DEVOCIÓN A LOS CINCO MAYORES DOLORES
QUE TUVO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Dedicada
a la Santa Imagen de Nuestra Señora de los Dolores de la Parroquia de Texcoco,
Ciudad de México.
El Ilustrísimo y Dignísimo Sr. arzobispo de México, Dr. Dn.
Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, concedió 80 días de indulgencia, a
quien devotamente rezare estas oraciones.
MODO DE OFRECERLOS
PRIMERO
Señor mío Jesucristo: yo te saludo
en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora, la Virgen María, cuando
le profetizo Simeón, que te habían de quitar la vida, por este dolor te pido conocimiento y contrición de mis culpas.
SEGUNDO
Señor mío Jesucristo: yo te saludo en
honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora, la Virgen María, cuando
te perdió tres días, por este dolor te suplico remisión de mis pecados.
Padre nuestro, Ave María.
TERCERO
Señor
mío Jesucristo: yo te saludo en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora,
la Virgen María,
cuando hoyó que te había preso y atado, por este dolor te pido las virtudes que
por el pecado perdí.
Padre nuestro, Ave
María.
CUARTO
Señor
mío Jesucristo: yo te saludo en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora,
la Virgen María, cuando
te vió crucificado, por este dolor te pido el don de gracia, y antes de mi
muerte tu cuerpo en comida.
Padre nuestro, Ave
María.
QUINTO
Señor mío
Jesucristo: yo te saludo en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora,
la Virgen María, cuando te vio poner en el sepulcro, por este dolor te pido
verte en mi muerte, asistiéndome con los auxilios necesarios de tu gracia, para
que así, me recibas en los gozos de la vida eterna. Amén.
Padre nuestro, Ave
María.
¡Oh Sangre de mi Jesús!
¡Oh remedio universal!
Líbranos de todo mal
Por ser vertida en la cruz.
DEPRECACIÓN
Lleno
de confianza y fe,
Vengo
a tus plantas, Señora,
Que,
aunque alma soy pecadora,
Eres
mi madre, y bien sé,
Que
consuelas al que llora.
Por
eso te busco a ti,
Para
que calmes mi pena,
Porque
eres, María, tan buena,
Que
te dolerás de mí,
Tu
que de gracias estas llena.
Si
a ti mis ojos levanto,
Si
dolorosa te miro,
De
mi alma sale un suspiro,
Y
me arranca tierno llanto,
Ese
tu sufrir que miro.
Y
me colma de la ventura.
La
dulcísima esperanza,
De
que su remedio alcanza
Quien
te invoca en su amargura,
Quien
te pide en su confianza.
Que hagas de mi compasión,
Te
pido, pues, madre mía,
Que
remedies, María,
Mis
penas y mi aflicción,
De
tu hijo por la agonía.
Por
su sangre, que vertida
Fue
en el Gólgota sangriento,
Por
su heroico sufrimiento,
Mira
madre, condolida,
Las
miserias que lamento.
Por
las tres necesidades
Mayores
que padeciste,
Después
que examine viste
Por
mis atroces maldades
Al
hijo que al mundo diste.
Por
tu horrible desconsuelo,
Por
tu amarga soledad,
Por
tanta calamidad,
Como
en ti aglomeró el cielo,
¡María!...
ten piedad de mí.
Si
invoco tu santo nombre,
Si
como a Madre te llamo,
Si
en mi pesar a ti clamo,
Predilecta
del Dios hombre
¿Atenderás
mi reclamo?
Si
lo atenderás, Señora,
Y
cambiara en alegría,
La
aflicción y pena mía,
Porque
eres la protectora,
De
todo el que en ti confía.
Me
voy y en tus manos dejo
Mi
suerte y mi vida entregada,
Llevándome,
Madre amada,
No
el pesar de que me quejo
Sino
mi alma consolada.
Se rezan siete Aves Marías…
ORACIÓN
¡Oh
Dulcísima María, Madre de Misericordia! ¡Oh dulce esperanza de los pecadores! ¡Oh
eficaz atractivo de nuestra voluntad! ¡Oh María ¡Oh Reina! ¡Oh Señora! ¡Vuelve
a nosotros esos tus ojos misericordiosos! Recibe estas siete aves Marías, en
memoria de tus dolores santísimos, y por ellos te pido que, en el trance y agonía
de mi muerte, cuando, ya viciados los
sentidos, ya turbadas las potencias, ya quebrantados los ojos, ya
perdida el habla, ya levantado el pecho, ya postradas las fuerzas y cubierto el
rostro con el sudor de la muerte, me halle luchando con el terrible final parasismo,
cercado de enemigos innumerables que procuran mi eterna condenación y esperan
que salga mi alma para acusarla de tantas culpas que eh cometido, ante el
tribunal de Dios, allí, querida de mi alma, allí, única esperanza mía, allí, poderosísima
Madre de los Dolores, allí amorosísima Reina, allí, vigilantisima Pastora, allí,
María, (Oh, que dulce nombre) allí, María, ampárame, allí defiéndeme, allí asísteme
como Pastora a sus ovejas, como madre a sus hijos, como reina a sus humildes
vasallos, aquel es el punto de donde depende la salvación o condenación eterna,
aquel es el horizonte que divide el tiempo de la eternidad, aqueo que es el
instante en que se pronuncia la fatal sentencia que ha de durar para siempre,
pues si me faltas entonces ¡dulcísima abogada mía! Si me fallas entonces, ¿Qué será
de mi alma cuando cuantas culpas eh cometido? No me dejes en aquel peligro, no
te retires en aquel trance, acuérdate que, si Dios te eligió para madre suya, fue
para que fueses medianera entre Dios y los hombres, y por lo tanto debes
ampararme en aquella hora, y porque entonces podre no tener fuerzas ni sentidos
para llamarte, desde ahora como si ya estuviera en la última agonía, te llamo,
desde ahora te invoco, y desde ahora me acojo a tu poderosa intercesión. A la
sombra de tu amparo me pongo para liberarme de los merecidos rigores del Sol de
justicia, Cristo, y desde ahora, como si yo agonizara, invoco tu dulcísimo y Santísimo
Nombre, y esto que ahora digo le guardo para aquella: María, María, querida de
mi alma, consuelo de mi corazón, en tus manos encomiendo mi espíritu, para que
por ellas pase al tribunal de Dios, donde intercedas por mi alma pecadora. En ti
pongo mi esperanza, en ti confío, en ti espero. Yo, ya voy a expirar, misericordia,
madre del alma, misericordia, misericordia, misericordia. Amén.
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