jueves, 31 de octubre de 2019

NOVENA DE LA SANTA VERÓNICA






NOVENA DE LA
SANTA VERÓNICA O ROSTRO SANGRIENTO
DE NUESTRO PADRE Y
AMOROSÍSIMO SEÑOR JESUCRISTO

EFICACÍSIMA
Para lograr una buena vida, y dichosa muerte, y también para cualquier trabajo, o necesidad, y en especial para conseguir la sanidad del cuerpo en las enfermedades, principalmente, de la peste.

COMIENZA
nueve días antes de la Dominica segunda después de la Epifanía del Señor, y puede hacerse en cualquier tiempo del año



INTRODUCCIÓN
La amantísima Virgen Santa Gertrudis, y la venerable sierva de Dios Sor María de Jesús, religiosa de la Concepción de la Puebla, se ocupaban continuamente en los cultos devoción, meditación, y desagravios, á el sagrado bulto de nuestro divino Señor, y padre Jesús, que se llama la santa Verónica, de quien lograron muchos consuelos, diciéndoles su majestad cuan agradable le era esta tierna memoria, con la que las hizo singulares favores, y que los mismos haría a cuantos se difieran con reverencia, y repetir tal devoción. Mira como Jesús te pone a cada paso los rectos caminos de tu salvación, no los desprecies.


ACTO DE CONTRICIÓN
A vos se debe, Señor, por vuestro infinito ser todo amor, todo querer, toda alabanza y honor, o si se hallara mi amor en tan encumbrada esfera, que sin que nada quisiera y sin que nada esperará, á voz, por voz, os amara á voz, por toz, os temiera.


DIA PRIMERO
Considera, alma, á el piadosísimo Jesús en la casa de Anás, y atiende, como por Señor respondió humildemente la pregunta, que el Pontífice le hizo uno de los ministros, de los más favorecidos del Señor, hirió su hermosísimo rostro con una bofetada diciéndole: así respondes al pontífice, a que su majestad dijo, si mal hable muestra en qué; y si bien, porque me hieres. Contempla este bellísimo Rostro moreteado y ensangrentado de tan cruel golpe, dado con mano calzada de fierro, y haz cuenta que el Señor te dice, cuando le ofendes, lo mismo que al ministro.

Pasando el rato de la meditación en este paso, como en los demás de cada día se rezarán nueve padres nuestros, en obsequio a las llagas de su santísimo Rostro, y a las de su sagrada cabeza, y luego: 

ORACIÓN
¡Oh amorosísimo Jesús! como te darán en cara, más que la bofetada de Maleo mis repetidas culpas: dé avergonzado no acierto a alabarte y a pedirte, tengas lastima mí; pero ya hablan con llanto mis ojos y te piden los purifique la luz de los tuyos, para que no miren más que a tu rostro, espejo de sus amores, dádmela en todo Padre mío, para que calle cuando sea ofensa tuya, y hable solo para alabarte. Amén.



VERSOS EN ALABANZA DE LOS CINCO SENTIDOS DEL SEÑOR

Esos tus divinos ojos,
con tantas penas obstruidos,
son los mayores válidos,
para tus justos enojos.

Estribillo:
¡Oh Jesús! que tus sentidos,
tormentos raros sufribles,
por la pena que sentiste,
Haz que te amemos rendido.

A tus oídos grande audacia,
Lo cercan graves tormentos,
porque yo tus llamamientos,
responda con eficacia.

Al olfato más bien visto,
arrojando cofactores,
y es porque en suaves olores,
fragancia exhala Cristo.

El más sazonado gusto,
con fieras salsas mezclado,
me estimule que, al pecado,
me cause grande disgusto.

Vuestro sentido del tacto,
clama con dolor profundo,
por qué con nada del mundo,
celebra amistad ni pacto.




SEGUNDO DIA
Considera, como de casa de Anás, llevan al Señor a la de Caifás, donde preguntado por Dios vivo, quien era respondió obediente lo que convenía; airado el pontífice, y los ministros descargaron tal lluvia de bofetadas, y escupitajos; sobre su lastimado Rostro, que ya no tenía aspecto de hombre. Y pregúntate, cuantas bofetadas le has dado a tu padre Jesús con tus juramentos falsos, que salivas asquerosas las de las maldiciones en que prorrumpes.

ORACIÓN
¡Oh ensangrentado Jesús! tu Rostro lleno de dolores, y de inmundas salivas, que te ha arrojado la sucia boca mía, en juramentos, en maldiciones, ¡y otras irreverentes palabras! loco está quien tal hace, páguelo mi arrepentimiento, más no tu indignación y con la protesta que hago de alabar y bendecir tu santísimo nombre de toda mi vida. Amén.





TERCER DÍA
Considera a tu redentor; en aquella Sentina, o aposento, donde inmoble con los muchos y fuertes cordeles con que los judíos, le ataron a un peñasco, el acompañamiento que tiene una noche  entera, es de sabandijas, hediondez y la más grave, la de aquellos rabiosos canes, que atándole sus divinos ojos coa un andrajo, le hacen juguete para, sus burlas pesadas entre sus sacrílegas manos, por los muchos golpes, y palos que en todo su cuerpo y en su sagrado Rostro le daban diciéndole: ¿adivina quién te dio? mira, que tú no tienes que adivinar pues conoces al ofensor, y al ofendido.

ORACIÓN
Oh atormentadísimo Jesús de mi alma, ya sé que sientes ver más mí corazón hecho calabozo de iniquidades, donde entre sus tinieblas viven de asiento mis vicios que tu continuado padecer en ese vil sótano. Si aquellos verdugos no se hallaban capaces aun con tanta luz de adivinar quién eres, yo sí que conozco, que eres mi padre, y con dolor de haberte agraviado, te prevengo buen hospedaje en mi pecho, descansa en él, mi Jesús, para que yo viva, y para que lográndote a sí Sacramentado, por tu amor muera. Amen,




CUARTO DIA
Considerar la suma obstinación de los infernales ministros, pues no contentos de ver el señor herido, y desfigurado su santísimo Rostro, con el rigor de cinco mil, y más azotes, dejan su virginal cuerpo tan desgarrado, como su Rostro. Y quien, a cada paso, así lo ejecuta, sino es la humana malicia, pasando muchas veces las culpas a la mayor gravedad de sacrilegios o que crueldad volver azotar a Jesús, en pago de haber sacado amante la cara por defender a los mortales.

ORACIÓN
¡O pacientísimo Jesús! si los pecados de escándalo, si las acciones indecorosas, que he cometido, no han dejado un lugar sano, ni en tu rostro ni en tu cuerpo, yo protesto humilde, y contrito no volverte a azotar con mis desvergonzadas acciones, y con la diciplina de tus amables sagrados consejos, destronar las abominables en que he incurrido, para hallar siempre pronta tu misericordia. Amen.





QUINTO DÍA
Considera aquel indecible tormento dé la, coronación del Señor, y en él, como el ímpetu de los juncos, hacen que llueva sangre a él cielo de su rostro, allí fue donde repitió la malicia de los soldados, azotar sus delicadas mejillas con las zuelas de los zapatos. Y Aquí es donde has de conocer la soberbia, y ambición, y torpes pensamientos en que has vivido.

ORACIÓN
¡Oh mi -Rey y mi Jesús! si las agudas puntas destrozan con tanto rigor tú divina cabeza, que habían hecho los muchos y repetidos pensamientos torpes en que he consentido, solo un. corazón vacío de culpas puede ser feliz estanque de tanta sangre: pues logre yo ver el mío inundado en ella: y con tu favor desnudo de pecados, camine con pie recto a él orbe de tu gracia, donde sin las espinas de mis culpas, admite tus maravillas. Amen.




SEXTO DIA
Considera al Señor en aquel lastimosísimo paso, que ordenó su majestad divina, para mayor padecer: y fue el que, deseando la santísima Virgen, ver, y acompañar a su dulcísimo hijo, le salió al encuentro por el atajo de una Calle, donde se pusieron cara a cara a aquellos dos eclipsados soles, el de Jesús lleno de sangre, salivas y golpes, el de María, anegado en lágrimas ¿que se dirían mudamente aquéllos fidelísimos amantes? ¿qué sentiría Jesús con ver a María, ciega entre tanto llanto? y que sentiría María ver a Jesús, ciego entre tanta inmundicia. Punto más para meditarlo, que para dicho. Atiende alma, a esos dos lastimados Rostros y confiesa ser tú la causa de sus dolores.

