30.
EL EDEN OCULTO
Abierto
el libro de la naturaleza, aunque la tierra en sus bellezas exteriores nos
ofrezca contemplaciones bastante sublimes para recrear nos el ánimo, con todo,
desde la época en que Adán comió el fruto del árbol de la ciencia con la
esperanza de hacerse igual a Dios en la sabiduría, aquel conjunto augusto de
todas las bellezas de la naturaleza, aquel jardín tan delicioso que supo formar
la mano del Criador, ha permanecido siempre oculto para la humanidad con un
velo misterioso. Estaban también abiertas las glorias de María, y una corona de
estrellas colocada sobre su cabeza bendita hacia resplandecer a una Virgen que debía
dar a luz al Supremo Hacedor: una Virgen Madre, Hija y Esposa de un Hijo
divino, la Virgen inmaculada; este misterio de inaudita dulzura, esta
incomparable prerrogativa de inocencia que hace a María el verdadero Edén
inmaculado de la gracia, destinado a recibir al nuevo Adán Jesucristo, era también
un misterio desconocido Dios, que había preparado en la ley de amor este nuevo
paraíso para destruir los efectos del humano orgullo, por una disposición
nueva, le tuvo por algún tiempo oculto, para que el hombre, convencido de su
propia insuficiencia e iluminado después por la fe, pudiese gozar de la extraordinaria
belleza de un misterio que eleva a la criatura humana a una condición más sublime
infinitamente que la de la primitiva inocencia. El Señor, que bajo la humildad
de Jesucristo encubrió la grandeza de un Dios Redentor, ocultó también la
belleza de la Corredentora, á imitación de su aparente humilde condición. Si
depositó en el silencio y en la oscuridad de la noche el más bello de los
misterios de Jesús, en el silencio de los siglos colocó también el misterio de
la belleza de María. Entre las tinieblas de aquella primera noche un ángel voló
a manifestar el gran misterio a las cabañas de unos pocos y escogidos pastores,
y entre las tinieblas de los primeros siglos, alguna luz del hermoso misterio
del Elegido se vió cruzar a manera de ángel de inmaculado candor, desde la
gruta del solitario hasta las catacumbas de los mártires. Por fin, fue dado a
conocer a los hombres y mujeres, a los sacerdotes y los magos, a los reyes y a
los súbditos el Ungido del Señor, pero sin impedir que las generaciones que crecían
con El dejasen de mirarle como el miserable hijo del carpintero José; así se hizo
manifiesta a los santos y santas, a los doctos é indoctos la hermosura de
María, pero sin impedir que las generaciones de muchos siglos la mirasen como
la hija infeliz de Adán. El misterio de la Madre no debía presentarse de distinto
modo que el del Hijo... Eres hermosa, debió decirla en los inmaculados abrazos
de un eterno amor: eres completamente hermosa, pero ocultaré por algún tiempo
tus rayos más puros para hacerte más semejante a mí; yo soy el Dios oculto. Tú
eres toda bella, pero tu belleza, deseada de los pueblos, deberá servir para
consolar en medio de los tiempos los corazones de las generaciones afligidas; también
yo, el deseado de las naciones, compareceré, no al principio, sino hacía el
medio de los siglos. Tú eres completamente bella, pero figurarás por tu humildad,
no sólo en el curso de la vida, sino también en la manifestación del misterio
de tu belleza; yo soy el que voy a formar el reino de los humildes. Tú eres completamente
bella, pero al mismo tiempo quedarás ofuscada, y yo diré a mi Profeta que ponga
en tus labios que yo soy el sol de eterna belleza que te ha puesto pálida, para
hacer conocer mejor que tu candor no es cosa terrena, sino un misterio
celestial. Y yo consignaré el misterio de tu belleza en la Escritura, pero no descubriré
su sentido sino a Pedro; haré correr en la sucesión de los siglos la tradición
de tu inmaculada pureza, pero de modo que no brille con la luz de la fe hasta
el tiempo establecido. Y cuando haya despuntado la aurora bendita, el sucesor
del príncipe de los apóstoles, á presencia de los pastores de la Iglesia, en medio
de la expectación del universo abrirá sus labios, no con las palabras
persuasivas de la humana sabiduría, sino con la doctrina de mi espíritu, como
mi único intérprete sobre la tierra, descorriendo con sus manos el velo que ha
impedido la efusión de tus luminosos rayos, y proclamará el misterio de tu
inmaculada Concepción, tanto más bella, cuanto más misteriosamente ha estado
oculta.
CANTICO
Desatad, Dios mío, si os agrada los vínculos de mi
vida, y descansaré en paz.
Al fin verán mis ojos sin ningún velo la mística
belleza de vuestra Madre.
La belleza que misteriosamente encubristeis a la vista
de las gentes para hacerla brillar con una luz más pura.
La belleza inmaculada que difunde sus rayos para
iluminará las naciones, la belleza de la que forma el consuelo, la alegría y la
gloria de
las naciones.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María, por los siglos de los
siglos. Amén.
ORACION
Si
la divina bondad hubiese hecho sencilla mente resplandecer un solo rayo de
vuestra belleza, oh María! habría sido tan puro y celestial, que bastaría para
atraernos a todos hacia vos; más habiéndoos hecho brillar a manera de sol que
por todas partes difunde sus rayos para bendecir con luz inmaculada e inspirar
purísimos afectos a la redimida humanidad, ¿quién será el que pueda permanecer insensible
sin sentirse irresistiblemente trasportado a los más vivos sentimientos de
gratitud, de reconocimiento y de amor? Y, sin embargo, hay un corazón, ¡oh
María! que tantas veces ha permanecido mudo a las amables invitaciones de
vuestra dulzura; y ese corazón (ruborme causa decirlo), vos lo sabéis demasiado,
ese corazón es el mío. Sal por fin, alma mía, de las tinieblas en que te ha
sepultado tu iniquidad: sal a la luz inmaculada de María, para no volver a caer
en ellas. Yo os amaré, oh Virgen de mi corazón os amaré siempre, os amaré en la
peregrinación sobre la tierra, en
los días de la alegría como en los del dolor: os amaré en los confines de la
vida al cumplirse los años del destierro, y os amaré después en la patria del
cielo, al principiar esa gloria que dura siempre inmutable y sin fin.
Tres
Ave Marías.
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