SEPTENARIO
AL PATRIARCA SAN JOSÉ
PARA
PREPARACIÓN Á LA FIESTA DEL NACIMIENTO DEL NIÑO DIOS
Esta devoción, aunque puede practicarse en cualquier
tiempo del año, será más propio empezarla el 18 de diciembre.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Hijo unigénito del eterno Padre, Verbo divino humando en las
entrañas purísimas de María, Salvador mío: por el amor infinito que me tenéis,
os hizo bajar del cielo a la tierra, naciendo para mí en un establo y muriendo
por mí en un madero. ¡Oh cuan ingrato os he sido! ¡oh cuanto siento haberos
cerrado las puertas de mi corazón, haciéndome sordo a los toques de vuestros
divinos llamamientos! Romped, Señor, romped los cerrojos de este mi corazón
ingrato con los golpes de vuestra luz é inspiraciones. Consumid mis
imperfecciones con el fuego de vuestro amor. Arrojad de mi alma las bestias de
mis abominables pecados, pues de todo corazón los aborrezco; me pesa muy de
veras de haberlos cometido contra Vos y delante de Vos, por ser quien sois, mi
Criador, mi Conservador, mi Bienhechor, mi Redentor y mi amantísimo Padre. Ya
que venís ä buscar no justos sino pecadores, yo, yo soy el mayor y el más
ingrato de todos éstos: haced que brille en mí vuestra misericordia,
perdonándome y dándome vuestra gracia, con la cual propongo cumplir todas mis
obligaciones, sirviéndoos agradecido y amándoos con perseverancia hasta el fin
de mi vida. Amen.
DIA PRIMERO
Oh
Patriarca diligentisimo: conociendo ser voluntad de Dios que llevaseis coa Vos
ti vuestra amadísima Esposa en el forzado viaje desde Nazareth a Belén para
cumplir con el edicto del emperador Augusto, hicisteis con todo cuidado las
prevenciones posibles vuestra pobreza, aunque no las que deseaba vuestro fino amor,
y dignas de la Emperatriz del universo que llevaba en sus entrañas al divino
Príncipe reconciliador de la tierra con el cielo; Alegróme del consuelo
inexplicable que tuvisteis por no tener que separaros de María y siento vuestro
quebranto al ver que no podíais prevenir otro bagaje que un humilde jumentillo
para llevar a la Señora del mundo en su estado delicado. Alcanzadme, Santo mío,
una conformidad tan grande con la voluntad de Dios, que viva yo Siempre
contento con lo que su Providencia dispusiere, y un deseo tan ferviente de
servir A María santísima, que me parezca poco cuanto hiciere en su servicio;
para que estos mis obsequios, junto con vuestro favor, me dispongan para
recibir la Sabiduría encarnada. Padre nuestro...
ORACION A MARIA SANTISIMA
Oh
Emperatriz soberana de cielo y tierra, María, ¡Madre del Rey del universo! Por
la asistencia y cuidado que os prodigó vuestro amadísimo esposo san José, a fin
de que os fueran menos pesadas las penalidades y molestias que tuvisteis que
sufrir en el viaje de Nazareth a Belén, os suplico me concedáis un fervor
grande en serviros á Vos, oh mi Señora, y al Señor que llevabais en vuestras
purísimas entrañas, para hacer con acierto viaje de esta mi vida, y llegar con
felicidad al término deseado de la gloria. Amen. Ave Maria.
ANTÍFONA:
Oh Sabiduría, que manasteis de la boca del Altísimo, y que, extendida del uno
al otro extremo del universo, disponéis todas las cosas con dulzura y con
vigor; venid, y enseñadnos el camino de la prudencia.
L/: Cielos, derramad
vuestro rocío de lo alto, y las nubes lluevan el Justo.
R/: Abrase
la tierra y produzca el Salvador.
DIA SEGUNDO
¡Oh
Patriarca pacientísimo! Siento vuestro quebranto, al ver la falta de comodidad
para aliviar las penalidades del camino a vuestra divina Esposa; pues no siendo
vuestro repuesto sino pan, frutas y peces y todo escaso, desde la primera
jornada comenzasteis a experimentar los efectos de la pobreza. Pero me alegro
por el grande consuelo que experimentaba vuestra alma con la compañía y vista
de vuestra dulcísima esposa María, cuya presencia satisfacía vuestros purísimos
deseos y cuya conversación os era más agradable y dulce que la miel más suave.
Conseguidme, Santo mío, que yo halle mi mayor gusto en solicitar los regalos y
bienes del cielo, y que no codicie ni procure los de la tierra, sino en cuanto
conduzcan para poder pasar de la jornada de esta vida a gozar de Jesús, sumo
bien nuestro, en el término dichosísimo de la gloria. Amen. Padre
nuestro…
DIA TERCERO
¡Oh
Patriarca mortificadísimo! Siento vuestro quebranto al ver tí vuestra
queridísima Esposa, delicadísima doncella, viajando sin comodidad alguna,
expuesta a las inclemencias del tiempo, en la estación mis rigurosa del año, y
no obstante vuestro cuidadoso y fiel desvelo en atender su resguardo, sufriendo
el rigor de los elementos, ya del aire que soplaba violento y destemplado, ya
del agua que caía resuelta en lluvia o congelada en nieve, ya de la tierra que
fatigaba con sus ásperos caminos. Pero me alegro por los consuelos que en mayor
abundancia enviaba a vuestras almas el cielo. Alcanzadme, Santo mío, que yo
lleve con paciencia las tribulaciones que se me ofrecieren en la jornada de
esta mortal vida, para que merezca gozar de los consuelos eternos de la gloria.
Amen. Padre nuestro…
DIA
CUARTO
¡Oh
Patriarca sufridísimo! Siento vuestro quebranto, al Ver lo que hubo de sufrir
en este viaje vuestra purísima Esposa, que, como rescatadísima doncella, de
nada gustaba tanto como del retiro, y en esta ocasión se hallaba en medio de un
numeroso concurso de gentes que iban ä cumplir con el edicto del César, de las
cuales muchas no hablaban con el recato y moderación debida. Pero me alegro por
el consuelo que os resultaba del acompañamiento de millares de Ángeles, que juntamente
con Vos, servían ti vuestra Esposa y Reina suya. Conseguidme, Santo mío, que no
sirva yo de escándalo ni tropiezo A persona alguna con mis palabras o acciones
en el camino de esta vida; antes sí, que con mi buen ejemplo incite ti todos n
caminar tí la gloria. Amen. Padre nuestro…
DIA QUINTO
¡Oh
Patriarca benignísimo! Siento vuestro quebranto al ver la inhumanidad con que
en este viaje se portaron con Vos y con vuestra divina Esposa los hombres,
negándonos por vuestra pobreza el albergue; por lo que os visteis precisados
recogeros un rincón de un portal un lugar propio de bestias. Pero me alegro por
el consuelo que recibíais, al pensar que, en cualquier lugar, por humilde que
fuese estaban los ciudadanos del cielo, haciendo la corte su Rey supremo y su
soberana Señora. Alcanzadme Santo mío, que nunca con mi indigno proceder y
malas palabras arroje de la morada de mi corazón ti Jesús, María y José, y que
con caridad ampare, en cuanto pueda, a los pobres, principalmente a los que me
pidieren alivio en vuestro nombre, para que merezca ser admitido en la
dichosísima morada de la gloria. Padre nuestro…
DIA SEXTO
¡Oh
José angustiadísimo! siento vuestro quebranto al ver el cansancio de vuestra dulcísima
Esposa; pues no obstante vuestro fiel y cuidadoso desvelo en servirla y
aliviarla en todo, la molestia de cinco días de camino no pudo dejar de ser muy
grande, y mas cuando todo conspiraba hacerla mas penosa; las provisiones,
igualmente pobres que cortas; el bagaje, que era un humilde jumentillo; el
tiempo, que era el mas riguroso del año; el concurso de caminantes, que de
varios modos molestaban las posadas, que eran las más desacomodadas y viles.
Pero me alegro por el consuelo que llenaba vuestro corazón, al ver admitidos
por la Reina del cielo con la mayor benignidad y con agradecimiento vuestros
obsequios. Conseguidme, Santo mío, una constancia tan grande en seguir el
camino de la virtud, que, por mis dificultades que se me ofrezcan en él, no lo
deje, para llegar al término felicísimo de la gloria. Amen. Padre
nuestro…
DIA SÉPTIMO
¡Oh Patriarca afligidísimo! Siento vuestro
quebranto al ver que, en Belén, término de vuestro viaje, en que debía vuestra
divina Esposa descansar de las molestias del largo camino y dar luz a la Luz
del mundo, no hallasteis otra posada que un portal, que por despreciable estaba
abandonado, no siendo admitidos en casa alguna ni siquiera de vuestros
conocidos y parientes, y siendo despedidos de muchos con aspereza y desprecio.
¡Oh qué aflicción tan grande sentiríais, no hallando para la Reina soberana vuestra
Esposa, hospedaje cual merecía y vuestro afecto le deseaba, y ni aún aquel
albergue que raras veces o nunca se niega al más abatido pobre! Pero me alegro
por el consuelo que os procuró esta divina Señora con sus razones, de que aquel
humilde portal era el lugar intis conveniente para los designios del Señor que
traía en sus entrañas; quien, viniendo para ser maestro de humildad y pobreza,
escogía aquel portal pobre y humilde por su palacio el mis estimable, como lo
fué al cabo de pocas horas; y allí lograsteis tener en vuestros brazos al
recién nacido Niño-Dios y oír ti los espíritus celestiales que cantaban:
«¡Gloria ti Dios en las alturas, y paz en la tierra los hombres de buena
voluntad!» ¡Oh cómo con esta gloria se acabarían todos vuestros pesares!
Conseguidme, Santo mío, una humildad tan profunda, que se complazca Dios de
estar en mi humilde corazón, para que logre yo la paz que el divino Niño trae a
la tierra, y merezca cantarle con los Ángeles en el cielo: «. Gloria tí Dios en
las alturas por los siglos de los siglos. Amen.» Padre nuestro...
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