ORACIÓN
¡O divino Rostro de Jesús! en que miro el de mi afligida Reyna María, a los dos contemplo por mi deshechos lino á bofetadas otro entre lágrimas: más, ya son más repetidos mis sentimientos, y pues a los dos Rostros más peregrinos ofendo con mis delitos; no cesaré jamás de llorarlos, para con el justo golpe de la mortificación, y el gemido, consiga ver tan hermosísimos Rostros en el cielo. Amen.




SÉPTIMO DÍA
Considera a este divino Señor entre- multiplicadas fatigas por la calle de la amargura, y que afligido, y desmayado entre sudores de muerte, y desmayado entre sudores de muerte, y su amabilísimo Rostro de negrido de los cardenales, salivas, y polvo, tiene el alivio en el lienzo, que una varonil y piadosa mujer le aplicó para limpiárselo. Y mira la generosidad en que su amor corresponde al obsequio, pues a uno de la santa mujer, lo retorna con tres peregrinas estampas de sus dolores.

ORACIÓN
¡Oh piadosísimo Jesús! que provecho sacó de servir como esclavo al mundo, sino trabajos y penalidades, y en dura servidumbre, apetezca el vivir. ¡Qué ceguedad, qué ignorancia! peto pues la conozco bien desengañado, desde hoy solo a tú majestad he de servir y no por la correspondencia con que sabes favorecer a los que te buscan sino solo por ser tú, tan digno de que te amen, y sirvan; imprime en mi alma tu sagrado bulto, para que, marcado al fuego de tu caridad, solo de tí sea esclavo. Amen.



OCTAVO DÍA
Considera al Señor con la cruz sobre sus hombros, y que después de a ver caído dos veces, fue, con más tormentos en la tercera, pues como más debilitado, estropeado, y desangrado, a los fieros tirones de los verdugos, no solo cayó, sino que estampó su santísimo Rostro en la tierra, la que estaba sembrada de agudos guijarros, mira que ingrata tierra, pues con piedras corresponde él beneficio de verse con la más noble sangre rociada, y mira que ingrato es el hombre, pues quiere más como tierra inculta convertirse en piedra, que mirase rociada con más celestial lluvia para su logro.

ORACIÓN
¡O pacientísimo Jesús! tu por los suelos ultrajado, y por mí amor ¿tu pisoteado de aquella perversa gente, y porque yo me levanté? tú sacratísimo Rostro obscurecido coa la masa que permitió tu providencia, formada de sangre y tierra ¿Hasta donde llegan tú beneficios, queriendo mezclar tu sangre con la miserable tierra, cual es el hombre? ya los contemplo, admiro, y en prueba de mi conocimiento, y desengaño, protesto arrepentido, vivir siempre sujeto a tus preceptos, unido a tu voluntad, y desapegado de lo que es mundo. Amen.





NOVENO DÍA
Considera al divino Señor ya crucificado, y levantado pendiente del sagrado madero, hecho desprecio de aquella plebe, y que alzando su denegrido despedazado Rostro se queja a su Eterno Padre, y á esté tiempo los astros de avergonzados, y sentidos, se obscurecen, la tierra cruje, las piedras se despedazan, el velo del templo se rasga. Mira que muestras de dolor hace aun lo insensible, ¿y tú alma que haces?

ORACIÓN
¡O crucificado dulce Jesús! Sí el sol y la luna trasladan en sí el color de tu rostro, para sentir tus tormentos: si la tierra se abre, para tragarse a sí misma de sentida: si las piedras se parten, i cuando más duras, de adoloridas, sí el velo se divide, abriendo sus hilos, el respeto ¿qué debo yo hacer como causa de tus agonías, como instrumento de tu muerte? Ay, Jesús de mi vida, que es lo que he hecho, y hago, es cuidar mucho de regalos del cuerpo, dándole todo gusto, tropezando y cayendo en las más horribles culpas, olvidado de tus ansias, ¡y de que teda tu vida ha sido penas! Mas ya levanto la cara a contemplarte por mí crucificado, y te pido rendidamente no me dejes, ni apartes tu santísimo Rostro, permíteme, Señor; que siempre como divino sol lo mire para alimentarme de ensangrentados rayos, que despide, y que así lo miren todos los cristianos, los gentiles y los herejes para que ninguno profane tus sagradas aras, ni tu soberana ley. Haz que la cabeza de la iglesia, mire su gobierno, y halle su salud en tu semblante. Que nuestro Monarca y real familia, vinculen en tu Rostro sus consuelos. Que los súbditos no aparten sus ojos de tu sagrada imagen. Que todos consigan la salud corporal, que te piden, si les conviene, y lo más una buena muerte, para lograr gozarte en la gloria. Amen.


miércoles, 30 de octubre de 2019

EJERCICIO AL SEÑOR DE LAS TRES CAÍDAS







EJERCICIO PIADOSO PARA TODOS LOS VIERNES DEL AÑO
EN OBSEQUIO
DE NUESTRO ADORABLE REDENTOR
CONSIDERADO EN LOS MOMENTOS
EN QUE LLEVANDO LA CRUZ SOBRE SUS
HOMBROS, CAMINÓ AL CALVARIO.

Escrita con aprobación del Sr. Provisor de la Sagrada Mitra, por Dn. Marcial Pacheco Guzmán

A solicitud de su familia para fomentar el culto de la Imagen del Sr. "DE LAS TRES CAÍDAS"
que se venera en la Iglesia de la Tercera Orden de San Pedro de Cholula.
LEÓN 1869.


ACTO DE CONTRICCIÓN
Jesús mío, mío Salvador, mi Redentor y mi Dios, he aquí en tu presencia una criatura que ha desconocido los inmensos beneficios que a costa de tu pasión y de tu muerte, me has hecho, solamente para darme la vida eterna que había perdido por el pecado, mas no veas, mi querido Jesús mis iniquidades, recuerda si tu inmensa bondad, tu infinita misericordia y tu piedad sin límites, que soy hechura tuya y que por un exceso de esa misma bondad veniste al mundo para redimirnos con tu sangre. No veas Señor, la fealdad de mis faltas, recuerda si que tu misión en la tierra fue la de perdonar al pecador, y por eso fueron perdonados Dimas, la Magdalena y otros muchos que por su crecido número no me es dado referir. Pues bien, Dios mío, cansado, fatigado y abrumado del peso de mis faltas y pecados, me arrepiento de todo mi corazón de haber vivido familiarizado con el crimen, me pesa, Señor, en el alma de haberte ofendido, pues eres la fuente de donde dimana toda felicidad. Lleno de confianza en tu misericordia infinita, a ti vengo como el enfermo al médico, como necesitado al poderoso, y como sediento a esa misma fuente. No veas, Jesús mío, lo repito, la deformidad de mis culpas, no desprecies mis lamentos, compadécete de mí, mírame ya retirado de ese torbellino mundano que a su paso se lleva cuanto encuentra, que he dejado las locas pasiones, las alegrías frívolas, las ilusiones que ocupan de continuo el corazón del hombre; mis ojos no se fijan ya sino en esa cruz ensangrentada, que se alza sobre el Gólgota, y a cuyo derredor se agrupa el que como yo lleva allí sus lágrimas, sus deprecaciones y sus esperanzas: perdóname, Dios mío, por amor de tu Madre santísima, y óyeme compasivo, pues arrepentido y postrado ante tu divina presencia te lo suplico, para que pueda tener la dicha después de mis días de alabarte en la gloria. Amén.
Se reza un Credo y después la siguiente:



ORACIÓN
Dios mío, aquí me tienes postrado a tus sacrosantos pies con el corazón hecho pedazos de dolor, al contemplar aquella memorable noche, víspera de la redención de linaje humano en que llena de angustias el alma te separaste de tus discípulos después de la Cena para internarte al Monte de los Olivos a donde fuiste a tratar con tu Eterno Padre de negocio importante de mi salvación. Aquí, Jesús mío a las orillas de este bosque, regado con sangre y tus lágrimas, me arrodillo como tú Señor, con el rostro humillado en el polvo a recoger los santos pensamientos que descienden de esas cimas silenciosas, en donde ningún rumor se alza del cauce del torrente Cedrón, ninguna hoja tiembla en esos árboles a cuya sombra me trasporto a contemplar esa sublime escena, en que tu bebiste hasta las heces el cáliz de la agonía, antes de recibir la muerte de mano de los hombres. Sí, Dios mío dame mi parte de esa salvación que viniste a traer al mundo a tan alto precio: mira que postrado te lo suplico por aquel Océano de angustias que inundó tu corazón, cuando contemplaste con una sola mirada todas las miserias, todas las tinieblas, todas las vanidades, todas las iniquidades y toda la ingratitud del hombre; cuando quisiste lev anta por tí solo esta pesada carga de crímenes y de desgracias, bajo la cual la humanidad toda entera pasa encorvada y gimiendo en este estrecho valle de lágrimas; cuando comprendiste así mismo que no se le podía traer siquiera una verdad y un consuelo al hombre, sino a precio de tu vida; y cuando, en fin, se acercaba la muerte que tú por tú misericordia voluntariamente elegiste, diciendo a tu Eterno Padre: ¡Pase Señor este cáliz lejos de mí! ¡pero no se haga mi voluntad sino la tuya! Y yo hombre miserable, ignorante y débil, también exclamaré al pie del árbol de la flaqueza humana: Señor, haced que todos esos cálices de amargura, de las amarguras de mi vida se alejen de mí; pero no, Señor, no se haga mi voluntad sino la tuya. Yo beberé esa copa en expiación de mis delitos, no me rehúses tu paternal perdón; aliéntame para no caer, sino antes bien, pueda mantenerme en mi propósito de seguir tus huellas adorables, hasta llegar a alabarte en el cielo. Amén.
Se reza un Credo y Gloria Patri, y la siguiente:



ORACIÓN
Amabilísimo Dios mío, trasportado todavía con mi espíritu a la sombra de los encumbrados olivos, a donde te retiraste para entregarte a la oración en el silencio de la noche, te veo engolfado en celestiales pensamientos, y puliendo á nuestro Eterno Padre, que el cáliz demasiado amargo que todos nosotros llenamos con nuestros desórdenes, se aleje de tus divinos labios, si era su santísima voluntad. También creo oír tu voz que despierta a los discípulos, que habiéndote seguido á Getsemaní, se entregaron al sueño mientras tu orabas por nosotros. ¡Ah Señor! tan fácil es que se adormezca el celo de la candad humana si no cuenta con el auxilio divino. Mas, en fin, allí pasaste aquellas terribles horas de agonía con la lucha inefable, entre la justicia divina y vuestra grande misericordia: aquella representada por tu Eterno Padre, y esta, representada por tí. Allí, Señor, te contemplo, te considero sudando sangre, y todavía creo ver a través del negro manto de la noche, el tropel de gente armada de espadas, y que en medio de la algazara propia de un pueblo desenfrenado corre a aprehenderte como a un ladrón. Si, Dios mío, entre la multitud confusa del pueblo y soldados, que con grande estrépito te conducen, te contemplo y acompaño con el corazón henchido de dolor, hasta la casa del sumo sacerdote, de esta a la de Poncio Pilato presidente romano, y de aquí al tribunal sangriento de Herodes, siendo llevado de esta suerte con estrépito, violencia y ultrajes, tu que eres la bondad y la ternura por excelencia; el poderoso que no resistes a esos ultrajes porque espontáneamente los aceptas para salvarnos. Así mismo te veo fallecer de cansancio y de fatiga, cuando tus manos, Señor, pueden sostener en peso todo el firmamento, porque tú eres el fuerte entre los fuertes de Israel, el que santa y justamente enojado poco ha arrojaba del templo a los sacrílegos, y ahora manso como el corderillo, maniatado, temblando como la víctima que va a ser inmolada: el que era poco ha vigoroso como el cedro del Líbano, y ahora se estremece como el árbol seco que el leñador ha derribado. Así eres conducido del lugar en que orabas, en medio de las más horrendas injurias. Así conducen al inocente Abel ante aquellos inicuos tribunales, a merced de sus mismos hermanos conjurados contra él; así se burlaron del justo Noe por el arca que ha fabricado para salvarnos en ella: así sale Isaac llevando sobre sus delicados hombros la leña para ser sacrificado: así sale este querido Benjamín encaminándose a Egipto para dar libertad a sus hermanos: así sale como Josué llevando en su mano el escudo con que ha de conquistar la rebelde ciudad de Har: así sale como Moisés con la vara para abrir camino franco a sus hermanos en medio de las aguas del mar. Y cuando así sales, Señor, para cumplir tu sagrada misión en la tierra, humillado y en el más profundo abatimiento, te oigo también exclamar con palabras tiernas y sentidas. ¡Oh vosotros los que pasáis por el camino, atended y ved si hay dolor semejante a mi dolor! ¿Por qué pasáis, oh crueles, sin tenerme por digno de una mirada compasiva y amorosa? ¿Por qué no alargáis vuestra mano para levantarme, pues vuestros pecados me han puesto en este estado verdaderamente lamentable? Ea, deteneos un poco, mirad mi abatimiento, y ved si halláis otro hombre que haya padecido penas semejantes a las mías, más yo veo que proseguís vuestro camino sin dejarme por prenda última de vuestro amor ni una sola lágrima, cuando derramáis tantas por el mundo.
Credo, Gloria Patri y luego la siguiente:



ORACIÓN
Dios mío, sin perderte un momento de vista y trasportado con mi espíritu al sitio de tus crueles dolores y martirios, te acompaño en el camino del Calvario a donde te conducen mis pecados. En este momento, Señor, mi alma se conmueve, se espanta, se estremece y se abate al considerar el más grande de los crímenes, la más grande de las calamidades de Jerusalén; no es posible ahogar en la amargura de mi corazón los suspiros, ni retener mi llanto al contemplar la situación desoladora del que abandonado de sus amigos, traicionado de los suyos, es presa del dolor más inaudito: él tiende inútilmente sus manos y no encuentra quien se digne consolarlo. ¡Ah cómo llega violentamente hasta el fondo de las entrañas ese grito tierno y penetrante que despedaza el alma! Con acento suave y lastimero nos dice: ¡Oh vosotros los que pasáis por el camino, considerad y ved si hay un dolor que iguale al mío! Pero las profecías es fuerza que se cumplan, el pueblo judío ha de sacrificar en la cruz al hijo de Dios, al Cordero sin mancha, al modelo de la inocencia. La desobediencia de Adán y de Eva que arrastró consigo a todo el género humano, necesita de la sangre preciosa del hijo del Eterno para rehabilitarnos y para volvernos al goce de los derechos perdidos por la culpa de nuestros primeros padres. La traición del discípulo y la injusticia del magistrado te conducen, dulce Jesús mío, a la cumbre del Gólgota, llevando la cruz sobre tus hombros como llevaba Isaac la leña al lugar del sacrificio. En el Calvario te contemplo clavado en la cruz en medio de dos ladrones; hasta allí la Madre de Dios acompaña a su Hijo al sacrificio: toda la ternura, toda la poesía de la maternidad se pintan en el rostro de la Virgen María, en aquellos momentos en que sufrió con su divino Hijo el ludibrio y el menosprecio de un pueblo enloquecido y frenético. Tú y tu dulce Madre abandonados de todos a la hora de la tribulación y de la prueba, solo fijan sus divinos ojos en el cielo, porque allí está la fortaleza para los grandes sacrificios. Por eso desde que comenzaron los tormentos y los dolores de Jesús en el Huerto se dirigió a su Eterno Padre diciéndole: Si es posible, que pase de mí este cáliz; más hágase tu voluntad y no la mía. Sí, Dios mío, yo veo, yo considero y a mis solas contemplo las amarguras que te reservaste para demostrarnos la grandeza de tu entrañable amor; y por el dolor, el cansancio, las vigilias y las fatigas te veo pálido el rostro y cubierta la frente con el frio sudor de la muerte, tus ojos entre abiertos y apagados, anuncian que están próximos los últimos momentos de tu vida. Heló allí en una cruz... en ese afrentoso suplicio Aquel que bajará algún día del empíreo santo, en el sol como en un trono y rodeado de ángeles, y a cuya voz se estremecerá toda la tierra. Entonces tomará los astros en sus manos, los desmenuzar y arrojará al abismo. Pero ahora.... vedlo cuan manso y cuan humilde; un velo de lágrimas cubre aquellos ojos que contemplan atónitos los ángeles del cielo. Apenas respira ya Aquel cuyo aliento vivifica la naturaleza, cuyas palabras eran amor, consuelo y vida, sediento está en la cruz. Aquel cuyas manos esparcen el rocío sobre la tierra. Balbucientes están aquellos labios que proferían máximas de caridad, y de los que destilaban la sabiduría como la miel del cáliz de las flores. ¡Así sufre el hombre! pero está tranquilo el Dios que gobierna los vientos y los mares, que desquicia los montes y hunde las ciudades. Sí, el hombre muere, y cuando dirige la última mirada a sus despiadados perseguidores, el sol se cubre con una nube roja; la tierra se conmueve en sus cimientos; el velo del santuario se rompe, y el terror se apodera del pueblo deicida, que, hasta el momento de este cataclismo, comprende que el sacrificado a su saña implacable, es el que vino en el nombre del Señor á libertar a su pueblo. A su sentida muerte, y cuando todavía estaba pendiente del árbol santo de la cruz, lábaro precioso de nuestra redención, los muertos abandonaron sus tumbas, y entre ellos se distingue Adán y Eva, asombrados todavía de las consecuencias de su debilidad y de su pecado... Consumatum est El Hijo de Dios después de una larga y penosa agonía, ha entregado su espíritu a su Eterno Padre... El género humano ha quedado redimido a costa de esa sangre, de esa vida preciosa, y nos deja para recuerdo de su amarga pasión, el adorable madero en donde espiró; ese pabellón milagroso que se ha paseado triunfante en toda la tierra y que permanecerá firme en el Vaticano hasta la consumación de los tiempos, y desde donde el Redentor divino pide a Dios que perdone a aquellos por quienes se ha sacrificado en aquel suplicio. Esta es ya la única palabra que profieren sus labios; pero esta palabra de conmiseración es de inapreciable valor para nosotros. Esta palabra santa y tierna es en sí el perdón del culpable, la reconciliación del hombre con su Dios la purificación del linaje humano por quien la sangre del Salvador se ha derramado, el misterio de nuestra redención, y la cruenta consumación de este misterio sellado con la sangre del que, inclinando su cabeza expira clavado de pies y manos en la cruz, exclamando " LA REDENCIÓN SE HA CONSUMADO. 
Padre nuestro, Ave María y la siguiente:



ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
Madre mía, madre del infortunio y del dolor. ¿Qué abrasador torbellino ha marchitado así tus días? ¿Qué negra sombra cubre de dolor tu corazón? ¡Ah, yo soy el que lo ha llenado de amargura cuando por mis pecados he conducido al cadalso a tu amado Hijo! Sí, afligida Madre de mi Redentor, bella estrella del Orión; mis pecados solo han sido quien a ti también te han conducido hasta el pie de la cruz a presenciar el sacrificio augusto de mi Redentor. Allí entre las ensangrentadas armas de un pueblo acosado del furor, te contemplo pálida, inmóvil como una estatua de mármol asentada sobre los sepulcros; allí te contemplo con los ojos hinchados de llorar, caídos de languidez tus brazos, enlazadas y comprimidas tus manos en actitud del más acerbo dolor; allí te oigo gimiendo como gimen las tórtolas del bosque, porque el que está pendiente de la cruz en medio de dos ladrones, es el mismo que concebiste en tu vientre virginal, el Unigénito de Dios hecho hombre, porque de tí Virgen afligida, nació aquel varón de la tribu de David que fué prometido por los Profetas, aquel Redentor que esperaban los Patriarcas, aquel a quien deseaban ver los justos de la tierra, que vino a salvar al mundo, para que el mundo lo desconociera, y también para que sacrílego lo blasfemara y lo sacrificara sobre un madero. ¡Ah! solo está en el Calvario en medio del dolor y de las angustias de la muerte, solo y abandonado de los hombres, el que entraba poco ha por las calles de la impía Jerusalén, y que era saludado como á Rey por los que regaban a su paso palmas y laureles; solo está allí en el Gólgota sombrío, aquel cuyas huellas algún día irán a buscar los monarcas de la tierra para imprimir sus labios reverentes; solo está sin más testigos de su dolor y de su muerte que tú, querida madre mía. En tus dolorosas angustias, sola te veo sin quien te consuele en tu amargura, más que aquel afligido joven que está junto a la cruz, parecido á Jesús en las facciones de su rostro. ¡Ah! es el discípulo, el primo y amigo del Redentor, el que siempre y á donde quiera lo seguía, el que la noche de la última cena estuvo reclinado en el pecho de su Maestro, suspirando afectuoso. Y meditando absortos misterios inefables. También se ve a tu lado otra mujer que llora abrazada de la cruz y cayendo sobre su cabeza la sangre del Salvador. Sí es aquella beldad mundana que poco ha vagaba por las ciudades de la Judea inspirando amor con sus miradas, profiriendo dulces palabras, exhalando hacia todas partes perfumes fragrantísimos; es la que un día desgarró su velo de oro y lino, despedazó su túnica de púrpura, arrojó sus sandalias de escarlata, desató de sus seductoras trenzas los lazos de perlas, y fué á postrarse a los pies de tu Hijo santísimo, á ungirlos con bálsamo oloroso, á rociarlos con sus lágrimas, á enjugarlos con los blandos castaños rizos de su profusa cabellera. Allí la veo que no cesa como tú de llorar, y recuerdo que Jesús dulcemente le dice asegurándola de su perdón: Mujer, tus pecados han sido perdonados... Allí veo que depositas los restos venerables de tu Hijo querido, hermoso fruto de tus virginales entrañas, arrebatado de tus brazos por mis culpas y pecados para hacerlo morir en la cruz. Me pesa, Madre mía, de haber cometido este enorme delito, perdóname, y al colocar en el sepulcro esa mitad de tu corazón, pídele que remedie nuestras necesidades y nos conceda verlo y alabarlo en la gloria contigo. Amén.


SONETO
Consuma el hombre su mayor pecado,
Maldice al Santo que la injuria olvida
Se mofa de su ley y de su vida,
Y le da el nombre de impostor malvado.
Al Gólgota lo lleva despiadado,
Lo clava en una cruz envilecida,
Ofreciendo a la turba enfurecida
La sangre del Cordero inmaculado.
Jesús consuma con bondad divina
Su amor que al hombre lo libró de muerte,
Hacia la tierra su cabeza inclina
Y su alma exhala poderosa y fuerte,
Jesús espira con dolor profundo
Y Jesús vence redimiendo al mundo.

martes, 29 de octubre de 2019

NOVENA EN DESAGRAVIO A LA BOFETADA QUE RECIBIÓ CRISTO EN CASA DE ANÁS





NOVENA 
EN DESAGRAVIO DE LA BOFETADA QUE CRISTO RECIBIÓ DE MANOS DEL SAYÓN EN CASA DE ANÁS

Sacada a la luz por el Bach. Dn. Joaquín María Guerrero, Clérigo Presbítero de este Arzobispado y revisor del Santo Tribunal de la Inquisición.
Año de 1755


ACTO DE CONTRICCIÓN
¿A quién Vida de mi alma debe esta vil criatura buscar, sino a su amante Criador? a quien este ingrato hijo debe acudir, ¿sino a su caritativo Padre? ¿A quién está perdida oveja, sino a su celoso Pastor? Bien conozco Redentor mío que solo obligado de tu excesiva clemencia puedes permitir en tu presencia. Confieso que no soy digno delante de tu rostro, pues yo soy la causa de que este gravemente herido. Oh Justo Juez y Señor mío, con que te desagraviaré de tal ofensa, ¿con que te aliviaré este dolor? ¿Con que te podré consolar en esta deshonra? No tengo más que ojos y corazón con que llorar y sentir. Recibe mis lágrimas, sean lenitivo a tu grande sentimiento. Ay Salvador mío, tu abofeteado! ¡Oh, si yo viera mi corazón hecho pedazos a pesar de ser la causa de tal ignominia! Pésame de haber pecado Jesús mío, pésame de que María Santísima tu madre y mi amparo, este afligida al ver tu Rostro ultrajado. ¡Qué pena sería la de tu amantísimo Corazón al atender que, al hijo de sus limpísimas entrañas, así lo atormentaban! Permíteme ya Señor llegar mis indignos labios a tus Sagrados Pies, en los cuales, derramando lágrimas de dolor, merezca, que por el precio de esta Llaga me levante a tu amistad y gracia, concediéndome también, que persevere en ella hasta la muerte, y que después te alabe en los Cielos en compañía de todos tus escogidos Amén.




DIA PRIMERO
Tu Rostro, Jesús, herido
Conmueva mi corazón,
Y a el dolor de tu Pasión
Contigo se mire unido.

