NOVENA A LA BIENAVENTURADA ROSA DE SANTA MARÍA
Bogotá, 1857
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador y Redentor
mío: pésame mi Dios haberos ofendido, por ser quien sois, y porque os amo sobre
todas las cosas. Deseo, Señor, alabaros y amaros más que todos los Ángeles,
Santos y criaturas de la tierra; y no solo con el amor incomparable con que os
ama vuestra Purísima Madre la Virgen María, mi Señora, sino con el que os amáis
a vos mismo. Suplicoos, Dios mío, me abraséis con ese Sacratísimo fuego, para
que, unido así con vos, pueda dignamente serviros, amaros y adoraros por los
siglos de los siglos. Amen.
DIA PRIMERO
¡Oh Dignísima Rosa de Santa María, Esposa escogida de
Nuestro Señor Jesucristo! Hija de estima, como después se vio en vuestra
canonización; admirable para el cielo y para la tierra. Si vuestro nacimiento
se distinguió con tanta estima, cuando el Sacerdote os bautizó con el nombre de
Isabel, el cielo quiso demostrar mejor que os distinguía, cuando a la edad de tres
meses, un día, estando delante de vuestra madre, advirtió ella que una rosa os
cubría y adornaba la cara: por lo que empezó a decirte: ¡Rosa, Hija mía Rosa!
Rosa habéis de ser, y Rosa te habéis de llamar, ya no Isabel. Por esta
singularidad ¡Oh Fragantísima Rosa del más hermoso jardín que ha fecundado nuestra
Santa Iglesia! Os suplicamos nos alcancéis a todos los que celebramos esta
novena, podamos con vuestro ejemplo, distinguirnos también por las virtudes,
por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo. Amen.
Se reza tres veces el Padre Nuestro con Gloria Patri en
memoria del ardiente amor con que fue favorecida la Santa del niño Jesús, luego
la oración siguiente:
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Dulcísima Virgen María, Reina y Señora de todo lo
criado, en quien están depositados todos los tesoros y gracias de la iglesia
Nuestra Madre! Postrados ante vos, como el único recurso que tenemos en
nuestras aflicciones, angustias y necesidades, os suplicamos rendidos, que por
vuestra poderosa intercesión con tu Santísimo y amado Hijo Señor Nuestro, como Madre
de piedad, nos alcanzáis, por los merecimientos de vuestra humilde sierva y escogida
Virgen Rosa de Santa María, el favor que especialmente os pedimos en esta
novena, el remedio de las necesidades de la Santa Iglesia, la conversión de los
infieles y pecadores, extirpación de las herejías, la paz y concordia entre los
príncipes cristianos, el descanso do las almas del purgatorio, y el aumento en
todos los fieles de esta devoción a vuestra dignísima Virgen Rosa de Santa María,
para que por ella consigamos la gracia que deseamos para alcanzar nuestra salvación,
y alabaros eternamente en la gloria. Amen.
GOZOS
Fragante.
celestial Rosa,
De
Santa María florida.
Sálvanos
Virgen piadosa
Nuestra
Patrona escogida.
Naciste
honra de la América,
Alegría
del Cristianismo,
Lon
el nombre de Isabel
En
vuestro santo Bautismo;
Después
convertido en Rosa,
Por
el cielo distinguida.
Este
nombre: singular
Fué
por la Reina Divina,
Confirmado
apellidándote
Rosa
de Santa María;
Gracia
tan maravillosa,
Consoló
tu alma afligida.
Una
celdita deseasteis,
En
tu jardín retirada,
Con
licencia de tus padres,
Que
para ello fue negada;
De
la Madre Poderosa
Lograsteis
ser protegida.
Con
dos cadenas de hierro
te
azotabas con crueldad,
Que
quiso Dios aplicases
Por
toda necesidad,
Pues
siendo tan rigorosa
Aplacabas
su justa ira.
Deseando
más perfección
En
estado religioso,
No
fué voluntad entonces
De
tu Jesús amoroso;
Y
con humildad de esposa
Le
obedeciste rendida.
