DIA V.
Santísimo
Patriarca San Ignacio: Yo me hallo tan cargado de las pesadas deudas de mis
pecados, que temo mucho haber finalmente de ir a pagarlas en el infierno. Me horrorizo
solo de pensarlo, pero llanamente confieso que lo tengo merecido. Bien sabia yo,
que con un pecado mortal que cometiera, me ganaba a muy vil precio el infierno,
en donde debería ya estar abrumado de tormentos: y con todo no he tenido reparo
de añadir al primero otros y otros pecados. Y lo que más debe confundirme es,
que la misericordia divina me espera a penitencia y desea me resuelva a padecer
cualquier trabajo que me enviare por este fin: y siendo así que yo debiera ya
padecer justamente horribles penas en el infierno por toda la eternidad, no
quiero sufrir ahora con paciencia en esta vida, las enfermedades, las desgracias
y contradicciones, que por disposición de Dios me suceden. ¡Ah loco de mí! ¡Cuántas
otras cosas muy pesadas he sufrido hasta ahora por un amigo, por un antojo y
por librarme de un mal temporal que dura poco! Y tras esto no puedo, mejor diré,
no quiero padecer algo por mi alma, por dar gusto a Dios, por librarme de un mal,
que es el agregado de todos los males y que jamás se ha de acabar. Vos, santo mío
amantísimo, decíais de Vos mismo, que, si Dios sin culpa vuestra os hubiese
echado al infierno, no hubierais en el tenido pena más atroz, que la de oír
blasfemar su santo Nombre: en Vos fuera así, porque todo erais fuego de amor de
Dios, el cual no pudiera apagar todo el fuego del infierno. Ea, pues, enviadme
una centella de ese vuestro fuego, para que abrase y consuma todos mis enormes pecados,
que son la lena con que habría de arder en el infierno, si desde luego no trato
de abrasarlos y consumirlos con el fuego de la contrición y amor de Dios.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
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