NOVENA A SANTA BÁRBARA
Abogada
contra las tempestades violentas, rayos y muerte repentina
ACTO
DE CONTRICIÓN
Dulcísimo
Jesús, por ser tan bueno como sois, me pesa de todo mi corazón de haberos ofendido,
y propongo, con vuestra gracia antes morir que pecar, y apartarme de las
ocasiones de ofenderos. Amen.
DIA
PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Considera alma, el íntimo dolor de la gloriosa Virgen y Mártir Santa
Bárbara, perseguida de Dióscoro, su padre, quien noticioso de que profesaba la
Fé de Jesucristo, empuñó furioso un agudo cuchillo, arremetiéndola para
quitarle el vital aliento. ¡Oh horrendo espectáculo! que, visto por la santa hija, huyó de su
presencia, no a fin de preservar su vida, que tanto deseaba sacrificarla a Jesús
su esposo, sino para dar lugar a que se pacificase su enojo, y no se despenase
en tan descomunal desacierto, cual era, que un padre fuese verdugo de su propia
hija. ¡O cómo clamaría la Santa, y con tiernas lágrimas diría! Ah, padre mío, ¿qué
es esto que ejecutáis con vuestra amada hija? ¿Por qué, me queréis quitar la
vida? Y levantando el corazón al cielo, pidió a Dios que misericordiosamente la
librase de tan fiero lance: concedióselo la Majestad Divina, dándole paso
franco para escaparse, abriéndose milagrosamente el muro de la torre, adonde
como en cárcel estaba encerrada. Prosiguió la paternal furia, corriendo con la
desnuda espada para dar alcance a la inocente hija, empero no pudo entonces
ensangrentarse con la filial sangre, porque próvida la benignidad divina la
guardó, disponiendo, que, abriéndose un duro peñasco, le recogiese en su secreto
seno, y que, cerrándose la concavidad, la hiciese invisible a su padre. Oh, que
gracias daría a Dios la santa doncella, considerándose tan favorecida, ¡y tan
prodigiosamente defendida! Pues para librarla se desquició la solidez de un
muro, y se ablandó lo duro de un peñasco. Ha vista pues de tan raro y
prodigioso suceso, recurre a la protección de tan grande Santa, diciéndola así:
ORACIÓN
Oh
gloriosa Virgen y Mártir Santa Bárbara, por aquella íntima aflicción, que
dominó a vuestro cándido y tierno corazón, viendo la mano paternal tan cruel y
tirana contra vuestra pura y santa inocencia, que tiró a cortar los dorados
hilos de tan feliz y apreciable vida; os suplico, que me alcancéis un verdadero
y profundo dolor, de que yo haya sido tan cruel, tan miserable é inicuo
pecador, que con mis graves ofensas di la muerte a mi buen padre Jesucristo,
quien en la cruz dio a todos la vida. ¡O qué dolor! Vuestro padre os tiraba a matar,
que erais pura criatura; ¡yo he ocasionado la muerte a mi Criador! Vuestro
padre batalló con vos siendo mujer frágil; ¡yo he batallado con Dios, que es
Omnipotente! Vuestro padre os persiguió aborreciéndoos; ¡yo he perseguido a mi
Dios, mi finísimo Amante! Alcanzadnos, Santa gloriosa, que no reitere yo, ni criatura
alguna, semejantes maldades; impetrad de la bondad divina, que en las
tentaciones pueda yo escaparme, abriendo brecha a los fuertes muros de la
soberbia torre de mis enemigos, y que mi corazón, más duro que un peñasco, se
habrá blando, y dentro de sí amorosamente hospede a mi Redentor Jesús, de mi y
de tantos pecadores perseguido; para que así yo quede libre de los humanos
sobresaltos, y para siempre alabe las divinas misericordias, que me han librado
de innumerables peligros; esperando de vuestra intercesión, que se continuarán aquellas
sobre este pecador perverso que os implora. Amen.
