GRADAS O EJERCICIOS MARIANOS DE LA DEVOCIÓN AL
TRÁNSITO
Y
ASUNCIÓN GLORIOSA
DE
MARÍA SANTÍSIMA
MÉXICO 1839
ACTO DE CONTRICIÓN
Dios
y Señor mío, mi criador y Padre, mi dulce y regalado Esposo, fin, principio y
bien eterno de mi alma, aquí tenéis a quien suspira por serviros, a quien ansia
por poseeros y amaros eternamente. ¡O Dios mío, cómo no me has confundido,
dejándome caer en tantos pecados como ha merecido mi tibieza en serviros! ¡O si
me concedieras que todas las arterias de mi cuerpo se convirtieran en ojos para
llorar lágrimas de sangre día y noche por las ingratitudes cometidas contra un
Dios amabilísimo que me crio, redimió y ha hecho tantos beneficios; ¡y quién ha
tenido tal atrevimiento? Un vil gusanillo como yo, un muladar inmundísimo de
pecados y miserias. ¡O bondad suma! ¡O si el dolor de haberte ofendido fuera
una espada de infinitos filos que dividiera mi corazón en tan menudas partes
como átomos tiene el sol! ¡O si todos mis huesos y carne se convirtieran en
cenizas de verdadero dolor! ¡Quién tuviera más lágrimas que gotas de agua el
Océano, y con ellas vertiera por los ojos derretido mi corazón y toda la sangre
de mis venas por tan justo dolor! Ea, criaturas todas, cielos, tierra,
elementos, ángeles y santos de la corte celestial, sedme testigos que no muero
de dolor de mis pecados, porque no está en mi mano el morir: dadme, Señor, las
lágrimas de Mónica y el dolor de Agustín y Magdalena, pues me duele infinito
haberte ofendido: quíteme la vida el dolor: reviente este duro pedernal de mi
corazón: desháganse mis carnes a la violencia del amor y dolor. ¡O Jesús
amabilísimo, mi dulzura y consuelo! ¡O amor de mi alma, traspasa este corazón
con tus dardos! ¡O Dios! yo propongo no ofenderte: quítame la vida si no
he de amarte, y he de volver a ofender tal bondad. Señor: ¡no eres todo amor,
no está en tu mano? Pues has que muera de dolor de mis pecados; así ya no verás
quebrantada la palabra que te he dado de no ofenderte. Madre de misericordia,
amabilísima abogada de los pecadores y por esto abogada mía: pequé, Señora,
alcánzame misericordia de tu Hijo Jesús, por la leche con que lo alimentaste,
por los servicios que le hiciste, por las lágrimas que en su pasión lloraste,
por la voluntad con que por imitarlo moriste, por tu Tránsito y
Asunción a los cielos, haz que las lágrimas que han llorado los santos penitentes
las viertan mis ojos, y se despedace mi corazón, y así acabe mi vida con una
muerte de puro amor y dolor por amor de Dios, por amor de Dios. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh
María Santísima, Madre admirable, Reina de todos los santos y ángeles,
consoladora de los afligidos, a tus reales y divinas plantas llega humillada
esta vilísima criatura, representándote aquel singular favor y promesa que en
bien del género humano te hizo tu santísimo Hijo, prometiéndote que todos los
que te llamaren en la hora de su muerte para que los ampares y seas su abogada y
protectora en memoria de tu felicísimo Tránsito, y de la voluntad con
que libremente quisisteis morir por imitar a tu santísimo Hijo, los consueles en
tan amarga hora, los protejas y ampares, los libres de las astucias del demonio
que con tentaciones hace los mayores esfuerzos para vencerlos; y entonces tú lo
ahuyentes y presentes sus almas al tribunal divino, rogando por ellas para que
no se pierdan. ¡O Madre amabilísima mía! Yo desde ahora te invoco para aquella
última hora, y te ofrezco mi alma, mi vida, mi corazón y todas mis acciones,
particularmente todo lo que en estos quince días haga en reverencia de tu Tránsito
y Asunción, pidiéndote me concedas una vida tan llena de virtudes y méritos que
logre una muerte semejante a la tuya: yo no soy digna de este favor; pero tú
eres por mil títulos mi Madre, y es cosa como natural que los hijos hereden las
enfermedades de los padres: tu enfermedad fue amor divino; haz que el efecto
que en unos hace la naturaleza, lo haga en mí la gracia de tu poderosa
intercesión: Ea, Madre mía dulcísima: pégale a mi alma esa dulce fiebre de amor
divino en que te abrasas: dame amor de Dios, Madre, y para conseguirlo, dame profunda
humildad y caridad del prójimo, dame una fe viva y esperanza firme, y el don de
una tierna devoción y amor a ti, para que amando a Dios y a ti, o María, viva, y
amar a Dios y a ti María, sea el dulce empleo de mi alma en tal manera que en
mi fin comenzando aquí, un acto de amor de Dios lo acabe en tu compañía en la
gloria. Amén.