ORACIÓN
¡Oh Bellísima flor de los campos! Oh Cordero inmaculado tiernísimo Jesús! ¡Quien pudiera hacer de las telas de mis ojos lienzo para enjugar, y cubrir esta herida! ¡Como tuvo atrevimiento un hombre de poner la mano en el Rostro de un Dios! ¡Solo tu paciencia, solo tu grande amor pudo tolerar este agravio! Yo deseo quitarte los enojos, y conociendo mi insuficiencia, convido a los nueve Coros de tus Soberanos Espíritus, para que me ayuden a bendecirte. A tí Santo Ángel de mi Guarda invoco, acompáñame a bendecir, y dar gracias a él que á tanto costo me abrió las puertas de Tu Reino. Millones de veces bendigo, Jesús, la Sangre preciosísima, que vertisteis de tu Sagrada Boca: lava con ella esta alma, hacedme digno de tu ardiente amor. Oh mi consuelo y recreo, imprime en mi memoria esta tu pena y sentimiento, ¡y esta tristeza de tu espíritu! Enriquézcale con la virtud de la humildad, que tanto tu deseas habite en mí. ¡Qué locura será la mía, si viéndote abofeteado busco estimaciones! ¡Si viéndote por el suelo pretendo honras! Quiero trabajos, y penas, pero contigo: pues no es razón que tu padezcas, y Yo viva en delicias, y contentos, tu Pasión quiero, el que yo sea tu compañero te suplico, para que en esta vida no te disguste, y en la otra te alabe. Amén.



ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Dios te Salve tristísima Señora, Madre la más atormentada del mundo, pues tu sola padeciste, lo que no es posible tolere corazón humano: eres Madre del Inocentísimo Jesús, por su propria naturaleza Justo, Santo, Perfectísimo, Dechado de todo lo bueno: y por ajenas culpas en casa de un mal Juez abofeteado. Ay Reina de tos Cielos y Tierra, qué dolor sería el tuyo, ¿al ver tal atrevimiento? ¿Qué le sucedió a aquel insensato, cuando levanto la mano, para herir a mi Esposo querido? Para cuando son, Princesa dulcísima las lágrimas, si ahora no las derramo abundantes contemplar a mi amante Pastor arrojado al suelo a la violencia de aquella hora es tiempo de que Yo uniera: ¿para qué quiero la vida si no me sirve de sentir lo que padece mí Padre? ¿Pero qué puedo hacer, si soy un mal hijo? Por tal me confieso, pues tengo corazón para saber, que así está ultrajado mi Criador, y con todo no muero de sentimiento, sino que le aumento sus fatigas con la malicia de mis graves pecados. Oh tortolita mía, todos sabemos lo mucho que te agrada la memoria de la Pasión de tu dulce Jesús, pues imprime en mi corazón este paso. Alcánzame este favor, señálame con esta divisa: báñame Madre mía con aquella Sangre, que mi Redentor arroja de su Boca. Mucho es lo que estima a mi Nazareno, por él te suplico rae enriquezcas, con que Yo me dedique muy de veras a meditar cita ignominia, quiero, que se agrave en mis potencias, para llorarla todo el tiempo de mi vida, y después ir a adorar reverente el Rostro de mi Jesús en la eterna gloria. Amén.
Tres Salves.


DÉCIMAS
Con una cruel bofetada
Han herido a mi Señor,
Sangre vierte a tal rigor.
De aquella boca agraciada:

Oh Majestad ultrajada.
Por esta Llaga te pido
Sea en tu amistad recibido,
Y que en la hora de mi muerte
Tenga la dicha de verte
Hallándome tu escogido.

Qué dolor padecería,
Virgen vuestro corazón
Cuando visteis, que un Sayón
De Jesús el Rostro heria.

Aquí Señora sería
Vuestro mayor desconsuelo
Viendo arrojada en el suelo
A la Majestad Sagrada
Y que de una bofetada;
Llegaba a la Tierra el Cielo.





DIA SEGUNDO
Por adular un Sayón
A el juez loco, y presumido,
Jesús, tu Rostro ha herido,
Y a tu Madre el corazón.

ORACIÓN
¡Pelicano amoroso Jesús mío Rey excelentísimo, y sobre todo el universo el más eminente y soberano! ¿Qué te podrá decir ella vil criatura para desagraviarte de la ofensa, que miro hecha a tu divina Persona? ¿Como Bienhechor mío, hubo valor en aquel sayón para ofenderte con tanta crueldad? Como siendo Tu el que gobiernas en los Cielos, y en la Tierra no mandes a tus Ángeles, que te librasen de tal vituperio, o por ti Tolo, pues eres todo Poderoso, ¿no te defendieses de esa ignominia? ¡Pero como se había de excusar tal amor de ser herido, cuando por salvar al Mundo te ofrecisteis a los tormentos y fatigas! Grave es fin duda la que en este paso tolerasteis, pero más enorme es la que yo con la continuación de mis delitos te ocasiono. Mucho me lastimo de verte ultrajado, mas no considero, que cuando te ofendo renuevo con mis culpas esta herida. ¡Quisiera morir de dolor al pronunciar este mi atrevimiento! Venid Patriarcas Santos, asistidme, dadme voces, comunicadme espíritu, para que yo desagravie á mi Señor. Recibe pues, manso Cordero, los merecimientos de tus Santos Patriarcas en desagravio de esta ofensa y concédeme, que mas no trie atreva a ofenderte, sino, que firme, y perseverante en tu servicio, siempre atienda, que tu Rostro mira todas mis acciones, y con tal temor, y respeto salgan dignas de que tú las premies en tu gloria. Amen.







DIA TERCERO
Jesucristo mi Señor
Sangre vierte de fu boca,
mi pecho cual de roca
le paga este favor.

ORACIÓN
 Oh Padre de las misericordias, delicioso y ameno Huerto en donde hallan los pecadores el deleite, y alivio, que les niega el Mundo, por ser él todo engaño, y mentira, y tú la misma verdad, fragancias, ¡y suavidad! A Vos vengo como a mi verdadero Padre, olvida mi ingratitud, y concédeme, no tus brazos, que no soy digno de tal favor, si, qué ponga mis labios en la bendita tierra, que veo regada con la Sangre, que derramó ella tu castísima boca al golpe de aquella cruel bofetada. Es posible, Capitán mío, que tanto se cegara aquel mal ministro, que ni lo moviera tu hermosura, ¡ni lo ablandara tu paciencia! Estaba loco cuando tal hizo, pero más insensato soy yo, pues teniendo por el bautismo, y Católica Fe tan claro conocimiento, de que eres el Hijo de Dios vivo, e Hijo también de la Purísima Doncella María mi Señora, quien fue concebida sin el borrón de la culpa, me he atrevido a ofenderte. Muchas son las obligaciones, que tengo de desagraviarte y viéndome tan imposibilitado para hacerlo, convido á tus Santos Apóstoles, y Evangelistas, para que su martirio y sangre derramada en defensa de tu nombre, te mueva a mi perdón, y quede desagraviado. Y pues tanto vale una gota de tu sangre, por la más pequeña de esta herida te ruego humildemente, que te acuerdes de todas aquellas almas, que están en manifiesto peligro de perderte. Comunícanos el tesoro de tu gracia con tal firmeza, que jamás de ella nos apartemos, si no, que acabando en paz te veamos en la gloria. Amén.







DIA CUARTO
Una manopla dé hierro
Instrumento cruel, v atroz.
Herido os dejó mi Dios,
¡Qué inhumanidad! ¡Qué yerro!

