jueves, 15 de marzo de 2018

NOVENA AL SEÑOR DE LA VERA CRUZ




NOVENA AL SEÑOR DE LA VERA CRUZ


ACTO DE CONTRICIÓN
Clementísimo Dios y Señor: Padre y Redentor nuestro, crucificado por la salvación del género humano. Dios amantísimo: Jesús dulcísimo, en quien creemos, en quien esperamos y a quien amamos sobre todas las cosas, postrados Señor, ante vuestra divina presencia: contritos, humillados y profundamente arrepentidos de haberos ofendido, solo por ser vos quien sois: con firme propósito de la enmienda y de nunca más ofenderos. Imploramos el perdón de nuestras culpas. Perdón, Dios amantísimo: misericordioso, Jesús amorosísimo: misericordia y perdón, para que mereciendo así vuestras divinas bondades en la vida, consigamos también los celestiales consuelos en la muerte, y al presente que os pedimos en esta novena, si ha de ser para honra y gloria vuestra y bien de nuestras almas.  Amén

PRIMER DIA
Amorosísimo y dulcísimo Jesús: hijo unigénito del Eterno Padre: que siendo Dios y Señor de Cielo y tierra, y árbitro soberano de cuanto existe, por la salud de nuestras almas tomasteis carne humana, y sufristeis ser vendido y arrastrado entre sayones por las calles de Jerusalén: acoged con misericordia las lágrimas de un pueblo, que afligido y arrepentido se postra ante vos en justo desagravio de vuestra divina Majestad, y humildemente os suplica por el dolor y ultrajes que sufristeis en vuestra pasión, le concedáis lo que pide en esta novena, si ha de ser para provecho de sus almas y gloria vuestra.  Amen
Ahora se reza después de la oración del día lo siguiente: 5 Padres nuestros y Ave Marías en memoria de las 5 llagas.

Después el que dirige la novena dice: Ahora recogido cada uno en su espíritu, levantando el corazón a Dios, pedirá con fervor lo que se proponga conseguir en esta novena.


ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DIAS
Soberano Dios y Señor, hecho hombre, clavado en la cruz, y muerto, por la redención del género humano. No permitáis que se pierda un alma, redimida con vuestra sangre, de precio infinito. Olvidad, Señor, las muchas culpas, con que hemos ofendido y diariamente ofendemos a vuestra Divina Majestad.
Por los méritos de vuestra pasión, y por los dolores y mortales angustias de vuestra amorosa y afligida Madre, y madre nuestra, a cuyo amparo nos acogemos, volved Señor, vuestros divinos ojos hacia los que, con ternura de hijos, nos hallamos congregados, para hacer esta Santa novena.
Templad o Dios nuestro, vuestra justicia airada, y convirtiéndola en misericordia, alejad de este pueblo, que os ama de corazón y que siempre acude a vos en sus tribulaciones, y en sus desgracias, las infinitas que han afligido y hoy afligen a la humanidad.
Concedednos, en fin, el perdón de nuestras culpas, Dios Clementísimo, a quien adoramos e invocamos, bajo la consoladora advocación del Cristo portentoso de la Vera Cruz.
Y por el favor que os pedimos en esta novena, dispensadnos también el auxilio eficaz de vuestra gracia, para que amándonos y temiéndonos, como a nuestro Dios y Padre clementísimo, en la tierra, gocemos después con vos de la eterna felicidad en el Cielo por los siglos de los siglos.  Amén.


SEGUNDO DIA
Amantísimo Redentor, y Dios de nuestras almas, que, siendo la misma inocencia, y el supremo juez de vivos y muertos, quisisteis por nuestro amor ser presentado ante jueces inicuos, para ser condenado sin piedad.
Os suplicamos, Dios pacientísimo, por la afrenta que sufristeis, nos concedáis el auxilio poderoso de vuestra gracia, para juzgar con religiosa sumisión de vuestros altísimos juicios, y con rectitud de vuestros caminos con es escándalo, los conduzcamos por el de la salvación con el ejemplo.
De este modo Señor haciéndonos hoy dignos del favor que os pedimos en esta novena, lo seremos también después de reinar con vos en la eterna Jerusalén. Amén.


