miércoles, 1 de enero de 2020

EJERCICIO DE LAS MIL AVES MARÍAS



ESPIRITUAL PREPARACIÓN AL SANTÍSIMO PARTO DE MARÍA SANTÍSIMA, Y AL NACIMIENTO DEL NIÑO JESÚS


AL DEVOTO LECTOR
Celebrando nuestra Santa Madre la Iglesia todos los años el sagrado Adviento, para preparación a la gran fiesta del Nacimiento del Señor, debe todo fiel cristiano en dicho tiempo ejercitarse, más que nunca, en los actos de una tierna y sencilla devoción, para disponerse a recibir aquella abundancia de gracias, que suele conceder a sus especiales devotos el Niño Jesús. Por tanto, habiéndome venido a las manos los ejercicios de devoción que solía ejercitar en tal tiempo la gran sierva del Señor, Santa Catalina de Bolonia, del orden de Santa Clara: él cuerpo de la cual, en testimonio de su gran santidad, después de pasados tantos tiempos, se venera entero y libre de corrupción en la misma ciudad de Bolonia; he juzgado hacerlos imprimir, para el mayor provecho espiritual: rogando a todo fiel cristiano a cuyas manos llegue esta breve instrucción y practicarla con cordial devoción y afecto, de hacerla practicar a sus parientes, amigos y conocidos, exhortando especialmente a las cabezas, no solo de las familias y caías privadas, pero también de las públicas, como congregaciones, oratorios, escuelas y maestranzas, para que las escriban y enseñen a los súbditos y dependientes , que recibirán gracias señaladísimas del sacrosanto Niño, de su Madre santísima y del gran Patriarca san José. Y porque el Adviento no siempre comienza en un mimo día, se empezará el día de san Andrés, que es a 30 de noviembre, y así durará 5 días, que a cuarenta Ave Marías al día cumplen el número de mil, hasta la noche del santo Nacimiento. Cada día se rezarán con devoción 4o Ave Marías, interpoladas con las bendiciones que van después del ofrecimiento preparatorio.



OFRECIMIENTO PREPARATORIO
Yo os ofrezco, Virgen Purísima, estas cuarenta Ave Marías: y otras tantas bendiciones con que voy a saludaros con intención de ganar las muchas indulgencias que en ellas hay concedidas: haced Señora, que salgan de un corazón contrito y fervoroso, para que mi oración suba con olor de suavidad hasta al trono de gloria en que estáis exaltada: aceptadlas en memoria de la dicha que os cupo cuando fuisteis elegida en Madre del Verbo Eterno, de la alegría con que le visteis nacido, del gozo con que le estrechasteis en vuestros soberanos brazos, y de la ternura con que le alimentasteis con vuestra leche sagrada. Hacedme participante de aquellos vivos deseos con que esperabais Vos su nacimiento, y alcanzadme que preparando mi alma para recibirle con pureza, merezca celebrar su venida, y alabarle con los Ángeles en el pesebre. Amen.


En la primera decena, al fin de cada Ave María, con afecto cordialísimo juntará las siguientes palabras:

Bendita sea, Oh María, la hora en la cual fuisteis consagrada Madre de Dios.

Al fin de cada Ave Alaria de la segunda decena, se dirá:

Bendita sea, Oh María, la hora en la cual paristeis al hijo de Dios.

Al fin de cada Ave María de la tercera decena, se dirá:

Bendita sea, Oh María, aquel primer abrazo que disteis al Niño Jesús Hijo de Dios.

Al fin de cada Ave María de la cuarta decena, se dirá:

Bendita sea, oh María, la primera gota de leche que de vuestro purísimo y virginal pecho mamó el Hijo de Dios.

Se concluye este ejercicio, diciendo al fin de las cuarenta Ave Marías de cada día la oración siguiente:


Misericordiosísima Virgen María, piadosísima abogada de los pecadores: firmísima esperanza de nuestra eterna felicidad, ayudadnos, Madre clementísima, á rogar al Omnipotente Señor por la paz y concordia entre los príncipes cristianos, extirpación de las herejías, conversión de todos los pecadores, salud y prosperidad de nuestros católicos Monarcas, la Real Familia, y sucesos felices del Estado, pero con especialidad por las necesidades, exaltación, y fines piadosos de nuestra santa Madre la Iglesia. Oíd, Padre amorosísimo, nuestras súplicas, y concedednos estas gracias, particularmente la de adoraros eternamente en la gloria, por los ruegos de María, y por los méritos de tu unigénito hijo y Señor nuestro Jesucristo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amen.

Llegada la vigilia del santo Nacimiento, al anochecer, después de tocada la Ave María, o cuando se da principio a tocar a Misa, se rezará la primera parte del Rosario de los misterios gozosos; inmediatamente se ofrecerán a la Virgen Santísima las mil rezadas Ave Marías, y las mil celebradas bendiciones, suplicándole, que, con su autoridad de Madre del nacido Niño, nos alcance, en recompensa de mil, dos solas bendiciones, una en vida , y otra en muerte: la primera para que nos sea dada la gracia de verdaderamente arrepentimos, y la segunda de felizmente salvarnos.


ORACIÓN PARA OFRECER A LA VIRGEN SANTÍSIMA LAS MIL AVE MARÍAS REZADAS EN PREPARACIÓN A SU PARTO SANTÍSIMO
Poderosísima Reina de los ángeles, dignísima Madre de Dios, y mi dulcísima y Benignísima Señora, y digna criatura, humildemente postrada a vuestros santísimos pies, os ruego, que os dignéis recibir de mi pobre pecador, estos cinco misterios gozosos de vuestro santísimo Rosario, que os ofrezco, y juntamente las mil Ave Marías de mí indignamente rezadas, y otras tantas celebradas bendiciones, rogándoos, clementísima Señora mía, por aquella autoridad de Madre del nacido Niño, me alcancéis, en recompensa de mil, dos solas bendiciones: la primera en vida, consiguiéndome gracia de un verdadero arrepentimiento, y la segunda en la muerte, intercediendo por mi eterna salvación. Amen.



COPLAS
AL SAGRADO NACIMIENTO DE JESUS

Tiernecito Infante,
mi Jesús, mi bien,
más suave y dulce
que pan de miel.

Te veo entre pajas
nacido, o gran Rey!
y a tu lado puesto
un asno y un buey.

En un portal pobre
tienes tu dosel,
y allí los Pastores
te besan los pies.

Su visita admites,
sus dones también,
mostrándote grato
á su sencillez.

Con esto Dios mío,
nos das a entender
que a fuerza de humildes
hemos de vencer.

Qué valen riquezas
de este mundo infiel?
Por lodo y estiércol
las reputaré.

Solo de virtudes
enriquéceme:
que de otras grandezas
no quiero entender.

Quién pudiera verte,
¿Dios mío, y mi bien?
Cuando vendrá el día
que te pueda ver?

De amores fallezco,
tan fino seré que
todo a tu gusto
me convertiré.

De mí, di, que quieres,
pide, y te daré,
que estaré más rico
cuanto más te dé.

Yo dueño querido
ciertamente sé,
que, si á ti te tengo,
todo lo tendré.

En tu amor absorto,
qué más te diré?
Con el corazón
solo te hablaré.

La vida bien mío,
y el alma también,
uno y otro ofrezco
gustoso a tus pies.

O Niño gracioso
Jesús, sálvame;
Cual niña del ojo,
siempre guárdame.

De mí no te ausentes,
pues sin ti, ¿qué haré?
Y cuando te ausentes
en pos llévame.

Con tus dulces ojos
Jesús, mírame;
que solo con eso
me consolaré.

Haz que llegue a verte,
trasladándome,
del mundo a la gloria,
para siempre amen.





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