martes, 31 de marzo de 2020

NOVENA A LA SERÁFICA SANTA MARGARITA DE CORTONA





NOVENA A SANTA MARGARITA DE CORTONA
HIJA DE LA VENERABLE ORDEN TERCERA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
AÑO DE 1734


ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo y quiero más que a todas las cosas, a mí me pesa, pésame Señor, de todo corazón de haberos ofendido; y propongo firmemente de nunca más pecar, de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y de confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere y por vuestro amor Señor, perdono a mis contrarios. Ofrezcos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados, y así como os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que me los perdonareis por los merecimientos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para perseverar en vuestro Santo servicio hasta la muerte. Amén.


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Prodigiosa Santa Margarita de Cortona, mar amargo de penitencia, fecundo tesoro de virtudes, cielo de la paz de Dios, a quien el mismo Jesús enseñó los pasos de la Cruz, en cuyo servicio no admitiste ni la más leve ociosidad, pues estuviste con el Divino Esposo tan amistosa comunicación, intercede con su Divina Majestad, para que yo, por los méritos de Cristo, y de María Santísima su purísima Madre, consiga lo que espero en esta vuestra Santa Novena, si es para mayor gloria de Dios, y bien de mi alma, y si no, Santa mía, dirigid mi suplica, para que este santo ejercicio me ayude a la enmienda de mi vida, y que triunfando de la diabólica astucia, alcance el perdón de mis pecados. Amén.


DÍA PRIMERO
¡Oh gloriosa Santa Margarita de Cortona, consuelo de pecadores, aliento de los frágiles, y ejemplo de los penitentes!  Pues tocada de la piedra misteriosa Magneto con la memoria de la muerte, en los desengaños de un cadáver, supisteis, adultera de la gracia, reconciliaros con el Divino Esposo, despreciando los gustos caducos de la tierra, para adquirir los celestiales: yo os suplico hoy por primer día de vuestra santa novena, que alcancéis con el Divino Esposo, que si hasta aquí embelesada mi alma con los gustos falsos del mundo, no ah seguido los caminos del cielo, ya desde hoy me convierta y reconcilie con nuestro Divino dueño, poniéndome en gracia suya, para proseguir este santo ejercicio en su divino agrado, y si como hijo pródigo, eh disipado los bienes de la gracia, vos Santa mía, con vuestra intercesión valerosa, volvedme a la cas de mi Padre la Majestad Soberana, y alcánzame lo que suplico en esta vuestra novena, si conduce para la gloria de Dios y salvación de mi alma. Amén.


ORACIÓN FINAL
Amantísimo Señor, dulce Jesús de mi alma, yo os adoro, alabo y doy infinitas gracias con la mayor devoción que alcanzan mis frágiles fuerzas, por tanto favor y merced, como hicisteis a vuestra sierva Santa Margarita de Cortona: yo os ruego Señor, por el amor  con que la sacasteis de las tinieblas y lazos del mundo, dirigiéndola a las inaccesibles luces del cielo, y acumulando su alma tan rico tesoro de virtudes, que me comuniquéis con vuestros divinos rayos, y por tus merecimientos, el desengaño y desapropio a las cosas temporales, para que con vuestra divina gracia, acierte a serviros mientras viviere en este miserable destierro, y para que, teniendo dichoso fin, os alabe en la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


DÍA SEGUNDO
¡Oh gloriosa Santa Margarita de Cortona, cielo estrellado de virtudes! En vos resplandece en grado superior la virtud de la humildad: vos Santa mía, supisteis imitar la corona de los humildes Cristo nuestro bien, y abatir el humo de la vanidad y soberbia con la humildad mas acrisolada. Aquí tenéis, prodigiosa Margarita, en vuestra presencia la criatura mas soberbia y vana, pedid a la Majestad Soberana el remedio de mi enfermedad, y pues os humillasteis hasta conocer, que eras digna de más afrentas, que el repudiaros vuestro padre y madrasta de su casa, apreciando ser despreciada en la casa de Dios, más que habitar con los pecadores en los lazos de la vanidad: suplicad a vuestro soberano dueño, que sepa decir con vos, mi padre y mi madre, que es tierra y gusanos, me dejaron, más el Señor con su misericordia, me ah recibido. Alcanzad santa mía, que me recia Dios en su casa, y que, viviendo en humildad profunda, merezca conseguir el fruto que espero en esta vuestra santa novena, si es para honra de la Majestad Divina, y bien de mi alma. Amén.


DÍA TERCERO
¡Oh gloriosa Santa Margarita de Cortona! Dia claro y alegre, que quitas las tinieblas de las conciencias enmarañadas, y dispones a las almas para que consigan el salir de sus culpas. En vos resplandece la virtud de la castidad, vos santa mía, supisteis resistir las más ardientes tentaciones de la sensualidad, y conseguir de vuestro Divino Dueño, la enmienda de los que en el sueño de este vicio estaban embelesados.  Aquí tenéis, prodigiosa Margarita, la criatura mas viciosa en vuestra presencia, pedid a Dios nuestro Señor, el remedio de mi enfermedad, y pues solo con tocar el pan de vuestra mesa, comunicabais virtud para disolver lazos adúlteros y sacar del cenagoso vicio de la torpeza a las almas: alcanzad que mi alma adultera por el pecado, de la ley de la Majestad Divina, rompa los lazos de la culpa y se convierta a la estrecha unión de las gracias, y que guardando fidelidad al Divino Esposo, merezca el efecto que espero conseguir en vuestra santa novena, si es para honra de Dios y bien de mi alma. Amén.


DÍA CUARTO
¡Oh gloriosa Santa Margarita de Cortona, dechado de santidad! En vos resplandece la virtud de la pobreza evangélica: vos Santa mía, supisteis despreciar los bienes de la tierra, por atesorar las riquezas de la gloria. Practicasteis, prodigiosa santa, esta virtud a imitación de vuestro esposo Jesús, y huyendo de tan pestilentes sombras, supisteis buscar la luz de la verdad, despreciando los bienes caducos por conseguir los bienes eternos. Aquí tenéis, hermosa Margarita, el alma, que, aterrada en el aprecio de los bienes perecederos de este mundo, tiene olvidados los divinos. Pedid a vuestro esposo el remedio de mis vicios, el desapego a los engaños de la tierra, y alcánzame de tan soberano Señor lo que pretendo en vuestra santa novena conseguir, si es para honra y gloria de la Divina Majestad, y bien de mi alma. Amén.


