PRIMER MIÉRCOLES DE CADA MES
CONSAGRADO A SAN JOSÉ
ORACIÓN PREPARATORIA
Os
rogamos, Señor, que os dignéis prevenir con vuestra inspiración y acompañar con
vuestra gracia este devoto ejercicio que vamos ä practicar en honor del gran
Patriarca san José, fin de que esta nuestra oración tome siempre su principio
de Vos, se acabe para gloria vuestra y provecho de nuestras almas, y nos
alcance luz y gracia para sacar abundante fruto de las verdades que nos
proponemos meditar y ser constantes en los propósitos que haremos. Amen.
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, como habiendo sido decretado desde el principio en el Consistorio
divino de la Trinidad sacrosanta, que, llegada la plenitud de los tiempos, Dios
enviaría su Hijo, para que, formado de mujer y sujeto a la Ley, redimiese a los
que estaban debajo de la Ley, y así recibieran la adopción de hijos suyos;
quedó igualmente decretado, que una Virgen Inmaculada fuese su madre y que un
Varón justo desposado con aquella Virgen, hiciese las veces de padre. No era
conveniente que el Verbo naciese como otro cualquier hijo de Achín; pero
convenía que siendo purísimo por esencia, tuviese por madre a una Virgen. No
sólo el honor de ésta, sí que también las necesidades humanas del Hijo de Dios
pedían que esta Virgen tuviera un esposo que fuese un hombre según su corazón, a
quien pudiese decir con toda verdad: A cargo tuyo está la tutela del Pobre; tú
eres el amparo del Huérfano.» No podía, pues, en la mente divina ir separada de
la futura Encarnación del Verbo la previsión de una Virgen madre y de un Justo padre:
y esta Virgen singularísima fué María, y este Justo incomparable, que debía en
la plenitud de los tiempos ser verdadero padre afectivo y no un simple custodio
del Hijo de Dios encarnado, fue José. ¡Oh! ¡quién puede Calcular la eminente
santidad que debía poseer este afortunado Patriarca?
ORACIÓN
¡Oh
gran Santo! Vos, que desde la eternidad fuisteis escogido entre todos los
hombres por la Trinidad beatísima para ser esposo de María y padre nutricio de
Jesús: Vos, que ni aun por un solo instante fuisteis separado en lamento divina
de estos dos vuestros amados objetos, ni os podréis separar jamás de ellos por
toda la eternidad; inspiradnos, os suplicamos, con vuestra verdadera devoción
la de Jesús y María, y haced que desde este instante, entregándonos, como lo
proponemos, ú la imitación sincera y constante de vuestras virtudes, podamos
agradar aquel que, siendo verdadero hijo de Dios, se dignó ser tenido en este
mundo por hijo vuestro, y a aquella Virgen singular que, por ser su madre
inmaculada, la destinó el mismo Dios por vuestra verdadera esposa, con la cual
Vos ahora feliz y bienaventurado gozáis en el cielo de una gloria inmensa,
adorando a Jesús, el cual con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los
siglos de los siglos. Amen.
Se rezarán tres Padre nuestros con Ave María y Gloria
Patri en acción de gracias a la santísima Trinidad por todos los privilegios
concedidos al glorioso san José.
JACULATORIA
¡Oh
amado san José! haced que honrando y amando a Vos, honre y ame también a Jesús
y María.
Ahora dirigiremos ti san José las siguientes
PETICIONES
1. Por
vuestro primer dolor y gozo os suplicamos, fidelísimo san José, que nos
alcancéis la virtud de la Fe, con la cual seamos fieles al Señor hasta la
muerte. Padre nuestro...
2.
Por vuestro segundo dolor y gozo os pedimos, pacientísimo san José, que nos alcancéis
la virtud de la Pobreza de espíritu, para que busquemos únicamente los bienes
espirituales. Padre nuestro...
3.
Por vuestro tercer dolor y gozo os rogamos, animoso san José, que nos alcancéis
la virtud de la Fortaleza, para que con ella resistamos ä todas las tentaciones
de nuestros enemigos. Padre nuestro...
4.
Por vuestro cuarto dolor y gozo os pedimos, bondadoso san José, que nos
alcancéis la virtud de la Esperanza, la cual fomente nuestras buenas obras, que
serán nuestro consuelo en la hora de la muerte. Padre nuestro...
5.
Por vuestro quinto dolor y gozo os suplicamos, obedientísimo san José, que nos
alcancéis la virtud de la Obediencia, con la cual aprendamos a cumplir exactamente
la Ley santa del Señor. Padre nuestro...
6.
Por vuestro sexto dolor y gozo os rogamos, prudentísimo san José, que nos
alcancéis la virtud de la Prudencia, para que con ella sepamos precaver los
lazos y peligros que se nos presentan en el camino de la salvación. Padre nuestro...
7.
Por vuestro séptimo dolor y gozo os pedimos, constantísimo san José, que nos
alcancéis la virtud de la Perseverancia, para que con ella lleguemos sin
tropiezo a la celestial Jerusalén. Padre
nuestro...
LETANÍAS
San
José
Ilustre
descendiente de David
Luz
de los patriarcas
Esposo
de la Madre de Dios
Custodio
purísimo de la Virgen,
Nutricio
del Hijo de Dios
Diligente
defensor de Cristo
Jefe
de la Sagrada Familia
José
justo
José
casto
José
prudente
José
fuerte
José
obediente
José
fiel
Espejo
de paciencia
Amante
de la pobreza
Modelo
de obreros
Gloria
de la vida doméstica
Custodio
de vírgenes
Sostén
de las familias
Consuelo
de los desdichados
Esperanza
de los enfermos
Patrono
de los moribundos
Terror
de los demonios
Protector de la santa Iglesia
V.
Lo nombró administrador de su casa.