ORACIÓN
Dios
y Señor mío, yo os doy infinitas gracias por todas las que en esta mortal vida
comunicasteis a vuestra amada Bárbara, y por los gloriosos dones, que goza hoy
en el cielo, por cuya intercesión, con profundo rendimiento, os suplico, que os
dignéis favorecerme con vuestra divina gracia, con la preservación de rayos tí
otros casos, que me pudieren ocasionar una subitánea é improvisa muerte, y con
la felicidad de recibir antes de ella los sagrados Sacramentos. Y ya que
vuestra soberana dignación ilustró las potencias de la Santa para conoceros,
amaros y acordarse de vos, os pido humildemente que alumbréis a mi entendimiento,
memoria y voluntad, a fin de que enlazados en mi espíritu el conocimiento, el
acuerdo y el amor de vos, os sirva agradablemente en este valle de lágrimas,
para después lograr los eternos deliciosos gozos en la patria celestial. Amen.
DIA
SEGUNDO
CONSIDERACION
Considera alma, que no desengañado el Padre de la Santa
Virgen y Mártir Bárbara a vista de las portentosas maravillas, con que la protegió
el cielo, continuó protervo sus malignos y depravados intentos, con los cuales
buscó irritado a la fugitiva hija, llevado del doloso fin de presentarla al
tirano Presidente Marciano, ante quien la Santa había, o de abnegar el
desposorio con Jesús, o de morir por no perder tan amable esposo; multiplicó la
ansia para el encuentro de su escondida hija, no dejando lugar que no
preguntase por ella. Fue por último hallada, disponiéndolo así la Majestad Divina,
para que empezase a entrar en el glorioso combate de rigurosos martirios. Al verla
el padre, atropelló con ella, asiéndola de sus cabellos, y arrastrándola entre
duras piedras, y la Santa le decía: Padre mío, ¿por qué así me colgáis
valiéndoos de mis cabellos? Qué agravio os hago en seguir la verdadera Religión
cristiana. Tened, padre, piedad de vos mismo, pues con lo feo de esta tiranía
borráis el dulce nombre de padre. Pero éste, empinándose en mayor cólera,
empezó con pies y manos a descargar inhuma nos golpes sobre la delicadeza de
tan tierno cuerpo; bañándose las manos con copiosa sangre que destilaban sus
narices, mejillas y labios virgíneos; dándole mortales azotes, a los que añadió
la descoyuntura de los cándidos miembros. ¡O qué lágrimas derramarían los ojos
de la Santa Virgen, lamentándose de la obstinación del padre! O qué gozo
lograría en su corazón, viéndose imitadora de semejantes atropellamientos,
practicados en Jesús, ¡esposo! Con este Señor sumamente resignada, fué por su
mismo padre llevada a la Ciudad, y cerrada en un melancólico y obscuro
aposento, circuida de vigilantes guardas, dió aviso a la injuriosa y tirana
justicia. Detente, pues alma, y reflexiona sobre este lamentable caso, é
invocando la protección de la Santa Virgen, le dirás cariñosa.
ORACIÓN
¡O
prodigiosa Virgen y Mártir Santa Bárbara! ¡O cuanto se aumentó vuestro dolor y
vuestra pena, á vista de que iba echando más raíces la saña y furor de vuestro
impío padre! No os lastimabais de ser arrastrada, sirviendo de soga vuestros
dorados y hermosos cabellos, sí os condolíais de que vuestro padre quedase
arrastrado con las infernales cadenas de la gentilidad. No os turbabais por veros
cubierta de licor sanguíneo, que gustosa derramabais por Jesús vuestro esposo,
sí solamente os turbaba el mal paradero, que preveíais en vuestro duro padre. ¡O
Santa milagrosa! A vos tiene este vuestro devoto, rogándoos humildemente, que os
dignéis interceder por mí, pues inconsiderado me dejo arrastrar de mis
desenfrenados apetitos, me dejo voluntariamente llevar de los perversos silbidos
de mis enemigos, engañoso mundo, terrible demonio y rebelde carne, que todos
tiran a beber mi sangre, olvidándome yo de la de mi Jesús, vertida en la cruz;
no apreciándola, ni venerándola, como debo cuando con la santa Comunión entra
en mis entrañas mal preparadas, é indigestamente dispuestas para tan saludable
y soberana bebida, recóndita en su santo cuerpo. Alcanzadme, pues, Santa
bendita, que sepa yo cortar los encadenados eslabones de mis pasiones, vencer a
mis enemigos, y adorar con cordial ardentísimo amor la sangre de mi Señor y
Dios Jesucristo, como así lo confío de vuestra poderosa
mediación. Amen.
