lunes, 12 de marzo de 2018

NOVENA A SANTA ROSA DE LIMA






NOVENA A LA BIENAVENTURADA ROSA DE SANTA MARÍA
Bogotá, 1857

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador y Redentor mío: pésame mi Dios haberos ofendido, por ser quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas. Deseo, Señor, alabaros y amaros más que todos los Ángeles, Santos y criaturas de la tierra; y no solo con el amor incomparable con que os ama vuestra Purísima Madre la Virgen María, mi Señora, sino con el que os amáis a vos mismo. Suplicoos, Dios mío, me abraséis con ese Sacratísimo fuego, para que, unido así con vos, pueda dignamente serviros, amaros y adoraros por los siglos de los siglos. Amen.

DIA PRIMERO
¡Oh Dignísima Rosa de Santa María, Esposa escogida de Nuestro Señor Jesucristo! Hija de estima, como después se vio en vuestra canonización; admirable para el cielo y para la tierra. Si vuestro nacimiento se distinguió con tanta estima, cuando el Sacerdote os bautizó con el nombre de Isabel, el cielo quiso demostrar mejor que os distinguía, cuando a la edad de tres meses, un día, estando delante de vuestra madre, advirtió ella que una rosa os cubría y adornaba la cara: por lo que empezó a decirte: ¡Rosa, Hija mía Rosa! Rosa habéis de ser, y Rosa te habéis de llamar, ya no Isabel. Por esta singularidad ¡Oh Fragantísima Rosa del más hermoso jardín que ha fecundado nuestra Santa Iglesia! Os suplicamos nos alcancéis a todos los que celebramos esta novena, podamos con vuestro ejemplo, distinguirnos también por las virtudes, por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo. Amen.
Se reza tres veces el Padre Nuestro con Gloria Patri en memoria del ardiente amor con que fue favorecida la Santa del niño Jesús, luego la oración siguiente:


ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Dulcísima Virgen María, Reina y Señora de todo lo criado, en quien están depositados todos los tesoros y gracias de la iglesia Nuestra Madre! Postrados ante vos, como el único recurso que tenemos en nuestras aflicciones, angustias y necesidades, os suplicamos rendidos, que por vuestra poderosa intercesión con tu Santísimo y amado Hijo Señor Nuestro, como Madre de piedad, nos alcanzáis, por los merecimientos de vuestra humilde sierva y escogida Virgen Rosa de Santa María, el favor que especialmente os pedimos en esta novena, el remedio de las necesidades de la Santa Iglesia, la conversión de los infieles y pecadores, extirpación de las herejías, la paz y concordia entre los príncipes cristianos, el descanso do las almas del purgatorio, y el aumento en todos los fieles de esta devoción a vuestra dignísima Virgen Rosa de Santa María, para que por ella consigamos la gracia que deseamos para alcanzar nuestra salvación, y alabaros eternamente en la gloria. Amen.

GOZOS

Fragante. celestial Rosa,
De Santa María florida.
Sálvanos Virgen piadosa
Nuestra Patrona escogida.

Naciste honra de la América,
Alegría del Cristianismo,
Lon el nombre de Isabel
En vuestro santo Bautismo;
Después convertido en Rosa,
Por el cielo distinguida.

Este nombre: singular
Fué por la Reina Divina,
Confirmado apellidándote
Rosa de Santa María;
Gracia tan maravillosa,
Consoló tu alma afligida.

Una celdita deseasteis,
En tu jardín retirada,
Con licencia de tus padres,
Que para ello fue negada;
De la Madre Poderosa
Lograsteis ser protegida.

Con dos cadenas de hierro
te azotabas con crueldad,
Que quiso Dios aplicases
Por toda necesidad,
Pues siendo tan rigorosa
Aplacabas su justa ira.

Deseando más perfección
En estado religioso,
No fué voluntad entonces
De tu Jesús amoroso;
Y con humildad de esposa
Le obedeciste rendida.

De Catalina de Sena,
Santa de tu devoción,
Vestisteis por fin el hábito
De su sacra religión,
Por la señal misteriosa
Que Dios te hizo conocida.

Tu ardiente amor encendía
Vuestro humilde corazón,
Al recibir cl manjar,
De la Santa Comunión,
Pareciendo luz hermosa
En bello sol convertida.

A Cristo Nuestro Señor
Imitarle procurabas,
En las crueles penitencias
Que constante ejercitabas,
Como amante fervorosa
De su Pasión y su vida.

Celebrada fué tu muerte
Con triunfos imponderables,
Premiando Dios de esta suerte
Tus virtudes admirables,
Coronándote gloriosa,
Como su esposa querida.

Fragante celestial Rosa,
De Santa María florida.
Sálvanos Virgen piadosa,
Nuestra Patrona escogida



SALVE PARA TODOS LOS DÍAS


Dios te salve bella Rosa,
Por el Criador escogida,
Para el jardín del Rosario
Como Hija de grande estima:

Vida y dulzura fragante
Tus virtudes producían
Plantada hasta que expirante
En el seno de María.

Dios te salve Virgen pura.
Nuestra abogada elegida,
A ti clamamos rendidos
En esta tierra afligida.

Desterrados hijos de Eva
Todos los que padecían,
De los países más remotos
A tu remedio Acudían.

Ea, pues, fruto de virtudes,
De humildad engrandecida,
Que hizo a tu amante Jesús
El centro de sus caricias.

Vuelve tus ojos piadosa,
Patrona elemento y pía,
Y alcánzanos de Dios gracia
La paz y eterna alegría. Amen.



L/: Ruega por nosotros Bienaventurada virgen Santa Rosa.
R/: Para que seamos dignos de las gracias de Nuestro Señor Jesucristo. Amen.

ORACIÓN: Omnipotente y misericordioso Dios, Criador y Redentor nuestro, que os dignasteis adornar de tantas gracias y virtudes a vuestra humilde sierva y privilegiada Virgen Rosa de Santa María; os suplicamos tendidos nos alcancéis por su intercesión el abrazado amor que necesitamos para vivir en vuestra gracia, y que muriendo en ella merezcamos la eterna salvación. Amen.


ORACIÓN FINAL
¡Oh Prodigiosisima Virgen Rosa de Santa María! que estáis colocada en los jardines celestiales; Honra y gloria de vuestro pueblo, alegría del mundo; Rosa de Jericó, de quien cuidó Jesús para que cuidaseis también de sus criaturas, como escogida y destinada para nuestra Intercesora, Patrona y Abogada. Virgen favorecida de María Santísima nuestra Señora, de nuestro Gran Padre Santo Domingo de Guzmán, y de la esclarecida Virgen Santa Catalina de Sena.  Rosa encendida con los más vivos colores de tus imponderables virtudes, y adornada de toda la angelical pureza, que jamás tu alma se vio afeada con mancha de pecado mortal. Serafín en el amor, Querubín en la sabiduría, Prodigiosa en tus obras, Ejemplar de penitencia y Celadora ardientísima de la salvación de las almas. Infinitas gracias damos a la Majestad Divina, por haberos favorecido con tan señalados privilegios. Y especialmente por habernos dado en vos una particular y poderosísima Medianera, como Patrona de la América; y por ella, con el mayor júbilo y rendimiento de nuestros corazones os tributamos este humilde culto, suplicándoos os dignéis con vuestra intercesión con seguir la paz y tranquilidad de la Iglesia y del Estado; nuestro amparo, protección y defensa; la de Nuestro Muy Santo Padre de Nuestro Dignísimo Prelado arquidiocesano(o Diocesano) líbranos de los ataques y persecuciones de los enemigos de Nuestra Santa Religión, y que unidos, con la pureza de alma, por una sola fe, una firme esperanza y una caridad perfecta, en esta vida mortal, logremos todos acompañaros después en la Eterna Bienaventuranza, y ahora la gracia que con especialidad impetramos en esta novena, siendo para mayor honra y gloria de Vuestro Amado Jesús y beneficio de nuestras Almas. Amen.


