viernes, 15 de junio de 2018

PRIMEROS MIÉRCOLES DE MES A SAN JOSÉ








PRIMER MIÉRCOLES DE CADA MES
CONSAGRADO A SAN JOSÉ




ORACIÓN PREPARATORIA
Os rogamos, Señor, que os dignéis prevenir con vuestra inspiración y acompañar con vuestra gracia este devoto ejercicio que vamos ä practicar en honor del gran Patriarca san José, fin de que esta nuestra oración tome siempre su principio de Vos, se acabe para gloria vuestra y provecho de nuestras almas, y nos alcance luz y gracia para sacar abundante fruto de las verdades que nos proponemos meditar y ser constantes en los propósitos que haremos. Amen.



                                                   PRIMER MIÉRCOLES DE ENERO
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, como habiendo sido decretado desde el principio en el Consistorio divino de la Trinidad sacrosanta, que, llegada la plenitud de los tiempos, Dios enviaría su Hijo, para que, formado de mujer y sujeto a la Ley, redimiese a los que estaban debajo de la Ley, y así recibieran la adopción de hijos suyos; quedó igualmente decretado, que una Virgen Inmaculada fuese su madre y que un Varón justo desposado con aquella Virgen, hiciese las veces de padre. No era conveniente que el Verbo naciese como otro cualquier hijo de Achín; pero convenía que siendo purísimo por esencia, tuviese por madre a una Virgen. No sólo el honor de ésta, sí que también las necesidades humanas del Hijo de Dios pedían que esta Virgen tuviera un esposo que fuese un hombre según su corazón, a quien pudiese decir con toda verdad: A cargo tuyo está la tutela del Pobre; tú eres el amparo del Huérfano.» No podía, pues, en la mente divina ir separada de la futura Encarnación del Verbo la previsión de una Virgen madre y de un Justo padre: y esta Virgen singularísima fué María, y este Justo incomparable, que debía en la plenitud de los tiempos ser verdadero padre afectivo y no un simple custodio del Hijo de Dios encarnado, fue José. ¡Oh! ¡quién puede Calcular la eminente santidad que debía poseer este afortunado Patriarca?


ORACIÓN
¡Oh gran Santo! Vos, que desde la eternidad fuisteis escogido entre todos los hombres por la Trinidad beatísima para ser esposo de María y padre nutricio de Jesús: Vos, que ni aun por un solo instante fuisteis separado en lamento divina de estos dos vuestros amados objetos, ni os podréis separar jamás de ellos por toda la eternidad; inspiradnos, os suplicamos, con vuestra verdadera devoción la de Jesús y María, y haced que desde este instante, entregándonos, como lo proponemos, ú la imitación sincera y constante de vuestras virtudes, podamos agradar aquel que, siendo verdadero hijo de Dios, se dignó ser tenido en este mundo por hijo vuestro, y a aquella Virgen singular que, por ser su madre inmaculada, la destinó el mismo Dios por vuestra verdadera esposa, con la cual Vos ahora feliz y bienaventurado gozáis en el cielo de una gloria inmensa, adorando a Jesús, el cual con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.


Se rezarán tres Padre nuestros con Ave María y Gloria Patri en acción de gracias a la santísima Trinidad por todos los privilegios concedidos al glorioso san José.


JACULATORIA
¡Oh amado san José! haced que honrando y amando a Vos, honre y ame también a Jesús y María.

Ahora dirigiremos ti san José las siguientes

PETICIONES

1.     Por vuestro primer dolor y gozo os suplicamos, fidelísimo san José, que nos alcancéis la virtud de la Fe, con la cual seamos fieles al Señor hasta la muerte. Padre nuestro...

2. Por vuestro segundo dolor y gozo os pedimos, pacientísimo san José, que nos alcancéis la virtud de la Pobreza de espíritu, para que busquemos únicamente los bienes espirituales. Padre nuestro...

3. Por vuestro tercer dolor y gozo os rogamos, animoso san José, que nos alcancéis la virtud de la Fortaleza, para que con ella resistamos ä todas las tentaciones de nuestros enemigos. Padre nuestro...

4. Por vuestro cuarto dolor y gozo os pedimos, bondadoso san José, que nos alcancéis la virtud de la Esperanza, la cual fomente nuestras buenas obras, que serán nuestro consuelo en la hora de la muerte. Padre nuestro...

5. Por vuestro quinto dolor y gozo os suplicamos, obedientísimo san José, que nos alcancéis la virtud de la Obediencia, con la cual aprendamos a cumplir exactamente la Ley santa del Señor. Padre nuestro...

6. Por vuestro sexto dolor y gozo os rogamos, prudentísimo san José, que nos alcancéis la virtud de la Prudencia, para que con ella sepamos precaver los lazos y peligros que se nos presentan en el camino de la salvación. Padre nuestro...

7. Por vuestro séptimo dolor y gozo os pedimos, constantísimo san José, que nos alcancéis la virtud de la Perseverancia, para que con ella lleguemos sin tropiezo a la celestial Jerusalén. Padre nuestro...

LETANÍAS

San José
Ilustre descendiente de David
Luz de los patriarcas
Esposo de la Madre de Dios
Custodio purísimo de la Virgen,
Nutricio del Hijo de Dios
Diligente defensor de Cristo
Jefe de la Sagrada Familia
José justo
José casto
José prudente
José fuerte
José obediente
José fiel
Espejo de paciencia
Amante de la pobreza
Modelo de obreros
Gloria de la vida doméstica
Custodio de vírgenes
Sostén de las familias
Consuelo de los desdichados
Esperanza de los enfermos
Patrono de los moribundos
Terror de los demonios
Protector de la santa Iglesia

V. Lo nombró administrador de su casa.
R
. Y señor de todas sus posesiones.

ORACIÓN: ¡Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a San José para esposo de tu Santísima Madre!; te rogamos nos concedas tenerlo como intercesor en el cielo, ya que lo veneramos como protector en la tierra. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.




