SÚPLICA PERPETUA
HORA DE GUARDIA ANTE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
Por la señal de la Santa Cruz, etc.
Abrid, Señor, mis labios, a fin de que
bendiga vuestro santo nombre.
¡Oh Dios, venid en mi ayuda! Señor, apresuraos a socorrerme. Purificad mi alma, alumbrad mi entendimiento, encended mi corazón, para hacer esta Súplica con atención y devoción, mereciendo así ser oído en presencia de vuestra divina Majestad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
¡Oh Madre mía del Perpetuo Socorro! Os ofrezco esta Súplica por las siguientes intenciones (señalar cuáles son):
1. La Santa Iglesia.
2. El Sumo Pontífice.
3. El clero secular y regular.
4. Nuestra amada Patria.
5. Nuestra Archicofradía.
6. Las Santas Misiones.
7. La Defensa de la Fe en la Patria.
8. La conversión de los pecadores.
9. Los padres y madres de familia.
10. Las almas afligidas y tentadas,
II. Los enfermos impenitentes.
12. Las almas del purgatorio.
13. Asuntos graves y urgentes.
14. La paz de las familias.
15. La destrucción de la masonería y otras sectas anticatólicas.
16. Las intenciones que nos hubieren encomendado.
17. Unión de los católicos para la defensa de la Religión.
18. Por las Asociaciones de hombres y mujeres que trabajan por los intereses católicos.
19. Por la Prensa católica.
20. Para que todos cumplan con sus deberes de católicos.
21. Por la enseñanza religiosa de los niños y de los jóvenes.
22. Por el triunfo de la Patria católica.
VISITA A JESÚS SACRAMENTADO
(Compuesta por San Alfonso)
Señor mío Jesucristo, que, por el amor que tienes a los hombres, estás de noche y de día en este sacramento, todo lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a todos cuantos vienen a visitarte: yo creo que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar, te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las mercedes que me has hecho, especialmente por haberme dado en este sacramento tu mismo ser; por haberme concedido como abogada a tu Santísima Madre la Virgen María y por haberme llamado a visitarte en este lugar santo.
Adoro tu amantísimo Corazón y deseo adorarlo por tres fines: el primero, en agradecimiento de este tan preciado don; el segundo para desagraviarte de todas las injurias que has recibido de tus enemigos en este sacramento; y el tercero, porque deseo en esta visita adorarte en todos los lugares de la tierra donde estás sacramentado con menos culto y más abandono.
Jesús mío, te amo con todo mi corazón; pésame de haber tantas veces ofendido en lo pasado tu infinita bondad; propongo, ayudado de tu divina gracia, enmendarme en lo venidero, y ahora, pobre como soy, me consagro todo a ti. Te doy y entrego mi voluntad, mis afectos, mis deseos y todo cuanto me pertenece. De hoy en adelante haz, Señor, de mí y de mis cosas cuanto te agrade. Lo que yo quiero y te pido es tu santo amor, la perfecta obediencia a tu santísima voluntad, y la perseverancia final.
Te encomiendo, Señor, las almas del purgatorio, especialmente las más devotas de este Santísimo Sacramento, y te ruego por todos los pobres pecadores. En fin, amado Salvador mío, uno todos mis afectos y deseos con los de tu amorosísimo Corazón, y así unidos los ofrezco a tu Eterno Padre y le pido, en tu nombre, que por tu amor los acepte y atienda benignamente. Así sea.
COMUNIÓN ESPIRITUAL
¡Oh Jesús mío! Creo que estáis en el Santísimo Sacramento. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Ya que ahora no puedo recibiros sacramentalmente, venid, al menos, espiritualmente a mi corazón. Como si ya hubieseis venido, os abrazo y me uno todo a Vos; no permitáis que jamás me separe de Vos.
(60 días de indulgencia una vez al dia.)
Ahora se reza una Estación al Santísimo Sacramento y a continuación el Santo Rosario. Luego puede leerse y meditarse uno o varios de los coloquios que siguen a continuación. (Léanse despacio y con reflexión.)
DEVOTÍSIMOS COLOQUIOS CON LA VIRGEN DEL PERPETUO SOCORRO
Coloquio 1º- ¡Cuántas cosas me dice tu santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro!
Me dice primero que eres Madre de Dios.
Ese niño que descansa en tus brazos y que te llama con inefable cariño Madre, es Dios, el Hijo de Dios y tu verdadero Hijo... Así lo declaran esas letras misteriosas que están al lado de las mejillas del Divino Infante.
Ante la gran Madre de Dios puede presentarse una ruin y pecadora criatura de este mundo? Las puertas del palacio de los reyes y de los poderosos cerradas están para los mendigos...