DÍA QUINTO
¡Oh gloriosa Santa Margarita de Cortona, cátedra de las maravillas de Dios! Que por el perfecto amor al Divino Esposo merecisteis gozar de su divina presencia y que os dijese estas palabras: “Hija, si desea unirte conmigo con estrecho vínculo de caridad, camina a mi Cruz, que esta es la senda cierta de llegar a esta unión, contempla en mi Cruz los excesos de mi amor infinito, y las bocas de mis llagas sangrientas aliviarán para padecer y te enseñaran a amar.” Aquí tenéis santa mía, el alma más tibia y fría en el amor del Padre de las misericordias y Dios de las consolaciones verdaderas. Alcanzad de vuestro Divino Esposo, que yo me inflame en el amor divino, pase a aborrecer el pecado, para que, caminando por la segura senda de la Cruz, sepa amar a mi Criador y pueda conseguir lo que pretendo en esta santa novena, si es para honra de la Divina Majestad y bien de mi alma. Amén.


DÍA SEXTO
¡Oh gloriosa Santa Margarita de Cortona, paloma cándida y hermosa del divino amor! Que merecisteis de nuestro divino dueño, que os manifestase en sus santas llagas la ingratitud de los pecadores, comunicándoos divinos consuelos para alentar vuestro amor y espíritu, y llegasteis a alimentaros con la sangre de esta Divina Piedra, hasta brotarla por los ojos en fuentes de sanguíneas lágrimas. Alcanzadme santa mía, que me transforme en el amo de nuestro Dueño, y que, llorando mis culpas con mis lágrimas del corazón, salga con vos corriendo tras del Divino Esposo, buscando por las calles y plazas a el que ama a mi ingrata alma, para que, hallándole con la divina gracia, no le vuelva a perder por la culpa. En vos, prodigiosa Margarita confío, que eh de lograr esta dicha y el fruto que pretendo en esta santa novena, como sea para honra de Dios y bien de mi alma. Amén.


DIA SÉPTIMO
¡Oh Gloriosa Santa Margarita de Cortona! Luz y guía de la gloria, piedra pacifica, iris que concilia a los corazones con los resplandores de la Majestad Soberana, aquí tenéis Santa mía, en vuestra presencia a el alma, que siempre ha estado en la noche oscura y tenebrosa de la culpa: comunicadme esos lucimientos que recibisteis del Divino Sol, un rayo, para que, tocando a mi alma, se ilustren mis potencias, y yo haga un claro examen de mis pecados. Alcanzadme, prodigiosa Margarita, que haga una buena confesión fervorosa, y que aborrezca mis delitos, para que, formando de dolor de haber ofendido a la Majestad Divina, merezca por vuestra intercesión, ponerme en su santa gracia, y conseguir lo que pretendo en vuestra santa Novena, si es para honra de Dios, y la salvación de mi alma. Amén.


DÍA OCTAVO
¡Oh Gloriosa Santa Margarita de Cortona! Brillante Topacio del amor divino, haced con vuestros resplandores, que mi alma contemple el amor desordenado como un ídolo inconstante de este mundo, que conozca cuan al revés son sus desordenados halagos, y que como dolosa lengua engaña con sus melodías lascivas. Experimente yo, Santa mía, que, con vuestro patrocinio, aborrezca el amor mundano, y pues eh de parar en un sepulcro, merezca no hacer caso de las prosperidades de este destierro, para que, por este medio, consiga lo que pretendo en esta vuestra santa novena, si es para honra de Dios y bien de mi alma. Amén.


DÍA NOVENO
¡Oh gloriosa Santa Margarita de Cortona! Preciosa amonita, estrella que resistes las sombras del demonio, venciendo las astucias de todo el infierno, mano fuerte y poderosa contra las diabólicas furias, que sabes poner en fuga al infernal enemigo. Alcanzad, Santa mía, de vuestro Esposo Divino, que ya sepa resistir las tentaciones que combaten a mi espíritu, para que, así triunfe en la guerra de mis desordenados apetitos, y merezca que visite a mi alma nuestro Soberano Dueño, para que así, consiga lo que pretendo en esta vuestra santa novena, si es para honra de Dios y bien de mi alma. Amén.








lunes, 30 de marzo de 2020

NOVENA A SANTA MARGARITA DE CORTONA





NOVENA A LA GLORIOSA SANTA MARGARITA DE CORTONA
SEGUNDA MAGDALENA, HIJA DEL VENERABLE ORDEN TERCERO DE PENITENCIA DE NUESTRO PADRE SAN FRANCISCO DE ASÍS.

ABOGADA DE LOS QUE, ERRANDO EL CAMINO DE LA GRACIA, HABITAN EN LAS MALEZAS DE LA CULPA: CONSUELO DE PECADORES, ALIENTO DE LOS FRÁGILES, AMPARO DE LOS DESVALIDOS, ASILO DE LOS DESPRECIADOS, DE LOS PENITENTES EJEMPLO Y TERROR DE LOS DEMONIOS.
AÑO DE 1734

Puesta la persona que ha de hacer esta Novena de rodillas en la Iglesia, o en otra parte, delante de una Efigie de Santa Margarita de Cortona, se signará con la santísima Cruz, diciendo:



ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo y quiero más que a todas las cosas, a mí me pesa, pésame Señor, de todo corazón de haberos ofendido; y propongo firmemente de nunca más pecar, de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y de confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere y por vuestro amor Señor, perdono a mis contrarios. Ofrezcos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados, y así como os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que me los perdonareis por los merecimientos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para perseverar en vuestro Santo servicio hasta la muerte. Amén.


DIA PRIMERO
Dios y Señor de las Misericordias, Soberano Padre de las Luces, que cuando todo el mundo estaba en tinieblas y la tierra vacía de todos frutos, mandaste que se hiciese la luz y luego fue hecha, llenando todo el Universo de claridad y hermosura. Yo te alabo y magnifico, porque para lustre y hermosura de la Iglesia toda, comunicaste a la Magdalena, y como a ella, a mi Abogada Santa Margarita de Cortona, las soberanas luces de la gracia, en medio del horroroso abismo de sus culpas, ilustrándola con el claro conocimiento de todas ellas, tanto, que, por su humildad profundísima, se hizo temible a los Príncipes de las tinieblas, y tan venerada del mundo por sus virtudes, como antes fue famosa por sus pecados.  Y te pido por su intercesión y méritos, comuniques a mi alma un rayo de esa luz beatísima, para que, conociendo mis culpas, pueda hacer con tiempo verdadera penitencia, menospreciando a su imitación y ejemplo todas las vanidades de este mundo engañoso, y también que me concedas el favor que especialmente te pido en esta Novena si conviene a tu mayor gloria y bien de mi alma. Amén.
Padre nuestro y Ave María...