R. Y señor de todas sus posesiones.
R. Y señor de todas sus posesiones.
ORACIÓN: ¡Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a San José para
esposo de tu Santísima Madre!; te rogamos nos concedas tenerlo como intercesor
en el cielo, ya que lo veneramos como protector en la tierra. Tú, que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
PRIMER
MIÉRCOLES DE FEBRERO
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, que se puede piadosamente creer, que san José nació libre de los
lazos del pecado original, y por consiguiente adornado con la gracia
santificante, antes que saliese a la luz del mundo. Esta piadosa creencia debe
fundarse en la incomparable dignidad de verdadero Esposo de María y Padre
afectivo del Redentor, a la cual san José había sido predestinado en los
eternos consejos de Dios. Si en el seno materno fué purificado de esta mancha y
santificado el profeta Jeremías, porque debía ser una imagen del Redentor; si
semejante privilegio fué concedido a san Juan Bautista, porque debía preparar
para el Señor un pueblo escogido y mostrar a los hombres el Cordero de Dios que
quita los pecados del mundo, ¿no lo concedería Dios a san José, destinado para
padre afectivo de aquel Jesús que se hacía hijo suyo para destruir al mismo
pecado? ¿lo negaría ti José, que debía llevar millares de veces en sus brazos
al divino Redentor del mundo, estrecharlo contra su corazón, besarlo con amor
de padre, salvarlo de tantos peligros, alimentarlo, cuidarlo y hasta llegar ti
mandarle alguna cosa? ¿Este privilegio no habrá sido concedido el José, que
tuvo la dicha de ser esposo de Aquella que Dios ya en el principio del mundo
anunció a nuestros primeros padres, quebrantaría la cabeza de la serpiente
infernal?... Aunque sean incomprensibles los juicios de Dios é inapeables sus
caminos; sin embargo, la dignidad de Esposo y de Padre, con la cual quiso Dios
ennoblecer a José y por la cual es el más privilegiado entre todos los santos;
esta dignidad, única en su género, por no haberse visto antes semejante ni
james se verá otra igual sobre la tierra, hace que podamos creer piadosamente
con muchos doctos y santos teólogos, que san José fué santificado aún antes de
nacer.
ORACIÓN
¡Oh
amado y glorioso patriarca san José! ya vemos la inmensa distancia que hay
entre Vos y nosotros. Vos conservasteis siempre la gracia santificante;
nosotros, al contrario, la hemos despreciado y perdido, y lo más lamentable es,
que no procuramos buscarla o alcanzarla otra vez por medio de una verdadera y
constante penitencia. Mas he aquí que acudimos ti Vos en este mes, oh Santo
glorioso, ti Vos que sois el padre del Redentor, suplicándoos que nos le hagáis
propicio, a fin de que nos conceda no sólo un largo espacio de penitencia, que
también nos convierta ese corazón de piedra en otro capaz de tanta contrición,
que nos haga llorar nuestros pecados durante nuestra vida, de modo que,
recobrada la gracia que hemos perdido, podamos ir un día alabar a aquel Dios
que os hizo nacer santo, como piadosamente creemos, en la previsión de la
pasión y muerte de su Unigénito y futuro hijo vuestro, el cual con el Padre y
el Espíritu santo vive y reina por todos los siglos. Amen.
JACULATORIA
Oh
amado san José, haced que yo muera antes de volver a ofender a mi Jesús
PRIMER
MIÉRCOLES DE MARZO
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, que Dios acostumbra dar ti cada uno la gracia proporcionada aquel
estado de vida al cual su Providencia le tiene destinado. Moisés, enviado para
liberar al pueblo escogido de la servidumbre de los egipcios, recibe tanta
gracia y un poder tan grande, que fué constituido Dios sobre el endurecido
corazón de Faraón. Jeremías, enviado al pueblo de Israel que había prevaricado,
recibe el don de la divina palabra. El apóstol san Pedro, escogido entre los
demás para cabeza de la Iglesia, recibe la divina promesa que jamás le faltará
la fe. ¿Qué gracia, pues, o más bien, qué cúmulo de gracias no habrá recibido
del Señor el glorioso san José, escogido para los más delicados y divinos
ministerios que la Providencia pudiera confiar a una pura criatura? El Padre
eterno ¿le habrá negado la gracia correspondiente a la sublime dignidad para la
cual le había escogido, de representante suyo acá en la tierra? ¿De cuántas
gracias no habrá enriquecido el Hijo de Dios ti aquel que debía mandarle,
cuando en la plenitud de los tiempos se hiciese hombre? Y el Espíritu santo, el
santificador de todas las almas, ¿con qué plenitud no se habrá derramado en el
corazón de san José, habiéndole escogido El mismo para esposo de su Inmaculada
esposa María? ¡Ah no conviniendo que la Virgen estuviese sola, dijo Dios:
¡Hagámosle un cooperador semejante a Ella llena de gracia! ¿Y qué lengua puede
declarar o qué entendimiento humano comprender el abismo inconmensurable de
gracia que se comunicó a san José?... Todas las tres divinas Personas estaban
empeñadas en colmarlo de copiosísimas gracias, a fin de que pudiese ser digno
padre de Jesús y digno esposo de María.
ORACIÓN
¡Oh
glorioso san José! nosotros admiramos la bondad del Señor que quiso colmaros de
una gracia tal, cual quizás no la recibió ninguna criatura después de María
vuestra inmaculada esposa, y nos confundimos a la vista de vuestra constante e
infatigable correspondencia a la gracia, de modo que podíais decir al Señor:
«Vos me habéis concedido generoso abundancia de gracias, y yo he correspondido
ä ellas, aumentándolos otro tanto;» pero también oísteis de la boca del mismo
Señor estas dulces palabras: «Ea, siervo bueno y fiel: porque has sido fiel en
lo poco, yo te confiaré lo mucho: ven a tornar parte en el gozo de tu Señor.» Y
nosotros miserables, ¡qué podremos decir al justo Juez, nosotros que somos tan
malos y perezosos? ¡Ah! mucho hemos de temer, no se pronuncie contra nosotros
aquella sentencia terrible y que no tiene apelación: «A ese siervo inútil
arrojadlo a las tinieblas exteriores; allí será el llorar y crujir de dientes.»
