jueves, 14 de junio de 2018

NOVENA A SANTA BARBARA







NOVENA A SANTA BÁRBARA
Abogada contra las tempestades violentas, rayos y muerte repentina




ACTO DE CONTRICIÓN
Dulcísimo Jesús, por ser tan bueno como sois, me pesa de todo mi corazón de haberos ofendido, y propongo, con vuestra gracia antes morir que pecar, y apartarme de las ocasiones de ofenderos. Amen.


DIA PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Considera alma, el íntimo dolor de la gloriosa Virgen y Mártir Santa Bárbara, perseguida de Dióscoro, su padre, quien noticioso de que profesaba la Fé de Jesucristo, empuñó furioso un agudo cuchillo, arremetiéndola para quitarle el vital aliento. ¡Oh horrendo espectáculo!  que, visto por la santa hija, huyó de su presencia, no a fin de preservar su vida, que tanto deseaba sacrificarla a Jesús su esposo, sino para dar lugar a que se pacificase su enojo, y no se despenase en tan descomunal desacierto, cual era, que un padre fuese verdugo de su propia hija. ¡O cómo clamaría la Santa, y con tiernas lágrimas diría! Ah, padre mío, ¿qué es esto que ejecutáis con vuestra amada hija? ¿Por qué, me queréis quitar la vida? Y levantando el corazón al cielo, pidió a Dios que misericordiosamente la librase de tan fiero lance: concedióselo la Majestad Divina, dándole paso franco para escaparse, abriéndose milagrosamente el muro de la torre, adonde como en cárcel estaba encerrada. Prosiguió la paternal furia, corriendo con la desnuda espada para dar alcance a la inocente hija, empero no pudo entonces ensangrentarse con la filial sangre, porque próvida la benignidad divina la guardó, disponiendo, que, abriéndose un duro peñasco, le recogiese en su secreto seno, y que, cerrándose la concavidad, la hiciese invisible a su padre. Oh, que gracias daría a Dios la santa doncella, considerándose tan favorecida, ¡y tan prodigiosamente defendida! Pues para librarla se desquició la solidez de un muro, y se ablandó lo duro de un peñasco. Ha vista pues de tan raro y prodigioso suceso, recurre a la protección de tan grande Santa, diciéndola así:

ORACIÓN
Oh gloriosa Virgen y Mártir Santa Bárbara, por aquella íntima aflicción, que dominó a vuestro cándido y tierno corazón, viendo la mano paternal tan cruel y tirana contra vuestra pura y santa inocencia, que tiró a cortar los dorados hilos de tan feliz y apreciable vida; os suplico, que me alcancéis un verdadero y profundo dolor, de que yo haya sido tan cruel, tan miserable é inicuo pecador, que con mis graves ofensas di la muerte a mi buen padre Jesucristo, quien en la cruz dio a todos la vida. ¡O qué dolor! Vuestro padre os tiraba a matar, que erais pura criatura; ¡yo he ocasionado la muerte a mi Criador! Vuestro padre batalló con vos siendo mujer frágil; ¡yo he batallado con Dios, que es Omnipotente! Vuestro padre os persiguió aborreciéndoos; ¡yo he perseguido a mi Dios, mi finísimo Amante! Alcanzadnos, Santa gloriosa, que no reitere yo, ni criatura alguna, semejantes maldades; impetrad de la bondad divina, que en las tentaciones pueda yo escaparme, abriendo brecha a los fuertes muros de la soberbia torre de mis enemigos, y que mi corazón, más duro que un peñasco, se habrá blando, y dentro de sí amorosamente hospede a mi Redentor Jesús, de mi y de tantos pecadores perseguido; para que así yo quede libre de los humanos sobresaltos, y para siempre alabe las divinas misericordias, que me han librado de innumerables peligros; esperando de vuestra intercesión, que se continuarán aquellas sobre este pecador perverso que os implora. Amen.