De
Catalina de Sena,
Santa
de tu devoción,
Vestisteis
por fin el hábito
De
su sacra religión,
Por
la señal misteriosa
Que
Dios te hizo conocida.
Tu
ardiente amor encendía
Vuestro
humilde corazón,
Al
recibir cl manjar,
De
la Santa Comunión,
Pareciendo
luz hermosa
En
bello sol convertida.
A
Cristo Nuestro Señor
Imitarle
procurabas,
En
las crueles penitencias
Que
constante ejercitabas,
Como
amante fervorosa
De
su Pasión y su vida.
Celebrada
fué tu muerte
Con
triunfos imponderables,
Premiando Dios de esta suerte
Tus
virtudes admirables,
Coronándote
gloriosa,
Como
su esposa querida.
Fragante
celestial Rosa,
De
Santa María florida.
Sálvanos
Virgen piadosa,
Nuestra
Patrona escogida
SALVE PARA TODOS LOS DÍAS
Dios
te salve bella Rosa,
Por
el Criador escogida,
Para
el jardín del Rosario
Como
Hija de grande estima:
Vida
y dulzura fragante
Tus
virtudes producían
Plantada
hasta que expirante
En
el seno de María.
Dios
te salve Virgen pura.
Nuestra
abogada elegida,
A
ti clamamos rendidos
En
esta tierra afligida.
Desterrados
hijos de Eva
Todos
los que padecían,
De
los países más remotos
A
tu remedio Acudían.
Ea,
pues, fruto de virtudes,
De
humildad engrandecida,
Que
hizo a tu amante Jesús
El
centro de sus caricias.
Vuelve
tus ojos piadosa,
Patrona
elemento y pía,
Y
alcánzanos de Dios gracia
La
paz y eterna alegría. Amen.
L/: Ruega por nosotros Bienaventurada
virgen Santa Rosa.
R/: Para que seamos
dignos de las gracias de Nuestro Señor Jesucristo. Amen.
ORACIÓN: Omnipotente
y misericordioso Dios, Criador y Redentor nuestro, que os dignasteis adornar de
tantas gracias y virtudes a vuestra humilde sierva y privilegiada Virgen Rosa
de Santa María; os suplicamos tendidos nos alcancéis por su intercesión el
abrazado amor que necesitamos para vivir en vuestra gracia, y que muriendo en
ella merezcamos la eterna salvación. Amen.
ORACIÓN FINAL
¡Oh Prodigiosisima Virgen Rosa de Santa María! que estáis
colocada en los jardines celestiales; Honra y gloria de vuestro pueblo, alegría
del mundo; Rosa de Jericó, de quien cuidó Jesús para que cuidaseis también de
sus criaturas, como escogida y destinada para nuestra Intercesora, Patrona y Abogada.
Virgen favorecida de María Santísima nuestra Señora, de nuestro Gran Padre
Santo Domingo de Guzmán, y de la esclarecida Virgen Santa Catalina de Sena. Rosa encendida con los más vivos colores de
tus imponderables virtudes, y adornada de toda la angelical pureza, que jamás
tu alma se vio afeada con mancha de pecado mortal. Serafín en el amor, Querubín
en la sabiduría, Prodigiosa en tus obras, Ejemplar de penitencia y Celadora ardientísima
de la salvación de las almas. Infinitas gracias damos a la Majestad Divina, por
haberos favorecido con tan señalados privilegios. Y especialmente por habernos
dado en vos una particular y poderosísima Medianera, como Patrona de la
América; y por ella, con el mayor júbilo y rendimiento de nuestros corazones os
tributamos este humilde culto, suplicándoos os dignéis con vuestra intercesión
con seguir la paz y tranquilidad de la Iglesia y del Estado; nuestro amparo, protección
y defensa; la de Nuestro Muy Santo Padre de Nuestro Dignísimo Prelado arquidiocesano(o
Diocesano) líbranos de los ataques y persecuciones de los enemigos de Nuestra
Santa Religión, y que unidos, con la pureza de alma, por una sola fe, una firme
esperanza y una caridad perfecta, en esta vida mortal, logremos todos
acompañaros después en la Eterna Bienaventuranza, y ahora la gracia que con
especialidad impetramos en esta novena, siendo para mayor honra y gloria de
Vuestro Amado Jesús y beneficio de nuestras Almas. Amen.