PRIMER MIÉRCOLES DE FEBRERO
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, que se puede piadosamente creer, que san José nació libre de los lazos del pecado original, y por consiguiente adornado con la gracia santificante, antes que saliese a la luz del mundo. Esta piadosa creencia debe fundarse en la incomparable dignidad de verdadero Esposo de María y Padre afectivo del Redentor, a la cual san José había sido predestinado en los eternos consejos de Dios. Si en el seno materno fué purificado de esta mancha y santificado el profeta Jeremías, porque debía ser una imagen del Redentor; si semejante privilegio fué concedido a san Juan Bautista, porque debía preparar para el Señor un pueblo escogido y mostrar a los hombres el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, ¿no lo concedería Dios a san José, destinado para padre afectivo de aquel Jesús que se hacía hijo suyo para destruir al mismo pecado? ¿lo negaría ti José, que debía llevar millares de veces en sus brazos al divino Redentor del mundo, estrecharlo contra su corazón, besarlo con amor de padre, salvarlo de tantos peligros, alimentarlo, cuidarlo y hasta llegar ti mandarle alguna cosa? ¿Este privilegio no habrá sido concedido el José, que tuvo la dicha de ser esposo de Aquella que Dios ya en el principio del mundo anunció a nuestros primeros padres, quebrantaría la cabeza de la serpiente infernal?... Aunque sean incomprensibles los juicios de Dios é inapeables sus caminos; sin embargo, la dignidad de Esposo y de Padre, con la cual quiso Dios ennoblecer a José y por la cual es el más privilegiado entre todos los santos; esta dignidad, única en su género, por no haberse visto antes semejante ni james se verá otra igual sobre la tierra, hace que podamos creer piadosamente con muchos doctos y santos teólogos, que san José fué santificado aún antes de nacer. 


ORACIÓN
¡Oh amado y glorioso patriarca san José! ya vemos la inmensa distancia que hay entre Vos y nosotros. Vos conservasteis siempre la gracia santificante; nosotros, al contrario, la hemos despreciado y perdido, y lo más lamentable es, que no procuramos buscarla o alcanzarla otra vez por medio de una verdadera y constante penitencia. Mas he aquí que acudimos ti Vos en este mes, oh Santo glorioso, ti Vos que sois el padre del Redentor, suplicándoos que nos le hagáis propicio, a fin de que nos conceda no sólo un largo espacio de penitencia, que también nos convierta ese corazón de piedra en otro capaz de tanta contrición, que nos haga llorar nuestros pecados durante nuestra vida, de modo que, recobrada la gracia que hemos perdido, podamos ir un día alabar a aquel Dios que os hizo nacer santo, como piadosamente creemos, en la previsión de la pasión y muerte de su Unigénito y futuro hijo vuestro, el cual con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por todos los siglos. Amen.


JACULATORIA
Oh amado san José, haced que yo muera antes de volver a ofender a mi Jesús





PRIMER MIÉRCOLES DE MARZO
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, que Dios acostumbra dar ti cada uno la gracia proporcionada aquel estado de vida al cual su Providencia le tiene destinado. Moisés, enviado para liberar al pueblo escogido de la servidumbre de los egipcios, recibe tanta gracia y un poder tan grande, que fué constituido Dios sobre el endurecido corazón de Faraón. Jeremías, enviado al pueblo de Israel que había prevaricado, recibe el don de la divina palabra. El apóstol san Pedro, escogido entre los demás para cabeza de la Iglesia, recibe la divina promesa que jamás le faltará la fe. ¿Qué gracia, pues, o más bien, qué cúmulo de gracias no habrá recibido del Señor el glorioso san José, escogido para los más delicados y divinos ministerios que la Providencia pudiera confiar a una pura criatura? El Padre eterno ¿le habrá negado la gracia correspondiente a la sublime dignidad para la cual le había escogido, de representante suyo acá en la tierra? ¿De cuántas gracias no habrá enriquecido el Hijo de Dios ti aquel que debía mandarle, cuando en la plenitud de los tiempos se hiciese hombre? Y el Espíritu santo, el santificador de todas las almas, ¿con qué plenitud no se habrá derramado en el corazón de san José, habiéndole escogido El mismo para esposo de su Inmaculada esposa María? ¡Ah no conviniendo que la Virgen estuviese sola, dijo Dios: ¡Hagámosle un cooperador semejante a Ella llena de gracia! ¿Y qué lengua puede declarar o qué entendimiento humano comprender el abismo inconmensurable de gracia que se comunicó a san José?... Todas las tres divinas Personas estaban empeñadas en colmarlo de copiosísimas gracias, a fin de que pudiese ser digno padre de Jesús y digno esposo de María.


ORACIÓN
¡Oh glorioso san José! nosotros admiramos la bondad del Señor que quiso colmaros de una gracia tal, cual quizás no la recibió ninguna criatura después de María vuestra inmaculada esposa, y nos confundimos a la vista de vuestra constante e infatigable correspondencia a la gracia, de modo que podíais decir al Señor: «Vos me habéis concedido generoso abundancia de gracias, y yo he correspondido ä ellas, aumentándolos otro tanto;» pero también oísteis de la boca del mismo Señor estas dulces palabras: «Ea, siervo bueno y fiel: porque has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: ven a tornar parte en el gozo de tu Señor.» Y nosotros miserables, ¡qué podremos decir al justo Juez, nosotros que somos tan malos y perezosos? ¡Ah! mucho hemos de temer, no se pronuncie contra nosotros aquella sentencia terrible y que no tiene apelación: «A ese siervo inútil arrojadlo a las tinieblas exteriores; allí será el llorar y crujir de dientes.» Compadeceos de nosotros, oh glorioso san José, y por el cúmulo de merecimientos con que enriquecisteis vuestra alma, cooperando a la gracia, alcanzadnos que, conociendo también su infinito valor, correspondamos fielmente a ella hasta la muerte, a fin de que en aquel instante todos nosotros, vuestros devotos, podamos, acompañados de Vos, entrar triunfantes en el gozo del Señor vuestro Hijo, quien con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.