ORACIÓN
Oh Elevadísimo Monte de Santidad a cuya falda están lo más heroicos varones y Santos contemplando cuanto los excedes en las virtudes y perfecciones, pues de ti gozan las que los enriquezco, como que tu solo eres la única causa, y origen de lo recto y justo. A tu sombra me pongo, para que el Sol de tu divina justicia no castigue los pecados, que contra tu santísima ley he cometido. Por ellos te veo mi Señor en el mayor desprecio que han visto los mortales a ningún viviente. Si a los homicidas, y perversos no los maltratan los Jueces, y es lo primero, que les prohíben las leyes, como a ti, que eres el dechado, y norma de toda perfección, te tratan con tanto escarnio. En qué pensó el sayón atrevido, que a ti te ultrajó, siendo tu dignó de todos los respetos y veneraciones. Aplica Jesús mío, estos purísimos ojos a él Coro de tus Confesores, que hoy te ofrezco, para que sus méritos te conmuevan al desagravio de tal injuria. Oh si yo pudiera gravar en mi memoria de tal manera, esta aflicción y pena, que hasta de mí mismo me olvidara, por solo acordarme de esta fineza. Esa sangre, qué por tu venerable Barba corre, sea el baño en donde queden lavados todos mis hermanos los hombres. No permita que se pierdan en ellos en las afrentas, ni el pesar, que tuvo la Santísima Virgen María tu Madre. Oblíguese, Nazareno dulcísimo, el que somos tus hijos, eres nuestro Padre, y como tal has de compadecerte de nuestra flaqueza y miseria. Si tu enemigo el demonio quiere despojarte de nosotros, que somos tan tuyos por todos caminos, no consientas, que logre sus intentos. Reduce a los Infieles, envíales ministros, que les den a conocer lo que por ellos sufristeis en el discurso de tu Pasión, por lo cual Vean elle tu hermoso Rostro en tu eterno Reyno. Amén.





DIA QUINTO
Un verdugo con crueldad 
La mano puso en el sol, 
Este agravio es el crisol 
Del oro de su humildad.

ORACIÓN
Oh Dilatado y profundo Mar de piedades, y clemencias en donde han hallado remedio los más enormes pecadores: yo alentado de los muchos, que has abrigado en tus adentros, rae esfuerzo a pedirte, que con tan dulces aguas limpies las viscosidades de mis culpas y que, atendiendo a mi vileza, é inconstancia, no me castigues como merezco. ¿Qué pecador se ha puesto en tu presencia verdaderamente, arrepentido, y le has negado el consuelo de salir perdonado? Ninguno. ¿Pues como yo he de perder la esperanza de quedar libre de mis iniquidades? Mira, Padre amoroso, que venero, saludo y siento con todo mi corazón está herida de tu Santísimo Rostro. ¡Oh azucena Fragantísima, nacida en el mar de tantas piedades! Míralos ríos de sangre, que ha formado la paciencia de tus Santos Mártires. Con este tan dilatado ejercicio pretendo hoy desagraviarte. Recibe sus méritos, acepta mi voluntad. Bien sé, salud mía, que porque los Santos Mártires (ayudados de tu gracia) pusieron en ti los ojos, como en su fortísimo Capitán, supieron vencer la crueldad de sus contrarios y salieron victoriosos en las contiendas. Luego si yo de ti me hubiera valido, si a te hubiera clamado, fuera vencedor en la guerra de mis tres enemigos. Ea, Médico soberano, aquí tienes este enfermo gravemente accidentado, lana me, pues te pido favor propongo no quitarme de tu lado, quiero estarme a tus pies, y con los auxilios de tu gracia no disgustarte más; en nombre de tu Santísima Madre concédeme este bien, por el cual seguramente gozaré los bienes de tu gloria eternamente. Amén.






DIA SEXTO
Al Esposo Soberano
De las Vírgenes consuelo,
Un sayón puso en el suelo
¡Oh sacrílego inhumano!

ORACIÓN
Oh Infinita Sabiduría, Maestro universal de todo el Mundo, tú que, desde el purísimo instante de tu admirable Encarnación, halla el punto en que entregaste tu soberano espíritu en manos de tu amado Padre, únicamente estuvisteis dando reglas y documentos de conservar la vida en santa limpieza, y humildad. Hoy llego a tus sagradas plantas ofrecerte el crecido número de azucenas, que en esta gloria te bendicen, para que por tanta pureza tenas por bien de quedar desagraviado de la iniquidad con que te trató aquel, ministro Malco, hiriendo tu Rostro con una bofetada. Registra, dulcísimo Nazareno este ameno Huerto, sírvase de recreo en tanta injuria ver cuantas Vírgenes siguiendo tus pasos, y yendo en pos de tus dolores, despreciando las pompas y faustos de este engañador mundo, y te dieron la mano de fieles esposas. No te acuerdes de la sacrílega, que te puso en tal desprecio, cortísimas son mis fuerzas para quitarte los enojos, pero sé lo mucho, que te agradas de cualquier afecto de tus hijos los hombres: Yo quisiera haber estado a tu lado, y que aquel golpe hubiera venido sobre mí, más ya que así no fue, te suplico me alientes y esfuerces, para que por amor tuyo sufra con paciencia todos los dolores y adversidades, que tú quieres me vengan de tu mano. Acéptalas, Señor, que yo de mi padecer, quiero, y deseo que solo resulte gloria a ti, a tu Santísimo Padre, y al Espíritu Santo por los siglos sin fin. Amén.







DIA SÉPTIMO
Un hombre desvergonzado
Ay, mi Jesús, se atrevió,
A este Rostro sacro hirió
Y en sangre dejó bañado.

ORACIÓN
Oh Suavísimo Jesús, Tesoro incomprensible de beneficios, pues desde el principio del mundo, como Dios de clemencias, antes de criar al hombre ya le tenías prevenidas todas las cosas que le eran necesarias para la espiritual y temporal vida, sin que por falta de lo necesario se halle contristado. Bendiga tu gran poder y misericordia todo el universo. Bendita sea tan excelente caridad, Siento amor mío, que este cuidado de nuestro bien, se te pagase tan mal, atreviéndose un tirano ministro a poner su sacrílega mano en tu delicado Rostro. Quien pensara, ¡oh gloria mía, que así habías de ser correspondido!  ¿Qué haré, para poder desagraviarte? Soy nada, y así nada tengo con que obsequiarte, para quitarte los enojos y por ello intento ofrecerte los méritos, virtudes, y amor de todos los Bienaventurados de este tu Empíreo, junto con todo lo que te agradan los Justos de la tierra. Sea el congreso de todas estas tus criaturas, que tanto te estiman motivo de que quedes desagraviado, Señor, los pecados de nosotros los hombres, acordándote del desprecio, que por salvarnos padeciste. Bien manifiesto esta, que por nosotros mismos merecemos el infierno, pero si la preciosa Sangre, que de tu boca vertisteis es nuestra madrina, esperamos de su valor, que hemos de alcanzar perfecta remisión, que hemos de darte los agradecimientos de tal favor, y que te hemos de alabar eternamente en tu Reyno. Amén.






DIA OCTAVO
Del Señor de los Señores,
Del Santo Hijo de María,
De un Soldado la osadía
Hirió el Rostro a mis amores.

ORACIÓN
Oh Liberalísimo Jesús, que en la dulzura de tu Santo Nombre nos mostrasteis la esplendidez de tus dadivas: pues cada vez que decimos Jesús, te llamamos Salvador, no solo porque esperamos ser salvos eternamente, por medio de tu Pasión, sino porque aún en esta miserable vida, nos salvas y libras de los muchos peligros y riesgos de que nos vemos cercados. Bendito sea tu admirable Nombre Jesús, con él es hoy mi voluntad desagraviarte y quitarte el sentimiento de la injuria, que te hizo aquel insolente Soldado, poniendo la mano en tu bellísimo Rostro. Acepta, bien único de las almas la oferta, qué te hacemos en decir repetidas veces Jesús. Y puesto que eres tan Santo Hijo, y tanto te complaces en la gracia, virtudes, perfecciones, y hermosura de mi Señora la Virgen Mari tu Madre: te ofrezco la suavidad de su Santo Nombre, y te suplico por su Santísimo y purísimo Vientre en que te hicisteis hombre por amor del hombre por los castísimos pechos con que fuisteis alimentado, por el amor, qué la gran Reina te tiene, y tú a su Majestad le tienes, que no haya más enojos y que está herida de tu venerable Rostro sea el patrocinio y amparo de todos los moribundos: allí, Señor ostenta su precio, perdonándoles todas sus culpas, fortaleciéndolos en esta hora, para que quede lucifer vencido, y ellos entren triunfantes. Amén. 







DIA NOVENO
Las gracias Señor, te damos
Por tu mucho padecer
Esperamos merecer
El que en la gloria te veamos


ORACIÓN
¡Oh Abismo de bondad! ¡Oh maestro elocuentísimo! ¡Oh caritativo Padre y Bienhechor! ¡Oh Jesús humildísimo! ¡Oh Jesús castísimo! Patentes son a ti los corazones de todos los hombres, ya sabe tu Soberana comprensión que quisiera el que mis afectos te dijeran cosas excelentísimas con que aplaudir, y desagraviar a tan encumbrada Majestad. No puedo por mí solo ejecutarlo, y así el día de hoy me valgo de ti mismo para que en el inmenso piélago de tu magnificencia te aplaques, y quedes satisfecho de las deudas de todo el mundo. Recibe la oferta de tu Santísimo Cuerpo en el venerable Sacramento de la Eucaristía en donde te adoramos glorioso, vivo, real, y verdadero, como estás en los Cielos: creyendo que tu Soberana Presencia está en todas las Hostias consagradas, Cálices, y Partículas por cuya verdad, quisiéramos dar la vida, y firmar con nuestra sangre, así este Altísimo misterio, como todos los demás que tiene, cree, y confiesa nuestra piadosa Madre la Santa Iglesia Católica Romana. Y si aquel alevoso ministro levanto la mano, para herir tu hermoso Rostro, nosotros las levantamos para herir nuestros pechos arrepentidos de nuestros pecados, y las voces para publicar, que el que está oculto bajo de los accidentes es verdaderamente el Hijo de Dios vivo, y de Santa María Virgen, que es el mismo, que ha de venir a juzgar vivos, y muertos. Nuestro Padre eres, y nos enseñasteis a pedirte pues te suplicamos mires benigno a tu Esposa la Santa Iglesia, y á fu principal Cabeza: cuida a nuestro Católico Rey y demás Príncipes Eclesiásticos, y Seculares. Socorre a las Benditas Almas del Purgatorio, llévalas a tu Reino. Dale tú conocimiento a los Infieles, a los Herejes luz, para que detesten sus errores a los que están en pecado mortal verdadera contrición, a los agonizantes feliz salida, y a todo el mundo mucho amor tuyo, para que abrasados en él todos subamos a decir Santo, Santo, Santo. Amén.



CORONA A SAN BENITO





CORONA DEL SANTÍSIMO PATRIARCA SAN BENITO DE NURSIA


Traducido del italiano al español,
por
Dñ. Carlota Luisa de Balle y Cornejo,
Monja Benedictina Claustral del Real Monasterio
de S. Pedro de las Puellas de Barcelona.
BARCELONA.
Imprenta de los Hermanos Torras y Compañía,
Calle de Sta. Ana, número 8.
1851.

INTRODUCCIÓN
Cuan eficaz haya sido hacia Dios la intercesión del gran Patriarca S. Benito lo experimentan los afortunados que saben acudir a su Patrocinio en sus mayores necesidades. Las muchas, y copiosas gracias, que alcanzaron Carlo Magno, Ludovico Pio, S. Enrique Segundo, emperadores, y el Gran Capitán Fernando Consalvo, dejándolos innumerables otros devotos del Santo Patriarca, deben animar a cada uno a merecer con incesantes oraciones un tan poderoso patrocinio. Ciertamente mayorazgo más precioso no supo dejar el Rey Hugo Capeto á su hijo Roberto que esta memorable memoria. 
Specialiter vero tibi inculco, nullo pacto ducem omnium Patrem dico Benedictum á te patiaris divelli, illum apud communem Judicem salutis aditum, tranquilitatis portum, postque carnis obitum securitatis asflum. A fin de que pueda cada uno saciarse de gracias en la Fuente perenne de saludables favores, es universal para todo el convite de San Bruno: ¿Quid dicam de Beato Benedicto? Qui tam egregium nobis puteum fecit, cujus aqua salubérrima atque dulcissima omnibus sitientibus, et bibere volentibus, et refectioni proficit, et saluti. Nullus post Apostolos, et Evangelistas puteus factus est, qui tot nomines satiasset, et a mortis pericuh cunctisque Animas passionibus líberasset.
Para implorar la asistencia de este Santo Abogado, muy acepto a Dios y favorecedor de los hombres, se ponen aquí cinco singularísimos privilegios que obtuvo de Dios; a fin de que se digne enriquecer de gracias a los que le ruegan. Se debe rezar muy devotamente todos los días, y con más fervor particularmente en los cinco martes antes del 21 de marzo, en el cual se celebra la Fiesta del Santo.



L/: Señor abre mis labios
R/: Y mi boca cantara tu alabanza

L/: Dios mío ven en mi auxilio
R/: Señor date prisa en socorrerme



PRIMERA PETICIÓN
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Oh bellísima flor del Paraíso, Padre San Benito, humildemente os ofrezco este Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri, por aquella gracia, con la cual, antes de salir del vientre de vuestra Santa Madre Abundancia, hicisteis patentes las bendiciones de que debíais estar colmado, entonando cánticos de alabanzas al Altísimo. Os suplico que a vuestro ejemplo é intercesión fecundice mi alma con frutos de perfección y perseverancia; a fin de que en el día del juicio pueda oír aquel feliz convite: Venite Benedicti Patris mei. Amen.


SEGUNDA PETICIÓN.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Oh Santísimo Padre Benedicto, que fuisteis tal de nombre, y de gracia, os ofrezco este Padre nuestro, Ave María y Gloria, por aquella grande perfección que tuvisteis desde la niñez, despreciando el mundo con las pompas y riquezas de vuestra Imperial casa y retirándoos a la soledad, hicisteis una vida angelical, resististeis con heroica fortaleza los pensamientos impuros echándoos entre agudísimas espinas, las cuales en testimonio de vuestro elevado candor, milagrosamente brotaron cándidas Rosas. Os suplico que me alcancéis del Señor, con el verdadero dolor de mis pecados, un firme propósito de no ofenderle jamás, y gran fervor para abrazarme hasta la muerte con las espinas de la santa penitencia. Amen.



TERCERA PETICIÓN
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Primero y Sumo Patriarca Padre San Benito, humildemente os ofrezco este Padre nuestro, Ave María, y Gloria, por aquella gran prerrogativa, que Dios os dio, haciéndoos Reedificados de la Santa Iglesia, Apóstol de Italia, Padre universal de Monjes, Fundador de una Regla la más suave, la más santa, la más perfecta de todas; en virtud de la cual, y por medio de vuestros hijos, enriquecisteis el Cielo con infinitas colonias de Monjes, y la Iglesia de Gloria, Santidad, y Doctrina: os suplico que me concedáis la gracia de vivir como hijo vuestro, para morir con la cierta esperanza de la Gloria que tiene Dios prometida a vuestros imitadores, y devotos. Amen.



CUARTA PETICIÓN
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Oh taumaturgo admirable Padre S. Benito, humildemente os ofrezco este Padre nuestro, Ave María, y Gloria, por aquella gran virtud con que os enriqueció Dios, estando adornado de las gracias, dones y perfecciones de todos los Santos; y con el don de hacer milagros tan estupendos, que fuisteis comparado a los Apóstoles, y Profetas, y de haber sido digno por vuestra Santidad de participar aun en esta vida de la beatitud, y clara intuitiva Visión de Dios, y de todo el mundo en él: os suplico que me alcancéis la abundancia de la Divina gracia, a fin de que no suspire por otra cosa en este mundo, que el goce perfecto del amor unitivo de Dios. Amen.



QUINTA PETICIÓN
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Oh luz clarísima del mundo Padre San Benito, os ofrezco este Padre nuestro, Ave María, y Gloria, por vuestro felicísimo tránsito a la eterna vida  y previendo vuestra muerte os hicisteis llevar a la Iglesia, estando en pie orando, dispuesto con los Santos Sacramentos, dulcemente espirasteis en los brazos de vuestros discípulos, volando vuestra preciosa Alma acompañada en Ángeles, y de vuestros hijos al Trono de Dios, por ' un camino adornado de gloriosos trofeos de vuestras glorias, y de Esplendidísimos resplandores de tan copiosas gracias, y fué colocada entre la Jerarquía de los Apóstoles; como que se debían llenar las sillas bienaventuradas del infinito número de vuestros hijos. Os suplico que me asistáis en la hora de mi muerte, a fin de que, resistiendo a las asechanzas del infernal enemigo, pueda con el Nombre de Jesús, María, y Benito espirar, e ir a gozar de vuestra feliz compañía por toda la eternidad. Amen.