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Admirable y preciosa Margarita del Mar de la gracia, que con tu virtud hermoseas las puertas de la gloria, y nos animas a su conquista. ¡Magdalena segunda en el amor y lágrimas, que mereciste a Cristo y a su Madre las mayores finezas!  ¡Seráfica Apóstala de sus misericordias! Mártir en el deseo y dolores de tu amado. Cándida Azucena de celestial pureza, que sacada de entre las espinas de la Culpa, mereciste en el Cielo virginal corona!  Presurosa Águila, que en remontados vuelos pusiste siempre el nido en lo más arduo de la perfección Evangélica, y olvidando el sustento, ¡vivías solo de dulzuras de anticipada gloria! Yo me alegro de tus excelencias, y doy a Dios por ellas Infinitas gracias.  Y pues tuviste con él tanto valimiento en el mundo, para hacer milagros sanando enfermos, resucitando muertos, expeliendo demonios y librando de su tirano poder a las almas, avisando a muchos de sus culpas ocultas, ¡no es menos el poder que tienes para todo allá en el Cielo!  Vuelve pues, piadosa, tus hermosos ojos a tantos como peligran en el vicio, y ofreciendo por ellos las Margaritas de tus lágrimas, alcanza de tu Esposo Jesús, los traiga a penitencia, no olvidando a los que trabajan en la conversión de sus almas. Atended también a las necesidades de la Iglesia y Reino, al alivio del Purgatorio, y si conviene a gloria de Dios y honra tuya, lo que especialmente te pido en esta Novena, alcánzame del Señor esta gracia, y si no dirige mis deseos a su voluntad santísima.
Amén.

GOZOS
Pues en ti el Omnipotente
Su gracia mostró infinita.
Alcánzanos Margarita,
te imitemos penitente.

Fue tal el conocimiento
que Dios te dio del pecado
que llorando has agotado
el agua y humor sangriento.
La gracia obró este portento
y te mudó de repente.

Tu contrición te anegaba
como a otra Magdalena
y el perdón a culpa y pena
Francisco te le anunciaba.
Que mucho, si no cesaba
de tus llantos la corriente.

Confesabas tus pecados
por medio de la Ciudad
Sin que la publicidad
te diese miedo o cuidado
llevando al cuello anudado
silicio y dogal pendiente.

Pisando al mundo engañoso,
en que tantos han perdido!
misteriosa red has sido
de Dios misericordioso.
Los que has traído a tu esposo
No es fácil nadie los cuente.

El fervor de tu oración
los Demonios ahuyentaba
y a leguas los obligaba,
que huyesen con confusión
Por no ver tu devoción
dejaban libre al paciente.

Tres días a un niño muerto
Su Abuela tuvo guardado
porque su Padre irritado,
que le dio muerte, fue cierto.
Hállale vivo y despierto,
al pensar en ti prudente.

Con los vuelos de tu amor,
en Cristo te transformabas
y al Cielo te remontabas
a gozarle sin dolor.
Mereciste este favor,
por imitarle ferviente.

De la Pasión los tormentos
con tu amado padecías
y en tu cuerpo los sentías
con martirios incruentos.
Dio motivo a estos portentos
en ti el amor vehemente.

Pues en ti el Omnipotente
Su gracia mostró infinita
alcánzanos Margarita,
te imitemos penitente.

L/: Ruega por nosotros ¡Oh Margarita!
R/: Para que seamos dignos de las promesas de Cristo

ORACIÓN
¡Oh gloriosa Margarita!, verdadera perla que Dios, con su inmenso Amor recuperó de las manos del dragón infernal que te dominaba y poseía, para dar a todos los pecadores con vuestra admirable conversión, santa vida y preciosa muerte, un eficaz impulso a dejar la culpa, practicando el bien y huyendo del mal, la oscuridad y de toda su próxima ocasión. Bendita sierva del Señor, te pedimos humildemente que desde el trono de la Gloria, intercede por nosotros, vuestros devotos, aléjanos de los que con sus palabras desean hacernos mal, de los que con sus obras y acciones pretenden humillarnos y doblegarnos, socórrenos en esta adversidad que nos llena de angustia y pesar: (Hacer Aquí tu Petición) Entregada Santa Margarita de Cortona, por tus lágrimas, ayunos y penitencias, alcánzanos también de Nuestro amado Señor, la gracia de la sincera conversión del corazón, del vivo dolor de nuestras culpas y, después de una santa vida dedicada a su semejanza en el amor a Jesús Crucificado por nosotros, consíguenos una buena muerte y la corona de gloria en el seno de la eterna bienaventuranza.
Así sea.


DIA SEGUNDO
Soberano Médico de las almas, a quien la Magdalena buscó solícita en casa del Fariseo, llevando consigo el Alabastro de preciosos aromas, como quien ponía de su parte las medicinas para el alma, buscando en Vos de gracia la sanidad de ella. Yo os alabo en la pública confesión, que en el convite hizo de sí misma y de tu grandeza esta admirable Santa, y también en la de mi Abogada, la segunda Magdalena, quien reconocida de sus delitos, ofreció a tus sagrados pies, en medio de las plazas y calles del mundo, el cándido alabastro de su Cuerpo, apartado ya de los peligros de la culpa, y contagiado a ti en aromas de penitencia; pues vestida de sacos y silicios con un dogal pendiente de su hermoso cuello, confesaba a voces sus pecados, para satisfacción condigna de sus culpas, y público pregón de tus misericordias.  Yo os pido Señor, que así busque yo en Ti la sanidad de mi alma, que ponga de mi parte los medios para conseguirla; apartando mi cuerpo y corazón de las ocasiones de la culpa, convirtiendo uno y otro a la prudencia; pues creo firmemente, que al que hace lo que es de su parte, no le negáis vuestra gracia, y que buscarla de otro modo es temeridad presuntuosa.  No permitáis mi Dios, que yo incurra en esta demencia, sino que, imitando a mi Abogada, logre por su intercesión esta dicha y el favor que os pido en esta Novena, a mayor honra tuya y bien de mi alma. Amén.
Padre nuestro y Ave María...


DÍA TERCERO
Dios y Señor, que recibes las lágrimas de los pecadores y las pones en tu presencia en descuento de las culpas, sanando a los contritos de corazón de todas ellas.  Yo te alabo y magnifico en tu Sierva y mi Abogada la Seráfica Magdalena, cuyas lágrimas de agua y sangre, no solo fueron Margaritas preciosas, que cuajó en el nácar de sus mejillas el color de la gracia y el olor vehementísimo de tus culpas, en el amargo mar de la penitencia, sino que también fueron perlas y de tanta preciosidad ante vuestro divino acatamiento, que alcanzaron la revelases por Ti misma y por tu Embajador Francisco, el perdón absoluto a culpa y pena de todos sus pecados. Ruégote Señor, por su intercesión y méritos, me concedas una Verdadera contrición de todas las culpas que yo tengo cometidas y unas perennes lágrimas, con que de día y noche llore tus ofensas; para que, logrando esta gracia, con el favor que os pido en esta Novena, consiga también de tu misericordia una Indulgencia plenaria, antes de salir de esta mortal vida, y el verte después con mi Abogada Santa Margarita en la eterna gloria. Amén.
Padre nuestro y Ave María...


DÍA CUARTO
Piadosísimo Redentor de las almas, cuyos Pies Divinos regó la Magdalena con sus lágrimas, y los enjugó con la dorada trenza de sus cabellos, como poniendo en ellos a tus pies, convertidos en instrumentos de virtud, los mismos adornos y lazos, que antes lo fueron para el pecado. Yo te doy infinitas gracias por esta misericordia, y por la que usaste con mi  Abogada Santa Margarita, quien si antes con sus adornos y hermosura, era dorada red del común Enemigo; convertida ya a tus Plantas Divinas, no solo con tu gracia la hiciste espejo de verdaderos penitentes, sino también ostentosa red de tu misericordia, para traer a ti los pecadores; pues al ver el rigor y aspereza de su penitente vida, fueron muchos los que enmendaron la suya, saliendo del profundo abismo de sus vicios, para buscarte a Ti solícitos y ansiosos.  Pídote pues Señor; por los méritos de esta preciosa Margarita, uses con todos los pecadores semejante clemencia, y que, a su imitación y ejemplo, así riegue yo tus Pies con mis lágrimas y los enjugue con mis cabellos, que todos mis pensamientos, palabras y obras sean; solo el agradaros y guardar vuestros preceptos.  Y así mismo te ruego me concedas el favor que pretendo en esta Novena, si así conviene a vuestra honra y gloria, y bien de mi alma. Amén.
Padre nuestro y Ave María...


DÍA QUINTO
Amantísimo Esposo de las Almas santas, en cuyos Pies Divinos puso la Magdalena sus labios amorosos, ¡como quien arrepentida de sus torcidos pasos proponía seguir tus rectos caminos, que lo son de verdad y vida eterna! Yo te alabo en la conversión de esta Santa Pecadora, y no menos en la que obraste con tu gracia, en la segunda Magdalena Santa Margarita, quien anhelando siempre a copiar en sí un vivo retrato de la primera y perfectísima imagen tuya, extendió los deseos de su corazón amante, no solo a tus Pies para seguirte por vida mortificada en todos los pasos de la suya, medio por el cual, el fuego de tu amor divino consumió en ella todo lo imperfecto hasta dejarla confirmada en el ósculo suavísimo de tu amistad y gracia, para jamás perderte por nueva culpa, sino que, aun pasando más allá, deseaba que toda su carne y huesos la estuvieran siempre royendo los gusanos, y aún a que corporalmente la castigasen los Demonios, y con efecto lo hicieron muchas veces para tu mayor gloria y confusión suya, en una mujer flaca; pues nada de eso la apartaba de tus Pies divinos, ni la retraía de los rectos caminos de los suyos. Pidóos, Dios mío, por esos encumbrados méritos de tu Sierva, guíes mis pasos según tu palabra, para que jamás me domine la injusticia, y si hasta aquí me aparte de tus rectas sendas, que siga desde hoy a Margarita penitente, como la seguí errante, dejando todas las afecciones de tierra, para lograr puesto a tus pies la misericordia, y con ella el favor que os pido en esta Novena. Amén.
Padre nuestro y Ave María...


DIA SEXTO
Piadosísimo Señor, que en significación de esto permitiste te ungiese la Magdalena con precioso bálsamo, dándola por premio, no solo la sanidad del Alma, sino que predicada también esta acción en memoria suya por todo el mundo (a quien corrompió antes, con el fétido hedor de las torpezas) respirase después en todo él, hasta hoy, suavidades de pudicicia y fragancias de integridad y pureza. Yo te doy muchas gracias por esta misericordia y por la que usaste con la Seráfica Magdalena Santa Margarita, a quien por premio del precioso bálsamo de su sangre, con que llorando obsequiaba tus Plantas Divinas, te dignaste revelarla la corona de gloria que de antemano la tenías prevenida entre los Espíritus Seráficos y Santas Vírgenes, que fueron en la caridad más ardiente, cosa que a ella misma por su humildad profundísima se le hacía imposible, a no asegurarla Vos, que las eficacias de su dolor y penitencia así la purificaron del contagio de la culpa, que la hacían digna de virginal corona. Venero Señor, estos excesos de vuestro amor y gracia con esta tu Esposa, y te pido que como a ella me traigas en pos de Ti, con el olor precioso de tus ungüentos, para correr a su ejemplo en seguimiento de tus virtudes y santísima vida, de cuya fragancia está llena la Casa toda de la Santa Iglesia.  Merezca Señor, esta dicha, que así lo espera mi alma, junto el favor que os tengo pedido en esta Novena, a mayor honra y gloria vuestra. Amén.
Padre nuestro y Ave María...


DIA SÉPTIMO
¡Oh Gloriosa Santa Margarita de Cortona! Luz y guía de la gloria, piedra pacifica, iris que concilia a los corazones con los resplandores de la Majestad Soberana, aquí tenéis Santa mía, en vuestra presencia a el alma, que siempre ha estado en la noche oscura y tenebrosa de la culpa: comunicadme esos lucimientos que recibisteis de el Divino Sol, un rayo, para que, tocando a mi alma, se ilustren mis potencias, y yo haga un claro examen de mis pecados. Alcanzadme, prodigiosa Margarita, que haga una buena confesión fervorosa, y que aborrezca mis delitos, para que, formando de dolor de haber ofendido a la Majestad Divina, merezca por vuestra intercesión, ponerme en su santa gracia, y conseguir lo que pretendo en vuestra santa Novena, si es para honra de Dios, y la salvación de mi alma. Amén.


DÍA OCTAVO
Dios y Señor, de quien desciende todo don perfecto y a quien, obsequiando las criaturas, siempre con santa usura hallan ganancias. Grandes fueron las que a vuestros Pies logró Magdalena, pues no solo lavándolos, limpiándolos y ungiéndolos, se lavó a sí y se limpió de las culpas, Ungiéndose con el óleo de la gracia, sino que aún la Fe, que es donde tu diestra, la hizo suya propia, mereciendo oír, con confusión del Fariseo, que su misma fe la hizo salva; porque con ella te sirvió obsequiosa, oyendo en contemplación altísima y dando crédito a las palabras.  Pero no os mereció menos mi Abogada Santa Margarita con confusión del demonio, que, transformado en Ángel de Luz, procuraba apartarla con engaños de sus santos ejercicios de penitencia y contemplación altísima en que oía atenta vuestras palabras. Pero una vez que eligió a tus pies, como Magdalena esta parte óptima, no fue bastante para quitarla de ella, todo el orgullo de las tentaciones y astucias, quedando tan vencido de Margarita, que ya desde una legua confesaba él mismo, le ofendía el aire de Cortona, porque le calentaba mucho la ferviente oración de esta admirable Santa. Y pues así su fe la hizo salva de la astucia diabólica, os pido Señor, por ella concedáis a mi alma una enorme Fe, con que resista al Demonio que procura devorarla como León rugiente.  Espero este auxilio para perseverar en tus obsequios, y merecer que la Fe me haga salvo de mis pecados.  Y si a este fin conviene lo que os pido en esta Novena, disponed lo consiga a mayor honra y gloría vuestra. Amén.
Padre nuestro y Ave María...


