viernes, 25 de junio de 2021

NOVENA A SAN ATENÓGENES Y SUS DIEZ COMPAÑEROS, MÁRTIRES


NOVENA AL ESCLARECIDO OBISPO Y MÁRTIR SAN ATENÓGENES Y SUS DIEZ COMPAÑEROS

 

Hecha para extender su devoción entre las almas devotas, que tuvieren la dicha de valerse de su patrocinio

 

Dispuesta por el Br. D. Miguel Ignacio de Luque y Montenegro, Domiciliario de este Obispado

Reimpresa en Puebla de los Ángeles, en la oficina de D. Pedro de la Rosa, en el Portal de las Flores, año de 1793

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, en quien creo, a quien adoro, bendigo y alabo, en quien espero y confío, me pesa, dulce bien de mi corazón, de haberos ofendido, me arrepiento, luz de mis ojos, de haber pecado, mi alma se llena de amargura, acordándose del tiempo que no os serví: ¡Que de vos estuve apartado, sumo Bien, y último fin de mi voluntad! ¡Que locura fue la mía! ¡Que ceguedad tan desastrada! ¡Yo enemigo vuestro y tu Amigo mío! ¡Yo ofendiéndoos y Vos amándome! ¡Yo huyendo de Vos y Vos buscándome! ¿en donde estaba mi juicio? ¿En que pensaba cuando tales desacatos cometí? Ea, centro de mi Alma, ya yo vuelvo a vos arrepentido, y con resolución magnánima de empezar desde ahora a morir al Mundo y a mi solo, para vivir en Vos y con Vos, que sois mi vida de mi alma. Amante Dueño de mi corazón ¿todavía estas enojado? No, luz de mis ojos, desenójente las lágrimas que lloro, desagráviente los suspiros que exhalo, y muévante los gemidos que salen de mis entrañas. Quisiera que todos los huesos de mi cuerpo se convirtieran en brazas de fuego, para que mi corazón ardiera en el fuego de tu amor: ¿Quieres que haga aquí esto? ¿Qué quieres hacer de mí?  porque estoy resuelto a resignar mi voluntad en la tuya amorosísima, con firme propósito de buscarte hasta hallarte, y con la esperanza de hallarte para gozarte en íntima, estrecha y mutua unión de amor. ¡Oh Amor mío! Perdóname, ten misericordia de mí, y dame tu gracia para que persevere en tu amistad, hasta gozarte, alabarte y amarte para siempre en la Gloria. Amén.

 

 

DEPRECACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

Soberana Emperatriz del Cielo, Madre del Verbo Eterno, Madre de Misericordia, Madre de los desamparados, y por eso Madre mía, rendido humildemente a tus pies, humilde y confiado, vengo buscando en tu protección el amparo, en tu Misericordia el remedio, y en tu piedad el consuelo. Yo te ofrezco el corazón, la vida, el aliento, el alma, las potencias y sentidos, y te suplico me ilustres la fe, animes mi esperanza y me enciendas en la caridad, arraigando en mi la resignación, humildad, la paciencia, el silencio y la obediencia, con el santo Temor de Dios. Recibe Madre de Clemencia, los pobres ejercicios de esta novena, para siendo del agrado de Dios nuestro Señor, y en honra del Gloriosísimo San Atenógenes, consigamos favorable despacho a nuestras peticiones, para mayor honra y gloria de Dios nuestro Señor. Amén.

 

DÍA PRIMERO

CONSIDERACIÓN

Considera como la propagación de la fe, hermosura de la Iglesia militante, y dilatación del Santo Evangelio, que plantó Cristo nuestro Señor con la Sangre de sus venas, lágrimas de sus ojos, el sudor de su rostro,  y regando la tierra nueva, que es la Iglesia, la fundó y estableció con los Cedros del Líbano que son los Apóstoles, y la hermoseó con las Rosas de Jericó, que son los mártires, los nardos y jazmines fragantes, que son los pontífices y confesores, los cárdenos y morados lirios, que son los anacoretas, cenobitas, monjes, penitentes y solitarios, las cándidas azucenas, que son las vírgenes, y tanta hermosura de flores y plantas, que son los estados que fecundan y fertilizan el pensil evangélico: sacas de aquí un ánimo firme y constante de vivir y morir, debajo del estandarte de la fe, agradeciendo a Dios nuestro Señor, el beneficio que te ha hecho en traerle, sin merecimiento tuyo, a la congregación de los fieles cristianos, amándote con la luz de la fe, para resistir la invasión  de los tiranos enemigos que pretenda devorarme.

