sábado, 4 de agosto de 2018

VISITA Y DESPEDIDA AL SEÑOR CAUTIVO








VISITA
Rendido a tus plantas Jesús mío, compungido ante tu lacerado cuerpo, mi pecho estalla en gemidos y lágrimas, lagrimas y gemidos con que mi corazón expresa el agradecimiento a la Santísima Trinidad, por permitir que santifiques y honréis esta humilde vivienda con vuestra presencia. Vos sois, Divino Nazareno, quien derramó abundantes gracias y vivificadoras gotas de celestial rocío sobre los marchitos cuerpos y deprimidos espíritus de nuestros hermanos que gemían en la esclavitud. Vos, que, sin cesar, colma de gracias a cuantos con fervor os imploran la satisfacción de sus necesidades espirituales y temporales. Ese mismo Escapulario que de vuestro pecho pende, proclama el inmenso galardón que otorgasteis a la Orden de la Santísima Trinidad, permitiendo que sus religiosos rescataran vuestra imagen del poder de los moros. Y pues os tenemos aquí, en nuestra presencia, en nuestra casa, penetrad en nuestro corazón, desechad de las malas inclinaciones, infundidle valor y resignación para soportar las miserias humanas y haced que un día se vea esta familia reunida en vuestra Gloria por toda la eternidad. Amen.
3 padres nuestros, Aves Marías y Glorias, y un credo.



DESPEDIDA
Nos habéis colmado de bienes Jesús Nazareno, habéis extremado vuestra humildad hasta el punto de venir aquí y morar con nosotros, tan grandes pecadores, nunca merecedores de tu gracia, y cuando suena la hora de vuestra partida, percibimos la soledad que reinara en esta morada que tu presencia honro. No nos abandonéis, colmad la medida de vuestra infinita liberalidad y de nuestros firmes propósitos, permaneced en nuestro corazón para que cuando nuevamente nos honréis, no encontréis cosa extraña, una familia desconocida, sino fieles corazones abrasados en tu divino amor. Amén.



miércoles, 1 de agosto de 2018

TRIDUO AL SEÑOR DE LA JUSTICIA







TRIDUO AL SEÑOR DE LA JUSTICIA


ORACIÓN PREPARATORIA
(para todos los días)
Despierta alma mía y oye el eco dulcísimo del verdadero amor que interrumpe tu pesado dueño. Si estas triste, si tienes pesadumbre, si sientes dolores levanta los ojos y mira la misma alegría de los ángeles que llama a tu puerta para consolarte, que te busca para darte contento y viene cuando estas sola y sumergida en la aflicción. “Yo soy Señor de la Justicia, te dice, soy la misma bondad, la sabiduría, la gracia, la riqueza, la salud, soy cuanto tu deseas. Ámame, y sin que me pidas te daré cuanto quieras, ámame y te daré una porción del reino que poseo”. ¿Permanecerás como la peña sin movimiento, sin voluntad, después de oír tan amoroso convite? ¿te resistirás al llamamiento del buen Padre? ¿tienes vergüenza y cobardía? Deséchalas y corre a sus abrazos ¿estas cargado de pecados? Vuela como Magdalena a sus pies y arrójate a ellos, pídele perdón y te dará gracia, en la mesa de los ángeles te nutrirás con los manjares de fortaleza. Si, alma mía, Jesús ansia por ti, Jesús te ama, Jesús te busca, quéjate y recibirás, quéjate y serás rico, pide y recibirás…



ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
(para todos los días)
Madre amorosísima del Señor de la Justicia: Yo soy indigno de levantar la voz para hacer una petición a tan alta Majestad, y sin embargo, tengo necesidad y nadie me la puede socorrer mas que aquel que nació de tus entrañas purísimas. ¡Ah, dulce consuelo mío! Tengo el corazón marchito por la adversidad y mi frente se inclina al paso del dolor. Busco de Jesús los favores, pero soy pecador, y no puedo usar la franqueza de los bienaventurados, pero tu que eres refugio de los pecadores, oye mis plegarias y haz que se acerquen al Señor de la Justicia, para que, movido a compasión, perdone mis faltas y oiga que le pido por su amarga soledad, que remedie las congojas que en este triduo le expondré en memoria de las tres horas que sufrió en la cruz, óyeme Señora, y pide por quien lleno de confianza te saluda Ave María.
Un Ave María y gloria y luego se dice:



ACTO DE CONTRICIÓN
Adorable Señor de la Justicia: el ultimo de vuestros hijos y el primero de los pecadores se encuentra delante de Vos con grande necesidad y confiado viene a pedir remedio de ella. Mucho he sufrido y sufro, y en silencio eh pasado las horas bebiendo el llanto, sin atreverme a pedir consuelo, ya estoy cansado, ya no puedo resistir mas lo amargo de mi dolor, y aunque veo la justicia con que padezco, al fin estoy de rodillas diciendo como el profeta: “Delante de ti eh pecado, y mucho malo eh hecho delante de ti”. Atended, Dios mío, que entre gemidos se escapa de mi alma la Voz del arrepentimiento, y juzgadme según es vuestra infinita misericordia. Es verdad, que mas de una vez quebranté mis propósitos, que entregándome a los devaneos y excesos del mundo olvidé tus preceptos y menosprecié la virtud y desoí los repetidos gritos de mi conciencia, es verdad, Dios mío, que provoqué vuestros enojos, y que mas de una vez pude haber rodado a los infiernos. Todo esto es cierto, Señor, pero también es verdad que sois grande, generoso y compasivo, hechos que acreditan mi existencia a pesar de mi maldad. ¡Dios mío! Busco tu amor para enriquecerme, quiero la vida para publicar tus misericordias, deseo tus favores para hacerme esclavo de tu gratitud. Por eso estoy aquí, como el ciego de Jericó, diciéndote: Jesús, hijo de David, ten compasión de mí. Yo soy el Longinos que te hirió, pero ya tengo luz en mis ojos y eh visto que peque, peque como la Magdalena, Jesús mío, pero veme ya aquí regando tus pies con mi llanto, y deshaciéndome en suspiros. Acuérdate que eres la resurrección y la vida, resucítame como a Lázaro, perdóname como a la mujer adúltera, vive en mi corazón como viviste en el corazón de Santa Gertrudis,  purifícame para vivir contigo y por ti, y soy indigno de alcanzar este ruego, desde ahora me humillo, alabando tu santísima voluntad, e inclino la cabeza suplicándote al menos, aceptes que desde hoy lleve el titulo honroso  de indigno esclavo de ti, Señor de la Justicia, tomándote por modelo, y entregándome a ti, dulce dueño, de quien espero el remedio de mis necesidades. Amén.



DIA PRIMERO
Vuelvo a tus pies ¡Oh misericordioso Señor de la Justicia! Vengo a mostrarte mi corazón, seco y marchito por la amarga pena, quiero ¡Jesús mío! Pedirte el remedio de mi aflicción, ya que eres mi amoroso Padre, mi refugio, mi consuelo y mi esperanza. Mi tribulación es justa por mis pecados, pero ya no puedo resistir mi debilidad, aunque mi espíritu esta conforme con tu santísima voluntad. Templa Señor, tus enojos, y mira que en medio de mi pequeñez reconozco tu grandeza, mira, centro de bondad, que te pido con fe y que puedes darme el consuelo que te pido: ¿Me oyes Jesús mío? ¿Me levantare sin tus favores? No Padre mío, socorre mis necesidades, por aquellas que experimentó la Santísima Virgen al pie de la cruz, por su dulcísimo nombre, por Ti mismo, y finalmente por tu infinita caridad. Amén.



ROGATIVA

Jesús mío, moveos a compasión de mi dolorida queja

Esperanza y refugio mío, oíd mis lamentos y dadme lo que os pido.
Padre nuestro, gloria.

Señor, vuestro siervo llora y está a vuestros pies.
Padre nuestro, gloria.

Único amparo a quien me acojo, no cerréis las puertas de vuestro corazón en los momentos que llama un pecador.
Padre nuestro, gloria.

Socorro, Señor, socorro pide un infeliz, no se lo neguéis.
Padre nuestro, gloria.


Se concluye con la siguiente:



SÚPLICAS AL SEÑOR DE LA JUSTICIA


¡Oh Señor de la Justicia, manantial de protección!  R/: En ti, Señor eh confiado, no desprecies mi oración.

Remedia, dueño adorado, mi amarga tribulación.
Mírame, Señor, postrado en la amarga tribulación.
Estoy de penas cercado, tengo duelo y confusión.
Mi espíritu aprisionado, ya se extingue de aflicción.
A ti, Jesús, eh buscado como paz del Corazón.
Tus manos me han protegido, tesoro de salvación.
Muchas veces te eh llorado por menos tribulación.
A tus pies arrodillado espero hallar comprensión.
No desprecies Señor, por tu nombre o por piedad: atiéndeme por favor y mira que un pecador te pide esta caridad.



ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
(para todos los días)
¡Amorosísima y tierna Madre mía, en quien eh puesto toda mi confianza! Yo no se con que voces pedirte me alcances del Señor de la Justicia las gracias que solicito. Apuro mi mente y en ella yo no encuentro frases que interpreten mi dolor. He llorado, Señora, pero mis lagrimas no traducen en mi dolor: he suspirado mucho, mucho, pero mi alimento corrompido con la maldad, talvez no llegue, María ¡Mi dulce Madre! Tu que conoces el lenguaje de tus hijos, traduce el mío, balbuceante y torpe, y aclara mi humilde petición, se mi interprete para que, con Jesús, dile que no se hablar, que mi lengua de mortal solo vierte frases en el idioma de los hombres. Haz, Señora, que fije sus divinos ojos en esta alma pobre que se debate en el dolor, pídele, ruégale, instale que corone mis deseos, que favorezca mi petición y que acepte este triduo en memoria de sus agonías ¿me despreciaras madre mía? ¿quedaran sin ser escuchadas las suplicas que te hago? En fin, Señora, si encuentro remedio en mis congojas, será porque pediste y así me convino, y a si no, será para mejor, y que se haga la voluntad del Señor de la Justicia, pero que siquiera me de paciencia para sufrir por su amor las amarguras que por mis culpas merezco. Amén.




DIA SEGUNDO
¡Oh Corazón atormentado del más Justo Juez! Con cuanta confianza vengo a vuestros pies y con que entusiasmo os grito ¡Señor! ¡Señor! Llamando a vuestra puerta como el infeliz peregrino. Soy oveja de vuestro rebaño, Señor ¡oídme por piedad! Abridme vuestro Corazón, que traigo la insignia de la Cruz y el sello de vuestra sangre. ¡Señor! ¡Señor!  Soy el hambriento que os pide el pan del consuelo y una gota del piélago de vuestras misericordias, ¿no me oís Señor de la Justicia? Llamo una vez y otra mas y ¿no abrís aquel raudal de tesoros para tomar lo que toma una hormiga, un gusanillo, o el más inútil reptil? ¡No me dejéis perecer en mi necesidad, que en humilde recompensa os daré… ¿Qué os daré si nada tengo? ¿Qué queréis que os de el que viene a pediros? Nada tengo, nada soy, nada valgo, pero si encontráis en mi alguna cosa que os agrade, tomadla, que yo os la ofrezco, así como esta miserable vida que respiro, con los sufrimientos, penas, congojas, contentos y martirios, que me tengáis preparados en este valle de lágrimas. Si, Dios mío, a Vos pertenezco, y a vos toca prodigar bondadosamente el consuelo que os pido. Quitadme si es vuestra voluntad, este dolor que amarga mi existir, destruid, con solo vuestro divino querer, esta pena que me aflige, y dadme la tranquilidad que busco. Si mi petición ¡amor mío!  No es conforme con vuestros altos designios, haced de mi lo que os plazca, atormentadme más y más, hasta extinguir mis culpas y merecer la gracia de haberme purificado en esta vida para mereceros en la otra. Amén.



DIA TERCERO
¡Amorosísimo Señor de la Justicia! Aquí estoy de nuevo con mis quejas y lamentos, para instarnos otra vez, Señor, y pediros socorro en mi necesidad. Yo bien se que mas os agradan las suplicas del pecador arrepentido que las mas ricas ofrendas, yo sé que quedáis más complacido con los suspiros de la oración que con los cantos de las aves y los perfumes de las flores, yo, por fin, comprendo la compasión a que os mueve el alma afligida y la criatura agonizante en la aflicción, por eso vengo, ¡oh Señor de la Justicia! A derramar mi lloro a vuestros pies y a pediros a gritos el dulce consuelo que busco ¡Señor de la Justicia! Oídme por aquella amargura que experimentasteis en el Huerto de Getsemaní, por las angustias que os afligieron tanto en la noche de la ultima cena, por aquel trance fatal que se verifico en la calle de la amargura, encontrando a vuestra Santísima Madre. Basta de aflicción, oh Dios mío, basta de duelo, y tened misericordia de esta humilde criatura por las ternuras de vuestro dulce Corazón, por el corazón de las vírgenes que viven consagradas a Vos, por el corazón de los niños que mueren en la gracia, por el virginal corazón de Santa Gertrudis y Santa Rosa de Lima, que tanto amasteis, y finalmente, por el dulcísimo Corazón de María Santísima. Si, ¡Padre amorosísimo! Tened compasión de mis pobres ruegos, moveos al oír mis suplicas, ved mi llanto de dolor, haced que mi voz ya no sea de desconsuelo ni de quebranto, sino que continuamente se deshaga mi lengua en fervorosas exclamaciones de gratitud, y que viva siempre amándoos y reconociéndoos y suspirando por la feliz morada del Señor de la Justicia. Amén.




























ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...