DIA TERCERO
CONSIDERACION
Considera
alma, como la Santa fué llevada por su mismo padre, al tribunal del Presidente
Marciano, diciéndole: Aquí os presento esta infame hija, que no la reconozco
por hija, y si la reputo por enorme fiera; para que, ya que yo no he podido con
palabras, y castigos, ablandar su dureza, a fin de que deje de adorar a
Jesucristo, vos la mortifiquéis como merece hasta darla una cruel muerte,
tratándola no como hija mía si como a una perra. ¡O quien pudiera entonces
registrar el ardiente corazón de la santa Virgen! O que rebosada estaría de
celestial gozo, por verse presentada a un insolente Presidente Juez, ¡así como
su esposo lo fué ante de Pilatos! Tomóla Marciano a su cargo, tentándola
primeramente con dulces palabras, exhortándola a que renunciase la Fé cristiana;
pero viendo que no podía vencerla, mandó que desnuda fuese crudamente azotada
con nudosas varas. Y la Santa gloriosa, al paso que la quitaban sus nobles
vestidos, elevada a su dulce esposo, le decía tierna: Este es el
día, mi esposo Jesús, que hasta hoy buscaba, y que tanto esperaba. ¡O lo que me
gozo de haberle ya hallado para imitar vuestra desnudez, y vuestros azotes!
Descargáronle muenísimos sobre su castísimo cuerpo; pero viendo el inicuo Juez,
que los de las varas no le hacían mella, mandó que añadiesen los de nervios de
toro. Prosiguió el martirio, hasta que el santo cuerpo fué cuajado de heridas y
horrorosas llagas, que, convertidas en arroyos de sangre, fueron martirizadas
con ásperos y punzantes silicios. Cansáronse los verdugos, quedando incansable
el cuerpo de la Santa, la que fué llevada a una tenebrosa y hedionda mazmorra:
Contemplando pues, alma cristiana, tan enormes y continuas penas en el pequeño
y delicado cuerpo de la santa Virgen, la dirás compasiva.
ORACIÓN
O
pacientísima Virgen Santa Bárbara, ante vos se presenta este vuestro humilde
devoto, compasivo de ver vuestra nobleza abatida, vuestras santas carnes
desnudas, y abiertas a la violencia de atroces azotes. Estos, aunque a la naturaleza
eran amargos, a la gracia eran muy dulces; y si al cuerpo eran molestos, eran a
vuestro valiente espíritu suaves y deliciosos. Alcanzadme, pues, santa Patrona mía,
una interior desnudez de las cosas transitorias, una gozosa ansia de padecer
por Jesucristo, una interior dulzura entre los amargos y desabridos vaivenes de
este lagrimable destierro. Ya veo Santa bendita, que contra mí está justamente levantada
la formidable vara, de la Divina justicia, y considero que los infernales toros
hambrientos, están bramando contra este pecador, ya confieso que merezco que
sobre mi malvado cuerpo caiga lluvia de castigos. Pero Santa mía, en vos
espero, y en vuestro abonado patrocinio, que concurrirá a mi favor, pidiendo a
Dios que suspenda el azote de su justísima vara, que enfrene el bestial toril
fiereza del común enemigo, y me conceda paciencia en cualquiera adversidad, con
cuya victoria confío el ver a vos en el Cielo, para con vos siempre alabar a mi
Dios y Señor. Amen.
DIA
CUARTO
CONSIDERACIÓN
Medita,
alma, a la Santa Virgen Bárbara, encerrada en la obscura y tenebrosa cárcel, lastimado
su cuerpo de tantas heridas, llagas y dolores, y su santo espíritu lleno de
resignaciones, y de inefables gozos. Con estos decía a Jesús su esposo. ¡O
esposo mío! Nunca más gustosa que ahora, viéndome por tí martirizada, mi cuerpo
convertido en arroyos de sangre, y mi alma en incendios de profundo amor
deseosa de más padecer. Merecieron estos cariñosos afectos ser premiados con la
dulce visita de Jesús su esposo, quien entrando en aquel calabozo ahuyentó sus
obscuridades, é ilustrándole con celestes luces, se acercó a la Santa, y la
dijo: ¡O mi querida Bárbara! Tus ardientes
flechas que han herido a mi corazón, me arrastran tras tí. Aquí me tienes, mi amada
esposa. O cuanto te estimo, por ver que tu virginal mérito es festejado y
aplaudido en el cielo. Aliéntate, hija, no temas al tirano, cuya obstinación ha
de proseguir en tí otras crueldades.
