NOVENA AL SEÑOR DE LA
VERA CRUZ
ACTO DE CONTRICIÓN
Clementísimo Dios y Señor: Padre y Redentor nuestro,
crucificado por la salvación del género humano. Dios amantísimo: Jesús dulcísimo, en quien creemos, en
quien esperamos y a quien amamos sobre todas las cosas, postrados Señor, ante
vuestra divina presencia: contritos, humillados y profundamente arrepentidos de
haberos ofendido, solo por ser vos quien sois: con firme propósito de la
enmienda y de nunca más ofenderos. Imploramos el perdón de nuestras culpas. Perdón, Dios
amantísimo: misericordioso, Jesús amorosísimo: misericordia y perdón, para que
mereciendo así vuestras divinas bondades en la vida, consigamos también los
celestiales consuelos en la muerte, y al presente que os pedimos en esta
novena, si ha de ser para honra y gloria vuestra y bien de nuestras almas. Amén
PRIMER DIA
Amorosísimo y dulcísimo Jesús: hijo unigénito del Eterno
Padre: que siendo Dios y Señor de Cielo y tierra, y árbitro soberano de cuanto
existe, por la salud de nuestras almas tomasteis carne humana, y sufristeis ser
vendido y arrastrado entre sayones por las calles de Jerusalén: acoged con
misericordia las lágrimas de un pueblo, que afligido y arrepentido se postra
ante vos en justo desagravio de vuestra divina Majestad, y humildemente os
suplica por el dolor y ultrajes que sufristeis en vuestra pasión, le concedáis
lo que pide en esta novena, si ha de ser para provecho de sus almas y gloria
vuestra. Amen
Ahora
se reza después de la oración del día lo siguiente: 5 Padres nuestros y Ave
Marías en memoria de las 5 llagas.
Después el que dirige la novena dice: Ahora recogido cada
uno en su espíritu, levantando el corazón a Dios, pedirá con fervor lo que se
proponga conseguir en esta novena.
ORACIÓN FINAL PARA
TODOS LOS DIAS
Soberano Dios y Señor, hecho hombre, clavado en la cruz, y
muerto, por la redención del género humano. No permitáis que se pierda un alma, redimida con vuestra
sangre, de precio infinito. Olvidad, Señor, las muchas culpas, con que hemos
ofendido y diariamente ofendemos a vuestra Divina Majestad.
Por los méritos de vuestra pasión, y por los dolores y
mortales angustias de vuestra amorosa y afligida Madre, y madre nuestra, a cuyo
amparo nos acogemos, volved Señor, vuestros divinos ojos hacia los que, con
ternura de hijos, nos hallamos congregados, para hacer esta Santa novena.
Templad o Dios nuestro, vuestra justicia airada, y
convirtiéndola en misericordia, alejad de este pueblo, que os ama de corazón y
que siempre acude a vos en sus tribulaciones, y en sus desgracias, las
infinitas que han afligido y hoy afligen a la humanidad.
Concedednos, en fin, el perdón de nuestras culpas, Dios
Clementísimo, a quien adoramos e invocamos, bajo la consoladora advocación del
Cristo portentoso de la Vera Cruz.
Y por el favor que os pedimos en esta novena, dispensadnos
también el auxilio eficaz de vuestra gracia, para que amándonos y temiéndonos,
como a nuestro Dios y Padre clementísimo, en la tierra, gocemos después con vos
de la eterna felicidad en el Cielo por los siglos de los siglos. Amén.
SEGUNDO DIA
Amantísimo Redentor, y Dios de nuestras almas, que,
siendo la misma inocencia, y el supremo juez de vivos y muertos, quisisteis por
nuestro amor ser presentado ante jueces inicuos, para ser condenado sin piedad.
Os suplicamos, Dios pacientísimo, por la afrenta que
sufristeis, nos concedáis el auxilio poderoso de vuestra gracia, para juzgar
con religiosa sumisión de vuestros altísimos juicios, y con rectitud de
vuestros caminos con es escándalo, los conduzcamos por el de la salvación con
el ejemplo.
De este modo Señor haciéndonos hoy dignos del favor que
os pedimos en esta novena, lo seremos también después de reinar con vos en la
eterna Jerusalén. Amén.
TERCER DIA
Altísimo Dios y Soberano Señor Omnipotente, ante quien se
postran humillados los querubines, y en cuyo hermoso semblante se miran los
tronos y las dominaciones.
Vos Señor, que con indecible mansedumbre, sufristeis por
nuestro amor, que con una mano sacrílega hiriese vuestro divino rostro, y que
un juez apasionado os calificase de blasfemo, fomentad en nosotros el espíritu
de humildad.
Y por la afrenta y rigor con que fuisteis maltratado,
concedednos vuestra gracia para sufrir con paciencia, y por vuestro amor, los
ultrajes y agravios de nuestros enemigos, ofreciéndolos a vuestra justicia, como
sacrificio y recuerdo por los vuestros, y en expiación de nuestras culpas.
De este modo oh Dios nuestro, acogiendo hoy con clemencia
a vuestros afligidos hijos, nos concedáis el consuelo que os pedimos en esta
novena, y después el de reinar con vos en la gloria por toda la eternidad. Amén.
CUARTO DIA
Dulcísimo y pacientísimo Jesús: que a los indecibles
ultrajes de la noche tremenda de vuestra pasión, de aquella noche, en que
agotado los quilates de vuestro amor, hallasteis el medio de quedar sacramentado
con los hombres hasta la consumación de los siglos.
Dios bondadosísimo, que a la agonía del huerto, a la
traición de algunos de los vuestros, y a la deserción de los demás, para que
nada faltase a vuestra pasión acerbisima y al precio subido de nuestra
redención, hubisteis aún de añadir el dolor profundo de oír la voz del más fiel
de vuestros discípulos, que os negaba con juramento.
No permitáis ¡oh Dios, y Padre amorosísimo! Que jamás
olvidemos vuestra Santa ley, que nos avergoncemos de confesarnos hijos
vuestros, que os reconozcamos con las palabras y os neguemos con las obras, y
antes bien, a pesar de los peligros, de las sugestiones del mundo, y de la befa
de vuestros enemigos, confesemos y glorifiquemos con valor cristiano vuestro
santo nombre, para que así, viviendo como hijos vuestros en la tierra, nos
reconozcamos después en el cielo por toda la eternidad. Amén
QUINTO DIA
Redentor Soberano, que para rescatar al hombre, ni aún
excusasteis en vos el afrentoso tormento de los esclavos.
Y siendo Dios de toda majestad, os visteis desnudo en
medio de sayones, atado a una columna, y cruelmente azotado.
Haced Señor, que por este increíble tormento, por la
vergüenza y confusión que sufristeis en vuestra desnudez ante una soldadesca
despiadada. Desnudemos en hábito de pecadores y vistiendo desde hoy con
resolución el de hijos vuestros, redimidos con vuestra sangre, consigamos
agradaros y serviros constantemente en la vida, para gozar con voz en el cielo
después de la muerte, por toda la eternidad. Amén.
SEXTO DIA
Omnipotente Dios y Señor. Rey coronado de Cielos y
tierra. ¡Con cuanto dolor y confusión os miran nuestros ojos coronado de
espinas, atormentada la celestial cabeza, y arroyado de sangre vuestro divino
semblante!
Nuestras culpas son las crueles espinas, ellas las que os
vistieron el manto de la ignominia, las que os presentaron a la muchedumbre,
como rey de burlas, las que excitaron las voces de un pueblo decidido a pedir
contra vos la muerte en la cruz.
Y si tal es, ¡Redentor amorosísimo! El estrago de ellas
en un Dios impecable, ¿cuál será en nuestras almas, afectadas por los vicios, y
esclava del pecado?
Acordaos Señor, de que están redimidas con vuestra
sangre, acogednos de nuevo en el número de vuestros hijos.
Por la vestidura de púrpura con que os entregamos a la
befa, cubridnos con el manto de vuestra misericordia. Para que acertando desde
hoy a serviros siempre con amor y perseverancia, gocemos después con vos de la
felicidad eterna en la Gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
SEPTIMO DIA
Clementísimo Dios, Redentor amantísimo, al fin se ha
cumplido en vos la justicia de los hombres.
La sentencia de un juez injusto os cargo con el peso de
la Cruz, cargado vais, Divino Isaac, condena a muerte.
Ya os abruma Señor, el que, con la lecha del sacrificio,
que ha de verificarse en el monte Santo del Calvario, para la redención del
mundo.
Pero no son, Señor, el juez injusto, ni el pueblo hebreo
quien os condena, fueron y son nuestras culpas, las que os llevaron al
Calvario, y después os crucifican cada día.
¡Oh, Dios y Señor! Desde el ara de la Cruz, contemplad
nuestra desgracia, y atended a nuestro arrepentimiento. Al pie de ella sufre y
llora por nosotros vuestra Santísima Madre. Admitirla por nuestra medianera, y
por vuestra sangre preciosa y sus lágrimas, tened piedad, Señor, de los que
redimisteis, para que siguiendo vuestra santa ley, sin nunca más apartarnos de
ella en nuestra vida, en la hora de la muerte hallaremos esperanza, y vida
eterna con vos por los siglos de los siglos. Amén
OCTAVO DIA
Soberano Señor crucificado, que en el ara de la Cruz os
ofrecisteis al Eterno Padre, victima generosa de valor infinito por la
redención del género humano, consumado está ya el tremendo sacrificio y la obra
de iniquidad de los hombres. A manos de ellos y por ellos muere el autor de la
vida. Ellos con amarga hiel agravaron aún vuestra sed mortal, y cuando con
clamor esforzado entregáis el espíritu al Padre, cuando víctima y sacerdote,
con voz doliente y amorosa, exhalando ya el último aliento, anunciáis a los
hombres que la obra de su redención está consumada, agravaron aún su horrendo
crimen con el escarnio.
¡La tierra tiembla!, ¡El sol retira su carnio!, ¡El cielo
se oscurece!, ¡La naturaleza toda gime y se conmueve en la muerte de su hacedor!,
y el hombre, ¡oh Dios y Señores más insensible que la naturaleza, muerto ya,
aún rompe vuestro costado con una lanza, y después os crucifica con sus pecados
todos los días.
Apartad Señor, de nosotros este crimen de deicidio. Haced
que para nosotros no sea perdido el precio de vuestra Pasión. Inspirarnos
horror al vicio, amor a vos y solo a vos, para que de este modo, amándoos y
sirviéndoos, en la vida, reinemos con vos después de la muerte en la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.
NOVENO DIA
Poderoso Dios y Señor, hijo unigénito del Eterno Padre,
terminada esta ya vuestra misión divina. Pendiente estáis en la cruz, y de
ella, ¡ni aún os bajaran los vuestros, sino los extraños!, ¡El árbitro del
mundo nace en un pesebre y muere en una cruz! Y para más realzar el precio
infinito de nuestro rescate, todavía, Redentor inefable quisisteis deber a la
humana compasión un sepulcro prestado para vuestro sacratísimo cuerpo. ¡Oh Dios
amorosísimo!, una vida toda de llanto, no bastaría a responder a tantas pruebas
de amor, Suplicamos Dios y Señor por vuestra pasión, muerte y sepultura por la
soledad de vuestra Santísima y afligidísima Madre, por los méritos y
sacrificios de la Iglesia Católica, en cuyo seno hemos nacido, vivimos y
deseamos morir, que al llegar al fin de esta santa novena, hayan llegado
también nuestras plegarias hasta el trono de lustra misericordia. Haced que
lleguen, si no.
Dios piadosísimo. Escuchar benigno las súplicas ardientes
de un pueblo que en sus tribulaciones acude a vos, como Dios de todo consuelo.
Concedednos, pues Dios de todo consuelo. Concedednos Dios Bondadosísimo. Dios
de nuestros padres, por vuestra imagen portentosa, lo que os hemos pedido en
esta novena, y el auxilio incesante de vuestra gracia, para que acertando así a
complaceros y serviros, lleguemos tranquilos al amargo fin de la vida, y
entonces, pensando en vos y en vuestra agonía, podamos cada uno de nosotros
exclamar confiado, y con vos en la cruz: En vuestras manos, Señor, encomiendo
mí espíritu. Amén
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