EJERCICIO DEVOTO AL NIÑO JESÚS
Por el Presbítero Mugio Valdovinos
Morelia, año de 1857
Dos
personas dirigirán este ejercicio, el que está formado de un diálogo entre el
alma cristiana y el Niño Jesús. Después de hecha la señal de la Santa Cruz se
comenzará de esta manera:
ACTO DE CONTRICIÓN
Vengo
hoy a ti, mi dulce Jesús, cubierta de vergüenza y penetrada de amargura. Mi
cuerpo es todo lepra, y mi alma es toda corrupción. ¿A dónde he estado lejos de
ti? ¿Qué es lo que he hecho? He vivido entregada al pecado; el crimen ha sido
mi ocupación. He dicho; habitase con los pecadores, seguiré sus huellas, me
coronaré de rosas, embriagada siempre de placer. Esta fue mi resolución, y me
engañaba, porque lo que llamé placer no me produjo otra cosa que una tristeza
profunda y un cruel remordimiento. Pero cayó la venda fatal que me cegaba; veo
el abismo en que iba a sumergirme, y poseída ya de un vivísimo dolor de mis
pecados, me postro delante de ti, Jesús mío, amado dueño, para que los borres
con los raudales abundantes de tu gracia poderosa. Habla a mi corazón, haz oír
tu voz, y Seguiré tus preceptos porque ellos me llevarán a la vida eterna.
Amén.
DÍ A PRIMERO
AMOR DE DIOS
COLOQUIOS
JESÚS
¿Sabes
por qué la paloma, habiendo salido del arca, se volvió luego a ella?
EL ALMA CRISTIANA
La
tierra estaba cubierta todavía con las aguas, y la paloma no encontró donde poner
los pies.
JESÚS
Lo
mismo sucederá siempre a los que se apartan de mi arca santa. Nunca el alma
cristiana hallará en el mundo más que la mentira, la seducción, la impureza,
todos los crímenes que conducen al lugar de los castigos y del tormento eterno.
Y pues que tú, alma piadosa, vienes hoy con fé viva a oír mis lecciones, escúchalas
y guárdalas siempre. No olvides nunca que oigo la súplica fervorosa del corazón
casto, el ruego sencillo de la tierna infancia, y la oración, débil muchas
veces, del anciano fatigado con el peso de los años, que se aparta de las riberas
de la vida. Son mis hijos todos los que toman la cruz y me siguen.
EL ALMA CRISTIANA
Escuchare
tu voz, ¡oh divino Jesús! y grabaré tus palabras en mi corazón: quiero la paz,
el reposo y la vida que solo tú puedes darme. Eres la fuente, y mi alma
sedienta llega a ti: eres la luz, y puesto que huyo de las tinieblas, me dirijo
a ti: eres el maná celestial, y enferma, débil, desfallecida, te pido el
alimento para recobrar las fuerzas.
JESÚS
Si
alguno me ama guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos de él, y en
el haremos morada. ¿Sabes lo que es este amor? Es un sentimiento noble, vivo,
superior a todos los sentimientos de la tierra. Yo pido un amor que tenga su asiento
en el corazón, como en un tabernáculo, y que se manifieste con las obras y con
las palabras. Pido que mis hijos se abandonen enteramente a mi voluntad; que no
amen sino lo que yo amo; que no quieran sino lo que se dirija a una resignación
absoluta a mis preceptos. En esta conformidad se encuentra un encanto
desconocido, una alegría indecible. Pido un amor que no se deje arredrar por
vanos temores, por consideraciones falsas, que nacen siempre de una imaginación
desarreglada. En fin, el amor que demando ha de ser firme, robusto, de tal
manera, que, dirigiéndose a un fin, no se debilite ni calcule las dificultades.
¿Me amas, alma cristiana? Camina en pos de mí.
EL ALMA CRISTIANA
Sí,
Jesús mío, te amaré con el amor exclusivo, desinteresado, firme y valeroso con
que quieres ser amado. Tú eres la delicia de los corazones que por ti suspiran,
y que se elevan constantemente á ti. Creí los engaños y las seducciones del
mundo, el cual me dijo: goza de los placeres que pasan tan rápidamente; la
penitencia puede quedar para una época más lejana. Di asenso a esas mentiras y
me dejé llevar por la ola impetuosa del mundo. Ahora te digo como el Apóstol:
¿‘qué quieres que yo haga? Me ha contestado: obedece mis preceptos y dame tu corazón.
¿Cómo podría rel1usarte esa ofrenda? Cuando naciste en el humilde establo de
Belén, sufriendo toda clase de miserias, allí comenzaste las lecciones de amor.
Creciste en edad, y más tu amor se encendía, si esto fuera posible. Predicaste
en el desierto, en las calles y en las plazas, el reino de Dios y su justicia.
Cuando tu rostro besaba la tierra en el monte de los olivos; cuando el silencio
profundo de la naturaleza Se turbaba únicamente con tus gemidos, cuando el
suelo estaba empapado con tus lágrimas, también entonces nos enseñabas de qué manera
es necesario amarte. Después te vistieron de rey de burlas, cubrieron tus
espaldas con un manto, pusieron una caña en tus manos, figurando un cetro, y
clavaron en tu cabeza una corona de espinas. Así vestido, en medio de la grita
y de la befa de una impía muchedumbre, te presentaron a ella los que se
llamaban jueces y prometieron el sacrificio de la víctima. ¿Esa paciencia no
era efecto del amor? Y des pues agotaste el cáliz de las amarguras hasta las
últimas heces; no quisiste retirarlo de tus labios para que se cumpliera la
voluntad del Padre. ¿Esta resignación sublime no fue amor infinito? Tus brazos
estaban extendidos en el sangriento calvario, como llamando al linaje humano,
para que se colocara bajo la sombra del pabellón de la cruz. Arrojaste el
último suspiro; el mundo entero tembló, faltó la luz, los muertos salieron de
sus sepulcros. ¿Y todo esto no fue efecto de tu amor para salvar a la raza de Adán?
Comunícame un rayo de ese amor sin límites: concédeme el don de amarte.
JESÚS
La
extensión de mis beneficios será igual a la de tus afectos. Puedes manifestar
estos por medios numerosos y multiplicad0s. Desde luego se presenta el amor que
debes tener a tus prójimos que son tus hermanos. Yo he dicho: amaos los unos a
los otros como hijos de un mismo padre. Cuando he levantado mi edificio
espiritual, he querido juntar con un mismo cimiento a todas esas piedras vivas
con la fuerte cadena del amor. La he. llamado caridad, virtud heroica, que todo
lo desprecia, y no tiene más objeto que aliviar las miserias de los que sufren,
y consolar a los que padecen. La caridad que yo he enseñado cambió la faz del
mundo, y ha ligado a los hijos de un mismo padre con vínculos indisolubles. ¿Tu
hermano no tiene que comer ni que vestir? Socórrelo. ¿Por tu influjo y
relaciones puede librarse de una situación penosa? Haz por él lo mismo que en igual
caso quisieras que hicieran por ti. ¿Está lleno de amarguras, y gime retirado
en su casa, y derrama copiosas lágrimas? Ve a consolarlo; llora con él. El
socorro que se ha de dar a los pobres no será nunca esa limosna que los humilla
y los abate, limosna de vanidad que se encontrará muy ligera el día del juicio.
El corazón dirigirá siempre a la mano, esto es, un corazón tierno, dulce y
compasivo. La vestidura de mi iglesia, la más hermosa de sus galas, es la
caridad. Si tus ojos no fueran carnales aún, ellos podrían ver los frutos de
grato perfume que las almas fieles presentan delante de mí. Hija mía, alma
cristiana, nada hay más dulce que amar a sus prójimos: mi ley está en perfecta
armonía con los sentimientos del corazón. ¡Dichosa tú si la cumples! Sé
caritativa con el pobre que mendiga el alimento en la puerta de tu casa; con el
enfermo que cuenta en un lecho miserable las horas largas de su lenta agonía; con
el rico y poderoso que acaso te desprecia; con el incrédulo, con el impío que
se burla de tu piedad y de tu fé. Extiende la caridad a todos; que se vea en
tus obras, que respire en tu boca, que brille en tus ojos, y salga por los poros
de tu cuerpo.
EL ALMA CRISTIANA
Estoy
bien lejos de poseer ese amor que me explicas, ¡oh mi dulce Jesús! Soy como el
publicano del evangelio, que confuso del poco bien que había hecho, gemía por
su vida pasada. No permitas que semejante al fariseo me complazca en mis
débiles méritos. Si alguna vez he amado á mis prójimos, ¿qué comparación tiene ese
sentimiento con el ardiente amor de los santos? Fría, miserable, egoísta,
necesito él fuego de tu gracia para que mis obras reciban algún calor. Ayúdame,
celestial Jesús, hermoso niño, a quitar de raíz las malas plantas que germinan
en mi corazón, y que impiden el nacimiento de la buena semilla. Detesto la hiel
de la envidia, el veneno de la maledicencia, el dardo de la sátira y de la
calumnia. Amaré en lo de adelante a mis hermanos de la manera que tú me
enseñas.
JESÚS
Y
así serás dichosa y derramaré sobre ti el raudal de las misericordias. Huye de
las obras que arruinan al prójimo, que arrancan la herencia del huérfano, hacen
llorar al anciano, y siembran por todas partes la desolación y la muerte. Y
muchas veces estas obras quieren cubrirse con el velo de la hipocresía.
¡Desgraciados! Si no engañan ni aun a los hombres de corazón recto, ¿cómo
pueden engañarme a mí?
EL ALMA CRISTIANA
El
homenaje de mi doble amor será el puro incienso que mi alma te ofrecerá en lo
de adelante. Mi corazón es el campo y tu palabra la semilla; haz que produzca
frutos de gracia y de bendición. Concluyo el ejercicio de este día diciendo la
magnífica oración que nos predicaste en el sermón del monte.
El
niño ha nacido en el establo y lo adoran los pastores.
Padre
nuestro.
Vienen
de oriente los reyes y le ofrecen ricos dones.
Padre
nuestro.
La
estrella que brilla sobre Belén es la luz que iluminará a todo el mundo.
Padre
nuestro.
ORACIÓN
Te
adoro hoy en el pesebre, mi amante Jesús, para contemplarte después en el
calvario. Te seguiré desde la cuna hasta el sepulcro para no perder ninguna de
tus lecciones. Tu vida y todas tus palabras se dirigieron. al grandioso fin por
el cual viniste a la tierra; esto es, salvar al hombre, librándolo de las
cadenas con que estaba oprimido. Que no se malogre en mí, y en todos los que
asisten a este santo ejercicio, el fruto de nuestra redención: así te lo pido
por los siglos de los siglos. Amén.
SEGUNDO DÍA
PALABRA DE DIOS
COLOQUIOS
JESÚS
Hoy
recibirás, alma cristiana, la expresión de mi amor, explicándote qué cosa es mi
palabra, y los preceptos importantes que encierra. Mi palabra es una semilla de
piedad y de buenas obras: es un alimento que nutre y da salud a los enfermos,
la fuerza a los débiles y la alegría a los que lloran. Mi palabra es una luz
que brilla en las tinieblas; ley grabada sobre piedras indestructibles, y que
nada teme del transcurso de los siglos. Con un acento suave y puro, mi palabra
forma las delicias de los corazones castos; atrae al cielo a las almas
fervorosas, y por ella los verdaderos sabios desprecian los bienes del mundo.
En fin, mi palabra se hace escuchar de una manera poderosa del oriente al
occidente, y ya a sorprender al pecador en el sueño de su pecado para decirle,
te aguarda el juicio, y esa voz lo turba y lo estremece. Diariamente se hace
oír esa palabra por la boca de mis ministros, encargados de servir a mi iglesia
y de renovar los augustos misterios. Los preceptos de mi ley son sencillos, y
todos y cada uno, conducen a la felicidad eterna y temporal. Abre tus oídos y
fácilmente los comprenderás. Amarás a tu esposo, a tu padre, a tu Dios, al que
te ha creado y sin el cual nada puedes: al mismo que te conserva, te instruye y
te promete un dichoso y eterno porvenir. En este precepto está comprendido el
amor al prójimo, esto es, a tu hermano, que ha sido formado como tú, y al que
aguardan los mismos destinos. No profanarás el santo nombre de Dios. Esa profanación
te igualaría con los espíritus impuros, con los ángeles rebeldes. La blasfemia
es
odiosa
en sí misma, y causa siempre escándalo, que es la ruina de las almas. ¿Qué es lo
que te aconsejo? Que la verdad salga siempre pura y brillante de tus labios;
que no imites a los que juran por mi nombre, por el cielo, por la tierra, y por
todas las cosas que yo he hecho. La verdad es cosa muy sagrada para que haya
necesidad de recurrir a ningún otro testimonio. Santificarás las fiestas.
Reunidos todos los fieles, entonan en el templo, o en sus casas, las alabanzas
debidas a mí y a las misericordias que les dispenso. Me elevan sus votos y me
manifiestan sus necesidades. ¡Padre mío! Tú que estás en los cielos, bendito
sea tu nombre. Danos tu reino; llévanos a la morada que habitas con los ángeles
y con los santos. Estamos resueltos a ejecutar lo que sea tu voluntad, puesto
que fuimos creados para servirte. Y estas alabanzas, y estos ardientes deseos,
suben a mi trono, y considero siempre como a hijos míos a los que me llaman su
padre. El niño inocente que une sus manitas, y me llama con ese nombre,
proclama una verdad, un principio, desconocido antes que la revelación de mi
palabra ilustrara al mundo.
Honraras
a los padres que te he dado en la tierra. Ama a la que te llevó en sus
entrañas, se la alegría de sus cansados años. No aflijas a tus padres como lo
hacen los hijos ingratos; dales de comer, vístelos, vélalos en su lecho de
muerte, así como ellos velaron en derredor de tu cuna. He prometido una
recompensa particular a la piedad filial. No matarás. ¿Cómo puede presentarse
la idea de herir O de matar al que vive en familia con sus hermanos, que lo son
todos los individuos que componen el linaje humano? El que hiere o mata a su
prójimo es ya para mí un objeto de abominación; el Espíritu Santo se retira:
sus días serán cortos y malos; morirá devorado por los remordimientos que
despedazan el corazón.
Serás
casta en obras, palabras y pensamientos. La pureza es una llama hermosa que
arde en el pecho de los justos como un sacrificio perpetuo: es la recompensa
que se da a los fuertes; es, en fin, el místico velo que cubre la frente de los
escogidos y el que los hace temibles al tentador coman. Los deseos torpes
consentidos originan la muerte del alma, porque abren la puerta a todas las
pasiones. Los peligros son multiplicados, y nunca podrás prestar toda la atención
que ellos exigen. La seducción se disfraza de mil maneras; se insinúa hábilmente,
trastorna los sentidos, y casi sin pensarlo, y casi sin sentirlo, el alma queda
sin libertad; de señora pasó a ser esclava. No hurtarás, no levantarás falso
testimonio, no codiciarás la mujer de tu prójimo ni las cosas que a él le pertenezcan.
En todos estos mandatos se establece una base, el amor al prójimo. ¿Por qué
privarías a tu hermano del fruto de su industria y de su trabajo? ¿No te
quejarías, y con razón, si te encontraras en igual caso al suyo? El que levanta
un testimonio falso se constituye hijo del diablo, que es padre del engaño, del
fraude y de las mentiras. Esta revela siempre un corazón corrompido: la verdad
no necesita disfraz, siendo pura y brillante como el sol. No podrías obtener a
la compañera de tu prójimo sin un crimen; luego los deseos son malos porque
conducen a él. Este brevísimo compendio de los preceptos de la antigua y de la
nueva ley, se encierra en dos palabras: amor de Dios y amor del prójimo. He
aquí la piedra angular del edificio que levantará el que quiera ser mi
discípulo.
EL ALMA CRISTIANA
Bendíceme,
dulcísimo Jesús, porque habiendo pecado conozco ahora la enormidad de mis
crímenes. ¿A dónde iba? No lo sé. ¿Qué buscaba? También lo ignoro. Ha brillado
la luz después de densas tinieblas. ¿Cómo borraré las innumerables manchas que
tiene mi alma?
JESÚS
Con
el arrepentimiento. Anda, póstrate a los pies de alguno de mis ministros,
confiesa tus culpas, duélete de ellas, promete la enmienda, cumple la
satisfacción que se te imponga y persevera firmemente en los propósitos que
hayas hecho. El poder que he conferido a mis ministros no tiene límites: lo que
ellos ligaren en la tierra será ligada en los cielos, y lo que desataren en la
tierra será desatado en los cielos. Próxima a mis hijos está la piscina
milagrosa. Si todos se acercaran a ella la regeneración del mundo sería
completa. Pero el demonio los aleja, valiéndose del orgullo. Siendo los hombres
unos gusanos miserables que se arrastran penosamente sobre la tierra, están
llenos, sin embargo, de una vanidad insensata. Se avergüenzan de confesar sus
faltas al sacerdote, que tiene poder para perdonarlas, a la vez que las
publican ellos mismos haciendo alarde de un espíritu superior. Grandes penas,
castigos eternos están reservados a los que desprecian mis sacramentos,
manantiales de copiosa salud, abiertos siempre para todos los que quieran
limpiar su alma y quedar blancos como la nieve. ¿Tendrán rubor de llamarme su
padre y de llevar en la frente el signo de la redención? Recuerda lo que he
hecho por ellos. Descendí desde el seno de la gloria para tomarla carne humana.
Siendo rey se me reputó como malhechor y sufrí el suplicio de mayor ignominia.
¿Pude hacer más? Ten presente que todos los santos se regocijan en el cielo
cuando el pecador arrepentido se aparta de la senda fatal. Ven siempre a mí,
alma cristiana: te sanaré como al leproso del evangelio: ven, canta la ternura
del esposo eterno.
EL ALMA CRISTIANA
¿Qué
palabras podré usar, que sean dignas de ti, oh mi amado Jesús? Yo era el
pelícano que habita en los lugares desiertos, el ave nocturna de que hablan los
profetas: mis días habían descendido como la sombra, y me había secado como la yerba
de los campos. Tus palabras han reanimado mi espíritu; vuelvo a mi esposo, a mi
Dios, a mi padre. Me arrojaré a los pies de un sacerdote, imagen tuya, y le confesaré
mis errores y mis extravíos. Pastor, aquí está tu oveja, abre las puertas del
rebaño. Sirviéndome de la voz del más sabio de los reyes, voy a entonar un cántico
de gracias y de amor, puesto que mi alma es la virgen, y tú, Dios mío, el
esposo de las bodas eternas.
¡Oh tú que eres el bien amado de mi alma!
enséñame a dónde conduces el rebaño, dónde descansas al medio día, no quiero
extraviarme siguiendo el rebaño de otros pastores.
Oleo derramado es tu nombre, por eso las
vírgenes te amaron.
No me consideréis que soy morena, parque
el sol
me estragó el color; los hijos de mi madre
lidiaron contra mí, pusieronme por guarda de viñas: mi
viña no guarde.
Venga mi amado a su huerto, y coma el
fruto
de las manzanas. He venido a mi huerta,
hermana mía esposa; he seguido mi mirra con mis aromas; he comido panal con mi
miel, he bebido mi
vino con mi leche: comed, amigos, y bebed,
y embriagaos los muy amados.
Muéstrame tú, a quien ama mi alma, dónde
apacientas, dónde estás al medio día, para que no me extravíe tras los rebaños
de otros pastores.
Conjuroos, hijas de Jerusalén, si
hallareis a mi amado, que le aviséis que de amor desfallezco.
Ven, amado mío, salgamos al campo, moremos
en las granjas.
Levantémonos de mañana a las viñas, veamos
si floreció la viña, si producen fruto las flores, si están ya en flor las
granadas.
Muéstrame tú, a quien ama mi alma, dónde
apacientas, dónde estás al medio día, para que no me extravíe tras los rebaños
de tus compañeros.
Recibe,
Jesús mío, estos ardientes afectos de mi alma, y haz que siempre se eleve mi
oración hasta tu trono.
Tres
Padres nuestros y tres Aves Marías
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, fuente y origen de todo bien, derrama sobre mi alma tus dones, para que
limpia de toda mancha, persevere en la virtud. Nada podré sin ti; eres mi
amparo, mi refugio y esperanza. Aleja de mí los peligros, las seducciones, el
odio al prójimo y la sed de los bienes de esta vida, inspirándome constantemente
el deseo de la felicidad eterna, por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA TERCERO
SABIDURÍA DE DIOS
COLOQUIO
EL ALMA CRISTIANA
Cuando
por primera vez me presenté a las puertas de la Iglesia, el sacerdote preguntó:
¿Qué quieres? Se le respondió, la fe. Yo la prometí, renunciando a todas las
pompas del mundo y jurando que sería un soldado pronto a morir por defender la
fé de Cristo. Después, cuando el Sumo Sacerdote me confirmó en la misma fé,
recibí los dones del Espíritu Santo, entre ellos el de la sabiduría, tan
necesaria para guiarme en esta vida, ilustrar todas mis acciones llegar sin tropiezo
a la celestial morada. Desarrolla en mí, dulce Jesús, aquel don inefable; dame
tus consejos. He buscado sabiduría en el mundo y no la he encontrado. Algunos
ancianos siguen los principios de la escuela atea; otros el deísmo; muchos
jóvenes han abrazado el indiferentismo, y marchan por la senda de la vida como
si nada hubiera más allá de la tumba. En las mujeres y en los niños he hallado
siempre inocencia
y
candor. Tiemblan, si te ofenden, porque saben que en tu mano está el rayo, y
también te aman como a un padre dulce y bueno, porque tú dijiste: dejad que los
niños vengan a mí; de ellos es el remo de los cielos. Nos enseñaste con esto
que la inocencia de las costumbres, el amor tierno y sencillo son las
circunstancias necesarias para llamarse hijos tuyos.
JESÚS
La
sabiduría viene de lo alto: existía antes de todos los siglos: ¿Quién puede
contarlos granos de arena de las riberas del mar y las gotas de rocío? ¿Quién
medirá
la altura del firmamento y la profundidad de los abismos? La sabiduría ha
hablado en los libros santos y entienden sus palabras los que tienen el corazón
recto. Ella salió de la boca del Altísimo... se presentó en los cielos una luz que
no se extinguirá jamás. La sabiduría divina es la madre del amor puro, del
temor, de la ciencia y de la santa esperanza. No te desconsueles creyendo que
es muy difícil obtener un don tan precioso. Arroja de tu corazón los deseos
malos, eleva el espíritu mí, y vendrá la sabiduría, y con ella todos los dones
que la acompañan. El joven rey Salomón quería ese mismo bien, no se le negó,
porque nada rehúso a los que piden con humildad y con fervor. Antes de avanzar
en estos consejos, fija en tu memoria las siguientes palabras, que constituyen
un principio, una base, sin la cual en vano trabajaran los que edifican la
casa. Jamás se concede la verdadera sabiduría al que es orgulloso; tampoco al
que recorre los mares y se arrastra por la tierra buscando el oro. La sabiduría
no es la herencia de los reyes ni de los poderosos del mundo, solo porque son
reyes y poderosos: mi Padre celestial la reparte donde halla corazones cast0s y
piadosos, ya los encuentre en la cabaña de los pobres, o en los salones dorados
de un palacio. Pero ese gran don requiere antes una larga serie de pruebas, de
aflicciones y de amarguras. ¡Felices los que lo reciben desde que raya la
aurora de su vida! Esto sucede pocas veces. Cuando la sabiduría penetra el corazón,
la inteligencia se ilustra con sus rayos, y aunque los ojos carnales no pueden
distinguirla, la frente está adornada con una brillante diadema. Las consecuencias
son ya naturales y sencillas. Los bienes del mundo aparecen como una quimera despreciable;
el atractivo de la hermosura terrestre, se ve claramente como un poco de barro;
todas las vanidades que lisonjean a los seguidores del mundo, son como las
hojas que se lleva el viento. ¿Quién va tras ellas cuando las impele el viento?
Caminando con la sabiduría en este valle de miserias y de dolores, se encuentra
al impío que se ríe de la virtud, que se mofa de la penitencia, y su vista
mueve en el alma santa la misericordia y la compasión. Apártate del camino que
llevas, se le grita en vano: lo mismo que un hombre ebrio, continúa en su marcha
tortuosa hasta que se precipita en el abismo. El enemigo común, aunque te vea fuerte
con mi escudo, y robusta con mi protección. disparará siempre sus flechas, te
lanzará dardos emponzoñados; pero los esfuerzos serán inútiles porque la
sabiduría te elevará a una altura donde nada tienes que temer. Esto he hecho
siempre con los verdaderos sabios y por esto han gozado en algún modo, aquí en
la tierra, una parte de las delicias de los bienaventurados. Para que comprendas
mejor mis lecciones reflexiona desde luego en la historia de todos los santos.
Los mártires espiraron en medio de atroces tormentos, y su semblante estaba
risueño, y perdonaron a los verdugos, sirviendo de grande ejemplo a todos. ¿Qué
fuerza los sostenía? La ciencia que habían recibido. Y las vírgenes, débiles
según la carne, ¿no acreditaron una fortaleza heroica cuando los trozos de su
carne salpicaban los rostros de los tiranos? En tonaban mis alabanzas, animaban
a sus compañeras, y decían: mirad, el cielo se abre para recibirnos. Y así era
en efecto, los ángeles salían con palmas y con laureles inmortales. Y bien, ¿de
dónde sacaban esa fuerza poderosa para resistir? Se las daba la sabiduría; el
conocimiento supremo de que mi morada es la verdadera patria y yo su única
herencia, y murieron confesando mi nombre, y abriendo un ancho camino por el
que deben ir todos los que quieran disfrutar su porción de aquellos bienes
imperecederos.
EL ALM A CRISTIANA
La
satisfacción más dulce rebosa en mi alma, oyendo, oh Jesús, tus palabras.
Recibiendo la sabiduría recibo también la confirmación en la fé. Perteneciendo
á la milicia santa, tú me darás las armas para pelear; la palabra será mi
espada. Que venga el tirano de las almas, el que semejante a un león, nos rodea
para devorarnos; resistiré sin temor; más todavía, tantos serán mis triunfos
cuantos sus ataques. La sabiduría me dirá: he aquí el plan que asegura la
victoria. El corazón no cabe dentro de mi pecho, Jesús mío, al considerar que
con la blanca vestidura de la inocencia me presentará delante del Cordero, y de
los millares de vírgenes, mártires y confesores, que cantan en el cielo himnos
y cánticos inmortales. Sostenme, Señor, por que desfallezco; mi vista se
deslumbra al contemplar los umbrales de tu gloria.
JESÚS
Son
tan inmensos los bienes que la sabiduría proporciona, que necesitarías mucho
tiempo, y un espíritu de infinita elevación, para que pudieras comprenderla.
Entre aquellos hay uno que goza una preferencia distinguida. Para vivir físicamente
se requieren los alimentos, sin ellos el cuerpo cesaría en sus funciones
meramente orgánicas. Para que el alma viva es indispensable un alimento que la
nutra, una fuerza que la sostenga. Ese alimento ha de ser proporcionado a la
naturaleza del alma. ¿Vivirá el cuerpo con la palabra? Tampoco el espíritu con
la comida y la bebida. Te repetiré lo
mismo
que dije a la hermana de Lázaro. Yo soy la resurrección y la vida: el que cree
en mí, aunque hubiere muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no
morirá jamás. Pues esta vida es la que se obtiene por medio de la sabiduría;
así lo conocerás si recuerdas lo que te he dicho hasta aquí. Guárdate de dirigir
sobre estas cosas altísimas unos ojos puramente humanos. Los que así las
consideran, creen, por ejemplo, que ese soplo que los anima hoy es la vida
presente y la vida futura. Es una flor, dicen, que se abre por la mañana y se
marchita antes de llegar al crepúsculo de la tarde. Vivamos esta vida, ya
moriremos cuando la muerte nos llame. Y así será: en medio del sueño del impío,
se tocará a su puerta, y espantado dirá: ¿voy a morir ya cuando comenzaba a vivir?
Su muerte será eterna. Inútil es afligirte con la descripción de lo que
sufrirán ellos antes y después de esa muerte. Los días puros y brillantes de
las almas cristianas estarán iluminados con la espléndida luz de la verdad. Tendrán
sed; pero será de mi palabra, que los nutrirá, porque es un verdadero alimento.
Cada paso que dieron aquí en la tierra era un paso hacia el cielo; cada pulsación
de sus corazones era un acto de amor y de piedad. Para ellos la vida no tendrá
dolores insoportables: hay
una
fuerza que los sostiene, un néctar que endulza todas las aflicciones. Esta. fé
en mis promesas y en los socorros de la sabiduría es tan incontrastable que el
enemigo del género humano la ve con rabia y desesperación. Tales son los
efectos de mi inteligencia que se une a la débil inteligencia humana; de mi
caridad ardiente que todo lo anima y lo vivifica. ¡Feliz, por lo tanto, el alma
cristiana que me ama, y que me oye, y que goza un placer inefable en observar
mis preceptos! Será bendita en medio de la familia de los justos.
EL ALMA CRISTIANA
Creo
bien, Señor y dueño mío, todo lo que me has dicho, y estoy íntimamente
penetrada de esta verdad, que únicamente pueden ser felices las almas que te
adoran y que no viven si no a la sombra del árbol que se plantó en el Calvario.
La paz interior, la certidumbre de que una vida bien empleada conduce a la vida
eterna, he aquí las verdaderas causas que conservan y fortifican la vida
espiritual. Pero por más que me fatigo no alcanzo cómo todos los hombres no te
aman, porque prefieren las ridículas vanidades del mundo a los placeres
inefables con que los convidas.
JESÚS
Ya
te lo he dicho antes; los seguidores del mundo no extienden sus ideas más allá
de la vida presente, y de esto dimana el falso concepto que forman de mi
justicia: de aquí también el desorden moral que ellos encuentran en lo que la
rodea. Cuando llamo a mi reino a los seres que apenas comienzan a existir, el
mundo no comprende esto con su torpe sabiduría. Exclaman: ved a esas tiernas
flores; se marchitan cuando nacen. Dicen esto porque es en vano que los años
hayan blanqueado sus cabellos; que sus padres hayan desaparecido, y también sus
mismos hijos. Aman con delirio esta tierra de tribulación, y tapan sus oídos
para no escuchar la voz que se eleva del sepulcro. En esto se encuentra el
origen de la completa ignorancia en que viven. Admitido por ellos el principio
de que el hombre es nada, no aguardan premio ni castigo; concentran todo a esta
vida miserable. Su desengaño será terrible y espantoso cuando llegue el día en
que se cum plan mis promesas y mis amenazas. El niño de semblante dulce, que
vieron dormido, acostado en la cruz, en el instrumento de su suplicio, será el
juez inexorable, el Padre del siglo futuro que les tomará una cuenta estrecha
de todas sus palabras, acciones y pensamientos. Vendrá entonces para ellos el
pesar sin reme dio, el llanto sin consuelo: sufrirán tormentos eternos que la
pobre ¡marginación humana no puede ahora comprender! Arrastrado por el ángel de
las tinieblas en la espantosa senda del mal, no se detendrán hasta tocar su
horrible término.
EL ALMA CRISTIANA
Quisiera
que con toda mi sangre se lograra la vida y la salvación de esos desgraciados. Compadécete de ellos, Jesús mío,
conviértelos, de manera que amen, que crean y esperen. Veo ya inmediato el fin
de este santo ejercicio. Derrama de tus labios las últimas palabras, las
recogeré presurosa como perlas que valen tesoros inestimables.
JESÚS
Alma
cristiana, hija mía querida, oye las últimas palabras de la ciencia divina, de
la única y verdadera ciencia. Te he enseñado los preceptos del amor, la
obediencia a mis palabras, los tesoros de la sabiduría, la pureza
incontrastable que se adquiere viviendo la vida de los justos, aún hay otra
grande virtud, que, si bien está encerrada en estas lecciones, tiene un
carácter tan noble que demanda una instrucción especial. ¿Te voy a hablar del
desprecio de las riquezas, del amor al trabajo, de la fe en el porvenir, de la resignación
o de la fortaleza? Ya he condenado a los ricos de la tierra por la
dureza
de sus corazones; tú estás íntimamente persuadida de que el trabajo es una necesidad
imperiosa, es también la oración de los justos: tú sabes que con la fé puedes
cambiar el asiento de las montañas, y que la resignación es el manantial de los
más dulces consuelos. Voy a recordarte que el reino de los cielos está prometido
a los pobres de espíritu, a los que lloran, a los que tienen hambre y sed de
justicia, a los misericordiosos, a los que tienen un corazón limpio, a los que
aman la paz, y a los que sufren por causa mía, por la confesión de mi doctrina.
He aquí las causas por las cuales se hacen agradables a mis ojos; los llamo
hijos míos, la luz del mundo, objetos de mi eterno amor. Trabaja en hacerte
pequeña para que yo te eleve. Si alguna
vez los pesares y las aflicciones se te hacen insoportables, arroja una ojeada
a lo que pasa en tu derredor. ¿Cuál es el porvenir de una religiosa que ha
renunciado al mundo y que nada quiere con él? La gloria eterna. ¿Qué aguarda el
anciano, encorvado bajo el peso de los años, y que ha tenido una larga vida de
privaciones y de sacrificios? La gloria eterna. Y la joven modesta, que sin ir
al claustro me ha consagrado su virginidad, que se ocupa en mi servicio, que
limpia sus ojos cuando padece, para que no se vean sus lágrimas, ¿no espera
también una gloria perdurable? Y esa multitud de madres de familia que trabajan
para vivir por que el esposo las abandonó enteramente, ¿no aguardan el premio
de sus aflicciones? Considera bien la sociedad en que vives, medita lo que pasa
cerca de ti, y recogerás copiosos motivos que te animarán a continuar en la carrera
que ha emprendido.
¡Alma
cristiana! Has gustado las amargas yerbas de tierras lejanas, no te apartes de
mí. Sé pobre, humilde, penitente, carga la cruz, y no te apartes de mí. - Hija
de la fé! Mis promesas se cumplirán, reinarás con los justos en el cielo; pero
tus pasos han de ser firmes en la tierra; camina, no te detengas, no te apartes
de mí.
EL ALMA CRISTIANA
Postrada
en el polvo bendigo tu santo nombre. ¡Oh Jesus! ¡Oh Esposo! ¡Oh Padre! ¡Oh Rey!
Tu palabra será mi escudo, tu amor mi vida, y al participar de tus sacramentos,
mi espíritu recibirá la gracia celestial que lo inflame. Reuniendo algunos de
los nombres con que te llama la santa iglesia, elevo así mi oración.
Señor,
tened piedad de nosotros.
Jesucristo,
tened piedad de nosotros.
Dios
padre celestial
Dios
Hijo, redentor del mundo
Dios
Espíritu Santo
Santísima
Trinidad, que eres un solo Dios
Jesus,
hijo de Dios Vivo, R/: Ten piedad de nosotros
Jesus,
esplendor del Padre,
Jesus,
espejo de justicia,
Jesus,
rey de la gloria,
Dios
fuerte,
Padre
del siglo futuro,
Poderoso,
Humilde,
Dios
de la paz,
Padre
de los pobres,
Buen
pastor,
Luz
verdadera,
Por
tu muerte y sepultura,
Sabiduría
eterna,
Bondad
infinita,
Jesús,
nuestra vida y nuestro gozo,
Jesús,
alegría de los Ángeles, ‘
Jesús,
maestro de los Apóstoles,
Jesus,
fortaleza de los Mártires,
Jesús,
pureza de las Vírgenes,
Jesus,
corona de todos los Santos
De
todo pecado R/: Líbranos Señor
De
la ira eterna,
De
las tentaciones del diablo,
Por
el misterio de la santa encarnación,
Por
tu nacimiento,
Por
tu vida admirable,
Por
tus trabajos,
Por
tu pasión y agonía,
Por
tu muerte y sepultura,
Por
tu resurrección,
Por
tu inmensa gloria,
Cordero
de Dios que borras los pecados del mundo, perdónanos, Jesús.
Cordero
de Dios, que humilde y paciente sufriste la muerte por los pecadores,
perdónanos, Jesús.
Cordero
de Dios que castigando sanas, perdónanos, Jesús.
ORACIÓN
Salve,
¡oh Jesus! salve, ¡imagen del padre! salve, Jesús médico, Jesus juez, ¡Jesús
glorificador! mi alma se llena de gozo al saludarte con estos títulos que
encierran toda mi Fé y esperanza. No desprecies, Jesús mío, las ardientes súplicas
que elevamos á ti para que nos purifiques y nos salves. Aunque llena. de
confianza en tu misericordia sin límites, interpongo de medianera a mi dulce
madre, á María, a la reina poderosa de los Ángeles. De lo alto de tu trono
María te pide la salud de los pecadores. Concédenos, amantísimo Jesus, que la
funesta discordia vuelva al abismo de donde salió, que se estrecho el vínculo
de la unión, para que nuestra bella patria, floreciendo en ella todas las
virtudes, sea un trasunto de las delicias que gozaremos en la gloria eterna.
Amén.