No temas, no, que yo estoy contigo, y pronto para socorrerte, en señal y prendas
de este mi amor, quedarás ahora libre de todos tus males. ¡O divino medicinal
amor! Al instante se reconoció la Santa libre de heridas, toda sana y sin lesión
alguna. Despidióse Jesús, y la Santa, á vista de tan superior fineza, se
remontó en alta contemplación á impulsos de ardientes y amorosas llamas,
ansiosa de que llegase la hora de ser otra vez presentada ante el tirano y
cruel ministro, y de que se continuase la empezada batalla de dolorosos y
agudos martirios: ahora, pues, alma devota, especulando el recíproco amor entre
Jesús y Bárbara, dirás a la Santa.
ORACIÓN
¡O
amantísima Santa Bárbara! Yo os doy millares de parabienes por el sumo agasajo,
que os hizo Jesús vuestro esposo, visitándoos en la cárcel, repeliendo de ésta
las obscuridades con celestes luces, acariciándoos amorosamente con melifluas
palabras y divinos coloquios, confortándoos para más padecer, curando todas
vuestras llagas, y tributando realces de vuestra espiritual y corporal belleza.
Por éstas, pues, tan excelsas mercedes os suplico rendido, que atendáis a esta
mi alma, que encarcelada dentro de este mi tenebroso cuerpo, se halla llena de
úlceras de muy graves culpas, de heridas de ingratitudes, y de llagas
hediondas, que ha abierto en mí el amor terreno. Recurrid pues compasiva a
vuestro amado esposo, suplicándole, que se digne ahuyentar de mi todas las
tinieblas interiores y exteriores, é ilustrar a mi alma con rayos de su divina
gracia, que quiera visitar a mi indigno y torpe corazón con sus santas y
eficaces inspiraciones, que le arrastre con sus santas finezas, que le cure de
tan inveteradas y feas cicatrices de que adolece, y que le limpie de mundanales
llagas, para que así quede sano y hermoso para su Criador, y ansioso de
padecer, por él, esperando como espero, santa Patrona mía, que será in defectible
vuestro patrocinio, y seguirá mi petición. Amen.
DIA
QUINTO
CONSIDERACIÓN
Á
tiende alma, a que 'nuestra Santa Virgen y Mártir Bárbara fué desde la cárcel
otra vez llevada atropelladamente ante el Presidente, ansioso de cebar en
aquella su furioso encono. Pusiéronla los verdugos ante su presencia, y pasmándose
de verla sin lesión alguna, sin llagas, ni heridas, antes bien con nuevos
alientos, esfuerzos y duplicada hermosura, la dijo así: ¡Qué encanto es éste! ¡Qué
es lo que miro! ¿Dime, Bárbara, quien te ha franqueado de una vez tantos
favores? Respondió la Santa: O infernal ministro, no puedes tú, como ciego y
engañador por tus falsos dioses, penetrar estos secretos y profundos misterios;
advierte, que quien me sanó, fué el verdadero Dios y Hombre Jesucristo, por
cuyo amor deseo ser martirizada víctima, dispuesta y pronta a abrazar cuantos
tormentos tu depravada astucia pudiera inventar. No la dejó el presidente
proseguir en tan fervorosas palabras, antes bien arrogante la dijo así: Calla,
calla, hechicera, que, a estas palabras, que soberbia has dicho, corresponderán
obras, que te pesen y acaben contigo. Mandó a los verdugos que la pusiesen en
el potro o ecúleo, adonde con garfios y acerados peines rasgasen sus carnes, sacándolas
a pedazos de sus castos costados. Y no satisfecha la cólera del presidente, añadió,
que, con un martillo, le amartillasen su santa cabeza. Considera, alma, que
dolor sentiría la gloriosa Virgen en todos sus miembros y en su cabeza,
combatida de un duro martillo; pero más debes atender a su grande valor, a su constancia,
y a su cariñosa bizarría, que liberal y regocijada, atados los pies arriba, y
cabeza abajo, en aquel ecúleo; regaba el suelo con su virginal sangre. Engólfate,
pues, alma, en el mar amargo de tantos ahogos en que se vio la Santa, superados
con el vehemente amor, que a Dios profesaba, y la dirás.