Pero abiertas están de par en par las puertas del palacio de María para todos los pecadores y desgraciados. Y cuánto más pecadores y desgraciados son, con más piedad y ternura son recibidos. Por eso, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! de la tierra vengo, y, sin más títulos que mis miserias, me he atrevido a presentarme ante tu solio maternal... Aquí te traigo escrito con todas mis amarguras, Madre de Dios, lágrimas y con sangre el memorial de todas mis amarguras, Madre de Dios, Señora y Madre mía, ten piedad de mi...
Madre del Perpetuo Socorro, nadie te llamó y lo desamparaste. En Ti confío.
¿Qué me dice tu santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres mi Madre. El Hijo de Dios, que es a la vez Hijo Tuyo, descansa en tus brazos... El hijo pecador, que es el hombre, que en el dolor y en el amor fué engendrado al pie de la Cruz, reza a tus pies. ¡Soy yo! Jesús busca su consuelo y socorro en tu Corazón y aprieta tus manos maternales, y Tú en ellas le recibes y le llevas con amorosa complacencia... ¡Es tu Hijo! Pero, al verme rezando a tus plantas, cargado de pecados y abatido bajo el peso de tantos males, me miras a mí... ¡Y que mirada la tuya, tan dulce y misericordiosa! Sólo las madres miran así... No lo extraño... ¡También yo soy tu hijo! Madre mía, si no tienes brazos donde puedas llevarme, déjame que arrime mi frente a tu Corazón, que entre en él y que allí te cuente mis penas y te ofrezca mis plegarias.
Dí, pues, a tu Hijo: Hijo mío, esta alma está atormentada de muchos males; un dolor muy grande, sobre todo en estos momentos, tortura su corazón. Óyela, cúrala, sálvala... Madre mía, estoy en tus manos y en las manos de Jesús...
Tres Avemarías.
Un Padrenuestro a San Alfonso María de Ligorio, segundo Patrono de la Archicofradía.
Coloquio 2º-¿Qué me dice tu santa
Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro?
Que eres Corredentora del mundo.
Creo y confieso que por glorificarte a Ti y por otros fines altísimos, dignos de la Sabiduría divina, fuiste asociada a la Obra de la Redención del mundo. Creo y confieso que mis dolores y penas, las angustias del alma y los tormentos del cuerpo, son los instrumentos benditos que la Providencia
amorosa emplea para purificar mi alma, para expiar mis pecados, para labrar mi corona eterna y para acercarme más a Jesús.
Adoro, Madre mía, los planes divinos sobre mí. Permite, sin embargo, que te diga: "Cura mis dolores, remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de amargura".
Madre mía, cúrame, sálvame, y cantaré tus misericordias por los siglos de los siglos.
¡Qué me dice tu santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres por disposición divina dueña de todos los bienes de Dios y dispensadora de todas sus gracias.
Cuando la Iglesia te llama Madre de la divina gracia, proclama que eres Madre de Jesús, que es la gracia y vida del mundo... Cuando te dice Auxilio de los cristianos, confiesa que eres amparo del pueblo cristiano en los momentos más angustiosos de su historia...
Cuando te llamamos Madre del Perpetuo Socorro, reconocemos y confesamos que eres la depositaria de todos los bienes de Dios, porque no lo pudieras ser, si tu misericordia y tu poder no abarcaran todos los momentos de todos los hombres hasta el fin del mundo.
Aquí estoy, aquí me tienes, llamando con fe y con confianza a las puertas de tu gran misericordia.
Oyeme, y exclamaré luego con tu siervo San Alfonso: "Todo lo bueno que de Dios recibimos, lo recibimos por la intercesión de María."
Oyeme, y mi corazón agradecido repetirá con un santo Pontífice (Pío X): "Confesemos que es Madre de misericordia, porque todos los bienes y todas las gracias que Dios concede a los desgraciados hijos de Adán, dispuso la divina Providencia que pasaran por las manos de la Virgen Santísima."
Oyeme, y suspenderé mi corazón al pie de tu santa Imagen, y mi lengua dirá a todos los hombres: "Con la Virgen del Perpetuo Socorro y por la Virgen del Perpetuo Socorro me vinieron todos los bienes. Bendita y glorificada sea por los siglos de los siglos."
Tres Aves Marías
Protector mío San Alfonso, haced que en todas mis necesidades recurra a María.
Coloquio 3º-¿Qué me dice tu santa
Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro?
Que eres Reina de todos los Ángeles...
Por eso, ahí tienes a tu lado a los dos grandes príncipes de la corte celestial. En actitud de religiosa veneración esperan tus órdenes, al mismo tiempo que reconocen tu excelsa autoridad.
He ido llamando de puerta en puerta. Todas se me cerraron: la puerta de la riqueza, la puerta de la amistad, la puerta de la gratitud, la puerta de la ciencia, la fuerza del poder..., hasta la puerta de la caridad y de la misericordia...
Sólo una puerta me queda abierta: la puerta, donde tu Perpetuo Socorro guarda los infinitos tesoros de tu poder y de tu misericordia.
Madre mía, si a Ti y a tu Hijo presentaron esos Ángeles los instrumentos de dolor, que me traigan a mí el bálsamo de tu misericordia y el rayo de tu poder...
Pero... que no se haga mi voluntad, sino la voluntad de Dios.
¡Qué me dice tu santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres la consoladora de todas las penas. Todo en tu cuadro santísimo me habla de la Pasión de Cristo y de tu propia pasión: la lanza, la esponja, la cruz y, sobre todo, tu mirada impregnada de amargura y la actitud angustiosa del Hijo
de tu alma...
También para mí tiene que haber una cruz; también yo tengo que morir en un Gólgota.
Es verdad de mi fe, porque es la doctrina que brotó de los labios de Jesús.
El que quiera venir en pos de Mí, tome su cruz y sígame. Si no hiciereis penitencia, todos, irremisiblemente, pereceréis.
Y el Apóstol San Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, me ha escrito en una de sus cartas: Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, tendrán que ser perseguidos.
Pero el mismo Jesús, que nos prueba, quiere que acudamos resignados y lle.
nos de confianza a Ti. Por eso a Ti acudo, consoladora de los afligidos... Por eso llamo a tus puertas, alegría de las almas tristes...
Por eso te llamo que resume a Ti, esperanza de los desesperados...
Por eso invoco tu nombre, que resume todas tus bondades, Madre del Perpetuo Socorro... Madre mía, Tú sola, después de Jesús, tienes palabras de vida eterna... Mírame, consuélame, ampárame, y mi corazón te amará eternamente.
Tres Avemaría.
Un Padrenuestro a San Alfonso.
Coloquio 4º- ¿Qué me dice tu santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro?
Que eres la última esperanza del hombre en esta vida; qué, cuando todos los nombres no despiertan en el alma sombría y desesperada un rayo de luz, sólo tu nombre del Perpetuo Socorro brilla en el fondo del alma como la última sonrisa de la misericordia de Dios.
Ese Hijo Divino que llevas en tus brazos ha visto los tormentos que le prepara el pueblo judío. Ese pueblo implacable pedirá que su Sangre caiga sobre ellos. Jesús ve con pena cómo se arrancan de sus brazos... y se aleja como padre despreciado... Eso indica la sandalia que cuelga de su pie. No ha podido desprenderse del todo.... porque Dios nunca abandona completamente al hombre.
Madre mía, Tú eres mi última esperanza. A Ti acudo... Necesito una gracia... Te la pido y la espero, y mi lengua te alabará toda la vida.
Una Salve.
¡Qué me dice tu santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que en la noche obscura de la tormenta Tú eres la estrella que brilla en el cielo de la vida como un rayo de luz, como guía de los navegantes.
Por eso el artista que pintó tu devota Imagen, dibujó sobre tu frente una estrella.
Desde entonces, la Santa Iglesia, en la letanía, que es la poesía del amor, te invoca y te dice: Estrella de la mañana, ruega por nosotros.
San Bernardo, a todos los que en la nave de Pedro van bogando hacia el cielo, les dice: "Cuando os envuelvan las nieblas, cuando bramen los vientos, cuando los abismos abran sus fauces inmensas, cuando las olas se levanten como montañas de hirviente espuma, amenazándoos con una muerte cierta, mirad esta estrella, llamada María..."
Desde entonces todos los marineros que surcan los mares, te invocan en medio de los horrores de la tempestad.
En medio de una loca tempestad apareciste Tú, Madre del Perpetuo Socorro. Te invocaron, y se calmaron las olas y renació la calma...
Aquí tienes a tus plantas, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, un alma que va bogando por el mar de la vida hacia el puerto del cielo... Y la tormenta me ha sorprendido... el dolor..., la tentación..., la enfermedad... la muerte de un ser querido... Sólo me queda una tabla, a la cual me agarro con locas angustias: tu nombre bendito... Sólo en el cielo obscuro que por todas partes me rodea veo una estrella: es la que brilla en tu frente...
Sálvame una vez más... Estrella bendita que luces en la frente de mi Madre del Perpetuo Socorro, guíame... Voy a ti, voy a Dios... voy al cielo... Madre mía, ¡ gracias!
Coloquio 5º-¿Qué me dice tu santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro?
Que eres de verdad lo que tu nombre consolador encierra: perpetuo socorro de todos los hombres, y, por tanto, perpetuo socorro mío.
Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Tú, Madre mía, has sido nuestra bendición... Todos, al nacer, levantan los ojos a Ti y ven en Ti la Madre querida que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.
Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida... El niño te envía besos de amor, el joven te cuenta sus luchas, las familias crecen, viven y rezan a tus plantas, el hombre de edad madura te consulta el en sus empresas, y los ancianos entran confiados en la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.
Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor..., cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos..., cuando la tristeza se mete en el alma..., cuando falta el pan y cuando huyó la paz..., cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue..., cuando todas las criaturas parece que se conjuran contra nosotros..., aun entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios... Tu corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!
Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco. Que no se diga que tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de sus hijos.
Adoro la voluntad divina, pero confio más en ti... Y si es menester que venga más veces a tus pies, aquí me verás.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de tu nombre, que llena el mun do y que a tantos tristes ha consolado, y a tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido, y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.
Tres Avemarías.
Un Padrenuestro a San Alfonso y a San
Gerardo.
INVOCACIONES
-¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, cuyo solo nombre inspira confianza, R/: Madre de amor, venid en mi socorro.
-En el momento peligroso de la tentación, para que yo resista,
-Cuando haya tenido a desgracia de pecar, para que vuelva a levantarme,
-Si algún azo funesto me encadena al servicio del demonio, para romperio,
-Contra las seducciones del mundo, la compañías peligrosas y los libros perniciosos,
-Si vivo en la tibieza, para reanimarme,
-En la recepción de los Sacramentos y en el cumplimiento de los deberes de la piedad cristiana,
-En todas las pruebas y trabajos de
la vida,
-Contra mi propia inconstancia, y para perseverar hasta el fin,
-Para que os ame, os sirva y os invoque siempre,
-Para que incline al prójimo a amaros, a serviros y a invocaros,
-¡Oh Madre mía, hasta mi último día, hasta mi último suspiro!,
ORACIÓN
¡Oh Santísima Virgen María!, que para inspirarnos una confianza sin límites habéis querido tomar el dulcísimo nombre de Madre del Perpetuo Socorro, yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar: en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concededme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos; porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Obtenedme, pues, esta gracia de las gracias, la gracia de invocaros sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que por la virtud de esta súplica constante obtenga vuestro perpetuo socorro y la perseverancia final. Bendecidme, ¡oh tierna y cariñosa Madrel, y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Amén.
¡Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, rogad por mí!
¡Protector mío, San Alfonso, haced que en todas mis necesidades recurra a María!
Dios te salve, Dulcísima Virgen,
Perpetuo Socorro del triste mortal.
Tu manto, bordado en oros,
Es emblema de riqueza celestial.
Tus manos son tesoros
De ternura maternal.
Por eso tus hijos
Con voces vibrantes
Te cantan, ¡oh Madre!,
Un himno triunfal.
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO POR LA PATRIA
¡Oh Virgen Santísima!, poderosa protectora nuestra, llenos de confianza venimos a implorar vuestra bondad en favor de nuestra Patria querida. Vos sois la Madre de Dios, conservadnos a todos en su gracia y amistad. Sois el Refugio de los pecadores, romped las cadenas que a tantos hermanos nuestros retienen en el vicio y en el error. Sois el consuelo de los afligidos, secad las lágrimas de todos los que lloran. Sois el Perpetuo Socorro de vuestros hijos, socorrednos en nuestros perpetuos peligros y combates y defended el honor, la libertad y la fe cristiana de nuestra Nación. ¡Oh gran Reina y Socorro nuestro!, extended las alas de vuestra protección sobre esta tierra bendita. Promoved la paz y piedad en los hogares, así como la inocencia y cristiana educación en la niñez y juventud. Apartad de nuestras poblaciones las epidemias, los incendios y toda clase de calamidades Haced fértiles nuestros campos y prósperas nuestras industrias. Contened el horrible crimen de los que tratan de difundir el escándalo y la impiedad en nuestro pueblo. Sed el faro de nuestros viajeros, la esperanza de nuestros moribundos y la libertadora de los que penan en el purgatorio. ¡Oh Madre clementísima!, haced que todos los que vivimos en esta patria terrenal estemos cada vez más unidos en la práctica de una misma fe y podamos así hallarnos reunidos un día a vuestros pies, para bendeciros y amaros en la patria eterna del cielo. Así lo esperamos, así sea.
Un Padre nuestro por las Santas Misiones y por los misioneros.
Un Padre nuestro por la Santa Iglesia y por nuestro Santísimo Padre el Papa.
Una Salve a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro por las intenciones generales y particulares de los presentes.
Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza.
A Ti, celestial Princesa,
Virgen sagrada, María,
Te ofrezco desde este día
Alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
No me dejes, Madre mía.
Y ahora, Madre mía, me voy; dame tu bendición, cúbreme bajo el manto bendito de tu Perpetuo Socorro; pero volveré a ocupar mi puesto apenas me llame tu voz querida. Entretanto, en casa, en la calle, en los paseos, en los salones, por la mañana y por la noche, no me cansaré nunca de repetir: «Seáis amada, seáis alabada, seáis invocada, seáis eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.»
Colaboración de Tomás Gutiérrez