DIA NOVENO
Dios y Señor, que como justo Juez das a los malos el castigo de sus delitos y concedes a los pecadores por la penitencia, el perdón de sus culpas y la paz del alma. Justamente os mereció esta dicha la Magdalena, a quien despediste con bendición de paz, para sosegarla en el temor y encogimiento, en que la ponían sus culpas y el miedo de tu justicia, de lo que os doy infinitas gracias con tan dichosa Pecadora y con mi Abogada Santa Margarita, a quien favoreciste tanto, que después de perdonarla sus muchas culpas, os ofrecisteis a ser su Custodia y fortaleza, para que no perdiese jamás la paz del Alma, y cuando por su reverente encogimiento reusaba aun llegar a tus Pies Divinos teniéndose por digna solo de castigos eternos, mostrándola abierta con dignación admirable, la puerta de tu Costado amoroso y dándola un tierno abrazo, la arrebataste contigo a las moradas del Cielo. Oh que paz gozaría en el alma la que mereció ser llevada en vuestros brazos a los Tronos de la Gloria. Y si tanto alcanza con Vos el arrepentimiento perseverante y la confesión humilde, concédeme Señor, que, a imitación suya, confiese yo enteramente mis pecados y un firmísimo propósito de la enmienda de ellos, para que logrando en esta vida la paz del alma con el favor que os pido en esta Novena, logre ser colocado con mi Abogada Santa Margarita en el lugar de paz de tu eterna Gloria. Amén.
Padre nuestro y Ave María...




domingo, 29 de marzo de 2020

DOLOROSO SEPTENARIO


DOLOROSO SEPTENARIO

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ORACIÓN SOLO PARA EL PRIMER DÍA
Santísima Virgen adolorida, María Madre de Dios y Señora nuestra, aunque indigno de estar ante vuestro virginal acatamiento, movido de vuestra piedad, y con deseo de serviros, renuevo el afecto y voluntad con que os invoco como patrona, madre y abogada mía, y firmemente propongo de amaros y serviros en todo lo que me quede de vida: y os suplico por la sangre que derramó vuestro amantísimo Hijo y por vuestros dolores, que os dignéis admitirme por hijo vuestro, y me alcancéis gracia para que de tal manera obre en estos siete días que dedico a la memoria de vuestros dolores, que todos mis pensamientos, palabras y obras se dirijan a mayor gloria de Dios y vuestra; y es mi intención rogar y suplicar a su divina Majestad por el buen gobierno y aumento de la santa Madre Iglesia católica romana, paz y concordia entre los Príncipes cristianos, extirpación de las herejías, exaltación de la santa Fe católica, y por nuestro católico reino. Os suplico también que me hagáis participante de todas las gracias é indulgencias concedidas a los que se ocupan en considerar la pasión de vuestro adorable Hijo y vuestros dolores, para más amaros, serviros, y en el fin de esta miserable vida alcanzar una buena y santa muerte. Amén.


ORACIÓN 
QUE SE HA DE DECIR TODOS LOS DIAS

Afligida y desconsolada Señora, yo la criatura más indigna de estar delante de vuestra soberana presencia, os suplico con todo abatimiento, que por vuestros dolores os dignéis ser mi guía, amparo y patrocinio, para que en el ejercicio de este día pueda acertar á serviros y agradaros, a quien me consagro y sacrifico totalmente con todas mis potencias y sentidos; y cuanto pensare, dijere y obrare, sea en recompensa de los dolores que con mis culpas os he ocasionado, y me consigáis perdón de ellas y una buena y reconocida muerte. Amén.


ACTO DE CONTRICIÓN
Oh Señora llena de dolores, madre de Dios, hombre verdadero, criador, conservador y redentor mío, en quien creo, en quien confío, y a quien amo sobre todas las cosas: me pesa con todo mi corazón de haberle ofendido, solo por ser quien es tan digno de ser amado; aborrezco mis culpas, porque con ellas ofendí a mi Dios y ocasioné vuestros dolores; y ofrezco amarle y servirle de aquí adelante. Pero soy tan frágil, que si vos, Señora, no me alcanzáis gracia para cumplirlo, faltaré miserablemente a la palabra que os doy; y así os suplico por la sangre de Jesucristo y por vuestros dolores, me la consigáis. Amén.

DÍA PRIMERO
Considera, devoto siervo de María, como esta divina Señora, siempre fiel y solícita observante de la ley de Dios, acude al santo templo de Jerusalén, para cumplir un precepto que no la comprendía, llevando gozosa en brazos al recién nacido infante Jesús su amantísimo hijo, y al tomarlo en los suyos el santo profeta Simeón, oye de la boca del inspirado anciano la terrible profecía de la pasión y muerte del mismo Hijo tan amado que acaba de presentar. «Este tierno Niño que tan gozosa habéis llevado al templo, le dice con dolorido acento el piadoso siervo de Dios, os será, Señora, motivo de grande pesadumbre y cruelísima aflicción. Será también tropiezo y ruina de obstinados pecadores, que ofuscados por las densas tinieblas de sus culpas, se estrellarán y caerán deslumbrados por los divinos resplandores de esta luz; y será finalmente el blanco de la envidia y encono de los mismos pecadores, quienes odiarán su celestial doctrina, le perseguirán y le saciarán de improperios y tormentos hasta hacerle morir clavado en cruz, en la cual seréis también Vos misma espiritualmente crucificada.» ¡Oh qué terrible es tocada fué esta para el sensible corazón de la Virgen Madre! ¡Qué espada de dolor para ese corazón que solo palpitaba y vivía por el aliento de Jesús! ¡Ah, Madre mía afligidísima! ¡cómo veríais ya de un solo golpe, en aquel amargo trance, todos los insultos, suplicios y tormentos que la malicia de los hombres había de descargar contra Jesucristo y contra Vos! Haced, Madre mía, que esa espada de dolor por la profecía de Simeón traspase mi corazón por las veces que he renovado con mis culpas la pasión y muerte de vuestro hijo Jesús mi Redentor, y os acompañe en vuestra amargura.

DEPRECACIÓN
¡Santísima Virgen y Madre dolorosa! poseído de cristiana compasión por el agudo dolor que padecisteis al anunciaros el santo profeta Simeón la futura pasión y muerte de vuestro santísimo hijo Jesucristo, mi adorable Redentor, os suplico humildemente, que os compadezcáis también Vos de la penosa tribulación en que tiene puesto a este pobre hijo y siervo vuestro la tiranía de sus vicios y pasiones tan opuestas a la excelencia de vuestras virtudes y a la pureza de vuestro celestial amor. Bien sabéis, Madre mía, que no tengo rectitud de intención, suavidad de afectos, espíritu de resignación y obediencia, humildad cristiana, ni nada que sea digno de Vos y de vuestro dilectísimo Hijo tan amorosamente sacrificado para mi salud y redención; pero tengo sí, dulce Madre, vivísimos deseos de adquirir todas esas virtudes, de que estoy tan falto de corregir mi conducta pecadora, y de identificarme con Vos y con Jesucristo mi amante Redentor, y me prometo conseguirlo por los infinitos méritos de su sangre sacratísima, y por vuestra maternal intercesión, que imploro con todas las ansias de mi corazón contrito y humillado. Haced que llore mis pecados para evitar mi ruina final: libradme ¡oh! libradme, Virgen pía, de la perdición eterna Oídme, Reina pía: valedme, tierna Madre: salvadme, dulce y clementísima María. Amén.


