NOVENA A LA SERÁFICA PENITENTE SANTA MARÍA MAGDALENA
PARA ALCANZAR DE DIOS NUESTRO
SEÑOR REFORMA DE UNA MALA VIDA, AUMENTO DE VIRTUDES, Y UNA FELIZ MUERTE.
Año de
1776. Reimpresa en la Ermita en la Oficina de Don Antonio Sánchez Cubillas
ACTO DE CONTRICIÓN
Puesto de rodillas ante
la imagen de la Santa, se dirá con veras del corazón, juzgándose en el Tribunal
de Dios, la siguiente:
A tus ojos tienes, Altísimo Señor, y en tu Sacrosanta
presencia a quien más que todo el universo te ha ofendido: aquí estoy con el
rostro lleno de confusión y vergüenza; puesto que no he sabido darte gusto,
desde el instante que amanecí al uso de la razón, así como en el presente, en
que abro los ojos y conozco lo errado de los pasos en que he andado. Aquí está
mi alma, Señor, la más desagradecida que abrasa la tierra entre sus vivientes:
¿cómo has sufrido tanta tiranía?, ¿cómo no has levantado tu diestra para
destruirme?, ¿qué palabras diré en desagravio a tus justas iras? Oh, cómo
quisiera llorar abundantes lágrimas por las fuentes de mis ojos y verter
amargas corrientes de arrepentimiento. Pero ya estoy, Soberano Padre, a tus migajas,
como huérfano mendigo de tu mesa, ya no salgo de ti, sin ti mismo. Recibe este
corazón arrepentido de su mala vida, que no será la vez primera que así te
humanes, ejemplo me da tu amada pecadora Magdalena. Recibe, Señor en tu amistad
a quien con veras del alma se vuelve a ti; que si buscas dolor de los pecados,
a mí me pesa infinitamente haberte ofendido, tan sin respeto a tus mismos ojos;
yo te doy palabra de no volver al cieno de mis pecados. Recibe en desagravio de
ellos, aquellas arrepentidas cuanto amorosas lágrimas de tu querida hija, y mi
Patrona Santa María Magdalena. Recibe benignamente en satisfacción de ellos
todo cuanto padeciere hasta mi muerte, la cual confío en la Sangre de tu Hijo,
y mi Hermano Nuestro Señor Jesús, será dichosa y agradable. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Abogada de pecadores para arrepentirse , amoroso aliento por quien
respiramos los afligidos, tiernísimo ejemplar de las Divinas Piedades en
nuestros desconsuelos , Arco Iris , que serenáis al Juez airado con las lágrimas
que lloró vuestro corazón a sus pies , amada Discípula del Señor, recreada con
su Divina Dulzura en su amante enseñanza , consolada en la muerte de Lázaro con
su presencia , llorando Vos, y acompañando con su llanto el Redentor de la vida
, Girasol hermoso que seguiste los pasos de vuestro Divino Maestro hasta el
Calvario , consolada después en el Sepulcro con su visita gloriosa, Apóstola de
los Apóstoles dándoles la noticia, camarera amante de la Madre de Jesús en la
Pasión del Hijo y su Soledad, compasiva Patrona, consíganme vuestras lágrimas
el agua de la vida, para que, como los peces en el agua amarga del Mar, siempre
viva en el amargo llanto de la penitencia. Enseñadme, como á discípulo, dolor
de mis pecados y que sea fruto del vuestro, puesta a las espaldas del Pastor
Divino. Los ósculos de vuestro amor a sus sagrados
pies me consigan los del Padre al pródigo en señal de paz y que mientras viva,
llore y suspire mis ingratitudes y que el Señor, por vuestro amor, me consuele,
convirtiendo mi corazón en ternuras, hasta que me suba al Cielo a cantar en
vuestra compañía las Divinas Misericordias. Amen.
PRIMER DÍA
Magdalena Gloriosa, que en los primeros pasos de tu juventud abriste los ojos para el abismo arriesgado de la vanidad, acuérdate, desde lo alto de tu celestial habitación, de quien hoy, no con mundanos elogios, si con fervorosas súplicas, alaba a aquel Divino Cazador, que supo prender tu resfriado corazón con las dulces saetas de sus inspiraciones, atrayendo para sí la preciosa margarita de ti misma. Acuérdate, pues, Seráfica Penitente, de los que humildemente te rogamos seas intercesora en todas nuestras miserias y remedio en las necesidades espirituales y temporales. Atrae, Santa Gloriosa, con tus súplicas, al gremio de la Iglesia a todos los infieles, herejes, apóstatas, cismáticos. Reduce al estado de gracia a los que están en pecado mortal, has que te sigan en la espiritual obediencia para que a imitación tuya, se dejen herir del amor de su Majestad inmensa, y le sirvan fieles como tú le fuiste. Amén.
Aquí se rezan siete Padre
nuestros, y siete Ave Marías con la siguiente:
GOZOS
Magdalena, protección,
Nuestro asilo y gozo
tierno.
Defiéndenos del Infierno,
y alcánzanos contrición.
Lavatorio de metal,
como espejo de
mujeres,
para pecadores, eres,
de lágrimas manantial:
¡Oh Fénix amante, leal!
por tí logremos perdón:
Como Iris
amoroso
aplacas al Juez airado,
si como león enojado
amenaza rigurosa:
Consiga tu amor piadoso,
llore nuestro corazón:
Tus lágrimas, no delante,
sino detrás del Señor,
las hizo gloria su amor
á sus espaldas atlante:
Haz Serafín amante,
lloremos con devoción:
Tu corazón con desvelo
es reloj de Sol Divino,
a todas horas muy fino,
deseando darle consuelo:
Tus lágrimas honran el Cielo
con amorosa expresión!
De fuego
de amor vestido
sufrió burlas muy pesadas,
heridas y bofetadas
del Pueblo favorecido:
Viéndole así ofendido,
lloró tu amor su Pasión:
Lloró Redentor amado
al ver el llanto y la pena
de la amante Magdalena,
y a Lázaro sepultado:
Jesús mostró enamorado
así su tierna afición:
Se quedó el Sol enlutado
al morir Jesús en Cruz,
con agua y sangre dio luz,
que salió de su Costado:
El corazón del Amado
lloró, y tú con fina unión:
Una
expresión amorosa
hizo este Sol brillante,
resucitado triunfante,
cuando le buscó llorosa:
Abrasada Mariposa
en amor y compasión:
De Margaritas preciosas,
que son lágrimas de amor,
hizo nuestro Criador
las puertas del Cielo hermosas:
Logran las almas dichosas
entrar por la compunción:
Camarera de María,
compañera de San Juan,
de Jesús, Sagrado Imán,
y del Cielo melodía
del pecador dulce guía
hasta la eterna mansión:
Magdalena, protección,
nuestro asilo y gozo tierno
DEPRECACION Á LA SANTA.
Amantísima Patrona, compasiva Abogada, querida
de Jesús, consuelo de María Santísima en su Soledad, compañera del Sagrado
Benjamín en el servicio de la Madre de Dios rogad por mí, para lograr veros en
la Gloria.
ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA
¡Oh Bondad sin término! ¡Oh Sabiduría sin límite! ¡Oh Misericordia sin fin! infinitas veces alabo, Señor, vuestro altísimo juicio y agradezco a vuestra benignidad nos diese tan seguras esperanzas del remedio eterno mediante la verdadera contrición. Y para mayor realce de tanto amor, nos ponéis a vista el crédito de él en nuestra querida Patrona Santa María Magdalena: haciendo en la blanda cera de su Corazón, la más bella imagen de humildad que podía lucir en vuestra presencia. Ofrezco, Dios mío, a vos mismo; en agradecimiento de las muchas prerrogativas, que a vuestra querida Magdalena tenéis concedidas. Y ya que mis muchas culpas me dan la audacia de pediros cara a cara, os presento aquella tan verdadera contrición suya, aquel quereros sin límite; aquel acompañaros padeciendo: aquel lloraros ausente; aquel encontraros resucitado. Y juntamente os ofrezco aquella penitencia tan áspera; aquella soledad tan rigurosa; aquel continuo cilicio; aquel ayuno perpetuo; aquel llorar arrepentido; todo tan perfecto a vuestros ojos: que puedo decir que sus alabanzas complacían a tu Corazón: pues siete veces cada día enviabais muchos Ángeles, que os la llevasen para regalaros con su vista; y por todos esos favores vuestros, y amores de mi querida Santa, os pido me tengáis de vuestra mano; me ayudéis para no ofenderos; y si mi suma miseria en algo me deslizare, me deis los auxilios que a vuestra Penitente disteis, y me concedáis lo que en esta novena os pido, si es de vuestro agrado. Amén.
SEGUNDO DÍA
Gloriosa arrepentida, espejo de penitentes
corazones, que abandonaste el mundo por los regalos de tu Dueño verdadero, y
sumida en la suma confusión de tus muchas culpas, cerraste los labios a las
palabras para abrir puerta franca a las corrientes de lágrimas vertidas por tus
ojos, dejando que explicasen ellos, lo que tu contrito corazón sentía. Maestra
verdadera, tú nos enseñas que la perfección en el amor a Dios, más que en la
armonía de las voces, consiste en los internos afectos; que son alas, que nos
llevaban al regazo y sosiego de la gracia. Así lo hiciste y enseñaste. No te
canses, pues, Magdalena Santa, de continuar con nosotros tus súplicas al Señor,
y tus favores a tus devotos, concediéndonos un verdadero dolor de nuestros
pecados, y un grande amor a Dios. Para que refrenando la violencia de la
lengua, nos abstengamos de toda culpa, y nos aventajemos en alabanzas y dar
gloria a Nuestro Señor que te escogió para la Patria Celestial. Amén.
