miércoles, 9 de octubre de 2019

OFICIO PARVO DE LA TERCERA ORDEN FRANCISCANA







OFICIO PARVO DE LA VENERABLE ORDEN TERCERA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS



Los miembros de la Tercera Orden de Nuestro Padre San Francisco, satisfacen cumplidamente su obligación, respecto a las oraciones vocales que les impone la Regla con rezar piadosamente, doce padres nuestros con Aves Marías y Glorias, pero es más piadoso y útil unir a este rezo la meditación de la Pasión de N. S. Jesucristo, lo cual se puede hacer del modo siguiente: 




MAITINES
I.- Señor mío Jesucristo, que, en la víspera de tu pasión, instituiste el Santísimo Sacramento del Altar, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

II.- Señor mío Jesucristo, que, con el alma triste hasta la muerte, oraste a tu Eterno Padre en el huerto de los Olivos, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

III.- Señor mío Jesucristo, que, en mortal agonía, vertiste sudor de sangre, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

IV.- Señor mío Jesucristo, que, que fuiste entregado por Judas y preso y atado como un criminal, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

V.- Señor mío Jesucristo, que, atado a esta suerte, fuiste conducido ante Anás y Caifás, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.



LAUDES
VI.- Señor mío Jesucristo, que fuiste declarado reo de muerte por el Sumo Sacerdote, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.



PRIMA
VII.- Señor mío Jesucristo, que a la hora primera fuiste condenado a muerte por Pilatos, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.



TERCIA
VIII.- Señor mío Jesucristo, que en la hora tercera fuiste cruelmente azotado y coronado de espinas, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.



SEXTA
IX.- Señor mío Jesucristo, que, a la sexta hora, fuiste clavado en la cruz con gruesos clavos.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.



NONA
X.- Señor mío Jesucristo, que, a la novena hora, entregaste tu alma santísima en manos de tu Eterno Padre, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.



VÍSPERAS
XI.- Señor mío Jesucristo, que, al declinar el día, fuiste desclavado de la cruz y puesto en los brazos de tu santísima Madre, ten piedad de nosotros. 
Padre nuestro, Ave María y Gloria.



COMPLETAS
XII.- Señor mío Jesucristo, que, fuiste colocado en el sepulcro por tu afligida Madre y tus fieles amigos, ten piedad de nosotros.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.





ORACIONES A LOS SANTOS DE LA TERCERA ORDEN


AL SERÁFICO PADRE SAN FRANCISCO
Beatísimo Padre, aunque indigno por muchos conceptos, yo tengo la dicha de ser hijo vuestro; miradme como a tal, y no ceséis de interceder por mí ante la Divina Misericordia, alcanzándome el perdón de todos mis pecados, la gracia de vivir pobre de espíritu, casto y mortificado, practicando todos los días de mi vida, a ejemplo vuestro, la santa humildad, para honrar con estas virtudes a nuestro divino Salvador, a su Santísima Madre y a Vos, mi Seráfico Patriarca, a fin de merecer la dicha de reinar eternamente con Vos en el cielo. Así sea.



EN REVERENCIA DE SUS LLAGAS
Bienaventurado Padre, que merecisteis por la eminencia de vuestros méritos y excelentes virtudes ser trasformado imagen del Redentor, os ruego por esas llagas impresas por mano divina en vuestro sacratísimo cuerpo, me alcancéis de vuestro amado la gracia preciosísima de amar ardientemente toda mi vida a Jesucristo y a su Santísima Madre, como también la de practicar constantemente las santas virtudes de la humildad, mortificación y pobreza, que tan alto pusieron vuestro nombre en la tierra y en el cielo. Amen.



OTRA DEL TERCIARIO ENFERMO
Glorioso Padre mío San Francisco, dignaos socorrerme en estos días de enfermedad, que Dios me envía para mi bien y para darme ocasión de contraer mayor mérito; ayudadme a santificar mis padecimientos, y a soportarlos con viva fé y conformidad a la voluntad Santísima de Dios, a fin de que, después de esta vida de pruebas, sea yo digno de ser admitido en la gloria celestial y eterna. Así sea.



A SAN LUIS REY DE FRANCIA
Augusto monarca San Luis, patrón de los Terciarios, que en medio de las grandezas supisteis apreciar cuán poco valen la gloria, las riquezas y todas las vanidades del mundo, colocando toda vuestra felicidad en consagraros a Dios por medio de la Tercera Orden; desde el trono que ocupáis en el cielo por vuestras virtudes, dignaos favorecernos con una mirada piadosa. Somos Hijos de Francisco como vos, y deseamos serlo, no sólo en el nombre, sino aún más por nuestras obras; prefiriendo, como vos, las lágrimas de la penitencia, el retiro y la oración, a los goces y vanidades terrenas, y buscando en todo la gloria de Dios y la santificación de las almas. Vuestra vida tan santa nos admira y nos confunde; haced, por vuestra poderosa intercesión que seamos como vos dignos hijos de nuestro Seráfico y común Padre, amantes de Jesucristo y firmes en nuestra vocación, solícitos en procurar la mayor gloria de Dios y la santificación de nuestras almas, y de las de nuestros hermanos. Amen.



A SANTA ISABEL REINA DE HUNGRÍA
¡Oh gloriosa Santa Isabel de Hungría, augusta Patrona de la Tercera Orden secular! Dignaos desde el cielo mirarnos con afecto de madre, intercediendo por nosotros a fin de que, llenos del espíritu de nuestro Seráfico Padre, nos aprovechemos de los bellos ejemplos que nos habéis dejado. Nacida en el seno de la opulencia y de la grandeza del siglo, no os dejasteis seducir por las apariencias de los embelesos y dignidades humanas: lo despreciasteis todo para abrazar la vida pobre y humilde de San Francisco, trocando el manto regio de soberana por el tosco hábito de su Tercera Orden. La soledad, el silencio, la oración, el amor hacia los pobres y la inclinación a todas las obras buenas; he aquí en qué se cifraban vuestra ambición y placer. ¡Que vuestros admirables ejemplos nos animen a practicar las virtudes y a amar a Jesús! Pero, ¡hay! ¡qué es muy grande nuestra inconstancia y flaqueza! Dignaos, pues, ¡oh Sta. Patrona! rogad al Señor por nosotros para que, animados de un santo celo, observemos religiosamente la regla de la Tercera Orden, y merezcamos después de esta vida, ser contados en el cielo entre los dignos hijos de nuestro Padre San Francisco. Amen.




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