DÍA SEGUNDO
Considera, alma piadosa, la dolorosa impresión que causaría en el tierno corazón de María al llegará sus oídos el terrible edicto infanticida fulminado por el sanguinario cruel Herodes para acabar con la vida de su recién nacido hijo Jesús, de cuya aparición sobre la tierra recelaba el tirano su destronamiento y ruina, y la grande inquietud que había de angustiar el alma de la santísima Virgen en el peligroso tránsito por el desierto, camino designado por la divina Providencia para refugio y asilo del perseguido infante Jesús. Apenas el santo José, advertido de Dios por ministerio de un ángel, anuncia á María su esposa, que es preciso huir, y huir sin demora, para salvar al niño Jesús de la sangrienta persecución de Herodes, cuando la atribulada Madre sin réplica alguna se pone en marcha, ocultando en su amoroso regazo al Hijo de sus entrañas, y amada prenda de su corazón... Ni lo extremo de su pobreza, ni las incomodidades y riesgos del camino, ni la consideración de una tan larga distancia, son capaces de arredrar su ánimo fortalecido por el amor y por la fe, y en alas de este amor y de esta fe emprende presurosamente su largo viaje sin más compañía que la de su esposo y del niño Jesús, entregándose en brazos de la divina Providencia... ¡O amor y dolor, superiores a toda humana comprensión! cómo combatiríais el sensible corazón de María en ese momento decisivo y cruel! ¡O amantísima Madre, y atribulada Señora! ¡cuántos sobre saltos y temores agitarían vuestro tierno pecho durante esa fatigosa y agitada peregrinación! Permitidme, Virgen santa, acompañaros en tan largo viaje con la ternura de mi corazón, y con el dolor de haber desterrado de él a vuestro hijo Jesús por mis culpas.

DEPRECACIÓN 
Purísima y atribulada virgen María: yo os acompaño también con piadosa y compasiva solicitud en vuestra penosa huida a Egipto, y os pido humildemente me permitáis seguiros por el santo camino de las contrariedades y tribulaciones de esta vida, para ser conducido por este trabajoso destierro al salvador asilo de la virtud. Alcanzadme, Madre mía, las luces de la divina gracia, para que acierte a escapar con paso firme y resuelto de las persecuciones y asechanzas de mis vicios y pasiones, que son mis mortales enemigos, hasta verme salvo y seguro en el inexpugnable recinto de la ley de Dios durante mi fatigoso y arriesgado tránsito por el desierto de este mundo, a fin de poder llegar felizmente al término de mi jornada, y alcanzar la dicha de verme reunido con mi redentor Jesús, y
con Vos, amante Madre mía. Así lo espero por los infinitos méritos de su sangre sacratísima, y por vuestro maternal favor, o pía, o clemente, o dulcísima María. Amén.


DÍA TERCERO
Considera, alma devota, que deseosa y solícita siempre la Virgen santísima de tributar a Dios los homenajes de su amor y rendimiento, había bajado de Nazaret su patria a la ciudad de Jerusalén, en compañía del niño Jesús, que contaba ya entonces doce años, y de José su casto y virtuoso esposo, y considera como cumplidas ya las ceremonias de la ley, al salir del templo y reunídose de nuevo con San José para regresará su pueblo, apenas estuvieron fuera de la ciudad echaron menos al niño Jesús, a quien la Madre suponía en compañía del esposo, así como este lo suponía en compañía de la Madre... ¡Oh! ¡cómo quedarían entonces afligidos los corazones de María y de José! ¡Qué dolor tan agudísimo traspasaría el tierno y amantísimo corazón de María al verse sin la presencia y compañía de Jesús! ¡Qué susto y congoja asaltarían su alma purísima! ¡En qué mar de aflicciones y tormentos fluctuaría su espíritu durante los tres días en que tuvo perdido a su Hijo! ¡O dulce Madre! yo me compadezco de vuestro penetrante dolor al veros sin la presencia visible de vuestro Hijo y de vuestro Dios, y, unido a Vos, quiero buscarle con tanto arrepentimiento, que merezca hallarle para siempre.

DEPRECACIÓN 
¡O acongojada Reina! ¡o amantísima y desolada María! por el gran de desconsuelo que tuvisteis en la pérdida momentánea de vuestro hijo Jesús, compadeceos de mí, sumiso hijo y siervo vuestro, que por mi sola culpa tantas veces lo he perdido. Alcanzadme, Madre mía, gracia, para que, así como su pérdida quebrantó vuestro amante corazón, así traspase también el mío un vivo dolor de haberle perdido por mi culpa; y por la agudísima pena que sentisteis en la ausencia de vuestro amabilísimo Jesús, permitidme asociarme con Vos, imitando vuestra solicitud y diligencia en buscarle apesarado y afanoso. Alcanzadme, dulce Madre, la gracia de hallarle clemente y propicio, y la dicha
de no volver a perderle nunca más... ¡Oh! sí, alcanzadme por vuestra mediación y valimiento su gracia y misericordia, y haced que esa misericordia y esa gracia me sean prenda de virtud en esta vida, y después de gozo y gloria en la eterna bienaventuranza. Hacedlo, Madre pía, vida, dulzura y esperanza mía. Amén.


DÍA CUARTO
Considera, alma compasiva, el vehementísimo dolor que afligiría el tierno corazón de María, al encontrar en la calle de Amargura al Hijo de sus virginales entrañas cargado con el grave peso de la cruz, oprimido, desfigurado, desangra do, lleno de oprobios, y caído al suelo desfallecido y cubierto de mortal palidez. Apenas el juez Pilatos para satisfacer la rabia y furor de los judíos, sedientos de la sangre del Justo, hubo pronunciado la sentencia de muerte contra el Autor soberano de la vida, cuando estos aprestaron la cruz en que había de ser clavado, cargáronla sobre sus delicadas espaldas, y atada al cuello una gruesa soga, le arrastraron por las calles de Jerusalén camino del Calvario, en medio de un diluvio de injurias, insultos, blasfemias y escarnios. Noticiosa la soberana Virgen por el discípulo amado de tan lastimoso espectáculo, vuela en alas de su amor, y a impulsos de la congojosa amargura que embarga su maternal corazón, al encuentro" de su amado Hijo, cruza las calles de Jerusalén, oye a distancia la confusa gritería de un pueblo amotinado, siente el estrépito de las armas y el sonido lúgubre de la fatal trompeta que denuncia como reo de muerte al soberano Autor de la vida. Mas ¡ay! cuál quedaría la destrozada Madre, cuando al doblar una esquina se encuentra con su querido Hijo, caído en el suelo, bañado en sangre, atropellado por aquellos feroces verdugos, ¡y hecho el ludibrio y escarnio de aquella soldadesca infernal! ¡O encuentro lastimoso! ¡o cruel espectáculo! ¡qué impresión causaría en el corazón de una madre, y madre como María! ¡qué dolor tan agudo y penetrante seria para ella ese lastimoso espectáculo! ¡O dulce Madre! yo me compadezco de vuestro agudísimo dolor; yo deseo seguiros penitente en el camino del Calvario, a fin de presentaros el lenitivo de mi cristiana compasión.