PETICIÓN
Oh Augustísimo Padre, y Patriarca Benito, esperanza, y consuelo de todos los que a vos acuden, postrado ante vos con todo el corazón me entrego a vuestra protección; rogándoos por vuestros grandes méritos, que me amparéis y defendáis de todo lo que pueda impedirme la perfección de mi estado; y por vuestra bondad me alcancéis que con lágrimas de verdadera contrición llore mis pecados, con los cuales desde la niñez tengo provocada la ira de Dios, y merezca alcanzar el perdón de ellos, para que jamás me separe del Señor, Sí, sí, hacedlo, Padre mío, para poder estar en compañía de la innumerable multitud de vuestros hijos, y alabar por toda la eternidad con vos la Divina Majestad.




sábado, 19 de octubre de 2019

VISITA AL STMO. SACRAMENTO POR EL PADRE MARIANO DUBÓN

VISITA AL STMO. SACRAMENTO 
y otras oraciones
por el Rev. Pbro.
MARIANO DUBÓN
Siervo de Dios


AVE EUCARÍSTICO
Por el Rvdo. Padre MARIANO DUBÓN

Yo te saludo, ¡Jesús Sacramentado, el más hermoso de los hijos de los hombres! yo te saludo, ¡mi bien amado, celestial prisionero de amor, que velas siempre por mí! Bendito seas por todo lo que existe, bendito sobre todo por mi pobre corazón, que te prefiere a todo lo creado.
¡Oh, Hostia Santa, fuerza del alma desterrada! ¡Divina Eucaristía, obra maestra del Corazón de mi Jesús!, se mi más dulce pensamiento, ahora que te adoro oculto bajo el velo eucarístico; y en la hora de mi muerte ven, oh Jesús Sacramentado, con María y José, a recibir mi suspiro. Así sea.



VISITA AL STMO. SACRAMENTO
por el Rvdo. Padre Mariano Dubón

¡DULCÍSIMO JESUS! Venimos a visitaros en la amorosa cárcel del Sacramento donde encerráis vuestra inmensidad para solicitar más vivamente nuestra devoción y al acercarnos a Vuestra Sagrada Persona pedimos ante todo el perdón de nuestros pecados y después imploramos Vuestra bendición.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria y Jaculatoria.
Jaculatoria: En todo lugar y en todo momento sea bendito y alabado mi Jesús Sacramentado.

¡DULCÍSIMO JESUS! No nos basta vuestro perdón, pues necesitamos vuestro amor, queremos acercarnos a Vuestra Sagrada Persona para sentir el suave calor que comunicáis a las almas devotas del Sacramento de Vuestro Amor.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria y Jaculatoria.

¡DULCÍSIMO JESUS! No nos basta Vuestro Amor, necesitamos más, pues deseamos imitaros y ya que por nuestro amor fuisteis crucificado, dadnos lugar en el árbol de la Cruz concediendonos paciencia para soportar las penas de la vida por vuestro Amor.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria y Jaculatoria.

¡DULCÍSIMO JESUS! La devoción al Augusto Sacramento de vuestro amor es como licor agradable y fuerte que sostiene la vida del alma, haced pues que aborrezcamos el deleite de los venenos mundanos que emponzoñan y matan al alma.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria y Jaculatoria.

¡DULCÍSIMO JESUS! Fuerza de los débiles, consuelo de los tristes, descanso de los fatigados, nosotros venimos al Sagrario a buscar en vuestra compañía la fortaleza, el consuelo y el descanso que tanto necesitamos.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria y Jaculatoria.

¡DULCÍSIMO JESUS! Os damos acciones de gracias por la institución de la Sagrada Eucaristía y os suplicamos encerreis nuestro espíritu dentro de la cárcel del Sagrario para disfrutar allí siempre la dulzura de vuestra amable compañía.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria y Jaculatoria.



PLEGARIA

POR EL PBRO. MARIANO DUBÓN

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo


JESÚS MÍO SACRAMENTADO:
Ampárame bajo tu divinidad. Guíame por un buen sendero. Que se aparte de mí todo lo malo y perverso, para no dejarme manchar ni siquiera por un mal pensamiento. Protégeme para que la miseria se aleje de mi hogar y de mí. Ilumíname con tu poderosa luz celestial el camino de la dicha. Así sea.
Infinitamente sea alabado, mi Jesús Sacramentado, en los cielos y en la tierra vuestro nombre sea adorado.
Se repite tres veces con Padre nuestro, Ave María y Gloria.



DEVOTA DEPRECACIÓN

Al Señor Crucificado para alcanzar la Santa Paciencia en nuestras Aflicciones POR EL PBRO. MARIANO DUBÓN



Jesús, Dios de bondad, Padre de misericordia y Redentor del mundo, aquí me presento delante de Vos, con un corazón humillado, contrito y confuso; a pediros el auxilio de la divina gracia, para soportar con paciencia los trabajos, penas y aflicciones a que puedo verme sujeto durante mi permanencia en este valle de lágrimas.

Cuando juzguéis oportuno someterme a la prueba de la tribulación. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando me veas agobiado por todas partes de apuros y contrariedades. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando me falte lo que más necesito. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando tenga que sufrir las inclemencias del tiempo y el rigor de las estaciones. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando sienta arder en mis miembros el fuego de la fiebre. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando me veas sumido en la enfermedad. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando deseare en vano para mis ojos desvelados un sueño reparador. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando el mal saque y consuma lentamente mi carne y mis huesos. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando vengan a llamara mi puerta aflicciones de cualquier clase que sean. 
Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando interiores desolaciones tenga obscurecido y como nublado mi espíritu. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando me vea a punto de ser vencido por la tentación. Dadme paciencia, crucificado Señor. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando me vea precisado a reprimirla vivacidad de mi carácter. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando por excesivo abatimiento se me haga enojosa la vida. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando me vea hecho carga pesada para mi mismo y para los demás. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando no halle en torno de mí más que motivos de malhumor y tristeza. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando me sienta impotente para todo bien. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando a pesar de mis esfuerzos vuelva a caer con frecuencia en las mismas faltas. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando la sequedad interior parezca extinguirse en mi todo fervoroso deseo. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Cuando pensamientos importunos vengan a distraerme en la oración. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Si permitís que sufra contradicciones. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Si permitís que tenga que luchar con genios difíciles. Dadme paciencia, crucificado Señor. 


Si permitís que me humillen mis superiores. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Si permitís que mis inferiores me contristen. Dadme paciencia, crucificado Señor.


Si permitís que me abandonen mis amigos. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Si permitís que sea víctima de la desgracia. Dadme paciencia, crucificado Señor.

Oración
Oh Dios mio! que habeis dispuesto se salven vuestros escogidos por medio de los sufrimientos y de la cruz, ayudame a soportar mis penas con aquel espiritu de paciencia y resignacion de que nos ha dejado tan admirables ejemplos, vuestro Unigenito Hijo Jesucristo, y haced que en todas mis aflicciones, asi del alma como del cuerpo, repita con fe y sumisionlas tiernas palabras que El os dirigio en su agonia en el Huerto: "Padre mio que no se haga mi voluntad, sino la vuestra". Amén.



ORACIÓN POR LA PAZ DEL MUNDO Y POR LOS PECADORES

Vuestro Divino Espíritu, Señor, restaure la vida cristiana en la sociedad civil y doméstica, en los gobernantes y en los pueblos. Que facilite la reconciliación de los que están separados de la Santa Iglesia por la fe o por la obediencia. Que nos penetre a todos con su celestial rocío; y nos haga fecundos en buenas obras. Así os lo pedimos por Jesucristo vuestro Hijo que vive y reina con Vos, en unión del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.



PBRO. MARIANO DUBÓN (Siervo de Dios)

El “San Mariano de Nicaragua” como se le llamaba. Fue un leal servidor de Jesús, vaso eucarístico de compasión y amor, vino a Nicaragua como una gracia del Espíritu Santo, en fuego de caridad, cumpliendo fielmente con abnegación las divinas enseñanzas de Nuestro Señor. Nació y murió en León de Nicaragua. Vivió para los desamparados y los tristes y se durmió en el seno del Señor el 17 de enero de 1934.


El Padre Mariano Dubón y los huérfanos del hospicio que fundó, 
quienes le llamaban papá y él les llamaba hijos.


ORACIÓN

para la devoción privada al Siervo de Dios 

MARIANO DUBÓN

Señor Dios nuestro, Padre de infinita bondad, te alabamos y te bendecimos por todas las cosas que haces en favor de nosotros, pecadores; especialmente te alabamos por los signos de tu amor entre nosotros.

A tu hijo Mariano Dubón, sacerdote, lo llenaste de tu caridad, del servicio a los más necesitados, particularmente a los niños, brindándoles techo, comida y sobre todo llevándolos a Ti.

Muestra tu gloria en favor de tu siervo Mariano y concédeme por su intercesión el favor que te pido (pídase). Amén. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...