jueves, 13 de marzo de 2025

VISITA DOMICILIARIA DE NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN

 


VISITA DOMICILIARIA DE

NTRA. SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN


ABOGADA DE LAS CAUSAS DIFÍCILES Y DESESPERADAS


Santuario Nacional de Ntra. Señora del Sgdo. Corazón

Rosellón, 175 - BARCELONA

CON LICENCIA ECLESIÁSTICA


SALUDO DE BIENVENIDA

Virgen benditísima, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, al trasponer los umbrales de nuestra morada, postrados a vuestros pies, os rendimos el homenaje de nuestra filial devoción y del inmenso amor que por Vos sienten nuestros pobres corazones. Vos sois, Señora, La Tesorera y Dispensadora de las gracias que encierra el Corazón de vuestro Hijo Divino, nuestro amabilísimo Redentor. Por vuestras manos quiere el Señor derramar sobre nuestras almas, sobre toda esta familia sus bondades y misericordias. Gracias, Madre amantísima, una y mil veces por haberos dignado visitarnos. Tomad posesión de esta casa, vuestra es y de vuestro Hijo, disponed de ella y de todos los que en ella habitamos. Bien convencidos estamos de nuestra pobreza y miseria. Con vuestra llegada un rayo de esperanza ha iluminado el fondo de nuestras almas. Nuestras dudas, nuestros pesares y tribulaciones se disipan al mágico influjo de vuestra bondadosa mirada. Alcanzadnos del Corazón de vuestro Hijo amantísimo, perdón por nuestras culpas e infidelidades. Bendecidnos, protegednos, ¡oh Reina poderosa! ¡oh Madre piadosísima!, para que sirviéndoos fielmente en esta vida podamos un día devolveros la visita por toda la Eternidad en el Cielo. Así sea.


¡Nuestra Señora del Sagrado Corazón, rogad por nosotros! (300 días de indulgencia).

(Récese tres veces esta invocación.)



CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA

A NTRA. SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN

Virgen bendita, Reina Inmaculada del Universo, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, nuestra esperanza en medio de las pruebas que sufrimos; vednos congregados a toda la familia de rodillas al pie de vuestra imagen. Os elegimos por Madre y Abogada nuestra para con el Sagrado Corazón de Jesús, consagrándonos desde este día a vuestro servicio. Recibidnos con vuestra maternal bondad bajo vuestra protección. Socorrednos durante esta vida y en particular a la hora de nuestra muerte. ¡Oh Nuestra Señora del Sagrado Corazón! Tomad en vuestras manos la defensa de nuestra casa, la tutela de nuestros intereses. Disponed de nosotros como fuere voluntad de vuestro Hijo, y según fuere la vuestra. Bendecidnos juntamente nuestros trabajos y fatigas, y haced que las empresas que acometamos sean coronadas del mejor éxito, para nuestro bien y vuestra gloria. Protegednos en las tentaciones, libradnos de nuestros peligros, proveed a nuestras necesidades, iluminadnos en la duda, consoladnos en la tribulación, curad nuestras enfermedades, y en una palabra, no nos abandonéis jamás. Ante todo preservadnos del riesgo de caer en pecado mortal, ofendiendo a vuestro Divino Hijo Jesús. ¿No seria para nosotros gran sonrojo si el demonio pudiera gloriarse de haber logrado vencer a los que os están consagrados? Haced, en fin, Señora, que cuantos aquí en la tierra nos hallamos unidos con los vínculos de la familia, tengamos un día también la dicha de vernos juntos en la mansión celestial y en compañía de la mejor de las Madres.


¡Nuestra Señora del Sagrado Corazón, rogad por nosotros! (300 días de indulgencia).

(Récese tres veces esta invocación.)



CORONA DE NTRA. SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN

La Coronilla o Rosario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, se compone de treinta y tres cuentas en honor de los treinta y tres años que María pasó en la tierra en compañía de su Divino Hijo.


Sobre la medalla se dice:

¡Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús!


En la primera cuenta:

¡Corazón Sagrado de Jesús, tened piedad de nosotros!


En la segunda:

¡Nuestra Señora del Sagrado Corazón, rogad por nosotros!


En la tercera:

¡San José, patrón y modelo de los amantes del Sagrado Corazón, rogad por nosotros!


En las cuentas de las decenas:

¡Nuestra Señora del Sagrado Corazón, rogad por nosotros!


Y en las cuentas que separan las decenas:

¡Corazón Sagrado de Jesús, tened piedad de nosotros!


A cada una de estas invocaciones hay concedidos cien días de indulgencia, aplicables a las almas del Purgatorio.


ORACIÓN 

Dios mío, que habéis querido para el triunfo de vuestra misericordia y la salvación de las almas dar a María, Virgen Inmaculada, todo el poder que el más acendrado amor adquiere sobre el Corazón de Jesús, concedednos por sus ruegos y su intercesión la gracia de vivir y morir en vuestro santo amor. Os lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.



ADIÓS DE DESPEDIDA

Madre de bondad y de misericordia, ha llegado ya el momento de separarnos de Vos. Del fondo del corazón y con todas las veras de nuestra alma os damos gracias por los favores que por vuestra poderosa intercesión hemos alcanzado en este día, del Corazón de vuestro Divino Hijo. Un pensamiento nos consuela y es que, al salir vuestra venerable imagen de esta vuestra casa, queda en ella, y quiera Dios que para siempre, vuestra maternal protección. No consintáis jamás, ¡oh, Nuestra Señora del Sagrado Corazón!, que en ella se ofenda ni una sola vez, a vuestro Hijo, nuestro Redentor y Señor. Haced que los gérmenes de virtud y de piedad que durante vuestra estancia habéis sembrado en nuestros corazones crezcan y produzcan frutos de santidad. Nos consuela también el pensar que no está lejano el día en que repetiréis vuestra visita. Volved, Madre adorada; suspirando quedamos por teneros de nuevo entre nosotros, porque sabemos que quien con vos está, está también con el Corazón de Jesús. Enseñadnos a amarlo, enseñadnos sobre todo a imitar las virtudes que en él resplandecen, para que, por toda la Eternidad, podamos a vuestro lado, gozar de su gloria. Así sea.


¡Nuestra Señora del Sagrado Corazón, rogad por nosotros! (300 días de indulgencia).

(Récese tres veces esta invocación.)



ORACIÓN DEL ACORDAOS

(Obradora de millones de gracias y repetida a diario por millones de labios. Sirve de Novena breve.)

Acordaos, ¡oh, Nuestra Señora del Sagrado Corazón!, del inefable poder quevuestro Hijo Divino os ha dado sobre su Corazón adorable. Llenos de confianza en vuestros merecimientos acudimos a implorar vuestra protección. ¡Oh, celeste Tesorera del Corazón de Jesús, de ese Corazón que es el manantial inagotable de todas las gracias, y el que podéis abrir a vuestro gusto para derramar sobre los hombres todos los tesoros de amor y de misericordia, de luz y de salvación que encierra! Concedednos, os lo suplicamos; los favores que solicitamos. No, no podemos recibir de Vos desaire alguno, y puesto que sois nuestra Madre, ¡oh Nuestra Señora del Sagrado Corazón!, acoged favorablemente nuestros ruegos y dignaos atenderlos. Así sea. (500 días de indulgencia cada vez).


¡Nuestra Señora del Sagrado Corazón, rogad por nosotros! (300 días de indulgencia).

(Récese tres veces esta invocación.)


Son innumerables las gracias alcanzadas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón por el rezo del «Acordaos». Se recomienda vivamente a sus devotos no dejen un solo día de rezarlo.

domingo, 9 de febrero de 2025

ORACIÓN Y LETANÍAS A SANTA APOLONIA


 LETANÍAS DE SANTA APOLONIA

Señor, ten piedad de nosotros. 

Jesucristo, ten piedad de nosotros. 

Señor, ten piedad de nosotros. 

Jesucristo, óyenos. 

Jesucristo, escúchanos. 

Dios Padre, del Cielo, ten piedad de nosotros. 

Dios Hijo, redentor del mundo, ten piedad de nosotros. 

Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros. 

Santísima Trinidad, en un solo Dios, ten piedad de nosotros.

Santa María, Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros. 

Santa Apolonia, digna Esposa del amoroso Jesús, RUEGA POR NOSOTROS 

Tú, que fuiste fruto de gracia y bendición, 

Tú que fuiste El honor de tus padres, 

La gloria de Alejandría, 

La luz de Egipto, 

El prodigio de tu siglo, 

Un espejo de pureza, 

Un modelo de humildad, 

Un ejemplo de paciencia, 

Un milagro de fortaleza, 

Una ilustre morada del amor divino, 

Un vaso de elección y santidad.

La enemiga declarada del mundo y del pecado, 

Gloriosamente triunfante sobre la idolatría, 

Trabajadora incansable para extender la gloria del Altísimo, 

Un intrépido Zelote de Jesucristo y de su Santo Evangelio, 

El refugio de los que sufren, 

El consuelo de los afligidos, 

Una eficaz Patrona contra el dolor de muelas, 

Formidable con los demonios, 

Bondadosa con los ángeles, 

El esplendor de Vírgenes y mártires 

Sé propicio a nosotros, perdónanos Señor, 

Por intercesión de Santa Apolonia. 