JACULATORIA
Oh amado san José: haced, que yo no deje pasar un solo momento sin adquirir méritos para la vida eterna: haced, que tenga la plenitud de vuestro espíritu.





PRIMER MIÉRCOLES DE ABRIL
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, en este mes, como san José, correspondiendo con todo cuidado y sin cesar al cúmulo inconmensurable de gracia con que quiso adornarlo el Altísimo, se hizo rico en todo género de virtudes, aún en las mis bellas y excelentes. Su mismo nombre, que interpretado significa aumento, indicaba ya proféticamente que José, que desde el principio de su vida corrió A pasos de gigante su carrera, sería semejante A la luz de la aurora, que comienza A brillar y adelanta y crece hasta que llega el día. Con mucha razón, pues, el Espíritu santo, desde el momento que José hubo dado la mano a la virgen María, lo llamó en el Evangelio Varón justo; porque desde entonces José, como enserian los santos doctores Jerónimo y Juan Crisóstomo, poseía en grado heroico todas las virtudes. Y si tanta justicia y santidad poseía ya desde entonces nuestro gran patriarca san José, ¿, ¿quién podrá decir, cuanto creció de día en día, pues tuvo de continuo a la vista por espacio de treinta años los ejemplos admirables de su Inmaculada Esposa y de aquel Hijo divino que era la santidad por esencia?... Si la sola presencia de Cristo, todavía encerrado en el claustro materno, fué bastante para llenar del Espíritu santo ti Juan su precursor, ¿qué tesoros de la más perfecta santidad no habrá recibido san José, que por tantos años tuvo con Jesús las más íntimas relaciones y le trató con aquella dulce familiaridad que tiene un padre con su hijo?... ¡Oh bendito y afortunado José! Verdaderamente vuestro nombre denotó el aumento de justicia y santidad la más perfecta a que debíais llegar algún día.


ORACIÓN
¡Oh héroe de santidad, glorioso san José, varón justo por excelencia! al considerar nuestra pereza en seguir el camino de la perfección, nos llenamos de confusión, y conocemos ahora nuestro error en haber creído neciamente que los santos nacían tales, y tales vivían por la sola y exclusiva obra de la gracia. ¡Ah! Vos quisisteis ser santo, y grande santo, y por esto lo fuisteis; y no hay excusa para nosotros, si no lo somos. ¡Oh! favorecednos con vuestra poderosísima intercesión, para que finalmente nos determinemos a imitar vuestra justicia y virtudes. No podremos, es verdad, llegar a la excelencia de vuestra incomparable santidad, la cual, si bien era inferior ä la de vuestra Esposa la Virgen Inmaculada, debía, no obstante, sobrepujar la de todos los demás justos, por lo mismo que en la tierra erais el único representante del Padre eterno, santo por esencia. Sin embargo, procuraremos, con la gracia de Dios, llegará aquel grado de perfección que es propio de nuestro estado. Por lo que ayudadnos, oh Santo glorioso, y dad valor ti esta nuestra resolución, haciendo que constantemente la pongamos en práctica hasta la muerte, ti fin de que podamos un día venir a contemplar por toda la eternidad el altísimo trono de gloria que Mereció vuestra justicia y santidad en la Patria bienaventurada, donde vuestro divino Hijo con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.


JACULATORIA
Oh amado san José, que fuisteis santo porque lo quisisteis, haced que yo también tenga esta voluntad eficaz de ser santo.






PRIMER MIÉRCOLES DE MAYO
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, que el Espíritu santo, que había dicho: «Dichoso el marido de una mujer virtuosa; suerte que toca ni al que teme A Dios, y le será dada al hombre por sus buenas obras; porque gracia es sobre gracia la mujer santa y llena de pudor, no habiendo cosa de tanto valor que pueda equivaler A esta alma casta,» quiso que san José gozase ya en esta vida de una felicidad tan grande, dándole por esposa a la más santa entre todas las mujeres, A la única concebida sin la mancha de la culpa original, A la Inmaculada virgen María. Y así no puede dudarse, que san José por sus buenas obras se hizo digno de añadir una gracia tan grande a la que ya poseía con tanta abundancia. Su justicia, su santidad incomparable le había hecho digno delante de Dios de poseer, el único entre los hombres, aquel precioso tesoro, de tener aquella buena suerte y de ser al mismo tiempo dado a María como el único compañero semejante a ella. ¡Oh Santo glorioso, el más encumbrado de todos! ¡oh Varón santísimo, hallado digno de poseer como cosa vuestra a aquella criatura que ya desde jovencita agradó tanto al Altísimo! ¡,Y quién puede declarar la alegría y la felicidad de san José?... Si santa Isabel quedó llena de pasmo y admiración, al ver entrar por los umbrales de su casa a la Madre de su Señor que venía a visitarla, y la llamó bendita entre las mujeres y bienaventurada porque había creído, ¡qué sentiría, ¿cuál sería el gozo del santísimo patriarca José, que poseía aquel tesoro, tenía en su poder aquella portentosa Mujer, que era el objeto de la admiración y alegría del cielo y de la tierra? ¡Oh glorioso san José, varón justo, varón santísimo y felicísimo! nosotros no podemos comprender tantas grandezas; porque vuestra gloria nos deslumbra, viéndoos al lado de vuestra Esposa, que es la Madre de Dios.


ORACIÓN
Sí, amado Santo; sí, Protector nuestro amorosísimo: a Vos nos dirigimos en este mes, para que nos alcancéis el don y la virtud de la castidad. No permitáis jamás que seamos esclavos de la concupiscencia de la carne; no prevalezca jamás el espíritu inmundo contra nosotros; alcanzadnos la gracia de que este monstruo se halle siempre muy lejos de vuestros siervos. Protegednos, pues, en todas partes con el escudo de vuestro socorro, y no temeremos los terrores nocturnos, ni la saeta disparada de día, ni al enemigo que anda entre tinieblas, ni los asaltos del demonio meridiano. Vos, sí, Vos, oh purísimo san José, que merecisteis la entera confianza de María que sin ningún temor os aceptó por esposo, haced que seamos puros también nosotros, A fin de que imitándoos fielmente en esta angelical virtud, podamos agradar A vuestra Inmaculada Esposa la virgen María y con puro corazón servir a vuestro Hijo Jesús, candidísimo lirio de los valles, quien con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.


JACULATORIA
Oh amado san José, purísimo esposo de María, haced puro y casto el corazón y el alma mía.





PRIMER MIÉRCOLES DE JUNIO
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, como Dios nuestro Señor, habiendo elegido al glorioso san José por esposo de María, le colmó de otra felicidad y gloria aún mucho mayor, constituyéndolo su representante en calidad de padre de su Hijo muy amado, en quien tiene todas sus complacencias. Luego que María quedó en cinta del Verbo eterno del Padre, san José adquirió en efecto el derecho a la paternidad sobre aquel que naciese de ella, por ser él su verdadero esposo. No a la Virgen sola, escribe san Agustín, fué, dado por hijo el Unigénito de Dios; sino que, siendo justo José y justa María, el Espíritu santo descansando en la justicia de ambos, dió el Hijo a la una y al otro. Por esto no sólo a María sino también tí José dice el Ángel, que ponga nombre al Niño, con lo que se declara la autoridad y poder de entrambos. Por los derechos de la adopción, el hombre se hace hijo de aquel de quien no ha nacido, de modo que más derecho tiene sobre él la voluntad que la naturaleza; y en este sentido, concluye el santo Doctor, puede llamarse ti José padre de Cristo; pues para ser su hijo, nace de María virgen aquel mismo que es Hijo de Dios. ¡Oh felicísimo san José, amoroso padre del Hijo de Dios, aunque concebido por sola y exclusiva obra del Espíritu santo en el seno purísimo de vuestra Inmaculada Esposa, la siempre virgen María! Qué gozo tan inefable debisteis sentir, cuando el ángel os manifestó el grande misterio que se había obrado en vuestra purísima Esposa, y que el Unigénito del Padre no sólo os reconocería por tal, ¡sí que también desde entonces se os trasmitían y comunicaban todos los derechos de la paternidad! ¡Cuales fueron en aquel dichoso momento vuestros sentimientos, oh bendito y el más afortunado entre los hombres? ¡De qué agradecimiento, de qué humildad, de qué amor paternal no os sentisteis llenar el corazón al oír aquellas palabras del Ángel?... Su Criador se dignaba manifestársele como si fuese criatura suya: Aquel, a quien con temblor y respeto obedecen los Ángeles, ¡quería ser súbdito suyo... el Hijo de Dios, que había de nacer de María su esposa, quería llamarle con el dulce nombre de PADRE... ¡Oh mil y mil veces feliz y bienaventurado José!


ORACIÓN
Ninguno de nosotros, oh glorioso patriarca san José, ninguno hay, oh Padre nutricio del Redentor, que no quiera ser hijo vuestro y hermano del Hijo divino. Todos os rogamos en este mes, que nos alcancéis de Jesús la gracia eficaz de observar siempre su santa ley, de honrar su celestial doctrina y su fe, no avergonzándonos jamás de su Evangelio y conservándonos y perseverando siempre en aquella vocación a la cual fuimos llamados, para que vea el mundo, que nosotros somos cristianos de veras y no tenga jamás ocasión de blasfemar su nombre santo y terrible a causa de nuestras malas obras. Así estaremos ciertos, de que Vos seréis nuestro padre y nosotros vuestros hijos, e hijos también de vuestra Esposa aquí en la tierra, para continuar siéndolo por toda la eternidad en el cielo, en donde a vuestros pies y a los de María nuestra dulcísima madre cantaremos alabanzas sempiternas a nuestro hermano primogénito, el amabilísimo Jesús, a quién con el Padre y el Espíritu santo sea dada gloria y honor por todos los siglos de los siglos. Amen.


JACULATORIA
Oh amado san José, padre de mi hermano Jesús, sed mi padre así en vida como en muerte.







PRIMER MIÉRCOLES DE JULIO
MEDITACIÓN

Considera, alma devota, otro privilegio singularísimo de san José, cual fué el haber sido el primero entre todos los hombres que tuvo la dicha de ver en el portal de Belén y estrechar dulcemente contra su corazón paternal al encarnado Hijo de Dios recién nacido, que en aquel momento el Padre eterno confiaba 6 sus tiernos cuidados. Al ver José este divino Niño, el más gentil en hermosura entre los hijos de los hombres, en cuyos labios se veía derramada la gracia, al estrecharlo contra su corazón, ¡Ah¡¡cómo su espíritu quedaría trasportado de gozo en Dios su salvador! Bienaventurados eran sus ojos, porque veían a Aquel que muchos profetas y reyes desearon ver y no lo lograron. El, el primero de todos, siente su corazón inundado de delicias inefables, al contemplar aquel rostro divino, en el cual desean fijar su vista los mismos Ángeles, en aquel rostro que desea ver toda la tierra. A él, como canta la santa Iglesia, más feliz que todos los santos, a quienes sólo se concede después de la muerte ver en el cielo el rostro de Dios, le fué concedida esta dicha durante su vida. Él es el primero entre los hombres que puede imprimir mil besos al Niño recién nacido, acariciarlo vestirlo y dedicarse enteramente a su servicio. San José, cual nuevo Adán, en sus manos puras y con amor ardentísimo recibe de su Inmaculada Esposa, verdadera Eva inocente, este precioso fruto del árbol de la vida, y habiéndolo regado con dulces lágrimas, lo levanta en alto, y en cierto modo sacerdote lo ofrece al Eterno, en expiación del pecado de nuestros primeros padres, como víctima propiciatoria de paz y reconciliación. ¡Oh glorioso san José, cuán grande sois! pues Dios ti ninguna otra criatura concedió tan singularísimos privilegios como a Vos y n la Virgen María, vuestra santísima Esposa; porque ningún otro hombre, por santo que fuese, dice san Basilio, tuvo la dicha, como san José, de que le llamase PADRE el mismo Hijo de Dios. Aún más, prosigue el santo Doctor de la Iglesia ¿cuál de los ángeles, como san José, dijo el Verbo hecho carne: ¿Tú eres mi Padre? El, sólo él junto con su Inmaculada Esposa, fué hecho tanto más superior y excelente de los ángeles, cuanto es más aventajado el nombre que recibió por herencia.


ORACIÓN
¡Oh glorioso san José! por aquella indecible alegría que sentisteis, al ver ya nacido de María, vuestra santísima Esposa, el Hijo del Altísimo, y al recibirlo en vuestros brazos, besarlo y estrecharlo contra vuestro corazón, que por El ardía en vivas llamas de amor, alcanzadnos la gracia, que al acercarnos el recibir en el augusto Sacramento el verdadero Cuerpo y Sangre del mismo divino Hijo, Cristo Jesús, tengamos siempre la conciencia limpia de toda culpa, el entendimiento rendido ti la fe y el corazón inflamado de caridad, la cual borra la muchedumbre de pecados, A fin de que, después de haberlo recibido muchas veces en vida con tan dignas disposiciones, tengamos en la hora de la muerte la dicha de recibir también este divino Consuelo, y así fortalecidos con este Pan de vida al pasar del tiempo ti la eternidad, volemos ligeros y seguros hasta la celestial Jerusalén, a fin de cantar allí para siempre las divinas alabanzas al Padre, al Hijo y al Espíritu santo, verdadero Dios, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.


JACULATORIA
¡Oh glorioso san José! hacedme la gracia de que se me conceda este Pan de vida, y que en la hora de la muerte no me vea privado de este santísimo Viático entonces tan necesario.





PRIMER MIÉRCOLES DE AGOSTO
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, corno el Verbo hecho carne fué circuncidado al octavo día de su nacimiento, y María y José le pusieron el nombre de JESÚS, según Dios se lo había mandado. ¡Ah!  qué dolor sintieron, por haber de ser ellos los primeros que hacían derramar sangre divina y comenzar la pasión en el cuerpecito del Niño celestial!... ¡Con esta condición san José fuel elegido para hacer las veces de padre al Hijo de Dios!... Mas sintióse poseído de un gozo muy singular, al imponerle el nombre dulcísimo7de JESÚS. ¡Oh! cómo entonces, tomando al divino Niño en sus brazos y enjugando de sus bellísimos ojos las lágrimas que le hacía derramar la cruel herida, le diría: «Tranquilizaos, Hijo mío; no lloréis, oh Señor de mi alma; pues vuestro nombre es JESÚS, SALVADOR del mundo. En Vos he debido cumplir un precepto de vuestra Ley, a la cual ciertamente no estabais obligado; y yo mismo, que os adoro profundamente por mi Dios y Señor, he debido manifestar los hombres vuestra verdadera humanidad.» Así debía desahogar san José con su amado Jesús la abundancia de los sentimientos interiores de que estaba inundado su corazón, y aquel Nombre adorable, A cuyo eco doblan su rodilla los moradores del cielo, de la tierra y del infierno, le infundía gran consuelo en el doloroso acto de la circuncisión, con la cual en calidad de padre tuvo que cumplir. El nombre de Jesús, que por orden del Altísimo había puesto al Hijo de María su santísima esposa, le revelaba el bien grande que produciría el derramar sangre viva y preciosísima aquella carne tan tierna e inocente. ¡Oh qué dolor y qué gozo experimentó en aquel instante el paternal Corazón de san José!


ORACIÓN
Henos aquí postrados a vuestros pies, oh glorioso patriarca san José, resueltos firmemente a arrancar de nuestro corazón toda pasión y todos los vicios, para llevar en él grabado de aquí en adelante con la mortificación el santo Nombre del divino Jesús. Os damos gracias del paternal oficio que ejercisteis en aquel tierno. Cuerpecito, y veneramos y adoramos aquella Sangre divina que le hicisteis derramar para nuestra redención; pero de un modo especial os damos las gracias ms expresivas, por haber puesto al Hijo de Dios el dulcísimo nombre de Jesús. Jesús nombre adorable, nombre que consuela y alienta el corazón, no lo borremos jamás del nuestro, y siempre lo pronunciarán nuestros labios para alabarlo y bendecirlo; pues que sabemos bien, que no se ha dado a los hombres otro Nombre debajo del cielo, por el cual debamos salvarnos. He aquí, oh glorioso patriarca san José, los eficaces propósitos que hacemos en este mes postrados á vuestras plantas. ¡Ah! aceptadlos, acogedlos y haced que sean firmes, y que ninguno de vuestros devotos deje de cumplirlos; al contrario, haced que todos los que estamos aquí congregados en nombre de Jesús y bajo vuestro paternal patrocinio, seamos constantes en ellos hasta la muerte, fin de poder llegar felizmente A la gloria, para dar las gracias y bendecir por toda la eternidad A Vos, A María y é Jesús, el cual con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.