DEPRECACIÓN 
¡O Madre afligidísima, y por todos conceptos llena de amargura! Compadecido del acervo dolor que martirizó vuestro corazón en el cruel encuentro de vuestro
Hijo en la calle de Amargura, al verle desfigurado, lleno de dolores, saciado de oprobios y oprimido por el grave peso de la cruz, os suplico con humilde rendimiento y sincero dolor de mis pecados, que me alcancéis gracia para levantarme de mi mortal abatimiento, a fin de que fortalecido con el ejemplo de vuestras soberanas virtudes, tenga valor para sostenerme en mis terribles caídas en el camino del pecado, y socorredme para que no sucumba bajo su peso, y renueve los tormentos de mi Salvador, y vuestro dolor y amarguras. Alcanzadme luz con que conozca la fealdad de mis pecados, y gracia con que deteste su malicia. Haced también que beba con ánimo resuelto y resignado el cáliz de las tribulaciones y trabajos de esta vida, que el Señor se dignare presentarme, para satisfacer por las penas debidas a mis culpas. Haced finalmente, que me asocie con Jesús y con Vos en el camino del Calvario, a fin de llegar derechamente por él a la región celestial. Amén.


DÍA QUINTO
Considera, alma devota de María, en este quinto dolor la agudísima espada que traspasaría el alma purísima de esta Señora, al presenciar la crucifixión y muerte de su Hijo santísimo; y prevén lágrimas de compasión y ternura al contemplar el más triste de los espectáculos, y el mayor de todos los sacrificios, consumado por tu amor en el ara del árbol santo de la cruz. Apenas llegado el divino Isaac Jesucristo a la cumbre del Calvario, sitio destinado para el sacrificio de su infinito amor, cargado con el enorme peso de la cruz, llagado, cansado y sin aliento, sin concederle descanso ni alivio alguno, le arrancan los crueles verdugos la corona de espinas para volverá hincársela luego con más crueldad; le quitan en seguida sus vestiduras, rasgando y abriendo más y más con esto las innumerables llagas y heridas de que estaba cubierto su santísimo cuerpo, le tienden sobre la cruz, le dislocan con la mayor violencia sus miembros, le clavan de pies y manos en la cruz, y la enarbolan en presencia de Jerusalén, á vista del cielo y de la tierra, para que sean testigos de su ignominia. A todo esto, estaba presente la desolada Virgen, madre del más grande y puro amor. ¡Qué pena! ¡qué angustias! ¡qué dolor para su tierno corazón! Queda crucificado el Hijo, y queda también crucificada la Madre por el afecto de compasión que penetra su alma; de suerte, que no sufre pena alguna el Hijo, que no lastime el corazón de la Madre. ¡O espectáculo el más sangriento! ¡O cruz, que haces dos víctimas en
un mismo sacrificio! ¡O Madre afligida y por todas partes angustiada! Haced que os acompañe en tan acerbo dolor, y quede yo también clavado en la cruz con Vos y con vuestro santísimo Hijo, mi adorable redentor.

DEPRECACIÓN 
¡Purísima Virgen y angustiada Madre! asombrado y condolido os contemplo al pie de la cruz en donde espiró para darme vida, Jesucristo mi adorable redentor, bebiendo toda la amargura de su cruenta inmolación. Cuantas son vuestras miradas, tantas son las espadas que traspasan vuestro cándido y enamorado corazón; cuantas llagas veis en el cuerpo de vuestro Hijo, tantas heridas se imprimen en vuestra alma; cuantas espinas traspasan las sienes de Jesús, tantas son las saetas que hieren vuestro tierno pecho; y clavada os halláis con Jesús, El en el cuerpo, y Vos en el alma. ¡Ay, dulce Madre! traspasad mi corazón culpado con aquella espada agudísima que desgarró el vuestro al pie de la cruz de vuestro Hijo espirante de amor y de dolor por mí, miserable y desagradecido pecador... Yo soy... ¡oh! sí, yo soy el reo de su atroz suplicio: yo soy quien desprecio é insulto a cada paso el grande sacrificio de amor que hizo por mi eterna salvación. Yo me junto a cada instante con la turba de verdugos deicidas que le crucificaron. ¡O Señora y Madre mía! tened lástima y compasión de mí. Alcanzadme gracia para que sepa crucificarme con mis vicios y pasiones, y para que ardiendo en vivas llamas de virtud y santo amor, me asocie con Vos doliente y compasivo al pie de la cruz del Redentor; para que adherido fuertemente a ella, durante todo el tiempo de esta mi fatigosa mortal vida, pueda participar del fruto de la redención, que espero alcanzar por los infinitos méritos de la pasión y muerte de vuestro santísimo Hijo, y por vuestro misericordioso valimiento, o clementísima, o tierna y dulcísima Madre mía!


DÍA SEXTO
Considera, alma compasiva, la triste escena, el doloroso espectáculo que ofrece a tu vista la sexta estocada que desgarró el corazón de María al recibir en su regazo el cuerpo inanimado de su Hijo. Consumada ya la obra de nuestra redención, y agotados, por lo tanto, los tormentos de Jesús, no por esto terminaron las penas de María, antes bien comenzaron para ella otras no menos acerbas que anegaron en un mar de dolores su desfallecido corazón. Inmóvil
perseveraba la afligida Madre al pie de la cruz de su inmolado Hijo, y tristemente anhelosa de poderlo quitar del sangriento madero y recogerlo en su amante seno... Mas ¡ay! ¡cómo hacerlo, destituida como se hallaba de todo socorro humano! En semejante angustioso situación, José y Nicodemus, dos nobles varones, inspirados por Dios, se acercaron respetuosamente a la desolada Virgen, y logrado su permiso bajaron de la cruz el cuerpo inanimado de Jesucristo, y lo depositaron en sus brazos maternales. Párate aquí, alma piadosa, a contemplar a María en semejante cruelísimo pasaje... ¡Ah! ¡qué nueva espada de dolor para su ya harto lastimado corazón! ¡Qué pena, qué tormento, qué mar tirio puede imaginarse más atroz! ¡Oh! ¡cómo iría registrando una por una las llagas de que estaba cubierto! ¡y con cuánta razón puede dirigirnos aquellas palabras de Jeremías: ¡Oh vosotros todos los que andáis por el camino, atended, y ved si hay dolor semejante a mi dolor! ¡O Madre mía! como siervo fiel, deseo consolaros en vuestra aflicción, porque grande es como el mar vuestra amargura.