TERCER DIA
Altísimo Dios y Soberano Señor Omnipotente, ante quien se postran humillados los querubines, y en cuyo hermoso semblante se miran los tronos y las dominaciones.
Vos Señor, que con indecible mansedumbre, sufristeis por nuestro amor, que con una mano sacrílega hiriese vuestro divino rostro, y que un juez apasionado os calificase de blasfemo, fomentad en nosotros el espíritu de humildad.
Y por la afrenta y rigor con que fuisteis maltratado, concedednos vuestra gracia para sufrir con paciencia, y por vuestro amor, los ultrajes y agravios de nuestros enemigos, ofreciéndolos a vuestra justicia, como sacrificio y recuerdo por los vuestros, y en expiación de nuestras culpas.
De este modo oh Dios nuestro, acogiendo hoy con clemencia a vuestros afligidos hijos, nos concedáis el consuelo que os pedimos en esta novena, y después el de reinar con vos en la gloria por toda la eternidad.  Amén.


CUARTO DIA
Dulcísimo y pacientísimo Jesús: que a los indecibles ultrajes de la noche tremenda de vuestra pasión, de aquella noche, en que agotado los quilates de vuestro amor, hallasteis el medio de quedar sacramentado con los hombres hasta la consumación de los siglos.
Dios bondadosísimo, que a la agonía del huerto, a la traición de algunos de los vuestros, y a la deserción de los demás, para que nada faltase a vuestra pasión acerbisima y al precio subido de nuestra redención, hubisteis aún de añadir el dolor profundo de oír la voz del más fiel de vuestros discípulos, que os negaba con juramento.
No permitáis ¡oh Dios, y Padre amorosísimo! Que jamás olvidemos vuestra Santa ley, que nos avergoncemos de confesarnos hijos vuestros, que os reconozcamos con las palabras y os neguemos con las obras, y antes bien, a pesar de los peligros, de las sugestiones del mundo, y de la befa de vuestros enemigos, confesemos y glorifiquemos con valor cristiano vuestro santo nombre, para que así, viviendo como hijos vuestros en la tierra, nos reconozcamos después en el cielo por toda la eternidad. Amén


QUINTO DIA
Redentor Soberano, que para rescatar al hombre, ni aún excusasteis en vos el afrentoso tormento de los esclavos.
Y siendo Dios de toda majestad, os visteis desnudo en medio de sayones, atado a una columna, y cruelmente azotado.
Haced Señor, que por este increíble tormento, por la vergüenza y confusión que sufristeis en vuestra desnudez ante una soldadesca despiadada. Desnudemos en hábito de pecadores y vistiendo desde hoy con resolución el de hijos vuestros, redimidos con vuestra sangre, consigamos agradaros y serviros constantemente en la vida, para gozar con voz en el cielo después de la muerte, por toda la eternidad. Amén.


SEXTO DIA
Omnipotente Dios y Señor. Rey coronado de Cielos y tierra. ¡Con cuanto dolor y confusión os miran nuestros ojos coronado de espinas, atormentada la celestial cabeza, y arroyado de sangre vuestro divino semblante!
Nuestras culpas son las crueles espinas, ellas las que os vistieron el manto de la ignominia, las que os presentaron a la muchedumbre, como rey de burlas, las que excitaron las voces de un pueblo decidido a pedir contra vos la muerte en la cruz.
Y si tal es, ¡Redentor amorosísimo! El estrago de ellas en un Dios impecable, ¿cuál será en nuestras almas, afectadas por los vicios, y esclava del pecado?
Acordaos Señor, de que están redimidas con vuestra sangre, acogednos de nuevo en el número de vuestros hijos.
Por la vestidura de púrpura con que os entregamos a la befa, cubridnos con el manto de vuestra misericordia. Para que acertando desde hoy a serviros siempre con amor y perseverancia, gocemos después con vos de la felicidad eterna en la Gloria, por los siglos de los siglos. Amén.