JACULATORIA
¡Oh amado san José!  así como circuncidasteis tí Jesús, para que yo fuese salvo, circuncidad también mi corazón, para que mueran enteramente todos los vicios que en él se anidan



PRIMER MIÉRCOLES DE SEPTIEMBRE
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, como cumplido el tiempo de la purificación de María según la Ley de Moisés, Ella y san José llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor: y he aquí que mientras el Padre de Jesús, como dice el evangelista san Lucas, y su Madre escuchaban con admiración las cosas que de Él decía Simeón , quien había venido poco antes al templo guiado por el Espíritu Santo, y habiendo tomado al Niño en sus brazos dijo: «He aquí que este Niño está destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y para ser el blanco de la contradicción de los hombres.» Pondera, como desde aquel momento especialmente y en todos los treinta arios que san José vivió con Jesús, sus lágrimas le sirvieron de pan día y noche. ¡Ah! cuántas veces desde aquel instante diría entre sí con el corazón destrozado por el dolor más acerbo: Hijo mío, ¡yo os tengo de alimentar, para que un día seáis el blanco de la contradicción de los hombres, expuesto a los tiros de la envidia de los príncipes, de los sabios y de la sinagoga, y a las persecuciones y a las contumelias de los incrédulos y de los impíos de todo el mundo!... ¿Y a Vos de qué servirán tantos tormentos? ¡qué provecho sacaréis de vuestra sangre derramada?... ¡Ojalá fuese una verdad, que todo el género humano se salvase por vuestra muerte! Este consuelo ü lo menos me alentaría. Aquí podemos reflexionar que, si san José se alegra, porque es el salvador de su mismo Salvador en la persecución de Herodes , se aflige al pensar que lo salva para que un día sea clavado en una cruz: si le llena de gozo el hallarlo, después de haberlo perdido, también le llena de dolor el pensar que lo ha recobrado para que se cebe en El la judaica perfidia, y para que un día lo trate como el oprobio de los hombres y el desecho de la plebe: si le inunda de contento el que Jesús esté sujeto En él y María su esposa, y el verle crecer en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres, le llena de congoja y aflicción el considerar que también se acerca el tiempo en que Jesús, cual mansa oveja, será conducido al matadero. ¡Oh glorioso Santo! ¡cuánto sufristeis y a qué colmo llegaron vuestras penas!


ORACIÓN
Oh santísimo patriarca san José: muy bien conocemos, que nosotros con nuestra vida desarreglada y criminal, habiendo despreciado la pasión y muerte de nuestro Salvador, hemos sido del número de aquellos que causaron aquí en la tierra el más acerbo dolor ä vuestro Corazón paternal; y aun en el cielo, si allí pudiese tener lugar la pena y el dolor, ¡ah! ¡cuántas veces os hubiéramos hecho derramar amargas lágrimas, Pero, alegraos hoy, Padre amorosísimo; pues finalmente hemos resuelto seguir el buen camino. Hijos pródigos, venimos arrepentidos a la casa de nuestro buen Padre que nos espera con los brazos abiertos; ovejas descarriadas, queremos volver arrepentidos al aprisco del eterno Pastor de las almas, Cristo Jesús, a quien jamás debíamos haber abandonado. Son estos los firmes propósitos que hacemos en este mes; porque queremos que vuestro Jesús no sea puesto para nuestra ruina, sino para nuestra resurrección. Ayudadnos, pues, oh glorioso Santo, con vuestra paternal y valiosa intercesión; alcanzadnos un sincero dolor de las culpas que hemos cometido y perseverancia en hacer frutos dignos de penitencia hasta nuestro último momento ; para que así después de haber lavado nuestras vestiduras en la sangre del Cordero de Dios aquí en la tierra tengamos derecho al árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Ciudad santa del paraíso a aumentar vuestra alegría, por vernos ya salvos y que nos hemos aprovechado de la redención de nuestro amabilísimo Jesús, el cual con el Padre y el Espíritu santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.


JACULATORIA
Oh glorioso san José, alcanzadme humildad en las cosas prósperas, y en las adversas aquella paciencia que hace amar la tribulación y vuelve a los hombres santos.






PRIMER MIÉRCOLES DE OCTUBRE
MEDITACIÓN

Considera, alma devota, en este mes, como san José privilegiado por la Augustísima Trinidad aun antes que existiese el tiempo, por haber sido predestinado desde la eternidad para esposo de María y padre de Jesús, lo fué de un modo más singular al fin de su vida mortal; siendo el único de los mortales que ha muerto asistido personal y afectuosamente por aquella que, a más de ser su esposa, era también su reina, y por Aquel que, habiéndose dignado aparecer como hijo suyo, era también su Dios y Redentor. Consideremos, pues, las dulzuras y consuelos que experimenté san José en aquella última hora: las íntimas relaciones, únicas en su género, que él sólo podía tener con Jesús y con María; la íntima convicción de haber guardado fielmente el depósito sagrado que Dios confió a sus cuidados, como esposo y como padre; la parte singularísima que había tenido en cooperar al gran consejo del Eterno sobre la humana reparación; el poder decir con toda confianza en aquel momento supremo, dirigiéndose al Señor: Yo os he glorificado en la tierra, tengo acabada la obra cuya ejecución me encomendasteis; al verse a un lado al Redentor y al otro ä la Corredentora del mundo, ¡ah! ¡de qué abundancia de alegría, de qué contento, de qué júbilo debió sentirse inundado el corazón en aquellos últimos momentos!... No podía ciertamente tener lugar allí la tristeza, el dolor ni el llanto. El santo Patriarca sabía, que debía estar poco tiempo en el seno de Abrahán esperando al divino Hijo vencedor de la muerte; y Este le encargaba, que fuese allí antes de Él, para anunciar, como ti precursor, que se acercaba el Reino de Dios. Y parece que le diría Jesús: Idos, oh amadísimo Padre mío; idos, porque aquí en la tierra ya habéis cumplido vuestra misión; id por poco tiempo al seno de Abrahán, y decide las almas de todos los justos que allí me esperan ya hace tantos siglos: Alzad vuestras cabezas y animaos, porque se acerca vuestra redención. Y habiendo el glorioso san José dado su última mirada a Jesús y ti María, y como una lámpara que al apagarse despide una luz más viva, exhalando de lo más íntimo de su corazón un ardiente y amoroso suspiro entregó su hermosa alma en las manos de su Criador. ¡Oh felicísimo y bienaventurado José, canta la Iglesia, que fuisteis asistido en vuestros últimos momentos por Jesús y María! ¡Oh! ¡cuán preciosa y agradable es la muerte, después de una vida santa!


ORACIÓN
Oh glorioso san José, verdaderamente el más feliz y bienaventurado por vuestra preciosísima é incomparable muerte, compadeceos de nuestra alma. ¡Ah! no permitáis que ninguno de nosotros tenga la muerte pésima de los pecadores: mirad, que todos los que estamos aquí reunidos, somos hijos vuestros y vuestros especiales devotos: ¿y permitiréis que alguno de nosotros se pierda? ¡Ah! acordaos de la preciosísima sangre de vuestro amado Jesús, con la cual hemos sido redimidos; acordaos de los dolores agudísimos de vuestra santísima Esposa, y también de los vuestros que sufristeis con tanta resignación y valor, para cooperar, en cuanto era de vuestra parte, a la grande obra de nuestra redención. Mudad nuestro corazón ingrato; compungidlo con el espíritu de verdadera penitencia, alumbradlo con la luz de la fe, alentadlo con la santa esperanza, inflamadlo con los ardores de la caridad más pura, hacedlo santo con vuestra misma santidad, a fin de que, en lo sucesivo, imitando vuestras virtudes, se nos conceda una muerte semejante a la vuestra. ¡Ah! ¡qué consuelo, qué alegría para nosotros, al vernos en la hora de nuestra muerte asistidos de Vos, de vuestra santísima Esposa y de Jesús nuestro redentor! Se estremecerá de rabia el infierno n vuestra presencia; pero nuestro espíritu estéril transportado de gozo en Dios nuestro salvador, y nuestra alma, libre de las ataduras de este cuerpo, seré acogida de Vos, de María y de Jesús, el cual la haré para siempre bienaventurada en la gloria, donde con el Padre y el Espíritu santo vive y reina verdadero Dios y redentor por todos los siglos. Amen.


JACULATORIA
Oh glorioso san José, haced que yo siempre busque las cosas que son de arriba donde está Cristo; en ellas piense y no en las de la tierra.





PRIMER MIÉRCOLES DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, que, como afirma el evangelista san Mateo, luego que Jesús puesto en la cruz hubo clamado con una grande voz y entregado su espíritu, los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían muerto, resucitaron, y después de la resurrección de Jesús, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron el muchos. El Evangelio no dice que muriesen otra vez; pero nosotros podemos creer con el máximo doctor san Jerónimo, con san Epifanio y san Anselmo, que ellos no volvieron a morir, sino que quedaron resucitados con nueva vida, para manifestar la verdad de la resurrección de Cristo; y que ahora viven gloriosos en el cielo, por habérselos llevado consigo el Redentor en su ascensión, como trofeos de la victoria que había alcanzado sobre la muerte, destruida con su propia muerte, según canta la Iglesia. Mas entre estos resucitados ¿podemos contar al glorioso san José? San Bernardino de Sena, san Francisco de Sales, el eximio doctor Francisco Suarez y otros doctos y santos autores no dudaron afirmarlo y demostrarlo; por lo que piadosamente podemos creer haber sido san José de este número, y aun el primero que, resucitando para siempre de la muerte a la vida, y subiendo con Cristo al cielo para reinar en cuerpo y alma, dió el más solemne testimonio, y formó el más brillante triunfo de la victoria que el Redentor había alcanzado sobre la muerte. Recordemos las íntimas y singularísimas relaciones que tuvieron en esta vida Jesús y san José, y deduzcamos si este podía ser olvidado de Cristo en la resurrección de muchos santos. ¿Habrán vuelto de la muerte ä la vida muchos patriarcas y profetas que sólo de lejos y como en sombra figuraron y vaticinaron al Hijo de María, y quedaría en el sepulcro san José, que ya desde la eternidad fué elegido por Dios entre todos los justos, para ser el coadjutor fidelísimo de la grande obra de la humana redención? ¡Habrán subido con Cristo al cielo aquellos, y quedaría olvidado como indigno de tanta felicidad y de un honor tan grande san José, que durante cerca de treinta arios fué reputado digno de vivir en compañía íntima con María y con Jesús que trabajó por Ellos, y por Ellos padeció y sufrió tantos dolores y angustias? ¡Ah! no. Cristo, que sabe recompensar ä cada uno según sus obras, habrá honrado el primero con inmensa gloria ti su Padre afectivo, al fidelísimo Esposo de su Madre, y en cuerpo y alma lo habrá colocado en su reino sobre un trono el más eminente y lleno de resplandores, para que sea enteramente feliz y bienaventurado por toda la eternidad. ¡Oh! qué premio tan grande sabe Dios dar los justos! ¡Oh gloria eterna, oh inmensa felicidad la de san José!


ORACIÓN
Oh glorioso patriarca san José, compadeceos de nuestra gran ceguera; abridnos los ojos del entendimiento, para que veamos como perdemos el cielo, mirando sólo la tierra. Vos, que tuvisteis la prudencia del siervo fiel y no perdisteis un solo instante sin negociar para el cielo la gracia de que os había colmado el Señor, y ahora sentado al lado de Jesús y de María en cuerpo y alma, como piadosamente creemos, gozáis de la recompensa sempiterna y bienaventurada que os merecisteis con vuestras buenas obras; gozad, gozad, oh José santísimo; regocijaos para siempre feliz y glorioso. Mas no olvidéis ti vuestros devotos; no nos olvidéis, oh glorioso san José; alcanzadnos que sepamos desprendernos de los bienes falaces y perecederos de este mundo, y que nos ejercitemos como Vos continuamente en obras buenas, a fin de ir después de nuestra muerte al cielo, y allí entre los resplandores de los santos ocupar un trono altísimo, para poder cantar por toda la eternidad cerca de Vos y de María la gloria de Aquel que, habiéndose dignado ser tenido por hijo vuestro en este destierro del mundo, ahora vive y reina en la celeste Patria con su único Padre Dios en la unidad del Espíritu santo por todos los siglos de los siglos. Amen.


JACULATORIA
Oh glorioso san José: dadme valor para sufrir con gusto alguna mortificación en mi cuerpo, a fin de que, resucitado gloriosamente, pueda entrar en el paraíso.





PRIMER MIÉRCOLES DE DICIEMBRE
MEDITACIÓN
Considera, alma devota, que san José ha sido constituido en el cielo protector de la Iglesia militante por nuestro Señor Jesucristo, que lo había honrado y obedecido como padre acá en la tierra. La misma Iglesia, maestra de la verdad, en su sagrada liturgia nos induce ä creer esta otra incomparable y grandísima prerrogativa, con la cual Jesús se ha dignado honrar a su afectivo y amantísimo Padre; pues aplicando al glorioso Santo en la fiesta de su Patrocinio la historia de aquel otro José, hijo de Jacob, nos presenta a Cristo, figurado en el Rey de Egipto, hablando así ti José: «¡Por ventura podré hallar un varón ms sabio y semejante a ti? Tú tendrás el gobierno de mi casa, y al imperio de tu voz obedecerá todo el pueblo; no tendré yo sobre ti preeminencia más que la del solio real: he aquí que yo te doy autoridad sobre mi reino.» Y quitándose el anillo del dedo, lo puso en el de José, y le vistió una ropa talar de lino finísimo, y le colocó al rededor del cuello un collar de oro, é hízole subir a su segunda carroza, gritando un heraldo, que todos hincasen ante él la rodilla, y supiesen que estaba constituido gobernador de todo su reino. Después dijo aún mas el Rey: «Yo soy Faraón; sin tu orden ninguno mover a pie ni mano en todo mi reino.» Y habiéndole mudado el nombre, llamó a José Salvador del mundo. También la santa Iglesia, dirigiéndose ti sus hijos, les dice: «Confiad en José, pueblos de la tierra, y derramad ante él vuestros corazones; pues Dios lo ha constituido señor de su casa y príncipe de todo cuanto posee y por esto yo canto llena de júbilo, que José es adorno del cielo, esperanza cierta de nuestra vida, sostén del mundo.» ¿Y qué otro sentido pueden tener estas palabras en el lenguaje litúrgico de la santa Iglesia, sino que san José es su protector, y que como tal le ha sido dado por su mismo Esposo?¡Acaso la santa Iglesia no es el reino de Jesús en este mundo? Y ¿quién mejor que san José, que fué protector del mismo Jesucristo, podía ser, después de María, protector de aquella Iglesia que Jesús adquirió para sí con su propia sangre? ¡Ah! es muy justo que, después de la Virgen protectora, que ruega por los fieles ante el trono de la gracia, para alcanzar del Padre celestial la divina clemencia; aquel que fué digno de ser elegido padre afectivo de Cristo, que es la Vid, la Cabeza, el Maestro el Pastor, fuera también protector de los vástagos de aquella Vid, de los miembros de aquella Cabeza, de los discípulos de aquel Maestro, del rebaño entero de aquel Pastor soberano. Así se honra al que el Rey quiere honrar.


ORACIÓN
¡Oh glorioso san José, amado de Dios y de los hombres! hoy nos hallamos poseídos de una celestial alegría; porque, enseñados por la Iglesia santa, hemos conocido la confianza que debemos poner en Vos, por haberos nuestro Señor Jesús constituido protector poderosísimo y clementísimo de ella, que es su Esposa inmaculada. ¡Ah! de aquí en adelante ti Vos acudiremos como hijos a su tierno padre, no sólo en este mes, sino en todos los días de nuestra vida, para implorar vuestro socorro y protección en nuestras necesidades así espirituales como corporales. Entre tanto ved, oh glorioso Patriarca, a la santa Iglesia nuestra madre, que tanto os honra y que tanto confío en vuestro Patrocinio, vedla combatida y perseguida por la impiedad y la herejía en todas las partes del mundo. Oh glorioso san José, proteged y amparad al Sumo Pontífice y ti los obispos que el Espíritu santo puso para apacentar la Iglesia de Dios, y ti nosotros alcancémonos la gracia de mantenernos constantes en la fe y obediencia ti la santa, católica y apostólica Iglesia, y ser así cada día más y más dignos de Vos y de vuestra inmaculada esposa la virgen María, hasta que llegue la hora de nuestra muerte, en la cual, después de haber desplegado ti favor nuestro toda la eficacia de vuestra protección, haciendo que salgamos victoriosos de los últimos esfuerzos del infierno, nos conduzcáis Vos mismo ti la Gloria, para poder daros infinitas gracias por toda la eternidad, y alabar y bendecir junto con Vos y nuestro común Redentor Cristo Jesús, el cual con el Espíritu santo vive y reina en la gloria de Dios su Padre por los siglos de los siglos. Amen.


JACULATORIA
Oh glorioso san José, mi padre y mi amigo, defendedme como la niña del ojo, cubridme con la sombra de vuestras alas.





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