lunes, 30 de diciembre de 2019

MES DE LA INMACULADA - DIA TREINTA


30.
EL EDEN OCULTO
Abierto el libro de la naturaleza, aunque la tierra en sus bellezas exteriores nos ofrezca contemplaciones bastante sublimes para recrear nos el ánimo, con todo, desde la época en que Adán comió el fruto del árbol de la ciencia con la esperanza de hacerse igual a Dios en la sabiduría, aquel conjunto augusto de todas las bellezas de la naturaleza, aquel jardín tan delicioso que supo formar la mano del Criador, ha permanecido siempre oculto para la humanidad con un velo misterioso. Estaban también abiertas las glorias de María, y una corona de estrellas colocada sobre su cabeza bendita hacia resplandecer a una Virgen que debía dar a luz al Supremo Hacedor: una Virgen Madre, Hija y Esposa de un Hijo divino, la Virgen inmaculada; este misterio de inaudita dulzura, esta incomparable prerrogativa de inocencia que hace a María el verdadero Edén inmaculado de la gracia, destinado a recibir al nuevo Adán Jesucristo, era también un misterio desconocido Dios, que había preparado en la ley de amor este nuevo paraíso para destruir los efectos del humano orgullo, por una disposición nueva, le tuvo por algún tiempo oculto, para que el hombre, convencido de su propia insuficiencia e iluminado después por la fe, pudiese gozar de la extraordinaria belleza de un misterio que eleva a la criatura humana a una condición más sublime infinitamente que la de la primitiva inocencia. El Señor, que bajo la humildad de Jesucristo encubrió la grandeza de un Dios Redentor, ocultó también la belleza de la Corredentora, á imitación de su aparente humilde condición. Si depositó en el silencio y en la oscuridad de la noche el más bello de los misterios de Jesús, en el silencio de los siglos colocó también el misterio de la belleza de María. Entre las tinieblas de aquella primera noche un ángel voló a manifestar el gran misterio a las cabañas de unos pocos y escogidos pastores, y entre las tinieblas de los primeros siglos, alguna luz del hermoso misterio del Elegido se vió cruzar a manera de ángel de inmaculado candor, desde la gruta del solitario hasta las catacumbas de los mártires. Por fin, fue dado a conocer a los hombres y mujeres, a los sacerdotes y los magos, a los reyes y a los súbditos el Ungido del Señor, pero sin impedir que las generaciones que crecían con El dejasen de mirarle como el miserable hijo del carpintero José; así se hizo manifiesta a los santos y santas, a los doctos é indoctos la hermosura de María, pero sin impedir que las generaciones de muchos siglos la mirasen como la hija infeliz de Adán. El misterio de la Madre no debía presentarse de distinto modo que el del Hijo... Eres hermosa, debió decirla en los inmaculados abrazos de un eterno amor: eres completamente hermosa, pero ocultaré por algún tiempo tus rayos más puros para hacerte más semejante a mí; yo soy el Dios oculto. Tú eres toda bella, pero tu belleza, deseada de los pueblos, deberá servir para consolar en medio de los tiempos los corazones de las generaciones afligidas; también yo, el deseado de las naciones, compareceré, no al principio, sino hacía el medio de los siglos. Tú eres completamente bella, pero figurarás por tu humildad, no sólo en el curso de la vida, sino también en la manifestación del misterio de tu belleza; yo soy el que voy a formar el reino de los humildes. Tú eres completamente bella, pero al mismo tiempo quedarás ofuscada, y yo diré a mi Profeta que ponga en tus labios que yo soy el sol de eterna belleza que te ha puesto pálida, para hacer conocer mejor que tu candor no es cosa terrena, sino un misterio celestial. Y yo consignaré el misterio de tu belleza en la Escritura, pero no descubriré su sentido sino a Pedro; haré correr en la sucesión de los siglos la tradición de tu inmaculada pureza, pero de modo que no brille con la luz de la fe hasta el tiempo establecido. Y cuando haya despuntado la aurora bendita, el sucesor del príncipe de los apóstoles, á presencia de los pastores de la Iglesia, en medio de la expectación del universo abrirá sus labios, no con las palabras persuasivas de la humana sabiduría, sino con la doctrina de mi espíritu, como mi único intérprete sobre la tierra, descorriendo con sus manos el velo que ha impedido la efusión de tus luminosos rayos, y proclamará el misterio de tu inmaculada Concepción, tanto más bella, cuanto más misteriosamente ha estado oculta.



CANTICO
Desatad, Dios mío, si os agrada los vínculos de mi vida, y descansaré en paz.
Al fin verán mis ojos sin ningún velo la mística belleza de vuestra Madre.
La belleza que misteriosamente encubristeis a la vista de las gentes para hacerla brillar con una luz más pura.
La belleza inmaculada que difunde sus rayos para iluminará las naciones, la belleza de la que forma el consuelo, la alegría y la gloria de
las naciones.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María, por los siglos de los siglos. Amén.


ORACION
Si la divina bondad hubiese hecho sencilla mente resplandecer un solo rayo de vuestra belleza, oh María! habría sido tan puro y celestial, que bastaría para atraernos a todos hacia vos; más habiéndoos hecho brillar a manera de sol que por todas partes difunde sus rayos para bendecir con luz inmaculada e inspirar purísimos afectos a la redimida humanidad, ¿quién será el que pueda permanecer insensible sin sentirse irresistiblemente trasportado a los más vivos sentimientos de gratitud, de reconocimiento y de amor? Y, sin embargo, hay un corazón, ¡oh María! que tantas veces ha permanecido mudo a las amables invitaciones de vuestra dulzura; y ese corazón (ruborme causa decirlo), vos lo sabéis demasiado, ese corazón es el mío. Sal por fin, alma mía, de las tinieblas en que te ha sepultado tu iniquidad: sal a la luz inmaculada de María, para no volver a caer en ellas. Yo os amaré, oh Virgen de mi corazón os amaré siempre, os amaré en la peregrinación sobre la tierra, en los días de la alegría como en los del dolor: os amaré en los confines de la vida al cumplirse los años del destierro, y os amaré después en la patria del cielo, al principiar esa gloria que dura siempre inmutable y sin fin.
Tres Ave Marías.




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