DEVOCIÓN PARA EL DÍA SIETE DE CADA MES EN MEMORIA Y HONRA DE LOS DOLORES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, NUESTRA SEÑORA AL PIE DE LA CRUZ
Reimpreso
en el Colegio Real de San Ignacio de Puebla
año de 1766
Este
día se ha de confesarse y comulgar, después de esto, bien en la Iglesia o en la
casa, se rezará lo siguiente:
ACTO DE
CONTRICIÓN
Amorosísimo
Dios y Señor mío, que por sola tu bondad, me sacaste de este mísero esto de la
nada, y me criaste a tu imagen y semejanza, sin haberme menester, que me diste
un Ángel custodio y protector, que me inspirase lo bueno, y corrigiese lo malo,
que me hiciste partícipe de los Tesoros y Sacramentos de la Iglesia, donde solo
ay salvación, que lavaste la lepra de mis pecados con las fuentes de tu Sangre,
que me has conservado por tantos y tan extraños caminos, que no los puede
alcanzar la más perspicaz consideración. Todas las criaturas me dan testimonio
de que sois mi Dios, que sois mi Padre, mi Rey, y mi Criador. Asísteme Señor, por
los méritos de tu Dolorosa Madre, para que llore amargamente el abismo de mis
culpas, haz que se rompa mi corazón de dolor y sentimiento, y que mis entrañas
se rasguen de pesar al ver los inmensos beneficios que me has hecho y las
ingratitudes con lo que he correspondido, para que, así logre por las espinas
de la verdadera penitencia, las flores que nunca se marchitan en la vida eterna
y la patria celestial. Amén.
ORACIÓN
PRIMERA
Oh tiernísima Virgen y Madre, que en un solo día, padeciste más que cuanto han padecido y padecerán en sus cuerpos, los Santos Mártires desde el principio del mundo hasta su fin, desde Abel hasta el último que atormentase el Anticristo, probando con la más fina piedra de toque, que es la paciencia, los quilates de tu amor: Ruégote Señora, que pues padeciste por nosotros los trances más arduos y dificultosos, en el último trance de mi vida, alcances gracia singular para ir a verte al cielo, llena de Gracia, y Coronada con la más incomparable gloria. Amén.
Aquí se
rezan siete Salves.
ORACIÓN
SEGUNDA
Oh Madre la más afligida de todas las madres del mundo, viendo despedazado y muerto al mejor Hijo de los hombres, Cristo Jesús, creciendo tu dolor al tanto de la inocencia del Paciente, de lo vivo de tu entendimiento, de la fineza de tu voluntad, y de la crueldad y tiranía de los sayones: Suplícote Dolorosísima Reina y Madre mía, presentes tus agudísimos tormentos ante el acatamiento de vuestro Sacratísimo Hijo, mi Redentor, para que me alcances perfecta y verdadera contrición de mis culpas a la hora de mi muerte, y mediante esta se me parta el corazón de dolor, con el cual conseguiré el eterno gozo de irte a besar los pies, y acompañarte en las delicias eternas de la Gloria. Amén.