Después se dirá a Dios la siguiente

ORACIÓN
Dios y Señor mío, yo os doy infinitas gracias por todas las que en esta mortal vida comunicasteis a vuestra amada Bárbara, y por los gloriosos dones, que goza hoy en el cielo, por cuya intercesión, con profundo rendimiento, os suplico, que os dignéis favorecerme con vuestra divina gracia, con la preservación de rayos tí otros casos, que me pudieren ocasionar una subitánea é improvisa muerte, y con la felicidad de recibir antes de ella los sagrados Sacramentos. Y ya que vuestra soberana dignación ilustró las potencias de la Santa para conoceros, amaros y acordarse de vos, os pido humildemente que alumbréis a mi entendimiento, memoria y voluntad, a fin de que enlazados en mi espíritu el conocimiento, el acuerdo y el amor de vos, os sirva agradablemente en este valle de lágrimas, para después lograr los eternos deliciosos gozos en la patria celestial. Amen.






DIA SEGUNDO
CONSIDERACION
Considera alma, que no desengañado el Padre de la Santa Virgen y Mártir Bárbara a vista de las portentosas maravillas, con que la protegió el cielo, continuó protervo sus malignos y depravados intentos, con los cuales buscó irritado a la fugitiva hija, llevado del doloso fin de presentarla al tirano Presidente Marciano, ante quien la Santa había, o de abnegar el desposorio con Jesús, o de morir por no perder tan amable esposo; multiplicó la ansia para el encuentro de su escondida hija, no dejando lugar que no preguntase por ella. Fue por último hallada, disponiéndolo así la Majestad Divina, para que empezase a entrar en el glorioso combate de rigurosos martirios. Al verla el padre, atropelló con ella, asiéndola de sus cabellos, y arrastrándola entre duras piedras, y la Santa le decía: Padre mío, ¿por qué así me colgáis valiéndoos de mis cabellos? Qué agravio os hago en seguir la verdadera Religión cristiana. Tened, padre, piedad de vos mismo, pues con lo feo de esta tiranía borráis el dulce nombre de padre. Pero éste, empinándose en mayor cólera, empezó con pies y manos a descargar inhuma nos golpes sobre la delicadeza de tan tierno cuerpo; bañándose las manos con copiosa sangre que destilaban sus narices, mejillas y labios virgíneos; dándole mortales azotes, a los que añadió la descoyuntura de los cándidos miembros. ¡O qué lágrimas derramarían los ojos de la Santa Virgen, lamentándose de la obstinación del padre! O qué gozo lograría en su corazón, viéndose imitadora de semejantes atropellamientos, practicados en Jesús, ¡esposo! Con este Señor sumamente resignada, fué por su mismo padre llevada a la Ciudad, y cerrada en un melancólico y obscuro aposento, circuida de vigilantes guardas, dió aviso a la injuriosa y tirana justicia. Detente, pues alma, y reflexiona sobre este lamentable caso, é invocando la protección de la Santa Virgen, le dirás cariñosa.


ORACIÓN
¡O prodigiosa Virgen y Mártir Santa Bárbara! ¡O cuanto se aumentó vuestro dolor y vuestra pena, á vista de que iba echando más raíces la saña y furor de vuestro impío padre! No os lastimabais de ser arrastrada, sirviendo de soga vuestros dorados y hermosos cabellos, sí os condolíais de que vuestro padre quedase arrastrado con las infernales cadenas de la gentilidad. No os turbabais por veros cubierta de licor sanguíneo, que gustosa derramabais por Jesús vuestro esposo, sí solamente os turbaba el mal paradero, que preveíais en vuestro duro padre. ¡O Santa milagrosa! A vos tiene este vuestro devoto, rogándoos humildemente, que os dignéis interceder por mí, pues inconsiderado me dejo arrastrar de mis desenfrenados apetitos, me dejo voluntariamente llevar de los perversos silbidos de mis enemigos, engañoso mundo, terrible demonio y rebelde carne, que todos tiran a beber mi sangre, olvidándome yo de la de mi Jesús, vertida en la cruz; no apreciándola, ni venerándola, como debo cuando con la santa Comunión entra en mis entrañas mal preparadas, é indigestamente dispuestas para tan saludable y soberana bebida, recóndita en su santo cuerpo. Alcanzadme, pues, Santa bendita, que sepa yo cortar los encadenados eslabones de mis pasiones, vencer a mis enemigos, y adorar con cordial ardentísimo amor la sangre de mi Señor y Dios Jesucristo, como así lo confío de vuestra poderosa mediación. Amen.




