martes, 30 de julio de 2019

SEMANA DEVOTA A SAN FELIPE NERI


















SEMANA DEVOTA AL GLORIOSO SAN FELIPE NERI
APÓSTOL DE ROMA

Escrito en italiano por un sacerdote del Oratorio de Roma, y ahora traducidas al castellano.
México. 1866.


DOMINGO
¡Oh glorioso Felipe, protector mío! que viviendo en la tierra fuisteis tan amante de la humildad, que tuvisteis por despreciable no solo las alabanzas, sino aun la estimación de los hombres, alcanzadme con vuestros ruegos esta bella virtud. Bien sabéis vos cuan altanero soy en mis pensamientos, cuan desdeñoso en mis palabras, cuán ambicioso en mis obras; alcanzadme por lo mismo la humildad del corazón, que mi alma quede libre de toda soberbia, y profundamente penetrada de aquel vil aprecio que vos hacíais de vos mismo, teniéndoos por el peor de todos los hombres; con lo que os regocijabais de ser despreciado, y vos mismo procurabais serlo. Sí, gran Santo, alcanzadme la humildad verdadera del corazón, y el sincero conocimiento de mi nada, con el que me alegre cuando sea despreciado, no me resienta cuando otro me sea preferido, ni me ensoberbezca cuando se me alabe, sino que quiera ser grande solo a los ojos de Dios, y de él recibir únicamente toda mi gloria.
Padre nuestro, Ave María, Gloria Patri.




LUNES
¡Oh Santo protector mío Felipe! que tuvisteis siempre un corazón tan constante en las adversidades, y un espíritu tan amante de sufrir, que, perseguido por vuestros enemigos, o calumniado por los impíos que querían desacreditaros, o probado por Dios con muchas, largas y penosas enfermedades, todo lo sufristeis con tranquilidad de ánimo y corazón; conseguidme del Señor el espíritu de fortaleza en todas las adversidades de esta vida. ¡Oh cuánto necesito la virtud de la paciencia! pues todo pequeño trabajo me espanta, toda ligera aflicción me desalienta, y de toda leve contradicción me irrito y resiento, y no reconozco que por el camino espiritual de las tribulaciones se llega al cielo: tal fué el que quiso seguir nuestro Divino Maestro Jesús, y el que también vos recorristeis ¡oh Santo mío! Por tanto, alcanzadme el valor para que abrace gustoso las cruces que todos los días recibo de Dios, y sea digno de llevarlas sobre la tierra con una paciencia y voluntad semejante a la vuestra, con lo que también merezca gozar después sus frutos con vos en el cielo.
Padre nuestro, Ave María, Gloria Patri.




MARTES
¡Oh gloriosísimo Felipe! que conservasteis siempre pura la blanca azucena de la castidad, con tanto honor vuestro, que el angelical candor de esta hermosa virtud se manifestaba en vuestros ojos, os resplandecía en las manos, y se os comunicaba a todo el cuerpo, exhalando un olor tan suave que consolaba y daba espíritu y devoción al que os trataba: conseguidme del Espíritu Divino un verdadero amor a tan bella virtud, de modo que ni las palabras, ni los ejemplos de las personas corrompidas puedan hacer impresión alguna en mi espíritu. No permitáis que yo de modo alguno pierda tan hermosa virtud; y como huir de las ocasiones. La oración, el trabajo, la humildad, la mortificación de los sentidos, la frecuencia de los sacramentos, fueron las armas con que vos vencisteis al terrible enemigo de la carne, os ruego las mismas sean con las que yo le resista. No me neguéis, ¡Santo mío! vuestra protección, manifestad para conmigo aquel celo que en vida tuvisteis para con vuestros penitentes, conservándolos lejos de toda corrupción de sus sentidos; hacedlo así, Santo abogado mío, y sed desde hoy el patrono de mi castidad.
Padre nuestro, Ave María, Gloria Patri.





MIÉRCOLES
Admiro ¡oh Felipe! el gran prodigio obrado en vos por el Espíritu Santo, cuando in fundió su amor en vuestro corazón con tanta plenitud, que para que se dilatase más en el pecho se separaron dos costillas por la violencia del divino amor; pero al mismo tiempo me confundo si comparo mi corazón con el vuestro. El vuestro estuvo todo inflamado en el amor más puro; el mío está todo inclinado y convertido a las criaturas; el vuestro estaba tan encendido en el celestial fuego, que se comunicaban sus llamas aun en el cuerpo, y salían por vuestro rostro como inflamadas centellas; el mío está todo lleno del amor terreno; amo al mundo que me halaga, pero no puede hacerme dichoso: amo a la carne que me tienta, pero no puede hacerme inmortal: amo a las riquezas que solo puedo gozar unos instantes. ¡Áh, cuando aprenderé de vos á no amar otra cosa que, a Dios, único e incomprensible bien! Sí, haced con vuestros ruegos, Santo abogado mío, que por lo menos desde hoy comience a amarle: obtenedme con ellos un amor eficaz, que se haga conocer con las obras; un amor puro con que lo amé perfectamente, y un amor fuerte que me haga vencer todos los obstáculos que puedan impedir mi unión con él en la vida, para estar también unido con él después de la muerte.
Padre nuestro, Ave María, Gloria Patri.




