NOVENA
EN HONOR A LA HEROICA LIBERTADORA DE FRANCIA
SANTA
JUANA DE ARCO, VIRGEN Y MÁRTIR
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de
nuestros ✠
enemigos, líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo.
Amén.
℣. ¡Oh Dios, ven en mi ayuda!
℟. Señor,
apresúrate a socorrerme.
Gloria al Padre, y al
Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los
siglos de los siglos. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por ser Vos quien sois, y porque os
amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido, y
propongo firmemente de nunca más pecar, y confesarme, y confío me perdonaréis
por vuestra santísima Pasión y muerte. Amén.
ORACIÓN INICIAL
Oh
Señor todopoderoso, que, para salvar a la Francia, le hablaste a Santa Juana de
Arco, y por tu misma voz le indicaste el camino que debía seguir para hacer
cesar los males que afligían a su Patria, habla así hoy no solamente a los
franceses, sino también a todos los que tienen en su corazón el bien de
Francia. Habla, Señor, y que tu palabra sea la bendición que apoye a los
obispos, que facilite a las autoridades la tarea de asegurar la verdadera
grandeza de la Patria, que persuada a todo francés de la necesidad de seguir la
voz de Dios, a fin de que habiendo imitado a Santa Juana de Arco en esta
tierra, le sea dado a todos el participar un día en la gloria de la heroína
ante la cual tenemos el honor de inclinarnos diciéndola: «¡Santa Juana, ruega
por nosotros; Santa Juana, ruega por tu Patria!» Amén.
SALUTACIÓN
Dios
te salve, Santa Juana de Arco, Jesús y María están contigo, bendita tú entre
todas las doncellas del mundo, y bendito es tu consejo. Santa Juana de Arco,
Patrona y Guardiana de la Francia, que, por tu oración incesante, nuestra
patria vuelva a ser cristiana y recupere su unidad. Amén.
DÍA
PRIMERO
Oh
Santa Juana, el Señor encargó a San Miguel Arcángel que se te apareciera y te
anunciara tu misión de salvar el Reino de Francia. Juana, tu gran deseo de
servir a Dios y de hacer todo lo que le agrada, te hizo pronunciar el «fíat» a
pesar de tus miedos de no ser digna y capaz de cumplir esta misión. El Cielo te
ha dado una espada para combatir, y las voces de Santa Catalina y Santa
Margarita para guiarte. Intercede para que podamos siempre responder a nuestra
vocación. Pedir la gracia o favor que se desea obtener.
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
Oh
Santa Juana de Arco, tu martirio es la gran victoria de Dios sobre nuestros
enemigos. Intercede, desde el Reino de los Cielos, para que seamos preservados
de las guerras contra nuestro país y los asaltos contra nuestra fe. Que la
Francia se acuerde que es la Primogénita de la Iglesia. Señor, te damos gracias
porque Tú has bendecido a nuestro país, dándonos a Santa Juana de Arco. Suscita
ahora numerosas vocaciones para conservar intacta la misión apostólica de la
Francia. Amén. Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria.
℣. Ruega
por nosotros, Santa Juana de Arco.
℟. Para
que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN Oh
Dios, que admirablemente levantaste a la bienaventurada virgen Santa Juana para
defender la fe y la patria: te suplicamos por su intercesión, le des a tu
Iglesia, vencidas las insidias de los enemigos, el gozar de perpetua paz. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA SEGUNDO
Oh
Santa Juana, tú visitaste al Delfín Carlos de Francia en Chinon, y le revelaste
que él era el verdadero heredero de Francia e hijo de rey, que sería coronado
en Reims y que tú has venido para ayudarle a cumplir este deseo del Cielo. Tú
libraste enseguida numerosas batallas contra los ingleses, y siempre saliste
victoriosa. Tú libraste igualmente batalla al pecado en tu propio campo, y
demandaste a tus soldados que volvieran al estado de la gracia. Intercede
principalmente para que nuestro país se acuerde de su bautismo y recupere el
camino de los Sacramentos.
DÍA TERCERO
Oh
Santa Juana, la semana de Pascua de ese año 1430, luego que te encontraras en
una zanja de Melun, las voces de las santas Catalina y Margarita te anunciaron
que serías hecha prisionera antes de la fiesta de San Juan, y que Dios vendría
en tu ayuda durante esta época. Tú fuiste invadida de angustia y tentada a no
someterte a la voluntad divina a fin de salvar tu vida. Ruega por nosotros, a
fin que hagamos siempre la voluntad de Dios, y no la nuestra.
