NOVENA
AL ESCLARECIDO OBISPO Y MÁRTIR SAN ATENÓGENES Y SUS DIEZ COMPAÑEROS
Hecha
para extender su devoción entre las almas devotas, que tuvieren la dicha de
valerse de su patrocinio
Dispuesta
por el Br. D. Miguel Ignacio de Luque y Montenegro, Domiciliario de este
Obispado
Reimpresa
en Puebla de los Ángeles, en la oficina de D. Pedro de la Rosa, en el Portal de
las Flores, año de 1793
ACTO
DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, en quien creo, a quien adoro, bendigo
y alabo, en quien espero y confío, me pesa, dulce bien de mi corazón, de
haberos ofendido, me arrepiento, luz de mis ojos, de haber pecado, mi alma se
llena de amargura, acordándose del tiempo que no os serví: ¡Que de vos estuve
apartado, sumo Bien, y último fin de mi voluntad! ¡Que locura fue la mía! ¡Que
ceguedad tan desastrada! ¡Yo enemigo vuestro y tu Amigo mío! ¡Yo ofendiéndoos y
Vos amándome! ¡Yo huyendo de Vos y Vos buscándome! ¿en donde estaba mi juicio?
¿En que pensaba cuando tales desacatos cometí? Ea, centro de mi Alma, ya yo
vuelvo a vos arrepentido, y con resolución magnánima de empezar desde ahora a
morir al Mundo y a mi solo, para vivir en Vos y con Vos, que sois mi vida de mi
alma. Amante Dueño de mi corazón ¿todavía estas enojado? No, luz de mis ojos,
desenójente las lágrimas que lloro, desagráviente los suspiros que exhalo, y
muévante los gemidos que salen de mis entrañas. Quisiera que todos los huesos
de mi cuerpo se convirtieran en brazas de fuego, para que mi corazón ardiera en
el fuego de tu amor: ¿Quieres que haga aquí esto? ¿Qué quieres hacer de mí? porque estoy resuelto a resignar mi voluntad
en la tuya amorosísima, con firme propósito de buscarte hasta hallarte, y con
la esperanza de hallarte para gozarte en íntima, estrecha y mutua unión de
amor. ¡Oh Amor mío! Perdóname, ten misericordia de mí, y dame tu gracia para
que persevere en tu amistad, hasta gozarte, alabarte y amarte para siempre en
la Gloria. Amén.
DEPRECACIÓN
A MARÍA SANTÍSIMA
Soberana
Emperatriz del Cielo, Madre del Verbo Eterno, Madre de Misericordia, Madre de
los desamparados, y por eso Madre mía, rendido humildemente a tus pies, humilde
y confiado, vengo buscando en tu protección el amparo, en tu Misericordia el
remedio, y en tu piedad el consuelo. Yo te ofrezco el corazón, la vida, el
aliento, el alma, las potencias y sentidos, y te suplico me ilustres la fe,
animes mi esperanza y me enciendas en la caridad, arraigando en mi la
resignación, humildad, la paciencia, el silencio y la obediencia, con el santo
Temor de Dios. Recibe Madre de Clemencia, los pobres ejercicios de esta novena,
para siendo del agrado de Dios nuestro Señor, y en honra del Gloriosísimo San
Atenógenes, consigamos favorable despacho a nuestras peticiones, para mayor
honra y gloria de Dios nuestro Señor. Amén.
DÍA
PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Considera
como la propagación de la fe, hermosura de la Iglesia militante, y dilatación
del Santo Evangelio, que plantó Cristo nuestro Señor con la Sangre de sus
venas, lágrimas de sus ojos, el sudor de su rostro, y regando la tierra nueva, que es la Iglesia,
la fundó y estableció con los Cedros del Líbano que son los Apóstoles, y la
hermoseó con las Rosas de Jericó, que son los mártires, los nardos y jazmines
fragantes, que son los pontífices y confesores, los cárdenos y morados lirios,
que son los anacoretas, cenobitas, monjes, penitentes y solitarios, las
cándidas azucenas, que son las vírgenes, y tanta hermosura de flores y plantas,
que son los estados que fecundan y fertilizan el pensil evangélico: sacas de
aquí un ánimo firme y constante de vivir y morir, debajo del estandarte de la
fe, agradeciendo a Dios nuestro Señor, el beneficio que te ha hecho en traerle,
sin merecimiento tuyo, a la congregación de los fieles cristianos, amándote con
la luz de la fe, para resistir la invasión
de los tiranos enemigos que pretenda devorarme.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío! Padre amorosísimo, que con los raudales de tu Preciosísima Sangre,
fecundaste el Jardín florido de la Iglesia militante, para pasar de ella a la
Triunfante, a los que fuertes en la fe legítimamente pelearen: Nosotros te
rogamos que enciendas en nuestros corazones, un deseo ardiente de que todos los
gentiles, bárbaros, infieles, idólatras y herejes, y todas las almas que están
en tinieblas, y se sientan en las sombras de la muerte, dirijan sus pasos por
el camino de la luz, para que todos santifiquen tu dulcísimo Nombre, y por la
intercesión del Glorioso San Atenógenes, te suplicamos nos armes con el escudo
de la fe, para alabarte, adorarte y bendecirte en esta vida, y después gozarte
en la otra. Amén.
Se
rezan tres Credos.
ALABANZAS
A SAN ATENÓGENES
Sois
alabado y bendito
En
la corte de los Santos,
Porque
entre duros quebrantos
Venciste
al genio maldito.
Tus
grandes virtudes marcó
En
el tiempo y en la historia,
Pues
fue sagrada tu gloria
Al
peso de Filomares.
Esta
vil te torturó
Con
mala e inicua asechanza
Y
por eso en tu alabanza
Himnos
el mundo cantó.
El
bárbaro Diocleciano
Del
mundo te arrebató,
Y
tu cuerpo destrozó
Como
traidor inhumano.
Alabado
sea tu nombre
Atenógenes
bendito,
Y
que tu nombre sea escrito
En
la frente de cada hombre.
Cual
rosas de Jericó
A
mil mártires formaste,
Pues
a todos conquistaste
Que
para eso dios te crió.
Alabado
sea este santo
Qué
triste y enflaquecido,
Y
contrito y conmovido
Sufrió
el más duro quebranto.
Entre
los viles sayones
Fuiste
a un triste monasterio,
Por
mandato de un imperio
Lleno
de difamaciones.
Como
devorantes fieras
Tu
cadáver destrozó
Y
más te martirizaron
Por
ser cristiano de veras.
Alabado
sea tu nombre,
Santo
digno idolatrado,
Que
tu nombre venerado
A
todo el mundo le asombre.
ÚLTIMA
ORACIÓN
Señor
San Atenógenes, por los innumerables beneficios que el Señor te concedió en el
largo transcurso de tu vida, y por los Prodigiosísimo milagros que por todo el
mundo hiciste, te suplico que seas mi medianero, para con su Divina Majestad, a
fin de alcanzar una tranquila y feliz muerte, y que al implorar tu santo nombre
te acompañe la familia Sagrada de Jesús, María y José, en unión de mi glorioso
Patriarca San Camilo de Lelis, abogado eficaz para la hora de la muerte. Oh
glorioso San Atenógenes, no olvides que mi alma se encomienda con todas veras
de mi corazón. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA
SEGUNDO
CONSIDERACIÓN
Considera
como este siervo de Cristo, y verdadero imitador del Divino Maestro, cuando el
temor de las amenazas, el rigor de las cadenas y el espanto del tirano le
pudiera poner temor, miedo, cobardía y flaqueza, la esperanza cierta, la
confianza segura y la protección heróica les infundía ánimo, les llenaba de
esfuerzo y les aumentaba de fortaleza. Sacas de aquí unos deseos muy ardientes
de padecer trabajos, sufrir persecuciones, tolerar el trato con las criaturas,
llevar con paciencia las enfermedades, y en las oscuridades, desolaciones y
sequedades de la oración, resignarse perseverando constate, con la esperanza
cierta y la confianza segura de que es camino de las cruces la senda de la
gloria.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío! Rey Omnipotente del Cielo y la tierra, que, con guerrerosísima
liberalidad, prometes premios eternos a las almas que confían tu bondad, y les
das esfuerzo y fortaleza en los trabajos de esta vida: nosotros te suplicamos,
por la intercesión de tu valeroso mártir San Atenógenes, nos concedas que venga
a nosotros tu Reino y tu gracia, para perseverar en los buenos propósitos,
constancia en el santo temor, y valor para resistir las tentaciones de nuestros
enemigos. Amén.
