viernes, 18 de enero de 2019

DEVOCIÓN A LOS CINCO MAYORES DOLORES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA




DEVOCIÓN A LOS CINCO MAYORES DOLORES
QUE TUVO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


Dedicada a la Santa Imagen de Nuestra Señora de los Dolores de la Parroquia de Texcoco, Ciudad de México.



El Ilustrísimo y Dignísimo Sr. arzobispo de México, Dr. Dn. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, concedió 80 días de indulgencia, a quien devotamente rezare estas oraciones.


MODO DE OFRECERLOS

PRIMERO
Señor mío Jesucristo: yo te saludo en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora, la Virgen María, cuando le profetizo Simeón, que te habían de quitar la vida, por este dolor te pido conocimiento y contrición de mis culpas.



SEGUNDO
Señor mío Jesucristo: yo te saludo en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora, la Virgen María, cuando te perdió tres días, por este dolor te suplico remisión de mis pecados.
Padre nuestro, Ave María.


TERCERO
Señor mío Jesucristo: yo te saludo en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora, la Virgen María, cuando hoyó que te había preso y atado, por este dolor te pido las virtudes que por el pecado perdí.
Padre nuestro, Ave María.



CUARTO
Señor mío Jesucristo: yo te saludo en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora, la Virgen María, cuando te vió crucificado, por este dolor te pido el don de gracia, y antes de mi muerte tu cuerpo en comida.
Padre nuestro, Ave María.



QUINTO
Señor mío Jesucristo: yo te saludo en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora, la Virgen María, cuando te vio poner en el sepulcro, por este dolor te pido verte en mi muerte, asistiéndome con los auxilios necesarios de tu gracia, para que así, me recibas en los gozos de la vida eterna. Amén.
Padre nuestro, Ave María.



¡Oh Sangre de mi Jesús!
¡Oh remedio universal!
Líbranos de todo mal
Por ser vertida en la cruz.


DEPRECACIÓN

Lleno de confianza y fe,
Vengo a tus plantas, Señora,
Que, aunque alma soy pecadora,
Eres mi madre, y bien sé,
Que consuelas al que llora.

Por eso te busco a ti,
Para que calmes mi pena,
Porque eres, María, tan buena,
Que te dolerás de mí,
Tu que de gracias estas llena.

Si a ti mis ojos levanto,
Si dolorosa te miro,
De mi alma sale un suspiro,
Y me arranca tierno llanto,
Ese tu sufrir que miro.

Y me colma de la ventura.
La dulcísima esperanza,
De que su remedio alcanza
Quien te invoca en su amargura,
Quien te pide en su confianza.

 Que hagas de mi compasión,
Te pido, pues, madre mía,
Que remedies, María,
Mis penas y mi aflicción,
De tu hijo por la agonía.

Por su sangre, que vertida
Fue en el Gólgota sangriento,
Por su heroico sufrimiento,
Mira madre, condolida,
Las miserias que lamento.

Por las tres necesidades
Mayores que padeciste,
Después que examine viste
Por mis atroces maldades
Al hijo que al mundo diste.


Por tu horrible desconsuelo,
Por tu amarga soledad,
Por tanta calamidad,
Como en ti aglomeró el cielo,
¡María!... ten piedad de mí.

Si invoco tu santo nombre,
Si como a Madre te llamo,
Si en mi pesar a ti clamo,
Predilecta del Dios hombre
¿Atenderás mi reclamo?

Si lo atenderás, Señora,
Y cambiara en alegría,
La aflicción y pena mía,
Porque eres la protectora,
De todo el que en ti confía.

Me voy y en tus manos dejo
Mi suerte y mi vida entregada,
Llevándome, Madre amada,
No el pesar de que me quejo
Sino mi alma consolada.
Se rezan siete Aves Marías…


ORACIÓN
¡Oh Dulcísima María, Madre de Misericordia! ¡Oh dulce esperanza de los pecadores! ¡Oh eficaz atractivo de nuestra voluntad! ¡Oh María ¡Oh Reina! ¡Oh Señora! ¡Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos! Recibe estas siete aves Marías, en memoria de tus dolores santísimos, y por ellos te pido que, en el trance y agonía de mi muerte, cuando, ya viciados los  sentidos, ya turbadas las potencias, ya quebrantados los ojos, ya perdida el habla, ya levantado el pecho, ya postradas las fuerzas y cubierto el rostro con el sudor de la muerte, me halle luchando con el terrible final parasismo, cercado de enemigos innumerables que procuran mi eterna condenación y esperan que salga mi alma para acusarla de tantas culpas que eh cometido, ante el tribunal de Dios, allí, querida de mi alma, allí, única esperanza mía, allí, poderosísima Madre de los Dolores, allí amorosísima Reina, allí, vigilantisima Pastora, allí, María, (Oh, que dulce nombre) allí, María, ampárame, allí defiéndeme, allí asísteme como Pastora a sus ovejas, como madre a sus hijos, como reina a sus humildes vasallos, aquel es el punto de donde depende la salvación o condenación eterna, aquel es el horizonte que divide el tiempo de la eternidad, aqueo que es el instante en que se pronuncia la fatal sentencia que ha de durar para siempre, pues si me faltas entonces ¡dulcísima abogada mía! Si me fallas entonces, ¿Qué será de mi alma cuando cuantas culpas eh cometido? No me dejes en aquel peligro, no te retires en aquel trance, acuérdate que, si Dios te eligió para madre suya, fue para que fueses medianera entre Dios y los hombres, y por lo tanto debes ampararme en aquella hora, y porque entonces podre no tener fuerzas ni sentidos para llamarte, desde ahora como si ya estuviera en la última agonía, te llamo, desde ahora te invoco, y desde ahora me acojo a tu poderosa intercesión. A la sombra de tu amparo me pongo para liberarme de los merecidos rigores del Sol de justicia, Cristo, y desde ahora, como si yo agonizara, invoco tu dulcísimo y Santísimo Nombre, y esto que ahora digo le guardo para aquella: María, María, querida de mi alma, consuelo de mi corazón, en tus manos encomiendo mi espíritu, para que por ellas pase al tribunal de Dios, donde intercedas por mi alma pecadora. En ti pongo mi esperanza, en ti confío, en ti espero. Yo, ya voy a expirar, misericordia, madre del alma, misericordia, misericordia, misericordia. Amén.



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