DIA SEGUNDO
¡Oh hermosísima Rosa de Santa María! Que, hasta los seis
años de vuestra preciosa edad, ignorando que este misterioso nombre lo habíais recibido
del Cielo, y sabiendo que no era el de vuestro bautismo, empezasteis a
manifestaros afrentada cuando os llamaban Rosa, y produjo esto en vuestra alma candidísima
gran confusión y tormento, hasta que postrada un die a los pies de Nuestra
Señora del Rosario, imagen milagrosa que se venera en la Iglesia de Santo
Domingo de Lima, le manifestasteis vuestra tierna mortificación; lo que
entendido por la Santísima Virgen, os dio el dulce consuelo de que esa era la
voluntad de su amado Hijo, que veíais en sus brazos; y que para mayor gozo tendríais
su nombre por apellido ¡te llamaríais Rosa de Santa María! Por esta altísima
gracia, ¡Oh maravillosa Virgen! os suplicamos, que podamos merecer vuestros
devotos, se confirme afiance en vuestros corazones el fuego de su divino amor. Amen.
DIA TERCERO
¡Oh Purísima Rosa de Santa María! favorecida esposa de
Nuestro Señor Jesucristo! Que algún tiempo después de vivir retirada en vuestro
oratorio, que se hallaba situado en el jardín de tu huerta, y en donde
consagrabais los días enteros a la oración y penitencia; deseando para entregaros
mejor a las delicias de tu amantísimo Jesús tener más inmediata una celda en el
mismo sitio, solicitasteis para ello el permiso de tus venerados padres; pero
no habiéndoselo otorgado, y pareciéndose imposible el que se verificase por los
medios humanos, ocurristeis como siempre, a los divinos; y dirigiéndoos a la
Capilla de Nuestra Señora del Rosario puesta delante de esta Sagrada Imagen
dispusisteis que vuestro Rosario se lo pusiesen al cuello, porque visteis que
no tenía; le suplicasteis entonces que ya que quedaba cautiva con esa cadena,
os alcanzase lo que le pedíais. Vuelta otro día, en que con devota y firme
confianza esperabais la favorable determinación visteis con admirable contento
que el Rosario que le habíais dejado en dos vueltas a María Santísima, lo tenía
el Niño en la mano por cuyo extraordinario portento conocisteis que su querido Hijo,
por los ruegos de su Madre amantísima os había sacado de aquel empeño, con lo
que cobrando nuevas fuerzas hablasteis luego con el Padre Maestro Fray Juan de
Lorenzana de la orden de Nuestro Padre Santo Domingo, para que consiguiese la
licencia de vuestros padres, y en el momento por maravillosa disposición de la
Providencia, accedieron a la propuesta que antes os habían negado. Fabricóse,
pues, vuestro edificio en cortos lienzos, y a tan poca costa que en cinco pies
de largo y cuatro de ancho, quedó la celdita, hecha que parecía que los desiertos
de la Tebaida, se habían reducido en aquel sitio. ¡Oh Santa Virgen! por la
felicidad y consuelo que tuvisteis al ver logrados vuestros deseos, para
dedicaros mejor en vuestra celda al ejercicio de las virtudes, os suplicamos que,
con vuestro ejemplo, seamos también templos vivos del Espíritu Santo, por la
gracia de nuestro Señor Jesucristo. Amen.
DIA CUARTO
¡Oh cándida Virgen y Fragantísima Rosa! Que siendo tan
rigorosas vuestras penitencias y tan crueles los azotes con que desgarrabais tu
delicado cuerpo, todas las noches, con dos cadenas de hierro, y viendo vuestro
Sagrado Esposo que no teníais culpas porque padecer, os inspiró las aplicaseis
por las necesidades de la Santa Iglesia, conversión de los pecadores, destrucción
de las herejías y alivio de las almas del purgatorio; de manera que, a costa de
tan acerbos dolores, golpes y sangrientas disciplinas, procurabais aplacar la
ira de Dios, e imitarle en los cinco mil y más azotes que por nosotros sufrió
atado a una columna; de modo que habiendo llegado a ser excesiva esta
penitencia, os privó vuestro confesor que te azotaseis con la cadena; y entonces
ciñéndotela a la cintura y ajustándoos los eslabones con un candado,
arrojasteis la llave donde jamás pareciese, hasta que introduciéndose ya en la
viva carne, que padecíais los más fuertes dolores, que os tendían y causaban
desmayo, fué preciso que intentaseis una noche quitárosla; pero siendo
imposible, llamasteis luego en vuestro socorro el auxilio de tu Amado Esposo, suplicándole
que así como a su siervo y vicario San Pedro, lo había salvado de los grillos y
cadenas, sacado de la prisión, os favoreciese también en aquel conflicto; y en
el mismo instante sentisteis un golpe en el candado y lo hallasteis abierto, dando
por ello infinitas gracias al Todo Poderoso. ¡Oh Castísima Rosa y Espejo
brillante de penitencia! Alcanzadnos, Señora, de vuestro Adorado Jesús, que
revestidos con la cadena de su sagrado fuego y atados a él por una verdadera y
fructuosa penitencia, domemos nuestras pasiones y apetitos, y satisfaciendo por
lo que le hemos ofendido con nuestros pecados, consigamos la salvación eterna. Amen.
DIA QUINTO
¡Oh Humildísima Paloma y bella Aurora, Rosa de Santa María!
que por vuestras virtudes admirables y entera abstracción de todo lo terreno,
os exhortaban a que tomaseis el estado de religiosa al que os inclinasteis fácilmente;
pero siéndoos tan dolorosa la separación y ausencia de tus padres, por no tener
ellos otro consuelo, representándoos su confusión y lágrimas y las de vuestros
hermanos, y los trabajos que esperabais, pues os cerrarían la puerta para impedirlo.
Estando ya prevenida y dispuesta para entrar en el convento de la Encarnación, resolvisteis
para poderlo ejecutar, salir ocultamente de vuestra casa, como lo verificasteis
inmediatamente; y al pasar por la Iglesia de Santo Domingo, movida de un
impulso vehementísimo, entrasteis a visitar a Nuestra Señora del Rosario, para
pedirle su intercesión como a Madre y su protección como a Reina para vuestra
empresa. Pidiéndole luego su santa bendición para continuar vuestro viaje; y
tratando de levantaros de donde os habíais postrado de rodillas, no os fué
posible, a pesar de varios esfuerzos, pues parecía que os habían atado a la
tierra, y que sentía que aquella Rosa del Rosario se trasplantase a otro jardín.
Mas la Madre del Altísimo, por un rayo de divina luz, os dio a conocer que no
era voluntad de su Santísimo Hijo el que pasaseis adelante; por lo que,
levantando los ojos a la Sagrada Imagen, prometisteis entonces obedecer a su
Santa disposición y volveros de allí para tu casa; tal momento os hallasteis
libre de la detención. ¡Oh piadosísima Patrona y abogada nuestra! por la
humilde resignación con que os sujetasteis a la Providencia de vuestro
poderosísimo esposo Jesús, alcanzadnos que, iluminados siempre con su gracia, jamás
hagamos sino lo que sea conforme a su santa voluntad para merecer después la
vida eterna. Amen.