DIA TERCERO
CONSIDERACION
Considera alma, como la Santa fué llevada por su mismo padre, al tribunal del Presidente Marciano, diciéndole: Aquí os presento esta infame hija, que no la reconozco por hija, y si la reputo por enorme fiera; para que, ya que yo no he podido con palabras, y castigos, ablandar su dureza, a fin de que deje de adorar a Jesucristo, vos la mortifiquéis como merece hasta darla una cruel muerte, tratándola no como hija mía si como a una perra. ¡O quien pudiera entonces registrar el ardiente corazón de la santa Virgen! O que rebosada estaría de celestial gozo, por verse presentada a un insolente Presidente Juez, ¡así como su esposo lo fué ante de Pilatos! Tomóla Marciano a su cargo, tentándola primeramente con dulces palabras, exhortándola a que renunciase la Fé cristiana; pero viendo que no podía vencerla, mandó que desnuda fuese crudamente azotada con nudosas varas. Y la Santa gloriosa, al paso que la quitaban sus nobles vestidos, elevada a su dulce esposo, le decía tierna: Este es el día, mi esposo Jesús, que hasta hoy buscaba, y que tanto esperaba. ¡O lo que me gozo de haberle ya hallado para imitar vuestra desnudez, y vuestros azotes! Descargáronle muenísimos sobre su castísimo cuerpo; pero viendo el inicuo Juez, que los de las varas no le hacían mella, mandó que añadiesen los de nervios de toro. Prosiguió el martirio, hasta que el santo cuerpo fué cuajado de heridas y horrorosas llagas, que, convertidas en arroyos de sangre, fueron martirizadas con ásperos y punzantes silicios. Cansáronse los verdugos, quedando incansable el cuerpo de la Santa, la que fué llevada a una tenebrosa y hedionda mazmorra: Contemplando pues, alma cristiana, tan enormes y continuas penas en el pequeño y delicado cuerpo de la santa Virgen, la dirás compasiva.

ORACIÓN
O pacientísima Virgen Santa Bárbara, ante vos se presenta este vuestro humilde devoto, compasivo de ver vuestra nobleza abatida, vuestras santas carnes desnudas, y abiertas a la violencia de atroces azotes. Estos, aunque a la naturaleza eran amargos, a la gracia eran muy dulces; y si al cuerpo eran molestos, eran a vuestro valiente espíritu suaves y deliciosos. Alcanzadme, pues, santa Patrona mía, una interior desnudez de las cosas transitorias, una gozosa ansia de padecer por Jesucristo, una interior dulzura entre los amargos y desabridos vaivenes de este lagrimable destierro. Ya veo Santa bendita, que contra mí está justamente levantada la formidable vara, de la Divina justicia, y considero que los infernales toros hambrientos, están bramando contra este pecador, ya confieso que merezco que sobre mi malvado cuerpo caiga lluvia de castigos. Pero Santa mía, en vos espero, y en vuestro abonado patrocinio, que concurrirá a mi favor, pidiendo a Dios que suspenda el azote de su justísima vara, que enfrene el bestial toril fiereza del común enemigo, y me conceda paciencia en cualquiera adversidad, con cuya victoria confío el ver a vos en el Cielo, para con vos siempre alabar a mi Dios y Señor. Amen.




DIA CUARTO
CONSIDERACIÓN
Medita, alma, a la Santa Virgen Bárbara, encerrada en la obscura y tenebrosa cárcel, lastimado su cuerpo de tantas heridas, llagas y dolores, y su santo espíritu lleno de resignaciones, y de inefables gozos. Con estos decía a Jesús su esposo. ¡O esposo mío! Nunca más gustosa que ahora, viéndome por tí martirizada, mi cuerpo convertido en arroyos de sangre, y mi alma en incendios de profundo amor deseosa de más padecer. Merecieron estos cariñosos afectos ser premiados con la dulce visita de Jesús su esposo, quien entrando en aquel calabozo ahuyentó sus obscuridades, é ilustrándole con celestes luces, se acercó a la Santa, y la dijo: ¡O mi querida Bárbara!  Tus ardientes flechas que han herido a mi corazón, me arrastran tras tí. Aquí me tienes, mi amada esposa. O cuanto te estimo, por ver que tu virginal mérito es festejado y aplaudido en el cielo. Aliéntate, hija, no temas al tirano, cuya obstinación ha de proseguir en tí otras crueldades. No temas, no, que yo estoy contigo, y pronto para socorrerte, en señal y prendas de este mi amor, quedarás ahora libre de todos tus males. ¡O divino medicinal amor! Al instante se reconoció la Santa libre de heridas, toda sana y sin lesión alguna. Despidióse Jesús, y la Santa, á vista de tan superior fineza, se remontó en alta contemplación á impulsos de ardientes y amorosas llamas, ansiosa de que llegase la hora de ser otra vez presentada ante el tirano y cruel ministro, y de que se continuase la empezada batalla de dolorosos y agudos martirios: ahora, pues, alma devota, especulando el recíproco amor entre Jesús y Bárbara, dirás a la Santa.