JUEVES
Gloriosísimo Santo, que os empleasteis todo entero en favor del prójimo, amando, compadeciendo y auxiliando a todos, y que en el discurso de vuestra vida siempre procurasteis su salvación, sin que por ganarlo para Dios rehusaseis trabajo o fatiga, ni reservaseis para vos tiempo o comodidad alguna; alcanzadme os ruego, con el perdón de mis pecados, la caridad con mis prójimos, y de esta suerte en lo sucesivo, sea compasivo en sus necesidades; alcanzadme la gracia de que los ame pura y desinteresadamente como á hermanos míos, de que los socorra con mis oraciones y buenos consejos, y si puedo también con mis bienes temporales; además, enseñadme, gran Santo, a defender siempre el honor de mi prójimo, a no decir nunca palabra que pueda serle molesta o perjudicial, y que conserve constantemente aun para mis enemigos, la suavidad y dulzura con que vos vencisteis a los vuestros. Si, Santo mío, haced que yo adquiera tan bella virtud, que habéis obtenido para tantos devotos vuestros, y que algún día todos juntos podamos bendecir a Dios en una feliz eternidad. Amen.
Padre nuestro, Ave María, Gloria Patri.




VIERNES
Gran Santo, que preferisteis una vida pobre y austera a las comodidades que os ofrecía vuestra familia, cuyo honor y gloria despreciasteis desde niño, alcanzadme la gracia de que mi corazón no se apegue a los bienes transitorios do esta vida. Vos que deseabais ser tan pobre que reducido a mendigar no encontrasteis quien os diera el menor socorro, alcanzadme de Dios el amor a la pobreza, para que consagre todos mis pensamientos a los bienes eternos. Vos que preferisteis vivir en un estado humilde a ser elevado a las más sublimes dignidades de la Iglesia, pedid a Dios que yo, contento en el estado en que la Providencia me h a colocado, no solicite honor alguno. Bien conozco que mi corazón ansioso suspira por los bienes vanos y perecederos del mundo, pero vos que enseñasteis la gran máxima y después con que se verificaron tantas conversiones admirables, haced que se grave profundamente en mi alma, de manera que despreciando la nada de la tierra, Dios solo sea el objeto de mis pensamientos y amor.
Padre nuestro, Ave María, Gloria Patri.




SÁBADO
¡Oh Santo abogado mío Felipe! que siempre fuisteis perseverante en la virtud, y lleno de méritos recibisteis de Dios el premio de vuestros trabajos; alcanzadme que yo jamás me detenga en el camino de su santo servicio. Vos que sois tan propicio para con vuestros devotos, consiguiéndoles el don de la perseverancia en la virtud, conseguidlo también para mí; combatid en mi auxilio en la hora de mi muerte, y pedid al Señor que yo salga fortificado con los sacramentos. Entre tanto pedid, ¡oh gran Santo! que yo haga penitencia de mis pecados y amargamente los llore todos los días de mi vida. Vos que conocéis mis miserias y los muchos lazos que m e encadenan al pecado y á la tierra, alcanzadme si recogimiento y la firme resolución de ser todo de Dios; y alcanzadme además un ardiente deseo de cooperar a mi salvación, y una constancia invencible en el bien que haya comenzado a hacer, con lo que me haga digno por vuestra intercesión, de reunirme a vos en la bienaventurada eternidad. Amen.



SÚPLICA
¡Oh glorioso Felipe Neri, que fuisteis tan favorecido de Dios para consolar y auxiliar a vuestros hijos espirituales en la hora de la muerte! sed mi padre y abogado cuando me encuentre en aquel terrible trance: haced con vuestra intercesión que en aquella hora no me venza el demonio; no me opriman las tentaciones, y el temor no me desaliente; sino que, por el contrario, fortificado con una fé viva, una esperanza firme, y una verdadera caridad, sostenga con paciencia y perseverancia aquel último combate, con lo que lleno de confianza en la misericordia del Señor, en los infinitos méritos de Jesucristo, y protección de la Santísima Virgen María, sea digno de morir con la muerte de los justos, y llegar a la dichosa patria del cielo, para amar y gozar de Dios eternamente, unido con vos y todos los Santos. Amen.



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