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! Padre amorosísimo, que con los raudales de tu Preciosísima Sangre, fecundaste el Jardín florido de la Iglesia militante, para pasar de ella a la Triunfante, a los que fuertes en la fe legítimamente pelearen: Nosotros te rogamos que enciendas en nuestros corazones, un deseo ardiente de que todos los gentiles, bárbaros, infieles, idólatras y herejes, y todas las almas que están en tinieblas, y se sientan en las sombras de la muerte, dirijan sus pasos por el camino de la luz, para que todos santifiquen tu dulcísimo Nombre, y por la intercesión del Glorioso San Atenógenes, te suplicamos nos armes con el escudo de la fe, para alabarte, adorarte y bendecirte en esta vida, y después gozarte en la otra. Amén.

Se rezan tres Credos.

 

 

ALABANZAS A SAN ATENÓGENES

Sois alabado y bendito

En la corte de los Santos,

Porque entre duros quebrantos

Venciste al genio maldito.

 

Tus grandes virtudes marcó

En el tiempo y en la historia,

Pues fue sagrada tu gloria

Al peso de Filomares.

 

Esta vil te torturó

Con mala e inicua asechanza

Y por eso en tu alabanza

Himnos el mundo cantó.

 

El bárbaro Diocleciano

Del mundo te arrebató,

Y tu cuerpo destrozó

Como traidor inhumano.

 

Alabado sea tu nombre

Atenógenes bendito,

Y que tu nombre sea escrito

En la frente de cada hombre.

 

Cual rosas de Jericó

A mil mártires formaste,

Pues a todos conquistaste

Que para eso dios te crió.

 

Alabado sea este santo

Qué triste y enflaquecido,

Y contrito y conmovido

Sufrió el más duro quebranto.

 

Entre los viles sayones

Fuiste a un triste monasterio,

Por mandato de un imperio

Lleno de difamaciones.

 

Como devorantes fieras

Tu cadáver destrozó

Y más te martirizaron

Por ser cristiano de veras.

 

Alabado sea tu nombre,

Santo digno idolatrado,

Que tu nombre venerado

A todo el mundo le asombre.

 

ÚLTIMA ORACIÓN

Señor San Atenógenes, por los innumerables beneficios que el Señor te concedió en el largo transcurso de tu vida, y por los Prodigiosísimo milagros que por todo el mundo hiciste, te suplico que seas mi medianero, para con su Divina Majestad, a fin de alcanzar una tranquila y feliz muerte, y que al implorar tu santo nombre te acompañe la familia Sagrada de Jesús, María y José, en unión de mi glorioso Patriarca San Camilo de Lelis, abogado eficaz para la hora de la muerte. Oh glorioso San Atenógenes, no olvides que mi alma se encomienda con todas veras de mi corazón. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

DÍA SEGUNDO

CONSIDERACIÓN

Considera como este siervo de Cristo, y verdadero imitador del Divino Maestro, cuando el temor de las amenazas, el rigor de las cadenas y el espanto del tirano le pudiera poner temor, miedo, cobardía y flaqueza, la esperanza cierta, la confianza segura y la protección heróica les infundía ánimo, les llenaba de esfuerzo y les aumentaba de fortaleza. Sacas de aquí unos deseos muy ardientes de padecer trabajos, sufrir persecuciones, tolerar el trato con las criaturas, llevar con paciencia las enfermedades, y en las oscuridades, desolaciones y sequedades de la oración, resignarse perseverando constate, con la esperanza cierta y la confianza segura de que es camino de las cruces la senda de la gloria.