DÍA
TERCERO
CONSIDERACIÓN
Considera
los maravillosos efectos que causa en el alma, herida del divino amor, el
encendido dardo de la caridad, prioriza tanto el ánimo que lo hace amantemente
atrevido, santamente osado, y generosamente suelto, apetece como dulce las
prisiones, como sabrosos los tormentos, por honrar los ultrajes, y por lauros
las afrentas. Sacarás de aquí un propósito magnánimo de sufrir desprecios,
tolerar desaires, disimular impertinencias, y con alegría de corazón, gozarte
en padecer agradecida para amar a Dios determinadamente.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío! Omnipotente Señor, que, derramando tu Preciosísima Sangre, redimiste
al mundo, y por su infinito amor que a los hombres tienes, le pusisteis todas
las cosas a sus pies, para que te sirva, y para que te ame. nosotros te
rogamos, que arrojes en nuestros corazones una centella de ese dulcísimo amor,
para que abrazados en suaves incendios, te amemos sobre todas las cosas,
queriendo antes perder la vida, la honra, los bienes y cuanto hay entre
nosotros, que apartarnos un punto de tu santísima voluntad, y por la
intercesión del glorioso San Atenógenes, te pedimos, imprimas en nuestras
almas, deseos grandes de hacer tu voluntad acá en la tierra, con el gozo, amor,
obediencia y alegría con la que lo hacen los santos y ángeles en el cielo.
Amén.
DÍA
CUARTO
CONSIDERACIÓN
Considera
que mientras más abrasada la voluntad en el amor de Dios, se derrama y difunde
en el amor del prójimo, porque como la caridad es paciente, benigna, afable y
dócil, no es engreída, no es ambiciosa, no se irrita, no se enoja, no juzga
mal, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, y así fácilmente se
compromete con el prójimo, hace propio los trabajos ajenos, participa sus
bienes a los otros, perdona las injurias, gozase con los que se gozan, llora
con los que lloran, a todos los quiere bien, y a ninguno quiere mal. Sacarás de
aquí muchos motivos de amar al prójimo, porque si bien lo ponderas, hallarás
que no hay virtud verdadera sin verdadero amor de Dios y del prójimo.
ORACIÓN
¡Oh Jesús mío! Pastor amoroso, dulce imán de
los corazones, que por el infinito amor que nos tienes, es tu voluntad el que
nos amemos unos a otros con ardientes deseos de agradarte; concédenos Señor,
gracia para que con amor puro, bien ordenado, y recta intención, amándote a ti
sobre todas las cosas, nos amemos unos a otros en ti, por ti y para ti, y por
la encendida caridad que San Atenógenes tuvo con sus discípulos, animándolos,
fortaleciéndolos, y acompañándolos en sus tribulaciones, acordándoles las
promesas del banquete celestial, dándoles el pan sabroso y sustancial de sus
doctrinas, te pedimos que nos concedas el pan nuestro de cada día, para que con
la luz de tu doctrina, y verdaderas enseñanzas nos dispongamos para recibirte
sacramentado, y merezcamos la felicidad de gozarte en la vida eterna. Amén.
DÍA
QUINTO
CONSIDERACIÓN
Considera
como el desconcertado gobierno de este mundo, ignorantemente ciego, pone debajo
de dosel la soberbia, y entre prisiones a la humildad, lisonjera y aplaude al
vicio, desprecia y denigra a la virtud, a la culpa coloca en el trono, y a la
inocencia apremia en la cadena, a la ignorancia autoriza y a la sabiduría
desacredita. Alma abre los ojos al desengaño, para que, poniendo el corazón a
los bienes de esta vida, no temas los males del mundo, aspira los bienes
eternos que son bienes verdaderos, y no quieran los temporales, que son
engañosos.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío! Redentor Soberano de nuestras almas, que en el Ara de la Cruz
derramaste tu Preciosísima Sangre, pidiendo a tu Eterno Padre por los que te
perseguían, para enseñarnos a nosotros, tus discípulos, que hagamos buen a los
que nos persiguen, y bebiendo de ese cáliz tus escogidos, se fortalezcan y
animen a padecer. Te rogamos Señor, que nos concedas los auxilios de tu gracia,
para llevar con paciencia los trabajos, y por aquella caridad con que
constantes en los tormentos los diez discípulos de San Atenógenes, pedían por
los que los atormentaban, te pedimos que perdones nuestros pecados, así como
nosotros perdonamos a todos los que nos hubieren ofendido en lo espiritual o
temporal, para que todos unidos te sirvamos en la tierra, y vayamos a gozarte
en el cielo. Amén.
DÍA
SEXTO
CONSIDERACIÓN
Considera
como, algunos hechos heróicos de los Santos, son para alabaros más que para
imitaros, porque no tenemos el instinto de las Gracia, y las influencias del
Espíritu Santo, que ellos tuvieron, pero bien podemos imitarlos en aquellas
obras que, con los auxilios de la gracia, nos son posibles. Procura reprender
tu tibieza a vista de las maravillas que en los siervos del Señor se admiran,
que, si tu dispusieres, y empezaras con el fervor y ánimo que ellos empezaron,
acabarlas como acabaron, porque el Señor a ninguno que le busca, niega sus
auxilios. Procura corregir tus pasiones y apetitos desordenados, quebrantando
el amor propio y la propia voluntad, que la carne mortificada se libra de ser
tentada.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío! Defensor benignísimo de las almas, que, invocando tu amparo, solo
desean tu mayor honra y gloria, y siendo sus deseos agradables a tus ojos, les
concedes liberal, en abundancia, los consuelos, nosotros os suplicamos que, por
la intercesión de tu siervo San Atenógenes, no nos dejes caer en tentación,
danos tu gracia para conocer los lazos y redes del enemigo, y para no prestar
consentimiento a las asechanzas del tirano, que con astucia procura engañarnos,
para que, saliendo victoriosos de la batalla con tu gracia, merezcamos el
premio de verte en la gloria. Amén.
DÍA
SÉPTIMO
CONSIDERACIÓN
Considera
como, por más que procure la malicia rabiosa destruir la verdad, apagar la luz
y perseguir la virtud, más resplandece, ilumina y se hermosea, como el oro en
el crisol, como la plata en la acendrada, el diamante en los golpes, por eso no
han de temer a los que quitan la vida del cuerpo, sino a los males que quitan
la vida del Alma. Procura sacar de aquí una resolución valerosa de perder mil
veces la vida, que considere el terrible mal del pecado, aunque parezca la culpa
una materia pequeña, o una leve imperfección, porque el que no desprecia las
cosas pequeñas, con facilidad cae en las grandes.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío! libertador liberalísimo, que en las procelosas ondas de las mayores
tribulaciones, defiendes y amparas a tus siervos con la dulce y suave marca de
la paz y quietud tranquila de espíritu: nosotros los que estamos entre las
borrascas y tormentas de este mundo, deseosos de llegar al puerto seguro de la
paz interior, te suplicamos nos concedas sosiego y soledad de espíritu, y por
los méritos del glorioso San Atenógenes, libranos Señor de todo mal y peligro,
nos defiendas de caer en pecado, del demonio, del infierno, y en casos desastrados,
para que descansando en paz, alcancemos la vida eterna. Amén.