De todos los males del cuerpo y del alma, presérvanos Señor. 

De todo pecado, presérvanos Señor. 

Del poder de los demonios, presérvanos Señor. 

Del dolor de muelas y de todo malestar excesivo, protégenos Señor. 

De todo peligro de fuego en este mundo y en el próximo, presérvanos Señor. 

Por los méritos de Santa Apolonia, escúchanos, Señor. 

Por su ardiente amor por ti, escúchanos Señor. 

Por su celo por la conversión de los paganos, escúchanos, Señor. 

Por su deseo efectivo de Martirio, escúchanos, Señor

Por su invencible paciencia al sacarse los dientes, escúchanos, Señor. 

Por su magnánima valentía en medio de las llamas, escúchanos, Señor. 

En el día del juicio, escúchanos, Señor. 

Escúchanos Señor, nosotros que somos pecadores te pedimos humildemente que por favor nos inspires verdaderos sentimientos de penitencia, y verdadero dolor por nuestros pecados, escucha nuestras oraciones. 


Que por favor enciendas siempre más y más en nuestras almas el fuego de tu Divino Amor y lo conserves allí hasta la muerte, 

Que nos hagas partícipes de la intercesión y de los méritos de Santa Apolonia, 

Que por favor conserves y aumente en este país la devoción a Santa Apolonia,

Que concedas salud de cuerpo y alma a todos aquellos que recurren a Santa Apolonia, 

Dígnate, por la protección de Santa Apolonia, concédenos la gracia de crecer en virtudes, 

Dígnate colmar de bendiciones a todos los que imploran tu ayuda por los méritos de Santa Apolonia, 

Dígnate preservarnos del dolor de muelas en la vida presente, y de su rechinar en la vida futura, 

Dígnate concedernos mucha paciencia en nuestros sufrimientos temporales y una vida feliz por toda la eternidad,


Señor Dios, dígnate escucharnos.

 

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor. 

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos Señor. 

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros Señor. 


Padre nuestro. Ave María. 


ANTÍFONA. Señor, me probaste con fuego y no encontraste en mí iniquidad. 


V. Escúchame y consuélame, Señor. 

R. En el rechinar de mis dientes y el fuego.


V. Santa Apolonia, Virgen y mártir, ruega por nosotros. 

R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo. Amén. 


ORACIÓN. Poderoso y eterno Dios, que has inspirado en Santa Apolonia Virgen y Martí tan ardiente amor por vuestra infinita Majestad que prefirió dejarse arrancar todos sus dientes, y perder la vida en las llamas, que renunciar a vuestra amistad, por favor protégenos, por su intercesión del dolor de muelas, y no permitáis nunca que ni nosotros, ni nuestros bienes y posesiones seamos devorados por las llamas fatales: sino haced Padre de las misericordias que nuestros corazones estén siempre encendidos con el fuego de vuestro Santo Amor para que podamos amaros constantemente a lo largo de los tiempos y de la eternidad, por Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo a lo largo de todos los siglos. Que así sea.


(Tomado del Libro “Dévote Association Pour L'adoration Perpétuelle Au Très-adorable Et Très-sacré Coeur De Jésus Christ, avec quelques considérations et prières”, Ediciones Brepois, Turnhout, Bélgica, Año 1801).



ORACIÓN A SANTA APOLONIA

¡Oh santa virgen Apolonia! que dedicaste toda tu vida a la virtud y al ejercicio de los deberes de la santa religión; Tú que por esta misma virtud y religión sufriste los más dolorosos tormentos, la rotura de dientes y la dura muerte por fuego de tus crueles enemigos, y así entraste en la gloria de tu Dios con la doble corona de la virginidad y el martirio: conviértete en mi bondadosa abogada ante el Todopoderoso, para que pueda caminar piadosa y cristianamente según tu ejemplo. ¡Sostenme, oh virgen piadosa! que yo, como tú, no me dejo llevar por el ejemplo de un mundo equivocado y la corrupción de costumbres; que más bien sirvo a mi Dios con noble sencillez y con tierno corazón y lo amo sinceramente; que por él soporto voluntariamente las adversidades de esta vida y no dejo que decaiga mi confianza en él, aunque me ponga las cosas difíciles; que actualmente desempeño mis deberes con honesta lealtad y cuidado, edificando mi alma cada vez más firmemente en la virtud y la perfección cristiana, y esforzándome siempre por tener dentro de mí una conciencia feliz y buena.

¡Ruega también por mí, oh Virgen gloriosa! que la Misericordia eterna, hasta donde su santísima voluntad lo permite, me libre de todos los males del cuerpo y del alma, me proteja de todas las enfermedades dolorosas, especialmente de los dientes, y me dé la gracia de poder servirle tranquilamente y poder practicar como un niño. Amén.


V. Ruega por nosotros, oh santa virgen Apolonia. 

R. Para que podamos participar de las promesas de Cristo. 



ORACIÓN.

¡Por los méritos y la intercesión de tu santa virgen y mártir Apolonia, concédenos la gracia, oh Dios! que estemos protegidos de enfermedades y dolores del cuerpo, especialmente de los dientes; y luego concédenos, por tu bondad eterna, que podamos seguir el hermoso ejemplo de sus virtudes y, mediante una vida recta y firme, merecer un día morir en paz y ser recompensados por ti con el cielo. Amén.


(Tomado del libro “Die betrübte und nach ihrem Geliebten seufzende Turteltaube oder die bußfertige christliche Seele” (La tórtola afligida que suspira por su amado o el alma cristiana arrepentida). Impreso en Seidel, Nuremberg. Alemani

a. Año 1806.)


jueves, 6 de febrero de 2025

ORACIÓN A SANTA DOROTEA

 

ORACIÓN A SANTA DOROTEA.

¡Virgen Gloriosa y Mártir de Jesús! Con corazón humilde y confiado te pido tu intercesión para que Dios me conceda la gracia de seguir tu piadoso y generoso ejemplo de virtud y servir a mi Dios fiel y sinceramente. Desde tu más tierna juventud te esforzaste en todo momento por mantener tu corazón puro e inmaculado y por cumplir las leyes de la santa religión con el más piadoso celo. La noble cuna que te distinguió, la riqueza que te rodeó, la belleza de tu educación, todas las alegrías y ventajas de esta tierra, fueron nada a tus ojos; pero la virtud, la inocencia del alma, la confianza en el Todopoderoso lo eran todo para ti.

Nada valoraste más que la felicidad y la gloria de ser llamada y considerada ser una cristiana pura. Y es por eso que tu Dios te encontró digna, que con tu muerte diste testimonio del honor, de Ia fe y de la verdad de la santísima religión. Los perseguidores del cristianismo intentaron quebrantar vuestra firmeza mediante las más crueles torturas; tu sangre fluyó bajo sus golpes, pero tu gran corazón permaneció firmemente unido al Eterno; podrían asesinarte, pero no podrían separarte de Jesús. Como virgen y mártir, ahora brillas entre las huestes de los santos amigos de Dios y eres eternamente bendecida. Oh, sé también mi amiga, ora por mí para que pueda llegar a ser piadoso y justo como tú. Ayúdame a que la gracia de mi Padre celestial me anime a vivir pura y santamente delante de él; soportar todas las adversidades de la vida con piadosa paciencia y así llegar a ser digno de una muerte feliz. 


V. Ruega por nosotros, oh Santa Dorotea. 

R. Para que nuestra oración sea aceptable al Señor.


ORACIÓN.

¡Oh Dios, lleno de bondad y misericordia! escúchame por la intercesión y los méritos de tu santa virgen y mártir Dorotea; Protégeme en mi vida de todo mal de cuerpo y alma; guíame y dirígeme en tus santos caminos, ayúdame a cumplir correctamente todos mis deberes, a prepararme correctamente para mi última hora; y cuando llegue ese día, entonces envíame tu gracia, para que pueda partir de esta vida en tu amor, y mi alma te alabe en la patria de la paz. Amén.


(Tomado del libro “Die betrübte und nach ihrem Geliebten seufzende Turteltaube oder die bußfertige christliche Seele” (La tórtola afligida que suspira por su amado o el alma cristiana arrepentida). Impreso en Seidel, Nuremberg. Alemania. Año 1806.)


Colaboración de Carlos Villaman

NOVENA A SANTA DOROTEA, VIRGEN Y MÁRTIR

 


NOVENA EN HONOR A SANTA DOROTEA, VIRGEN Y MARTIR.
A INTENCION DE LA OPERA PIA DE SANTA DOROTEA.


MÉTODO CON EL QUE LOS DEVOTOS DE LA OPERA PIA REALIZARÁN LA NOVENA DE SANTA DOROTEA

La Santísima Virgen y Mártir Dorotea, precisamente por ser Protectora de la Pía Obra puesta bajo los auspicios de su Nombre, lo es también Protectora de las Niñas inscritas en la Pía Obra misma. Sin embargo, deben profesar una devoción más especial a la Santa y prepararse con ejercicios religiosos para celebrar más dignamente su Fiesta. Y para que puedan solemnizarlo con mayor facilidad, y sin tener que interrumpir sus ocupaciones ordinarias, lo dedicarán al domingo inmediato siguiente al Día Santo. En los nueve días anteriores al domingo indicado practicaréis los siguientes ejercicios: 


En cada uno de ellos, a vuestras habituales oraciones matutinas y vespertinas, añadiréis tres Gloria Patri en honor de Santa Dorotea. La cual devoción fácil y corta te convendría practicar todos los días del año. 
Oíréis también la Santa Misa, si podéis, y la oiréis con devoción; considerando que en ella Jesucristo renueva el sacrificio que hizo de sí mismo en la cruz por nuestra salvación.
Durante la Misa, o en otro momento intermedio, pediréis a Dios la gracia de poder imitar esa virtud de Santa Dorotea que más necesitáis, y de enmendar ese vicio al que más os inclinais. Para luego saber qué significa para ti en particular este vicio y esta virtud, pregúntale humildemente a tu Asistente o a tu Supervisor; rezándoles desde el fondo de mi corazón para haceros conscientes de vuestros defectos y para sugeriros cómo superar vuestras inclinaciones incorrectas y llegar a ser perfectos. 
También leerás atentamente cada día la Consideración asignada a cada uno, como más adelante; o incluso hacer que su asistente o supervisor se lo lea y le explique. En él te das cuenta de que Dios mismo te habla por su propia boca: por tanto, comprende bien sus enseñanzas y ponlas en práctica.  


ORACIÓN A SANTA DOROTEA PARA RECITAR CADA DÍA DE LA NOVENA

Virgen purísima y mártir generosísima, Santa Dorotea, que con tanto celo y tan feliz éxito trabajaste por la conversión de Crista y Calista, y convertiste a dos renegados en dos mártires de Jesucristo: vuelve también a mí una mirada compasiva, sumamente necesitada de tu protección. Mira las flaquezas de mi alma, los peligros en que vivo de perder mi salvación eterna con la gracia del Señor. ¿Podrías permanecer indiferente ante esta visión? ¿Debo creer que has cambiado tu carácter en el cielo, y que allí estás menos preocupado por la conversión de los pecadores y la salvación de las almas que aquí en la tierra? ¡Ah! no: al ascender a la gloria, no os habéis vuelto menos lamentables, sino más bien más poderosos. ¡Oh! Por tanto: mostraos ante mí ese Protector que tengo motivos para esperar de mí, como adscrito a la Pía Sociedad puesta bajo los auspicios de vuestro nombre. Impónme la gracia de enmendar mis defectos; mantenme alejado del pecado; mantenme puro, devoto y ferviente; para que, imitando tus virtudes en este mundo, pueda hacerme partícipe de tu bienaventuranza en el cielo. 

Tres Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

V. Ora pro nobis, sancta Dorothea 

R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.  

OREMUS. Deus qui infirmitati nostræ , ad terendam salutis viam , in sanctis tuis exemplum et præsidium collocasti: da, quæsumus, ancillis tuis, sub speciali beatæ Dorothea virginis et martyris patrocinio constitutis; ut, ipsa interveniente, ejusdem in moribus puritatem, ejusdem in ærumnis pro te perferendis constantiam, imitentur. Per Christum Dominum nostrum. Amen.


V. Ruega por nosotros, Santa Dorotea. 
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo. 

OREMOS. Oh Dios, que para nuestra flaqueza, para allanar el camino de la salvación, has puesto ejemplo y guarda en tus santos: concede, te suplicamos, a tus siervas, designadas bajo el patrocinio especial de la bienaventurada virgen y mártir Dorotea; para que, con su intervención, puedan imitar la misma pureza de conducta, la misma constancia en el cumplimiento de sus deberes. Por Cristo nuestro Señor. Amén.


PRIMER DÍA

Considera que tu gloriosa protectora Dorotea ya era una gran santa, aunque aún era una niña: pues, desde su temprana juventud, sus virtudes le habían valido un hermoso sobrenombre; el de la Esposa de Jesucristo. Ahora cuéntame un poco aquí. Ahora tienes ocho, diez, doce años o tal vez más. Bueno: ¿eres tan santa como lo era Dorotea a los ocho, diez, doce años? ¡Ay! No. ¿Pero por qué no? ¿Podrías dar la razón? ¿Será porque no pudiste santificarte como ella? ¡Oh! No digas eso: porque te pregunto, ¿fue acaso de diferente temple al tuyo? ¿O no era más bien, como tú, hija de Adán? Y, si a pesar de todo esto ella pudo llegar a ser santa, ¿qué duda cabe de que tú también podrás hacerlo? ¡Ah! la verdadera razón por la que Dorotea fue santa desde niña, y tú todavía no lo eres; es porque Dorotea quiso serlo, y tú todavía no quisiste. ¿Qué dijiste, no querías? Ni siquiera pensaste en la santidad. Te convenciste de que tu juventud te eximía de hacerte santo: y no te diste cuenta de tu engaño: ¡Cómo! Dios manda a todos, sin importar la edad: Sed santos, porque yo soy santo; y sigues repitiendo: ¿soy todavía demasiado joven para pensar en santificarme? Peor sería que tuvieras como máxima, como muchos otros, que al final te basta con salvar tu alma, sin que tengas que preocuparte de convertirte en santo de ningún otro modo. ¡Ah, pobre de ti! Sepan que esta ilusión es la que más llena el infierno de cristianos. ¿Y tú qué piensas? ¿Que los que allí cayeron protestaron diciendo que querían ser condenados? No tiene sentido: al contrario, dijeron que querían salvar sus almas; pero que les bastaba tener algún lugar en el paraíso, sin aspirar a la gloria de los santos. Sin embargo, no quisieron trabajar para alcanzar la santidad: y por eso al final no fueron ni santos ni salvos. Vamos entonces: ¿te importa tu alma? No vivas como la mayoría de las personas, en la tibieza y el pecado, con la esperanza de salvarte; porque esto es lo que hacen los réprobos: pero esfuérzate a vivir, como los elegidos, como un santo, para asegurarte de que serás salvo al menos en la muerte. Y por eso guarda grabada en tu mente esta frase infalible: El camino al cielo es angosto y pocos caminan por él; la del infierno es amplia, y son muchos los que la atraviesan; tienes que vivir con unos pocos, si quieres ser salvo con unos pocos.



SEGUNDO DÍA

Considera en qué consistió la santidad de tu protectora Dorotea. ¿Quizás haciendo milagros? Los escritores de su vida no cuentan nada de ellos: más bien dicen de ella, que estaba diariamente ocupada en la oración y en el cumplimiento de sus deberes, dedicada a las obras de mortificación cristiana, humilde, obediente y mansa. De esto debéis entender que la santidad no se encuentra en las maravillas, ni en las profecías, ni en el éxtasis; y tampoco se coloca en hacer buenas obras extraordinarias: sino más bien en cumplir fielmente los deberes del propio estado y en el ejercicio de aquellas otras virtudes principales que practicaba Santa Dorotea. Por eso la santidad no sólo os resulta posible, sino también fácil: con tal de que no debáis hacer peregrinaciones, ir a enterraros en los desiertos, o correr en busca del martirio; siempre y cuando cumplas con tus obligaciones; y cumplirlas está en ti.

No es que, por lo tanto, no necesites la gracia de Dios para ayudarte, sino porque él está listo para darte esta gracia, si la buscas de Él de la manera correcta con la oración. Pero te aburres de la oración; y por eso lo dejas o lo haces mal; y esta es la única causa de toda la imperfección de tu vida. Por eso estáis inmortalizados e impacientes, dispuestos a indignaros y llegar tarde. a la obediencia; por eso eres tan codicioso y tan vanidoso, tan hablador y tan devoto; por eso empezaste a hacer el bien, y luego te cansaste; Entraste con tanto fervor en la Pía Obra y luego descuidas sus prácticas, no asistes frecuentemente a los catecismos, te alejas de los sacramentos, no prestas atención a tu Asistente, no observas tu método de vida que de otro modo es tan fácil de practicar. Y, si sigues a este ritmo, ¿adónde crees que podrás llegar? Ciertamente a cualquier cosa menos a la santidad. Mal terminaréis: porque, como dijo Jesucristo, quien, emprendiendo una empresa, se deja vencer por el cansancio y el aburrimiento, no está hecho para el reino de Dios. Entonces, ¿qué piensas? ¿Quieres realmente imitar a tu santa patrona y adquirir sus virtudes? Entrégate a la oración; pero que vuestra oración sea asidua, que sea oración ferviente. Orad a Dios para que reavive el fervor en vuestro corazón: orando obtendréis perfección, perseverancia, salvación. Y mientras tanto, si alguna vez flaqueasteis en el servicio de Dios o en el cumplimiento de las obligaciones del Estado; Retoma inmediatamente las prácticas que has interrumpido, ten cuidado de no descuidar ninguno de tus deberes porque sabes que no se salvarán los que han comenzado a hacer el bien, sino los que perseveran en hacerlo hasta el fin.


TERCER DÍA

Considera que entre las muchas virtudes de Santa Dorotea, ninguna le era más querida que la pureza. Amaba tanto esta virtud que optó por vivir virgen hasta su muerte, y rechazó con desdén la propuesta de matrimonio que le hizo el tirano. Observemos aquí, pues, que, si bien es cierto que no todos son igualmente llamados por Dios al estado virginal; Sin embargo, siempre es cierto que todos están igualmente llamados a vivir castos y puros según su condición; Es cierto que ningún ejemplo, tú, niña, puedes proponerte imitar más hermoso que la pureza inmaculada de esta Santa, tu protectora. Por tanto: ¿realmente valoras esta virtud según su mérito? ¿Sabes que existe una virtud que nos hace iguales y de alguna manera superiores a los propios ángeles del paraíso? ¿Sabes cuál es la virtud que más honra a la iglesia, que siempre ha considerado a las vírgenes como la porción más escogida de sus hijos? ¿Sabes que era la virtud favorita de los más grandes santos, favorita de María, favorita de Jesús? Si sabéis esto, os queda intentar con toda diligencia permanecer castos en cuerpo y espíritu. Porque ¡ay! ¡Si supieras qué virtud celosa es ésta! Basta un gesto, una mirada, una palabra, un pensamiento para perder el control. Y, sin embargo, sin esta virtud es imposible agradar a Dios. Se dice como el alma de todos los demás: porque, aunque sólo sea la castidad sola, sin otras buenas obras, no es gran cosa; por otra parte, todas las buenas obras sin castidad quedan en nada.

Y sólo los inocentes y los limpios de corazón entrarán en el paraíso (nótese bien): los contaminados y los inmundos serán excluidos de él para siempre. Si, pues, queréis entrar algún día en el paraíso, tened gran amor por esta necesaria virtud. Poned vuestra pureza bajo la protección de la Reina de las Vírgenes, María Santísima; haz la Consagración de ti a Ella todos los días con la fórmula que tienes en tu Método de vida; no os parece grave mortificar vuestra carne; guarda tus sentidos, especialmente tus ojos y oídos; está vigilante para desterrar inmediatamente las tentaciones. Esto es lo que hicieron los santos para vivir puros; y así, viviendo puros, finalmente entraron al cielo. Querer llegar al paraíso por otro camino que no sea el de la pureza, que era el camino de los santos, es presunción, es locura.


CUARTO DÍA

Considera que Santa Dorotea era virgen, como meditaste ayer, tan pura, porque supo guardar celosamente su pureza. Humilde, mortificada, modesta, amante del ayuno; Rara vez aparecía entre la gente, y sólo por necesidad, y luego incluso la gravedad de su comportamiento, la decencia de su ropa, la reserva de sus rasgos eran un espectáculo que infundía admiración y reverencia por ella entre los propios paganos. ¡Oh, si éste fuera el ejemplo que imitaran las jóvenes cristianas de nuestros tiempos! No verías a un número tan grande andando con tanto desorden y demorándose en las calles con tanta indecencia; no se verían tan deseosos de adornarse en vano, de mostrarse en público, de aparecer entre sus compañeros; mucho menos se los vería manteniendo amistades peligrosas, enredándose en amores profanos, participando en las locas diversiones del mundo: todas oportunidades para perder su pureza, en las que muchos entran inocentes, muy pocos, y milagrosamente, todavía salen inocentes.

¡Ea! que la pureza es un tesoro, del cual sucede lo mismo que de cualquier otro; es decir, quien lo porta abiertamente invita a los ladrones a secuestrarlo. ¿Quieres salvarlo? ocultarlo. Es decir, ama el retiro y la soledad; vestirse modestamente; evita la familiaridad, las amistades, los juegos, principalmente con hombres y niños; de hecho, evita en lo posible el trato con ellos; y, si a veces te ves obligado por la necesidad, sé prudente, sé prudente: y sé siempre sereno, serio y severo en tus modales para con todos. ¡No importa si la gente del mundo te llama libertina, rústica, grosera, sin espíritu y sin gracia! Os basta con poder salvar vuestro tesoro de esta manera, para agradar a los ojos del Dios de la pureza. Agradar a Dios y a los hombres al mismo tiempo no es posible. ¿Quieres no temer los rumores de estas personas? Adaptaos a vosotros las palabras de san Pablo, que os convienen demasiado: Si yo quisiera a los hombres, no sería esclava, ni mucho menos esposa, de Cristo.


QUINTO DÍA

Considera otra virtud de tu Protectora Santa Dorotea, que es especialmente señalada por los escritores de su vida; y fue su amor por el estudio de las materias religiosas y la gran preocupación que tenía por aprovechar las enseñanzas de quienes le enseñaban en las verdades de la fe y en la práctica de la perfección cristiana. ¿Podría ser dada también a ti esta hermosa alabanza que se le da a Santa Dorotea? ¿Realmente te encanta ser instruido en la Doctrina Cristiana? ¿O serías de los que a veces entran con muchas ganas en la Pía Obra: pero luego, cuando se dan cuenta de que todo en ella se reduce a enseñarles en el catecismo, a exhortarlos a practicar la virtud, a ayudarlos cuando se acercan a los sacramentos, lo toman casi a broma, y se van diciendo que ya saben bastante de estas cosas? Si este fuera tu idioma, ¡oh qué error sería el tuyo! ¿Sabes lo suficiente? No hay arte, por fácil que sea, que se pueda aprender sin un largo y asiduo estudio y sólo el arte más difícil de todos, que es el de salvar el alma, ¿creéis haberlo aprendido ya perfectamente, vosotros que le habéis dado poco tiempo y muy poca aplicación? ¿Sabes lo suficiente sobre esto? Quién sabe lo que realmente sabes; ¿Y que, presumiendo de saberlo todo, no ignoráis los misterios más fundamentales de la fe, los preceptos de Dios y de la Iglesia, el modo de orar al Señor con méritos y de recibir los sacramentos con frutos? ¿Quién sabe cuáles son las confesiones tuyas, quizás hechas sin dolor y sin propósito, porque no sabes en qué consisten? ¿Quién sabe cuáles son las comuniones tuyas, quizás hechas sin devoción y sin provecho, porque ignoras lo que vas a recibir en ellas? ¿Sabes lo suficiente sobre esto? No, eso no es cierto. Conoces como mucho materialmente las cosas de la doctrina; pero nunca dejáis de comprenderlos y mucho menos sabéis practicarlos para vuestra santificación. Así que déjate enseñar, y no intentes que tu Asistente te enseñe cosas nuevas o curiosas: basta con que te enseñe cosas útiles. Si no os dejáis instruir, recordad que en el tribunal de Cristo tendréis que dar estricta cuenta de este fácil medio que él ahora os proporciona para ser diligentemente instruidos en las cosas del alma: ¡y pobre de vosotros, si no lo habéis aprovechado! No podréis alegar ignorancia como excusa de vuestros pecados, porque la vuestra es ignorancia voluntaria. Al contrario, ¡serás feliz si te muestras con ganas de aprender y dócil a las lecciones que recibirás! Aprenderás el camino al cielo y tendrás una señal temprana de tu predestinación. Porque quien es de Dios escucha la palabra de Dios: quien no la escucha demuestra por esto mismo que no es de Dios.


SEXTO DÍA

Consideremos la razón por la cual la generosa mártir Dorotea, presentada al tirano Sapricio, rechazó tan consecuentemente el matrimonio que éste le ofrecía, y despreció tan valientemente los tormentos y la muerte con que éste la amenazaba. La razón es porque el santo tenía un deseo supremo de unirse a Cristo en el cielo. Sabía que allí arriba las vírgenes tienen un lugar más distinguido, una corona más preciosa, una gloria más sublime; y por eso nunca quiso otro marido en la tierra que el mismo que había de ser su marido también en el cielo, sabía que allí arriba sería tanto más feliz con la misma felicidad de Dios cuanto más sufriera aquí por amor a él; y por tanto el martirio, en lugar del terror, era para ella objeto de deseo. ¡Esta era la verdadera fe! ¡Era un anhelo muy vivo por el paraíso! ¡Oh Dios! El cielo también está hecho para ti: y mientras tanto, ¿quién sabe si lo deseas o si alguna vez levantas un pensamiento al cielo? Digo esto porque no es raro encontrar cristianos que, si pudieran vivir eternamente en el mundo, renunciarían voluntariamente a esa bienaventuranza eterna. ¿Pero sabes por qué se darían por vencidos? porque no saben lo que significa el paraíso. Pero no lo buscan, pero no les importa, sino que ponen su corazón en los bienes de este mundo. ¡Miserables! vendrá la muerte, y ni la tierra ni el cielo les quedarán. 

¿Pero qué piensas mientras tanto? Para saber si realmente lo quieres, mira lo que haces para ganártelo. Santa Dorotea renunció al mundo, al matrimonio, a la vida por ello: y quizás no sepas renunciar a una profesión útil pero peligrosa; a una compañía agradable pero mala; a un punto, a un capricho, a una moda, a una diversión. Si este es el caso, no digas que deseas el paraíso: no lo deseas y no lo tendrás, porque sólo se da a quienes lo merecen. Date prisa: revive tu fe, piensa a menudo en el paraíso que te espera; que tal pensamiento os animará, como inspiró a vuestro Protector, a hacer todos los esfuerzos posibles para obtenerlo. Esta compra también le costará esfuerzo. No importa. Todos los trabajos del mundo no son nada para esa gloria que nos hará bienaventurados por toda la eternidad.


SÉPTIMO DÍA

Consideremos cómo Sapricio, viendo la perseverancia de Dorotea en confesar su fe, antes de comenzar a sufrir los tormentos, quiso someterla a una prueba que tal vez os parezca menos dura, pero tal vez más peligrosa: porque entregó a la Santa bajo la custodia de dos hermanas jóvenes, llamadas Crista y Calista, que poco antes habían sido vencidas por la dureza de los tormentos y seducidas por el masa de premios, renunció a la religión cristiana. El tirano esperaba que estos dos renegados pudieran fácilmente, con el alarde de las riquezas que habían adquirido y con sus perversas insinuaciones, inducir a Dorotea a hacer lo mismo: no lo esperaba sin razón; porque no hay nada que tenga tanta fuerza para subvertir hasta a los más santos como las malas oportunidades, sobre todo si son oportunidades de ganancias ilícitas, de ejemplos escandalosos, de malas compañías. Que si Dorotea, en lugar de dejarse llevar por las dos hermanas, las convirtió a la penitencia; fue porque ella no había entrado voluntariamente en esa situación tan peligrosa, ni era libre de salir de ella; fue para. porque Dios quiso a través de sus méritos obrar un milagro de su bondad. Y, lamentablemente, el mundo está lleno de oportunidades similares por todos lados: de modo que gran parte de la ciencia de la salvación reside en saber reconocerlas y evitarlas. Ante esto, tómate un momento para pensar seriamente en tus casos. ¿Tendrías alguna vez a alguien en casa o fuera, entre tus compañeros o sirvientes, que tratara de conducirte al mal con palabras o hechos? El oficio que aprendes, la escuela a la que asistes, la profesión que practicas, nunca te darían la oportunidad de pecar; ¿O impidiéndote realizar los deberes indispensables de un cristiano, u obligándote a realizar trabajos prohibidos en días festivos, u obligándote a ir a casas donde ningún daño espiritual podría alcanzarte?

¡Ah! si así fuera, por compasión de tu alma que estás a punto de perder, acude inmediatamente a un buen confesor, explícale el peligro en el que te encuentras, deja que te enseñe cómo salir de él; pero rápidamente, date prisa, porque cualquier demora en estos casos es fatal. No me digas que no tienes miedo, que estás muy decidido a no pecar; y que por tanto no pecarás, aunque conserves la amistad de ese compañero malhablado, de ese joven atrevido. Estás equivocado, estás equivocado. El que ama el peligro (es el Espíritu Santo quien os lo asegura) perecerá en él: vosotros le amáis; perecerás. Ni siquiera me dices que con ese arte se gana dinero, que en esa casa te dan de qué vivir; y sin embargo no puedes abandonarlos: ¿por qué el alma no vale más que el alimento? dice Jesucristo: ¿y de qué te sirve todo lo demás si pierdes esta alma tuya? ¿Y entonces acaso temes que, si por amor de Dios lo abandonas, él no pueda ayudarte? le haces mal. Él le ayudará, tenga la seguridad, y tal vez le proporcione aún más. Esperanza en ella que nunca ha dejado a nadie decepcionado; y ya verás. Por el contrario, si por un pequeño interés mundano se interesa el ofendido, ¿quién podrá salvaros de su indignación? ¿Quién vendrá por ti para responder a su tribunal? ¿Quién os librará de las manos de su justicia? Coraje, hija, coraje: aquí se necesita resolución. Todo vale, pero salva tu alma.


OCTAVO DÍA

Consideremos cómo Santa Dorotea, puesta en los tormentos, sintió su corazón inundado de tanto consuelo que no podía ocultar la exuberancia de su alegría. Sin embargo, el tirano, creyendo que ella fingía y se mostraba artísticamente, se alegraba; Antes de matarla, quería que la torturaran cruelmente de muchas maneras diferentes. Pero sin beneficio: su alegría aumentó al igual que la tortura. Quien, sin embargo, había visto a Dorotea ahora tendida durante mucho tiempo encima del montón, ahora duramente golpeada por los matones, ahora lentamente quemada en los costados con antorchas encendidas; ¿No habría pensado que ella era la chica más infeliz del mundo en ese momento? Y sin embargo no fue así: porque el gozo que el Espíritu Santo infundía en su alma era tan grande que no le permitía sentir lo que padecía: y no habría cambiado esos sufrimientos por los más dulces deleites del mundo. Es necesario que lo comprendáis bien vosotros, que tal vez pensáis que la vida de un cristiano debe estar llena de amarguras, de aburrimientos, de preocupaciones, y por tanto no podéis decidiros a entregaros completamente a Dios de una vez por todas.

¡Pero qué engañados vivís! ¿Así de tal manera? ¿Pensáis que el Señor es un amo duro que aún no recompensa a los que le sirven en esta vida? Los recompensa, sí; los recompensa con consuelos internos, los recompensa con dulzura espiritual, de tal manera que no les deja ningún otro deseo de las cosas terrenales; o si a veces les quita todo esto por un tiempo, nunca deja de sostener a sus servidores con la fuerza de su gracia, de tal manera que siempre prefieren su propio estado a lo que los mundanos más aprecian. ¿Pero sabes por qué los juzgas tan mal? ¿Por qué te detienes en la superficie? Ves la regularidad con la que viven los buenos, el alejamiento de los locos placeres del mundo, la asiduidad en las prácticas religiosas; y te imaginas que todo esto debe ser una carga insoportable. Los juzgas, como Sapricio de Dorotea. Pero profundizad un poco más y sabréis cuánto y qué consuelo Dios derrama en el corazón de quienes viven bien, y que les compensa sobradamente de tales penurias. Aunque sólo se puede saber por experiencia. Entonces, si quieres saberlo, intenta vivir como un santo y entonces lo sabrás. De lo contrario, no esperes descubrirlo; ya que la dulzura de la vida espiritual es como el sabor de la comida, que sólo puede ser comprendida por quien la prueba.


NOVENO DÍA

Consideremos el insulto que sufrió Santa Dorotea mientras iba camino de la muerte. Porque se le acercó un joven pagano llamado Teófilo; y para burlarse de ella, sonrió y le rogó que le enviara desde el paraíso unas flores y algunos frutos del jardín celestial. ¡Ves la amarga burla que fue esto! ¿Pero qué siguió? Se siguió que, en el mismo momento en que la Virgen era decapitada, un ángel se apareció a Teófilo y, en nombre de Dorotea, le presentó los frutos y flores solicitados: después de lo cual conoció la verdad de nuestra religión, abrazó la fe y murió mártir de Jesucristo. ¡Mira con qué gloria fue ésta, con la que Dios incluso antes que los hombres compensó a su Esposa por aquel insulto que sufrió por amor a él! ¡Enviar un ángel para que la cuide, con el regalo milagroso, y además convertir a su burlador por sus propios méritos! Pero mientras tanto, hay dos cosas que puedes aprender de este hecho. La primera, que la piedad, la virtud y la religión siempre han sido objeto de burla para los libertinos: así, si eres verdaderamente religioso, virtuoso, piadoso, también serás ridiculizado por los libertinos; y quizás ya lo hayas probado por experiencia. ¿Pero qué estás haciendo? ¿Qué haces cuando se ríen de ti y te sientes escrupulosamente gravado, porque vives retraído, sereno, lejos de los peligros de perder tu inocencia? No sé qué vas a hacer, sé que si te dejas llevar por estas burlas y disminuyes el ritmo en el cuidado de ti mismo y en el ejercicio de la piedad, estás acabado. 

Si Santa Dorotea se hubiera dejado vencer por aquel chiste de Teófilo, habría perdido su corona de mártir. Lo segundo que debes aprender es esto: que Dios te restaurará con honor inconmensurable por esa pequeña vergüenza que ahora tienes que soportar por los insultos de los malvados. Pero, ¿qué hará Dios para restaurarte y cuándo? ¿Hará tal vez maravillas y enviará a sus ángeles, como hizo con Dorotea? No tienes que esperar, porque él no te lo ha prometido. Lo que os ha prometido, y que debéis esperar con fe firme, es que en el día del juicio universal os compensará de los agravios sufridos por su amor alabándoos públicamente, no sólo ante todos los hombres que jamás existirán, sino ante los ángeles del cielo y aun ante los demonios del infierno. ¡Y entonces cuál será la confusión de vuestros burladores! cuál es tu gloria! Esta es la doctrina de San Pablo, quien enseña que cuando el Señor venga a juzgarnos, entonces cada uno recibirá de Él la alabanza que merece.



FIESTA DE SANTA DOROTEA

Considerad cómo, siendo Dorotea virgen de tal santidad, favorecida de Dios con muchos dones espirituales y muy aceptable a él por muchas excelentes virtudes; tal vez hubieras esperado que él llenara su vida de bienes, de glorias, de contentamientos mundanos; y en cambio hubo que verla abandonada por él mismo al perseguidor, quien la torturó y finalmente la mató con un método bárbaro de muerte. Tal vez os sorprendáis de esto, ni podáis comprender cómo es posible que Dorotea amara tanto al Señor, y que el Señor permitiera que Dorotea sufriera tanto. ¿Quizás no podría haberla liberado de Sapricio, salvada de los verdugos, salvada de la muerte? Bien podría haberlo hecho, ¿quién lo duda? pero si os sorprende que no lo haya hecho, es porque no conocéis el estilo ordinario con el que Dios suele tratar a sus elegidos. Así que apréndelo hoy, porque aprenderlo te será de gran utilidad. Dios quiere que todos seamos salvos: pero con la condición de que primero nos conformemos con su divino Hijo; es decir, quiere que imitemos a Cristo en la vida, para que luego seamos semejantes a él incluso después de la muerte, para que él pueda estar en el cielo entre nosotros, casi como el primogénito entre muchos hermanos. Ahora bien, ¿qué fue, les pregunto, la vida de Cristo en la tierra? Ya sabes cuál. Nació de una madre muy pobre, en pleno invierno, en un establo, entre dos animales: vivió muy pobremente hasta los treinta años, trabajando en un taller, desconocido para todos, muy obediente a María y a José: después predicó, peregrinó, luchó; hasta que vino a morir en una cruz, en medio de amargos dolores, entre los insultos de sus enemigos, sin consuelo abandonado por el cielo y la tierra. Éste, sin embargo, es el ejemplo que todo aquel que quiera salvarse debe copiar en sí mismo; Santa Dorotea tuvo que amoldarse a este ejemplo con sus sufrimientos para entrar al cielo; Para entrar en el cielo también vosotros tendréis que seguir este ejemplo con vuestros sufrimientos. Ahora sabrás cuán equivocadamente te has quejado quizás varias veces, lamentando haber nacido pobre, innoble, oscuro; de estar afligido por enfermedades, por dolores; obligado a trabajar duro; sudar; luchar; a veces faltan las cosas más necesarias. Te quejas y en cambio debisteis haber dado gracias a Dios, que, haciéndoos sufrir, os dio la oportunidad de ganar el paraíso. ¡Ah! Ya que el Señor hoy os hace comprender la necesidad y el valor del sufrimiento, mirad a Cristo en la cruz, mirad a Dorotea tan cruelmente torturada: y de esta visión sacaréis el valor y la fuerza para sufrir con resignación y paciencia, para volver a morir, si es necesario, por amor de Dios. ¿Y por qué no sufrirías voluntariamente? pensando que tenía que sufrir hasta Cristo, para poder entrar en su gloria.


(Tomado del libro “Manuale per le sorvegliatrici e per le assistenti nella Pia Opera di Santa Dorotea”, por el Abad Antonio Fontana. Impreso en la Tipografía Motta de M. Carrara, Santa Margaria No. 1112, Milán, Italia. Año 1862). 

Colaboración de Carlos Villaman 

miércoles, 5 de febrero de 2025

LA SAGRADA COMUNIÓN EN COMPAÑÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

 

LA SAGRADA COMUNIÓN

EN COMPAÑÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


Por Un Padre Redentorista


Octava edición

EDIT. EL PERPETUO SOCORRO

Manuel Silvela, 14.

Madrid, 1944.


I. - ANTES DE LA COMUNIÓN


1.- ACTO DE FE

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Dentro de breves momentos voy a recibir en mi alma a Jesús, vuestro divino Hijo. Venid Vos misma a prepararle en mi corazón una digna morada. Vedme postrado de rodillas ante vuestra sagrada imagen, para mirarla con devoción y meditar los misterios que encierra. Quiero contemplarla como preparación a la sagrada Comunión, y acción de gracias después de tan grande beneficio. ¡Qué escena tan divina! María estrecha dulcemente a Jesús contra su corazón, y Jesús descansa amorosamente en el regazo de su madre ¿No es esto una hermosa figura de la sagrada Comunión? Sí, porque yo también estrecharé dentro de poco a Jesús contra mi corazón, y en él vendrá a morar mi dulce Redentor... Yo lo creo, Madre mía; pero ayudad mi fe, demasiado lánguida Veo resplandecer en vuestra frente una estrella luminosa. Que vengan a posarse en mi mente algunos de sus rayos, para que, iluminada de vivo fulgor, comprenda la sublimidad y grandeza de este pensamiento: ¡Un Dios quiere venir a mí! ¡Jesús Sacramentado quiere morar dentro de mí!


2.-ACTO DE ESPERANZA

Con sólo pronunciar vuestro nombre, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! se despierta en mi corazón vivísima confianza. Si sois Perpetuo Socorro, ¿no debo esperar que, en esta Comunión me alcanzaréis de vuestro divino Hijo imnumerables gracias? ¿Y no es vuestra imagen una prenda de esperanza? Jesús contempla a su derecha al Arcángel San Miguel, que le presenta la lanza y la esponja empapada en hiel; a su izquierda ve al Arcángel San Gabriel que le muestra la cruz y los clavos que han de atravesar sus pies y manos. Jesús se horroriza ante la visión terrible, se arroja, tembloroso, en vuestros brazos, como buscando refugio en vuestro seno, y sus manecitas aprietan fuertemente vuestra mano derecha. Pero ya entiendo el misterio. También yo, a imitación de Jesús, quiero buscar refugio en Vos, para acercarme al sagrado banquete con menos indignidad. Como Jesús, también quiero poner entre vuestras manos las mías, descansar confiado en vuestro seno y acercar mi corazón al vuestro. Y viendo Jesús la confianza que en Vos tengo, antes que mi indignidad, mirará vuestros méritos, y se dará a mí por entero con todos sus tesoros. 


3.-ACTO DE AMOR

¡Oh Dios mío! ¡Cuán dulce amor abrasaba el corazón de María al estrechar a Jesús contra su pecho! ¡Qué arrebatos de amor en aquellos tiernos abrazos! ¡Qué deliquios en aquellos besos de madre! Quisiera, Madre mía, sentir en mí una chispa siquiera de ese incendio sagrado. Al tener a Jesús dentro de mí quisiera decirle que le amo sobre todas las cosas, dándole al mismo tiempo un beso de amor. Pero, ¡ay, cuán frío es mi corazón! Vos, Madre mía, habéis de abrasarlo con la llama de vuestra caridad. ¡Qué! ¿me negaréis esta gracia? No es posible, porque me amáis demasiado; veo pintado este amor en vuestra imagen. Veo, en efecto, que vuestros ojos se dirigen hacia mí más bien que hacia Jesús. Parece como si, olvidada de vuestro Hijo, me quisierais decir con ese dulce mirar: «Nada temas, pobre alma, porque pienso en tí, y te daré socorro y amor.»


4.-ACTO DE DOLOR

¡Cuán dulce esperanza y amor me inspira vuestra mirada! Pero, ¡ay de mí! ¿Qué es lo que veo? Flota sobre ella indecible tristeza, y parece que una lágrima se asoma a vuestros ojos. Ya os entiendo, Madre mía. Es que lloráis al ver a los Angeles que presentan a Jesús los instrumentos de la Pasión, y entonces vuestra mirada se dirige hacia mí para reprenderme. Sí lo comprendo. Yo soy el que con mis pecados he crucificado a Jesús; yo el que le he dado a beber hiel y vinagre; yo el que he traspasado su corazón. Perdonadme, Jesús mío, pues me arrepiento con todo mi corazón de haberos ofendido a Vos, bondad infinita, y tomo la firme resolución de no volver a ofenderos en lo porvenir. También de Vos, ¡oh María!, imploro perdón y misericordia, porque si mis pecados han traspasado el corazón de Jesús, también han herido el vuestro.


5.-ACTO DE DESEO

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Ha llegado la hora dichosa de recibir a vuestro Hijo bendito en la morada de mi corazón. Un instante, no más, y vuestra dicha será, en parte, mi ventura. Porque así como os veo con Jesús en los brazos, también yo lo recibiré en mi pecho, y me abrazaré con él estrechamente, para no scr sino una sc- la cosa con él. Venid, pues, Dios mío; venid pronto a mi corazón. Es verdad que está sucio y manchado; pero me da confianza la Virgen del Perpetuo Socorro. No miréis mis pecados, sino más bien los méritos y súplicas de vuestra Madre ¡Oh María Santísima! Quiero recibir a Jesús de vuestras manos, como lo recibieron un día los Pastores y los Santos Reyes Magos. Decidle que os amo y os entrego mi alma, que así él me mirará con más cariño ahora que va a venir a mi corazón.



II. - DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO

Vedme aquí, benigno y dulcísimo Jesús, postrado de rodillas en vuestra presencia. Os ruego y suplico con todo fervor de mi alma, que imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y amor, junto con un firmísimo propósito de enmendar mis culpas; mientras con grande afecto y dolor mío considero y contemplo mentalmente vuestras cinco llagas, teniendo presente lo que de Ti, oh buen Jesús, dijo el profeta David: "Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos."


ANIMA CHRISTI 

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame. 

Agua del costado de Cristo, lávame. 

Pasión de Cristo, confórtame.


¡Oh, buen Jesús!, óyeme. 

Dentro de tus llagas, escóndeme. 


No permitas que me aparte de Ti. 


Del maligno enemigo, defiéndeme. 

En la hora de mi muerte, llámame. 


Y mándame ir a Ti. Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.



CORONA EUCARÍSTICA

Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por la alegría que experimentó tu corazón, cuando tu Hijo divino te reveló el misterio de la Eucaristía, haz que mi alma salte de gozo, cuando Jesús me abra las puertas del sagrario y me invite a su banquete de amor. 

-Ave María.


Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por aquella inmensa caridad con que te complaciste en que tu Hijo divino nos diera el cuerpo sagrado que de tí recibió, y permaneciera en el tabernáculo, prisionero de amor, concédeme la gracia de que sea mi cuerpo por la pureza, santuario de su divinidad y mi corazón por la humildad, víctima de su caridad. 

-Ave María.


Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por aquellos deliquios celestiales que sintió tu corazón, cuando por vez primera viste la hostia santa y abriste tus labios y la recibiste en tus purísimas entrañas, dadme la gracia de que mi alma salte de gozo santo en este momento en que va a tener la misma dicha que tuviste tú. 

-Ave María.


Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por aquel fervor inefable con que todos los días recibías la Sagrada Comunión, haz que todos los días venza yo la pereza de mi carne, la vana opinión del mundo y la vanidad de los negocios terrenales y venga a asistir al sacrificio del Altar y alimentarme de la divina Eucaristía.

-Ave María.


Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por la paz celestial que inundó tu espíritu, cuando herida de la caridad y próxima a salir de este mundo, recibiste a tu Jesús que venía a consolarte y a darte la última gracia con el sagrado viático, concédeme la gracia de que, cuando llegue mi última hora, tenga el consuelo de recibir también a Jesús y que El con el viático de sus consuelos y de su amor me lleve de los brazos de la muerte al trono del cielo. 

-Ave María.


JACULATORIA FINAL

Bajó mi Jesús del cielo al seno de María.., del seno de María a sus brazos santísimos... Y ahora, Madre del Perpetuo Socorro, me lo das, porque me amas... me lo ofreces para que sea mi divino socorro... Es el mejor don de tu socorro perpetuo... Jesús y tú, Madre del alma, tenéis los ojos puestos en mí, y yo no lo quiero poner más que en estos dos divinos amores... Ángeles que contempláis a Jesús en los brazos de María, acompañadle ahora que viene a mí, y, como celestiales centinelas, poneos a la puerta de mi corazón para que no entren pensamientos terrenales... Jesús dentro de mi corazón. Corazón mío, ábrete... Madre mía, mírame... Jesús mío, ven... Que esta santa Comunión bajo la mirada de mi Madre del Perpetuo Socorro, guarde mi alma para la vida eterna... Así sea.


ACORDAOS

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benigna mente. Amén.


jueves, 30 de enero de 2025

TRIDUO DEL ENFERMO A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

 

TRIDUO DEL ENFERMO A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


Con la debida licencia

PP. Gerardo Duque

Manuel García Blanco


Tercera Edición

Tirada: 50,000 ejemplares


Librería Gerardo Mayela

Emiliano Zapata 60-B

06060-México, D.F.

Tel. 522-55-56


MONCION 

SENTIDO DEL DOLOR

"Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis" Luc. 6,21. Cristo es nuestro Salvador. El nos libra no sólo del pecado y de los males morales, sino también de todo otro tipo de mal: su salvación es integral y se extiende a todo lo negativo que pudiera haber en el hombre. Y sin embargo también El ha dicho: Bienaventurados los que sufren, los que lloran, los pobres.. Y es que el sufrimiento tiene una misión en nuestra vida, lo mismo que en la de Cristo; por él glorificamos al Padre, dejamos caer la gotita de nuestra cooperación en el torrente de la Redención y, unido al de Cristo, expiamos y merecemos por nosotros y por los demás. Jesús nos librará del dolor siempre que esa liberación, en el plan de su Providencia, contribuya a nuestro mayor bien. Por eso quiere medicamentos para curarnos; por que usemos de la ciencia y de los eso quiere que acudamos a El para sanarnos; por eso sobre todo ha puesto a la vera de nuestro camino a la Enfermera Celestial, a su Santísima Madre y Madre de toda la Iglesia, para que nos dé la salud del cuerpo, si nos conviene y si no, consuelo en nuestra enfermedad y fortaleza cristiana para sobrellevarla.



Por la señal, etc.

Acto de contrición


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS 

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, celestial Enfermera y Médica divina de los que sufren! tú conoces las miserias y enfermedades de la Humanidad doliente y los dolores de mi existencia. A ti acudo lleno de confianza: soy un enfermo apenado por el sufrimiento de la dolencia que me aqueja, y humilde me postro ante tus maternales plantas. La mano del Señor me prueba con esta enfermedad; las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a qué puertas llamar en mi desconsuelo. Porque los hombres son impotentes para remediar mi mal; no me entienden, me olvidan y abandonan. Los elementos y las medicinas no me sanan, no alivian mis sufrimientos. Tu Hijo Jesús, que llevas en los brazos, al mirarme me dice que a ti me llegue con la esperanza de tu consuelo. El puso en tu Corazón los tesoros de su bondad, y en tus manos las riquezas de su poder. Por eso, Jesús aprieta tus manos, para hacerte Madre del Perpetuo Socorro nuestro, depositando en ellas su poder y su misericordia. Eres, pues, oh María, mi Socorro y mi segura protectora, porque eres Madre de Dios y Madre compasiva y buena, que quiere mi salvación. Descienda de tus manos bondadosas el bálsamo del alivio y de la curación sobre mi cuerpo dolorido, o el consuelo espiritual sobre mi alma, si el dolor sigue purificando mi vida. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, porque eres la salud de los enfermos, socórreme; porque eres la Dispensadora de todas las gracias, ayúdame; porque eres el Consuelo de los afligidos, consuélame en mi tribulación. Amén.


DÍA PRIMERO

CONSIDERACIÓN 

Eres Madre, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro! Madre de Jesús, Madre de la Iglesia y Madre mía. Que eres Madre de Dios, me lo dicen esas letras misteriosas que están al lado de las mejillas del precioso Niño que descansa en tus brazos, y que es Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, que murió en la Cruz para salvarnos. Que eres Madre de la Iglesia y Madre mía, me lo dice esa tu mirada bondadosa que diriges hacia todos y hacia mí en particular. Y porque eres Madre de Dios y lo puedes todo, a ti acudo en demanda de protección. Sin más títulos que mis miserias, me atrevo a presentarme ante tu solio poderoso. Aquí te traigo escrito con lágrimas y con sangre el memorial de todas mis amarguras espirituales y temporales. Si se desvanecieron todas las esperanzas humanas, sólo me quedas tú. Ten, pues, piedad de mí, Señora y Madre de Jesús. Y porque eres la Madre de la Iglesia deja experimentar tu poder sobre ella y en particular sobre este miembro dolorido que a ti se acerca. Al tiempo de la Encarnación del Hijo de Dios, fuimos por Ti engendrados, y en el dolor y el amor nacimos al pie de la Cruz. Ahora, Madre, me miras compasiva; y si no tienes brazos donde puedas llevarme, déjame que arrime mi frente a tu Corazón maternal y te cuente mis penas y te diga mis terribles males. Pero los hijos no necesitan emplear muchas palabras para que las madres se den cuenta de los dolores que los agobian y de las penas que los ahogan. Mira, pues, Madre mía, a este hijo tuyo, a quien las lágrimas han arrastrado hasta Ti. Mírame y verás en mis ojos la honda tristeza que tengo por los males y sufrimientos que me da esta enfermedad. Nunca con más razón que hoy te digo: Madre mía, Tú sola después de Jesús eres quien me puede curar. ¡Oyeme y cúrame! En tus manos y en las manos de tu divino Hijo pongo mi salud y mi enfermedad.

(Tres Avemarías).


CURADO INSTANTÁNEAMENTE DE LA GARGANTA

Eran las nueve de la noche cuando siente mi yerno que se le obstruía la garganta y cada vez se ponía peor. La angustia del enfermo al ver que a cada momento tenía más dificultad para respirar se juntaba con la nuestra. Era una muerte lenta, pero al mismo tiempo una de las más dolorosas. Las horas iban pasando y a medida que pasa- ban se iba agravando el enfermo y todos comprendimos que se moría sin remedio. Todo era llanto en la casa y era de ver a sus hijos cuya pena traspasaba el alma. Llamamos al doctor, pero con su visita lejos de aliviarse se empeoró. Nada nos dijo, pero comprendimos que en lo humano nada había que esperar. En aquel momento mi pensamiento voló hasta mi Madre del Perpetuo Socorro. ¡Le debo tantos favores! ¿Por qué no me iba a hacer también aquél? Caí entonces de rodillas ante su Cuadro y con gemidos del alma le pedí no dejara a mis nietos sin papá, que tanto lo necesitaban. Sentir la asfixia del enfermo me partía el alma de dolor; y el imaginar a aquellas pobres criaturas sin padre, duplicaba mi confianza en el socorro de mi Madre del cielo. Y pedía yo y seguía pidiendo con una confianza, que bien sabía no podía dejar de ser atendida por la más cariñosa de las madres. Y así fue. Al punto fueron escuchadas mis plegarias y el enfermo desde aquel momento pudo hablar y se alivió completamente. Y no hubo más medicina. Todo lo había hecho Ella, mi Virgen del Perpetuo Socorro. 

Gracias amorosa Madre.


INVOCACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS 

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Eres la Abogada de todos los que sufren; Reina y Madre de los enfermos. En estas horas de mí dolor vuelvo hacia ti mis ojos suplicantes para depositar en tus manos misericordiosas mi cuerpo dolorido y mi alma atribulada. Eres mi Esperanza en la enfermedad que me aqueja, ¡mi dulce Socorro! Aquí me tienes, cargado con el dolor; te llamo en mi desconsuelo. Tú sabes lo que son penas y cómo punzan las espinas del sufrir. ¡Si eres tú la Madre de los Dolores! Contemplando tu santa imagen, me veo en tus ojos tristes de tanto penar: porque tienes delante la Cruz y los instrumentos de la Pasión de tu santísimo Hijo, y porque ves los sufrimientos de tus hijos, los pobres enfermos, y te compadeces de sus dolores. Lloras tú, Madre mía, cuando oyes el ¡ay! de mis labios por los sufrimientos de mi dolorido cuerpo. Lloras, cuando ves cómo asoman a mis ojos las lágrimas, que suben de mi corazón convertido en mar de profundas tristezas. Lloras, cuando mis miembros se estremecen entre las garras del dolor, cuando la muerte me amenaza con su fría presencia. Por eso, a ti acudo y te llamo en estas horas de mi dolor. Oye mis súplicas, que salen de un corazón que te ama y en ti confía. ¿No eres tú la que va por el mundo derramando las maravillas de tus milagros y el consuelo de tus misericordias? ¿No eres tú la madre en quien Jesús encontró consuelo cuando los ángeles le recordaban los tristes días de la Pasión? A ti Madre buena, Médica divina, Enfermera celestial, levanto mi voz y te digo. Ayúdame.


PRECES LITÁNICAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en las largas horas de mi dolor y en las noches interminables de mi tribulación.


R/: ¡Madre del Perpetuo Socorro, ayúdame!


En los momentos amargos en que la ciencia duda y el dolor aprieta.


En las horas inquietantes de operaciones graves.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, cuando la fiebre consuma mi cuerpo y lo deje extenuado, sin fuerzas y tiemble ante la muerte.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, para que la enfermedad con sus dolores desaparezca ante tu presencia y sienta pronto el bálsamo de la salud.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, para que sienta el consuelo de tu mirada y la dulzura de tus besos de Madre buena.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, para que en la salud y en la enfermedad te llame Madre y me acuerde siempre de ti.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, para que por todos los que sufren: seas proclamada Madre y Consuelo de los enfermos.


SÚPLICA FINAL

¡Oh María, Virgen del Perpetuo Socorro! Por tu bondad maternal, escucha y consuela a tus enfermos, que son tuyos por el dolor. 


¡Madre del Salvador! Ruega por nosotros.


¡Dulce Corazón de María! Ayúdame a salvarme.


¡Salud de los enfermos! Ruega por nosotros.


Por los triunfos gloriosos de tu Inmaculada Concepción, protégenos, ayúdanos, sálvanos.


¡Oh María!, Consoladora de los afligidos, ten misericordia de nosotros.


¡Madre del dolor, Madre del amor! Muestra que eres mi Madre.


¡Santa María! Líbranos de las penas de la enfermedad y del dolor.



DÍA SEGUNDO

CONSIDERACIÓN 

Eres Socorro, ¡oh Virgen Santísima!, como tú misma te dignaste llamarte al revelar tu nombre a aquella niña en Roma, cuando te apareciste para pedir expusieran tu imagen santa a la veneración de los fieles. Socorro del mundo, porque por disposición divina eres Dueña de todos los bienes y Dispensadora de todas las gracias. Con tu gran siervo San Alfonso María de Ligorio exclamaré: "Todo lo bueno que de Dios recibimos, lo recibimos por la intercesión de María"; y con el santo Pontífice Pío X: "Confesemos que es María Madre de misericordia, porque todos los bienes y todas las gracias que Dios concede a los hijos de Adán, dispuso la divina Providencia que pasaran por las manos de la Virgen Santísima". Por eso, vengo a tus plantas a suplicarte, ¡oh Virgen compasiva!, que me concedas el milagro que te pido con las lágrimas de mi corazón; cura, ¡oh Señora!, mis dolores, remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de amargura por los sufimientos de la enfermedad que me aqueja noche y día. ¡Socórreme! ¡Oh, si yo pudiera decir: Por la Virgen del Perpetuo Socorro me vinieron todos los bienes de la gracia y la salud y la vida. Si todas las puertas se me cierran, la puerta de tu Socorro se me abre para introducirme en los infinitos tesoros de tu poder y misericordia. Es verdad que tengo momentos en que la tristeza y la desesperación me ahogan; pero confío en tu Socorro ¡ Madre buena! Descienda sobre mí el rayo de tu poder y el bálsamo de tu misericordia; que se acaben los amargos dolores de mi enfermedad. ¡Socórreme, Virgen mía!

(Tres Avemarías).


CURA EL CUERPO Y SANA EL ALMA

Una vez más la Virgen había mostrado con hechos que Ella es Perpetuo Socorro del cuerpo y del alma. Aquel niño de seis años se moría en la ciudad de Puebla. Una calentura de 40° le estaba llevando al sepulcro. El niño deliraba en el ardor de la fiebre y el doctor no conseguía de ninguna manera que se le retirara. Yo, como socia del Perpetuo Socorro, en Ella tengo puestos siempre mis amores y mis esperanzas. Comprendí que Ella o nadie le salvaba la vida y su mamá estaba de acuerdo conmigo. Entonces caí ante su bendito Cuadro y poniendo en mis plegarias toda la fe de que fui capaz, pedía a mi bendita Madre, que hiciese ese milagro. Y lo hizo. Al amanecer del día siguiente el niño a quien dábamos como perdido, estaba bueno. El milagro era manifiesto y tanto que su mamá, alejada como vivía de Dios, se convirtió al verlo y volvió al buen camino. También esto fue obra de la Reina del cielo que todo lo puede. Sólo me resta decirte, oh Madre, una palabra de lo íntimo del corazón: Gracias.



DÍA TERCERO

CONSIDERACIÓN 

Eres Perpetuo Socorro de la Humanidad, porque eres Madre de Dios y Madre de los hombres. Todos, al nacer, levantan los ojos y ven en ti a la Madre querida, que aplastó la cabeza de la infernal serpiente; y triunfadora, eres causa de bendición para todas las generaciones. Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos desde que, predestinada para ser Madre nuestra, todos los días y en todos los instantes tus manos benditas van dejando caer sobre el mundo la lluvia de gracias divinas y favores celestiales, hasta que, terminado este mundo, tu nombre sea alabado y bendecido por los bienaventurados del Cielo. Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida, porque niños y ancianos, hombres y mujeres, en sus afanes y en sus luchas, en sus inquietudes y trabajos, sienten tu protección segura al invocarte. Eres Perpetuo Socorro en las penas de la vida, cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor en la enfermedad, o de la tribulación el espíritu débil y atemorizado. Por eso, acudo a ti, oh Madre del Perpetuo Socorro, para que me socorráis presto en la enfermedad que me acongoja. Una y mil veces clamaré por tu Socorro hasta que al fin oigas compasiva mi angustiosa voz. Tres días he venido a reclamar Socorro, ¿quedaré desconsolado? Sólo tú me puedes consolar. Si es voluntad de Dios, cúrame, sáname. Que no se diga que tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mis sufrimientos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de tu nombre, que llena el mundo y ha consolado a tantos desgraciados y a tantos enfermos curado, mírame y sálvame. Soy un enfermo que en ti confía.

(Tres Avemarías).


LA VIRGEN LIBRA DE LA CEGUERA A UNA RELIGIOSA

Es una religiosa la que lo cuenta.

Gracias doy a la Virgen del Perpetuo Socorro porque Ella fue la médica celestial que me curó en mis dolencias. Un peligro grave me amenazaba y era de lo más triste que podía pasarme en la vida, ya que de un momento a otro podía quedarme ciega. Si es verdad que todas las dolencias son penosas, ninguna como la ceguera. Yo me imaginaba en mi convento sin poder dar un paso por mí misma, siendo molesta a todas las que me rodeaban, aunque la caridad sin duda ninguna dulcificaría mi situación. ¿Qué había sucedido? Me habían operado de cataratas y después de la operación me vino un fuerte derrame. Los médicos me comunicaron el triste presentimiento y comprendiendo yo que pocas esperanzas me quedaban en lo humano y pensando en el triste porvenir que me aguardaba, puse toda mi confianza en mi Madre del Perpetuo Socorro. La llamé con la plena seguridad de que Ella no me abandonaría. ¡Madre mía! le repetía en mi angustia, aunque poco, pero que no deje de ver; Tú lo puedes remediar. Sentí que la Virgen me oía. En efecto, ha pasado el peligro. No fue obra de la ciencia fue milagro del cielo. Fue mi Madre la que una vez más se mostró espléndida en sus bondades con su hija, que cada día quiere amarla más en prueba de agradecimiento eterno.



ORACIÓN DEL ENFERMO

(Expresión tradicional)

Tú que del triste mortal

eres salud y esperanza,

de tu Hijo, Virgen, alcanza

la curación de mi mal;

y si este bien temporal

no conviene al alma mía,

dame paciencia, oh María,

hasta que llegue el momento

en que de males exento

goce de eterna alegría.


Colaboración de Leo Olguín Calderón 

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...