SEMANA DEVOTA A
NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS
DOMINGO
El anciano Simeón anuncia a María una espada de dolor
Santísima Virgen María, Madre de mi Dios y Madre mía,
¡cuánta fué la pena de tu alma al oír que los hombres habían de contradecir a
tu Hijo! Oh Madre, no contradiga yo jamás a Jesús. Sean, Madre mía, todos los
momentos de mi vida conformes a la doctrina de vuestro Hijo. No se aparten
nunca mi entendimiento y voluntad de las máximas del Evangelio.
OFRECIMIENTO PARA TODOS LOS DÍAS
Dignaos, Madre amorosa, ofrecer por vuestras benditas manos a mi querido
Jesús todas mis acciones, palabras, pensamientos, y deseos de este día, para
que todos redunden en su mayor gloria. Yo por mi parte propongo en obsequio
vuestro no apartarme en este día de la leí adorable de vuestro Hijo, y
especialmente contenerme con vuestro auxilio en el vicio que más me domina.
Siete
Ave María: y Gloria Patri.
CANCIÓN DOLOROSA
Venid,
pecadores,
que
os llama el amor,
venid
a María,
si
queréis perdón.
Mirad;
en sus brazos
está
nuestro Dios,
de
su vientre fruto,
nuestro
Redentor.
Difunto
le llora,
¡con
cuánta aflicción!
contando
las llagas,
que
el hombre le abrió.
Sus
pies y sus manos
taladrados
vio
con
los duros clavos,
que
humilde adoró.
Vio
el pecho abierto
y
aquel Corazón,
que
era la preciosa
prenda
de su amor.
Del
amor herido
miró
el Corazón,
que
nunca a los hombres
sus
puertas cerraron.
Y
llora al mirarle,
y
su Corazón
de
angustias mortales
cercado
se vio.
Y
al paso que llora
se
aumenta su amor
hacia
tantos hijos
que
engendra en dolor.
Sus
lágrimas tristes
por
nosotros son,
que
somos los hijos
que
Cristo la dio.
Oh
Madre piadosa,
Oh
Madre de amor,
tus
ojos benignos
dirige
hacia nos.
Si
un hijo difunto
causa
tu dolor,
aquí
ves mil hijos,
que
él te encomendó.
LUNES
María
huye con Jesús a Egipto
Oh afligidísima Madre, ¡cuánto me compadezco de Vos al vero
huir precipitadamente con vuestro divino Hijo a tierras extrañas é infieles! ¡Oh
si huyese yo de todos los peligros y ocasiones de perder a Jesús! De tu cariño
espero, oh Madre, la gracia de huir del pecado. Detesto y abomino aun la más
ligera ocasión de pecar. Lejos de mi todo lo que me pueda hacer perder la
gracia de mi amable Jesús.
MARTES
Llora
María la pérdida de Jesús
¿Dónde está tu amado, oh hermosísima María? ¿Dónde está tu
buen Jesús, que tanto se llena de amargura tu corazón? O Madre, ¿cuánto te
afliges, aunque sabes que Dios está contigo? ¡Y yo no me aflijo, y yo no lloro,
cuando tantas veces he perdido a Jesús! Préstame, oh Madre, de tus ardientes
lágrimas, lloraré las culpas con que he perdido a mi Dios. Logre yo por tu
medio, o María, una contrición ver dadera que borre todos mis pecados.
MIÉRCOLES
María encuentra a Jesús con la cruz sobre sus hombros
¡Qué peso, oh María, hemos fabricado los pecadores sobre
la espalda de tu Hijo! ¡Cómo hemos prolongado nuestra iniquidad! Mirad, oh Madre,
á Jesús agobiado con tanta carga. ¿Mis culpas son las que tanto oprimen a mi Dios?
¿Son mis pecados los que en tierra derriban á Jesús? Ay Madre amorosa, lleve yo
la cruz, que yo soy el que pequé. Vengan sobre mis trabajos, vengan miserias y
aflicciones, tomaré la cruz y seguiré a mi Dios.
JUEVES
María está al pie de la Cruz
¡Qué triste! qué afligida
estás, oh Madre mía! Fijos tus ojos en tu amado Hijo, lloras sin consuelo. Oh
Madre mía, tu Jesús muere, muere en una Cruz. ¿Será posible que no muera yo de
dolor por haber pecado? ¿Me apartaré yo de la Cruz, donde está mi vida?
¿Buscaré yo placeres y pasatiempos en el mundo? Madre mía, yo con tu auxilio
viviré y moriré crucificado con el mundo, con mis pasiones, y con mis vicios.
VIERNES
María
tiene en sus brazos el cadáver de Jesús
¡Oh Madre angustiadísima! ¡qué torrente de lágrimas inunda
tu hermoso semblante! ¡Y cómo no has de llorar, si tienes en tus brazos el
cadáver de tu Hijo! ¡Cómo no has de llorar, si ves el cuerpo de Jesús todo
destrozado, lleno de cardenales, cubierto de heridas! No hay en él miembro
sano. Aun su Corazón santísimo está de parte a parte traspasado. Oh Madre mía,
escóndeme en ese Corazón divino, herido cruelmente por mi amor. ¿A Quién
temeré? ¿quién podrá dañarme en el sagrado del Corazón de Jesús? Este Corazón será
mi morada por todos los siglos, en él habitaré y me detendré en la protección
de mi Dios.
SÁBADO
María
deposita en el sepulcro el cadáver de su divino Hijo.
¡Grande es como el mar tu pesadumbre, oh amantísima Madre!
¿Quién te consolará? ¡Una piedra cubre el cadáver de tu Hijo, y te priva aun
del triste consuelo de mirarle! Pero, oh Madre, yo soy otro hijo; mírame a mí,
tuyo soy. Pon ya en mi todo tu cariño. ¡Oh!
si yo correspondiese a tu amor! Así lo deseo, Madre querida. Yo quisiera
amarte como tú me amas. Alcánzame esta gracia, no me haga yo indigno de tus
favores, ámete yo de manera que te agrade.
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