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! Rey Omnipotente del Cielo y la tierra, que, con guerrerosísima liberalidad, prometes premios eternos a las almas que confían tu bondad, y les das esfuerzo y fortaleza en los trabajos de esta vida: nosotros te suplicamos, por la intercesión de tu valeroso mártir San Atenógenes, nos concedas que venga a nosotros tu Reino y tu gracia, para perseverar en los buenos propósitos, constancia en el santo temor, y valor para resistir las tentaciones de nuestros enemigos. Amén.

 

 

DÍA TERCERO

CONSIDERACIÓN

Considera los maravillosos efectos que causa en el alma, herida del divino amor, el encendido dardo de la caridad, prioriza tanto el ánimo que lo hace amantemente atrevido, santamente osado, y generosamente suelto, apetece como dulce las prisiones, como sabrosos los tormentos, por honrar los ultrajes, y por lauros las afrentas. Sacarás de aquí un propósito magnánimo de sufrir desprecios, tolerar desaires, disimular impertinencias, y con alegría de corazón, gozarte en padecer agradecida para amar a Dios determinadamente.

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! Omnipotente Señor, que, derramando tu Preciosísima Sangre, redimiste al mundo, y por su infinito amor que a los hombres tienes, le pusisteis todas las cosas a sus pies, para que te sirva, y para que te ame. nosotros te rogamos, que arrojes en nuestros corazones una centella de ese dulcísimo amor, para que abrazados en suaves incendios, te amemos sobre todas las cosas, queriendo antes perder la vida, la honra, los bienes y cuanto hay entre nosotros, que apartarnos un punto de tu santísima voluntad, y por la intercesión del glorioso San Atenógenes, te pedimos, imprimas en nuestras almas, deseos grandes de hacer tu voluntad acá en la tierra, con el gozo, amor, obediencia y alegría con la que lo hacen los santos y ángeles en el cielo. Amén.

 

 

DÍA CUARTO

CONSIDERACIÓN

Considera que mientras más abrasada la voluntad en el amor de Dios, se derrama y difunde en el amor del prójimo, porque como la caridad es paciente, benigna, afable y dócil, no es engreída, no es ambiciosa, no se irrita, no se enoja, no juzga mal, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, y así fácilmente se compromete con el prójimo, hace propio los trabajos ajenos, participa sus bienes a los otros, perdona las injurias, gozase con los que se gozan, llora con los que lloran, a todos los quiere bien, y a ninguno quiere mal. Sacarás de aquí muchos motivos de amar al prójimo, porque si bien lo ponderas, hallarás que no hay virtud verdadera sin verdadero amor de Dios y del prójimo.

 

ORACIÓN

 ¡Oh Jesús mío! Pastor amoroso, dulce imán de los corazones, que por el infinito amor que nos tienes, es tu voluntad el que nos amemos unos a otros con ardientes deseos de agradarte; concédenos Señor, gracia para que con amor puro, bien ordenado, y recta intención, amándote a ti sobre todas las cosas, nos amemos unos a otros en ti, por ti y para ti, y por la encendida caridad que San Atenógenes tuvo con sus discípulos, animándolos, fortaleciéndolos, y acompañándolos en sus tribulaciones, acordándoles las promesas del banquete celestial, dándoles el pan sabroso y sustancial de sus doctrinas, te pedimos que nos concedas el pan nuestro de cada día, para que con la luz de tu doctrina, y verdaderas enseñanzas nos dispongamos para recibirte sacramentado, y merezcamos la felicidad de gozarte en la vida eterna. Amén.

 

 

DÍA QUINTO

CONSIDERACIÓN

Considera como el desconcertado gobierno de este mundo, ignorantemente ciego, pone debajo de dosel la soberbia, y entre prisiones a la humildad, lisonjera y aplaude al vicio, desprecia y denigra a la virtud, a la culpa coloca en el trono, y a la inocencia apremia en la cadena, a la ignorancia autoriza y a la sabiduría desacredita. Alma abre los ojos al desengaño, para que, poniendo el corazón a los bienes de esta vida, no temas los males del mundo, aspira los bienes eternos que son bienes verdaderos, y no quieran los temporales, que son engañosos.

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! Redentor Soberano de nuestras almas, que en el Ara de la Cruz derramaste tu Preciosísima Sangre, pidiendo a tu Eterno Padre por los que te perseguían, para enseñarnos a nosotros, tus discípulos, que hagamos buen a los que nos persiguen, y bebiendo de ese cáliz tus escogidos, se fortalezcan y animen a padecer. Te rogamos Señor, que nos concedas los auxilios de tu gracia, para llevar con paciencia los trabajos, y por aquella caridad con que constantes en los tormentos los diez discípulos de San Atenógenes, pedían por los que los atormentaban, te pedimos que perdones nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a todos los que nos hubieren ofendido en lo espiritual o temporal, para que todos unidos te sirvamos en la tierra, y vayamos a gozarte en el cielo. Amén.

 

 

DÍA SEXTO

CONSIDERACIÓN

Considera como, algunos hechos heróicos de los Santos, son para alabaros más que para imitaros, porque no tenemos el instinto de las Gracia, y las influencias del Espíritu Santo, que ellos tuvieron, pero bien podemos imitarlos en aquellas obras que, con los auxilios de la gracia, nos son posibles. Procura reprender tu tibieza a vista de las maravillas que en los siervos del Señor se admiran, que, si tu dispusieres, y empezaras con el fervor y ánimo que ellos empezaron, acabarlas como acabaron, porque el Señor a ninguno que le busca, niega sus auxilios. Procura corregir tus pasiones y apetitos desordenados, quebrantando el amor propio y la propia voluntad, que la carne mortificada se libra de ser tentada.

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! Defensor benignísimo de las almas, que, invocando tu amparo, solo desean tu mayor honra y gloria, y siendo sus deseos agradables a tus ojos, les concedes liberal, en abundancia, los consuelos, nosotros os suplicamos que, por la intercesión de tu siervo San Atenógenes, no nos dejes caer en tentación, danos tu gracia para conocer los lazos y redes del enemigo, y para no prestar consentimiento a las asechanzas del tirano, que con astucia procura engañarnos, para que, saliendo victoriosos de la batalla con tu gracia, merezcamos el premio de verte en la gloria. Amén.

 

 

DÍA SÉPTIMO

CONSIDERACIÓN

Considera como, por más que procure la malicia rabiosa destruir la verdad, apagar la luz y perseguir la virtud, más resplandece, ilumina y se hermosea, como el oro en el crisol, como la plata en la acendrada, el diamante en los golpes, por eso no han de temer a los que quitan la vida del cuerpo, sino a los males que quitan la vida del Alma. Procura sacar de aquí una resolución valerosa de perder mil veces la vida, que considere el terrible mal del pecado, aunque parezca la culpa una materia pequeña, o una leve imperfección, porque el que no desprecia las cosas pequeñas, con facilidad cae en las grandes.

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! libertador liberalísimo, que en las procelosas ondas de las mayores tribulaciones, defiendes y amparas a tus siervos con la dulce y suave marca de la paz y quietud tranquila de espíritu: nosotros los que estamos entre las borrascas y tormentas de este mundo, deseosos de llegar al puerto seguro de la paz interior, te suplicamos nos concedas sosiego y soledad de espíritu, y por los méritos del glorioso San Atenógenes, libranos Señor de todo mal y peligro, nos defiendas de caer en pecado, del demonio, del infierno, y en casos desastrados, para que descansando en paz, alcancemos la vida eterna. Amén.

 

 

DÍA OCTAVO

CONSIDERACIÓN

Considera los maravillosos efectos que causa la oración en el alma que se ejercita en ella, el entendimiento se ilustra con la luz de la fe, y enriquece con los altos conocimientos de las divinas verdades, y llega con la frecuente oración a alcanzar el don de sabiduría y ciencia experimental, con los otros dones y frutos del Espíritu Santo, la memoria se purifica de recuerdos impertinentes, y se adorna de reminiscencias de las divinas verdades. El sentido común, que llaman fantasía, se desnuda de aquellas especies, imágenes y formas antiguas, y se viste de luz y pureza sencilla, pura y verdadera. La voluntad se aparta de apegos y aficioncillas de lo visible y lo terreno, y se enciende en el fuego de amor. Toda el alma se fortalece con las poderosas armas de las virtudes para pelear valerosamente contra los enemigos. De aquí sacaras resolución determinada de continuar sin intermisión la oración, apartándote todo lo posible del trato desordenado de las criaturas, para que tengas tu conversión en los cielos, y el trato interior con tu último fin y sumo bien, que es Dios.

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! Maestro Sapientísimo, que para enseñaros las divinas verdades que predicaste, primero las obras para darnos ejemplo con las palabras y obras: Suplicámoste humildemente, que por la eficaz y fervorosa oración con que tu mártir San Atenógenes alcanzó tu piedad infinita, favorable despachó sus ruegos, nos concedas el que aspire con humildes ansias, y deseos ardientes al dichoso empleo de la contemplación de tus atributos, y divinas perfecciones de tu ser inefable, y acto purísimo incompresible, para que estrechándonos con su inmenso amor, logren nuestras alma la dulce, suave y amorosa unión íntima, sin que criatura alguna pueda apartarnos de ti, mientras estuviéremos en este destierro, hasta que llegue la dichosa hora de gozar la dulce fruición de tu vista en la Patria. Amén.

 

 

DÍA NOVENO

CONSIDERACIÓN

Considera cuantos tormentos padecieron los mártires, cuantas tribulaciones, persecuciones, afrentas y trabajos, solo por asegurar y alcanzar la palma del martirio, porque conocieron y con luz divina entendieron, el valor del premio y el gozo de reinar con Cristo, subiendo triunfantes con palmas y coronas, con que la bondad liberalísima de Dios les adorna, honra y hermosea en la tierra, porque siendo sepultados en paz y descanso, en tan dichosa muerte, quedan sus vidas como espejos brillantes, viviendo sus nombres eternamente. Piensa que ya no mereces la palma del martirio, puedes con los auxilios de la gracia, ser mártir de deseo. Mira como la luz de la fe a tu alma, y hallarás en una cárcel de corrupción, metida en un calabozo de tenebrosa oscuridad, la imaginación, los apetitos y pasiones son los crueles verdugos que continuamente la están azotando, las inclinaciones, los apegos, propiedades y costumbres, son las cadenas y los grillos que la tienen casi incapaz de respirar hacia su fin, las contradicciones de las criaturas ¿qué otra cosa son sino fichas, jaras y saetas que penetran el corazón con dichos y palabras dobladas? Las desatenciones y desaires de los engreídos ¿Qué son? bofetadas y salivas que ponen el rostro vergonzoso y encarnado. Finalmente, la enfermedad, el hambre y pobreza, piensa que son garrucha, la catasta, el patíbulo y el cadalso: Yo te aseguro, que como sufras todas estas molestias y pensiones con paciencia, con humildad y mansedumbre, que serás mártir de corazón.

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! Redentor providentísimo, que, con generosa magnanimidad, adornas de colmados premios a sus siervos, restituyéndoles por sus obras limitadas los bienes eternos de la gloria, de inmarcesibles coronas y palmas, Aureolas y lauros: concédenos Señor, que, con los auxilios de tu gracia, suframos las incomodidades de este destierro en que estamos, para que nos hagamos dignos de alcanzar las mercedes que nos tienes prometidos. Y tú, glorioso ejemplar de Obispos, Espejo de Prelados, Maestro de Príncipes, y luz de sacerdotes, Atenógenes heróico, recibe de nuestra devoción esta novena, con los ejercicios que en toda ella hemos hecho, y perdona las tibiezas de nuestros corazones, y te suplicamos humildemente, los abraces en el fuego de amor de Dios, para que, imitando tus hechos heróicos, nos alcances de su Divina Majestad lo que en estos días te hemos pedido, para provecho de nuestras almas, alabanza tuya y mayor honra y gloria de Dios nuestro Señor. Amén.

 

 

LAVS DEVS

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