DIA SEGUNDO
¡Oh hermosísima Rosa de Santa María! Que, hasta los seis años de vuestra preciosa edad, ignorando que este misterioso nombre lo habíais recibido del Cielo, y sabiendo que no era el de vuestro bautismo, empezasteis a manifestaros afrentada cuando os llamaban Rosa, y produjo esto en vuestra alma candidísima gran confusión y tormento, hasta que postrada un die a los pies de Nuestra Señora del Rosario, imagen milagrosa que se venera en la Iglesia de Santo Domingo de Lima, le manifestasteis vuestra tierna mortificación; lo que entendido por la Santísima Virgen, os dio el dulce consuelo de que esa era la voluntad de su amado Hijo, que veíais en sus brazos; y que para mayor gozo tendríais su nombre por apellido ¡te llamaríais Rosa de Santa María! Por esta altísima gracia, ¡Oh maravillosa Virgen! os suplicamos, que podamos merecer vuestros devotos, se confirme afiance en vuestros corazones el fuego de su divino amor. Amen.


DIA TERCERO
¡Oh Purísima Rosa de Santa María! favorecida esposa de Nuestro Señor Jesucristo! Que algún tiempo después de vivir retirada en vuestro oratorio, que se hallaba situado en el jardín de tu huerta, y en donde consagrabais los días enteros a la oración y penitencia; deseando para entregaros mejor a las delicias de tu amantísimo Jesús tener más inmediata una celda en el mismo sitio, solicitasteis para ello el permiso de tus venerados padres; pero no habiéndoselo otorgado, y pareciéndose imposible el que se verificase por los medios humanos, ocurristeis como siempre, a los divinos; y dirigiéndoos a la Capilla de Nuestra Señora del Rosario puesta delante de esta Sagrada Imagen dispusisteis que vuestro Rosario se lo pusiesen al cuello, porque visteis que no tenía; le suplicasteis entonces que ya que quedaba cautiva con esa cadena, os alcanzase lo que le pedíais. Vuelta otro día, en que con devota y firme confianza esperabais la favorable determinación visteis con admirable contento que el Rosario que le habíais dejado en dos vueltas a María Santísima, lo tenía el Niño en la mano por cuyo extraordinario portento conocisteis que su querido Hijo, por los ruegos de su Madre amantísima os había sacado de aquel empeño, con lo que cobrando nuevas fuerzas hablasteis luego con el Padre Maestro Fray Juan de Lorenzana de la orden de Nuestro Padre Santo Domingo, para que consiguiese la licencia de vuestros padres, y en el momento por maravillosa disposición de la Providencia, accedieron a la propuesta que antes os habían negado. Fabricóse, pues, vuestro edificio en cortos lienzos, y a tan poca costa que en cinco pies de largo y cuatro de ancho, quedó la celdita, hecha que parecía que los desiertos de la Tebaida, se habían reducido en aquel sitio. ¡Oh Santa Virgen! por la felicidad y consuelo que tuvisteis al ver logrados vuestros deseos, para dedicaros mejor en vuestra celda al ejercicio de las virtudes, os suplicamos que, con vuestro ejemplo, seamos también templos vivos del Espíritu Santo, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Amen.


DIA CUARTO
¡Oh cándida Virgen y Fragantísima Rosa! Que siendo tan rigorosas vuestras penitencias y tan crueles los azotes con que desgarrabais tu delicado cuerpo, todas las noches, con dos cadenas de hierro, y viendo vuestro Sagrado Esposo que no teníais culpas porque padecer, os inspiró las aplicaseis por las necesidades de la Santa Iglesia, conversión de los pecadores, destrucción de las herejías y alivio de las almas del purgatorio; de manera que, a costa de tan acerbos dolores, golpes y sangrientas disciplinas, procurabais aplacar la ira de Dios, e imitarle en los cinco mil y más azotes que por nosotros sufrió atado a una columna; de modo que habiendo llegado a ser excesiva esta penitencia, os privó vuestro confesor que te azotaseis con la cadena; y entonces ciñéndotela a la cintura y ajustándoos los eslabones con un candado, arrojasteis la llave donde jamás pareciese, hasta que introduciéndose ya en la viva carne, que padecíais los más fuertes dolores, que os tendían y causaban desmayo, fué preciso que intentaseis una noche quitárosla; pero siendo imposible, llamasteis luego en vuestro socorro el auxilio de tu Amado Esposo, suplicándole que así como a su siervo y vicario San Pedro, lo había salvado de los grillos y cadenas, sacado de la prisión, os favoreciese también en aquel conflicto; y en el mismo instante sentisteis un golpe en el candado y lo hallasteis abierto, dando por ello infinitas gracias al Todo Poderoso. ¡Oh Castísima Rosa y Espejo brillante de penitencia! Alcanzadnos, Señora, de vuestro Adorado Jesús, que revestidos con la cadena de su sagrado fuego y atados a él por una verdadera y fructuosa penitencia, domemos nuestras pasiones y apetitos, y satisfaciendo por lo que le hemos ofendido con nuestros pecados, consigamos la salvación eterna. Amen.


DIA QUINTO
¡Oh Humildísima Paloma y bella Aurora, Rosa de Santa María! que por vuestras virtudes admirables y entera abstracción de todo lo terreno, os exhortaban a que tomaseis el estado de religiosa al que os inclinasteis fácilmente; pero siéndoos tan dolorosa la separación y ausencia de tus padres, por no tener ellos otro consuelo, representándoos su confusión y lágrimas y las de vuestros hermanos, y los trabajos que esperabais, pues os cerrarían la puerta para impedirlo. Estando ya prevenida y dispuesta para entrar en el convento de la Encarnación, resolvisteis para poderlo ejecutar, salir ocultamente de vuestra casa, como lo verificasteis inmediatamente; y al pasar por la Iglesia de Santo Domingo, movida de un impulso vehementísimo, entrasteis a visitar a Nuestra Señora del Rosario, para pedirle su intercesión como a Madre y su protección como a Reina para vuestra empresa. Pidiéndole luego su santa bendición para continuar vuestro viaje; y tratando de levantaros de donde os habíais postrado de rodillas, no os fué posible, a pesar de varios esfuerzos, pues parecía que os habían atado a la tierra, y que sentía que aquella Rosa del Rosario se trasplantase a otro jardín. Mas la Madre del Altísimo, por un rayo de divina luz, os dio a conocer que no era voluntad de su Santísimo Hijo el que pasaseis adelante; por lo que, levantando los ojos a la Sagrada Imagen, prometisteis entonces obedecer a su Santa disposición y volveros de allí para tu casa; tal momento os hallasteis libre de la detención. ¡Oh piadosísima Patrona y abogada nuestra! por la humilde resignación con que os sujetasteis a la Providencia de vuestro poderosísimo esposo Jesús, alcanzadnos que, iluminados siempre con su gracia, jamás hagamos sino lo que sea conforme a su santa voluntad para merecer después la vida eterna. Amen.


DIA SEXTO
¡Oh refulgente estrella de gracia y de virtudes, Rosa de Santa María! que deseando ansiosamente vestir el hábito de religiosa, pues conocíais que Dios os tenía destinada para este estado; y como desde vuestros tiernos años era grande el afecto y devoción a Santa Catalina de Sena, queríais tenerla por Madre, porque había sido vuestra Maestra; reflexionando un día sobre el color del hábito, vino hacia vos una mariposa pintada de blanco y negro, y empezó gozosa a dar vueltas por vuestro rostro, y conocíais que oya, que os hablabais os decía: esposa dadme vuestro corazón y sentándoseos en el pecho, os dejó al desaparecer, estampado un corazón, quedando vos transportada en un éxtasis celestial, en cuyo dulce rapto os reveló el Señor con claridad aquel misterio, manifestándoos que seríais religiosa de Santo Domingo, según la regla y forma de Santa Catalina de Sena, que era lo que significaba la señal del corazón que había quedado impresa en vuestro pecho. No habiendo obstáculo, recibisteis el hábito el día de San Lorenzo Mártir en el año de mil seiscientos seis, a los veinte años de edad; agregándose esta cuenta en el Rosario de Santo Domingo, y esa Rosa de distinguida estimación a cuenta de Nuestra Señora del Rosario. En aquel acto un Santo religioso del mismo orden, vio, por disposición Divina, bajar a la Reina de los Ángeles, y que abrazando a Rosa y ella a su Amantísima Madre, se la llevaba al Cielo. ¡Oh Dichosísima Virgen! por el grande regocijo que sintió vuestra alma al vero mejor unida con Jesucristo en el estado de religiosa, conseguidnos su Santísima gracia; para que desprendidos de este mundo y libres de las asechanzas del común enemigo, nos veamos unidos en su Reino, para alabarle con vos eternamente. Amen.


DIA SEPTIMO
¡Oh Esclarecida Rosa, Virgen Purísima y Esposa escogida de Nuestro Señor Jesucristo! Que por el ardiente amor que encendía vuestro corazón, y el profundo respeto, humildad y reverencia con que siempre llegabais a la Sagrada Mesa Eucarística, procurabais primero preparar y disponer vuestra alma con la confesión, limpiándola de manera que no le quedase ni un átomo de lo de este mundo; lavándola y regándola con lágrimas, purificándola con ayunos y disciplinas, perfumándola con oraciones, adornándola no con galas, sino con silicios y previniendo la música con gemidos y suspiros; quedando todo de modo que no se notase ni el más ligero defecto, porque el huésped en todo repara; y así acercándoos a recibir aquel celestial manjar; al Cuerpo de Cristo Nuestro Señor, a Dios Padre, Esposo y Compañero, que os estimaba como hija y como amante, quedabais entonces convertida en resplandeciente sol, llevándoos este Señor Sacramentado toda vuestra atención y sentidos; haciendo emulación y usurpando el ministerio de los Ángeles, pues venerabais y alababais en la tierra al Criador Omnipotente, que ellos adoran en el Cielo. Os hacíais participante de aquella mansedumbre del cordero de Dios, difundiendo en vuestra alma y arrebatado corazón una paz, serenidad e inquietud inexplicables y con tan dulce, tan noble y exquisito manjar, vuestro cuerpo, aunque debilitado por los rigores de la penitencia, recobraba nuevas y extraordinarias fuerzas para continuar, como si empezarais el mismo ejercicio. Por tan especiales favores y gracias ¡oh Esposa amantísima de Jesús! os suplicamos rendidamente nos alcancéis que siempre que recibamos la Sagrada Comunión, sea con las disposiciones debidas y verdadera contrición de nuestras culpas, para que haciéndonos participantes de sus dones en esta vida, merezcamos gozar de Dios en la eterna. Amen.


DIA OCTAVO
¡Oh pacientísima Virgen Rosa de Santa María, asombro y modelo de todas las virtudes! que por el grande afecto y devoción que teníais a la sacratísima pasión de Nuestro Redentor Jesús, usabais una plancha redonda de estaño, que cogía mucha parte de vuestra cabeza, fijando en ella varias puntas de clavillos, os la ajustáis atándola con unas cintas, lo que os causaba fuertes y agudísimos dolores, sufriendo este silicio muchos días; pero pareciéndoos que más cruel había sido la corona que por nosotros sufrió nuestro Salvador, quisisteis también ponérosla de espinas que de igual modo os taladrasen; y al efecto mandasteis hacer un cerco u aro de plata, en el que pusisteis tres órdenes de puntas agudísimas, cada una de treinta y tres en significación de los treinta y tres años que vuestro amabilísimo Jesús vivió en esta vida mortal; y colocándola en la cabeza, con el más sensible dolor, lo bajabais hasta el cuello los viernes y sábados; un día en reverencia de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y otro en memoria de la Soledad y angustias que la Santísima Virgen padeció en la muerte de su Hijo santísimo. Pero como en estos momentos que teníais de altísima contemplación con vuestro regalado Esposo, el demonio procuraba haceros cruel guerra, proponiéndoos como vuestros, varios pensamientos, tocabais disimuladamente la corona, y dando en ella tres golpes, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, huya el infernal enemigo sin poder lograr lance ninguno. ¡Oh Virgen gloriosísima y fiel abogada nuestra! por aquella devota i rigorosa penitencia, que con tanto fervor i humildad ejercitabais en honra de la Pasión sacratísima de vuestro dignísimo Esposo y señor nuestro, os rogamos nos alcancéis, por sus méritos infinitos, que, haciendo una verdadera penitencia de nuestras culpas, y sufriendo con paciencia los trabajos y penalidades de esta vida, nos sirvan de corona para la eterna. Amen.


DIA NOVENO
¡Oh felicísima e incomparable Virgen Rosa de Santa María! cuya maravillosa muerte fue singular triunfo para el cielo y para la tierra, no juzgándose desde el momento que espirasteis que fuese positiva, pues a la vista de todos parecíais más viva que difunto. Vuestro rostro alegre y hermoso, vuestro color blanco y encarnado, los labios encendidos, la suavidad de las manos y la claridad y brillantez de vuestros ojos, todo representaba la felicidad y gloria de que gozabais; producía una vista agradable y angelical, y los circunstantes se llenaban de la más placentera y consoladora ternura. Por disposición especial de la Majestad Divina, desapareció todo luto, todo lo que indicaba tristeza, vistiendo solo galas y libreas blancas; y apoderándose de los fieles una completa alegría, fue ara toda una fiesta solemnísima el tránsito dichoso de vuestra alma. En este acto, estando presente vuestro confesor, exclamó lleno de lágrimas de regocijo: ¡Oh Rosa! ¡Oh Santa mía! ¡Oh hija tan querida de mi corazón y tan venerada de mi por vuestras virtudes! Dichosa mil veces; feliz hija de mi Padre Santo Domingo, que estáis viendo a Dios cara a cara y gozando los premios y coronas tan merecidos de vuestros ayunos, mortificaciones, cilicios, penitencias, oración y pureza. Dichosos vuestros padres que tal hija tuvo. Bendita sea la hora en que a este mundo nacisteis. Ahora gozáis de la beatífica visión y presencia de vuestro Criador. Ha sido vuestra dichosa muerte como vuestra santa vida; vida de Santa y vida de Ángel, pues nunca vuestra pura alma la afeasteis con mancha de pecado mortal; y la gracia que vuestro Criador os comunicó en el bautismo, nunca con semejante culpa la perdisteis. Vos entrasteis en el cielo, según la vida angélica que tuvisteis en la tierra. Ahora seguís al Cordero para recibir la corona de tus merecimientos. Seguidle por eternidades, pues así lo merecen vuestras virtudes. De esta manera os reverenciaban en la tierra, al tiempo mismo que en el cielo celebraban vuestro triunfo, pues bajando nuestro Redentor Jesús, sentado en un trono riquísimo a su lado su querida Madre con una corona de rosas en las manos, un coro de vírgenes con palmas y coronas conduciéndoos en medio y dirigiéndose hacia aquel magnifico trono, fuisteis allí recibida para llevaros gloriosa a la mansión eterna de los justos. ¡Oh Virgen celestial, dignísima patrona de la América, poderosa abogada nuestra! Pues lucisteis tan favorecida y llena de gracias por vuestro amoroso Esposo y Señor Nuestro, en vuestra ida, y tan feliz y singularmente privilegiada en vuestra santa muerte; esperamos también nos alcancéis a todos los que hemos concurrido a esta novena, una vida perfecta de virtudes para que acabemos igualmente recibiendo el premio que por ellas merecisteis, y pasemos a gozar eternamente con vos en la gloria. Amen.





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