PRIMERA
Es la primera excelencia
De tu corona imperial,
Que seas de real descendencia
Y sin culpa original. Ave
María
SEGUNDA
Que gran singularidad
María, en vos se considera,
Pues que fuiste la primera
Que votó virginidad. Ave María
TERCERA
¡O María! en tu Anunciación
Cuanto te miro exaltada,
Pues que fuiste saludada
Con nueva salutación. Ave María
CUARTA
Que concibieras Señora
Del Espíritu divino
Os concedió el uno y trino
Al oír vuestra voz sonora. Ave María
QUINTA
Aunque le pese al infierno
Escogida de Dios fuiste,
Y en tu seno concebiste
Al Hijo de Dios eterno. Ave
María
SEXTA
Que la sacra majestad
A tu virtud concediera
concebir quedando entera
Tu santa virginidad. Ave María
SÉPTIMA
Vos cargáis con grande gozo
A vuestro Hijo celestial
En el vientre virginal
Y sin que os fuera gravoso. Ave María
OCTAVA
Vos paristeis sin dolor
Y siempre virgen quedasteis,
L a integridad no quebrasteis
¡O que singular favor! Ave María
NOVENA
Leche disteis sola vos
A aquel que todo es dueño
Y le guardasteis el sueño
Al Hijo eterno de Dios. Ave
María
DÉCIMA
La más profunda humildad
Se admira en ti, virgen pura,
Ninguna otra criatura
Tuvo contigo igualdad. Ave María
UNDÉCIMA
Mayor y más firme fe
Tuviste que todo el resto
De los santos, y por esto
Tan grande gloria posees. Ave María
DUODÉCIMA
Fuiste la mártir mayor,
T u martirio es excelente,
Nadie habrá que experimente
Igual pena a tu dolor. Ave María
Dios
te salve, María Santísima, Hija de Dios Padre, quien te comunicó su poder, usa
de él en la hora de mi muerte, apartando de mí a las potestades infernales. Ave
María.
Dios
te salve, María Santísima, Madre de Dios Hijo, así como se dignó llenarte de
luz y sabiduría, te suplico que en mi muerte me des tal luz de fe, que disipe
las tinieblas y tentaciones del maligno espíritu. Ave María.
Dios
te salve, María Santísima, Esposa del Espíritu Santo, quien te comunicó todos
los ardores de su caridad, participa este don a mi alma en mi última hora en
tal manera que más que la enfermedad, me acabe la vida el dolor y amor de la
suma bondad. Ave María y Gloria Patri.
DÍA PRIMERO
Haz Madre imite el fervor
Con que, en el templo sagrado,
T e entregaste a Dios amado
Para que así arda en su amor.
ORACIÓN
Dios
te salve, azucena blanca, virgen sacratísima María, que cercano tu dicho
Tránsito a los cielos, por el feliz anuncio de San Gabriel, se aumentó tu deseo
de ver a Dios y comenzaste tu disposición con la visita de los lugares santos
de nuestra redención para despedirte de ellos con ternura, y dar gracias
supliendo nuestro olvido y falta de gratitud, y encaminando tus pasos al templo
donde fuiste presentada y donde tanto merecisteis con tus admirables virtudes
y voto de castidad con que te consagraste a Dios, o maestra mía, pues con el
espíritu os acompaño en estas visitas, enseñadme a cumplir las obligaciones de
esposa de Jesús, consagrada con votos solemnes, y con la obligación de no
ocupar mi corazón y potencias en otro amor que no sea el de mi dulce esposo:
has, Madre mía, que así se apodere su amor de mi alma que me aborrezca a mí misma,
y así me gloríe de ser despreciada de las criaturas para asemejarme a él:
alcanzadme vos que yo sea fiel imitadora de las virtudes que ejercitasteis en
el templo, la ardiente caridad con Dios y mis prójimos, la paciencia en
sufrirlos, la humildad y mortificación, para que subiendo de virtud en virtud,
llegando la hora de mi tránsito a la eternidad, me asistas con tu favor para
subir a alabarte en la gloria. Amén.
DÍA SEGUNDO
Por la ardiente caridad
Con que en tu vientre encarnó
El mismo Dios que te crió,
Dame profunda humildad.
ORACIÓN
Oh
María Santísima, Emperatriz de los cielos, Madre de Dios, Madre y Virgen, Madre
admirable, ¿con qué palabras te saludaré que te sean más gratas? Tomaré,
Señora, las inefables con que en el misterio de la Encarnación te saludó el
ángel. Dios te salve María llena de gracia, el Señor es
contigo; pero no me contento con pronunciarlas yo sola, convido a todas las
criaturas del cielo y de la tierra para que me ayuden a repetirlas. Dios te
salve María: yo os doy, en unión de todos los ángeles y santos el parabién de
la alta dignidad de Madre de Dios y llena de tantas gracias y virtudes con que
el Señor Omnipotente os enriqueció, y pues al comenzar a disponer vuestra
partida al cielo, vais a ordenar vuestro testamento, mostrad que sois mi Madre,
dejándome como á hija, aunque indigna, la herencia de las gracias que os
confirió vuestro santísimo Hijo el tiempo que estuvo en vuestro vientre: yo la
que más os pido es aquella humildad que atrajo del cielo á vos la alta
majestad, y juntamente os suplico que pues deseo acompañaros en las visitas de
los lugares santos, pues sabéis mi pobreza, me prestéis un vestido para que vaya
con la decencia debida a quien acompaña a una reina: adornad mi alma con otras
virtudes: prestadme aquellos afectos de ternura y gratitud, aquellas
lágrimas de amor, para que así se prepare mi alma para recibirle sacramentado;
y cuando venga a tomarme cuentas, yo le reciba con la lámpara de la caridad.
Amén.
DÍA TERCERO
Dame o celestial Princesa
Por el gozo que tuviste
Cuando a tu Hijo y Dios pariste,
Grande amor a la pobreza.
ORACIÓN
Dios
te salve María, Emperatriz de los cielos, que sin dolor ni detrimento de tu virginidad
y llena de celestiales gozos, diste a luz a nuestro Salvador, y visitando el
pesebre que le sirvió de cuna, se te presentaron los trabajos de aquella noche
con el gozo que tuviste, viendo el Verbo eterno hecho carne, y pendiente de
vuestro pecho al que sustenta cielo y tierra, ¡O y con que dulces lágrimas bañarías
aquel agraciado rostro, y como le acallarías los tiernos sollozos dándole la
leche virginal de vuestros pechos, y abrigándole del frio en tu regazo, así lo
reciba yo en mi pecho, sacramentado! Yo Madre mía, os ofrezco estas oraciones
en recuerdo de los pasos que disteis hasta este lugar sagrado, donde se
avivaron los gozos y deseos de poseer a vuestro Dios y darle el abrazo indisoluble
del día de vuestra Asunción ya próxima. Alcánzame de este divino Niño que
adornó el pesebre de mi corazón con la humildad y pobreza de mi profesión, dándome
como a los magos, aquellas luces que necesito para conocerme y despreciarme y
conocer la amable bondad de mi Dios, y saliendo de la región de mi ingrato olvido,
le busque sediento de su amor, de su pobreza y humillaciones, y le halle en el
Belén de la gloria. Amén.
DÍA CUARTO
La gracia más singular
Te pido humilde, ¡oh María!
Que sepa sacrificar
Mis pasiones este día.
ORACIÓN
Oh
María Santísima, templo hermosísimo de la Santísima Trinidad, cuyos vasos
sagrados son de oro puro de caridad! ¡O María amabilísima, que siendo tu vida
tan santa te preparaste para morir con fervorosos acos de virtudes, y pedias
oraciones a los santos apóstoles y a los santos ángeles! ¿Qué deberé yo hacer
teniendo el templo de mi alma tan sin adorno de virtudes, y casi apagada lámpara
de la caridad? ¡O Madre mía! ruega por mí, y alcánzame de tu precioso Hijo la
gracia de que venciendo en este día las repugnancias de mi sensualidad y amor
propio, rinda a tus plantas mis pasiones: pisadlas, Señora, como la cabeza de
la serpiente, por los pasos que diste visitando el templo donde presentaste a
tu santísimo Hijo, teniendo en este lugar muy presente aquel puñal con que
atravesó tu alma el santo Simeón: mírame en este templo presentada a mi dulce y
amado Esposo Jesús, y llena de puñales los que me ha traspasado el alma el
demonio: alcánzame para la hora de mi tránsito una espada aguda de dolor que me
divida el alma y corte la vida el dolor y amor de Jesús, y el vehemente deseo
de verlo y gozarle en tu amable compañía en la gloria. Amén.
DÍA QUINTO
La diligencia y fervor
En buscar a Dios perdido,
Es la gracia que hoy te pido,
Madre mía, y la de tu amor.
ORACIÓN
Oh
Virgen Santísima, Madre afligida y consoladora de afligidos, tórtola gemidora,
maestra en la ciencia de buscar a Dios, que visitando el lugar donde perdiste
al Niño Dios, tuvisteis muy presente aquellas lagrimas y suspiros, aquellos
pasos y dolor que padeciste con el temor de que por vuestras se os había
ausentado y ahora con esta representación se te aumentó la pena que sentiste
con el conocimiento de las muchas almas que le habían de perder sin dolor, y
allí me tuviste presenté como a esposa ingrata que no lloraría la pérdida y ausencia
del tesoro de la gloria. ¡Oh Madre mía! Dadme a conocer la bondad de Dios y la
desgracia de perderlo, y alcanzar la luz para los que están en pecado, por las
lágrimas que vertieron tus dos luceros en esos tres amargos días, te pido
lágrimas de amor y de dolor, y que sean estas tan copiosas en la ultima
confesión, que como dos veneros, lloren mis ojos tanta agua, que unida con vuestras
lágrimas y la sangre de mi Jesús, se ahoguen todos mis pecados, y así llorando
de amor y dolor, se acabe mi vida. Amén.
DÍA SEXTO
Para que ore con fervor,
¡O dulcísima María!
Sed vos mi luz y mi guía,
Jesús maestro y director.
ORACIÓN
Oh
María Santísima, reina de los mártires y Madre mía! ¿Con qué afectos y expresiones
te daré las debidas gracias? Porque partiéndote a los cielos y dejándome
huérfana, me das por maestro que me enseñe a orar, a tu amado Hijo orando en el
huerto, en el que sintió y padeció en su amante corazón todos los tormentos juntos
que había de padecer en su pasión: yo te ofrezco estas oraciones en memoria de
los pasos que diste con tanta ternura y lágrimas, visitando el huerto y
saludando aquella tierra bendita, regada con aquel sudor de sangre que tuvo mi
Jesús: por la memoria que hiciste de las agonías y congoja que le causaron mis
pecados, por la dura prisión, te suplico desates las ligaduras del pecado, dando
consuelo a los agonizantes, presenta al Padre Eterno la sangre vertida a
impulsos del amor, y por ella y por tus dolores te pido, donde ferviente
oración, para que con las luces que reciba en ella, viva tan fervorosa y
resignada, que vaya a celebrar tu triunfo en la gloria. Amén
DÍA SÉPTIMO
De tanto insulto y agravio
Desagraviaros quisiera,
Jesús y María, o si fuera
Mi alma el más indigno sagrario
ORACIÓN
Oh
María, fragantísima rosa, cercada de agudas espinas de dolor, luna llena de las
luces de la gracia, pero rodeada en esta melancólica noche de la lobreguez de
mis culpas que atormentaron tu amante corazón y el de mi Jesús en el calabozo
de Caifás. ¡O dolorosa María! Yo te ofrezco este ejercicio junto con las lágrimas
que lloraste visitando este lugar, en el que hiciste memoria de las veces que
yo y tantos malos cristianos lo volveríamos a poner con tanta falta de
preparación y pureza para recibirlo sacramentado, y quien pudiera
desagraviarlo y llorar amargamente esta ingratitud: hazlo por mí dolorosa
Madre, y alcánzame gracia para que sean tan llenas de humildad y fervor mis
comuniones, que me sirvan de preparación para que cuando le reciba por viático,
sea mi alma inundada de las dulces lágrimas y consuelos necesarios para
endulzarme las amarguras de la muerte, en la que espero ser asistida de ti, y
que mi alma pase de tus manos a las de su dueño. ¡O María, no me desampares en
el juicio! Sea este tan favorable, que ajustando mi cuenta con vuestros méritos
y los de mi amado redentor, pase a besar vuestros pies, y daros las gracias en
la gloria. Amén.
DÍA OCTAVO
María, por el cruel dolor
Que os causó ver azotado
A vuestro Hijo y Dios amado,
Has que muera yo de amor.
ORACIÓN
Oh
María Santísima, mar de amarguras! ¿qué dolor igualará al que sintió tu
amante corazón al ver destrozado con crueles azotes aquel cuerpo virginal que
con tanta modestia y amor habíais tratado vos? y cómo se renovó este agudo
dolor, cuando cercana a vuestro Tránsito, visitasteis este lugar regado con la
sangre de mi Jesús, que en compañía vuestra y con todas las criaturas del cielo
y de la tierra yo adoro, y os suplico que esta sangre divina la ofrezcáis al Padre
Eterno por la conservación de las sagradas religiones, justos y congregaciones,
por el consuelo de todos los afligidos y de los que están agonizando, por el
remedio de las necesidades de la santa Iglesia, y muy particularmente por los
que están en pecado mortal y a riesgo de perder sus almas: moved, vos Madre mía,
el celo de los sacerdotes y predicadores para que los conviertan: tocad vos sus
duros corazones, para que la sangre del divino Cordero los ablande, y así mismo
el mío para que, al contemplar a mi dulce Jesús azotado, se derrita, y mis ojos
se vuelvan dos fuentes de lágrimas de amor y dolor, aumentándose este en mi última
confesión, la que os pido sea tan dolorosa que queden perdonadas todas las que
tan mal he hecho en el resto de mi vida, y hermoseada con la sangre de mi
Jesús, pase mi alma a celebrar vuestro Tránsito, y posesión de la eterna
gloria. Amén.
DÍA NOVENO
Dale a mi alma, amante Madre,
Tal fervor y tanta luz,
Que siguiendo tus pisadas
Encuentre yo a mi Jesús.
ORACIÓN
Oh
Virgen Santísima, Madre llena de dolores! Reina de los mártires, pontífices
y confesores: yo te ofrezco estas oraciones, en memoria de los pasos que diste,
visitando aquella amarga calle donde viste a tu Hijo santísimo caído con el
peso del madero, figura de mis pecados. ¡O qué dolor os causó ver el lugar
donde lo encontraste y viste caer desfallecido: yo adoro contigo aquella sangre
que en tan larga estación derramó mi Jesús, y por tan agudos dolores y el que
te causó la memoria de las caídas de tus hijos los pecadores; y pues allí me
tuviste presente, alcánzame gracia para levantarme del estado de la tibieza, y
no volver a caer con mis reincidencias: dadme el báculo de la santa cruz de mi
adorado Jesús, para que siga sus pisadas y las vuestras, y suba al monte de la
perfección. ¡O Madre admirable! por el dolor y lágrimas que vertieron vuestros ojos
al ver los pocos que había de caminar por la estrecha senda de la cruz:
encamina nuestros pasos: imprime el rostro de Jesús en mi alma para que con tan
doloroso retrato a la vista llore mis pecados, causa de la amarga pasión, y saludando
estos lugares con efusión de lágrimas, no tenga otra memoria, ni pensamiento, ni
afecto más que a mi dulce Nazareno Jesús, y abrazada de tierno, amor suyo se
borren con su sangre mis pecados, y en el juicio alcance misericordia y le goce
en la eterna
gloria.
Amén.
DÍA DÉCIMO
Mi dolorosa María,
Por Jesús crucificado,
Haz que en su amor abrasado
Se termine mi agonía.
ORACIÓN
Oh
Angustiadísima Madre, Reina de los anacoretas y doctores de la santa Iglesia
yo te ofrezco este ejercicio en recuerdo de aquella visita que hiciste en el
santo monte Calvario, en el que te salieron al encuentro las aves y brutos del
campo pidiéndote con gemidos tu bendición, y en donde hiciste fervorosa oración
dando gracias a tu santísimo Hijo por la redención humana y con reverencia y
lágrimas besaste aquella tierra santa y peñascos bañados con su sangre, aumentando
tu dolor nuestro ingrato olvido y mi mala correspondencia alas finezas de su
amor, quitándole de nuevo la vida al que nos la dio con tantos dolores: yo te
suplico por los que en su compañía padeciste viéndole crucificar, y alancear
por el dolor que te causó al oír qué su generoso corazón pedía perdón para sus
enemigos: pedidle vos que a mí me
perdone y se acuerde de mí, pues está en su reino: no olvides, dulce Madre, que
soy tu hija, o pobre huerfanita encargada por tu santísimo Hijo en el último
plazo de su vida y en el exceso de sus amarguras; por la cruel daga que te
hirió al oír que la fuente de agua viva se quejaba de sed, dame fuentes de
amorosas lágrimas en mi muerte, y en ella no me desampares, por el desamparo que
padeció mi Jesús, y así como él entregó su espíritu en manos del Padre, poned
vos el mío en las suyas, y haz que cumpla tan perfectamente sus amorosos
designios que en mi fin pueda decir Consumatum est. Mira, Madre, que
tengo que dar cuenta de tantos beneficios y de los dolores que por mí
padeció y de su sangre: aplícamela entonces, y ella no abrirá las
puertas de la gloria. Amén.
DÍA UNDÉCIMO
Resucitar este día
A nueva vida y fervor,
Mi alma os pide por tu amor,
O dulce, o clemente, o pía.
ORACIÓN
Oh
Gloriosísima María, Virgen y Madre de Dios, consuelo mío: yo os ofrezco
estas oraciones, en memoria de los pasos que disteis visitando el santo sepulcro
con tierna devoción y dulces lágrimas, besando aquella tierra santa que tuvo en
sus entrañas al que tuviste en tu vientre purísimo: ahora sí, Reina del cielo:
alegraos porque resucitó, y porque estando ya tan próxima vuestra entrada al
cielo, le vais a dar un abrazo más indisoluble que el que le disteis el día de su
resurrección gloriosa; y si aquel gozo os suavizó todas las amarguras de su
pasión, ¿cuál será el que recibáis con la vista de su divinidad y de toda la
Trinidad Santísima y almas bienaventuradas y coros angélicos que le cantan una
perpetua aleluya; pero entre tantos gozos no os olvidéis de estas pobrecitas
hijas vuestras que se le han consagrado por esposas: alcánzanos la gracia de resucitar
a una vida toda nueva y fervorosa, y que nuestro pecho sea un decente sepulcro
siempre que lo recibamos sacramentado, labrando este en piedra por la fortaleza
en sufrir las mortificaciones de mi estado, y muy cercano al Monte Calvario, para
que el día que le reciba se renueve en mi memoria lo que por mí padeció en este
lugar, y merezca por tu pasión ser colocada mi alma en el monte de la gloria.
Amén.
DÍA DUODÉCIMO
María, mi amor y consuelo,
; Desprended mi corazón
De todo amor y afición
Que no sea mi Dios y el cielo.
ORACIÓN
¡Oh
Reina de todos los santos! Fiesta de la gloria, Madre mía dulcísima, ¿quién
podrá explicar los vivos deseos de ver a vuestro amado Hijo al visitar y
adorar los sagrados vestigios de las divinas plantas de mi adorado Jesús, las
que dejó impresas en este lugar santo: ya es tiempo de que elevéis todos los
afectos de mi alma al cielo: ya me va a faltar vuestra compañía y luz: por tanto,
rogad ahora por mí y por toda la santa Iglesia y sus religiones, para que se
conserven en fervor, por el inexplicable gozo en que inundó tu espíritu la
memoria del triunfo con que Jesús subió desde este lugar en que oró, sudó y fue
preso, hasta el cielo empíreo, triunfante y vencedor de la culpa y de la
muerte, llevando en su compañía aquellos dichosos, cautivos, para que
disfrutasen los despojos de la batalla de su pasión. Acuérdale, Madre mía, que,
siendo mi Padre y mi Esposo, yo quedo en el mundo huérfana y sin amparo, porque
vos que sois mi guía vais a partir muy en breve; pero si vais a la gloria no quedó
huérfana, pues mi Padre y mi Madre reinan y viven en el reino opulento de la
gloria: desde ese lugar cuidarán de socorrer mis necesidades de alma y cuerpo: Ea,
Madre mía, manda a tus ministros los santos ángeles que me cuiden y socorran en
la mayor necesidad que es la de mi muerte, en la que ahuyentando a los
espíritus infernales, me conduzcan a la mansión de paz y gloria. Amén.
DÍA DÉCIMO TERCIO
Haz que viva de tal suerte
María, y tan empleada en Dios
Que logre tan dulce muerte,
Como la tuviste vos.
ORACIÓN
Oh
dulce Madre de mi corazón, Reina de los santos y de toda criatura, Tesorera del
cielo, en cuyas manos depositó Dios todas las gracias, dones y virtudes, para
que las difundieses a todas sus criaturas: yo te ofrezco este ejercicio y
oraciones, con aquella oración que hicisteis, en el Santo Cenáculo
despidiéndote de este lugar, donde instituyó el Santísimo Sacramento y lavó los
pies a sus discípulos, bajó el Espíritu Santo, y con ardentísima
devoción le disteis gracias en nombre de todo el linaje humano por tan grandes
beneficios, y abrasada en amor divino, pediste para los hijos de la Iglesia su divino
Espíritu y la plenitud de sus dones, para recibirle con pureza en el Santísimo
Sacramento; yo te suplico me alcances la gracia de que a tu ejemplar me
disponga con las virtudes, para tener una muerte como la vuestra. ¡Oh amable
María! Ya se ha llegado el día en que, concluidas las visitas, me falte tu
compañía; yo os doy gracias porque me admitisteis a ella, y pues habéis palpado
mi pobreza, y falta de virtudes, espero de tu compasivo corazón que me
remediéis, oiga yo de vuestra boca las expresiones y promesas que vuestro Hijo
dijo a sus discípulos para consolarlos. No os dejaré huérfana, yo rogaré al
Padre, Hijo y Espíritu Santo que vengan y hagan mansión en tu corazón. Así sea,
Madre mía, yo os lo pido por los dones que recibisteis
al entregar vuestro espíritu en manos del que tuvisteis en tu vientre. Amén.
DÍA DÉCIMO CUARTO
Como mi Madre amorosa
Atiza en mí el santo amor,
Tal que mi muerte preciosa
Sea en los ojos del Señor.
ORACIÓN
Oh
Gloriosísima Emperatriz de los cielos, Virgen y Madre de Dios que,
desatada de las ataduras del cuerpo, fuiste conducida al trono de la
Santísima Trinidad,
sin temer el juicio, pues en él solo había que hacer justicia, premiando
vuestras virtudes y merecimientos; acuérdate de mí cuando sea juzgada, dulce
Madre, ampárame en esta hora, representa a tu santísimo Hijo, vuestros méritos,
los de su pasión dolorosa, y la sangre que por mí derramó; yo os lo pido por
aquella imperial corona que os ciñó la Santísima Trinidad, merecida por
vuestras virtudes, por las que el Padre os dio de su omnipotencia, el Hijo de
su sabiduría, y el Espíritu Santo de amor, colmándote de dones las tres divinas
personas, y sentándote tu Santísimo Hijo a su diestra sobre los nueve coros de Ángeles,
donde te dio la obediencia toda la corte celestial, como a su Reina y Señora
Virgen y Madre de Dios: yo te ofrezco estas oraciones y ejercicios, dándote con
ellos a nombre de todo el linaje humano mil plácemes, por la imperial corona de
Reina del cielo y la tierra, que te confirió la augustísima Trinidad; y te
suplico polla singular complacencia con que te mira el Padre como á Hija, el
divino Verbo como a su Madre, y el Espíritu Santo como á Esposa, y toda la Trinidad
como a las niñas de sus ojos, complaciéndose con la vista de tu peregrina belleza,
me mires con ojos de misericordia, desterrada en este valle de lágrimas,
suspirando por ver la cara hermosa de mi Dios, pídele, dulce Madre, que este
corazón que es como tierra árida y seca, meló mude en un corazón tierno y
amante, que les comunique a mis ojos tanta efusión de lágrimas, que se laven
con ellas, y su sangre todos mis pecados, y así limpia llegue mi alma a besar
tus pies en la gloria. Amén.
DÍA DÉCIMO QUINTO
Si eres mi amparo y consuelo
¿Cómo aquí me has de dejar?
No, Madre llévame al cielo,
Que a tus pies me quiero estar.
ORACIÓN
Oh
dulce Madre de mi corazón, Emperatriz de los cielos, que resucitando gloriosa
en cuerpo y alma, subiste al tercero día de tu feliz tránsito, llevando en tu
compañía el arca del divino Maná que tuvo en sus entrañas al divino Verbo, para
que participase de las glorias que gozabas en el cielo, donde fuiste colocada
en el trono de la Santísima Trinidad, y a la diestra de tu Santísimo Hijo para objeto
de sus complacencias y blanco de sus delicias, y abogada de pecadores. ¡Ay
Madre mía, dulcísima que ya no os veo en mi compañía, y me hallo sola y
desamparada! Cuando murió tu Santísimo Hijo, si se ausentó, nos dejó en prendas
de su amor su cuerpo en el Santísimo Sacramento para nuestro remedio, y á ti
para nuestro consuelo; pero ahora que te ausentas y te llevas tu cuerpo Santísimo,
sin dejarnos reliquia ni cosa alguna. ¡Ay, ay! ¿qué será de mí, que me quedo
huérfana, sin Madre, sin luz ni consuelo? ¿A quién volveré mis ojos? ¿Quién
rogará a mi Jesús, cuando mis culpas le tengan ofendido? ¿Quién si rio tú en
esos cielos representando a tu Santísimo Hijo esos virginales pechos? Sí, dulce
Madre, pide allá, pues disfrutas de la Omnipotencia, pide por la conservación y
aumento de las sacratísimas religiones, justos y congregaciones, por los que
están en pecado mortal, para que se conviertan, por los que agonizan, por todos
los pobres y afligidos, por las almas del purgatorio, por nuestro santísimo
Padre por todos los superiores que gobiernan el estado eclesiástico y secular,
por los que se encomiendan a nuestras oraciones, por todos tus devotos; y pues a
Santa Gertrudis le fueron manifestados los que celebran vuestra, Asunción
amparados y metidos debajo de vuestro manto, escondedme en él en esta ahora y
la de mi muerte, que así no me hallará el demonio mi enemigo, y bendice mi alma
desde ese trono de gloria, donde os pido postrada, me llevéis a cantaros Santa,
Santa, Santa Madre de Dios, llena está el cielo de tu gloria, gloria a María y
al que la crió. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario