lunes, 7 de junio de 2021

CINCO SÁBADOS AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


 

DEVOCIÓN DE LOS CINCO SÁBADOS

EN HONRA DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

 

Con Licencia Eclesiástica

Puebla de los Ángeles, año de 1866

Imprenta de Rivera

 

Por la señal

 

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

(Para los cinco sábados)

Trinidad Santísima, Omnipotente Dios, Trino en vuestras divinas personas y Uno en vuestra adorable esencia: yo os doy alabanzas infinitas por el tesoro de gracias incomprensibles, con que adornasteis desde su animación santísima el Corazón Purísimo de la celestial María, escogida por vos desde la eternidad por Hija, Madre y Esposa vuestra, y por lo tanto privilegiada de carismas, dones y grandezas de vuestra Majestad infinita, cuantas no puede penetrar el entendimiento humano, y que la hicieron el encanto de vuestras divinas miradas, el recreo de vuestra bondad, y el objeto dignísimo de vuestra singular dilección. Yo os suplico humildemente ¡Oh Beatísima Trinidad! Por este Corazón Inmaculado, vergel preciosísimo, en que florecieron del modo más admirable y estupendo las fragantes y odoríferas flores de todas las virtudes, os dignéis concederme perdón y absolución plenísima de todas mis maldades, un corazón de fuego para amaros, de dulzura y caridad para con mis prójimos, de rigor y dureza para conmigo mismo, y de frialdad e insensibilidad para todo lo de la tierra. Haced Señor, que comience una vida nueva, una vida toda del espíritu, reconcentrada en vos, en la que procurando únicamente morir a mí y a todo lo que no sois vos, repare mis ingratitudes, y amándoos con todo el ardor de mi alma, consiga la inefable dicha de exhalar a vuestros divinos pies mi último suspiro, en un ímpetu de dolor por haberos ofendido, y de esta manera, sea admitida en vuestra gloria, para cantaros con los bienaventurados: Santo, Santo, Santo, por toda la eternidad. Amén.

 

 

SÁBADO PRIMERO

ORACIÓN

Madre dulcísima de mi corazón, piadosísima y purísima María, que, a costa de tantos dolores, os visteis constituida al pie de la Cruz, por Madre nuestra, yo contemplo vuestro purísimo Corazón lleno de la más cruel amargura, al prever las ingratitudes con que había yo de corresponder vuestro amor y finezas, dándoos por el primero, olvido e indiferencia, y por las segundas, agudísimos dolores con mis repetidas ofensas a vuestro Soberano Hijo. La vista de esta mi estregada conducta sería capaz de entregarme al desaliento y aun la desesperación, sino me alentará a la tierna confianza que me inspira vuestro Corazón de Madre, en que siempre me habéis abrigado para preservarme de los azotes de la divina indignación provocada por mi con tantas maldades. Si, divina María, vos habéis hecho constantemente conmigo oficios de Madre la más tierna, aun cuando no he sido otra cosa que el verdugo deicida de vuestro Santísimo Hijo: ¿Pues no eh de confiar en vuestro amor y protección, ahora que clamo arrepentido a vuestros pies mi perdón? Alcanzádmelo queridísima Madre mía, olvidad mis desaciertos, dirigidme una mirada de ternura, y haced que en lo de adelante, sea yo un verdadero hijo vuestro, atento solo a alabaros, serviros y contentar vuestro purísimo Corazón, con mi fidelidad en observar la ley santa del Señor, para que, por este medio, vaya a disfrutar la vista de vuestra divina hermosura el los alcázares de la gloria. Amén.

 

Se rezan cinco Aves Marías al Corazón Inmaculado, y luego lo siguiente:

 

ELOGIOS DEL CORAZÓN DE MARÍA

-Corazón de María, siempre sin mancha. R/: Arda en nuestro corazón, el amor divino que os abraza

-Lleno de gracia.

-Digno sagrario de la muy adorable Trinidad.

-Tabernáculo del Verbo encarnado.

-En todo animado del Espíritu santo.

-Trono ilustre de la gloria.

-Abismo y prodigio de la más profunda humildad.

-Holocausto perfecto del amor divino.

-Traspasado y clavado en la cruz con Cristo.

-Asiento de la misericordia.

-Consuelo de los afligidos.

-Refugio de los pecadores.

-Protectora de los justos.

-Abogada de la Iglesia.

-Madre de todos los fieles.

-Después de Jesús, esperanza de los agonizantes.

-Reina de los Ángeles.

-Reina de todos los santos.

-Madre de misericordia.

