PEREGRINACIONES A LA SANTA CASA DE NAZARETH
ORACIÓN
Padre
y Señor nuestro: los castigos que misericordiosamente nos enviáis para que
salgamos de nuestro profundo y funesto letargo, nos han hecho conocer que nos
hemos desviado del buen camino que á Vos conduce, y que nuestras costumbres
están muy lejos de ser piadosas y edificantes como las que hacía brillar en la
santa Casa de Nazareth la sagrada Familia, ejemplar de todas las familias
cristianas. Arrepentidos, pues, de nuestro errado proceder, y deseosos de
enmendarlo, proponemos visitar cada día, en espíritu, dicha santa Casa, y
considerar los rasgos sublimes que practicaba su jefe y Patrón nuestro, san
José, para conformar a ellos nuestra conducta. Enviadnos, oh Señor, vuestro
santo Espíritu, que prepare nuestros corazones y nos impulse el imitar tan
perfecto modelo. y así viviendo cristianamente en la tierra, merezcamos después
contemplar cara a cara ti Jesús, María y José en el cielo. Amen.
ORACIÓN Á SAN JOSÉ
En
vuestra santa Casa nos presentamos, virtuosísimo José, para aprender de Vos
lecciones de virtud y santidad. ¡Oh, si esas paredes pudiesen hablar, cuantos
rasgos heroicos de la sagrada Familia nos referirían, conocidos solamente de
Dios! Dignaos, pues, ser nuestro maestro, y nosotros atentos oiremos vuestras
instrucciones. Hoy nos detendremos en considerar:
Día 1
Vuestra
llegada con la Virgen santísima a esta pobre morada, después de los santos
desposorios que unieron vuestros dos purísimos corazones.
PETICIÓN
Oh
perfectísimo san José, admirados y confusos nos retirarnos de vuestra santa
Casa, al ver de cuan distinto modo nos hemos portado. Mas haced Vos, oh Santo
glorioso, que esta peregrinación no nos sea infructuosa; sino que recordando en
cada suceso de nuestra vida lo que Vos practicasteis en parecido caso, sigamos
vuestro ejemplo, y viviendo toda una vida verdaderamente cristiana, logremos
que se reforme la sociedad y vengan días de paz y bien andanza, que sólo son
fruto del catolicismo. Oh gloriosísimo san José, oíd nuestras súplicas y
alcanzadnos también la libertad de nuestro amoroso padre el Pontífice reinante,
el triunfo de nuestra madre la Iglesia católica, de la que habéis sido nombrado
patrón y protector, el remedio de los males que afligen a nuestra católica
nación, y después, la dicha de vivir y reinar con Vos y con Jesús y María en la
morada celestial por todos los siglos. A este fin os invocamos diciendo:
S.
José, casto esposo de María R/: protegednos, y proteged a la Iglesia y
a su Cabeza visible.
S.
José, custodio de la virginidad de María,
S.
José, puro amante de María,
S.
José, obrero ejemplar,
S.
José, pronto en cumplir los deberes para con Dios,
S.
José modelo de sencillez,
S.
José, revestido de fortaleza,
S.
José, lleno de fe viva,
S.
José, anonadado en vuestra grandeza,
S.
José, ejemplo de obediencia,
S.
José, firme en vuestra esperanza,
S.
José, agradecido a los favores del cielo,
S.
José, que estrechasteis en vuestros brazos al Hijo de Dios,
S.
José, que alimentasteis al Señor del universo,
S.
José, que comisteis en una misma mesa con Jesús y María,
S.
José, que descansasteis con Jesús y María,
S.
José, que con Jesús y María formasteis una sola voluntad,
S.
José, el ms elevado en la contemplación,
S:
José, lleno de alegría por haber encontrado Jesús,
S.
José, ti quien estuvo sujeto el Hijo de Dios,
S.
José, que siempre estuvisteis a la presencia de Dios
S.
José, recreado con los dulces coloquios de Jesús y María,
S.
José, solícito en el gobierno de la casa,
S.
José, profundísimo en la humildad,
S.
José, lleno de amor para con los hombres,
S.
José, cauto en el uso de la lengua,
S.
José, resignado en vuestra enfermedad,
S.
José, consuelo de los enfermos,
S.
José, protector de los agonizantes,
S.
José, nuestro defensor en el divino tribunal,
S.
José, príncipe de los bienaventurados,
Jaculatoria
que se dirá tres veces.
José,
a cuyo ruego cede
De
Jesús el Corazón,
Salva
a Roma y nuestra Patria,
Pues
ya pedimos perdón.
Día
2.
Vuestra
fidelidad en desempeñar el cargo con que os honró Dios, eligiéndoos custodio
del tálamo virginal de María.
Día
3.
Vuestra
conducta hacia María, ú la que tratasteis siempre con santo respeto, cariño y
ternura.
Día
4.
El
arreglo que hicisteis de las horas del día, empleándolas todas en el trabajo y
la oración.
Día
5.
La
prontitud con que os levantabais muy de mañana, dirigiendo vuestro primer
pensamiento tí Dios, y pidiéndole su auxilio para no desagradarle en ninguna cosa.
Día
6.
La
sencillez y aseo en vuestro porte y en el arreglo del mueblaje de esta Casa.
Día
7.
La
fortaleza con que Vos y vuestra virginal Esposa arrostrabais las tribulaciones
de esta vida, consolándoos y ayudándoos mutuamente.
Día
8.
La
grande fe con que creísteis las palabras del Ángel, al revelaros el misterio de
la encarnación del Hijo de Dios en las virginales entrañas de vuestra purísima
Esposa.
Día
9.
Vuestro
anonadamiento al pensar que debíais hacer las veces del Padre
eterno.
Día
10.
Vuestra
obediencia a las potestades de la tierra, disponiéndoos a marchar a Belén con
María para cumplir el edicto del emperador.
Día
11.
La
firmísima esperanza que al salir de esta Casa pusisteis en el Señor, que
dirigiría vuestros pasos en el viaje que emprendíais.
Día
12.
Vuestro
agradecimiento al Altísimo, dándole gracias al poner de nuevo los pies en esta
Casa cuando volvisteis de Egipto.
Día
13.
Las
suaves delicias que sentíais cada vez que estrechabais contra vuestro corazón y
besabais al Hijo de Dios.
Día
14.
Vuestro
afán en procurar con el sudor de vuestro rostro el alimento al Señor del
universo.
Día
15.
Vuestra
satisfacción en comer con Jesús y María en una pobre y frugal mesa, pidiendo a
Dios su bendición al empezar, y dándole gracias después.
Día
16.
La
tranquilidad con que os entregabais al descanso con Jesús y María, después de
haber ofrecido las obras de aquel día ti Dios.
Día
17.
La
unión de vuestro corazón piadoso con los de Jesús y María, formando los tres
una sola voluntad.
Día
18.
Vuestra
puntualidad y fervor en el santo ejercicio de la oración, que practicabais con
Jesús y María.
Día
19.
Vuestro
inmenso gozo cuando entrasteis en esta Casa, de vuelta de Jerusalén, por haber
encontrado a vuestro querido Jesús que allí habíais perdido.
Día
20.
Vuestro
asombro al ver que el mismo Hijo de Dios os estaba sujeto y obedecía alegre
vuestras órdenes.
Día
21.
El
gusto con que trabajabais teniendo a vuestra presencia al mismo Dios humanado,
que os ayudaba en vuestras rudas faenas.
Día
22.
Vuestros
dulces y santos coloquios con la Virgen María y el divino Jesús.
Día
23.
La
santa emulación con que los tres procurabais cumplir los quehaceres domésticos
para aliviaros mutuamente.
Día
24.
Vuestra
humildad al vero servido por Jesús y María.
Día
25.
Vuestro
amor al prójimo ofreciéndole vuestros servicios, sufriendo sus molestias,
excusando sus defectos y rogando por los pecadores.
Día
26.
Vuestra
vigilancia en evitar palabras ociosas y murmuraciones.
Día
27.
Vuestra
paciencia en sufrir las molestias de vuestra enfermedad.
Día
28.
La
paz del alma que os infundían los dulces y santos consuelos que recibíais de
Jesús y María en los momentos más críticos de vuestra enfermedad.
Día
29.
Vuestra
entera conformidad A la voluntad de Dios, al hallaros cercano A la muerte.
Día
30.
El
agradecimiento que demostrasteis A Jesús y A María por los favores que os habían
dispensado, al despediros de ellos próximo A morir.
Día
31.
Vuestra
inefable dicha al exhalar el último suspiro en los brazos de Jesús y María.
El último día de los meses de 30 días se considerarán los
números 30 y 31.
No hay comentarios:
Publicar un comentario