Compadeceos de nosotros, oh glorioso san José, y por el cúmulo de merecimientos
con que enriquecisteis vuestra alma, cooperando a la gracia, alcanzadnos que,
conociendo también su infinito valor, correspondamos fielmente a ella hasta la
muerte, a fin de que en aquel instante todos nosotros, vuestros devotos,
podamos, acompañados de Vos, entrar triunfantes en el gozo del Señor vuestro
Hijo, quien con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los
siglos. Amen.
JACULATORIA
Oh amado san José: haced, que yo no deje pasar un solo
momento sin adquirir méritos para la vida eterna: haced, que tenga la plenitud
de vuestro espíritu.
PRIMER MIÉRCOLES DE ABRIL
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, en este mes, como san José, correspondiendo con todo cuidado y sin
cesar al cúmulo inconmensurable de gracia con que quiso adornarlo el Altísimo,
se hizo rico en todo género de virtudes, aún en las mis bellas y excelentes. Su
mismo nombre, que interpretado significa aumento, indicaba ya proféticamente
que José, que desde el principio de su vida corrió A pasos de gigante su
carrera, sería semejante A la luz de la aurora, que comienza A brillar y
adelanta y crece hasta que llega el día. Con mucha razón, pues, el Espíritu
santo, desde el momento que José hubo dado la mano a la virgen María, lo llamó
en el Evangelio Varón justo; porque desde entonces José, como enserian los
santos doctores Jerónimo y Juan Crisóstomo, poseía en grado heroico todas las
virtudes. Y si tanta justicia y santidad poseía ya desde entonces nuestro gran
patriarca san José, ¿, ¿quién podrá decir, cuanto creció de día en día, pues
tuvo de continuo a la vista por espacio de treinta años los ejemplos admirables
de su Inmaculada Esposa y de aquel Hijo divino que era la santidad por
esencia?... Si la sola presencia de Cristo, todavía encerrado en el claustro
materno, fué bastante para llenar del Espíritu santo ti Juan su precursor, ¿qué
tesoros de la más perfecta santidad no habrá recibido san José, que por tantos
años tuvo con Jesús las más íntimas relaciones y le trató con aquella dulce
familiaridad que tiene un padre con su hijo?... ¡Oh bendito y afortunado José!
Verdaderamente vuestro nombre denotó el aumento de justicia y santidad la más
perfecta a que debíais llegar algún día.
ORACIÓN
¡Oh
héroe de santidad, glorioso san José, varón justo por excelencia! al considerar
nuestra pereza en seguir el camino de la perfección, nos llenamos de confusión,
y conocemos ahora nuestro error en haber creído neciamente que los santos
nacían tales, y tales vivían por la sola y exclusiva obra de la gracia. ¡Ah!
Vos quisisteis ser santo, y grande santo, y por esto lo fuisteis; y no hay
excusa para nosotros, si no lo somos. ¡Oh! favorecednos con vuestra
poderosísima intercesión, para que finalmente nos determinemos a imitar vuestra
justicia y virtudes. No podremos, es verdad, llegar a la excelencia de vuestra
incomparable santidad, la cual, si bien era inferior ä la de vuestra Esposa la
Virgen Inmaculada, debía, no obstante, sobrepujar la de todos los demás justos,
por lo mismo que en la tierra erais el único representante del Padre eterno, santo
por esencia. Sin embargo, procuraremos, con la gracia de Dios, llegará aquel
grado de perfección que es propio de nuestro estado. Por lo que ayudadnos, oh
Santo glorioso, y dad valor ti esta nuestra resolución, haciendo que
constantemente la pongamos en práctica hasta la muerte, ti fin de que podamos
un día venir a contemplar por toda la eternidad el altísimo trono de gloria que
Mereció vuestra justicia y santidad en la Patria bienaventurada, donde vuestro
divino Hijo con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los
siglos. Amen.
JACULATORIA
Oh
amado san José, que fuisteis santo porque lo quisisteis, haced que yo también
tenga esta voluntad eficaz de ser santo.
PRIMER
MIÉRCOLES DE MAYO
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, que el Espíritu santo, que había dicho: «Dichoso el marido de una
mujer virtuosa; suerte que toca ni al que teme A Dios, y le será dada al hombre
por sus buenas obras; porque gracia es sobre gracia la mujer santa y llena de
pudor, no habiendo cosa de tanto valor que pueda equivaler A esta alma casta,»
quiso que san José gozase ya en esta vida de una felicidad tan grande, dándole
por esposa a la más santa entre todas las mujeres, A la única concebida sin la
mancha de la culpa original, A la Inmaculada virgen María. Y así no puede
dudarse, que san José por sus buenas obras se hizo digno de añadir una gracia
tan grande a la que ya poseía con tanta abundancia. Su justicia, su santidad
incomparable le había hecho digno delante de Dios de poseer, el único entre los
hombres, aquel precioso tesoro, de tener aquella buena suerte y de ser al mismo
tiempo dado a María como el único compañero semejante a ella. ¡Oh Santo
glorioso, el más encumbrado de todos! ¡oh Varón santísimo, hallado digno de
poseer como cosa vuestra a aquella criatura que ya desde jovencita agradó tanto
al Altísimo! ¡,Y quién puede declarar la alegría y la felicidad de san José?...
Si santa Isabel quedó llena de pasmo y admiración, al ver entrar por los
umbrales de su casa a la Madre de su Señor que venía a visitarla, y la llamó
bendita entre las mujeres y bienaventurada porque había creído, ¡qué sentiría,
¿cuál sería el gozo del santísimo patriarca José, que poseía aquel tesoro,
tenía en su poder aquella portentosa Mujer, que era el objeto de la admiración
y alegría del cielo y de la tierra? ¡Oh glorioso san José, varón justo, varón
santísimo y felicísimo! nosotros no podemos comprender tantas grandezas; porque
vuestra gloria nos deslumbra, viéndoos al lado de vuestra Esposa, que es la
Madre de Dios.
ORACIÓN
Sí,
amado Santo; sí, Protector nuestro amorosísimo: a Vos nos dirigimos en este
mes, para que nos alcancéis el don y la virtud de la castidad. No permitáis jamás
que seamos esclavos de la concupiscencia de la carne; no prevalezca jamás el
espíritu inmundo contra nosotros; alcanzadnos la gracia de que este monstruo se
halle siempre muy lejos de vuestros siervos. Protegednos, pues, en todas partes
con el escudo de vuestro socorro, y no temeremos los terrores nocturnos, ni la
saeta disparada de día, ni al enemigo que anda entre tinieblas, ni los asaltos
del demonio meridiano. Vos, sí, Vos, oh purísimo san José, que merecisteis la
entera confianza de María que sin ningún temor os aceptó por esposo, haced que
seamos puros también nosotros, A fin de que imitándoos fielmente en esta
angelical virtud, podamos agradar A vuestra Inmaculada Esposa la virgen María y
con puro corazón servir a vuestro Hijo Jesús, candidísimo lirio de los valles,
quien con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los
siglos. Amen.
JACULATORIA
Oh
amado san José, purísimo esposo de María, haced puro y casto el corazón y el
alma mía.
PRIMER
MIÉRCOLES DE JUNIO
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, como Dios nuestro Señor, habiendo elegido al glorioso san José por
esposo de María, le colmó de otra felicidad y gloria aún mucho mayor,
constituyéndolo su representante en calidad de padre de su Hijo muy amado, en
quien tiene todas sus complacencias. Luego que María quedó en cinta del Verbo
eterno del Padre, san José adquirió en efecto el derecho a la paternidad sobre
aquel que naciese de ella, por ser él su verdadero esposo. No a la Virgen sola,
escribe san Agustín, fué, dado por hijo el Unigénito de Dios; sino que, siendo
justo José y justa María, el Espíritu santo descansando en la justicia de
ambos, dió el Hijo a la una y al otro. Por esto no sólo a María sino también tí
José dice el Ángel, que ponga nombre al Niño, con lo que se declara la
autoridad y poder de entrambos. Por los derechos de la adopción, el hombre se
hace hijo de aquel de quien no ha nacido, de modo que más derecho tiene sobre
él la voluntad que la naturaleza; y en este sentido, concluye el santo Doctor,
puede llamarse ti José padre de Cristo; pues para ser su hijo, nace de María
virgen aquel mismo que es Hijo de Dios. ¡Oh felicísimo san José, amoroso padre
del Hijo de Dios, aunque concebido por sola y exclusiva obra del Espíritu santo
en el seno purísimo de vuestra Inmaculada Esposa, la siempre virgen María! Qué
gozo tan inefable debisteis sentir, cuando el ángel os manifestó el grande
misterio que se había obrado en vuestra purísima Esposa, y que el Unigénito del
Padre no sólo os reconocería por tal, ¡sí que también desde entonces se os
trasmitían y comunicaban todos los derechos de la paternidad! ¡Cuales fueron en
aquel dichoso momento vuestros sentimientos, oh bendito y el más afortunado
entre los hombres? ¡De qué agradecimiento, de qué humildad, de qué amor
paternal no os sentisteis llenar el corazón al oír aquellas palabras del Ángel?...
Su Criador se dignaba manifestársele como si fuese criatura suya: Aquel, a
quien con temblor y respeto obedecen los Ángeles, ¡quería ser súbdito suyo...
el Hijo de Dios, que había de nacer de María su esposa, quería llamarle con el
dulce nombre de PADRE... ¡Oh mil y mil veces feliz y bienaventurado José!
ORACIÓN
Ninguno
de nosotros, oh glorioso patriarca san José, ninguno hay, oh Padre nutricio del
Redentor, que no quiera ser hijo vuestro y hermano del Hijo divino. Todos os
rogamos en este mes, que nos alcancéis de Jesús la gracia eficaz de observar
siempre su santa ley, de honrar su celestial doctrina y su fe, no
avergonzándonos jamás de su Evangelio y conservándonos y perseverando siempre
en aquella vocación a la cual fuimos llamados, para que vea el mundo, que
nosotros somos cristianos de veras y no tenga jamás ocasión de blasfemar su
nombre santo y terrible a causa de nuestras malas obras. Así estaremos ciertos,
de que Vos seréis nuestro padre y nosotros vuestros hijos, e hijos también de
vuestra Esposa aquí en la tierra, para continuar siéndolo por toda la eternidad
en el cielo, en donde a vuestros pies y a los de María nuestra dulcísima madre
cantaremos alabanzas sempiternas a nuestro hermano primogénito, el amabilísimo
Jesús, a quién con el Padre y el Espíritu santo sea dada gloria y honor por
todos los siglos de los siglos. Amen.
JACULATORIA
Oh
amado san José, padre de mi hermano Jesús, sed mi padre así en vida como en
muerte.
PRIMER
MIÉRCOLES DE JULIO
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, otro privilegio singularísimo de san José, cual fué el haber sido
el primero entre todos los hombres que tuvo la dicha de ver en el portal de
Belén y estrechar dulcemente contra su corazón paternal al encarnado Hijo de
Dios recién nacido, que en aquel momento el Padre eterno confiaba 6 sus tiernos
cuidados. Al ver José este divino Niño, el más gentil en hermosura entre los
hijos de los hombres, en cuyos labios se veía derramada la gracia, al
estrecharlo contra su corazón, ¡Ah¡¡cómo su espíritu quedaría trasportado de
gozo en Dios su salvador! Bienaventurados eran sus ojos, porque veían a Aquel
que muchos profetas y reyes desearon ver y no lo lograron. El, el primero de
todos, siente su corazón inundado de delicias inefables, al contemplar aquel
rostro divino, en el cual desean fijar su vista los mismos Ángeles, en aquel
rostro que desea ver toda la tierra. A él, como canta la santa Iglesia, más
feliz que todos los santos, a quienes sólo se concede después de la muerte ver
en el cielo el rostro de Dios, le fué concedida esta dicha durante su vida. Él
es el primero entre los hombres que puede imprimir mil besos al Niño recién
nacido, acariciarlo vestirlo y dedicarse enteramente a su servicio. San José,
cual nuevo Adán, en sus manos puras y con amor ardentísimo recibe de su
Inmaculada Esposa, verdadera Eva inocente, este precioso fruto del árbol de la
vida, y habiéndolo regado con dulces lágrimas, lo levanta en alto, y en cierto
modo sacerdote lo ofrece al Eterno, en expiación del pecado de nuestros
primeros padres, como víctima propiciatoria de paz y reconciliación. ¡Oh
glorioso san José, cuán grande sois! pues Dios ti ninguna otra criatura
concedió tan singularísimos privilegios como a Vos y n la Virgen María, vuestra
santísima Esposa; porque ningún otro hombre, por santo que fuese, dice san
Basilio, tuvo la dicha, como san José, de que le llamase PADRE el mismo Hijo de
Dios. Aún más, prosigue el santo Doctor de la Iglesia ¿cuál de los ángeles,
como san José, dijo el Verbo hecho carne: ¿Tú eres mi Padre? El, sólo él junto
con su Inmaculada Esposa, fué hecho tanto más superior y excelente de los
ángeles, cuanto es más aventajado el nombre que recibió por herencia.
ORACIÓN
¡Oh
glorioso san José! por aquella indecible alegría que sentisteis, al ver ya
nacido de María, vuestra santísima Esposa, el Hijo del Altísimo, y al recibirlo
en vuestros brazos, besarlo y estrecharlo contra vuestro corazón, que por El
ardía en vivas llamas de amor, alcanzadnos la gracia, que al acercarnos el
recibir en el augusto Sacramento el verdadero Cuerpo y Sangre del mismo divino
Hijo, Cristo Jesús, tengamos siempre la conciencia limpia de toda culpa, el
entendimiento rendido ti la fe y el corazón inflamado de caridad, la cual borra
la muchedumbre de pecados, A fin de que, después de haberlo recibido muchas
veces en vida con tan dignas disposiciones, tengamos en la hora de la muerte la
dicha de recibir también este divino Consuelo, y así fortalecidos con este Pan
de vida al pasar del tiempo ti la eternidad, volemos ligeros y seguros hasta la
celestial Jerusalén, a fin de cantar allí para siempre las divinas alabanzas al
Padre, al Hijo y al Espíritu santo, verdadero Dios, que vive y reina por los
siglos de los siglos. Amen.
JACULATORIA
¡Oh glorioso san José! hacedme la gracia de que se me
conceda este Pan de vida, y que en la hora de la muerte no me vea privado de
este santísimo Viático entonces tan necesario.
PRIMER
MIÉRCOLES DE AGOSTO
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, corno el Verbo hecho carne fué circuncidado al octavo día de su nacimiento,
y María y José le pusieron el nombre de JESÚS, según Dios se lo había mandado.
¡Ah! qué dolor sintieron, por haber de
ser ellos los primeros que hacían derramar sangre divina y comenzar la pasión
en el cuerpecito del Niño celestial!... ¡Con esta condición san José fuel
elegido para hacer las veces de padre al Hijo de Dios!... Mas sintióse poseído
de un gozo muy singular, al imponerle el nombre dulcísimo7de JESÚS. ¡Oh! cómo
entonces, tomando al divino Niño en sus brazos y enjugando de sus bellísimos
ojos las lágrimas que le hacía derramar la cruel herida, le diría:
«Tranquilizaos, Hijo mío; no lloréis, oh Señor de mi alma; pues vuestro nombre
es JESÚS, SALVADOR del mundo. En Vos he debido cumplir un precepto de vuestra
Ley, a la cual ciertamente no estabais obligado; y yo mismo, que os adoro
profundamente por mi Dios y Señor, he debido manifestar los hombres vuestra
verdadera humanidad.» Así debía desahogar san José con su amado Jesús la
abundancia de los sentimientos interiores de que estaba inundado su corazón, y
aquel Nombre adorable, A cuyo eco doblan su rodilla los moradores del cielo, de
la tierra y del infierno, le infundía gran consuelo en el doloroso acto de la
circuncisión, con la cual en calidad de padre tuvo que cumplir. El nombre de
Jesús, que por orden del Altísimo había puesto al Hijo de María su santísima
esposa, le revelaba el bien grande que produciría el derramar sangre viva y
preciosísima aquella carne tan tierna e inocente. ¡Oh qué dolor y qué gozo
experimentó en aquel instante el paternal Corazón de san José!
ORACIÓN
Henos
aquí postrados a vuestros pies, oh glorioso patriarca san José, resueltos
firmemente a arrancar de nuestro corazón toda pasión y todos los vicios, para
llevar en él grabado de aquí en adelante con la mortificación el santo Nombre
del divino Jesús. Os damos gracias del paternal oficio que ejercisteis en aquel
tierno. Cuerpecito, y veneramos y adoramos aquella Sangre divina que le
hicisteis derramar para nuestra redención; pero de un modo especial os damos
las gracias ms expresivas, por haber puesto al Hijo de Dios el dulcísimo nombre
de Jesús. Jesús nombre adorable, nombre que consuela y alienta el corazón, no
lo borremos jamás del nuestro, y siempre lo pronunciarán nuestros labios para
alabarlo y bendecirlo; pues que sabemos bien, que no se ha dado a los hombres
otro Nombre debajo del cielo, por el cual debamos salvarnos. He aquí, oh
glorioso patriarca san José, los eficaces propósitos que hacemos en este mes
postrados á vuestras plantas. ¡Ah! aceptadlos, acogedlos y haced que sean
firmes, y que ninguno de vuestros devotos deje de cumplirlos; al contrario,
haced que todos los que estamos aquí congregados en nombre de Jesús y bajo
vuestro paternal patrocinio, seamos constantes en ellos hasta la muerte, fin de
poder llegar felizmente A la gloria, para dar las gracias y bendecir por toda
la eternidad A Vos, A María y é Jesús, el cual con el Padre y el Espíritu santo
vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
JACULATORIA
¡Oh amado san
José! así como circuncidasteis tí Jesús,
para que yo fuese salvo, circuncidad también mi corazón, para que mueran
enteramente todos los vicios que en él se anidan
PRIMER MIÉRCOLES DE SEPTIEMBRE
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, como cumplido el tiempo de la purificación de María según la Ley
de Moisés, Ella y san José llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al
Señor: y he aquí que mientras el Padre de Jesús, como dice el evangelista san
Lucas, y su Madre escuchaban con admiración las cosas que de Él decía Simeón ,
quien había venido poco antes al templo guiado por el Espíritu Santo, y
habiendo tomado al Niño en sus brazos dijo: «He aquí que este Niño está
destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y para ser el
blanco de la contradicción de los hombres.» Pondera, como desde aquel momento
especialmente y en todos los treinta arios que san José vivió con Jesús, sus
lágrimas le sirvieron de pan día y noche. ¡Ah! cuántas veces desde aquel
instante diría entre sí con el corazón destrozado por el dolor más acerbo: Hijo
mío, ¡yo os tengo de alimentar, para que un día seáis el blanco de la
contradicción de los hombres, expuesto a los tiros de la envidia de los
príncipes, de los sabios y de la sinagoga, y a las persecuciones y a las
contumelias de los incrédulos y de los impíos de todo el mundo!... ¿Y a Vos de
qué servirán tantos tormentos? ¡qué provecho sacaréis de vuestra sangre
derramada?... ¡Ojalá fuese una verdad, que todo el género humano se salvase por
vuestra muerte! Este consuelo ü lo menos me alentaría. Aquí podemos reflexionar
que, si san José se alegra, porque es el salvador de su mismo Salvador en la persecución
de Herodes , se aflige al pensar que lo salva para que un día sea clavado en
una cruz: si le llena de gozo el hallarlo, después de haberlo perdido, también
le llena de dolor el pensar que lo ha recobrado para que se cebe en El la
judaica perfidia, y para que un día lo trate como el oprobio de los hombres y
el desecho de la plebe: si le inunda de contento el que Jesús esté sujeto En él
y María su esposa, y el verle crecer en sabiduría, en edad y en gracia delante
de Dios y de los hombres, le llena de congoja y aflicción el considerar que
también se acerca el tiempo en que Jesús, cual mansa oveja, será conducido al
matadero. ¡Oh glorioso Santo! ¡cuánto sufristeis y a qué colmo llegaron
vuestras penas!
ORACIÓN
Oh
santísimo patriarca san José: muy bien conocemos, que nosotros con nuestra vida
desarreglada y criminal, habiendo despreciado la pasión y muerte de nuestro
Salvador, hemos sido del número de aquellos que causaron aquí en la tierra el
más acerbo dolor ä vuestro Corazón paternal; y aun en el cielo, si allí pudiese
tener lugar la pena y el dolor, ¡ah! ¡cuántas veces os hubiéramos hecho
derramar amargas lágrimas, Pero, alegraos hoy, Padre amorosísimo; pues
finalmente hemos resuelto seguir el buen camino. Hijos pródigos, venimos
arrepentidos a la casa de nuestro buen Padre que nos espera con los brazos
abiertos; ovejas descarriadas, queremos volver arrepentidos al aprisco del
eterno Pastor de las almas, Cristo Jesús, a quien jamás debíamos haber
abandonado. Son estos los firmes propósitos que hacemos en este mes; porque
queremos que vuestro Jesús no sea puesto para nuestra ruina, sino para nuestra
resurrección. Ayudadnos, pues, oh glorioso Santo, con vuestra paternal y
valiosa intercesión; alcanzadnos un sincero dolor de las culpas que hemos
cometido y perseverancia en hacer frutos dignos de penitencia hasta nuestro
último momento ; para que así después de haber lavado nuestras vestiduras en la
sangre del Cordero de Dios aquí en la tierra tengamos derecho al árbol de la
vida y a entrar por las puertas de la Ciudad santa del paraíso a aumentar
vuestra alegría, por vernos ya salvos y que nos hemos aprovechado de la
redención de nuestro amabilísimo Jesús, el cual con el Padre y el Espíritu
santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
JACULATORIA
Oh
glorioso san José, alcanzadme humildad en las cosas prósperas, y en las
adversas aquella paciencia que hace amar la tribulación y vuelve a los hombres
santos.
PRIMER MIÉRCOLES DE OCTUBRE
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, en este mes, como san José privilegiado por la Augustísima
Trinidad aun antes que existiese el tiempo, por haber sido predestinado desde
la eternidad para esposo de María y padre de Jesús, lo fué de un modo más
singular al fin de su vida mortal; siendo el único de los mortales que ha
muerto asistido personal y afectuosamente por aquella que, a más de ser su
esposa, era también su reina, y por Aquel que, habiéndose dignado aparecer como
hijo suyo, era también su Dios y Redentor. Consideremos, pues, las dulzuras y
consuelos que experimenté san José en aquella última hora: las íntimas
relaciones, únicas en su género, que él sólo podía tener con Jesús y con María;
la íntima convicción de haber guardado fielmente el depósito sagrado que Dios
confió a sus cuidados, como esposo y como padre; la parte singularísima que
había tenido en cooperar al gran consejo del Eterno sobre la humana reparación;
el poder decir con toda confianza en aquel momento supremo, dirigiéndose al
Señor: Yo os he glorificado en la tierra, tengo acabada la obra cuya ejecución
me encomendasteis; al verse a un lado al Redentor y al otro ä la Corredentora
del mundo, ¡ah! ¡de qué abundancia de alegría, de qué contento, de qué júbilo
debió sentirse inundado el corazón en aquellos últimos momentos!... No podía
ciertamente tener lugar allí la tristeza, el dolor ni el llanto. El santo
Patriarca sabía, que debía estar poco tiempo en el seno de Abrahán esperando al
divino Hijo vencedor de la muerte; y Este le encargaba, que fuese allí antes de
Él, para anunciar, como ti precursor, que se acercaba el Reino de Dios. Y
parece que le diría Jesús: Idos, oh amadísimo Padre mío; idos, porque aquí en
la tierra ya habéis cumplido vuestra misión; id por poco tiempo al seno de
Abrahán, y decide las almas de todos los justos que allí me esperan ya hace
tantos siglos: Alzad vuestras cabezas y animaos, porque se acerca vuestra
redención. Y habiendo el glorioso san José dado su última mirada a Jesús y ti
María, y como una lámpara que al apagarse despide una luz más viva, exhalando
de lo más íntimo de su corazón un ardiente y amoroso suspiro entregó su hermosa
alma en las manos de su Criador. ¡Oh felicísimo y bienaventurado José, canta la
Iglesia, que fuisteis asistido en vuestros últimos momentos por Jesús y María!
¡Oh! ¡cuán preciosa y agradable es la muerte, después de una vida santa!
ORACIÓN
Oh
glorioso san José, verdaderamente el más feliz y bienaventurado por vuestra
preciosísima é incomparable muerte, compadeceos de nuestra alma. ¡Ah! no permitáis
que ninguno de nosotros tenga la muerte pésima de los pecadores: mirad, que
todos los que estamos aquí reunidos, somos hijos vuestros y vuestros especiales
devotos: ¿y permitiréis que alguno de nosotros se pierda? ¡Ah! acordaos de la
preciosísima sangre de vuestro amado Jesús, con la cual hemos sido redimidos;
acordaos de los dolores agudísimos de vuestra santísima Esposa, y también de
los vuestros que sufristeis con tanta resignación y valor, para cooperar, en
cuanto era de vuestra parte, a la grande obra de nuestra redención. Mudad
nuestro corazón ingrato; compungidlo con el espíritu de verdadera penitencia,
alumbradlo con la luz de la fe, alentadlo con la santa esperanza, inflamadlo
con los ardores de la caridad más pura, hacedlo santo con vuestra misma
santidad, a fin de que, en lo sucesivo, imitando vuestras virtudes, se nos
conceda una muerte semejante a la vuestra. ¡Ah! ¡qué consuelo, qué alegría para
nosotros, al vernos en la hora de nuestra muerte asistidos de Vos, de vuestra
santísima Esposa y de Jesús nuestro redentor! Se estremecerá de rabia el
infierno n vuestra presencia; pero nuestro espíritu estéril transportado de
gozo en Dios nuestro salvador, y nuestra alma, libre de las ataduras de este
cuerpo, seré acogida de Vos, de María y de Jesús, el cual la haré para siempre
bienaventurada en la gloria, donde con el Padre y el Espíritu santo vive y reina
verdadero Dios y redentor por todos los siglos. Amen.
JACULATORIA
Oh
glorioso san José, haced que yo siempre busque las cosas que son de arriba
donde está Cristo; en ellas piense y no en las de la tierra.
PRIMER
MIÉRCOLES DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, que, como afirma el evangelista san Mateo, luego que Jesús puesto
en la cruz hubo clamado con una grande voz y entregado su espíritu, los
sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían muerto,
resucitaron, y después de la resurrección de Jesús, vinieron a la ciudad santa
y se aparecieron el muchos. El Evangelio no dice que muriesen otra vez; pero
nosotros podemos creer con el máximo doctor san Jerónimo, con san Epifanio y
san Anselmo, que ellos no volvieron a morir, sino que quedaron resucitados con
nueva vida, para manifestar la verdad de la resurrección de Cristo; y que ahora
viven gloriosos en el cielo, por habérselos llevado consigo el Redentor en su
ascensión, como trofeos de la victoria que había alcanzado sobre la muerte,
destruida con su propia muerte, según canta la Iglesia. Mas entre estos resucitados
¿podemos contar al glorioso san José? San Bernardino de Sena, san Francisco de
Sales, el eximio doctor Francisco Suarez y otros doctos y santos autores no
dudaron afirmarlo y demostrarlo; por lo que piadosamente podemos creer haber
sido san José de este número, y aun el primero que, resucitando para siempre de
la muerte a la vida, y subiendo con Cristo al cielo para reinar en cuerpo y
alma, dió el más solemne testimonio, y formó el más brillante triunfo de la
victoria que el Redentor había alcanzado sobre la muerte. Recordemos las
íntimas y singularísimas relaciones que tuvieron en esta vida Jesús y san José,
y deduzcamos si este podía ser olvidado de Cristo en la resurrección de muchos
santos. ¿Habrán vuelto de la muerte ä la vida muchos patriarcas y profetas que
sólo de lejos y como en sombra figuraron y vaticinaron al Hijo de María, y
quedaría en el sepulcro san José, que ya desde la eternidad fué elegido por Dios
entre todos los justos, para ser el coadjutor fidelísimo de la grande obra de
la humana redención? ¡Habrán subido con Cristo al cielo aquellos, y quedaría
olvidado como indigno de tanta felicidad y de un honor tan grande san José, que
durante cerca de treinta arios fué reputado digno de vivir en compañía íntima
con María y con Jesús que trabajó por Ellos, y por Ellos padeció y sufrió
tantos dolores y angustias? ¡Ah! no. Cristo, que sabe recompensar ä cada uno
según sus obras, habrá honrado el primero con inmensa gloria ti su Padre
afectivo, al fidelísimo Esposo de su Madre, y en cuerpo y alma lo habrá
colocado en su reino sobre un trono el más eminente y lleno de resplandores,
para que sea enteramente feliz y bienaventurado por toda la eternidad. ¡Oh! qué
premio tan grande sabe Dios dar los justos! ¡Oh gloria eterna, oh inmensa
felicidad la de san José!
ORACIÓN
Oh
glorioso patriarca san José, compadeceos de nuestra gran ceguera; abridnos los
ojos del entendimiento, para que veamos como perdemos el cielo, mirando sólo la
tierra. Vos, que tuvisteis la prudencia del siervo fiel y no perdisteis un solo
instante sin negociar para el cielo la gracia de que os había colmado el Señor,
y ahora sentado al lado de Jesús y de María en cuerpo y alma, como piadosamente
creemos, gozáis de la recompensa sempiterna y bienaventurada que os merecisteis
con vuestras buenas obras; gozad, gozad, oh José santísimo; regocijaos para
siempre feliz y glorioso. Mas no olvidéis ti vuestros devotos; no nos olvidéis,
oh glorioso san José; alcanzadnos que sepamos desprendernos de los bienes
falaces y perecederos de este mundo, y que nos ejercitemos como Vos
continuamente en obras buenas, a fin de ir después de nuestra muerte al cielo,
y allí entre los resplandores de los santos ocupar un trono altísimo, para
poder cantar por toda la eternidad cerca de Vos y de María la gloria de Aquel
que, habiéndose dignado ser tenido por hijo vuestro en este destierro del
mundo, ahora
vive y reina en la celeste Patria con su único Padre Dios en la unidad del
Espíritu santo por todos los siglos de los siglos. Amen.
JACULATORIA
Oh
glorioso san José: dadme valor para sufrir con gusto alguna mortificación en mi
cuerpo, a fin de que, resucitado gloriosamente, pueda entrar en el paraíso.
PRIMER
MIÉRCOLES DE DICIEMBRE
MEDITACIÓN
Considera,
alma devota, que san José ha sido constituido en el cielo protector de la
Iglesia militante por nuestro Señor Jesucristo, que lo había honrado y
obedecido como padre acá en la tierra. La misma Iglesia, maestra de la verdad,
en su sagrada liturgia nos induce ä creer esta otra incomparable y grandísima
prerrogativa, con la cual Jesús se ha dignado honrar a su afectivo y amantísimo
Padre; pues aplicando al glorioso Santo en la fiesta de su Patrocinio la
historia de aquel otro José, hijo de Jacob, nos presenta a Cristo, figurado en
el Rey de Egipto, hablando así ti José: «¡Por ventura podré hallar un varón ms
sabio y semejante a ti? Tú tendrás el gobierno de mi casa, y al imperio de tu
voz obedecerá todo el pueblo; no tendré yo sobre ti preeminencia más que la del
solio real: he aquí que yo te doy autoridad sobre mi reino.» Y quitándose el
anillo del dedo, lo puso en el de José, y le vistió una ropa talar de lino
finísimo, y le colocó al rededor del cuello un collar de oro, é hízole subir a
su segunda carroza, gritando un heraldo, que todos hincasen ante él la rodilla,
y supiesen que estaba constituido gobernador de todo su reino. Después dijo aún
mas el Rey: «Yo soy Faraón; sin tu orden ninguno mover a pie ni mano en todo mi
reino.» Y habiéndole mudado el nombre, llamó a José Salvador del mundo. También
la santa Iglesia, dirigiéndose ti sus hijos, les dice: «Confiad en José,
pueblos de la tierra, y derramad ante él vuestros corazones; pues Dios lo ha
constituido señor de su casa y príncipe de todo cuanto posee y por esto yo
canto llena de júbilo, que José es adorno del cielo, esperanza cierta de
nuestra vida, sostén del mundo.» ¿Y qué otro sentido pueden tener estas
palabras en el lenguaje litúrgico de la santa Iglesia, sino que san José es su
protector, y que como tal le ha sido dado por su mismo Esposo?¡Acaso la santa
Iglesia no es el reino de Jesús en este mundo? Y ¿quién mejor que san José, que
fué protector del mismo Jesucristo, podía ser, después de María, protector de
aquella Iglesia que Jesús adquirió para sí con su propia sangre? ¡Ah! es muy
justo que, después de la Virgen protectora, que ruega por los fieles ante el
trono de la gracia, para alcanzar del Padre celestial la divina clemencia;
aquel que fué digno de ser elegido padre afectivo de Cristo, que es la Vid, la
Cabeza, el Maestro el Pastor, fuera también protector de los vástagos de
aquella Vid, de los miembros de aquella Cabeza, de los discípulos de aquel
Maestro, del rebaño entero de aquel Pastor soberano. Así se honra al que el Rey
quiere honrar.
ORACIÓN
¡Oh
glorioso san José, amado de Dios y de los hombres! hoy nos hallamos poseídos de
una celestial alegría; porque, enseñados por la Iglesia santa, hemos conocido
la confianza que debemos poner en Vos, por haberos nuestro Señor Jesús
constituido protector poderosísimo y clementísimo de ella, que es su Esposa
inmaculada. ¡Ah! de aquí en adelante ti Vos acudiremos como hijos a su tierno
padre, no sólo en este mes, sino en todos los días de nuestra vida, para
implorar vuestro socorro y protección en nuestras necesidades así espirituales
como corporales. Entre tanto ved, oh glorioso Patriarca, a la santa Iglesia
nuestra madre, que tanto os honra y que tanto confío en vuestro Patrocinio,
vedla combatida y perseguida por la impiedad y la herejía en todas las partes
del mundo. Oh glorioso san José, proteged y amparad al Sumo Pontífice y ti los
obispos que el Espíritu santo puso para apacentar la Iglesia de Dios, y ti nosotros
alcancémonos la gracia de mantenernos constantes en la fe y obediencia ti la
santa, católica y apostólica Iglesia, y ser así cada día más y más dignos de
Vos y de vuestra inmaculada esposa la virgen María, hasta que llegue la hora de
nuestra muerte, en la cual, después de haber desplegado ti favor nuestro toda
la eficacia de vuestra protección, haciendo que salgamos victoriosos de los
últimos esfuerzos del infierno, nos conduzcáis Vos mismo ti la Gloria, para
poder daros infinitas gracias por toda la eternidad, y alabar y bendecir junto
con Vos y nuestro común Redentor Cristo Jesús, el cual con el Espíritu santo
vive y reina en la gloria de Dios su Padre por los siglos de los siglos. Amen.
JACULATORIA
Oh
glorioso san José, mi padre y mi amigo, defendedme como la niña del ojo,
cubridme con la sombra de vuestras alas.
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