jueves, 14 de junio de 2018

TRIDUO A LA SAGRADA FAMILIA






TRIDUO
CONSAGRADO EN REVERENTE CULTO A
JESÚS, MARÍA Y JOSÉ



ACTO DE CONTRICIÓN
¡Padre eterno! ¡Dios de infinita misericordia! ¿quién soy yo, que con tanta osadía me acerco a vuestro solio? ¿dónde está aquel pudor santo que debería ocultarme en lo más escondido de la tierra? pero ¿qué abismo podrá sustraerme a vuestra vista? Yo, en vez de presentarme con la vestidura nupcial, no traigo otros adornos que las insignias de la perfidia y la traición. ¡Mi Señor y mi Rey! si no estuviera satisfecho de que leéis en mi corazón la sinceridad con que os hablo, temería, sin duda, pareciera un nuevo insulto mi presencia ante la vuestra: ¡qué de veces no os he hecho las más serias protestas de mi arrepentimiento! pero ¡ay de mí! mis propósitos han desaparecido como una débil sombra, y solo encuentro en ellos la más ridícula teoría: formo en mi mente proyectos de virtud, y sin embargo permanezco estable en mis depravadas costumbres. ¡Ah Señor, qué inmensa es vuestra piedad en tolerarme! Si, sois bondadoso por esencia, y os haría un desmedido agravio si me creyera desechado de vos. Si ahora me desconocéis por la multitud de manchas que me cubre, dentro de poco me llamareis vuestro: me acercaré al tribunal santo de la penitencia; mis lágrimas formarán a los pies del sacerdote un mar inmenso en que se ahoguen mis culpas: volveré a vos teñido con la sangre de Jesús, y entonces no dudo me estrechareis en vuestros brazos. Apresurad, Señor, este momento; no os acordéis de mi inconstancia pasada; mirad que traigo por Padrinos, y se interesan en mi perdón, a vuestro propio Hijo, a su tierna Madre, y al hombre justo que mereció vuestra confianza, a Jesús, María y José: por estos sagrados nombres ¡oh Padre celestial! espero ser salvo. Amén.



ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh portentosa familia de Jesús, María y José, cuyos dulcísimos nombres derraman sobre mi alma el bálsamo suavísimo de la consolación cristiana! aquí tenéis un miserable que, encorvado bajo el peso de la necesidad, se postra a vuestras plantas, implorando de vos una mirada compasiva que ponga término a las aflicciones que lo rodean. Jamás ¡oh familia santísima! se os habrá presentado criatura como yo, más indigna de vuestros favores; más si lo negro de mis crímenes me pone a una distancia casi infinita del número de los favorecidos, la suma confianza que me anima, fundada sobre la indestructible base de mi fé, me acerca tanto a vos, que me trae como por la mano y me pone en vuestra presencia. Bien conocéis, amabilísima familia, que, aturdido mi espíritu con el confuso tropel de las pasiones, no puedo formar acorde mi petición: diría mucho, y nunca acabaría de decir ¡Jesús divino! ¡María dulcísima! ¡castísimo José! yo apuro el cáliz de la amargura: mi agitado corazón, igual a las convulsiones del mundo político, se ha constituido en un eterno laberinto; todo soy inquietud y no conozco a mí mismo. Solo tú ¡Oh fé divina! Puedes calmar mis sobresaltos: por ti veo en los sucesos de mi vida, no esa fortuna próspera o adversa en que deliran los mundanos, sino los decretos inescrutables del Altísimo: aun brillas todavía delante de mí, y esa tu hermosa luz me muestra un camino muy seguro para llegar a Dios. ¡Jesús, María y José! a vosotros descubro con esa antorcha luminosa: ¡qué hartura tan cumplida sois para mi corazón! ¡qué arrimo! ¡qué protección tan poderosa! Jesús, María y José son el puerto deseado en que me salvo de la deshecha tormenta que me acosa. Sí, personas sacratísimas, no temeré ni a los trabajos ni a la muerte si de continuo asistís a mi lado: si os tengo en mi compañía nada podrá abatirme, ni las enfermedades, ni la pobreza, ni la calumnia, ni la misma persecución; tal es la esperanza que me alienta. No dudo alcanzar por vuestro medio todos los bienes de que carezco. ¡Trinidad venerable de la tierra! mil males me rodean, y de vos espero su eficaz remedio: extended hacia mí una mano bienhechora; no me dejéis hundir en la desgracia; no me dejéis anegado en la aflicción. Amén.



PRIMER DIA
ORACIÓN
¡Oh hermosísimo Jesús, esplendor del Padre, gloria de los ángeles, y príncipe de la eterna paz! ¡qué ejemplos de tan extraordinaria grandeza, ofrece a mi vista el trascurso de vuestra vida! ¡qué mudas, pero qué serias reprehensiones le dais a mi soberbia! ¿La imagen del Dios vivo, el igual con el Padre y el Espíritu Santo, ocupado en el humilde oficio de carpintero? ¿Y tengo el descaro de llamarme discípulo de Jesús? ¡Oh maestro divino, cuánto distan mis obras de las vuestras! ¡cuán ásperas me parecen las sendas que conducen a vuestra escuela! Yo corro infatuado por los caminos del placer, sin gustar jamás de sus delicias ¡Ah! son mentiras, pues cuando creo llegar a mis labios la dulce miel que me prometen, solo pruebo la insipidez y la amargura; su copa fatal se ha derramado de un golpe sobre mi corazón, y en mi tormento busco un lenitivo para tanto mal. ¿Y dónde mejor cumplidos mis deseos? ¿dónde más bien satisfecho mi ansioso padecer que, en vos, suavísimo Jesús, que cual delicado panal me dais en vuestros ejemplos el néctar exquisito de la más sana doctrina? Así lo conozco, y penetrado de esta verdad me postro a vuestros pies, pidiéndoos me concedáis el ejercicio de las virtudes, por cuya falta me veo hecho el juguete de las pasiones: ellas me han conducido al borde del abismo, y por ellas experimento multitud de necesidades. Compadeced mi dolor, y juntamente con el remedio de mis dolencias espirituales dispensadme la gracia especial que ahora solicito. Amén.


ORACIÓN
Amabilísimo Jesús, Cordero de Dios que quitáis los pecados del mundo, á vos que sois camino, verdad y vida me llego confiado esperando el pronto socorro de mis males: en vos encontraré la senda recta de la piedad, justicia y santidad: por vos seré desengañado de los fraudes y mentiras del mundo seductor, y por los esfuerzos de vuestra doctrina resucitaré a la vida de los justos. Conceded me, humildísimo Jesús, una ciega obediencia a los decretos celestiales, como la que vos tuvisteis con los de vuestro eterno Padre. Sois muy rico, Jesús amorosísimo, y vuestra liberalidad infinita me llena de consuelo. Amén.




SEGUNDO DIA
ORACION
Dulcísima María, suprema Señora del empíreo, Reyna de los ángeles, digna madre de Jesús, lumbrera eterna que brilláis sin cesar ante el trono de Dios, ¿qué elogios serán bastantes á encomiar vuestra augusta dignidad? ¿quién será el temerario que crea llenar la línea inmensa de vuestras alabanzas con los toscos rasgos que presta a la pluma la inteligencia humana? ¿y quién el fatuo que pretendiera enumerar el nublado infinito de vuestros beneficios? Para satisfacer, Señora, los deseos de mi corazón, os diré por elogio que sois Madre de Jesús y de los pecadores; y en orden a vuestros beneficios os diré, que habiéndoos constituido fiel Corredentora del linaje humano, trabajasteis con vuestro Hijo por labrar mi felicidad. Yo entono al Señor mis himnos de bendición porque os hizo tan grande, y a vos os dirijo millones de gracias por vuestros incomparables favores; sí, Reina poderosa, estos me hacen echarme a vuestras plantas y deciros: ¿qué os daré por tantos beneficios? ¡Qué mal ha correspondido a ellos mi ingratitud!!!! Ahora pretendo uno nuevo, Señora: dadme, os suplico, el consuelo de que carezco: muévalos mi situación y la franqueza con que os confieso que he sido ingrato a los especialísimos favores que siempre me habéis dispensado. ¡Bellísima María, ya veo brincar vuestro compasivo corazón! ¡oh cuánto se dilata el mío!


ORACIÓN
Soberana Virgen María, Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo. ¡Refugio de pecadores! animado de la más grande confianza me dirijo a vos, seguro de alcanzar lo que pidiere: en vuestras manos, Señora, están depositados los tesoros inagotables de la gracia: se complace el Altísimo en derramar por ellas sus beneficios, y cual impetuosa corriente os desatáis en dones singulares. Permitidme, Gran Reina, llegue mis labios a los raudales que corren de esa fuente perenne de gracias; dejadme viva hasta apagar la sed de mis tribulaciones, que yo en agradecimiento os tributaré cánticos perpetuos de alabanza. Amén.





TERCERO Y ULTIMO DIA
ORACIÓN

¡Oh Varón justo, Patriarca esclarecido, espejo de la más encumbrada santidad! ¡Castísimo José! al comparar lo elevado de vuestras virtudes con la torpeza de mis crímenes, no puedo menos que llenarme de vergüenza y ocultar mi rostro entre la confusión y el polvo. Brilla en vuestros ojos el candor de los ángeles, y asoma en los míos la misma concupiscencia: vuestro rostro presenta el aspecto sereno de la inocencia; y en el mío se ve pintada la inquietud de un corazón culpable: vos manifestáis por la santidad de vuestras costumbres la grandeza de vuestra alma, mientras que yo, por la ruindad de mis pasiones, demuestro la bajeza de mi espíritu. ¡Padre estimativo de Jesús! si el alto encargo que se os confió en la tierra os coloca de una manera sin igual en la eminente cumbre del poder, hacedme, os ruego, un perfecto imitador de vuestras heróicas acciones; esta es obra del poder, y a él solo se reservan mudanzas de gran tamaño. Nada de cuanto pidiereis se os negará: vuestros ruegos para con Jesús son atendidos, y no ha de obedeceros menos sobre el trono, que cuando tiraba la sierra en vuestra compañía en la casa de Nazaret. Sí, dulcísimo José, tomad interés en el negocio de mi santificación espiritual, y juntamente en la gracia qué solicito.


ORACIÓN
¡Poderosísimo Padre mío Señor San José Esposo dignísimo de María, y estimativo Padre de Jesús! ya disfrutáis el premio que os destinó el Príncipe inmortal por vuestras relevantes virtudes: ya el banco humilde de carpintero se os convirtió en un refulgente trono de gloria, y vuestras manos empuñan, no ya el escoplo y la azuela, sino la brillante palma señalada al mérito. Gózome de tanta recompensa ¡oh Justo predilecto! y al daros el parabién, os suplico echéis sobre mí una mirada de ternura con que salga de tanto infortunio. Libradme, José Santísimo, de caer en culpa mortal: haced no experimente más el rigor de la pobreza, lo penoso de la enfermedad, ni lo amargo del padecer. Mucho os pido, pero mucho podéis, y no dudo alcanzarlo. Amén.


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