TERCER DÍA
Oh
Seráfica y penitente Magdalena, que pasando los límites de tu amor humano,
amaste de tal modo a tu Divino Maestro, que mereció lo mucho de tu caridad
fuese el mismo Cristo predicador de tus arrepentimientos; declarando a voces
que eras tú la que sí mucho habías pecado, mucho más habías amado. ¿Quién,
Magdalena Santa, ¿te enseñó tan breve y tan extraordinario amar? No otro que
quien te supo querer con tanto extremo. Por esta perseverancia tuya, te ruego,
me enciendas en el fuego del divino amor, enseñándome a aborrecer todo lo que
da disgusto a tu querido Esposo. Lleva mi corazón a un perpetuo agradecimiento
a Sus beneficios. No olvides, Santa gloriosa, a los que están fuera del gremio
de la Religión Cristiana, y en particular a los que humildemente te ruegan, y
se valen de tu Patrocinio, dando a todos conocimientos del valor de la gracia,
y de la miseria del pecado mortal, de cual espero, me librará tu intercesión.
Amén.
CUARTO DÍA
¡Oh
gloriosa y fuerte mujer!, oh querida Magdalena, que después de la tormenta
amarga de tu continuo llorar, te guarneciste con el escudo fortísimo de la
virtud de la constancia, siendo perpetua seguidora de tu Soberano Jesús, que en
medio de sus dolores no vacilaste para estar presente en sus angustias, no
espantándote la fiereza de los enemigos; pues cuando faltó el varonil esfuerzo
de los Apóstoles, que habían huido, fuiste más constante, siendo fiel testigo de
la mayor obra, que fue la grandeza de la redención, por esta constancia tuya
(como el menor de tus devotos), te ruego, le alcances de Dios perseverancia y
esfuerzo a los atribulados, firmeza a los que siguen el camino de la
perfección, acierto a los que dirigen almas, ejercicios de virtud y rigurosa
ejecución en sus devociones a los de estado religioso. Finalmente, a los
cautivos por la fe, esfuerzo para que no desmayen, para que todos sigamos tus
pasos hasta la dichosa Jerusalén. Amén.
QUINTO DÍA
Bendita
Magdalena, no tienen mis sentidos expresiones para dar gracias al Señor por
haberte dotado de tal afecto para con su Majestad, pues durante su Pasión no
apartaste tu mirada ante la tempestad de ultrajes que padecía, antes olvidada
del temor solo te vestías de la gala del amor. Porque si había persecuciones,
allí te hallabas; había verdugos, caminabas valerosa; había armas, por ellas
mismas te abrías paso; había Cruz, al pie de ella te acercabas a hermosear tu
rostro con los zafiros de las gotas de Sangre que del Cuerpo de Jesús manaban.
Allí estuviste sin morir muriendo con tu Dueño; si había sepulcro, a él te
arrojabas en busca de Jesús; había tinieblas pues ellas no te horrorizaban;
antes si adelantándote a la Aurora, salías a recrearte al Sepulcro del Sol, que
buscabas, con un amor tan grande que competía con el de los Ángeles, que nada
quiere, nada teme; y sólo busca al que llena todas las cosas, que es Dios. Por
este amor tan fino, te suplico, no te apartes de mi corazón; ya en medio de mis
miserias; ya entre las fatigas de este mudo; ya entre los dolores de las
enfermedades; ya entre las agonías de la muerte; intercede siempre en mi favor,
para que logre no caer en pecado mortal, y vivir siempre creciendo en las
virtudes, y muera confesando al Señor, que me dio tu Patrocinio. Amén.
SEXTO DÍA
Apóstola
de las Apóstoles Magdalena gloriosa, que encendida en el fervor, y deseo de
aumentar la fe de tu Maestro Jesús, siguiendo primero valerosamente al Señor
hasta el Calvario, consolándolo en su desamparo, asistiendo a su Sacratísima
Madre mientras la espada de dolor predicha por Simeón le atravesaba el corazón
con punzante fiereza al ver el nacimiento de la Santa Iglesia del Corazón
abierto de Cristo, de donde manó Sangre y Agua, y ofreciendo en aquel momento
las primicias del culto de amor y reparación te apartaste a la soledad de una
cueva, para llevar allí vida de estricta penitencia y meditación en la pasión y
muerte de Nuestro Redentor, no olvides, Santa mía, la liberalidad de las
benditas manos a tus devotos, concediéndonos un ardor tal, santo celo y honra
de Dios, temor al pecado mortal, la dilatación de la fe en los infieles, el
aumento de tu devoción, y la ayuda de tu favor en todos nuestros trabajos, y la
perpetua consolación en la Gloria. Amén.
SÉPTIMO DÍA
Piadosísima
Magdalena, que escogiste desde los pies de tu Maestro Soberano la mejor parte,
que fue la contemplación de los secretos arcanos de Dios, y mereciste
alcanzarla en punto tan sobremanera alto, que agradó tanto a su Majestad lo
perfecto de tu corazón, que eras arrebatada corporalmente siete veces cada día
a gozar de cerca aquellos inexplicables regalos que te comunicaba tu Soberano
Esposo, siendo testigo de tus dichas un devoto sacerdote, que deseoso de su
salvación se retiró a acabar su vida cerca de tu dichosa cueva, y dudando de
quien era la feliz alma, que era así llevada de los Ángeles, mereció oír de tu
propia boca estas palabras: ¿Te acuerdas de haber leído en el evangelio
como una mujer pecadora lavó con sus lágrimas los pies de Jesucristo Salvador
del mundo, y los limpió con sus cabellos, y mereció alcanzar perdón de sus
pecados?, y respondió el Sacerdote, Bien me acuerdo, y
dijiste: Yo soy aquella pecadora y hace ya treinta años que me retiré a
esta soledad por apartarme de toda conversación humana. Te ruego, oh
modelo de penitentes, que por estos altísimos privilegios con que Dios te
honró, me concedas el don de la oración y los frutos de ella, y especialmente
el conocimiento de la suma bondad de Dios, y de mi malicia y bajeza, para
que ejercitando en vida sus alabanzas, le goce para siempre en su Reino. Amén.
OCTAVO DÍA
Oh
Magdalena feliz, ¿quién sabrá explicar lo crecido de tu santidad?: pues amaste
tan de veras a tu Dueño, que escogiste para habitación lo tosco de una gruta, en
lo más áspero de las soledades, dejando de tu casa las comodidades. Pero tu
inmensa caridad supo robar las caricias de tu Esposo, que regalándote con
celestiales recreos, era relicario dichoso la que tosca cueva había sido
retrete de las fieras, logrando por tus virtudes, saber de su Majestad el
dichoso día de tu gloriosa muerte. Y fue ésta tan dulce, que estando elevada
más encendida que el sol estuviste acompañada de Angélicos Ministros, y llena
de inmensa alegría y cobrados méritos, diste el Alma Santa a quien la
colocó en tu penitente cuerpo, para gozar eternamente aquellas felicidades, que
supo ganar tu austera vida. Por este sumo gozo, te pido Santa gloriosa, no
olvides mis humildes ruegos para con el Señor, te duelas de mis fragilidades, y
me enseñes a dejar las vanidades del mundo para que me retire al conocimiento
sólo del Señor. Consígueme, Protectora mía, la gracia y debida disposición para
recibir el Sacrosanto Cuerpo de mi Señor Sacramentado, supliendo con tus
merecimientos lo mucho de mi tibieza. Y, finalmente, alcánzame de Dios no muera
sin recibirle en el Santo Viático y que como encendida mariposa en el fuego de
su amor, sea consumido en sus incendios. Amén.
NOVENO DÍA
¡Oh
sagrada Magdalena!, contemplamos hoy cómo se extinguió tu vida, pero adornada
de tan singulares virtudes, cuantos fueron los mares de tus ojos y crecidos
amores para con tu amado Esposo; ya has descansado de la pesada tarea de la
miseria humana. Llena de tanta virtud y merecimiento, estás en la dulce
compañía de Aquel que supiste servir en tu dichosa vida. Ya se han cumplido,
Patrona mía, en tus santos deseos; ya está colmado tu ardiente corazón en la
vista del Omnipotente Dios, que llena todas las cosas. Ya estás dignamente
colocada en el elevado trono que te fabricaste con tus mortificaciones y
penitencias. Ahora sí que es tiempo favorezcas desde tus altas moradas, a los
que humildemente se te han ofrecido como tus hijos. Experiencia tiene el
mundo de tus favores, y de lo mucho que vales para con el Señor: díganlo los peligros
de que has librado a tus devotos, las enfermedades que has sanado, los
ciegos que han visto, los casados que han conseguido el vinculo de la castidad,
las conciencias que has sosegado, los que has reducido al estado de la gracia.
Finalmente, díganlo desde ese Cielo los que han pasado el trance de la muerte
con los alivios y regalos de tu presencia, y digámoslo todos los que esperamos
el logro de nuestros ruegos, fiados de tu caritativa intercesión. Alcánzanos,
Santa gloriosa, lo que en esta Novena te hemos pedido, si es del agrado de
Dios, y una feliz muerte con tu protección y presencia. Amén.
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