DÍA CUARTO
Oh
Santa Juana, fue el 26 de mayo, después de una ruda batalla en Compiègne,
cuando fuiste alcanzada por un arquero del bando contrario. En seguida fuiste
arrestada por los borgoñones y acusada por la Inquisición inglesa de herejía y
de idolatría. A pesar de tus temores y miedos, te dejaste aprehender, guardando
confianza en tus voces, y pidiendo su intercesión a fin de responder a las
preguntas que te fueron presentadas. Pídele a Dios, para nosotros, el coraje y
la audacia para afirmar nuestra fe.
DÍA QUINTO
Oh
Santa Juana, tú fuiste torturada moralmente, asediada por numerosos e
interminables interrogatorios, abandonada y traicionada de todos, incluyendo el
rey Carlos VII, tratada como prisionera de guerra, amenazada corporalmente por
los guardias de tu celda, acusada de numerosas faltas que no habías cometido, y
sin abogado que te defendiera. Siempre dócil a los consejos de tus voces,
respondiste sin temor a todo lo que te fue preguntado; intercede para que
siempre recurramos a la oración en nuestras dificultades.
DÍA SEXTO
Oh
Santa Juana, todos tus acusadores se obstinaban para hacerte caer, para hacer
que te contradijeras en los hechos que relatabas; ellos te acusaron, te
amenazaron con torturas físicas, te acosaban sin cesar por horas, mas todo en
vano, porque siempre les respondías a todas sus preguntas, hasta el día 28 de mayo,
donde, no pudiendo más, asustada por la muerte, lo negaste todo. Luego, por la
gracia de Dios, aceptaste con coraje el martirio y volviste sobre tus
negaciones. A pesar del reconocimiento de algunos de tus jueces de la
intervención divina en tu conducta, fuiste condenada a muerte por el suplicio
del fuego. Ruega para que la Francia levante su cabeza y se acuerde de sus
promesas hechas a Dios.
DÍA SÉPTIMO
Oh
Santa Juana, tú fuiste sostenida sobrenaturalmente por el Cielo, pero no
escapaste a las angustias provocadas por la sentencia. Tú habías preferido «ser
decapitada siete veces en vez de ser quemada y reducida a cenizas». Sobre la
hoguera, una vez atada, pediste perdón a los ingleses y a todos tus enemigos,
por las batallas libradas contra ellos, y, con voz alta y clara, perdonaste a
todos los que te habían condenado: «Mis Santos no me engañaron, mi misión era
de Dios. San Miguel, Santa Margarita y Santa Catalina, vosotros todos, mis
hermanos y hermanas del Paraíso, venid en mi ayuda…». En medio de las llamas,
mirabas la cruz que te fue presentada, y pronunciaste el Nombre de Jesús antes de
morir. Sé nuestro modelo en la obediencia, en la confianza en Dios, y en la
perseverancia en nuestra misión.
DÍA
OCTAVO
Oh
Santa Juana, luego que el verdugo Godofredo Thérage apagara el brasero a fin de
que todos vieran el cadáver desfigurado de aquella que les hacía temblar,
apartó las cenizas y el milagro apareció ante sus asustados ojos: ¡Tu corazón
estaba allí, lleno de una sangre escarlata y pareciendo vivo todavía! Esparcido
fue luego azufre y aceite sobre él, encendido y apagado el fuego nuevamente,
siempre dejándole intacto. Inquieto de este milagro, y temiendo la emoción del
pueblo, el cardenal de Inglaterra Enrique de Beaufort ordenó que tus huesos,
tus cenizas y sobre todo tu corazón fueran arrojados inmediatamente al Sena. El
verdugo dijo entonces: «Tengo gran temor de ser condenado por haber quemado una
santa». Entre la multitud se elevó un grito: «¡Nosotros todos estamos perdidos,
porque una santa ha sido quemada!». Ayúdanos a servir a Dios, y a no buscar
sino la gloria del Cielo.
DÍA
NOVENO
Después
de tu muerte, ¡oh Santa Juana!, murió la prosperidad de los ingleses en
Francia. Luego de la hoguera de Ruan, ellos no conocieron más que decepciones y
derrotas. Con gran vergüenza y confusión, ellos fueron rechazados de todos los
países que habían conquistado. Todos aquellos que habían juzgado con mala fe a
la Doncella encontraron la muerte poco tiempo después de la suya: el obispo
Pedro Cauchon de Beauvais, enriquecido por el rey Enrique VI de Inglaterra,
murió súbitamente antes de afeitarse; fue excomulgado póstumamente por el Papa
Calixto III en 1457 y sus huesos arrojados a las bestias feroces. Así se
cumplió la predicción hecha a Juana, en su prisión, por sus voces: «Tú tendrás
socorro. Serás liberada por una gran victoria. Toma todo por gracia. No te
preocupes por tu martirio. Tú vendrás finalmente al Reino del Paraíso». Que la
resurrección sea el solo fin de nuestra vida. Hazte presente a nuestro lado, y
contribuye aún a la santificación de nuestro país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario