DÍA XXV
MEDITACIÓN. — EL ASCENSOR DIVINO
Ego sum via, veritas et vita. (Joan., .vv.6.)
Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Los corazones que, en ansias de
amores divinos inflamados, se han propuesto la imitación de las virtudes del
modelo divino de predestinados. han encontrado, con el auxilio de la gracia, en
la meditación asidua de sus perfecciones adorables, motivos más que
suficientes, infinitos, para hacer de si un traslado de sus virtudes; pero la
insuficiencia humana no se abalanza a la totalidad de la empresa y, prudente,
se propone la imitación de alguna de las virtudes que resplandecen en el Señor.
Más en la celestial criatura Santa Teresita vemos que en su deseo infantil de
«abarcarlo y tomarlo todo• ha querido alcanzar la totalidad de la santidad en
todos sus grados.
Pensando que habla nacido para la
gloria, y buscando el modo de alcanzarla me fue revelado interiormente que mi
gloria no aparecerla jamás a los ojos de los mortales, sino que consistirla en
llegar a ser santa.
Parece esto un despropósito. si se
considera cuán Imperfecta era yo entonces y cuánto lo soy todavía después de
tantos años pasados en religión; a pesar de esto, siento siempre la misma
confianza audaz de llegar a ser una gran santa. No cuento con mis méritos,
puesto que no ten o ninguno; mas espero en Aquel que es a Virtud y la Santidad
misma. Contentándose El con débiles esfuerzos, me elevará hasta su grandeza, me
cubrirá con sus méritos y me hará santa.» Pero sabedora que la cooperación del
alma en la empresa de la santidad, es indispensable, en su ingeniosa
inteligencia buscó el medio que, siendo humano, la acción fuese del todo
divina. Así valiéndose del conocimiento del ascensor escribió las siguientes
sublimes palabras. También yo quisiera encontrar un ascensor para elevarme
hasta Jesús, porque soy asaz pequeña para subir la ruda escalera de la
perfección.
He buscado, pues, indicaciones en
los Libros Santos para hallar este ascensor, objeto de mis deseos, y he dado
con estas palabras, salidas de la misma boca de la Sabiduría eterna; Si alguien
es muy pequeño que venga a mí.» (Prov. IX, 14.) Me acerqué, pues, a Dios y
adiviné que habla encontrado lo que buscaba; mas deseando saber lo que haría
con los pequeñuelos, he proseguido mis investigaciones y he aquí le que he
hallado: Así como una madre acaricia a su hijo, te consolaré, te recostaré en
mi seno y te meceré en mi regazo. (Is. LXVI, 13.) ¡Ah, jamás se regocijó mi
alma con palabras más tiernas, más melodiosas que éstas!
Vuestros brazos, oh Jesús mío, son
el ascensor que ha de elevarme hasta el cielo. Para esto no necesito crecer,
sino al contrario, achicarme cada vez más. Oh Dios mío, habéis Superado cuanto podía
yo esperar: por Mi eso habéis superado cuanto podía yo esperar, por eso quiero
cantar vuestras misericordias. Instruido desde mi juventud, y hasta el presente
he publicado vuestras maravillas; seguiré haciéndolo hasta mi edad
provecta. (Salmo LXX, 18.)
En la posesión del secreto se dedicó
a la imitación de las virtudes infantiles de' divino modelo. Que no sin divina
Providencia se le puso bajo la tutela del Niño de Belén. «En lo cierto estaría
quien dijese que, dándole su nombre, el Divino Infante se propuso premiar el
cuidado, las virtudes que había tenido ella, de honrar de su infancia. Y ¿por
qué no hemos de añadir, que en aquel nombre nuevo la piadosa Carmelita encontró
un nuevo estímulo para abandonarse siempre mejor en manos de Dios? El Niño de
Belén era por ella contemplado en brazos de su Santísima Madre, dócil y pronta
a dejarse trasladar de Belén a Egipto y de Egipto a Nazaret; por esto ella se
ponla en brazos de las reglas del Carmelo. y se dejaba guiar hacia donde la
obediencia la conduela. El divino Obrero de Nazaret aparecía a sus ojos siempre
atento a los trabajos que le: confiaba su padre putativo, siempre obediente a
la menor Indicación del representante de la autoridad del Padre celestial y
siguiendo sus huellas, Sor Teresita se apresuraba a poner en práctica cuanto so
le ordenaba por la Priora y por la Maestra y lo hacía todo con tanta perfección,
sin prorrumpir jamás en quejas, sin permitirse la más ligera observación, cual
Si hubiera carecido de voluntad propia. Fue tan admirable en Teresita esta
imitación de las virtudes del Niño Jesús, que, si ya no le hubiese tocado en suerte
el nombre del Niño de Belén, sus hermanas hubieran tenido que apellidarla con
tan bendito nombre. Sabido es que un día el Divino Maestro se apareció a su
Santa Madre, y habiéndole preguntado cómo se llamaba, respondió la pía
Fundadora del Carmelo: Teresa de Jesús, mereciendo que a su vez le dijese el
Señor: pues yo soy Jesús de Teresa. No
de otra manera la Carmelita de Lisieux podía decir que era su nombre Teresita
del Niño Jesús, puesto que Jesús Niño era cl Maestro y el modelo de Teresita.
(Disc. de S. S. Benedicto XV.)
EJEMPLO
CONVERSIÓN DE UN CAPITAN DE INFANTERÍA
COLONIAL
Paris, 1-9-1913.
Una casualidad providencial puso en
mis manos la Historia de un alma. Empecé su lectura el 28 de agosto de 1913. El
29 del mismo acabé las últimas líneas profundamente conmovido y sumido en
lágrimas. Sentí una emoción tal. que al día siguiente el indiferente hasta
entonces se confesaba y comulgaba en Nuestra Señora de las Victorias.
Sor Teresita ha cambiado mi corazón.
bajo su protección quiero en adelante seguir su Caminito de amor y confiado
abandono, persuadido que conduce derecho al cielo, a la puerta del cual, la
Santa querida, confío me esperará para introducirme en la gloriosa, donde le
deberé el vivir eternamente.
Jaculatoria: Oh angelical Santita: condúcenos solicita por la
senda segura de tu caminito.
ORACIÓN PARA ESTE DIA
¡Oh regalada florecilla del Niño Jesús! que reconociendo cuán fácil y seguro es cl camino de imitación de las virtudes de Jesús infante, te consagraste enteramente a Él, poniéndote a su disposición, corno un juguete en las caprichosas manos de un niño, mereciendo por esta humilde confianza que sus divinos brazos fuesen el ascensor que te elevó a las más altas cumbres de la santidad, alcánzame la dicha de merecer la protección de Jesús en la imitación de sus virtudes; y para más obligarte te recordamos tus inefables promesas en favor do tus devotos las siguientes:
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