ORACIÓN
¡O amantísima Santa Bárbara! Yo os doy millares de parabienes por el sumo agasajo, que os hizo Jesús vuestro esposo, visitándoos en la cárcel, repeliendo de ésta las obscuridades con celestes luces, acariciándoos amorosamente con melifluas palabras y divinos coloquios, confortándoos para más padecer, curando todas vuestras llagas, y tributando realces de vuestra espiritual y corporal belleza. Por éstas, pues, tan excelsas mercedes os suplico rendido, que atendáis a esta mi alma, que encarcelada dentro de este mi tenebroso cuerpo, se halla llena de úlceras de muy graves culpas, de heridas de ingratitudes, y de llagas hediondas, que ha abierto en mí el amor terreno. Recurrid pues compasiva a vuestro amado esposo, suplicándole, que se digne ahuyentar de mi todas las tinieblas interiores y exteriores, é ilustrar a mi alma con rayos de su divina gracia, que quiera visitar a mi indigno y torpe corazón con sus santas y eficaces inspiraciones, que le arrastre con sus santas finezas, que le cure de tan inveteradas y feas cicatrices de que adolece, y que le limpie de mundanales llagas, para que así quede sano y hermoso para su Criador, y ansioso de padecer, por él, esperando como espero, santa Patrona mía, que será in defectible vuestro patrocinio, y seguirá mi petición. Amen.



DIA QUINTO
CONSIDERACIÓN
Á tiende alma, a que 'nuestra Santa Virgen y Mártir Bárbara fué desde la cárcel otra vez llevada atropelladamente ante el Presidente, ansioso de cebar en aquella su furioso encono. Pusiéronla los verdugos ante su presencia, y pasmándose de verla sin lesión alguna, sin llagas, ni heridas, antes bien con nuevos alientos, esfuerzos y duplicada hermosura, la dijo así: ¡Qué encanto es éste! ¡Qué es lo que miro! ¿Dime, Bárbara, quien te ha franqueado de una vez tantos favores? Respondió la Santa: O infernal ministro, no puedes tú, como ciego y engañador por tus falsos dioses, penetrar estos secretos y profundos misterios; advierte, que quien me sanó, fué el verdadero Dios y Hombre Jesucristo, por cuyo amor deseo ser martirizada víctima, dispuesta y pronta a abrazar cuantos tormentos tu depravada astucia pudiera inventar. No la dejó el presidente proseguir en tan fervorosas palabras, antes bien arrogante la dijo así: Calla, calla, hechicera, que, a estas palabras, que soberbia has dicho, corresponderán obras, que te pesen y acaben contigo. Mandó a los verdugos que la pusiesen en el potro o ecúleo, adonde con garfios y acerados peines rasgasen sus carnes, sacándolas a pedazos de sus castos costados. Y no satisfecha la cólera del presidente, añadió, que, con un martillo, le amartillasen su santa cabeza. Considera, alma, que dolor sentiría la gloriosa Virgen en todos sus miembros y en su cabeza, combatida de un duro martillo; pero más debes atender a su grande valor, a su constancia, y a su cariñosa bizarría, que liberal y regocijada, atados los pies arriba, y cabeza abajo, en aquel ecúleo; regaba el suelo con su virginal sangre. Engólfate, pues, alma, en el mar amargo de tantos ahogos en que se vio la Santa, superados con el vehemente amor, que a Dios profesaba, y la dirás.