Aquí se
rezan siete Aves Marías y Glorias, y la siguiente:
ORACIÓN
¡Oh Dulcísima
María, Madre de Misericordia! ¡Oh dulce esperanza de los pecadores! ¡Oh eficaz
atractivo de nuestra voluntad! ¡Oh María ¡Oh Reina! ¡Oh Señora! ¡Vuelve a
nosotros esos tus ojos misericordiosos! Recibe estas siete aves Marías, en
memoria de tus dolores santísimos, y por ellos te pido que, en el trance y
agonía de mi muerte, cuando, ya viciados los
sentidos, ya turbadas las potencias, ya quebrantados los ojos, ya
perdida el habla, ya levantado el pecho, ya postradas las fuerzas y cubierto el
rostro con el sudor de la muerte, me halle luchando con el terrible final
parasismo, cercado de enemigos innumerables que procuran mi eterna condenación
y esperan que salga mi alma para acusarla de tantas culpas que eh cometido,
ante el tribunal de Dios, allí, querida de mi alma, allí, única esperanza mía,
allí, poderosísima Madre de los Dolores, allí amorosísima Reina, allí,
vigilantisima Pastora, allí, María, (Oh, que dulce nombre) allí, María,
ampárame, allí defiéndeme, allí asísteme como Pastora a sus ovejas, como madre
a sus hijos, como reina a sus humildes vasallos, aquel es el punto de donde
depende la salvación o condenación eterna, aquel es el horizonte que divide el
tiempo de la eternidad, aqueo que es el instante en que se pronuncia la fatal
sentencia que ha de durar para siempre, pues si me faltas entonces ¡dulcísima
abogada mía! Si me fallas entonces, ¿Qué será de mi alma cuando cuantas culpas
eh cometido? No me dejes en aquel peligro, no te retires en aquel trance,
acuérdate que, si Dios te eligió para madre suya, fue para que fueses medianera
entre Dios y los hombres, y por lo tanto debes ampararme en aquella hora, y
porque entonces podre no tener fuerzas ni sentidos para llamarte, desde ahora
como si ya estuviera en la última agonía, te llamo, desde ahora te invoco, y
desde ahora me acojo a tu poderosa intercesión. A la sombra de tu amparo me
pongo para liberarme de los merecidos rigores del Sol de justicia, Cristo, y
desde ahora, como si yo agonizara, invoco tu dulcísimo y Santísimo Nombre, y
esto que ahora digo le guardo para aquella: María, María, querida de mi alma,
consuelo de mi corazón, en tus manos encomiendo mi espíritu, para que por ellas
pase al tribunal de Dios, donde intercedas por mi alma pecadora. En ti pongo mi
esperanza, en ti confío, en ti espero. Yo, ya voy a expirar, misericordia,
madre del alma, misericordia, misericordia, misericordia. Amén.
DEPRECACIÓN
FINAL
Lleno
de confianza y fe,
Vengo a
tus plantas, Señora,
Que,
aunque alma soy pecadora,
Eres mi
madre, y bien sé,
Que consuelas
al que llora.
Por eso
te busco a ti,
Para
que calmes mi pena,
Porque
eres, María, tan buena,
Que te
dolerás de mí,
Tu que
de gracias estas llena.
Si a ti
mis ojos levanto,
Si
dolorosa te miro,
De mi
alma sale un suspiro,
Y me
arranca tierno llanto,
Ese tu
sufrir que miro.
Y me
colma de la ventura.
La
dulcísima esperanza,
De que
su remedio alcanza
Quien
te invoca en su amargura,
Quien
te pide en su confianza.
Que
hagas de mi compasión,
Te pido,
pues, madre mía,
Que
remedies, María,
Mis
penas y mi aflicción,
De tu
hijo por la agonía.
Por su
sangre, que vertida
Fue en
el Gólgota sangriento,
Por su
heroico sufrimiento,
Mira
madre, condolida,
Las
miserias que lamento.
Por las
tres necesidades
Mayores
que padeciste,
Después
que examine viste
Por mis
atroces maldades
Al hijo
que al mundo diste.
Por tu
horrible desconsuelo,
Por tu
amarga soledad,
Por
tanta calamidad,
Como en
ti aglomeró el cielo,
¡María!...
ten piedad de mí.
Si
invoco tu santo nombre,
Si como
a Madre te llamo,
Si en
mi pesar a ti clamo,
Predilecta
del Dios hombre
¿Atenderás
mi reclamo?
Si lo
atenderás, Señora,
Y
cambiara en alegría,
La
aflicción y pena mía,
Porque
eres la protectora,
De todo
el que en ti confía.
Me voy
y en tus manos dejo
Mi
suerte y mi vida entregada,
Llevándome,
Madre amada,
No el
pesar de que me quejo
Sino mi
alma consolada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario