martes, 13 de marzo de 2018

NOVENA A LA ENCARNACIÓN DE NUESTRO SEÑOR



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EJERCICIOS DEVOTOS PARA LOS NUEVE DÍAS ANTES DE LA PURÍSIMA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS, JESUCRISTO SEÑOR NUESTRO

COMPUESTO POR SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

DÍA PRIMERO,
que será a diez y seis de marzo

MEDITACIÓN

Crio Dios en el principio el Cielo y la Tierra, y este primero día crio esta hermosa primicia de las criaturas, diciendo: Hágase la luz, y dividió de las tinieblas, poniéndole por nombre día, porque vio que era buena. Ésta fue la primera criatura que hizo que en estos nueve  días diese la obediencia a su purísima Madre, Reina de la Luz, y luz más refulgente, sin las tinieblas del pecado. Si la luz es vasalla de María Santísima, y ésta no pudo sufrir la compañía de las tinieblas, y Dios la segregó y apartó de ellas, haciéndola de naturaleza incompatible con su obscuridad, ¿cómo la reina de las luces y de todo lo criado pudo jamás compadecerse con la obscura tiniebla de la original culpa? Alegrémonos mucho de este sin par privilegio suyo, y demos la enhorabuena de su luciente y pura Concepción, diciéndola:

OFRECIMIENTO

Reina de la Luz, y luz más bella que el material, pues ilustráis los Cielos con vuestro resplandor, ilustrad nuestras almas con vuestros dones; y pues sois la más cercana a la Luz indeficiente e inaccesible de la Divina Esencia, alcanzadnos un rayo de ella que ilumine nuestros entendimientos para que, sin las tinieblas de la humana ignorancia, contemplemos las cosas celestiales. Madre nuestra sois; vuestro Apóstol nos manda que andemos con la luz para ser hijos de la luz; haced, Madre ternísima, que nuestras obras, hechas con la luz de vuestros influjos, luzcan a la de vuestros divinos ojos, y a la de vuestro Hijo, y Señor nuestro, para que, teniendo aquí la luz de su gracia, allá gocemos la de su Gloria.

EJERCICIOS

En este día, lo primero, en viendo salir la luz, bendígase su Autor, que tan bella criatura crió, y agradézcasele con rendido corazón, no sólo el haberla criado para nuestro provecho, sino el haberla hecho vasalla de su Madre y nuestra abogada. Óigase misa con la devoción posible, y el que pudiere, ayune; y para dar gracias a Dios, se dirá el cántico: Benedecite omnia opera Domini Domino. Y en el verso: Benedecite lux, et tenebrae Domino, entiéndase que no sólo deben alabar a Dios los justos, que son como la luz, sino los pecadores, que son como las tinieblas; reconózcase tal cada uno, y duélase de haber añadido, sobre la culpa original, tinieblas a tinieblas y pecados a pecados; humíllese y advierta   cuán vil polvo es; proponga la enmienda, y para que la Luz purísima de María se la alcance, récela una salve y nueve veces la Magnificat, boca en tierra; y procure todo este día de la Luz huir de todo pecado, aun en sombra; absténgase de las impaciencias, murmuraciones, y sufra con paciencia aquello que más le repugnare a su natural. Si fuere día de disciplina de Comunidad, con ella basta; si no, se podrá hacer especial.
Los que no saben leer latín, rezarán nueve salves boca en tierra y ayunarán si pudieren; y si no, harán un acto de contrición porque el Señor les de luz para acertar a servirle, como les dio luz material para vivir. En este día absténganse del primero de los pecados, que es Soberbia, y hagan actos de humildad, porque al día primero corresponda la primera virtud y sea desterrado el primero y capital de los vicios.


DÍA SEGUNDO

MEDITACIÓN
En el segundo día dijo el Señor: Hágase el Firmamento en medio de las aguas, y divida las aguas que están sobre el Firmamento, de las que están debajo del Firmamento; e hízose así, y llamó al Firmamento, Cielo. Ésta fue la segunda obra de aquella Potencia infinita y Sabiduría inmensa; y ésta fue también la que postró su hermosa máquina ante las virginales plantas de Su Madre en estos misteriosos días; porque sola entre los hijos de Adán fue, como el Firmamento, criada entre las cristalinas corrientes de la gracia, sin tener parte que estuviese fuera de ellas ni que pudiese ocupar la mancha del pecado; sino toda pura, toda limpia, como entre aquellas aguas vivíficas. No hay cosa más pura y limpia que el agua, pues, aunque la echen dentro mil inmundicias, ella sola las desecha y se purifica; y no sólo a sí, pero tiene esta particular propiedad de lavar y purificar lo que en ella se echa. Así nuestra gran reina, no sólo fue purísima y santa, sino que es el medio de nuestra limpieza y santificación. Si miramos las propiedades del Firmamento, ¿qué cosa más asimilada a su milagrosa constancia?, ¿qué cosa más firme? A quien ni el común vaivén de la culpa original hizo caer, ni los combates de las tentaciones hicieron titubear. Pero aun (mirando a otro viso las aguas) entre las corrientes y tempestades de las humanas miserias, entre las borrascas y tormentas de la dolorosa Pasión y Muerte de su Santísimo Hijo y nuestro amantísimo Salvador, entre las olas de la incredulidad y dudas de los Discípulos, entre los escollos de la perfidia de Judas y los bajíos de tantos tímidos corazones, siempre conservó su firmeza, no sólo firme sino hermosa como el Firmamento, el cual (según los matemáticos) tiene esta excelencia más que los demás Orbes: y es que no sólo está bordado de innumerables estrellas ?tantas, que son todas las que vemos, sacando sólo siete planetas?, sino que las que tiene, todas son firmes y fijas, sin moverse, y en los otros cielos (con tener sola una) es errante; y siendo tan hermoso y transparente, goza estos más privilegios que no tienen los otros. Así María Santísima, no sólo fue purísima en su Concepción transparente y lucida, sino que después la adornó el Señor de innumerables virtudes, que adquirió para que como estrellas centelleasen y bordasen aquel bellísimo Firmamento; y no sólo las tuvo todas, pero todas fijas, todas inmobles, todas con orden y concierto admirable; que si en los demás hijos de Adán vemos algunas virtudes, son errantes, no fijas: hoy las tenemos y mañana las perdemos; hoy es una, mañana es otra; hoy luce, mañana se obscurece. Alegrémonos de esta prerrogativa suya, y digámosla:

OFRECIMIENTO

Señora, honra y corona de nuestro humano ser, Firmamento divino donde están las estrellas de las virtudes fijas: Dadnos los benignos influjos de ellas a vuestros devotos, para que con vuestro favor nos alentemos a adquirirlas; y esa luz, que participáis del Sol de Justicia, comunicadla a nuestras almas, y fijad en ellas vuestras virtudes, el amor de vuestro precioso Hijo y vuestra dulcísima y ternísima devoción y de vuestro dichoso esposo, mi Señor y abogado San José; fijad y arraigad   [p. 481]   los santos propósitos que vuestro Hijo, Nuestro Señor y Salvador, nos inspira, para que poniéndolos en ejecución, con perseverancia, en esta vida, merezcamos en la otra la perpetuidad de vuestra amable compañía, donde por toda la eternidad nos gocemos de ver vuestra grandeza y alabemos al Señor, que para ella os crió para bien nuestro.

EJERCICIOS

En este día se hará todo lo que, en el pasado, menos el cántico, que hoy será el salmo de Laudate Dominum de Coelis, convidando a aquellos Orbes celestiales a que, con la armonía de sus giros, con el concierto de sus movimientos y con la variedad de sus influjos, alaben al Señor que los crió para alfombra de su Madre y que trocó su estrellada majestad y lucido solio por las entrañas virginales de este abreviado y más digno y hermoso Firmamento. Pondérese esta fineza del Divino Verbo con un poco de atención, pues por rudo ingenio que uno sea, si lo piensa despacio, hallará siglos que meditar. Dígase al fin de todos estos días el Evangelio: In principio erat Verbum, y en llegando al Verbum caro factum est bese la tierra postrado, y dé al Señor gracias de que se hizo hombre y hermano nuestro. ¡Oh, fineza, quién te supiera ponderar, para saberte agradecer!
Los que no supieren leer latín, rezarán la Corona, suplicando a nuestra gran reina se digne de aceptarla, deseando que sea a sus ojos tan lucida y rica como la que el Firmamento la da de estrellas; y para que le sea más agradable, se abstendrán en especial del pecado de la Avaricia, que es el segundo; y procurarán la virtud contraria, que es la Largueza, dando alguna limosna conforme a su posibilidad. ¡Oh Señora, quién participara de tu largueza!




DÍA TERCERO
MEDITACIÓN
En el tercero día dijo Dios: Congréguense las aguas que están debajo del cielo en un lugar, y aparezca  la Tierra seca. Hízose así, y llamó Dios este globo ponderoso, Tierra; y a la congregación de las aguas, Mar; y vio Dios que era bueno y dijo: Produzca la Tierra verde yerba, de que haya semilla, y árboles que den fruto según sus especies; e hízose así, y fue hecho el día tercero. En éste aparecieron en sus sitios esas dos portentosas criaturas: Tierra y Mar; y en este día dieron la obediencia a su reina, y de todo lo criado, postrándose a aquellos virginales pies los elementos. ¿Qué mucho, si los deseaban besar los altos y supremos Cielos? Alegráronse las aguas congregadas, de ser símbolo de la congregación de las virtudes y excelencias de María Santísima, mare magnum de todas las grandezas, y de que su nombre fue (mudado el acento) el mismo que el de aquella suprema Reina y Señora nuestra, pues es su nombre María y el de la gran Señora, María, que así convino para mostrar el Señor en el nombre de María breve, y en el de María, largo, que el Mar con todas sus grandezas, con lo corpulento de sus olas, con lo cóncavo de sus cavernas, con lo oculto de sus mineros, con la variedad de sus monstruos, con lo admirable de sus flujos y reflujos, y en fin, con lo espantoso de su vastísimo cuerpo, comparado al mar de las elevadas virtudes de María, es breve, es estrecho y no digno de simbolizarlas. Admiróse la Tierra, venerando aquel celestial fruto, y extrañó que pudiera ser suyo, sabiendo que después que la esterilizó la culpa, sólo sabía producir espinas y abrojos de pecadores; y así, se admiraba de ver a la purísima y fresquísima Rosa de Jericó, a la hermosa Azucena de los Valles, toda cándida y limpia, fecundada con el rocío de la Gracia y plantada entre sus corrientes, que, en vez de las espinas de la culpa, la servían de arqueros innumerables espíritus angélicos. Veíase envidiada de los vergeles del Cielo, que con haberse criado en ellos las puras substancias angélicas que brotan aquellos jardines eternos, nunca produjeron rosa igual a la belleza de esta purpúrea Rosa. Alégrese de simbolizarla en ser centro del Universo, como María Santísima lo es de las virtudes, y de ser llamada Madre Común de los Vivientes, como nuestra dulcísima Madre lo es con más propiedad. Besaba aquellas sagradas plantas, y envidiaban los Cielos su dichosa anticipación. Gloriábase de ser símbolo de la humildad admirable y de oírla llamarse polvo; recibía postrada aquel hermoso y sagrado Cuerpo y desquitaba, con esta dicha, la maldición de que en ella se arrastrase la Serpiente.
Señores y Señoras mías, amemos mucho la humildad. Si la que era toda Cielo, y Cielo más excelente que los cielos, se llamaba polvo, los que somos polvo, ¿qué haremos en confesarlo? Los nueve días pasarán. Quédenos siquiera de ellos este amor a la humildad. Mirad, Señores y Señoras, que siendo nuestra Reina el compendio de las virtudes, el archivo de las excelencias y la tesorera de toda la santidad, nunca se alabó de alguna, ni jamás las ostentó, y sólo de la humildad hizo como alarde, predicando de sí que era humilde; y no por modo de mortificación, como cuando se llamaba polvo y gusano, sino por modo de mérito, pues da por causal su humildad para su exaltación. Porque vio (dice) la humildad de su esclava: por eso me llaman bienaventurada todas las generaciones. Virtud de que María Santísima se precia, cómo la debemos apreciar los que deseamos ser sus devotos. De su Majestad fueron todas las virtudes, y todas en superlativo grado; pero ésta, por antonomasia, es la virtud de María. Mirad, Señores y Señoras mías, que quien no es humilde, parece que en vano quiere ser devoto de la Señora; no hay amor suyo sin humildad, porque ¿cómo puede ser que la misma humildad se sirva de la soberbia? No, hermanos y hermanas, quien no es humilde, o a lo menos lo procura ser, despídase de la Señora. Seamos humildes, pues somos esclavos de María; y porque no lo podremos ser sin su favor, digámosla:


OFRECIMIENTO

Señora mía, madre amorosa, mar de las perfecciones, madre de los vivientes, pues sola hacéis que con vuestra intercesión vivamos vida de gracia: Alcanzadnos vuestra virtud, que fue la humildad, de vuestro precioso Hijo, y apartad de nuestros corazones todo pensamiento de soberbia, amor propio, vanidad y deseo de honras de este   [p. 484]   mundo. Haced que aquí, a vuestra imitación y en obsequio vuestro, nos humillemos, para que allá, en vuestra compañía, seamos exaltados, donde nos gocemos de vuestras honras y privilegios, eternamente alabemos al Señor, que os los dio y nos honró vistiéndose de nuestra naturaleza en vuestras entrañas purísimas.

EJERCICIOS

Hoy se hará lo mismo; salvo que, por haber hecho hoy mención del Dulcísimo Nombre de María, rezarán su rezo de los cinco salmos, con atención a cuán misterioso es y se dirá el salmo 95: Cantate Domino canticum novum, pidiéndole a la Señora, que como Estrella del Mar, libre a los navegantes de los peligros de él, y como Señora de la Tierra sosiegue los temblores, que pocos años ha, con tanto terror nos amenazaron. Y pidámoslo también a nuestro abogado, el gloriosísimo Señor San José, en cuyo día sucedió el más espantoso de los que hemos visto.
Los que no saben leer latín, rezarán la Camándula: Dios te salve, Hija de Dios Padre, etc., darán gracias al Señor, porque crió la Tierra para que nos sustente; harán memoria de cómo somos hechos de ella, y en ella nos hemos de resolver; y con este pensamiento reprimirán, con especial cuidado, cualquier pensamiento deshonesto, que es el pecado de la corrupción, procurando su contraria virtud que es la Castidad; y ayudándola con ayunar en este día y huir de los objetos que nos pueden provocar a lo contrario; y si pudieren, traigan hoy cilicio.




DÍA CUARTO
MEDITACIÓN
Dijo Dios: Háganse dos luminares grandes para que luzcan en el Firmamento y dividan el día y la noche, y sean signos del tiempo, los días y los años, e iluminen la Tierra. El luminar mayor presidiendo al día, y el menor a la noche. E hizo las Estrellas y púsolas en el Firmamento, para que luciesen sobre la tierra y dividieran la   [p. 485]   luz y las tinieblas. E hízose así, y vio Dios que era bueno; y fue hecho el cuarto día. Salieron este día del ejemplar perfectísimo de la eterna Idea, a ilustrarse en el Universo, a manifestarse a la luz del Señor aquellas dos bellas criaturas: Sol y Luna, presidentes de todos los Orbes, y reyes de toda la república de las demás luces. Reconocieron también en este misterioso día a su divina reina, a quien antes en visos y figuras había vestido el Sol, calzado la Luna y coronado las Estrellas. Vieron ahora con pasmo el perfectísimo original del retrato del Apocalipsis. Vio el Sol a la que era más sola y escogida que sus luces, y la Luna a la que era más hermosa que su lucida candidez. Quisiérala vestir el Sol, como antes, pero hallábala iluminada del Sol de Justicia. Quisiera la Luna servirle de coturno, pero veía sus plantas elevadas, no sólo sobre el Empíreo, sino sobre todos los Coros Angélicos. Quisieran coronarla las Estrellas, pero coronábanla los rayos de la Divinidad de toda la Trinidad Santísima ¿Qué sería ver el modo con que aquellas luminosas, aunque insensibles, criaturas dieron la obediencia a su reina? Y la altísima sabiduría con que la gran Señora conoció todas las naturalezas y cualidades de todos aquellos luminares: sus influjos, giros, movimientos, retrogresiones, eclipses, conjunciones, menguantes, crecientes, ¿y todos los efectos que pueden producir en los cuerpos sublunares, con perfectísima intuición? ¿La generación de las lluvias, granizos, hielo y el espantoso aborto de los rayos? Sabiendo con clarísimo conocimiento todas las causas de estos admirables efectos que por tantos siglos han tenido suspensos y tan fatigados los entendimientos de los hombres en escrúpulos, sin llegar a tener perfecta ciencia de ellas. ¡Con cuánta mayor obediencia pararía el Sol su carro luminoso al imperio de la soberana Emperatriz de los Ángeles, que le paró al de Josué! Alegrémonos de su grandeza y potestad, y de su admirable infusa sabiduría, de quien se admiraban las puras inteligencias angélicas, contemplándola pasmadas de admiración y embelesadas en sus perfecciones. Y para que nos alcance de su Hijo precioso y Señor nuestro este dón de la Sabiduría, digámosla con ternísimo y encendido afecto:

OFRECIMIENTO

¡Oh, Reina de la Sabiduría, más docta y sabía que aquella reina Sabá! Pues gozáis la enseñanza del verdadero Salomón, alcanzadnos de Su Majestad la verdadera sabiduría, que es la virtud e inteligencia de las cosas celestiales, para encendernos en amor vuestro y de vuestro Hijo. Vuestras entrañas purísimas fueron por nueve meses el depósito y sagrario de la Sabiduría eterna: Alumbrad, Maestra benignísima, nuestras almas y libradnos de todo error y de los engaños del Demonio y astucia de sus sofísticos argumentos. Dadnos conocimiento de vuestro Hijo y Señor nuestro y de vuestras excelencias, para ser verdaderos devotos vuestros, y para que sirviéndoos aquí, como debemos, allá os gocemos como esperamos en la Divina Misericordia y en vuestra intercesión.


EJERCICIOS

Si hoy fueren las Estaciones de la Pasión, por caer en viernes, tómense por ejercicio, y después se dirá nueve veces la Magnificat a la Señora; si no fuere día de Estaciones, se hará disciplina y se dirá el salmo 103: Benedic, anima mea, Domino.
Los que no saben leer latín, dirán nueve credos, confesando la Santa Fe, haciendo de ella vivos y fervorosos actos, considerando cómo crió Dios el Universo; y postrados en tierra en aquellas sagradas palabras: Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, y nació de Santa María Virgen, darán gracias al Señor porque se hizo hombre por nuestro amor. Ponderen con algún espacio lo inexplicable de esta fineza; no pasen por ella así de prisa diciéndolo sólo con la costumbre, sino hagan refleja, y consideren: si el rey se viniere a nuestras casas y nos llamara de hermanos y por nosotros pasara muchos trabajos, hasta dar la vida, ¿qué tan absortos, ¿qué tan admirados, ¿qué tan agradecidos estuviéramos? Pues ¿cuánto más lo debemos estar de que el Rey de los Reyes, el Señor de los Señores lo hiciera? Imposible es que, si esto se piensa despacio, no se mude de vida, o seremos más duros, más fríos y más insensibles que las piedras. En este día, se abstendrán del cuarto vicio, que es la Ira, procurando ejercitar actos de paciencia y sufriendo todo lo que les enfada y repugna; solicitando, si están enemistados con algunos, componerse con ellos, y buscando su amistad sin mirar en puntillos de honra del mundo, ni en si tienen razón y no les quieren buscar ni humillarse: pues si la tienen, eso más harán por Dios, y confundirán y edificarán más a los otros, que importa más este fruto que cuantas honras y riquezas tiene todo el mundo; y mientras menos obligatoria es una acción, tanto más meritoria es, y los que la hacen imitan más a Dios que se humilló y abatió sin tener necesidad; y con esta consideración, propondrán perdonar para siempre a todos sus enemigos pasados, presentes y futuros, por amor de Dios y honra de su santísima Madre.



DÍA QUINTO

MEDITACIÓN
En el quinto día dijo Dios: Produzca el Mar diferentes peces, y el Aire aves que vuelen debajo del Firmamento. Crió Dios ballenas y todas las diferencias de peces que tienen las aguas, y todas las aves que ocupan el viento, según sus especies, y dijo Dios que era bueno; bendíjolo y díjoles: Creced y multiplicad y llenad el Mar; y las aves multipliquen sobre la Tierra; y así fue hecho el día quinto. En éste, gozaron alma sensitiva aves y peces; habiendo en el tercero, dado Dios alma vegetativa a las plantas, para que así, por grados, fuesen creciendo las primorosas obras de aquella Sabiduría inmensa. Dieron a su reina éstas, ya más nobles criaturas, rendida obediencia, alabando los peces con retórico silencio a la Estrella del Mar, y saludando las aves a su nueva Aurora con armonioso canto, rindiendo y abatiendo el vuelo a los pies de aquella águila real, remontada hasta el solio de la Santísima Trinidad; de aquella cándida y argentada Paloma que nos trajo en el pico de rubíes el ramo de oliva de la paz del mundo; de aquella Abeja argumentosa que nos labró en sus entrañas el panal de Sansón. ¡Cuán propios vasallos de María Santísima son los peces y las aves! Aquéllos, porque moran  entre la pureza de las aguas, como María entre la candidez de la Gracia; y éstas, porque se remontan a las Estrellas, y contra la natural gravedad de sus cuerpos, se elevan y buscan siempre las alturas: como María Santísima, Ave de pureza, que (aunque nacida en la Tierra) siempre habitó las alturas del Cielo con el remontado vuelo de su contemplación, teniendo siempre tendidas las alas de su fervor; nunca siendo pasos, sino siempre vuelos, los de sus virtudes, y vuelos tan rápidos, que aun a la vista de los Serafines eran imperceptibles. Ave tan ligera, que de un vuelo se puso sobre todos los Coros Angélicos. Garza tan remontada, que dio caza al Verbo Eterno y nos le bajó a la Tierra para que nos saciásemos con su Carne y Sangre; verdadera Fénix, que, de las muertas cenizas de Adán, salió de la hoguera de los ardores de la Gracia, tan hermosa y rica, a ser la sola privilegiada como ninguna. Démosle la enhorabuena de la obediencia que le dieron las aves, y digámosla con cordialísimo afecto:

OFRECIMIENTO

¡Ave, ave, Reina de las Aves! ¡Ave, ave, coronada y remontada sobre todo lo criado! ¡Ave gratia plena, saludada del Arcángel San Gabriel con este nombre, e invocada de nosotros con el mismo! Enseñadnos, Ave divina, a que vuelen a vos nuestros afectos, y como el águila que enseña a volar a sus polluelos y vuela sobre ellos, alentad a los vuelos de nuestra contemplación, para que bebamos los rayos del Sol de Justicia, y defendednos de la infernal Serpiente debajo de vuestras alas, para que en el seguro nido de vuestra fervorosa devoción y soberano asilo de vuestra maternal vigilancia, pasemos los riesgos y trabajos de esta vida, y después volemos en vuestra compañía a las alturas de la Gloria, donde claramente gocemos las luces de aquel Señor cuya vista beatífica esperamos gozar en vuestra compañía por toda la eternidad.


EJERCICIOS

Diráse nueve veces hoy la Magnificat y una avemaría, con atención, y el evangelio: Missus est angelus Gabriel, postrándose al Ave gratia plena, en señal de reconocimiento al beneficio de que a una pura criatura levantase el Señor a la dignidad de Madre suya y la llenase de gracia. Y pidamos a nuestra celestial Princesa difunda en nosotros la que en su Majestad rebosa; y diráse el salmo: Cantate Domino canticum novum, quia mirabilia fecit.
Los que no supieren leer latín, rezarán el rosario de quince misterios, por ser día en que el Señor crió las aves, saludando a la Ave purísima de María llena de gracia. Procurarán hoy abstenerse del vicio de la Gula, con especial cuidado, no sólo ayunando, sino dejando los manjares más de su gusto, contentándose con saciar los deseos de su alma con aquesta Ave celestial, suplicándola que en lugar de los viles manjares materiales de que nos abstenemos por su amor, apaciente nuestras almas con influencias de gracia, y nos impetre de su Hijo precioso un auxilio eficaz para que de una vez nos resolvamos a hacer su voluntad en la Tierra, para gozar su vista en el Cielo.




DÍA SEXTO
MEDITACIÓN
Dijo Dios: Produzca la tierra animales, y diferentes especies de brutos; e hízose así y vio Dios que era bueno y dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza para que presida a los peces del mar, a las aves del cielo y animales de la Tierra; y crió Dios al hombre a su imagen y semejanza, varón y mujer, y los bendijo, y díjoles: Creced y multiplicad y llenad la tierra, y poseedla y avasallad a los peces del mar, a las aves del cielo, y todos los animales que se mueven sobre la tierra; y dijo Dios: Veis ahí os doy todas las plantas para que sean vuestro sustento, y los peces, aves y animales; e hízose así y vio Dios que todas las cosas que había hecho eran muy buenas; y fue hecho el día sexto, y fueron perfeccionados los cielos y la tierra, con todos sus ornatos. Dio Dios complemento a sus obras el día séptimo y descansó el día séptimo de todas las cosas que había hecho. Acabó Dios sus obras ad extra, y perfeccionólas  con formar a su semejanza al hombre para rey del universo mundo. Que las criaturas criadas en este día (que fueron los animales de tierra y los hombres) diesen la obediencia a la que prevenía y adornaba para Madre suya el Señor, no fue merced de gracia sino de justicia; porque habiendo criado a Adán en justicia original y gracia, le crió por monarca de todo lo criado en el mundo, y todas las criaturas inferiores le dieron obediencia, hasta que por la culpa y haber él quebrantado la que a Dios debía, le fue alzada de sus inferiores, rebelándose contra él los elementos y demás criaturas. Pues si María Santísima fue preservada de esta original ponzoña, de justicia se le habían de guardar los privilegios de concebida en gracia, y estarle sujetas las criaturas, como a quien no tenía ni había dado la causa de la rebelión como Adán y todos sus hijos; y así, éstos no eran favores nuevos sino manifestación del beneficio que su Hijo y Señor nuestro le había hecho en preservarla de la original culpa; y todos éstos, anexos a la gracia en que fue concebida, según el homenaje que el Señor había hecho a Adán, y un testimonio de su Concepción Inmaculada y de que había sido sola la en quien se restauró la imagen y semejanza de Dios, borrada con el pecado de nuestro primer padre, y la perfección de todo el Universo; que pues a la creación de Adán llama el Sagrado Texto perfección y ornamento de todo lo criado (o porque el fin corona la obra o porque todo lo demás era criado por respeto suyo), pecando Adán, quedaron como imperfectas todas las criaturas, y fue crédito de la Divina Omnipotencia no sólo restaurar la humana naturaleza, redimiéndola, mas criar en ella, prevenir y preservar en su eterna Mente una pura criatura que, adornada de la gracia santificante desde el primer instante de su ser , restaurase en sí la imagen y semejanza de Dios y perfeccionase las demás obras de su diestra, para que no sólo los hombres sean deudores a María, sino todas las demás criaturas a quienes da perfección y lustre; y cuando no hubiera otra razón, por ésta la debieran todas vasallaje. Hoy, pues, la dieron la obediencia los animales brutos, y la hizo el Señor Señora de todos los hombres, aunque ellos entonces no sintieron  ni conocieron el beneficio que Dios les hacía en darles tal señora, tal abogada, tal madre y tal amparo. Nosotros, pues, ya que somos tan dichosos que en nuestros tiempos ha dado el Señor conocimiento de estos tan altos secretos, y sacramentos tan admirables de su Omnipotencia, desquitemos en algo el descuido en que entonces estaban los hombres de los misterios que para su beneficio se obraban, y haya quien levante el espíritu al Señor, en reconocimiento de tan grandes mercedes y le ofrezca sacrificio de alabanzas. Juremos la obediencia a nuestra gran reina; besemos la sagrada mano a nuestra Soberana Emperatriz; aclamémosla por legítima Señora nuestra, por nuestra Madre y Abogada; démonos prisa, no seamos para menos que las criaturas irracionales que ya la tienen jurada por Señora; repitamos que viva la reina de todos los hombres, la honra de la Naturaleza, la corona del linaje humano, la restauradora de nuestro honor perdido en Adán, la gloria de Jerusalén, la alegría de Israel, la honorificencia de nuestro pueblo cristiano, la restauradora de la imagen de Dios en la Naturaleza, la perfección última de todo lo criado. Pongámonos con postrados corazones y con encendidos afectos ante aquellos reales pies y digámosla:


OFRECIMIENTO

Reina y Señora nuestra, honra nuestra, consuelo y bien nuestro, Madre de nuestro Dios y Salvador, puerta del Cielo y medio de nuestra Redención: A nosotros nos pesa de llegar tan tarde a daros la debida obediencia, y reconocemos que somos indignos de ser vuestros vasallos; pero fiados en vuestra maternal clemencia, nos atrevemos a ponernos a vuestras divinas plantas, jurándoos por nuestra verdadera y legítima Reina, absoluta Señora y particular abogada, y por único refugio y amparo nuestro; y os hacemos homenaje de ser vuestros perpetuos vasallos y esclavos vuestros, acudiendo como tales con el fervor posible a todo lo que nos pareciere resultar en honra vuestra y gloria de vuestro Hijo, y de extender vuestra cordialísima devoción, ofreciendo nuestras vidas en defensa de vuestros privilegios; y juramos   [p. 492]   por los Santos Evangelios de vuestro Hijo, guardar y observar, especialmente, el de vuestra Inmaculada Concepción, haciendo desde luego voto de defenderla todo lo posible, hasta derramar en su defensa la sangre; y ojalá, Señora y bien nuestro, mereciésemos la dicha de morir por servicio vuestro. Y os suplicamos, Señora, que como reina nuestra nos tengáis debajo de vuestra protección y nos defendáis de nuestros enemigos espirituales y temporales, especialmente de nuestro adversario el Demonio (serafín rebelado contra vuestro Hijo y nuestro Rey), cuya cerviz soberbia, vos, Señora nuestra, quebrantasteis; y como a tal Señora os damos el dominio de todas nuestras cosas, para que las rijáis y gobernéis a vuestra voluntad santísima, para que cumpliéndola acá vuestros vasallos merezcamos veros en vuestro Reino, donde vivís y reináis, con toda la Beatísima Trinidad, por la eternidad.


EJERCICIOS

Hoy se rezará nueve veces la Magnificat y el Cántico de Habacuc: Domine, audivi auditionem tuam, et timui y luego la letanía y Alma Redemptoris mater, el verso Angelus Domini y la oración Gratiam tuam.
Los que no supieren leer latín, dirán cincuenta padrenuestros, con requiem aeternam al fin, o sin él si no lo supieren decir, por los difuntos devotos de la Virgen, ofreciéndolos a su Majestad para que los aplique a los que quisiere; suplicándola que se sirva con su intercesión de restaurar en nosotros la imagen de su Hijo y nuestro Dios, el cual tanto amó y apeteció el parecerse a nosotros, que viendo que no bastó criar al hombre a su imagen y semejanza, para que él ingrato y desconocido no la borrase con el pecado quedando desemejado de su original, buscó otro medio para la similitud, más primoroso y costoso, que fue tomar Su Majestad la forma y semejanza de pecador; que como sabía que todas las cosas aman su semejante, y desea tanto que le amemos, no perdona diligencia de asimilarse a nosotros porque le amemos. ¡Oh fineza! ¡Oh traza! ¡Oh primor del Divino Amor! ¡Qué mal te correspondemos! ¿Hasta cuándo ha de durar esta ceguedad, esta insensibilidad bruta nuestra?  ¿Qué más puede hacer Dios para solicitar enamorado nuestra correspondencia? Así lo dice el mismo Señor hablando a su Viña: ¿Qué pude hacer por ti que no lo hice? ¡Ah qué ingratitud! No hay palabras con que explicarla, ni entendimiento para concebir cuán monstruosa es. Si el ser de Dios, por infinito, por inmaterial, por invisible, no es apropiado para nuestros rudos entendimientos, si sabemos meditar las infinitas perfecciones de su inmutable, inmenso o inalterable ser, pensar en la Sagrada Humanidad de Cristo, en su Pasión y Encarnación, y agradecer lo mucho que le debemos, ¿qué dificultad puede tener? ¡Ea, Señores! Alentémonos algo siquiera, y al tocar la campana de las doce y de la Oración, hagamos un acto de amor y agradecimiento, diciendo: Bendito seáis, Señor, que por nuestro amor os hicisteis hombre. Y benditas sean las Entrañas de Nuestra Señora en que encarnasteis.
Hoy se abstendrán en particular de la Envidia: que el día se trae la consideración de suyo, porque si hemos de amar la imagen de Dios, y ésta está en los hombres, claro está que los hemos de amar, y amarlos y envidiarlos no se compadece en ningún modo. Consideremos que si una imagen de leño o bronce, por ser del Señor nos mueve a veneración y reverencia, ¿cuánto más lo debe hacer la imagen y semejanza viva que está en nuestros prójimos? ¿Atreviéraste tú a un hijo de Dios y de la Virgen, y hermano de Cristo a desearle mal? Pues todos los hombres (aunque no naturales) hijos son de Dios y de María y hermanos de Cristo nuestro Señor; imágenes son hechas a la similitud de Dios, y Cristo es imagen hecha a semejanza del hombre. ¡Mira qué mutua amorosa correspondencia! ¿Pues cómo has de querer tú mal y desear mal, a quien Dios quiere bien y desea bien? Yo creo que, con el favor de Dios, no cometeréis este vicio de la envidia, tan ajeno de los hombres y propio sólo del Demonio, del cual todos sus pecados son de odio; y a más de esto tan vil que hace infame a quien le tiene, y tan dañoso que saca mal propio del bien ajeno. Para huir este tan mal vicio procuren la virtud contraria, que es la Caridad, visitando y consolando en este día algún enfermo, haciéndole algún servicio o limosna, considerando que entre aquellas llagas asiste Cristo, como el mismo Señor lo reveló a la Venerable Madre María de la Antigua, y como, sin esto, nos lo enseña la ley de caridad.




DÍA SÉPTIMO
MEDITACIÓN
En el séptimo día, dice el sagrado Génesis que descansó Dios de todas sus obras; pero en esta misteriosa representación de la creación, no descansó Dios de favorecer a su escogida y carísima Madre; antes, añadiendo favores a favores y grandezas a grandezas, quiso que se conociera que no se estrechaban los privilegios de María sólo al ejemplar de los de Adán en el Paraíso, en ser rey de las criaturas inferiores, sino que el mar inmenso de sus méritos rompía todos los márgenes de la Naturaleza, y que crecían sus espumas a escalar no sólo el Cielo, mas a que se anegasen en él las puras Substancias Angélicas. Subióla en espíritu a aquellos alcázares eternos para que los celestiales ciudadanos la diesen la obediencia a aquella reina, cuyo derecho y fueros, tanto, antes, les hizo tomar las armas intelectuales contra aquel comunero espíritu que puso con su cisma, en discordia y lid a aquellos tranquilísimos reinos y a aquella pacífica y bien gobernada República de las Estrellas. Fue pues levantada la celestial Princesa a ellos, y adornada por los ángeles de innumerables misteriosas joyas y cifras, que denotaban la dignidad de Madre del Altísimo, jurándola por reina de todos aquellos príncipes eternos y gozando inefables favores de toda la Trinidad Beatísima. Y aunque allí no expresa orden ni tiempo, que precediese de la obediencia de unos Coros a otros, a mí me ha parecido, para el método de estos tres días, distribuirlos en las tres Jerarquías y en aquellas tres prerrogativas de Poder, Sabiduría y Amor, que le fueron comunicadas de las Tres Divinas Personas; siendo hoy la prerrogativa de que la demos la enhorabuena, el Poder que goza sobre todo lo criado y con especialidad sobre los Coros Angélicos, de quienes la primera Jerarquía, respecto de nosotros, se divide (según el glorioso San Gregorio) en tres Coros, que son: Ángeles, Arcángeles y Virtudes. A los Ángeles pertenece la custodia y cuidado de los hombres, a los Arcángeles la anunciación de grandes misterios y negocios, y a las Virtudes la operación de los milagros. En los primeros, honra Dios como Espíritu, en los segundos revela como Luz, y en los terceros obra como Virtud. Estos tres soberanos Coros de inteligencias puras dieron hoy la obediencia a su solícita, a su misteriosa, a su milagrosa reina, reconociendo en ella de parte de su grandeza de Madre de Dios, la participación que del mismo Señor goza: animando en los Ángeles, alumbrando en los Arcángeles y operando en las Virtudes; y de parte de sus perfecciones, las excesivas ventajas que les hace en sus ministerios: guardando y amparando a los hombres con más cuidado y amor que los Ángeles, siendo participante de los divinos secretos y anunciadora de ellos mejor que los Arcángeles, obrando mayores maravillas y milagros que las Virtudes; y figurando sola su Majestad, el Misterio incomprensible de la Trinidad Beatísima, con más perfección que todos estos tres soberanos Coros.
¡Oh, Señores, y qué admiración y asombro es contemplar las grandezas de nuestra Reina! ¡Y más cuando considero que si esto poco que yo alcanzo me pasma y asombra, cuánto más y cómo será lo que la gran Señora lo es en sí, que no lo comprenden las puras Substancias Angélicas! Cuando esto pienso, no sé cómo tengo corazón para no gastar todos los instantes de mi vida en el servicio del Señor, que la crió para su gloria y nuestro bien; pues cuando no debiéramos a Dios, Señores y Señoras mías, más beneficio que haberla criado, no lo sirviéramos con todo el empleo de toda nuestra vida. A lo menos yo, la más ingrata criatura de cuantas crió su Omnipotencia, no hay día en que, cuando despierto, entre los demás beneficios de que le doy gracias, no se las dé, muy en particular, de que crió a su Madre, y a mí en la Ley de Gracia, donde gozo de su protección. Creo muy cierto que todos y todas lo harán con mucho fervor, pero por si alguno no lo hubiere advertido, le ruego haga esto, y se acuerde de mí en tan dulce acto. Y volviendo a nuestro intento, demos hoy la obediencia a  nuestra Reina, pidiendo a los Ángeles, Arcángeles y Virtudes que suplan nuestra ignorancia y tibieza, dándole por nosotros la obediencia, especialmente nuestros custodios; y digamos en su compañía:


OFRECIMIENTO

¡Oh, Señora de los Ángeles! ¡Oh, Reina de los Arcángeles! ¡Oh, Emperatriz de las Virtudes! Nosotros nos gozamos sumamente de la grandeza que gozáis y de vuestra potestad sobre estos tres supremos Coros, y de ver en vos exaltada nuestra naturaleza sobre ellos, y de que no sólo gocéis el dominio de las criaturas inferiores e iguales a vos en naturaleza, sino que le tengáis sobre las superiores y puras inteligencias angélicas, solas dignas de ser vasallas de vuestra más que angélica pureza. Y por esta dignidad, os suplicamos hagáis que, ya que por naturaleza somos tierra, en los pensamientos seamos ángeles, para contemplar dignamente vuestras perfecciones; y ordenéis a los soberanos espíritus de estos tres Coros, especialmente a nuestros custodios, nos guíen y encaminen a la suma perfección, para que dignamente aquí y eternamente allá nos gocemos y os alabemos en su compañía para siempre. Amén.


EJERCICIOS

Rezaremos este día, en nombre de ellos, nueve veces la Magnificat, el salmo Confitebor tibi, Domine, in toto corde meo, quoniam audisti verba oris mei. In conspectu angelorum psallam tibi, etc., las tres antífonas: Ave, Regina coelorum, Alma Redemptoris Mater y Salve, Regina, el himno Tibi, Christe, splendor patris, con la oración de San Gabriel: Deus, qui inter caeteros angelos, ad annuntiandum, etc.
Los que no supieren leer latín, dirán:

¡Salve, Reina de los Cielos,
y de los Ángeles Reina!
¡Salve, de Jesé raíz,
y de la Luz clara puerta!
Gózate, Virgen gloriosa,
sobre todas las más bella.
Vive la más exaltada,
y por nos a Cristo ruega.
Para cantarte alabanzas,
da dignidad a mi lengua,
y contra tus enemigos
dame tu virtud y fuerza.
Y tú, Señor poderoso,
concédele por defensa
el presidio de tu Madre
a la fragilidad nuestra,
para que con el auxilio
de su maternal clemencia,
de nuestras iniquidades,
levantemos la cabeza.


Hoy se visitarán los altares, con una Estación del Santísimo Sacramento en cada uno, venerando aquel sagrado y soberano Señor Sacramentado, que es Pan de Ángeles, con la reverente consideración de cuántos millares de soberanos espíritus están allí absortos en su presencia; suplicándoles suplan nuestra tibieza y ofrezcan al Señor nuestras oraciones; y a nuestros custodios, en especial, pidiéndoles nos enseñen a reverenciar al Señor y guíen a la perfección, diciendo: En presencia de los ángeles te alabo, Señor; te adoro en tu templo y confieso tu nombre. Procuren evitar el séptimo vicio, que es la Pereza, el cual es fuente de todos los pecados de omisión e impedimento de todas las buenas obras, opuesto y contrario a todos los mandamientos positivos de Dios, letargo del alma, entorpecimiento de la razón, caimiento de la voluntad, sueño del corazón y muerte de todas las buenas operaciones de nuestro espíritu. Procuren expelerle con su contraria, que es la Diligencia, haciendo todo lo posible, pues el Señor maldice al que hace sus obras con negligencia; e imitemos hoy a los Santos Ángeles, los cuales ni cesan ni descansan de alabar al Señor, y supliquemos a los ángeles nos alcancen de Su Majestad auxilios para ser diligentes en su santo servicio.




DÍA OCTAVO
MEDITACIÓN
La segunda Jerarquía, según el mismo San Gregorio, se divide en otros tres Coros, que son: Potestades, Principados y Dominaciones. Las Potestades enfrenan y sujetan  a los demonios; los Principados rigen la cabeza de los reinos; las Dominaciones rigen los oficios de los ángeles. En los primeros está Dios como Salud, en los segundos rige como Principado, en los terceros domina como Majestad. Hoy dieron estos soberanos Coros la obediencia a su poderosa, suprema y dominante Reina y Señora, reconociendo en Su Majestad las Potestades el mayor poder con que sujeta a los demonios, como quien sola quebrantó la cabeza del soberbio dragón; los Principados, la potestad con que gobierna y rige a los reinos, aplicándole por esto la Santa Iglesia las palabras de la Sabiduría, diciendo en su persona: Por mí reinan los reyes, por mí imperan los príncipes, y los poderosos distribuyen la justicia; las Dominaciones, la mayor iluminación con que alumbra y distribuye los oficios de los ángeles. Démosle, pues, nosotros la obediencia triplicada con estos tres Coros, pidiéndola que nos rija, gobierne y alumbre. Y supliquemos a estos tres soberanos Coros suplan nuestros defectos, dándola por nosotros la enhorabuena de sus glorias y la debida obediencia con la ofrenda de nuestros corazones.


OFRECIMIENTO

¡Oh Señora nuestra, más poderosa que las Potestades! ¡Oh, Princesa que riges los Principados! ¡Oh, Señora, que dominas sobre las Dominaciones celestiales! Nosotros nos complacemos y alegramos íntimamente de vuestra exaltación y grandeza, y os damos la enhorabuena del gozo que recibisteis viéndoos jurada Reina de esos príncipes supremos y de esos monarcas altísimos. Y con profunda humildad, cordialísimo gozo, íntima caridad y amor, os juramos la obediencia que tan debida os damos, y pedimos a todos estos tres Coros os la den en nuestro nombre. Y a vos, elevada y altísima Reina, suplicamos nos asistáis con vuestra maternal protección, sujetando y comprimiendo con vuestra potestad a nuestro capital contrario y vuestro rebelado y traidor vasallo, el Demonio, ordenando a los Principados rijan y gobiernen las cabezas de vuestro pueblo cristiano, especialmente a nuestro Rey Católico; a las Dominaciones, que iluminen los oficios de los ángeles inferiores, para que  todas las criaturas unánimes alaben al Señor, que os crió para tanta gloria suya y para tanto bien nuestro; y con vuestra imitación, favor y ejemplo, le sirvamos en esta vida y le gocemos en vuestra compañía en la eterna, donde reináis para siempre. Amén.

EJERCICIOS

Se rezará nueve veces la Magnificat, el salmo Qui habitat, etc., la antífona Ave Regina coelorum, el evangelio Missus est angelus, el himno Placare, Christe, servulis y la oración Deus, qui ineffabili providentia.
Los que no supieren leer latín, dirán hoy la tercera parte del rosario, ofrecida con los Misterios Gozosos, en que está el de la Encarnación. Hoy procurarán no sólo abstenerse de pecados mortales, sino de veniales, imitando la pureza angélica, que está libre de toda mancha, y en especial se abstendrán hoy de mentir, aunque sea muy levemente o de chanza: que de cualquier suerte es la mentira intrínsecamente mala e hija del Demonio, y no es bien que en nuestros corazones, donde pretendemos que estos días influyan los santos ángeles santos pensamientos y amor de la eterna verdad que es Dios, consintamos que engendren ángeles malos abominables conceptos de mentiras. Propongamos muy de veras desarraigar de nosotros este ruin vicio, que no sólo mancha el alma, pero infama el crédito; y yo no sé qué deleite puede tener el que miente, sino antes confusión y vergüenza de ser reconvenido a cada paso; vicio tan malo y vil, que los que lo tienen no se unen entre sí, como sucede en otros vicios, sino que se aborrecen, temiendo cada cual ser engañado del otro. Mira, aun acá en el mundo, en lo que tienen las gentes al que saben que miente. Pues si el mundo, que es todo falacia y falsedad, aborrece la mentira, ¿cómo la abominará Dios, que es la Suma Verdad? Y tanto más culpable es el mentiroso cuanto es más fácil librarse de esta peste, pues no ha menester acción sino omisión; y así es más fácil hablar verdad, más provechoso, más honesto y más deleitable. No me cansara yo, Señores, en persuadir esto, que por sí se está persuadido, a no ver que esta fiera, legañosa y ruin culpa tiene tantos enamorados que hay personas que sin  necesidad alguna, sino sólo por costumbre, mienten, con grande pérdida de su reputación, y lo que más es, con detrimento de su alma; ni aun hacen caso, por ser en materias leves, como si a las culpas veniales no les esperaran rigurosas penas en el Purgatorio. Huyamos, pues, todo lo posible, de mentir, y pidamos a los Santos Espíritus de este día y a la Reina suya y nuestra Madre nos alcancen este dón de no sólo hablar, pero conocer y amar la eterna verdad que es Dios, a quien gocemos por toda la eternidad.




DÍA NONO

MEDITACIÓN
La tercera Jerarquía, según el mismo Santo Doctor, se divide en tres Coros, que son Tronos, Querubines y Serafines: los Tronos consideran la Equidad de Dios, los Querubines la Virtud, los Serafines la Bondad. En los primeros descansa Dios como Equidad; en los segundos conoce como Verdad; en los terceros ama como Caridad. Estos pues elevados espíritus, estas bellísimas criaturas, admirables ejemplares y portentosas ostentaciones de la Divina Omnipotencia, fueron los que hoy se humillaron y abatieron a las plantas de una pura criatura humana. ¿Qué lengua bastará a ponderar, ni qué entendimiento a comprender qué mérito será el de esta milagrosa Señora para gozar tanta grandeza? Ninguno, por cierto, aunque fuese angélico; pues como no conocemos cuán encumbrados sean los privilegios de estos espíritus, cúan elevada su grandeza, cuán supremos los tronos que ocupan, cuán pura y perfecta su naturaleza, cuánta la gloria que gozan, tampoco podemos ponderar cuánta fue la más mínima parte de los méritos de su gran Reina y Señora nuestra. ¡Oh qué prerrogativa gozamos en que sea de nuestra naturaleza! ¿Quién duda que si en los ángeles cupiera envidia, nos envidiaran esta dicha? Yo de mí sé decir que si fuera posible conmutar las miserias de mi naturaleza humana con los privilegios y perfecciones de la angélica, perdiendo la relación que tenemos de parentesco con María Santísima, no lo admitiera, aunque pudiera, atento a este respeto y a lo que estimo y aprecio en toda mi alma el ser de su linaje. Digo, pues, que hoy le dieron la obediencia los Tronos, Querubines y Serafines: absortos los Tronos en ver cómo es más perfecto asiento de la Equidad de Dios; los Querubines admirados de su incomparable Virtud; los Serafines, de su encendida Caridad; y en fin, todos, viendo epilogados en María, con incomparables ventajas, todos sus privilegios, ejercicios y perfecciones. Démosla, pues, nosotros la obediencia reiterada, cuantas veces nos acordaremos, a esta gran Señora, pidiendo a estos tres Coros se la den en nuestro nombre, para que sus soberanías suplan los defectos de nuestra bajeza e ignorancia.


OFRECIMIENTO

¡Oh Señora, cuyo trono está sobre los Tronos! ¡Oh llena de sabiduría, más que los Querubines! ¡Oh encendida en caridad más que los Serafines! Nosotros, en compañía de estos tres Coros, te damos la obediencia como más obligados vasallos tuyos, y te suplicamos que en la grandeza que gozas, te acuerdes, divina Ester, de tu afligido pueblo y de tu opreso linaje, libertándolo, soberana Judit, del dominio del Demonio, distribuyendo con tu equidad nuestras obras, alumbrando con tu sabiduría nuestro entendimiento para contemplar tus grandezas, encendiendo con tu amor nuestros corazones, para que fervorizados en tu dulcísima devoción, ilustrados con tu luz y ayudados de tu maternal favor, sepamos en esta vida los medios de servirte y cumplir la voluntad de tu Hijo santísimo, para que por la segunda puerta de tu intercesión merezcamos entrar en la Gloria donde eternamente te gocemos. Amén.


EJERCICIOS

Se dirán la Magnificat, el himno Christe sanctorum decus, angelorum, el salmo 135: Confitemini Domino, quoniam bonus, la antífona Angeli, Archangeli o la oración Deus qui miro ordine Angelorum. Y por ser el día noveno y víspera de la Encarnación, tendrán disciplina (que el ayuno los que pudieren, ya se ve: que  sin esta devoción, es cuaresma); procurarán hoy hacer una confesión bien hecha, para comulgar dignamente el siguiente día, que es en el que se obró tan alto misterio para bien nuestro; pidiendo al Señor con tierno corazón y encendido afecto que, así como se dignó en tal día de aposentar su inmensa Majestad en las virginales entrañas de su purísima Madre, adornándola primero de tantas virtudes, así se digne de limpiar y adornar nuestras almas, para que merezcamos ser digna morada de su Sacramentado Cuerpo; y suplicándola a nuestra gran Señora y maestra, que así como su Majestad se dispuso y previno para recibir al Verbo Eterno aun sin esperar este beneficio sino sólo el de concebirle siempre en su alma, nos enseñe a nosotros el modo de disponernos y recibir la inmensa Majestad del Señor, y que nos preste las ricas alhajas del real alcázar de su alma purísima, para adornar la humilde chozuela de nuestros corazones, para que sean morada decente a tal visita, y nos franquee los tesoros de sus virtudes, para hospedar y regalar a aquel Señor, cuyos deleites son con los hijos de los hombres; y apliquemos para esto sus méritos y los de la Encarnación y Pasión del Señor. Hoy, claro es que nos hemos de abstener de todos vicios, pues los detestamos todos para siempre en la confesión.
Los que no supieren leer latín, rezarán la Corona de flores: Bendito sea Dios, porque os hizo su Madre; tendrán su disciplina y dejarán la colación de la noche por ser víspera de comunión. Sea en gracia del Señor. Amén.




DÍA DE LA ENCARNACIÓN
MEDITACIÓN
Este día, más era para un doctísimo panegirista, para un elocuentísimo orador, para un elegantísimo retórico, que para el débil instrumento de mi discurso. Pero ¿qué elocuencia, qué elegancia ni qué entendimiento bastará a discurrir (aunque todos los soberanos angélicos Coros de estos días se uniesen a quererlo explicar) el mayor de los favores, la corona de todas las mercedes, el más alto de los privilegios que Dios pudo hacer y conceder a una pura criatura, que fue levantarla a la incomprensible dignidad y grandeza de madre suya? ¡Qué creíbles se hacen, qué fáciles parecen y qué congruos se nos representan hoy los elevados favores que en estos nueve días quedan discurridos! Si había de ser Madre del Verbo, ¿qué mucho que la favoreciese y honrase con todos los privilegios que sabemos y con infinitos que ignoramos? Pues convino y fue preciso que sucediese con tan grande pureza, y que debajo de Dios, no se pudiese entender mayor. Después de Dios, no hay santidad, no hay virtud, no hay pureza, no hay mérito, no hay perfección como la de María; luego después de Dios, no hay grandeza, no hay potestad, no hay privilegio, no hay exaltación, no hay gracia, no hay gloria como la de María Santísima; luego, aunque los inefables favores de estos días son en sí tan admirables, no lo son respecto de la dignidad de Dios. ¡Oh, válgame el mismo Señor, lo que encierra esta cláusula: Madre de Dios¡¿Madre de Dios? Pues ¿qué mucho que sea Señora del Mundo? ¿Madre de Dios? Luego era preciso que la diesen la obediencia los hombres. ¿Madre de Dios? Pues ¿qué mucho que se le avasallasen los Elementos? ¿Madre de Dios? Luego con razón se le humillan los Cielos. ¿Madre de Dios? Pues era debido que la jurasen reina los ángeles. ¡Todo cabe, todo lo comprende, todo lo abraza, todo lo merece el ser Madre de Dios! Para ese fin la crió Dios, para eso la preservó ab aeterno, para eso la adornó de tantos dotes, para eso la dotó de tantas perfecciones, para eso la animó con tantos auxilios, para eso la ilustró con tantas luces, para eso la exaltó con tantas mercedes y favores; pues ¿qué grandeza, qué excelencia o qué prerrogativa se podrá pensar, que no la tenga la gran Señora? ¡Oh cuántas y en cuán sumo grado deben de ser! Sólo Dios, que la crió, las puede comprender, y sólo la Señora las pudo explicar cuando dijo que había hecho Dios cosas grandes con su Majestad. Bástale a nuestra devoción creer que son todas las posibles. Pero mirad, Señores: aunque es verdad que Dios hizo muchísimos favores a su sagrada Madre, graciosos y, como dicen los teólogos, antes de mirar a sus méritos como fue el preservarla del pecado original, y con éste, preservarla de todos los movimientos de la naturaleza propensa al mal por la culpa, para que todas sus operaciones fuesen niveladas por la razón sin resistencia de la parte inferior, y el infundirla el alma y anticiparle la inteligencia antes de los términos naturales en que Dios estatuyó infundirla a los demás vivientes?, los demás privilegios fueron como de justicia a sus altos merecimientos, suma fidelidad, abrasado amor y extrema fineza con que correspondió a los divinos beneficios, haciéndose digna del de concebir en su vientre al Verbo Eterno, por haberlo antes concebido en su alma. Y así dijo el glorioso San Agustín que fue más bienaventurada por concebir la fe de Cristo que la carne de Cristo. Y San Buenaventura, en el capítulo 11 de San Lucas: Beatus venter qui te portavit, dice: No fue tan bienaventurada María por tener a Cristo en su vientre, cuanto por tenerlo perfectísimamente en su alma; cuya concepción fue más antigua, pues fue desde el primer instante de su ser, y fue la con que se dispuso e hizo digna de la maternidad natural de Cristo, que este día dichoso encarnó en sus virginales entrañas por amor y bien de los hombres, y tomó nuestra naturaleza, vistiéndose de la semejanza de pecador. ¡Oh, no sólo qué admiración, pero qué ternura causa la consideración de este misterio! ¿Qué entrañas no se enternecen, qué corazón no se deshace y qué ojos no se humedecen al repetir: El Verbo se hizo carne y habitó con nosotros ¿Qué nación hay tan grande que goce a sus dioses tan familiares como nuestro Dios se hace con nosotros? ¡Oh misterio de la Encarnación! ¡Oh encarnación del Verbo! ¡Oh unión, para nosotros la más feliz, de Dios y el hombre! ¡Oh bodas que el Rey Eterno celebra de su Unigénito con la naturaleza humana! ¿Cuándo te sabremos conocer? ¿Cuándo corresponderemos a tal fineza? ¿Cuándo serviremos este beneficio? ¡Oh, Madre y Virgen, cuyo vientre tuvo aquellos tres privilegios de concebir sin corrupción, sustentar el peso divino sin molestia y parir sin dolor, y aquellos tres milagros que dice San Buenaventura, de unir lo infinito a lo finito, de criar al que os crió y de contener lo inmenso; celebrándose  en vuestro purísimo y sagrado vientre aquellas tres obras admirables, aquellas tres mixturas incomprensibles, de unirse recíprocamente Dios y el hombre, el ser madre y el ser virgen, la fe y el conocimiento humano, ciñéndose al tálamo virginal de vuestras purísimas entrañas el que no cabe en la portentosa máquina de los Cielos! Enseñadnos a meditar y agradecer este favor, para que, reconocidos a tan grande fineza, para nuestro bien y por nuestro amor ejecutada, con tiernas y amorosas voces digamos con aquella mujer del Evangelio:

OFRECIMIENTO

¡Oh, Madre del Verbo Eterno, y tan piadosa que, con serlo, os dignáis de serlo de los hombres! ¡Bendito sea vuestro nombre y vientre purísimo, que mereció nueve meses ser custodia de la divinidad! ¡Benditos sean vuestros sagrados pechos, que apacentaron del suavísimo néctar de vuestra sangre purísima al que mantiene y sustenta a todo el Universo! Nosotros nos gozamos de veros ya en la altísima posesión de Madre de Dios, y os damos la enhorabuena de la dignidad a que habéis subido y por quien nos habéis exaltado a nosotros, por emparentar con vuestro Hijo y Señor nuestro. Ya por vuestro medio nos vemos los hombres títulos de la Casa Real del Señor, a quien tratará y llamará parientes. ¡Oh, Señora mía, haced que sepamos lograr esta dignidad que vos nos habéis conseguido y agradecerla como debemos, y que sepamos reconocer que la carne y sangre purísima que hoy disteis al Verbo Eterno es la que fue en la Cruz el precio de nuestra redención, para que viésemos cuánta parte teníais en ella! ¿Con qué os pagaremos, Señora mía, lo mucho que os debemos? Ya veis nuestra pobreza y nuestra ignorancia: enriquecednos vos con vuestros tesoros e ilustradnos con vuestra sabiduría, para poder pagaros en algo o retribuiros alguna parte de lo mucho que os debemos. Suplicad a vuestro Hijo y nuestro Salvador que nos disponga para que así como vos le recibisteis hoy en vuestro purísimo vientre, y nosotros sacramentado en nuestros indignos pechos, así le recibamos y concibamos perpetuamente en nuestras almas, para conseguir  la promesa de la bienaventuranza que Su Majestad hace a quien oye la palabra de Dios y la guarda, de la cual vos gozáis con tan crecidos excesos de gloria a todos los demás bienaventurados, cuantos sólo puede el Señor numerar, con quien reináis por toda la eternidad. Amén.

EJERCICIOS

Hoy se rezará la Magnificat nueve veces, el himno Ave, maris stella, el Cántico de Zacarías: Benedictus Dominus Deus Israel, el evangelio Missus est angelus Gabriel y la oración Deus, qui de beatae Mariae Virginis utero. Los sacerdotes que rezan en sus casas, podrán rezar de rodillas el Oficio Divino, al menos Vísperas, en reverencia de tanto misterio.
Los que no saben leer latín rezarán el rosario de quince; y si no pudieren tanto, una tercia parte, de los Misterios Gozosos, con gran devoción en las avemarías, considerando con cuánta diría aquella misteriosa salutación a la Señora el Ángel Santo; y al fin lo siguiente:

Dios, que hiciste que del vientre
de María, virgen bella,
tomase tu eterno Verbo
humana naturaleza,
anunciándola Gabriel:
Concede a los que confiesan
que es siempre Virgen y que es
Madre de Dios verdadera,
que su intercesión contigo
nos ayude y favorezca,
por el Verbo y el Amor
que contigo vive y reina.

El demás tiempo que pudieren, pasarán en dar gracias a Dios por la sagrada comunión que les ha dejado recibir, con algún libro devoto, pues hay tantos que tratan de esta materia; ofrecerán a Dios, no sólo los ejercicios de estos días, sino las obras de toda la vida pasada, presente y futura, con todo el ser, a la mayor gloria de Dios, y por todos aquellos motivos que fueren del mayor agrado de Su Majestad y aprovechamiento de las almas; procurarán, no sólo no pecar en este  día, sino proponer muy de corazón no hacerlo en toda la vida. Y si por nuestra flaqueza sucediere después lo contrario, no por eso perdamos el ánimo, ni el amor a este misterio y a pedir a la gran Señora nos favorezca para levantarnos; y procuremos que, al menos, nos quede de estos ejercicios algún aprovechamiento para lo restante de la vida: siquiera el abstenerse siempre de algunos de los vicios y adquirir alguna virtud el más vivo afecto a este sagrado misterio de la Encarnación; por lo cual, y el amor con que lo obró por nuestro amor y la intercesión de su santísima Madre, se sirva el Señor de darnos su gracia en esta vida y su gloria en la otra. Amén.



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