ORACIÓN
¡O incontrastable paciencia de vos mi Patrona Virgen Santa Bárbara! Atónito quedo careando mi flaqueza con vuestra robustez; mi pusilanimidad con vuestro invicto esfuerzo; mi poca paciencia con la suma vuestra. Vos circuida de martirios os gozáis amante, yo con una leve pena luego me entristezco. ¿De dónde Santa mía esta desigualdad, esta diferencia? ¿De dónde ha de provenir sino de la falta de amor, que tengo a mi Jesús? Pues, Santa gloriosa, alcanzadme este amor valiente; y si vuestros pies y brazos fueron atados en un horrendo ecúleo, sean los míos atados" en el ecúleo del justo temor, con que debo respetar a la divina y tremenda Justicia; si vuestro santo cuerpo fue rasgado con las vueltas y revueltas de férreos peines, merezca yo por vos el que mi Dios y Señor con su espiritual peine rasgue y corte de mi alma la dureza de mis perniciosos apegos terrenos. Fué vuestra cabeza vulnerada a golpes de duro martillo, sea mi cabeza combatida con el martillo del remordimiento de mi conciencia, para que así sea depósito de santos pensamientos y de continuas reflexiones a la eternidad, atrayentes á mi corazón al ser de verdaderamente humillado y dichosamente contrito, con lo cual tenga a mi Dios propicio, y á vos obligada, para siempre interceder por mí. Amen.



DIA SEXTO
CONSIDERACIÓN
Contempla alma, otro vehementísimo dolor y tormento, que a los referidos acumuló la perversa malicia. Mandó ésta, que lentamente con agudos cuchillos cortasen a la Santa sus cándidos y virginales pechos. ¡O que dolor para tan vergonzosa y modesta doncella ver que feas y sacrílegas manos manoseaban parte tan honesta! ¡O que tormento sufrir tan repetidas cuchilladas en la delicadez tan blanda y tan tierna! Pero de entre los rigores de tanto dolor, salió la dulce voz de la Santa Virgen, diciendo al tirano: ¿Piensas afearme, quitándome los pechos? No me afeas, no, más me hermoseas; ¿piensas que mi tesón santo, y el pecho de mi valentía residen en estos estertores pechos, que cruel maltratas? Te engañas pues, inhumano Juez, porque el pecho de mi fortaleza queda hospedado en mi corazón, grabado con el delicioso buril del amor ele mi Jesús esposo. Prosiguióse el mismo martirio, llegando el sumo grado de la inhumanidad, hasta cortar de raíz los pechos de la Santa por cuyos agujeros como por dos ventanas, se descubrían las entrañas de la misma Santa, la cual, como burlándose de aquel tirano, le habló así: Registra, registra por estas dos ventanas, que en mí has abierto, y verás, si te arrepientes a mi corazón del todo abominan te a tus falsos dioses, y en todo ardiente en el delicioso amor del Señor, que me comunica pecho y constancia contra tu barbaridad y contra tu fiereza. Pues, alma cristiana, á vista del constante valor de la Santa Virgen, la dirás reverente.

ORACIÓN
¡O robustísima Virgen Santa Bárbara!  cuyos exteriores corporales pechos fueron gloriosa víctima del tirano cuchillo, quedando empero intactos los interiores de vuestro santo espíritu, llenos y fecundos del lácteo néctar de una santa virgínea suavidad destilante sabrosos y espirituales licores con que se recreaba Jesús vuestro esposo, en cuyo abierto pecho con una lanzada vuestro espíritu, como en sagrada cristalina fuente recibía secretos tesoros de sabiduría, melifluas dulzuras é inapeables gozos. Suplicoos, pues, yo, afortunada Santa, que consigáis de mi Dios y Señor, que llene mi alma con la abundancia de sus altos dones, para que en ella se inflamen pechos de espiritual néctar, en que Jesús pueda gustar deliciosos frutos de mi corazón, y que yo logre la dicha de espiritualmente gustar la inestimable sangre de la llaga de su alanceado pecho, y registrar por ella el inmenso amor, con que murió por mí; y si en los pechos por su figura y disposición están simbolizadas las sublimes torres, y en estas la santa fortaleza, tenga yo pecho fuerte, magnánimo y generoso, para repeler las tentaciones, y sufrir humilde cualesquier trabajos. Merced que espero de vuestra protección, Santa Gloriosa. Amen.




DIA SÉPTIMO
CONSIDERACIÓN
Reflexiona alma, sobre este tan celestial diamante la Virgen Santa Bárbara. Considera, que los heroicos excesos de su fortaleza ocasionaron en el tirano mayores realces de ferocidad. Podía esta quedar saciada con los referidos martirios; pero como allí no prevalecía sino la ceguera, hizo irrisión la del presidente de la Santa Virgen, diciendo como mofa: Dadla refrigerio a esta muchacha. Y fue el recetado alivio de sí tan maligno, cuanto le era quien lo pronunciaba, porque luego aplicaron a los cortados pechos encendidas láminas y ardientes teas. Empero la Santa, alzando los ojos y corazón al cielo, dijo a su esposo: ¡O querido mío! ¡O Jesús mi amado! Conozcan estos bárbaros tu grande poder. Y al instante experimentó la Santa, que el fuego voraz perdió su virtud, sirviendo solamente de luz para verla más bella, y no de activo ardor que la quemase; y volviéndose al impío tirano, le habló así: ¿De qué te aprovecha luchar obstinado contra el supremo divino poder? ¿No ves como el fuego ha perdido sus fuerzas, y no atiendes ciego presidente, que es el verdadero Dios quien quita la natural violeticia de las llamas, de que gozosa me veo circuida? Pero, qué mucho que nuestra gran Santa fuese así premiada con el retroceso de la actividad natural del fogoso elemento, si era ella una casta y brillante perla! Reverenciaron las llamas a su virginidad, así como en Babilonia fué respetada la de los tres niños echados en el encendido horno. ¡O qué gracias daría a Dios la Santa, contemplando lo copioso de milagrosas divinas mercedes sobre ella llovidas! Pues tú, alma cristiana, considerando la importancia de la castidad, y de los virgíneos y castos olores que tanto se aprecian en el jardín de Cristo, dirás a la Santa.

ORACIÓN
¡O siempre del cielo favorecida Bárbara gloriosa! No prevaleció contra vuestra espiritual y corporal pureza la inhumana aplicación de ardientes instrumentos a vuestro santo y sagrado cuerpo, antes bien rendidos, en obsequios de vuestra inocencia y virginidad, aplacaron su furiosa ardentía, dándose por rendidos a vuestra presencia; pero qué mucho si en vuestro cándido corazón residía un colmado incendio del amor divino, cuya eficacia sobreexcedía a la de todo fuego exterior y material, quedando este del todo vencido, y aquel en todo triunfante y victorioso, sirviendo a vos las tiranas llamas de deleitables y suaves flores, entre cuyas fragancias estabais no menos resignada, que admirablemente risueña. ¡O Santa bendita! ¡O Patrona mía! ¡Cuán lejos estoy de con formar mi vida con la inmaculada vuestra! O si mi helado corazón estuviese dominado del delicioso fuego del divino amor! O cómo con este quedaría extirpado, el voraz fuego de mi lascivia, el fuego de mi concupiscencia, el fuego de la colérica e impaciente condición, el fuego de mi aguda lengua, destrozadora de mi alma y de vidas ajenas. Interceded, pues, Santa mi Patrona, para que recaiga sobre mi espíritu una inextinguible llama del fuego divino, con el cual pueda yo superar todos los feos vicios y ardores, a fin de que exterminados y consumidos éstos, goce yo en esta mortal vida una ilesa y pura castidad, y una heroica caridad para con Dios y todos mis prójimos, y continuarla después en el cielo con vuestra dulce amada compañía. Amen.




DIA OCTAVO
CONSIDERACION
Aplica atentamente, o alma, tu entendimiento a la tirana sentencia, de tan grandes martirios que, promulgados contra Santa Bárbara, que no contento el presidente de la privada desnudez con que la martirizo, mandó nuevamente, que del todo desnuda, fuese expuesta a la publicidad, llevándola afrentosamente por todas las calles de la Ciudad de Nicomedia, y que la acompañasen diabólicos verdugos, descargando sobre el casto cuerpo crueles azotes, cuyo número se dejó al arbitrio de los ejecutores. Fué este infiel, e inhumano decreto intimado a la Santa Virgen, cuyos ojos, bañados en ternísimas lágrimas, decían al Señor: ¡O mi Jesús amado! ¿Es posible, que mi honestidad haya de ser objeto de vuestros enemigos? ¿Es posible, que permitáis que ojos lascivos se ceben en mi puro candor, que os Sacrifiqué? Es verdad, mi esposo, que públicamente desnudo moristeis en cruz, y no es bien que yo me desvié de imitar vuestra desnudez; pero si es posible, dueño y esposo mío, pasé de mi este cáliz de la pública ostensión de mi virginal cuerpo, libradme de este tormento; que siento más que la misma muerte, pero en todo hágase vuestra voluntad, y vuestro gusto. En estas y otras tiernas palabras prorrumpiría la castísima Virgen; pero habiendo llegado la hora de echar los ministros sus inicuas manos a los vestidos de la misma Sta. para desnudarla, se descubrió una luz clarísima, que, desprendiéndose del cielo, se encaminó a ella, y substituyendo por el propio vestido, la cubrió milagrosamente, sirviéndole de hermosa y blanca vestidura, tan resplandeciente, que no dejó lugar a que la enemiga vista pudiese mirar el santo cuerpo. Y para dar a entender el divino esposo cuanto le eran aceptas las súplicas de su amada esposa, no so lamente la concedió el bello ropaje de celeste esplendor; si también la restituyó sus cortados y destrozados pechos, quedando estos sin lesión enteros, y libre el cuerpo de toda cisura, de toda llaga y sanguíneas señales. ¡O que gracias daría al Señor nuestra santa Virgen! O cuan remontados serían los afectos de morir por aquel Señor, que tanto la favorecía, ¡la hermoseaba y acariciaba! ¡Pero, o rebelde ferocidad!  no bastaron estos tan raros y singulares prodigios, para impedir la ejecución del decretado y resuelto martirio de los oprobios azotes, en los cuales se complacía la infernal malicia: Ahora, pues, alma piadosa y devota de la Santa Virgen, la rendirás tus reverentes ruegos, diciendo.

ORACIÓN
¡Honestísima y vergonzosísima Virgen y Mártir Bárbara! ¡Qué dolor, qué pena y qué interior angustia pasaría vuestro corazón al oír que habíais de ser paseada desnuda ante todo el pueblo! O qué lágrimas destilaría lo tierno de vuestra honestidad, y pureza, viendo que había de servir de pasto a los ojos paganos de toda una Ciudad. Pero el Señor que cuida de ocultar la desnudez de las palomitas y demás avecitas, cuidó de cubrir la vuestra con lo brillante de una clara luz, que como nubecilla se extendió sobre vuestro cuerpo; para que sus lustrosos candores no fuesen registrados por la curiosidad de ojos infieles. ¡O favor merecido por vuestra cristalina angélica pureza!  Que por ser tanta, obligasteis al Señor a que, acumulando merced a mercedes, no solamente reintegrase, como reintegró en vuestro cuerpo los cortados pechos, si también os sanase todos los cauterios, llagas y heridas. Llevada fuisteis desnuda por la Ciudad toda, saciándose aquella ciega é infernal furia, azotando con todo rigor a vuestra delicadez. Tormento, que, si molestó al cuerpo, alivió a vuestra alma, viendo A aquel engalanado con celestes luces. Pues, Santa mía y Patrona especial Bárbara, por los favores, que de Dios recibisteis, os suplico, que me alcancéis el de una pura y casta honestidad, la cual me contenga dentro los límites de una santa vergüenza, y que no me permita que mi cuerpo sirva de objeto á ojos lascivos; haced, Santa mía, que en res guardo de la castidad, que debe profesar mi obligación, cubra el Señor a esta mi alma, desnuda de méritos, con la gloriosa nube de su divina gracia, y con multiplicados y resplandecientes rayos de inspiraciones, para que así quede interiormente hermoseada con celeste ropaje, hasta que goce en el Cielo el de las eternas nupcias con mi Redentor. Amen.




DIA NOVENO
CONSIDERACIÓN
Concluye alma, la meditación de los fuertes martirios de tu Patrona Virgen y Mártir Bárbara, y considera, que viendo el Presidente Marciano, que no podía su crueldad fiera ablandar la constancia de la Santa Virgen con tanta multitud de tormentos, y sonrojándose de que una doncella hiciese burla del poder humano, y que los laureles de aquella servían de mayores confusiones a cuantos miraban aquel espectáculo, sentóse asombrado en su tribunal, pronunciando en este la funesta sentencia de muerte contra dicha Santa. Y avisando á Dióscoro, padre de la misma, le habló así: Cansado estoy de batallar con esta fiera, con esta encantadora y malísima hembra: ya que yo no he podido doblarla, que despreciase el nombre de Cristo, te la entrego condenada a muerte; y ya que tú la entregaste a mis manos, te la restituyo a fin de que muera. O metió el padre a la Santa, y arrastrándola de sus hermosos cabellos, la llevó al suplicio. Mas la Santa le decía: ¡Ah padre! ¡Padre mío! Ya que obstinado no quieres recibir la semilla del santo Bautismo, no pase a tanto tu barbaridad, en querer ser verdugo de tu propia hija. Vengan otros á decapitarme, que no excuso el morir por Cristo, si deseo evitar en ti el feo padrón, de que un padre degüelle a su propia hija. No hicieron mella a su cruel padre estas dulces y filiales palabras, bastantes para enternecer los más duros riscos. Levantó la Santa los ojos al cielo diciendo: Señor, en vuestras manos encomiendo mi espíritu, y os pido la gracia de que a todos los que devotos se acordaren de esta mi pasión, les concedáis la gracia de socorrerles en vida con divinos auxilios, y antes de la muerte con el saludable socorro de la Confesión y Comunión. Tan grata fué al cielo esta petición, que le respondió una voz celeste, que decía así: Ven, hermosa mía, ¡á desfacción malvada! Levantó el padre su tremendo brazo, armado de un agudo cuchillo, é inclinando Bárbara su santa cerviz, recibió tan rabiosa y pronta cuchillada, que, cayendo su cabeza en el suelo, subió al cielo su dichosa alma: Considerando, pues, alma, este último martirio y muerte de la Santa, la dirás devota.

ORACIÓN
O ciudadana del celeste empíreo, Virgen Santa Bárbara, ya se acabaron para vos los tormentos. Ya gozáis en la patria de una eterna paz, de lo que os doy mil enhorabuenas. Y ya, Santa mía que la crueldad de vuestro natural padre fué tan abominable, que os dio la muerte, alcanzadme, que yo no ejercite semejante crueldad con mi pobre alma. O cuantas veces he sido peor yo, que vuestro duro padre, que, si él os dió la muerte era un gentil, y la dio típicamente a vuestro Santo Cuerpo; pero yo siendo cristiano, reengendrado con la bautismal agua, he dado muchas veces la muerte a mí misma alma, que tanto costó a mi Redentor, y tal vez ha pasado mi barbaridad a dar la á muchas almas, ocasionando yo en ellas la pérdida de la santa gracia. Pues Santa bendita, ya que tanto podéis con Jesús, vuestro esposo, decidle, que me pesa mucho de haberlo hecho, y que deseo morir de arrepentimiento. Alcanzadme la gracia, de que de aquí en adelante no sea yo verdugo de mi alma, ni de las de mis prójimos. Y si vos resignada inclinasteis amante vuestra santa cabeza para ser cortada, yo humilde inclino mi cuerpo y mi alma a la voluntad de mi Dios y Señor, para que me envié cuanto fuere de su mayor agrado; proponiendo, que, aunque sean penas, dolores, martirios, moriré entre estos por la santa fé. Interponed vuestro merecimiento, templando la divina justicia, para que no se ejecute en mí, como lo merezco. Y atended a mi devoción, con que os venero, impetrando del Divino Jaez, que no muera yo impenitente, sí que logre en mis últimos alientos los eficaces auxilios de los Sacramentos de la santa Confesión y Comunión, y que me preserve, librándome de la repentina é improvisa muerte, que suelen ocasionar los rayos en las tempestades, y otros acasos inciertos é inopinados. Así lo espero de vuestro benigno y pio patrocinio. Amen.


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