DÍA
OCTAVO
CONSIDERACIÓN
Considera
los maravillosos efectos que causa la oración en el alma que se ejercita en
ella, el entendimiento se ilustra con la luz de la fe, y enriquece con los altos
conocimientos de las divinas verdades, y llega con la frecuente oración a
alcanzar el don de sabiduría y ciencia experimental, con los otros dones y
frutos del Espíritu Santo, la memoria se purifica de recuerdos impertinentes, y
se adorna de reminiscencias de las divinas verdades. El sentido común, que
llaman fantasía, se desnuda de aquellas especies, imágenes y formas antiguas, y
se viste de luz y pureza sencilla, pura y verdadera. La voluntad se aparta de
apegos y aficioncillas de lo visible y lo terreno, y se enciende en el fuego de
amor. Toda el alma se fortalece con las poderosas armas de las virtudes para
pelear valerosamente contra los enemigos. De aquí sacaras resolución determinada
de continuar sin intermisión la oración, apartándote todo lo posible del trato
desordenado de las criaturas, para que tengas tu conversión en los cielos, y el
trato interior con tu último fin y sumo bien, que es Dios.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío! Maestro Sapientísimo, que para enseñaros las divinas verdades que
predicaste, primero las obras para darnos ejemplo con las palabras y obras: Suplicámoste
humildemente, que por la eficaz y fervorosa oración con que tu mártir San
Atenógenes alcanzó tu piedad infinita, favorable despachó sus ruegos, nos
concedas el que aspire con humildes ansias, y deseos ardientes al dichoso
empleo de la contemplación de tus atributos, y divinas perfecciones de tu ser
inefable, y acto purísimo incompresible, para que estrechándonos con su inmenso
amor, logren nuestras alma la dulce, suave y amorosa unión íntima, sin que
criatura alguna pueda apartarnos de ti, mientras estuviéremos en este
destierro, hasta que llegue la dichosa hora de gozar la dulce fruición de tu vista
en la Patria. Amén.
DÍA
NOVENO
CONSIDERACIÓN
Considera
cuantos tormentos padecieron los mártires, cuantas tribulaciones,
persecuciones, afrentas y trabajos, solo por asegurar y alcanzar la palma del martirio,
porque conocieron y con luz divina entendieron, el valor del premio y el gozo
de reinar con Cristo, subiendo triunfantes con palmas y coronas, con que la
bondad liberalísima de Dios les adorna, honra y hermosea en la tierra, porque
siendo sepultados en paz y descanso, en tan dichosa muerte, quedan sus vidas
como espejos brillantes, viviendo sus nombres eternamente. Piensa que ya no
mereces la palma del martirio, puedes con los auxilios de la gracia, ser mártir
de deseo. Mira como la luz de la fe a tu alma, y hallarás en una cárcel de corrupción,
metida en un calabozo de tenebrosa oscuridad, la imaginación, los apetitos y
pasiones son los crueles verdugos que continuamente la están azotando, las
inclinaciones, los apegos, propiedades y costumbres, son las cadenas y los
grillos que la tienen casi incapaz de respirar hacia su fin, las contradicciones
de las criaturas ¿qué otra cosa son sino fichas, jaras y saetas que penetran el
corazón con dichos y palabras dobladas? Las desatenciones y desaires de los
engreídos ¿Qué son? bofetadas y salivas que ponen el rostro vergonzoso y
encarnado. Finalmente, la enfermedad, el hambre y pobreza, piensa que son
garrucha, la catasta, el patíbulo y el cadalso: Yo te aseguro, que como sufras
todas estas molestias y pensiones con paciencia, con humildad y mansedumbre,
que serás mártir de corazón.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús mío! Redentor providentísimo, que, con generosa magnanimidad, adornas de
colmados premios a sus siervos, restituyéndoles por sus obras limitadas los
bienes eternos de la gloria, de inmarcesibles coronas y palmas, Aureolas y
lauros: concédenos Señor, que, con los auxilios de tu gracia, suframos las
incomodidades de este destierro en que estamos, para que nos hagamos dignos de
alcanzar las mercedes que nos tienes prometidos. Y tú, glorioso ejemplar de
Obispos, Espejo de Prelados, Maestro de Príncipes, y luz de sacerdotes,
Atenógenes heróico, recibe de nuestra devoción esta novena, con los ejercicios
que en toda ella hemos hecho, y perdona las tibiezas de nuestros corazones, y
te suplicamos humildemente, los abraces en el fuego de amor de Dios, para que,
imitando tus hechos heróicos, nos alcances de su Divina Majestad lo que en
estos días te hemos pedido, para provecho de nuestras almas, alabanza tuya y
mayor honra y gloria de Dios nuestro Señor. Amén.
LAVS DEVS
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