MÍSTICA TOALLA O DULCE EJERCICIO
Para enjugar a Cristo nuestro
Señor, caído, y mojado en las profundas, y
negras aguas del Torrente Cedrón, que para empleo de las almas compasivas
Dispuso:
El Lic. D. José Manuel del Valle y Araujo,
Capellán mayor del hospital de la Purísima Concepción de Jesús Nazareno de
México.
Reimpresa en la Habana, Cuba, por Boloña.
Año de 1800.
PRÓLOGO
a
fines del año de 1720, saló a la luz un cuadernillo intitulado: Torrente
Cedrón o dulcísimo vado… y que dulce, que bien se ve el espíritu
interior y exterior dulzura, y afabilidad de su autor, el que tal suerte ha
movido los ánimos fervorosos, que se han increpado con el común dicho: nos
dejas con la miel en los labios, y sedientos (a su imitación) me han pedido
escriba algún ejercicio sobre tan tiernos pasos. Confieso mi ruindad, y que no
soy capaz de seguir sus fervorosas huellas (que postrado en tierra reverencio)
pero como los que cuidan las almas, tenemos obligación de ministrarles el
pábulo, que hambrientas piden, solo haré con su cuadernito lo que el sacristán
con la lampara de aceite de algunos puntos y Meditaciones, en aquella
ardientísima Lampara del Autor, para que no se apaguen tan lucientes
esplendores; Dios sea mi luz, y valla en su Santísimo nombre.
Me
persuado, a que sea este Ejercicio los Jueves: lo uno porque este día sucedió
este doloroso Paso; lo otro, porque siendo frecuentemente día de Comunión, está
la Alma bien dispuesta con tal huésped. Prevén Alma amorosa una cruz,
teniéndola de rodillas el tiempo de la Oración, llevarás un cilicio, y a lo
último (si el lugar y la salud lo permite) harás la disciplina.
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh
Dios inmenso! ¡Dios Santo! ¡Dios de Clemencia! Misericordioso, por tu misma
naturaleza, aquí en tu acatamiento, y presencia está el torrente larguísimo de
la maldad; aquí el dilatado mar de pecados; el negro rio de toda malicia; aquí
el que precipitado en las asquerosas corrientes de mi mala vida,
no solo he bebido la iniquidad con las aguas, sino que, sumergido en sus
hediondas olas, me iba precipitado hasta el abismo Infernal, sin atender a las
furiosas avenidas de vuestra justa ira. Ya lo veo, Señor de mi alma, ya lo
conozco, Padre amoroso, de mi corazón he sido un loco desagradecido, soy un
pobrecito mentecato, soy, pero nada soy, pues a la cada me ha reducido mi mala
vida; pésame Dios mío de haberte ofendido, pésame de todo mi Corazón, pésame de
lo íntimo de mi Alma. Ya no más culpas, ya no más
pecar, que así te lo prometo; confío en tu Misericordia, que me has de
perdonar; pero para cumplirlo, para amarte, préstame tu acongojado Corazón, que
solo con él podré dignamente amarte, prestadme el dulcísimo de María Santísima,
que, con ese Corazón tan Santo, yo te podré agradar y servir hasta mi muerte.
Amén Jesús.
Aquí
se reza la Estación del Santísimo Sacramento en Cruz, y después se medita un
cuarto de hora.
CONSIDERACIÓN
Veté
alma tras de Jesús, preso, y con tanta furia llevado de aquella vil canalla; la
noche obscura, alúmbrale con tu corazón y mira como al pasar aquel puente, un
maldito Sayón empujando a Cristo, le arroja hasta lo profundo de sus aguas
(según Andricomio en la descripción de la Tierra Santa) Mira el susto, que naturalmente
tendría tu Jesús, ¡qué aleadas daría aquel pacífico Corazón con tan repentino
sobresalto! Míralo cayendo con las manos atadas é indefensas: mira Alma, mira
que hay mucho, que mirar, y admirar. Al caer de tan alto, oye el golpe que da
con todo el Cielo en aquellas asquerosas aguas: oye él gusto, algazara y
gritería de aquellos malvados ministros, y atiende a tu Jesús pacífico. ¿Tente
Señor, pues eres la misma fortaleza ay Jesús, quien arroja? Y escucha que te
responde así: Tu alma mía, tú me arrojas, tú mi amada, tú me empujas ¿por qué?
¿Tan mal compañero soy a tu lado? ¿Qué te he hecho criatura mía? ¿para que con
tanto riesgo me despidas de ti? Alma responde a tan lastimosas quejas allá en
el centro de tu corazón, y ya que, arrojado a Dios, ahora que te pregunta, no le
seas descortés, respóndele, y juzga (allá para ti) lo que a Dios respondes.
Caído
el Señor en las aguas dio con su Santo Cuerpo en aquella hediondez, que más que
agua era lodo inmundísimo, pues era el general albañal, en que se echaban las
más sucias heces de toda la vecindad, indignas de decirse, aquí arrojado está mi
Dios. Míralo revolcado en esos lodos, míralo alma enamorada; Dios Hombre en tal
paraje. ¡Esa es el agua de los Ángeles, que das alma a tan lindo y tan hermoso
amante! ¿¡Donde tú tendrías asco (siendo la misma basura digna de aquel lugar)
quizá de verlo, ahí colocas a la segunda Persona de la Santísima Trinidad!? Esa
es la muñida cama, con que recibes a tu Jesús, tan atormentado, ¿para qué
repose? ¿Esa es la Recámara en donde aposentas al que la Virgen Santísima
acariciaba en el Cielo de su regazo? piénsalo bien alma, y admírate, diciendo: Jesús
en el lodo! mi bienhechor en tal lugar! sufriendo por mí lo frío del agua, lo
fétido de las inmundicias, ¡lo asqueroso de aquella basura! Asómate al Puente,
inclina la vista, y contempla despacio si dio boca abajo, como se le
amancillaría aquel Rostro Santísimo. Si al respirar entraría en su bellísima
Boca mucho de aquel hediondísimo
lodo, y desecha suciedad! ¡Que todo pudo suceder! ¡Ay ojos de mi Jesús,
empañados en aquel cenagal! ¡Ay Rostro de mi amado, cubierto de aquellas
bascosidades! ¡Ay boca dulcísima de mi Redentor, llena de tan hedionda
inmundicia! Sácalo, alma, no tengas asco, que, aunque le vez tan enlodado, y sucio,
no te manchará, que el limpio sobre toda limpieza, puro, sobre
toda puridad: ¿pide prestadas a los Ángeles unas celestiales Toallas para
limpiarlo, mira en que Altar, y en que limpios Corporales has puesto a ese
Santísimo nías qué todos los Santos? Dile así Alma: ¿Dios mío qué haces en tan
barro inmundo y asqueroso cieno? Atiende a sus voces; oye lo que dice: Ay Alma,
querida mía, aquí he bajado a buscarte como preciosa perla de mi corazón, y sí
el pecado te ha sumergido en sus apestadas aguas, entre ellas te busco, en este
lodo te solicito, mucho te quiero, pues tanto me cuestas. Mira Alma, la que
mejor agua para limpiar a Dios enlodado, son las lágrimas, el mejor lienzo es
una vida limpia, promételo así, y aquí puedes tener con tu Jesús; algunos dulces
Coloquios.
Aquí
dejas la cruz con reverencia y mientras otro lee si se hace entre muchos postrados
en Cruz dirás con todo el afecto posible la siguiente:
ORACIÓN
Arrojado
Dueño de mi vida, ¡dulce descanso de mi corazón! centro amoroso de mis amores, ¿cómo
ha de ser sufría mi amor, verte en ese cenagal tan asqueroso de cenizas de
cuerpos muertos, siendo Tú la Santidad por tu misma Esencia, y yo él albañal
inmundo, digno de todo despreció viviendo entre racionales? Quien fue bien mío
el insolente, ¿qué sin respeto a tu Soberanía te arrojó en este lodo? Señal cierta,
que no conoció, ni mereció ver la
belleza de tu Ser, el esplendor de tu Majestad, pues tan atrevido té echa en
este inficionado, y asquerosísimo cieno. Tu Señor, Tu Vida de los hombres, Tú,
Recreó de los Serafines, Tu, Regalo de los Santo, Tú Gloria de los
Bienaventurados. Tú, Centro de toda Caridad, Agnus Dei, del Padre Eterno, Tu, delicia
y suavidad de la Reyna de los Cielos. Tú, Imagen verdadera de tu Padre, Tú,
Amor del Divino Espíritu, Tú, Cordero inocente todo blanco, y encarnada, sin
mancha negra de culpa, ¿Tú en el lodo? ¿Tú en la basura? ¿Tú, en el cieno? ¿Tú,
en esa asquerosa sentina? Cuando es manchado asiento el Sol para tu Dignación, Soberanía,
y Majestad, Tú, solo Señor pues tu solo te conoces, y puedes conocer, el desacato
de quien te arroja, el atrevimiento de quien te empuja, la ignorante malicia de
quien así te ata; como también Tú solo sabrás ponderar lo acervo de ese dolor,
lo penoso de esa tormenta, lo gravísimo de esa insolencia, lo cruel de esa
maldad, Tú solo Señor
pues Tu solo lo padeciste, y Tu solo lo sabes quién eres, Tu único conoces lo
ardiente de tu amor, lo inaudito de tu paciencia, lo infinito de tu dolor, y la
altísima dignidad de tu Señorío; ¡Bien veo no son capaces todos los
entendimientos del Cielo, y de la Tierra para comprehender el peso de tanto
ultraje a tu Persona, todas las memorias para hacer el debido recuerdo de tan
imponderable villanía, ni todas las voluntades para satisfacer con todo su amor
tan generosa paciencia, y tan Venerable silencio en tan dolorosísimo Paso; pero
con todo mi Señor, con todo eso sabemos cierto, te pagas de nuestros cortísimos
obsequios de nuestras flacas memorias y de nuestros tibios recuerdos, estos os
ofrecemos y yo despreciable gusanillo e indigno dé que
pongas en mí esos clementísimos ojos: Yo la más baja criatura, de las que
abraza la tierra, en nombre de todo el Mundo, te doy los debidos
agradecimientos a tanta fineza, te la agradezco de lo íntimo de mi Corazón; soy
pobre, y no tengo con que pagarla, me faltan las virtudes para agradarte, pero
ya que nada tengo, nada soy, y nada valgo; este verdadero conocimiento te
ofrezco en paga de tanto favor, ahí te consagro, así en debido desagravio, como
en limpia Toalla para tu alivio, las siempre puras, siempre limpias, y siempre
Santas, las telas del Corazón de mi Reyna, y Señora la Virgen María, para
enjugarte de esas negras aguas; ahí te ofrezco á mayor desagravio Jesús mío, el
inmenso amor, con que toleraste: tan horrenda desmesura; la invencible tolerancia,
con que llevaste tan desmedido y enorme desafuero; la admirable paciencia, con
que sufristeis tan sacrílego atrevimiento, la infinita Caridad, con que, en
medio de tantos ultrajes, ignominias, y dolores me estabas amando, aun
sabiendo, como sabíais, lo inmenso de mis maldades; ahí te ofrezco Jesús mío,
para mayor reverencia, la suma, é inimitable conformidad de tu Padre, con que lo
padeciste. Ten, Señor, por tus dolores, por tu Santísima Sangre, por ti mismo
te ruego, tengas piedad de mí, ten lástima de mi miseria, ten Compasión de mi
flaqueza, y esas prisiones, y cadenas, que tanto te atormentaron en tu Pasión,
ponlas a mis pies, y manos, para que no se atrevan; otra vez a perderte el
respeto (como casi infinitas veces lo he hecho) con mis muchos pecados, ni
aquellos (esto es mis pies) no corran tras los hediondos apetitos, y deleites
de esta miserable; vida; acuérdate Señor de mi Alma en la terrible hora de mi muerte
(y la de todos, los que recuerdan tu Pasión Santísima,) de que ahora postrado
en tierra, envuelto en el polvo, y abismo de mi nada, te adoro, y clamando con
tan buen Padrino (como es la memoria de este doloroso Paso) a las puertas de tu
Clemencia, por el socorro de tu Gracia para tan temeroso trance, y así como
humilde lo pido, así lleno de confianza lo espero ciertamente, para que
saliendo limpio con tus auxilios del Torrente amargó de esta vida, te goce, te
alabe y bendiga por todos los siglos eternos en tu Gloria. Amén.
Ahora
es la disciplina y esta durará otra Estación al Santísimo Sacramento, y si eres
Alma que frecuenta, y puedes disponerte para comulgar mañana, que a esa conduce
el siguiente Ejercicio.
Ahora
repetirás, besando la tierra treinta y tres veces esta Jaculatoria: Bendita, y
alabada sea para siempre la Venerable Paciencia de nuestro Amantísimo Jesús.
Amén.
ÚLTIMA MEDITACIÓN
después de haber sacado á el Señor del
Torrente Cedrón
Ea
pues, alma agradecida, ahí tienes ya a Dios Hombre fuera de las aguas; llega
reverente, considera como aquel Señor, dignísimo de todo respeto, y adoración,
es ahora el blanco de la risa, la causa de la alegría de sus enemigos, el
tropiezo de la irrisión, el objeto de la mofa; mírale caído en el suelo, todo
mojado lleno de vergüenza, tiritando de frío, y como si fuera un corrupto, y
muerto bruto, arrastrado por la tierra. Vuelve los ojos a aquella chusma
infernal, y los verás, que abren sus malditas bocas para blasfemarle, y se
tapan las narices por no recibir el hedor, que exhalaba aquel asqueroso lugar, por
haberse movido con el Cuerpo Santísimo de tu amado Dueño, y tienen horror de
llegar sus malditas manos, y le arrastran con las sogas, lo levantan con los
chuzos, y así mojado y enlodado prosigue su camino para la casa del juez. ¡O
que espectáculo! ¿Para cuándo Alma mía, son las ternuras? ¿Para cuándo los
suspiros? ¿Cuándo más bien empleadas las lágrimas? Si ahora en tanto ultraje
como Cristo padece, no se derraman ¿será creíble, que un Corazón amoroso, y
cristiano no se deshaga en llanto, en tan tiernísimo, y doloroso sentimiento?
No lo creo, pues a una la dureza de una peña se ablanda aquí solo con las
plantas de nuestro Jesús, Dios, arrastrado por los suelos, y no me enternezco, Dios
revolcado en la tierra, ¿¡y no me muero de ternura!? O Señor, dad blandura a este
corazón, y lágrimas a esta piedra; heridme con la Cruz para que, en este
desierto de mi conciencia, derramen arroyos de lágrimas, esta diamantina losa.
Alma
mía, pregúntate a ti te ha hecho fuerza tan vil tratamiento a Dios, tan amargo,
¿y tan doloroso Paso? Ya se ve que eres tierna, eres suya, y te toca a fuer de
Esposa amante ir a la parte con tu dueño; pues vuelve sobre ti, y mira con
seria, y madura reflexión lo asqueroso de tu pecho, y ahí has arrojado a Dios
Hombre, ¿cuándo le has recibido en él Santísimo Sacramento? Allí una vez sola.
¿En tu albañal cuantas? Allí sus mortales enemigos le arrojan, aquí su querida,
su amada, su redimida. Allí quizá los Demonios, aquí un cristiano. Allí los que
no creían, ni conocían, ni esperaban; aquí la que le adora, la que le conoce por
Dios verdadero, y también de las venganzas, quien espera ser juzgado de este
Señor y espera gozarle eternamente; no porque digas, que has comulgado mal, no
lo permita Dios, sí consideras el galardón, que granjeó Judas, por arrojar a
Cristo en el Cedrón inmundísimo de su malvado pecho.
Considera este castigo
Que en Judas hizo el Señor
Dándole con muerte eterna
Una eterna perdición:
Y mira con la clemencia,
Que su Soberano amor
Doliéndose Alma de ti,
Sufre tu indisposición
Pero
si digo, recorras por menudo las pasiones, que has refrendado, los pecados
veniales voluntarios, que ya no cometes, al contrario, y de hoy adelante
procura disponerte para la Sagrada Comunión más fervorosa, que por fin Dios
solo, alma, Dios solo eternamente.
Haz
aquí tu Coloquio con el Señor a tu modo o de la forma, que recita la siguiente:
ORACIÓN
Dulcísimo
Amor de todos los amores, Blanco Pelicano de mi Alma, ya que te dignas tantas veces
entrar en el centro asqueroso, de mi inmundo pecho; ya que, no has tenido asco
de las sucias viscosidades, de mi desaliñado Corazón, ya que, con tanta fineza,
y humanidad te dejas tratar, comer, y aposentar en el pobrísimo seno de este pobrecito
pechó, sea mi Dios para quitarte mil enojos, pues justísimamente los tenías de
mi sobrada descortesía, con que te entraba en los viles rincones de mi Corazón,
con tan corta preparación y tan ningún agradecimiento, de que con tu gracia me
enmendare, sea para sacarme de las aguas lodosas de mis pecados, y limpiarme con
esa Sangre preciosa, de toda humana afición, sea para quitarme las horrorosas
sogas que el amor propio aló tan fuertes en mi miserable flaqueza, y romper las
pesadas cadenas, con que ha intentado el Demonio, Mundo, y Carne, tener presa
mi pobrecita alma; sea mi bien para dejar
impresas en la dureza mía las señales, no solo de tus Sagradas Plantas, sino
las de tus cinco Sacratísimas Llagas, sea dulzura mía; para purificar mí Conciencia
de las aguas de las mundanas vanidades; Pacientísimo Cordero de mi vida, para quedar
prisionero eterno en las Suaves cadenas y dulces prisiones de tu amor, sea para
bien de mi Alma; para Viático de mi peregrinación; sea para exaltación de tu
Nombre Santísimo; dilatación de tu Fé; y sea finalmente para descanso de las
Animas del purgatorio, y que esas aguas de tu misericordia infinita; apaguen los
ardores de aquellas voraces llamas; sea mi Jesús para honra y gloria, alabanza,
y loor eterno de la Santísima Trinidad. Amén.
Considera Alma mía
Agradecida en extremo
A los divinos favores
Del que tienes en tu pecho.
No dudo que enamorada,
Estarás del galanteo,
De haber visitado tu Alma,
El que es Alma de los Cielos.
Yo bien se, que hacerse lenguas
Quisiera tu buen deseo
A vista de tal favor,
Para el agradecimiento.
O, como allá en el retrete,
De tu corazón contemplo,
Que al que te ha hecho tal merced,
Así le estarás diciendo:
Soberano Jesús mío,
Padre amado, Dios Eterno.
¿Quién sois vos? y yo quien soy,
¿Para favor tan excelso?
¿Es posible, que sea tanto,
De vuestro amor el exceso,
Que en todo lo mostráis más,
A quien os lo paga menos?
¿Con que Divino Jesús,
Podré yo corresponderos,
Los sagrados beneficios,
Que a vuestra clemencia debo?
Pues cada vez, que a miraros:
Dentro de mi pecho vuelvo
Y en lugar tan' asqueroso,
Vuestra Belleza contemplo.
Cada vez, que vuelvo a Vos,
Y miro, que en mi alma os tengo
Tan sumo Dios como estáis,
Al lado del Padre Vuestro.
Cada vez que me veo a mí
Divino Señor, y veo
Una suma Majestad,
Dentro de un inmundo cieno.
Quisiera que el corazón,
En tu dulce amor ardiendo,
Manifestara el pesar,
Que en el ofenderte tengo.
Quisiera darte en mis ojos,
Indicios tan verdaderos,
Que en mis mejillas firmara,
Mi dolor en llanto tierno.
Quisiera mi Dios tener,
Hecho un altar en el pecho,
Y por Sagrario a la Virgen
Del Divino Sacramento.
Quisiera, para hospedarte,
Tener el cándido deseo
De todos los Serafines
Y la Hermosura del Cielo.
Mas ya, que tan pobre soy,
Mi Jesús, que solo tengo
El haberte recibido
Con un Corazón de hielo.
Te suplico me le enciendas
En tu Soberano Fuego,
Y en él imprimas y estampes
Los favores que hoy me has hecho:
Para que a los ojos tuyos
Con el propio rendimiento
En todo lugar, y tiempo.
Amén.
ORACIÓN
A LAS GRAVÍSIMAS ANGUSTIAS CON QUE FUE
CUBIERTO EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
¿Qué
Es esto Dulcísimo Jesús De Mi Alma? Este Corazón Santísimo, centro dé toda
suavidad, y principio de todo humano vivir, fin de todos nuestros desconsuelos,
recreo de los Justos, refugio de los pecadores, acogida dé los atribulados, última
morada de nuestras esperanzas, se halla en el amargo Océano de tu Pasión
oprimido con tan gravísimas Angustias? Bien conozco no nacen de la mala
complexión de culpa en ti que eres la Suma Santidad, fundamento, y principio de
la Gracia, que tienen, tendrán, y han tenido todos los justos. Bien veo que
esas acervas interiores puntas, que afligen ese Sacratísimo Corazón, son buscadas
del inmenso amor con, que has echado sobre tu Venerable Espalda la pesada carga
de los pecados del Mundo. Bien advierto, que a tu Sacratísima Persona (como
impecable por naturaleza) repugna el hediondo cúmulo de tantas culpas, que,
como inocente pagas, y finalmente, bien conozco, que quien te hace como yo,
este recuerdo, soy el peor verdugo, que te atormenta; así es verdad, así lo
considero, y así lo lloro arrepentido. Esas angustias, que han cubierto tu
Sacratísimo Corazón, te ruego sean desahogo del encogido, sean un suave
antídoto contra aflicción humana; una libertad Santa, para; defender tu Santo
Nombre; escudo, contra las diabólica astucia y tina víctima a mi afligida
conciencia, gravada del imponderable peso de mis pecados; y aunque es cierto,
no soy capaz de consolar tu angustiado Corazón, ni tengo caudal alguno de
propios méritos, con todo, Dueño mío Jesús de mi Alma, tengo derecho como
Cristiano a tu bendita derramada Sangre como Hijo, yo soy heredero de tus infinitos
Merecimientos; mía es no lo dudo, esa Cruz, mías esas prisiones; mías esas
bofetadas, mías esas espinas, míos esos azotes, mías esas Llagas, mía esa
Muerte, mío ese Corazón, mía esa Santísima Anima; y tú mi Dulcísimo Jesús, todo
mío; pues toda esto así mismo te lo ofrezco para consuelo de tus Angustias; y
porque no vaya con el desaliño de mi bajeza, y miseria, te lo consagro con él
rico Sagrario del Purísimo Corazón de tu Santísima Madre, mi Señora la Virgen
María; no mires, Esposo mío, la vileza de mi despreciable persona, si no la
ofrenda, que es tan Santa como tuya; el Vaso en que va, como que es su Amantísima
Madre, cuyos doloridos suspiros y amargas lágrimas, Fueron con sus innumerables
méritos tan agradables á tus ojos. Mírame Señor con lástima, mírame con ojos de
misericordia, y acuérdate en el tiempo de mis mayores angustias, que serán a la
hora de mi muerte, que este mísero gusanito abatido en el abismo de su nada, ha
clamado y llamado desde ahora a las puertas de tu Misericordia, dando repetidos
golpes con el verdadero dolor de sus pecados. Dales buen Jesús, auxilios a los
que actualmente agonizan por vuestras amargas angustias, consuelo a las Almas que
se ven tentadas; valor a los combatidos y ayuda para vencer; perseverancia a
los que están en gracia; la mano a los que están en culpa; descanso a las benditas
Almas del Purgatorio, y remedio a las necesidades de la Santa Iglesia, y
vuestra dulce Presencia a los que hacemos memoria de vuestras angustias en la
hora de nuestro tránsito y la eterna Gloria. Amén.