DEPRECACIÓN 
¡O Reina de los mártires! Tierno y compasivo os contemplo sumergida toda en un mar de quebranto, al sostener en vuestros brazos el sacrosanto cuerpo de vuestro santísimo hijo Jesús, muerto y sacrificado por los hombres todos, sin exceptuará sus desapiadados verdugos é implacables enemigos, a impulsos de su amor finísimo y de su ardiente y acendrada caridad. Yo os contemplo en vuestra desolación, o Madre tiernísima sin hijo, fiel esposa sin amante esposo, estrella de gracia privada de la luz del sol, y sosteniendo apenas pesarosamente esa vida vuestra que solo vivía de la vida y de la gracia de Jesús. ¡Ah! inmenso como el mar hubo de ser vuestro quebranto, hondamente inmensa vuestra pena y desolación. ¡Ay! ¡cuánto me confundo yo, Señora, al reconocerme tan culpado como los bárbaros judíos y sayones ejecutores de la pasión y muerte de Jesús mi redentor, y de todas las aflicciones y amarguras de vuestro tierno y amante corazón. Pero Vos sois madre de misericordia y refugio de los insensatos pecadores: tened, pues, Señora, tened lástima y compasión de mí, que, si hasta ahora he sido rebelde hijo e indigno siervo vuestro, quiero en adelante consagrarme todo a Vos por medio de la fervorosa y compasiva meditación de vuestros acerbísimos dolores, llorando con amargura y vivo arrepentimiento el cruel estrago que he causado en el sagrado cuerpo de vuestro Hijo y en vuestro pecho maternal. Mas para esto necesito la asistencia de la divina gracia:
alcanzádmela, clemente Madre mía, a fin de que después de esta vida triste y pasajera, pueda acogerme en vuestro amante seno, y gozar eternamente de la gloria celestial. Amén.


DÍA SEPTIMO
Considera, alma piadosa, el tristísimo cuadro de soledad y desolación de María que hoy se ofrece a tu contemplación, sepultado el sacrosanto cuerpo de Jesús tu redentor. Después que la dolorida é inconsolable Madre hubo desahogado un tanto la grandeza de su dolor sobre el inanimado cuerpo del Hijo descendido de la cruz, lamentando amargamente el bárbaro estrago que los hijos del pecado habían hecho en aquel cuerpo impecable y adorabilísimo, los piadosos varones José y Nicodemus, tras haberlo embalsamado, suplicaron compasivos a la Madre afligidísima que les permitiese darle sepultura antes que cerrase la noche. ¡Ah! ¡qué nuevo y acerado golpe ese para el corazón de María! ¡qué terrible y agudísima espada de dolor!... ¡Desprenderse de aquel santísimo cuerpo tan lastimosamente maltratado!... ¡Soltar de sus brazos maternales aquel divino objeto de todos sus arrobos y ahora de todo su quebranto... aquel Hijo de sus entrañas, ¡aquel Ser de su ser!, vida de su vida y aliento de su amor! ¡Ay! ¡cómo resignarse ¡cómo resistirá semejante dolorosa separación! ¡Oh! ¡cómo llegarían aquí al último punto de mortal congoja el dolor y quebranto de María! ¡Ay, Madre mía amantísima! ¡cuán terrible, cuán desgarradora hubo de ser esa triste despedida para vuestro tiernísimo y desolado corazón! ¡O amarga soledad! ¡O separación dolorosísima y cruel! ¡O Madre afligidísima! ¡cuánto me contrista y me conmueve el lastimoso cuadro de vuestra inconsolable soledad!

DEPRECACIÓN 
¡O afligida y solitaria Virgen! ¡o tristísima y desolada Madre! Yo os contemplo doliente y contristado, en el fúnebre desierto de vuestra amarga soledad. Yo me presento á Vos, poseído de compasivo respeto, y con vivos deseos de acompañaros en vuestro triste aislamiento, contemplando mentalmente con Vos la dolorosa escena del Calvario, y los tormentos y la sangrienta muerte de Jesús, de que fuisteis Vos inmóvil y quebrantada espectadora. ¡Ay Madre mía afligidísima! Yo me acerco a Vos deseoso de consolaros con filial y piadoso afecto, y de acompañaros y serviros en vuestra desolada soledad. Yo vengo con
firme propósito de seguiros en vuestra vía dolorosa, ansioso de llegar por ella al seno consolador y feliz de la virtud, llorando en la soledad de mi corazón contrito y humillado, mis innumerables culpas y extravíos causadores de los tormentos a Jesús y de vuestros dolores y amarguísima soledad. Mas para ello necesito, Madre mía, el auxilio poderoso de la divina gracia, que rendidamente imploro y espero alcanzar por los infinitos méritos de la pasión y muerte de Jesús, y por la eficacia de vuestro maternal favor. Conseguidme esta luz celestial, para que, guiado por ella, atraviese sin tropiezo el fragoso destierro de este mundo de malicia y dolo, y logre la inefable dicha de acompañaros para siempre en la patria celestial, que espero de la infinita misericordia de Jesús mi salvador, y de vuestra piadosa intercesión, ¡o tierna! ¡o pía! ¡o dulcísima Madre mía! Amén.

OFRECIMIENTO EN EL ÚLTIMO DIA
Purísima y angustiada Señora, reconocido a los grandes favores de vuestra soberana beneficencia; os doy afectuosísimas gracias, y singularmente por los que me habéis dispensado en estos siete días dedicados a la compasiva consideración de vuestros dolores. Recibid, dulce Madre mía, estos humildes obsequios, pues para que os sean gratos os ofrezco de nuevo mi corazón herido con la espada que atravesó el vuestro. Aceptadlo, Señora, hacedle todo vuestro, que para Vos es dedicado a vuestras angustias; vengad en él mis pasadas ingratitudes, que han hecho más agudas vuestras heridas, y ayudadme para que jamás se aparte de mí la memoria de vuestras acerbas penas. ¡O Madre amorosa! si me alcanzáis esta gracia, os prometo que vuestras angustias serán siempre las delicias de mi corazón; despediré continuamente suspiros dolorosos por Vos; arderé en amor vuestro, y todo lo haré con el fin de consolaros: para que perseverando fiel y constante en el llanto de mis culpas, de los tormentos de Jesús y de vuestros dolores, pueda llegar algún día, mediante vuestra poderosa intercesión, a gozar de aquella alegría que por todos los siglos inundará vuestro corazón, y a disfrutar de vuestra dulce y amable compañía en el cielo, que el Señor nos conceda a todos. Amén.

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...