ORACIÓN
¡O
incontrastable paciencia de vos mi Patrona Virgen Santa Bárbara! Atónito quedo
careando mi flaqueza con vuestra robustez; mi pusilanimidad con vuestro invicto
esfuerzo; mi poca paciencia con la suma vuestra. Vos circuida de martirios os gozáis
amante, yo con una leve pena luego me entristezco. ¿De dónde Santa mía esta
desigualdad, esta diferencia? ¿De dónde ha de provenir sino de la falta de amor,
que tengo a mi Jesús? Pues, Santa gloriosa, alcanzadme este amor valiente; y si
vuestros pies y brazos fueron atados en un horrendo ecúleo, sean los míos
atados" en el ecúleo del justo temor, con que debo respetar a la divina y
tremenda Justicia; si vuestro santo cuerpo fue rasgado con las vueltas y
revueltas de férreos peines, merezca yo por vos el que mi Dios y Señor con su
espiritual peine rasgue y corte de mi alma la dureza de mis perniciosos apegos
terrenos. Fué vuestra cabeza vulnerada a golpes de duro martillo, sea mi cabeza
combatida con el martillo del remordimiento de mi conciencia, para que así sea
depósito de santos pensamientos y de continuas reflexiones a la eternidad, atrayentes
á mi corazón al ser de verdaderamente humillado y dichosamente contrito, con lo
cual tenga a mi Dios propicio, y á vos obligada, para siempre interceder por
mí. Amen.
DIA
SEXTO
CONSIDERACIÓN
Contempla alma, otro vehementísimo dolor y tormento, que a los referidos
acumuló la perversa malicia. Mandó ésta, que lentamente con agudos cuchillos
cortasen a la Santa sus cándidos y virginales pechos. ¡O que dolor para tan
vergonzosa y modesta doncella ver que feas y sacrílegas manos manoseaban parte
tan honesta! ¡O que tormento sufrir tan repetidas cuchilladas en la delicadez
tan blanda y tan tierna! Pero de entre los rigores de tanto dolor, salió la
dulce voz de la Santa Virgen, diciendo al tirano: ¿Piensas afearme, quitándome
los pechos? No me afeas, no, más me hermoseas; ¿piensas que mi tesón santo, y
el pecho de mi valentía residen en estos estertores pechos, que cruel
maltratas? Te engañas pues, inhumano Juez, porque el pecho de mi fortaleza
queda hospedado en mi corazón, grabado con el delicioso buril del amor ele mi Jesús
esposo. Prosiguióse el mismo martirio, llegando el sumo grado de la
inhumanidad, hasta cortar de raíz los pechos de la Santa por cuyos agujeros
como por dos ventanas, se descubrían las entrañas de la misma Santa, la cual,
como burlándose de aquel tirano, le habló así: Registra, registra por estas dos
ventanas, que en mí has abierto, y verás, si te arrepientes a mi corazón del
todo abominan te a tus falsos dioses, y en todo ardiente en el delicioso amor
del Señor, que me comunica pecho y constancia contra tu barbaridad y contra tu
fiereza. Pues, alma cristiana, á vista del constante valor de la Santa Virgen,
la dirás reverente.
ORACIÓN
¡O
robustísima Virgen Santa Bárbara! cuyos exteriores
corporales pechos fueron gloriosa víctima del tirano cuchillo, quedando empero
intactos los interiores de vuestro santo espíritu, llenos y fecundos del lácteo
néctar de una santa virgínea suavidad destilante sabrosos y espirituales
licores con que se recreaba Jesús vuestro esposo, en cuyo abierto pecho con una
lanzada vuestro espíritu, como en sagrada cristalina fuente recibía secretos
tesoros de sabiduría, melifluas dulzuras é inapeables gozos. Suplicoos, pues,
yo, afortunada Santa, que consigáis de mi Dios y Señor, que llene mi alma con
la abundancia de sus altos dones, para que en ella se inflamen pechos de
espiritual néctar, en que Jesús pueda gustar deliciosos frutos de mi corazón, y
que yo logre la dicha de espiritualmente gustar la inestimable sangre de la
llaga de su alanceado pecho, y registrar por ella el inmenso amor, con que
murió por mí; y si en los pechos por su figura y disposición están simbolizadas
las sublimes torres, y en estas la santa fortaleza, tenga yo pecho fuerte,
magnánimo y generoso, para repeler las tentaciones, y sufrir humilde cualesquier
trabajos. Merced que espero de vuestra protección, Santa Gloriosa. Amen.
DIA
SÉPTIMO
CONSIDERACIÓN
Reflexiona alma, sobre este tan celestial diamante la Virgen Santa Bárbara.
Considera, que los heroicos excesos de su fortaleza ocasionaron en el tirano
mayores realces de ferocidad. Podía esta quedar saciada con los referidos
martirios; pero como allí no prevalecía sino la ceguera, hizo irrisión la del
presidente de la Santa Virgen, diciendo como mofa: Dadla refrigerio a esta
muchacha. Y fue el recetado alivio de sí tan maligno, cuanto le era quien lo
pronunciaba, porque luego aplicaron a los cortados pechos encendidas láminas y
ardientes teas. Empero la Santa, alzando los ojos y corazón al cielo, dijo a su
esposo: ¡O querido mío! ¡O Jesús mi amado! Conozcan estos bárbaros tu grande
poder. Y al instante experimentó la Santa, que el fuego voraz perdió su virtud,
sirviendo solamente de luz para verla más bella, y no de activo ardor que la
quemase; y volviéndose al impío tirano, le habló así: ¿De qué te aprovecha
luchar obstinado contra el supremo divino poder? ¿No ves como el fuego ha
perdido sus fuerzas, y no atiendes ciego presidente, que es el verdadero Dios
quien quita la natural violeticia de las llamas, de que gozosa me veo circuida?
Pero, qué mucho que nuestra gran Santa fuese así premiada con el retroceso de la
actividad natural del fogoso elemento, si era ella una casta y brillante perla!
Reverenciaron las llamas a su virginidad, así como en Babilonia fué respetada
la de los tres niños echados en el encendido horno. ¡O qué gracias daría a Dios
la Santa, contemplando lo copioso de milagrosas divinas mercedes sobre ella llovidas!
Pues tú, alma cristiana, considerando la importancia de la castidad, y de los
virgíneos y castos olores que tanto se aprecian en el jardín de Cristo, dirás a
la Santa.
ORACIÓN
¡O
siempre del cielo favorecida Bárbara gloriosa! No prevaleció contra vuestra
espiritual y corporal pureza la inhumana aplicación de ardientes instrumentos a
vuestro santo y sagrado cuerpo, antes bien rendidos, en obsequios de vuestra
inocencia y virginidad, aplacaron su furiosa ardentía, dándose por rendidos a
vuestra presencia; pero qué mucho si en vuestro cándido corazón residía un
colmado incendio del amor divino, cuya eficacia sobreexcedía a la de todo fuego
exterior y material, quedando este del todo vencido, y aquel en todo triunfante
y victorioso, sirviendo a vos las tiranas llamas de deleitables y suaves
flores, entre cuyas fragancias estabais no menos resignada, que admirablemente
risueña. ¡O Santa bendita! ¡O Patrona mía! ¡Cuán lejos estoy de con formar mi
vida con la inmaculada vuestra! O si mi helado corazón estuviese dominado del delicioso
fuego del divino amor! O cómo con este quedaría extirpado, el voraz fuego de mi
lascivia, el fuego de mi concupiscencia, el fuego de la colérica e impaciente condición,
el fuego de mi aguda lengua, destrozadora de mi alma y de vidas ajenas.
Interceded, pues, Santa mi Patrona, para que recaiga sobre mi espíritu una inextinguible
llama del fuego divino, con el cual pueda yo superar todos los feos vicios y
ardores, a fin de que exterminados y consumidos éstos, goce yo en esta mortal
vida una ilesa y pura castidad, y una heroica caridad para con Dios y todos mis
prójimos, y continuarla después en el cielo con vuestra dulce amada compañía. Amen.
DIA
OCTAVO
CONSIDERACION
Aplica
atentamente, o alma, tu entendimiento a la tirana sentencia, de tan grandes
martirios que, promulgados contra Santa Bárbara, que no contento el presidente
de la privada desnudez con que la martirizo, mandó nuevamente, que del todo
desnuda, fuese expuesta a la publicidad, llevándola afrentosamente por todas
las calles de la Ciudad de Nicomedia, y que la acompañasen diabólicos verdugos,
descargando sobre el casto cuerpo crueles azotes, cuyo número se dejó al
arbitrio de los ejecutores. Fué este infiel, e inhumano decreto intimado a la
Santa Virgen, cuyos ojos, bañados en ternísimas lágrimas, decían al Señor: ¡O
mi Jesús amado! ¿Es posible, que mi honestidad haya de ser objeto de vuestros enemigos?
¿Es posible, que permitáis que ojos lascivos se ceben en mi puro candor, que os
Sacrifiqué? Es verdad, mi esposo, que públicamente desnudo moristeis en cruz, y
no es bien que yo me desvié de imitar vuestra desnudez; pero si es posible,
dueño y esposo mío, pasé de mi este cáliz de la pública ostensión de mi
virginal cuerpo, libradme de este tormento; que siento más que la misma muerte,
pero en todo hágase vuestra voluntad, y vuestro gusto. En estas y otras tiernas
palabras prorrumpiría la castísima Virgen; pero habiendo llegado la hora de
echar los ministros sus inicuas manos a los vestidos de la misma Sta. para
desnudarla, se descubrió una luz clarísima, que, desprendiéndose del cielo, se
encaminó a ella, y substituyendo por el propio vestido, la cubrió
milagrosamente, sirviéndole de hermosa y blanca vestidura, tan resplandeciente,
que no dejó lugar a que la enemiga vista pudiese mirar el santo cuerpo. Y para
dar a entender el divino esposo cuanto le eran aceptas las súplicas de su amada
esposa, no so lamente la concedió el bello ropaje de celeste esplendor;
si también la restituyó sus cortados y destrozados pechos, quedando estos sin lesión
enteros, y libre el cuerpo de toda cisura, de toda llaga y sanguíneas señales. ¡O
que gracias daría al Señor nuestra santa Virgen! O cuan remontados serían los
afectos de morir por aquel Señor, que tanto la favorecía, ¡la hermoseaba y
acariciaba! ¡Pero, o rebelde ferocidad! no bastaron estos tan raros y singulares
prodigios, para impedir la ejecución del decretado y resuelto martirio de los
oprobios azotes, en los cuales se complacía la infernal malicia: Ahora, pues,
alma piadosa y devota de la Santa Virgen, la rendirás tus reverentes ruegos,
diciendo.
ORACIÓN
¡Honestísima
y vergonzosísima Virgen y Mártir Bárbara! ¡Qué dolor, qué pena y qué interior
angustia pasaría vuestro corazón al oír que habíais de ser paseada desnuda ante
todo el pueblo! O qué lágrimas destilaría lo tierno de vuestra honestidad, y
pureza, viendo que había de servir de pasto a los ojos paganos de toda
una Ciudad. Pero el Señor que cuida de ocultar la desnudez de las palomitas y demás
avecitas, cuidó de cubrir la vuestra con lo brillante de una clara luz, que
como nubecilla se extendió sobre vuestro cuerpo; para que sus lustrosos
candores no fuesen registrados por la curiosidad de ojos infieles. ¡O favor
merecido por vuestra cristalina angélica pureza! Que por ser tanta, obligasteis al Señor a que,
acumulando merced a mercedes, no solamente reintegrase, como reintegró en
vuestro cuerpo los cortados pechos, si también os sanase todos los cauterios,
llagas y heridas. Llevada fuisteis desnuda por la Ciudad toda, saciándose
aquella ciega é infernal furia, azotando con todo rigor a vuestra delicadez.
Tormento, que, si molestó al cuerpo, alivió a vuestra alma, viendo A aquel
engalanado con celestes luces. Pues, Santa mía y Patrona especial Bárbara, por los
favores, que de Dios recibisteis, os suplico, que me alcancéis el de una pura y
casta honestidad, la cual me contenga dentro los límites de una santa
vergüenza, y que no me permita que mi cuerpo sirva de objeto á ojos lascivos;
haced, Santa mía, que en res guardo de la castidad, que debe profesar mi obligación,
cubra el Señor a esta mi alma, desnuda de méritos, con la gloriosa nube de su
divina gracia, y con multiplicados y resplandecientes rayos de inspiraciones,
para que así quede interiormente hermoseada con celeste ropaje, hasta que goce
en el Cielo el de las eternas nupcias con mi Redentor. Amen.
DIA
NOVENO
CONSIDERACIÓN
Concluye alma, la meditación de los fuertes martirios de tu Patrona Virgen
y Mártir Bárbara, y considera, que viendo el Presidente Marciano, que no podía
su crueldad fiera ablandar la constancia de la Santa Virgen con tanta multitud
de tormentos, y sonrojándose de que una doncella hiciese burla del poder humano,
y que los laureles de aquella servían de mayores confusiones a cuantos miraban
aquel espectáculo, sentóse asombrado en su tribunal, pronunciando en este la
funesta sentencia de muerte contra dicha Santa. Y avisando á Dióscoro, padre de
la misma, le habló así: Cansado estoy de batallar con esta fiera, con esta
encantadora y malísima hembra: ya que yo no he podido doblarla, que despreciase
el nombre de Cristo, te la entrego condenada a muerte; y ya que tú la
entregaste a mis manos, te la restituyo a fin de que muera. O metió el padre a
la Santa, y arrastrándola de sus hermosos cabellos, la llevó al suplicio. Mas la
Santa le decía: ¡Ah padre! ¡Padre mío! Ya que obstinado no quieres recibir la
semilla del santo Bautismo, no pase a tanto tu barbaridad, en querer ser
verdugo de tu propia hija. Vengan otros á decapitarme, que no excuso el morir
por Cristo, si deseo evitar en ti el feo padrón, de que un padre degüelle a su
propia hija. No hicieron mella a su cruel padre estas dulces y filiales
palabras, bastantes para enternecer los más duros riscos. Levantó la Santa los ojos
al cielo diciendo: Señor, en vuestras manos encomiendo mi espíritu, y os pido
la gracia de que a todos los que devotos se acordaren de esta mi pasión, les concedáis
la gracia de socorrerles en vida con divinos auxilios, y antes de la muerte con
el saludable socorro de la Confesión y Comunión. Tan grata fué al cielo esta petición,
que le respondió una voz celeste, que decía así: Ven, hermosa mía, ¡á
desfacción malvada! Levantó el padre su tremendo brazo, armado de un agudo
cuchillo, é inclinando Bárbara su santa cerviz, recibió tan rabiosa y pronta
cuchillada, que, cayendo su cabeza en el suelo, subió al cielo su dichosa alma:
Considerando, pues, alma, este último martirio y muerte de la Santa, la dirás
devota.
ORACIÓN
O
ciudadana del celeste empíreo, Virgen Santa Bárbara, ya se acabaron para vos
los tormentos. Ya gozáis en la patria de una eterna paz, de lo que os doy mil
enhorabuenas. Y ya, Santa mía que la crueldad de vuestro natural padre fué tan
abominable, que os dio la muerte, alcanzadme, que yo no ejercite semejante crueldad
con mi pobre alma. O cuantas veces he sido peor yo, que vuestro duro padre, que,
si él os dió la muerte era un gentil, y la dio típicamente a vuestro Santo
Cuerpo; pero yo siendo cristiano, reengendrado con la bautismal agua, he dado
muchas veces la muerte a mí misma alma, que tanto costó a mi Redentor, y tal
vez ha pasado mi barbaridad a dar la á muchas almas, ocasionando yo en ellas la
pérdida de la santa gracia. Pues Santa bendita, ya que tanto podéis con Jesús,
vuestro esposo, decidle, que me pesa mucho de haberlo hecho, y que deseo morir
de arrepentimiento. Alcanzadme la gracia, de que de aquí en adelante no sea yo
verdugo de mi alma, ni de las de mis prójimos. Y si vos resignada inclinasteis
amante vuestra santa cabeza para ser cortada, yo humilde inclino mi cuerpo y mi
alma a la voluntad de mi Dios y Señor, para que me envié cuanto fuere de su mayor
agrado; proponiendo, que, aunque sean penas, dolores, martirios, moriré entre
estos por la santa fé. Interponed vuestro merecimiento, templando la divina
justicia, para que no se ejecute en mí, como lo merezco. Y atended a mi devoción,
con que os venero, impetrando del Divino Jaez, que no muera yo impenitente, sí
que logre en mis últimos alientos los eficaces auxilios de los Sacramentos de la
santa Confesión y Comunión, y que me preserve, librándome de la repentina é
improvisa muerte, que suelen ocasionar los rayos en las tempestades, y otros
acasos inciertos é inopinados. Así lo espero de vuestro benigno y pio patrocinio.
Amen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario