DÍA DE DOLORES
VIERNES ÚLTIMO DE CADA MES
EN RECUERDO DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO Y DE LOS DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA
Sacada a la luz para aumento de la devoción.
Por D. Bernardo Therán.
Año de 1754
ACTO DE CONTRICCIÓN
Dulcísimo
Redentor mío, de lo íntimo de mi corazón me pesa de mis pecados, que fueron
causa de su Pasión y Muerte. Perdóname Señor, y aplaca la indignación de tu
Eterno Padre, mostrándole tus preciosas Llagas, y poniéndole presente, que el mismo
te entregó a morir por mi en una Cruz, y que estando al pie de ella su Dulcísima
Hija y Dolorosísima Madre tuya, me encomendaste por hijo suyo, y que vuelvo ya
contrito, cual hijo pródigo a ponerme bajo de su manto. No permitas se pierda
en mi el fruto de tu Pasión, y de tus agudísimos dolores. Y tú, Dolorosísima Madre
mía, interpón estos tus Dolores, para que por ellos alcance yo misericordia. Amén.
Se rezan tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias.
ORACIÓN
Amorosísimo
Dios mío, que quisiste por la redención del mundo humanarte, nacer, ser
circuncidado, reprobado de los judíos, entregado por Judas con un beso de paz,
y ser aprisionado y aprisionado como reo, ante Anás y Caifás, Pilatos y
Herodes, y ser acusado, maltratado con azotes, coronado de espinas, escupido,
abofeteado y condenado a muerte, y a llevar la Cruz a cuestas, y que desnudo te
clavasen en ella entre dos ladrones, y que te diesen a beber hiel y vinagre, y
abriesen tu Costado con una lanza. Pues mayor pena era el ver padecer al pie de
la Cruz, a tu amantísima Madre, por tu pasión y la suya, te suplico las
imprimas en mi corazón, y me libres de todos los males de esta vida, y me lleves
donde llevaste al buen Ladrón, que es la Bienaventuranza donde vives y reinas
sin fin. Amén.
Se rezan siete aves marías y glorias.
ORACIÓN
¡Oh Augustísima Reina, que dolor tan agudo anegó tu corazón en amarguras, y tu rostro en lágrimas al despedirte de tu Amantísimo Hijo para ir a sacrificarse! Y que atravesada pasaste tan funesta noche, contemplando en agonía y llorando sangre por todos los poros del cuerpo en el Huerto, afrentosamente aprisionado, y de mil maneras escarnecido, encarcelado en un inmundo calabozo. ¡Oh! Y que de punto subió tu dolor viéndole al otro día de tribunal y tribunal, pospuesto a Barrabás, atado como loco, despedazado con cruelísimos azotes y coronado de espinas con intensísimos dolores ¡Oh! Cuanto creció tu indecible pena al oír los ecos de las trompetas y pregón de falsos testimonios, porque le condenaron, y viéndole caminar con la Cruz sobre sus llagados hombros, cayendo y abriéndose nuevas llagas contra las piedras. ¡Oh! Y como se aguzó este dolor al encontrarle en la calle de la amargura, y que ni aun podía mirarte por las salivas, polvo, sangre y lágrimas, de que llevaba llenos sus divinos ojos. Ya no alcanza el entendimiento a penetrar tus aflicciones, cuando viste penetrar sus pies y manos con agudos clavos, que levantan entre dos ladrones, bañándote con la sangre, que como te pusiste al pie de la Cruz, sobre su mano derecha, lastimados también tus oídos las palabras, que desde la Cruz habló, especialmente poniéndote presente, el que ya moría, y por eso te dejaba por hijo a San Juan, y en el a los pecadores. ¡Oh! Y que fin sintió tu maternal corazón, no poderle aliviar ni aun con un jarro de agua la clamosa de que se quejaba, y que para mayor tormento le daban hiel y vinagre. ¡Oh! De tus benignísimos ojos, tus mayores verdugos en el trance, pues mirándole con el color perdido, cárdenos y feos los labios, afilada la nariz, obscurecidos los ojos, y que ya inclinaba la cabeza, conociste su postrera agonía. ¡Oh! Que dolores de muerte, que te dejaron con vida para el vivo sentimiento de la lanzada, que partió tu corazón, dividiendo el tuyo con las tres necesidades de no tener quien lo bajara de la Cruz, ni una sábana para amortajarlo, ni un palmo de tierra en que sepultarlo. Y aunque José y Nicodemo te socorrieron, se aumentaron tus dolores, poniéndolo difunto en tus brazos, mirando muy de cerca las heridas de su destrozado cuerpo, bañándolo con tus lágrimas de sangre, y contemplando, que el sepultarlo te penetraba más, por privarte tenerlo en tu regazo. ¡Oh! Y en que amarga soledad quedaste, sintiendo juntos todos tus dolores, como que veías junta, toda la pasión de tu Hijo. Quisiera con lágrimas de sangre, darte el pésame y borrar mis pecados, causa de tus penas: por estas te suplico, me hagas verdadero devoto de tus Dolores, y me favorezcas en mis necesidades de alma y cuerpo, especialmente en la muerte, pues con tu dulcísima presencia, pasaré seguro a gozar del fruto de tus dolores, y a darte los debidos agradecimientos en la Gloria. Amén.
Se rezará un Credo con un Gloria Patri y luego la siguiente:
DEPRECACIÓN
Misericordiosísimo
Dios, Trino y Uno, que hiciste campearan en el monte Calvario tus tres Divinas
Personas, la del Padre, como que solo un poder infinito pudo hacer que el
impasible fuera pasible, la del Hijo, como que sola Sabiduría Divina pudo
hallar modo para que, el mismo ofendido pagase con rigor de justicia por el
ofensor, y la del Espíritu Santo, como que solo un amor inmenso pudo obligar a
que un Señor, de infinita grandeza, muriese porque no pereciesen sus esclavos. Y
que fuera Coadjutora de su Pasión una Reina Poderosísima, Sapientísima y
Amorosísima. Por tus méritos, Pasión, Dolores y Angustias, te suplico hagas con
tu grande poder, sabiduría y amor, que yo pueda y sepa amarte como debo, y me
favorezcas en todas mis necesidades espirituales y corporales. Participen de tu
infinita caridad las Almas del Purgatorio, librándolas de tus penas, para que
juntos todos los redimidos en la gloria, te adoremos y gocemos por toda la eternidad.
Amén.
LAVS DEVS
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