jueves, 14 de junio de 2018

NOVENA A SANTA AGUEDA







NOVENA A SANTA ÁGUEDA DE CATANIA



ACTO DE CONTRICIÓN
Dulcísimo Jesús, redentor mío y padre de todas las misericordias, por ser infinitamente bueno y amable, me pesa en el alma de haberos ofendido, y propongo con vuestra gracia nunca jamás ofenderos, y antes morir que pecar. Amen.


DIA PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Considera, cristiano, a la virgen y mártir santa Águeda, venciendo gloriosamente, no solo los halagos del Pretor de Sicilia Quinciano, quien se había ciegamente enamorado de su hermosura, mas también las molestas persecuciones dc treinta días continuos, con que una impurisima ramera, acompañada de otras prostitutas, hijas de su carne y discípulas de su lujuria, impugnó y combatió, ya con blandura, ya con amenazas, la castidad de nuestra Santa. Mas ¡o triunfos de la divina gracia! ¡o igualmente esforzada que hermosa Castidad! Esta venció aquel tropel de tentaciones, nadando la santa Virgen como cándida y fragante azucena' entre las espinas. Enamórate, cristiano, de esta angelical virtud, apreciándola como rica joya venida del cielo, huyendo todas las ocasiones en que pueda arriesgarse, y peleando con denuedo, á imitación de nuestra Santa, contra todas las impugnaciones de sus enemigos.


ORACION
¡Oh castísima virgen santa Águeda! ¿Quién puede dudar, que, por los triunfos de vuestra virginal pureza, os hizo vuestro amante Esposo abogada de vuestros devotos contra las tentaciones de la lascivia, con que el demonio impugna la castidad de las almas? Así lo experimentó una devota mujer, que, yendo a visitar vuestras sagradas reliquias, invocándoos con confianza y devoción, la librasteis
maravillosamente de la fuerza con que un lascivo joven pretendía robarla la castidad, quitando a este de repente el uso de la palabra. Os ruego, pues, Virgen castísima, por la constancia con que resististeis las tentaciones de aquellas deshonestas mujeres, me alcancéis del Señor esa constancia y un firme eficaz propósito de mantener la castidad, conforme a mi estado. Asistidme, Santa mía, como a aquella devota vuestra, en las batallas que me presentaron los enemigos de esta celestial virtud; para que, logrando victoria, merezca mi alma cantar en el cielo al inmaculado Cordero aquel nuevo y eterno cántico que le entonan sin cesar los amantes y defensores de la pureza, por los siglos de los siglos. Amen.


DEPRECACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
Ruegoos así mismo, gloriosa Santa, nos alcancéis del Señor paz y concordia entre los príncipes cristianos, extirpación de las herejías, exaltación de la santa Fé católica y tranquilidad de la santa Iglesia, conversión de los pecadores, aumento de gracia y perseverancia en los justos, constancia en la Fé y redención de los cautivos cristianos, alivio y su deseada libertad a las animas del Purgatorio, a socorro y medicina a las mujeres que os imploran en el mal y necesidad de sus pechos, vuestra protección en todos los trabajos y aflicciones, y finalmente la divina gracia, en la que vivamos y muramos, para merecer con ella ver y gozar de Dios Uno y Trino, Padre, Hijo, y Espíritu santo por toda la eternidad. Amen.



DIA SEGUNDO
MEDITACIÓN
Medita, cristiano, la humilde y magnánima respuesta que la virgen santa Águeda hizo á Quincíano, llamándose Noble de linaje, humilde Esclavo de Jesucristo; pero que apreciaba más esta humilde esclavitud que aquella noble libertad. ¡O cristiano! ¡qué doctrina tan útil e importante toda con esto la santa Virgen. En mucho más has de tener la Humildad cristiano, que trae consigo la gracia de Dios, que la nobleza de la sangre; pues por aquella naciste y eres hijo del mismo Dios y heredero de su gloria. Por más preciosa y estimable tuvo santa Águeda esta humildad y gracia, que las riquezas y dignidad de los reyes de la tierra, como ella misma lo dijo a Quinciano. Abandona, pues, a todo el mundo con sus pompas y vanidades, antes que perder la humildad y gracia de Jesucristo. Y en reverencia de la humilde magnanimidad y humildad magnánima con que nuestra Santa glorificó a Dios.

ORACIÓN
¡O virgen santa Águeda, humilde esclava del supremo Señor de los señores y magnánima apreciadora de su humildad y gracia! Os ruego humildemente, me alcancéis de vuestro dulce Esposo un corazón muy humil de y al mismo tiempo magnánimo, que aprecie sobre todo lo criado la gracia que mi señor Jesucristo me mereció con el precio infinito de su divina sangre. Abogada os considero de los verdaderos humildes, así como castigadora de los soberbios, como lo y mostrasteis premiando a una devota y humilde mujer, que veneraba en su casa vuestras sagradas reliquias, y ensordeciendo dolorosamente a otra, que con soberbia dijo, no quería ir a vuestro sepulcro a daros culto y veneración. Haced, Santa mía, que mis palabras, obras y traje respiren y rebosen humildad; y asimismo sea mi corazón tan magnánimo, que pierda, si necesario fuere, hasta la vida por mantener la gracia de Dios, con la cual alcance la eterna bienaventuranza. Amen.



DIA TERCERO
MEDITACIÓN
Atiende, cristiano, las voces con que la esforzado virgen santa Águeda dice al tirano: Si me amenazas con fieras, ellas se amansan con solo oír el nombre de Jesús. Si enciendes hogueras para abrazar mi cuerpo, apagará sus incendios el saludable rocío del cielo. Si ajos y lastimas mi cuerpo con llagas y tormentos, será mi médico g medicina el Espíritu santo, de quien es templo mi alma. ¡Con cuánta paciencia y regocijo sufre la deshonra de las bofetadas, la oscuridad de la cárcel, las esposas de sus pies y manos, y las planchas ardientes con que, suspendida del ecúleo, le quema la tiranía sus virginales costados! ¡oh! ¡cuánto me alegro, dice la Santa al verdugo, de verme atormentado! Estos tormentos van abriendo paso a mi alma, para que suba a la gloria con la palma y corona del martirio. Aprende, cristiano, a sufrir con paciencia y resignación a la divina voluntad las penas y trabajos de esta vida, considerando que son disposiciones del cielo, para que tu alma suba allí, si no con la palma del martirio, con la corona de la penitencia. Ármate con el escudo de la paciencia, confiando en Jesucristo, en cuyo nombre y poder se mitigan y suavizan todos los males y aflicciones de esta vida.


ORACIÓN
¡O paciente y animosa mártir de Jesucristo, santa Águeda! Os bendigo y alabo por el esfuerzo con que desafiasteis al tirano, y fuisteis al martirio tan gozosa, como si fuerais convidada a un delicioso banquete. Os proclamo como abogada en los trabajos y tribulaciones de esta vida, lo que probasteis con el beneficio que hicisteis a un caballero, que reducido a pobreza en tiempo de hambre y paraliticado, Vos misma le avisasteis que visitará vuestro sagrado sepulcro, en donde hallaría el remedio de sus trabajos. Os suplico, pues, Santa mía, que aboguéis en mi favor con vuestro amante esposo, Jesús, para que o me libre de los peligros y pesares de esta vida, o me dé fortaleza y paciencia en ellos; a fin de que, con estas dos virtudes, necesarias para conseguir las promesas del Señor, merezca subir con Vos al eterno descanso de la gloria. Amen.



DIA CUARTO
MEDITACIÓN
Pondera, cristiano, el abrasado amor con que la virgen santa Águeda sacrificó a Jesucristo en las aras de la de sus virginales pechos. La impiedad del tirano Pretor se los arrancó del cuerpo; mas, como dijo la Santa, le quedaron enteros y sin menoscabo los interiores de su alma, los cuales había consagrado desde su niñez a su dulce divino Esposo. ¡Oh si mantuvieras tú siempre enteros estos místicos pechos, que son el temor filial y el amor de Dios! Saldrías vencedor de todos tus enemigos, como salió triunfante de los suyos y de este dolorosísimo tormento la amante virgen santa Águeda; pues puesta en él no se quejó ni desfalleció; mas antes afeando al tirano tan indigna y desairarla acción, le dijo: Cruel verdugo, hombre monstruo sin piedad, ¿cómo no tienes vergüenza de cortar de una doncella aquellas naturales fuentes de leche de donde tú mismo la recibiste de tu madre? Avergüénzate, cristiano, de que habiendo bebido la leche de la sana doctrina de tu divino Maestro en los pechos de tu madre la Iglesia, la impugnes y afrentes con tus obras del todo contrarias a ella. imita a la gloriosa santa Águeda, que consagró a Jesucristo desde su infancia los pechos interiores del alma, amándole con todo su corazón, y reverenciándole como supremo señor de todas las cosas.

ORACIÓN
¡O insigne virgen santa Águeda, amantísima de vuestro esposo Jesucristo, por cuyo amor y gloria sufristeis con gozo el doloroso corte de vuestros pechos! Ruegoos humildemente, nos alcancéis los interiores del alma; y haced, que amemos y temamos como buenos hijos al que por nuestro amor se hizo padre y hermano nuestro. Piérdanse enhorabuena, si fuere voluntad- de Dios, los pechos y todos los miembros del cuerpo; mas consérvense siempre y nunca decaigan los del alma. Por este martirio sois conocida y venerada de los cristianos por poderosa abogada contra todos los males y dolores de pechos, como lo experimentan las mujeres que á Vos devotamente recurren, curándolas de ellos, y alcanzándolas de vuestro Esposo leche, cuando de ella padecen faltar o escasez, Continuadlas, prodigiosa Santa, este beneficio; interceded por ellas, presentando a Dios los méritos que alcanzasteis al sacrificarle vuestros pechos, cuando os los cortó la bárbara impiedad. Así lo esperamos de vuestra piedad, y no menos vuestros amparos, con los cuales merezcamos ser místicas víctimas de la divina Majestad, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.



DIA QUINTO
MEDITACIÓN
Haz, o cristiano, reflexión en el desamparado estado doloroso en que se halla la virgen santa Águeda, encerrada en una lóbrega cárcel, cortados sus pechos, ensangrentado su virginal cuerpo, y destituida de todo humano socorro y consuelo. Pero la confianza que tiene en Jesucristo (de cuya omnipotente palabra espera todo su remedio), la merece que su divina Majestad la envíe su Vicario, el apóstol san Pedro, quien la consuela, y sana milagrosamente todas las llagas, y la restituye los pechos. ¡Oh cuánto puede y vale para con Dios la firme y ferviente confianza en el poder y misericordia de su Majestad! Confía, pues, cristiano, en Dios (y no en los hombres, en quienes no hay salud), que no te faltará jamás este amante Padre, que asistió a su esposa santa Águeda en su necesidad.

ORACIÓN
¡O generosa virgen santa Águeda! ¡Qué firme fué la Esperanza que tuvisteis en vuestro poderoso Dios y amante padre y esposo Jesucristo! Alcanzadme, os ruego, que yo la tenga semejante a la vuestra, para que mi cuerpo y alma sanen de todos los males, y logren todos los bienes, como Vos merecisteis por ella ser tan singularmente favorecida del apóstol san Pedro. Por la mucha sangre que en el martirio de vuestros pechos derramasteis y cuya herida el santo Apóstol Os curo, os venero por especial abogada contra los flujos de sangre, como lo experimentó la madre de la Virgen santa Lucía, a quien, cuando os visitó con su hija en vuestro sagrado sepulcro, rogándoos el remedio de este mal, que cuatro años había estaba padeciendo, Vos la alcanzasteis la perfecta y repentina curación de aquella incurable enfermedad. ¡O gloriosa Santa! interceded con Jesucristo, para que sanen de este mal los que le padecieren y devota mente os invocaren. Haced, asimismo, que los cristianos que adolecen del místico flujo de san re, que son las tentaciones y caídas de impureza, sanen perfectamente, a fin. de que no pierdan la vida de la gracia; antes bien alcancen esta y la eterna gloria. Amen.


DIA SEXTO
MEDITACIÓN
Reflexiona, cristiano, en el agradecimiento con que la virgen santa Águeda correspondió a su dulce esposo Jesucristo en vista de los beneficios que había recibido de su generosa mano; pues le bendijo, y le dió gracias y si hasta entonces le había amado y glorificado con obras y palabras, en adelante fueron incesantes y más fervorosos los actos de amor y de religión. Repaso, cristiano, los innumerables beneficios que debes a tu Dios y Redentor, tanto en el orden natural como en el de la gracia; y teniéndolos siempre presentes, ámale, bendícele, y dale continuas gracias, como lo ejecutó nuestra gloriosa Santa.

ORACIÓN
¡O virgen gloriosa santa Águeda! ¡qué agradecida fuisteis al Señor, por haberos consulado y curado de vuestros males por medio del apóstol san Pedro! Os ruego, Santa mía, me alcancéis un ánimo y voluntad agradecida a la divina Majestad, con la cual le bendiga y alabe siempre, sirviéndole con humildad y devoción, sin olvidar jamás lo infinito que ha hecho y padecido por mí. Este fue vuestro agradecimiento, y por él agradasteis tanto a vuestro divino Bienhechor, que vengó como suyas las injurias cometidas contra Vos, haciendo que á impulso de un grande terremoto, quedasen sepultados en las ruinas de sus mismas casas dos consejeros é íntimos familiares del pretor Quinciano; y este, maltratado de un caballo y muerto a bocados por otro, arrojado y sumergido en un rio. Rogad, pues, Santa mía, a vuestro Esposo, que libre a todos los pueblos cristianos del terrible azote de los terremotos, contra los cuales os venero por abogada; y así mismo nos conceda la gracia, para no morir, como vuestros tiranos, improvisa y desgraciadamente. ¡oh! así sea, para que logrando la perseverancia final, merezcamos ver y alabar a Dios por los siglos de los siglos.
Amen.


DIA SÉPTIMO
MEDITACION
Pon, o cristiano, tu consideración en la respuesta que la virgen santa Águeda da á Quinciano al preguntarle: ¿Quién le ha curado? Pues le responde: Cristo, Hijo de Dios vivo, en quien creo, y cuya Divinidad confesaré y adoraré, hasta el último aliento de mi vida. ¡O heroica constancia en la fe ¡O fe, no solamente viva, sino también ardiente ya triunfante! Por ella sale nuestra Santa gloriosamente vencedora de los carbones encendidos en que el tirano manda revolcar su virginal cuerpo, sobreviviendo a su misma muerte; pues no pudieron quitarla la vida tantos y tan acerbos tormentos: ¡O cristiano! Haz que tu fe sea tan viva y ardiente como la de la virgen santa Águeda; esto es: que la mantengas siempre animada por la caridad, y activa con obras de virtud creyendo firmemente a Dios y fervorosamente en Dios.

ORACIÓN
¡O esforzada mártir de Jesucristo, santa Águeda! ¡O inmoble y constante columna de la fe de vuestro divino Esposo!  Os ruego me alcancéis de su divina Majestad una fe viva y animosa, con la cual venza todas las tentaciones de mis enemigos, y camine sin tropiezo a donde me llamó el Señor en el día del santo Bautismo. Por los incendios que vuestra fe venció, os hizo Dios especial abogada contra ellos; como lo experimentaron los mismos gentiles de vuestra ciudad, un año después y en el mismo día de vuestra feliz muerte, cuando despertándose del Etna un impetuoso torrente de fuego, que iba a devorarla, ellos, movidos por Numen superior, tomaron el velo que cubría vuestro santo sepulcro, y poniéndolo delante de aquel inflamado rio, al instante reconoció vuestra virtud, parándose, y dejando libre de sus voraces ardores a la ciudad. Librad, pues, poderosa Santa, de los incendios a todos los cristianos, no solo de los que queman los cuerpos, mas también de los de la humana concupiscencia que abrasan al alma. Haced, Santa mía, que el Omnipotente detenga el brazo de su justicia, para que no nos devore el torrente de las llamas del infierno, tan merecidas por nuestros pecados. Cubridnos con el velo de vuestra protección, para reconciliarnos con nuestro Dios, tan ofendido de nosotros, a quien amemos ahora y eternamente en la gloria; Amen.



DIA OCTAVO
MEDITACION
Aplica, cristiano, tu entendimiento al último pasaje de la vida de la virgen y mártir santa Águeda, la cual recogía en la cárcel, hizo a su enamora o Esposo esta oración: Señor mío Jesucristo, que me criasteis, y desde mi infancia me guardasteis de mal; Vos, que no permitisteis se manchase mi cuerpo con impureza; Vos, que me apartasteis del amor del siglo; Vos, que me disteis paciencia y fortaleza para sufrir con gozo los tormentos; Vos, en fin, que me sacasteis de ellos superior y vencedora de mis tiranos; recibid en vuestras manos mi espíritu y mandadle que suba a recibir la última y consumado misericordia de vuestra infinita bondad. Así oró; y sacando luego una grande voz de su pecho, entregó su espíritu a Jesucristo. No olvides, cristiano, esta voz y voces de nuestra Santa, imitándola en las virtudes, a fin de que cuando llegue la infalible e incierta hora de tu muerte, puedas rogar como ella al Señor, que reciba tu espíritu, y le coloque entre los bienaventurados de su gloria.


ORACIÓN
¡O fervorosa y prudentísima virgen santa Águeda! ¡Qué lustrosamente adornada y lucida salisteis al encuentro de vuestro esposo Jesús, cuando vino a recibiros en la hora de vuestra muerte! Os ruego con todo mi afecto, me alcancéis del Señor, que mientras tengo tiempo, me disponga y prepare para aquella hora, de cuyo momento pende la eternidad; creyendo, esperando, amando y obedeciendo a mi Dios; apartándome de todas las ocasiones de ofenderle, y haciendo penitencia digna de lo mucho que le he ofendido. Amparadme con vuestra intercesión ahora y en la hora de mi muerte, para que no me venza el demonio, contra cuyas impugnaciones sois singular abogada, como lo acreditan innumerables victorias que contra ellos reportasteis, sacándolos de los cuerpos de muchos, que oprimidos recurrían a vuestro santo sepulcro, o a vuestra intercesión, si no podían ir allá. Y pues para librar de los espíritus malignos los cuerpos, tenéis tanta y tan singular gracia, ¿quién duda que la tendréis también, para librar de ellos a las almas, especialmente en la hora de la muerte, en que son mayores y más funestas sus asechanzas y tentaciones? Libradnos, pues, os suplico, de ellos, así ahora en vida como en la muerte, de que libres de nuestros enemigos, sirvamos a Dios sin temor, en santidad y justicia, todo el tiempo de nuestra vida y des pues le veamos, amemos y bendigamos por toda la eternidad en la gloria. Amen.



DIA NOVENO
MEDITACION
Levanta, cristiano, los ojos de tu alma al cielo, para ver como descienden muchos ángeles vestidos de blanco, entre quienes resplandece y sobresale uno, en figura de joven hermosísimo, con vestido de rica seda, el cual acercándose al sepulcro de santa Águeda, coloca a su cabecera una tabla de mármol con esta inscripción: Alma santa, espontánea, honra a Dios, y liberación de la patria; esto es: Tuvo esta insigne Virgen una alma santa: se ofreció al martirio de su libre y gustosa voluntad: dio honra a Dios: librará a su patria de riesgos y males. ¡Oh! ¡cuánta será la gloria que su alma goza en el cielo, cuando Dios da tanta honra a su cuerpo en la tierra. Si los mismos ángeles se hacen panegiristas de la gloriosa santa Águeda, ¿cuánto deberán venerarla y aplaudirla los hombres? ¡Oh! Quiera el Señor, que vivas, cristiano, tan ajustado a su santa Ley, que merezcas después de tu muerte ser honrado de los ángeles del cielo, así como honraron a nuestra Santa por lo mucho que ella había glorificado a la Majestad divina.

ORACIÓN
¡O Águeda santa y feliz, en vida honrada del Príncipe de los apóstoles, y después de vuestra muerte de los ángeles celestiales! Os ruego humildemente, me alcancéis la santidad y pureza que a honra vuestra celebraron los ángeles; una pronta y espontánea voluntad a todo lo que sea del divino servicio: y que, en cuanto diga y haga, honre y glorifique a mi señor y redentor Jesucristo, como Vos lo ejecutasteis. Y pues los espíritus angélicos os dieron el timbre de Libertadora de vuestra patria, no determinando la especie de males, seréis seguramente, Santa mía, abogada contra todos; Testigos son de este vuestro universal patrocinio los vecinos de Catania, quienes, en vista de aquella inscripción, os celebraron luego por su insigne Protectora. Testigos son los fieles de la Iglesia, que desde entonces os aplaudieron con numerosas peregrinaciones a vuestro santo sepulcro, honrándoos con fiestas, votos y procesiones. Testigos son los sordos, ciegos, mudos, cojos, lisiados, paralíticos, calenturientos y acosados de otras varias enfermedades, los cuales han hallado en Vos pronto remedio, aclamándoos por benéfica libertadora. Por tal os engrandecemos los que en Vos tantas maravillas celebramos; suplicándoos nos alcancéis del Señor, que tan milagrosa os hizo, la curación de todos los males del cuerpo, según conduzca para gloria suya, y de los del alma; a fin de que con la divina gracia lleguemos a aquella región feliz, en donde no hay mal, con la vista del Sumo Bien, Padre, Hijo y Espíritu santo, un solo Dios verdadero, que vive y reina, y a quien sea dada continua alabanza, por los siglos de los siglos. Amen.


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