DIA SEXTO
¡Oh refulgente estrella de gracia y de virtudes, Rosa de
Santa María! que deseando ansiosamente vestir el hábito de religiosa, pues
conocíais que Dios os tenía destinada para este estado; y como desde vuestros
tiernos años era grande el afecto y devoción a Santa Catalina de Sena, queríais
tenerla por Madre, porque había sido vuestra Maestra; reflexionando un día sobre
el color del hábito, vino hacia vos una mariposa pintada de blanco y negro, y
empezó gozosa a dar vueltas por vuestro rostro, y conocíais que oya, que os hablabais
os decía: esposa dadme vuestro corazón y sentándoseos en el pecho, os dejó al
desaparecer, estampado un corazón, quedando vos transportada en un éxtasis
celestial, en cuyo dulce rapto os reveló el Señor con claridad aquel misterio, manifestándoos
que seríais religiosa de Santo Domingo, según la regla y forma de Santa
Catalina de Sena, que era lo que significaba la señal del corazón que había
quedado impresa en vuestro pecho. No habiendo obstáculo, recibisteis el hábito
el día de San Lorenzo Mártir en el año de mil seiscientos seis, a los veinte
años de edad; agregándose esta cuenta en el Rosario de Santo Domingo, y esa
Rosa de distinguida estimación a cuenta de Nuestra Señora del Rosario. En aquel
acto un Santo religioso del mismo orden, vio, por disposición Divina, bajar a
la Reina de los Ángeles, y que abrazando a Rosa y ella a su Amantísima Madre,
se la llevaba al Cielo. ¡Oh Dichosísima Virgen! por el grande regocijo que
sintió vuestra alma al vero mejor unida con Jesucristo en el estado de religiosa,
conseguidnos su Santísima gracia; para que desprendidos de este mundo y libres
de las asechanzas del común enemigo, nos veamos unidos en su Reino, para
alabarle con vos eternamente. Amen.
DIA SEPTIMO
¡Oh Esclarecida Rosa, Virgen Purísima y Esposa escogida de
Nuestro Señor Jesucristo! Que por el ardiente amor que encendía vuestro
corazón, y el profundo respeto, humildad y reverencia con que siempre llegabais
a la Sagrada Mesa Eucarística, procurabais primero preparar y disponer vuestra
alma con la confesión, limpiándola de manera que no le quedase ni un átomo de
lo de este mundo; lavándola y regándola con lágrimas, purificándola con ayunos
y disciplinas, perfumándola con oraciones, adornándola no con galas, sino con
silicios y previniendo la música con gemidos y suspiros; quedando todo de modo
que no se notase ni el más ligero defecto, porque el huésped en todo repara; y
así acercándoos a recibir aquel celestial manjar; al Cuerpo de Cristo Nuestro
Señor, a Dios Padre, Esposo y Compañero, que os estimaba como hija y como
amante, quedabais entonces convertida en resplandeciente sol, llevándoos este
Señor Sacramentado toda vuestra atención y sentidos; haciendo emulación y
usurpando el ministerio de los Ángeles, pues venerabais y alababais en la
tierra al Criador Omnipotente, que ellos adoran en el Cielo. Os hacíais
participante de aquella mansedumbre del cordero de Dios, difundiendo en vuestra
alma y arrebatado corazón una paz, serenidad e inquietud inexplicables y con
tan dulce, tan noble y exquisito manjar, vuestro cuerpo, aunque debilitado por
los rigores de la penitencia, recobraba nuevas y extraordinarias fuerzas para
continuar, como si empezarais el mismo ejercicio. Por tan especiales favores y
gracias ¡oh Esposa amantísima de Jesús! os suplicamos rendidamente nos alcancéis
que siempre que recibamos la Sagrada Comunión, sea con las disposiciones
debidas y verdadera contrición de nuestras culpas, para que haciéndonos
participantes de sus dones en esta vida, merezcamos gozar de Dios en la eterna.
Amen.
DIA OCTAVO
¡Oh pacientísima Virgen Rosa de Santa María, asombro y
modelo de todas las virtudes! que por el grande afecto y devoción que teníais a
la sacratísima pasión de Nuestro Redentor Jesús, usabais una plancha redonda de
estaño, que cogía mucha parte de vuestra cabeza, fijando en ella varias puntas
de clavillos, os la ajustáis atándola con unas cintas, lo que os causaba fuertes
y agudísimos dolores, sufriendo este silicio muchos días; pero pareciéndoos que
más cruel había sido la corona que por nosotros sufrió nuestro Salvador,
quisisteis también ponérosla de espinas que de igual modo os taladrasen; y al
efecto mandasteis hacer un cerco u aro de plata, en el que pusisteis tres
órdenes de puntas agudísimas, cada una de treinta y tres en significación de
los treinta y tres años que vuestro amabilísimo Jesús vivió en esta vida
mortal; y colocándola en la cabeza, con el más sensible dolor, lo bajabais
hasta el cuello los viernes y sábados; un día en reverencia de la Pasión de Nuestro
Señor Jesucristo, y otro en memoria de la Soledad y angustias que la Santísima
Virgen padeció en la muerte de su Hijo santísimo. Pero como en estos momentos
que teníais de altísima contemplación con vuestro regalado Esposo, el demonio
procuraba haceros cruel guerra, proponiéndoos como vuestros, varios
pensamientos, tocabais disimuladamente la corona, y dando en ella tres golpes,
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, huya el infernal enemigo
sin poder lograr lance ninguno. ¡Oh Virgen gloriosísima y fiel abogada nuestra!
por aquella devota i rigorosa penitencia, que con tanto fervor i humildad
ejercitabais en honra de la Pasión sacratísima de vuestro dignísimo Esposo y señor
nuestro, os rogamos nos alcancéis, por sus méritos infinitos, que, haciendo una
verdadera penitencia de nuestras culpas, y sufriendo con paciencia los trabajos
y penalidades de esta vida, nos sirvan de corona para la eterna. Amen.
DIA NOVENO
¡Oh felicísima e incomparable Virgen Rosa de Santa María!
cuya maravillosa muerte fue singular triunfo para el cielo y para la tierra, no
juzgándose desde el momento que espirasteis que fuese positiva, pues a la vista
de todos parecíais más viva que difunto. Vuestro rostro alegre y hermoso,
vuestro color blanco y encarnado, los labios encendidos, la suavidad de las
manos y la claridad y brillantez de vuestros ojos, todo representaba la
felicidad y gloria de que gozabais; producía una vista agradable y angelical, y
los circunstantes se llenaban de la más placentera y consoladora ternura. Por disposición
especial de la Majestad Divina, desapareció todo luto, todo lo que indicaba
tristeza, vistiendo solo galas y libreas blancas; y apoderándose de los fieles
una completa alegría, fue ara toda una fiesta solemnísima el tránsito dichoso
de vuestra alma. En este acto, estando presente vuestro confesor, exclamó lleno
de lágrimas de regocijo: ¡Oh Rosa! ¡Oh Santa mía! ¡Oh hija tan querida de mi corazón
y tan venerada de mi por vuestras virtudes! Dichosa mil veces; feliz hija de mi
Padre Santo Domingo, que estáis viendo a Dios cara a cara y gozando los premios
y coronas tan merecidos de vuestros ayunos, mortificaciones, cilicios,
penitencias, oración y pureza. Dichosos vuestros padres que tal hija tuvo.
Bendita sea la hora en que a este mundo nacisteis. Ahora gozáis de la beatífica
visión y presencia de vuestro Criador. Ha sido vuestra dichosa muerte como
vuestra santa vida; vida de Santa y vida de Ángel, pues nunca vuestra pura alma
la afeasteis con mancha de pecado mortal; y la gracia que vuestro Criador os
comunicó en el bautismo, nunca con semejante culpa la perdisteis. Vos
entrasteis en el cielo, según la vida angélica que tuvisteis en la tierra. Ahora
seguís al Cordero para recibir la corona de tus merecimientos. Seguidle por
eternidades, pues así lo merecen vuestras virtudes. De esta manera os
reverenciaban en la tierra, al tiempo mismo que en el cielo celebraban vuestro
triunfo, pues bajando nuestro Redentor Jesús, sentado en un trono riquísimo a
su lado su querida Madre con una corona de rosas en las manos, un coro de vírgenes
con palmas y coronas conduciéndoos en medio y dirigiéndose hacia aquel
magnifico trono, fuisteis allí recibida para llevaros gloriosa a la mansión
eterna de los justos. ¡Oh Virgen celestial, dignísima patrona de la América,
poderosa abogada nuestra! Pues lucisteis tan favorecida y llena de gracias por
vuestro amoroso Esposo y Señor Nuestro, en vuestra ida, y tan feliz y singularmente
privilegiada en vuestra santa muerte; esperamos también nos alcancéis a todos
los que hemos concurrido a esta novena, una vida perfecta de virtudes para que acabemos
igualmente recibiendo el premio que por ellas merecisteis, y pasemos a gozar
eternamente con vos en la gloria. Amen.
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