles, las cuales no pudiendo sufrir tan cruel espectáculo dan cada una a su manera señales de dolor: el sol se obscurece, la tierra tiembla, las piedras se parten, ábrense los sepulcros y la naturaleza entera vístese de luto y da muestras de pesar y sentimiento. Solo María permanece en pie junto a la Cruz, con el Corazón traspasado de dolor e inundado por mar de amargura, pero con tan divina fortaleza, que ni sus rodillas tiemblan, ni el Corazón desmaya, ni las gigantescas olas de tan gran tribulación perturban la paz y tranquilidad de la parte superior de su alma. ¡Qué fortaleza! ¿La tenemos nosotros? ¡Ah! ¡Cuán diferente es nuestro corazón del suyo! El afecto desordenado a la vida, a la salud, a los mezquinos intereses, un simple respeto humano, un qué dirán, ocasionan con frecuencia la omisión de los deberes más graves y la comisión de pecados del todo inexcusables. ¿No es esta la conducta de muchos cristianos? ¡Ah! Confundámonos, hagamos firmes propósitos de la enmienda y pidamos gracias para cumplirlos. (Deténgase un poco).
  
ORACIÓN
¡Madre mía amabilísima! Vos conocéis bien mi cobardía y debilidad, que por desgracia me han acompañado casi siempre; por el admirable valor que tanto os distinguió, os ruego que infundáis en mi corazón la fortaleza necesaria para confesar la fe, para guardar la santa Ley de Dios, y para prescindir de todo respeto humano en la práctica de las virtudes. Para conseguir esta y demás gracias, os saludaremos, juntamente con los nueves coros angelicales, con nueve Ave Marías y las salutaciones siguientes:


DÍA NOVENO  
MEDITACIÓN: DE LA AMABILIDAD DEL CORAZÓN DE MARÍA
Ponderemos la admirable paciencia del Corazón de María. Para conocerla, deberíamos cononocer sus padecimientos. Mas, ¿cuáles son estos? ¡Ah! Fueron tantos, tan duraderos y tan vehementes, que no hay lengua que los pueda explicar, ni entendimiento capaz de comprenderlos. La Madre de Dios, dice Cornelio Alápide, padeció en su alma lo que Jesucristo en su cuerpo. El dolor que se siente por otro está en proporción del amor; como el amor de María a su Hijo fué intensísimo y mayor que el de todos los santos y mártires, se sigue que sus padecimientos fueron mayores que los de todos éstos. Mas en medio de ellos, y no obstante la duración de los mismos, que fue la de toda su vida, nunca salió de sus labios la más pequeña queja, nunca se la vió perturbada, malhumorada, ni intratable; a pesar de la agudeza de sus dolores, capaces cada uno de quitarle la vida en cada momento, siempre estuvo con la mayor serenidad, resignación y conformidad. ¡Qué Corazón tan paciente! ¡Ojalá fuésemos sus imitadores en tan importante virtud! Desgraciadamente obramos al contrario. Un pequeño revés, un dolor ligero, una palabra picante, un desaire cualquiera, inquieta nuestro corazón y nos hace prorrumpir en queja, nos hace perder la paciencia. No obremos más así: la conducta de María sea la norma de la nuestra; hagamos a este fin los propósitos convenientes y pidamos la gracia necesaria para cumplirlos. (Pausa).
  
ORACIÓN
¡Madre pacientísima! Por la multitud y vehemencia de vuestros dolores, os suplicamos nos alcancéis la paciencia y resignación que necesitamos para sufrir con mérito las amarguras y penalidades que nos afligen. Señora, la paciencia nos es necesaria para alcanzar la repromisión. Vos nos disteis el ejemplo más admirable de ella, interceded por nosotros para que sepamos imitaros, mientras que, para conseguirla, os saludaremos, juntamente con los nueves coros angelicales, con nueve Ave Marías y las salutaciones siguientes:


ACTO DE CONSAGRACIÓN


¡Oh Corazón Santísimo de María, Corazón Inmaculado de mi dulcísima Madre! ¡Oh Corazón amorosísimo, inflamado de la más viva caridad! ¡Oh Corazón preciosísimo, digno de toda la veneración de los ángeles y de los hombres; dulce objeto de nuestro amor, y también de nuestra esperanza! Aceptad, ¡oh Santísima Madre mía!, la ofrenda que os hago de mi corazón; dignaos recibirle en vuestras manos purísimas; ofrecedlo a vuestro divino Hijo Jesús, y suplicadle lo purifique de las culpas que lo afean, y de las imperfecciones que lo hacen desagradable a sus divinos ojos. Haced, ¡oh Purísima Virgen María!, que mi corazón sea una víctima agradable a vuestro santísimo Hijo y a Vos todos los días de mi vida, para que, siendo ahora un tanto semejante al vuestro, tenga después la dicha de unirse con Vos en la gloria, para dar a Jesús rendidas gracias por sus beneficios, amarle sin cesar, y cantar sus inefables misericordias por toda la eternidad. Amén. 


ESCAPULARIO
DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Este escapulario, formado de lana blanca, con un corazón en lana roja en medio, fue aprobado por Pío IX, de santa memoria, en 7 de mayo de 1877, dando a los sacerdotes de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María la facultad de bendecirlo e imponerlo a todos los fieles, con aplicación de las indulgencias y gracias concedidas a los socios de la Archicofradía del mismo título por Gregorio XVI. Las indulgencia plenarias son 37; pero los archicófrades ganan 3 más, concedidas posteriormente por Pío IX. Las indulgencias del escapulario son independientes de la archicofradía, pudiéndose acumular unas con otras.


EJERCICIOS PIADOSOS
Para los Archicófrades y devotos del corazón de María en los días festivos.


Rezado el Santo Rosario, hecha la señal de la Cruz y el Acto de Contrición, se dirá la siguiente  


OFRECIMIENTO
Santísima Madre mía: rendido a vuestros pies, y con la más pura intención de agradaros, ofrezco y consagro a vuestro Corazón purísimo estos actos de piedad y devoción, suplicándoos humildemente los aceptéis y me alcancéis la gracia que necesito para hacerlos bien, para gloria de Dios, bien de mi alma y conversión de todos los pecadores. Amén.


ORACIÓN


¡Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo objeto de las complacencias de la Santísima Trinidad, y digno de toda la veneración y ternura de todos los Ángeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús del cual sois la más digna imagen; Corazón lleno de bondad, y que tanto os compadecéis de nuestras miserias!: dignaos derretir el hielo de nuestros corazones, y haced que vuelvan a conformarse enteramente con el Corazón del divino Salvador. Infundid en ellos el amor de vuestras virtudes, inflamadlos con ese dichoso fuego en que Vos estáis ardiendo sin cesar. Encerrad en vuestro seno la Santa Iglesia, custodiadla, sed siempre su dulce asilo y su inexpugnable torre contra toda incursión de sus enemigos. Sed nuestro camino para dirigirnos a Jesús, y el conducto por donde recibamos todas las gracias necesarias para nuestra salvación. Sed nuestro socorro en las necesidades, nuestro consuelo en las aflicciones, nuestra fortaleza en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros; pero especialmente en los últimos combates de nuestras vidas, en la hora de la muerte, cuando todo el infierno se desencadenará contra nosotros para arrebatar nuestras almas en aquel formidable momento, en aquel punto terrible del que depende nuestra eternidad. ¡Oh Virgen Piadosísima!; hacednos sentir entonces la dulzura de vuestro maternal Corazón, y la fuerza de vuestro poder para con el de Jesús, abriéndonos en la misma fuente de la misericordia un refugio seguro, en donde podamos reunirnos para bendecirle con Vos en el paraíso por todos los siglos de los siglos. Así sea.


JACULATORIAS
Ahora en obsequio del Inmaculado Corazón de María, rezaremos con fervor las siguientes jaculatorias:


¡Oh Inmaculada Virgen María sin pecado concebida! A Vos acudimos para que supliquéis al Eterno Padre nos conceda el perdón de nuestros pecados. Ave María y Gloria. 

Oh Purísima Virgen María, sin pecado concebida! Afectuosamente suplicamos alcancéis de vuestro Divino Hijo la pronta conversión de todos los pecadores. Ave María y Gloria.

¡Oh Santísima María, sin pecado concebida! Por vuestro clementísimo Corazón, pedid al Espíritu Santo nos inflame con su divino amor, para que todos preservemos en la gracia del Señor hasta la hora de la muerte. Amén. Ave María y Gloria.

ORACIÓN DE SAN BERNARDO
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que ha acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo ¡oh Virgen, Madre de las vírgenes!, y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a parecer ante vuestra soberana presencia. No desechéis, ¡oh purísima Madre de Dios!, mis humildes súplicas; antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos, y dignaos atenderlas favorablemente, concediéndome lo que os pido. 


Aquí se excitará al auditorio a rogar por los necesitados, por los pecadores, y especialmente por los que se encomienden a nuestras oraciones, expresando los motivos, si conviene; v. gr., por un impío, blasfemo, etc., etc.; guárdese breve silencio.


A fin de que Dios los convierta y nos de a todos su santa gracia, recemos con fervor las siguientes:


PRECES
Se responderá: Rogad, ¡oh Virgen María! por los pecadores.


Corazón de María, siempre inmaculado, rogad…
Corazón de María, lleno de gracia, rogad…
Corazón de María, santuario de la Santísima Trinidad, rogad…
Corazón de María, tabernáculo del Verbo encarnado, rogad…
Corazón de María, el más semejante al de Jesús, rogad…
Corazón de María, abismo de humildad, rogad…
Corazón de María, modelo de pureza e inocencia, rogad…
Corazón de María, holocausto del divino amor, rogad…
Corazón de María, espejo de todas las perfecciones, rogad…
Corazón de María, mar de penas y amarguras, rogad…
Corazón de María, con espada de dolor traspasado, rogad…
Corazón de María, en el Calvario martirizado, rogad…
Corazón de María, al pie de la Cruz triste y desconsolado, rogad…
Corazón de María, consuelo de afligidos, rogad…
Corazón de María, fortaleza de los tentados, rogad…
Corazón de María, escudo y protección de vuestros devotos, rogad…
Corazón de María, terror y espanto de los demonios, rogad…
Corazón de María, irís de paz entre Dios y los hombres, rogad…
Corazón de María, paraíso de celestiales delicias, rogad…
Corazón de María, trono de gloria, rogad…
Corazón de María, digno de toda veneración en el cielo y en la tierra, rogad…
Corazón de María, asilo seguro y refugio de los pecadores, rogad…


ORACIÓN
Por las necesidades de la Iglesia y la nación


¡Oh adorable Redentor de nuestras almas! Oid nuestras súplicas; venid en nuestro socorro; de lo contrario perecemos sin remedio. Vos, que calmáis las olas del embravecido mar, oponed un dique poderoso al torrente de impiedad que amenaza anegarlo todo. ¡Oh Dios omnipotente!, confundid con vuestro poder a los enemigos y profanadores de vuestro Santísimo Nombre; destruid ese espíritu de error y delirio que seduce todos los días tan grande número de almas; consolad, en fin, a vuestros fieles adoradores que gimen y lloran en secreto por la corrupción que desola toda la tierra. Reconocemos que hemos pecado y que justísimamente nos castigáis; pero Señor, si la justicia os pertenece, también es atributo vuestro la misericordia; tenedla pues de nuestras almas, que son obra de vuestras manos. Mirad con ojos de compasión a vuestro Vicario el Sumo Pontifice, a vuestra esposa la Santa Iglesia Católica; defendedla de todos sus enemigos y extendedla por todo el universo. Apiadáos de esta nación a cuyo favor os rogamos que, a pesar de nuestras repetidas culpas, no nos abandonéis jamás, antes bien, nos perdonéis y admitáis a vuestra gracia, mediante una verdadera y pronta reconciliación con Vos. Conservad en nuestra patria el sagrado depósito de la Santa Fé Católica, Apostólica, Romana; preservadla del error y la herejía; concededle la unidad católica,y haced que sea obediente y sumisa a la voz del Vicario de Jesucristo. Perdonad Señor, perdonad a vuestro pueblo, que, si bien os ha ofendido, también os pide misericordia. Os lo pedimos Señor por los méritos infinitos del Divino Corazón de Jesús y los del Santísimo Corazón de María. Amén.


Ahora se dirá la plática o sermón; mas si esto no fuese posible, se leerá algún ejemplo sobre los frutos de la devoción al Corazón de María. 
Se concluirá con la estación al Santísimo Sacramento y la comunión espiritual que sigue. 


Creo, Jesús mío, que estáis realmente en el Santísimo Sacramento. Os adoro con toda mi alma y deseo recibiros sacramentalmente; pero no pudiendo hacerlo ahora venid a lo menos espiritualmente a mi corazón, y como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos; no permitáis, Señor, que jamás me aparte de Vos. Amén.


Ahora para desagraviar al Señor de las injurias que recibe en el Santísimo Sacramento, diremos tres veces con todo fervor.


Aplaca, Señor, tu enojo,
tu justicia y tu rigor;
Dulce Jesús de mi vida,
misericordia Señor.


GOZOS 
DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
   
Ya que llenáis de favores
A todo el que en Vos confía,
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
Ya que sois, Madre divina,
De todos corredentora,
De siglos restauradora,
De salvación rica mina,
Hallen en Vos medicina
Tantos prevaricadores.
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
Del que va errado sois guía,
Áncora del naufragante;
En Vos halla el navegante
Sosiego, puerto, alegría:
Sin Vos, Madre, ¿qué sería
Del mundo, lleno de errores?
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
     
Por el pecador mostrásteis
En el templo tal ternura,
Que por él la espada dura
De Simeón aceptasteis:
Así, Madre, consolásteis
Nuestros llantos y clamores.
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
Jesús, puesto en agonía,
Rica prenda nos legó,
Pues por Madre nos dejó,
A Vos, ¡oh dulce MARÍA!
Sí, nacimos, Virgen pía,
Mas ¡ay! de vuestros dolores.
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
Cuando su brazo irritado
Levanta el divino Asuero,
Y al pecador con su acero
Va a dejar exterminado,
Tierna Ester, a Vos es dado
Desarmarle en sus rigores.
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
Si Abigaíl la prudente
A Nabal logró el perdón,
También Vos la remisión
Obtendréis del delincuente,
Pues vuestro pecho ferviente
A Dios da tiernos clamores.
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
Acordaos, ¡oh MARÍA!
Que nadie jamás oyó,
Que sin consuelo volvió
Quien su cuita a Vos confía;
Defiéndannos, Madre pía,
De vuestro amor los ardores.
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
      
Por el dolor vehemente
Que vuestro pecho oprimió,
Cuando el buen Jesús murió,
De amor víctima inocente,
Sienta el mismo impenitente
De su culpa los horrores.
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
Los cofrades, que a millones
Junta la ARCHICOFRADÍA
Del CORAZÓN DE MARÍA,
Os hacen mil peticiones,
Demandando conversiones
Siempre más, siempre mayores:
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
Herejes, moros, paganos,
Incrédulos y judíos,
Dejando sus desvarios,
Que vengan á ser cristianos,
¡Qué dicha estar entre hermanos
Y cantad vuestros loores!
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
Vive libre de temores
El que dice cada día'.
¡Oh Corazón de María!
Rogad por los pecadores.
   
℣. Quien me encuentra, encontrará la vida.
℞. Y hallará salvación del Señor.


ORACIÓN
Omnipotente y sempiterno Dios, que preparaste en el Corazón de Santa María Virgen una digna habitación para el Espíritu Santo, concédenos propicio que cuantos celebramos devotamente la festividad de su Inmaculado Corazón, podamos vivir en conformidad con su sacratísimo corazón. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...