domingo, 24 de octubre de 2021

MES DE SANTA TERESITA - DÍA VEINTICUATRO


DIA XXIV

MEDITACIÓN. — LOS BRAZOS DE DIOS

Si quis est parvulus venial ad me. (Prov. I, 4.)

Si alguno es pequeño que venga a Mi.

 

¡Grande y sublime sabiduría es la ciencia del amor! Quien la posee descubre los más ocultos secretos, que en las sagradas páginas el dedo de Dios escribió. Todas las maravillas que la divina sabiduría encerró bajo el misterioso velo de la profecía, claras y evidentes aparecen a sus ojos. «Porque el que arna entiende lo que está obscuro al que no ama. (S. Agustín, Serm. 350, 2, 3.)

Esta divina sabiduría cuyo deseo es gracia del Espíritu Santo, y que, una vez poseída, es apreciada más que la salud y la hermosura (Sap. VII, O y l l), es patrimonio sagrado de las almas humildes, de los corazones pacientes. 'Si quieres comprender los excelsos misterios de Dios, no lo conseguirás sin la humildad.  (S. Agustín, Serm. 117,16.) Porque, oye al Señor lo que dice: 'Te bendigo, oh Padre, Señor de los cielos y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios prudentes y las revelaste a los pequeñuelos. Matth. XI, 25.) Los pequeños, los humildes son los merecedores de Oír al Espíritu Santo que los llama diciendo: Si alguno es pequeño que venga a Mi. (Prov. I, 4.) «Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina: ese abandono es el de la criaturita que se duerme sin temor en brazos de su padre.

«Si alguno es pequeñuelo, que venga a mi', ha dicho el Espíritu Santo por boca de Salomón y ese mismo Espíritu de amor dijo también que con los pequeños usará de compasión. (Prov. IX, 4.) En su nombre el profeta Isaías revela que en el último día el Señor conducirá su rebaño a los pastos, que reunirá a los corderitos y los estrechará contra su seno. Y como si no bastasen estas pruebas el mismo profeta, cuya mirada llena de inspiraciones penetraba ya en las eternas profundidades, exclama en nombre del Señor: Como una madre acaricia a su hilo, así os consolaré yo, os llevaré sobre ml seno y os meceré sobre mis rodillas.

Protegida con estas celestiales consolaciones, el alma, cual el pigmeo ante los gigantes se ve y se comprende más pequeña, esta comprensión de su nada ante la inmensidad del Ser divino hace crecer el amor en llanas incendiarias, según la frase del Profeta. En la meditación profunda de mi alma se avivó el fuego. (Ps. XXXIX, 4.) Así lo entendieron todos los santos, y más particularmente quizás aquellos que iluminaron el universo con la doctrina evangélica.  Por ventura, San Pablo, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Juan de la Cruz, Santa Teresa y otros tantos amigos de Dios ¿no bebieron en la oración aquella ciencia admirable que cautiva a los mayores genios?

De la misma manera, alma cristiana. si quieres ser dueña del rico tesoro del amor, humíllate ante la presencia del Señor, hazte pequeña y Dios te concederá la preciosa margarita del amor.

 

 

EJEMPLO

A ELLA DEBO MI CONVERSIÓN

Lusses (Inglaterra), 5-9-1919.

Una amiga prestóme un día la Historia de un alma. La lectura de este libro fue para mí el punto de partida de una evolución religiosa que debía tener por resultado la verdad. En diferentes épocas de mi vida habla tenida ocasión de asistir, aunque de tarde en tarde, a ceremonias católicas. Su simbolismo pacificador me habla emocionado por su oposición sin duda con la austeridad y frialdad de los ritos anglicanos. Pero nunca tuve idea de cambiar de religión. Después de leída y meditada la Historia de un alma, empecé u preguntarme si Dios no me habría enviado ese libro a Fin de enseñarme por una niña el camino seguro que debla conducirme a Él. Cuanto más lela el libro, más lo quería, un vivo Interés absorba mi alma

Confié estas impresiones a mi amiga católica. que me aconsejó dirigirme a un sacerdote para que me las aclarase. El Padre W. el destinado por la Providencia. Le revelé mi atractivo, mi confianza en la Florecilla, que se agitaban en mi espíritu, mis deseos y incertidumbres. Poco a poco todo se fue precisando y pacificando; el 29 de agosto de 1915 tuve la dicha de ser admitida en la Iglesia Católica, este día sentí muy de cerca a mi celestial Bienhechora. intercediendo por mi alma. Y ahora le pido sin cesar me enseñe su caminito, que es seguro para conocer y amar a Nuestro Señor cada vez más.

 

Jaculatoria: ¡Angelical Santita! haz por tu intercesión, que corresponda fielmente a las gracias e inspiraciones divinas.

 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

 gloriosa Santita! que mereciste por tu humildad ser recreada con el don riquísimo del amor, por el que tus cantos, tus oraciones, tus sufrimientos, frágiles pétalos de la flor de tu vida, fueron agradables a los ojos del Señor, haz, querida Santita, que mis insignificantes acciones hagan sonreír a la Iglesia triunfante y me las devuelva convertidos en lluvia de rosas de amor; y para más obligarte te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes: 

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