-Vida, dulzura y esperanza nuestra.

 

L/: ¡Oh santísimo y mu y adorable Corazón de María, madre de Dios!

R/: Arda en nuestro corazón, el amor divino que os abraza

 

ORACIÓN: Dios de bondad, que llenasteis el corazón de la madre virgen María de los mismos sentimientos y ternuras que ardían en el pecho de Jesús, vuestro Hijo por la salvación de los pecadores, concedernos a todos los que honramos el sagrado Corazón de María una perfecta conformidad de sentimientos, semejantes a los de Jesús, que con vos vive y reina en unidad del Espíritu santo Dios por siglos de siglos. Amen.

 

 

GOZOS

Ya que llenáis de favores

A torio el que en vos confía:

Oh Corazón de María,

Socorred los pecadores.

 

Puesto sois, Madre divina,

De todos corredentora,

De siglos restauradora,

De salvación rica mina,

Hallen en vos medicina

Tantos prevaricadores.

 

Del que va errado sois guía,

Ancora del naufragante,

En vos halla el navegante

Sosiego, puerto, alegría:

Sin vos ¡ay! y que sería

Del mundo lleno de errores.

 

Por el pecador mostrasteis

En el templo tal ternura

Que por él la espada dura

De Simeón aceptasteis;

Así, Madre, consolasteis

Nuestros llantos y clamores.

 

Jesús puesto en agonía

Rica prenda nos legó,

Pues por Madre nos dejó

A vos ¡oh dulce María!

Sí, nacimos, Virgen pía,

Mas ¡ay! de vuestros dolores.

 

Cuando su brazo irritado

Levanta el divino Asuero

Y el pecador con su acero

Va a dejar exterminado,

Tierna Esther, a vos es dado

Desarmarle en sus rigores.

 

Si Abigail la prudente

A Nabal logró el perdón,

También vos la remisión

Obtendréis del delincuente;

Pues vuestro pecho ferviente

No interrumpe sus clamores.

 

Acordaos, oh María,

Que nadie jamás oyó

Que sin consuelo volvió

Quien su pena a vos confía:

Defiéndanos, Madre pía,

Ese corazón de amores.

 

Por el dolor vehemente

Que a vuestro pecho oprimió

Cuando el buen Jesús murió

De amor víctima inocente,

Sienta el nuestro impenitente

De la culpa los horrores.

 

Herejes, moros, paganos,

Incrédulos y judíos,

Dejando sus desvaríos,

Que vengan a ser cristianos:

Qué gozo vivir hermanos,

Y alternar vuestros loores.

 

Vida vive sin temores

El que dice cada día:

Oh Corazón de María.

Socorred los pecadores

 

 

 

SÁBADO SEGUNDO

ORACIÓN

Abogada clementísima de los míseros hijos de Adán, que, con entrañas llenas de clemencia, estáis incesantemente intercediendo ante la Majestad Eterna del Señor, para conseguirnos el perdón de nuestros pecados, el remedio de nuestras necesidades, la preservación de infinitos males y la consecución de nuestra eterna felicidad. ¿Qué será de nosotros piadosísima María, si no os tuviéramos por nuestra infatigable abogad a la diestra de vuestro Divino Hijo? ¿Cuánto mayores fueran nuestras penalidades, nuestras desgracias y nuestras calamidades? ¿Cómo podríamos sustraernos de la vibradora espada de la justicia divina, si vos no estuvierais interponiéndoos entre ella y nosotros, conteniendo la vengadora mano del Altísimo con vuestros ruegos? ¡Oh Divina Madre de Dios! defensora y protectora nuestra, seguid, seguid abogando por nosotros, miserables desterrados en este valle de luto y miserias: nuestra causa la ponemos en vuestras manos, y por más criminal que ella pueda ser, no ha de perderse corriendo de vuestra cuenta. Volved favorable hacia nosotros a nuestro Divino Juez, presentándole por nuestro demérito y cargos terribles sus méritos infinitos, los vuestros incomprensible y los muchos dolores que os hemos costado, y que vos ofrecisteis y aceptasteis gustosa por nuestra salvación, bien seguros de que, si así lo hacéis, como lo esperamos de vuestro corazón maternal, conseguiremos la inefable dicha de ir a alabar en la patria celestial las infinitas misericordias del Señor, al par que vuestra benigna clemencia. Amén.

 

 

SÁBADO TERCERO

ORACIÓN

Refugio seguro de los pecadores, dulcísima Virgen María: ¡Que consuelo tan inefable inunda mi alma al considerar este tierno título con que habéis querido llamaros para excitar nuestro amor y nuestra confianza en vos! ¡Que firmeza y seguridad no tengo en mis conflictos, temores y ciudadanos, al mirar que vuestro purísimo Corazón es la sagrada ciudad de Refugio que el Señor nos ha concedido para que podamos evadirnos de los castigos de su divina justicia, tantas veces irritada por nuestras culpas, acogiéndonos a ese Refugio Santo, en donde se embotan los filos de la espada que fulmina el Padre Celestial contra los infractores de sus divinos preceptos! Mis temores se desvanecen, mi esperanza se reanima y mi alma se regocija y alienta al saber y considerar que la Reina del cielo, la gran Madre de Dios, ha querido ser y llamarse del Refugio de los pobres pecadores, y por eso, mío muy especial, pues soy el mayor de todos. ¿Cómo os agradeceremos, ¡Oh princesa soberana! vuestra ternura y amor para con nosotros, ingratos hijos vuestros? Mi corazón se deshace en deseos de manifestaros su reconocimiento, y, sin embargo, por una espantosa miseria, no hace otra cosa que desagradaros con sus infidelidades continuas. Amparadnos ¡Oh dulce Refugio nuestro! hacednos agradecidos a vuestro amor y ternura, y en la hora de nuestra muerte, escondednos en vuestro Santo Corazón, para que viéndonos el Señor defendidos de Vos, nos reciba en su seno paternal, y nos lleve a adorarlo y a alabaros a vos en la felicidad de la gloria por toda la eternidad. Amén.

 

 

SÁBADO CUARTO

ORACIÓN

Intercesora constante del desgraciado género humano, soberana Virgen María: yo os adoro y doy infinitas gracias y alabanzas por las incesantes mercedes que continuamente estáis alcanzando de la Majestad infinita del Ser Eterno, con vuestros graciosos ruegos, para todos los miserables que gemimos en esta tierra de dolor. Los Ángeles y cortesanos del cielo, os bendigan por vuestra inmensa caridad, y yo, postrado humildemente a vuestras dulcísimas plantas, os suplico, ¡Oh Madre e Intercesora nuestra! fijéis vuestros benignos ojos en nuestro pobre corazón. Mirad el mío, Señora, ved cuan lleno está de si mismo, cuan agitado de sus pasiones, cuan solícito para sus comodidades, cuan tibio en vuestro servicio y cuan frío e insensible en el amor de su Dios. ¡Oh María! poned termino a tantas miserias, mudadme este corazón carnal en un corazón semejante al vuestro. Dadnos humildad, pureza, caridad, y un encendido amor a vuestro Divino Hijo y a Vos, su dignísima Madre. Amor os pedimos, Señora, encended este sagrado fuego en nuestro helado corazón, para que consuma todas nuestras imperfecciones, nos comuniques todas las virtudes, y desprendiéndonos del mundo, de nosotros mismos, y de todo lo que no es de Dios, solo aspiremos al cielo, solo a el se dirijan nuestros afectos, y de esta manera, tengamos un fin dichoso, que sea principio de una felicidad interminable en la gloria, donde sin velos ni sombras, podamos recrearnos con la visión beatífica de nuestro Dios Trino y Uno, que sea alabado por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

SÁBADO QUINTO

ORACIÓN

Amparo firmísimo de los que en vos esperan, amadísima Madre mía, poderosísima Reina de los Ángeles, dignaos inclinar ese vuestro divino rostro que el encanto del cielo, hacia vuestros pobres hijos, que desfallecidos en este miserable mundo con tantas calamidades como lo circundan, se encuentran casi sin tener donde poner el pie con seguridad, pues todo se halla lleno de lazos, peligros y desgracias sin fin. ¡Oh María, augusta y soberana Madre de Dios y nuestra! extended vuestra mano compasiva para sostenernos, y no permitáis naufraguemos en tan desecha tormenta como estamos sufriendo en nuestra trabajosa peregrinación. Amparadnos, pues sois nuestra Madre, nuestra Abogada, nuestra intercesora, nuestro amparo, nuestro remedio, nuestro consuelo y todo nuestro bien, después de Dios. A ti clamamos, no nos desampares, vuélvete hacia nosotros, pues a ti suspiramos, abríganos en tu Corazón purísimo, pues es nuestro refugio, y cuando llegue la hora terrible de nuestra muerte, consuélanos con tu amable presencia, y mostrándonos al dulcísimo fruto de tu virginal vientre, recibe nuestras pobrecitas almas en tus benignas manos, y llévalas con seguridad al descanso eterno de la gloria. Amén.

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