TRIDUO AL SEÑOR DE LA JUSTICIA
ORACIÓN
PREPARATORIA
(para
todos los días)
Despierta
alma mía y oye el eco dulcísimo del verdadero amor que interrumpe tu pesado
dueño. Si estas triste, si tienes pesadumbre, si sientes dolores levanta los
ojos y mira la misma alegría de los ángeles que llama a tu puerta para
consolarte, que te busca para darte contento y viene cuando estas sola y
sumergida en la aflicción. “Yo soy Señor de la Justicia, te dice, soy la misma
bondad, la sabiduría, la gracia, la riqueza, la salud, soy cuanto tu deseas.
Ámame, y sin que me pidas te daré cuanto quieras, ámame y te daré una porción
del reino que poseo”. ¿Permanecerás como la peña sin movimiento, sin voluntad,
después de oír tan amoroso convite? ¿te resistirás al llamamiento del buen
Padre? ¿tienes vergüenza y cobardía? Deséchalas y corre a sus abrazos ¿estas
cargado de pecados? Vuela como Magdalena a sus pies y arrójate a ellos, pídele
perdón y te dará gracia, en la mesa de los ángeles te nutrirás con los manjares
de fortaleza. Si, alma mía, Jesús ansia por ti, Jesús te ama, Jesús te busca,
quéjate y recibirás, quéjate y serás rico, pide y recibirás…
ORACIÓN
A MARÍA SANTÍSIMA
(para
todos los días)
Madre
amorosísima del Señor de la Justicia: Yo soy indigno de levantar la voz para
hacer una petición a tan alta Majestad, y sin embargo, tengo necesidad y nadie
me la puede socorrer mas que aquel que nació de tus entrañas purísimas. ¡Ah,
dulce consuelo mío! Tengo el corazón marchito por la adversidad y mi frente se
inclina al paso del dolor. Busco de Jesús los favores, pero soy pecador, y no
puedo usar la franqueza de los bienaventurados, pero tu que eres refugio de los
pecadores, oye mis plegarias y haz que se acerquen al Señor de la Justicia,
para que, movido a compasión, perdone mis faltas y oiga que le pido por su
amarga soledad, que remedie las congojas que en este triduo le expondré en
memoria de las tres horas que sufrió en la cruz, óyeme Señora, y pide por quien
lleno de confianza te saluda Ave María.
Un
Ave María y gloria y luego se dice:
ACTO DE CONTRICIÓN
Adorable
Señor de la Justicia: el ultimo de vuestros hijos y el primero de los pecadores
se encuentra delante de Vos con grande necesidad y confiado viene a pedir
remedio de ella. Mucho he sufrido y sufro, y en silencio eh pasado las horas
bebiendo el llanto, sin atreverme a pedir consuelo, ya estoy cansado, ya no
puedo resistir mas lo amargo de mi dolor, y aunque veo la justicia con que
padezco, al fin estoy de rodillas diciendo como el profeta: “Delante de ti eh
pecado, y mucho malo eh hecho delante de ti”. Atended, Dios mío, que entre
gemidos se escapa de mi alma la Voz del arrepentimiento, y juzgadme según es
vuestra infinita misericordia. Es verdad, que mas de una vez quebranté mis
propósitos, que entregándome a los devaneos y excesos del mundo olvidé tus
preceptos y menosprecié la virtud y desoí los repetidos gritos de mi
conciencia, es verdad, Dios mío, que provoqué vuestros enojos, y que mas de una
vez pude haber rodado a los infiernos. Todo esto es cierto, Señor, pero también
es verdad que sois grande, generoso y compasivo, hechos que acreditan mi
existencia a pesar de mi maldad. ¡Dios mío! Busco tu amor para enriquecerme,
quiero la vida para publicar tus misericordias, deseo tus favores para hacerme
esclavo de tu gratitud. Por eso estoy aquí, como el ciego de Jericó,
diciéndote: Jesús, hijo de David, ten compasión de mí. Yo soy el Longinos que
te hirió, pero ya tengo luz en mis ojos y eh visto que peque, peque como la
Magdalena, Jesús mío, pero veme ya aquí regando tus pies con mi llanto, y
deshaciéndome en suspiros. Acuérdate que eres la resurrección y la vida,
resucítame como a Lázaro, perdóname como a la mujer adúltera, vive en mi corazón
como viviste en el corazón de Santa Gertrudis,
purifícame para vivir contigo y por ti, y soy indigno de alcanzar este
ruego, desde ahora me humillo, alabando tu santísima voluntad, e inclino la
cabeza suplicándote al menos, aceptes que desde hoy lleve el titulo
honroso de indigno esclavo de ti, Señor
de la Justicia, tomándote por modelo, y entregándome a ti, dulce dueño, de
quien espero el remedio de mis necesidades. Amén.
DIA PRIMERO
Vuelvo
a tus pies ¡Oh misericordioso Señor de la Justicia! Vengo a mostrarte mi corazón,
seco y marchito por la amarga pena, quiero ¡Jesús mío! Pedirte el remedio de mi
aflicción, ya que eres mi amoroso Padre, mi refugio, mi consuelo y mi
esperanza. Mi tribulación es justa por mis pecados, pero ya no puedo resistir
mi debilidad, aunque mi espíritu esta conforme con tu santísima voluntad. Templa
Señor, tus enojos, y mira que en medio de mi pequeñez reconozco tu grandeza,
mira, centro de bondad, que te pido con fe y que puedes darme el consuelo que
te pido: ¿Me oyes Jesús mío? ¿Me levantare sin tus favores? No Padre mío,
socorre mis necesidades, por aquellas que experimentó la Santísima Virgen al
pie de la cruz, por su dulcísimo nombre, por Ti mismo, y finalmente por tu
infinita caridad. Amén.
ROGATIVA
Jesús
mío, moveos a compasión de mi dolorida queja
Esperanza
y refugio mío, oíd mis lamentos y dadme lo que os pido.
Padre
nuestro, gloria.
Señor,
vuestro siervo llora y está a vuestros pies.
Padre
nuestro, gloria.
Único
amparo a quien me acojo, no cerréis las puertas de vuestro corazón en los momentos
que llama un pecador.
Padre
nuestro, gloria.
Socorro,
Señor, socorro pide un infeliz, no se lo neguéis.
Padre
nuestro, gloria.
Se
concluye con la siguiente:
SÚPLICAS AL SEÑOR DE LA JUSTICIA
¡Oh
Señor de la Justicia, manantial de protección!
R/: En ti, Señor eh confiado, no desprecies mi oración.
Remedia, dueño adorado, mi amarga tribulación.
Mírame, Señor, postrado en la amarga tribulación.
Estoy de penas cercado, tengo duelo y confusión.
Mi espíritu aprisionado, ya se extingue de
aflicción.
A ti, Jesús, eh buscado como paz del
Corazón.
Tus manos me han protegido, tesoro de salvación.
Muchas veces te eh llorado por menos tribulación.
A tus pies arrodillado espero hallar comprensión.
No desprecies Señor, por tu nombre o por piedad: atiéndeme
por favor y mira que un pecador te pide esta caridad.
ORACIÓN
A MARÍA SANTÍSIMA
(para
todos los días)
¡Amorosísima
y tierna Madre mía, en quien eh puesto toda mi confianza! Yo no se con que
voces pedirte me alcances del Señor de la Justicia las gracias que solicito. Apuro
mi mente y en ella yo no encuentro frases que interpreten mi dolor. He llorado,
Señora, pero mis lagrimas no traducen en mi dolor: he suspirado mucho, mucho,
pero mi alimento corrompido con la maldad, talvez no llegue, María ¡Mi dulce
Madre! Tu que conoces el lenguaje de tus hijos, traduce el mío, balbuceante y
torpe, y aclara mi humilde petición, se mi interprete para que, con Jesús, dile
que no se hablar, que mi lengua de mortal solo vierte frases en el idioma de
los hombres. Haz, Señora, que fije sus divinos ojos en esta alma pobre que se
debate en el dolor, pídele, ruégale, instale que corone mis deseos, que
favorezca mi petición y que acepte este triduo en memoria de sus agonías ¿me despreciaras
madre mía? ¿quedaran sin ser escuchadas las suplicas que te hago? En fin,
Señora, si encuentro remedio en mis congojas, será porque pediste y así me
convino, y a si no, será para mejor, y que se haga la voluntad del Señor de la
Justicia, pero que siquiera me de paciencia para sufrir por su amor las
amarguras que por mis culpas merezco. Amén.
DIA SEGUNDO
¡Oh
Corazón atormentado del más Justo Juez! Con cuanta confianza vengo a vuestros
pies y con que entusiasmo os grito ¡Señor! ¡Señor! Llamando a vuestra puerta
como el infeliz peregrino. Soy oveja de vuestro rebaño, Señor ¡oídme por
piedad! Abridme vuestro Corazón, que traigo la insignia de la Cruz y el sello
de vuestra sangre. ¡Señor! ¡Señor! Soy el
hambriento que os pide el pan del consuelo y una gota del piélago de vuestras
misericordias, ¿no me oís Señor de la Justicia? Llamo una vez y otra mas y ¿no abrís
aquel raudal de tesoros para tomar lo que toma una hormiga, un gusanillo, o el más
inútil reptil? ¡No me dejéis perecer en mi necesidad, que en humilde recompensa
os daré… ¿Qué os daré si nada tengo? ¿Qué queréis que os de el que viene a
pediros? Nada tengo, nada soy, nada valgo, pero si encontráis en mi alguna cosa
que os agrade, tomadla, que yo os la ofrezco, así como esta miserable vida que
respiro, con los sufrimientos, penas, congojas, contentos y martirios, que me tengáis
preparados en este valle de lágrimas. Si, Dios mío, a Vos pertenezco, y a vos
toca prodigar bondadosamente el consuelo que os pido. Quitadme si es vuestra
voluntad, este dolor que amarga mi existir, destruid, con solo vuestro divino
querer, esta pena que me aflige, y dadme la tranquilidad que busco. Si mi petición
¡amor mío! No es conforme con vuestros
altos designios, haced de mi lo que os plazca, atormentadme más y más, hasta
extinguir mis culpas y merecer la gracia de haberme purificado en esta vida
para mereceros en la otra. Amén.
DIA TERCERO
¡Amorosísimo
Señor de la Justicia! Aquí estoy de nuevo con mis quejas y lamentos, para
instarnos otra vez, Señor, y pediros socorro en mi necesidad. Yo bien se que
mas os agradan las suplicas del pecador arrepentido que las mas ricas ofrendas,
yo sé que quedáis más complacido con los suspiros de la oración que con los
cantos de las aves y los perfumes de las flores, yo, por fin, comprendo la compasión
a que os mueve el alma afligida y la criatura agonizante en la aflicción, por
eso vengo, ¡oh Señor de la Justicia! A derramar mi lloro a vuestros pies y a
pediros a gritos el dulce consuelo que busco ¡Señor de la Justicia! Oídme por
aquella amargura que experimentasteis en el Huerto de Getsemaní, por las angustias
que os afligieron tanto en la noche de la ultima cena, por aquel trance fatal
que se verifico en la calle de la amargura, encontrando a vuestra Santísima
Madre. Basta de aflicción, oh Dios mío, basta de duelo, y tened misericordia de
esta humilde criatura por las ternuras de vuestro dulce Corazón, por el corazón
de las vírgenes que viven consagradas a Vos, por el corazón de los niños que
mueren en la gracia, por el virginal corazón de Santa Gertrudis y Santa Rosa de
Lima, que tanto amasteis, y finalmente, por el dulcísimo Corazón de María Santísima.
Si, ¡Padre amorosísimo! Tened compasión de mis pobres ruegos, moveos al oír mis
suplicas, ved mi llanto de dolor, haced que mi voz ya no sea de desconsuelo ni
de quebranto, sino que continuamente se deshaga mi lengua en fervorosas
exclamaciones de gratitud, y que viva siempre amándoos y reconociéndoos y
suspirando por la feliz morada del Señor de la Justicia. Amén.