SEPTIMO DIA
Clementísimo Dios, Redentor amantísimo, al fin se ha cumplido en vos la justicia de los hombres.
La sentencia de un juez injusto os cargo con el peso de la Cruz, cargado vais, Divino Isaac, condena a muerte.
Ya os abruma Señor, el que, con la lecha del sacrificio, que ha de verificarse en el monte Santo del Calvario, para la redención del mundo.
Pero no son, Señor, el juez injusto, ni el pueblo hebreo quien os condena, fueron y son nuestras culpas, las que os llevaron al Calvario, y después os crucifican cada día.
¡Oh, Dios y Señor! Desde el ara de la Cruz, contemplad nuestra desgracia, y atended a nuestro arrepentimiento. Al pie de ella sufre y llora por nosotros vuestra Santísima Madre. Admitirla por nuestra medianera, y por vuestra sangre preciosa y sus lágrimas, tened piedad, Señor, de los que redimisteis, para que siguiendo vuestra santa ley, sin nunca más apartarnos de ella en nuestra vida, en la hora de la muerte hallaremos esperanza, y vida eterna con vos por los siglos de los siglos.  Amén


OCTAVO DIA
Soberano Señor crucificado, que en el ara de la Cruz os ofrecisteis al Eterno Padre, victima generosa de valor infinito por la redención del género humano, consumado está ya el tremendo sacrificio y la obra de iniquidad de los hombres. A manos de ellos y por ellos muere el autor de la vida. Ellos con amarga hiel agravaron aún vuestra sed mortal, y cuando con clamor esforzado entregáis el espíritu al Padre, cuando víctima y sacerdote, con voz doliente y amorosa, exhalando ya el último aliento, anunciáis a los hombres que la obra de su redención está consumada, agravaron aún su horrendo crimen con el escarnio.
¡La tierra tiembla!, ¡El sol retira su carnio!, ¡El cielo se oscurece!, ¡La naturaleza toda gime y se conmueve en la muerte de su hacedor!, y el hombre, ¡oh Dios y Señores más insensible que la naturaleza, muerto ya, aún rompe vuestro costado con una lanza, y después os crucifica con sus pecados todos los días.
Apartad Señor, de nosotros este crimen de deicidio. Haced que para nosotros no sea perdido el precio de vuestra Pasión. Inspirarnos horror al vicio, amor a vos y solo a vos, para que de este modo, amándoos y sirviéndoos, en la vida, reinemos con vos después de la muerte en la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


NOVENO DIA
Poderoso Dios y Señor, hijo unigénito del Eterno Padre, terminada esta ya vuestra misión divina. Pendiente estáis en la cruz, y de ella, ¡ni aún os bajaran los vuestros, sino los extraños!, ¡El árbitro del mundo nace en un pesebre y muere en una cruz! Y para más realzar el precio infinito de nuestro rescate, todavía, Redentor inefable quisisteis deber a la humana compasión un sepulcro prestado para vuestro sacratísimo cuerpo. ¡Oh Dios amorosísimo!, una vida toda de llanto, no bastaría a responder a tantas pruebas de amor, Suplicamos Dios y Señor por vuestra pasión, muerte y sepultura por la soledad de vuestra Santísima y afligidísima Madre, por los méritos y sacrificios de la Iglesia Católica, en cuyo seno hemos nacido, vivimos y deseamos morir, que al llegar al fin de esta santa novena, hayan llegado también nuestras plegarias hasta el trono de lustra misericordia. Haced que lleguen, si no.
Dios piadosísimo. Escuchar benigno las súplicas ardientes de un pueblo que en sus tribulaciones acude a vos, como Dios de todo consuelo. Concedednos, pues Dios de todo consuelo. Concedednos Dios Bondadosísimo. Dios de nuestros padres, por vuestra imagen portentosa, lo que os hemos pedido en esta novena, y el auxilio incesante de vuestra gracia, para que acertando así a complaceros y serviros, lleguemos tranquilos al amargo fin de la vida, y entonces, pensando en vos y en vuestra agonía, podamos cada uno de nosotros exclamar confiado, y con vos en la cruz: En vuestras manos, Señor, encomiendo mí espíritu.  Amén





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