EJERCICIO DEVOTO EN HONOR DE LA SAGRADA
FAMILIA PARA EL PRIMER DÍA DEL MES
ACTO DE CONTRICIÓN
Padre
Eterno, Padre clementísimo, Señor Dios de las misericordias, Dios piadoso, Dios
benigno, Dios de todo consuelo, Dios único refugio de los grandes pecadores:
yo, el mayor de todos, vengo a Ti, me postro en tu divina presencia, y con todo
el vigor de mi espíritu, confieso delante de tu Majestad mis ingratitudes, mis
iniquidades y mis abominaciones. Señor mío y Dios mío, no soy digno de llamarme
ni aun criatura tuya. Tú, Dios omnipotente, me sacaste de la nada, y me
escogiste entre infinitas criaturas que te hubieran servido mejor que yo. Tú,
gran Dios, has multiplicado esta bondad conservándome la vida en todos los
instantes en que me he atrevido a pecar delante del cielo y de la tierra. Tú,
Dios misericordioso, me has sufrido, me has tolerado en este último mes, sin
embargo de que, ingrato, he demarcado quizá todos mis días con algún crimen;
confieso, Dios benignísimo, que en todas sus horas y en todos sus instantes he
sido acaso infiel a mis promesas, he quebrantado mis propósitos, y que, lejos
de llorar y hacer penitencia de mis antiguas iniquidades, he añadido un pecado
a otro pecado, y he puesto delito sobre delito. ¿Qué penitencia será bastante
para lavar y purificar tantos y tan monstruosos crímenes? Ninguna, Dios y Señor
mío. Para satisfacerte y evitar mi perdición, no tengo otro refugio ni otra
esperanza que la de postrarme ante el Trono de tu misericordia, suplicarte que
me concedas la gracia de un verdadero dolor de mis culpas, y protestarte
delante de tus ángeles y de los hombres que me pesa y que me arrepiento de
haberte ofendido, que les tengo y les tendré un odio implacable a mis pecados,
y que quisiera deshacerlos, sacrificando en tu honor mil vidas que tuviera.
Padre Eterno, escucha mis clamores: no me arrojes de tu presencia, no retires
de mí tu divino Espíritu, aparta tu santo rostro de mis iniquidades, vuelve a
mí tus ojos de piedad, no veas al hombre pecador, mira el rostro ensangrentado
de tu Hijo Jesús, mira todo el mérito de su Madre María, atiende a los
servicios de su esposo José, y por su piadosa intercesión, vivifícame,
restituyeme a tu gracia, y pon a tus espaldas todas mis iniquidades; fortalece
mi fragilidad, sofoca mis pasiones, arranca mis vicios, concédeme la paz del
corazón, el gusto de la observancia de tu ley santa, el sufrimiento en los
trabajos, la conformidad con tu divina voluntad, la abnegación de mí mismo, y
la perseverancia final, para gozarte por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN
Sagradas
personas de Jesús, María y José, nombres dulcísimos sin cuya intercesión no se
puede conseguir la salud: rogad por mí, suplicadle al Padre de las
misericordias que me perdone todos los pecados que he cometido en este último
mes. Jesús amorosísimo, manifiesta al Eterno Padre tus cinco llagas, y pídele
que no se pierda en mí el fruto de la perfecta satisfacción que con ellas le
diste. Virgen Santísima, por las entrañas sagradas que encerraron al mismo Hijo
de Dios, y por los pechos virginales que alimentaron a tu Hijo Jesús, te suplico
que ruegues por mí y que me alcances el perdón de mis culpas. Gloriosísimo
señor San José, que fuiste exaltado a la dignidad de ejercer en la tierra las
funciones del Padre Eterno respecto de Jesús, y las del Espíritu Santo respecto
de María: intercede por mí, ruega por mí, y dispénsame tu poderosa protección.
Jesús, María y José, nunca se ha oído que quede desamparado quien implora
vuestra clemencia; abrid, pues, para mí las entrañas de vuestra misericordia;
no permitáis que sea yo confundido; interceded para que se borren mis
iniquidades, y alcanzadme un perfecto dolor de ellas, para que en el presente
mes no os diguste con mis infidelidades y reincidencias, sino que os ame, os
sirva, os adore, os bendiga y os alabe por los siglos de los siglos. Amén.
Jesús,
José y María, yo os doy mi corazón y el alma mía.
Hacer
la petición.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús! ¡Oh María! ¡Oh José! ¡Oh Madre amabilísima de Dios Hombre! ¡Oh José,
padre de Jesús y esposo de María! ¿A qué poder más grande que el vuestro podré
recurrir para alcanzar las gracias espirituales y temporales que necesito en
este mes? Vosotros estáis interesados en el bien de los hombres, los amáis con
un amor sumo y perfecto, y deseáis su completa felicidad. Jesús, María y José:
según los decretos del Altísimo, estáis constituidos para ser los protectores,
los abogados, los defensores, los ministros, los únicos y seguros conductos por
donde se nos dispensan sus bondades. El Dios grande e infinito no quiere
franquearlas por otras manos, y se complace y tiene verdadera satisfacción en
que todos las impetremos por la mediación vuestra. ¿Qué otro patrocinio, pues,
debo ni puedo buscar sino el vuestro? No, no queda en mí libertad para
solicitar otros abogados. Jesús, María y José: con todo gusto me veo necesitado
a recurrir a vuestra protección. Si volvéis a mí vuestro piadoso rostro, con
sólo esta gracia vendrán a mí todas las que necesito en este mes; con vuestro
auxilio dominaré mis pasiones, triunfaré de mí mismo, me apartaré de lo malo y
practicaré lo bueno, buscaré la paz, y la hallaré, y entonces mi alma, mi
corazón, mis potencias y sentidos, serán dignos de vuestras bondades. ¡Oh
Jesús! ¡Oh María! ¡Oh José! Deseo transformarme en Vos, deseo no tener más
corazón que para amaros, y no deseo otro espíritu sino el mayor para serviros.
¡Oh Dios todopoderoso! Usad conmigo de misericordia; haced que muera, que se
aniquile en mí todo el amor propio, toda la inclinación a los vicios y todo el
afecto a las criaturas, para que no haya en mí otro amor que el de Jesús, María
y José, y para que, en todas las horas del presente mes, mis palabras, mis
obras y hasta mis últimos pensamientos, sean en Jesús, por Jesús y para Jesús.
¡Oh sagrada e incomparable Familia! ¿Qué cosa podréis pedir al Altísimo, que no
se os conceda? Vosotros sois los plenipotenciarios del cielo. Una súplica
vuestra impele al Padre Eterno, como que le obliga y pone en necesidad de
otorgar vuestras peticiones. Jesús divino, Tú eres el primer Pontífice
constituido para ser abogado de todos los hombres. Tú, María Santísima, fuiste
creada para ser Madre de Dios y de los pecadores. A ti, glorioso señor San
José, encomendándosete el cuidado de Jesús y de María, se te encargó en esto
mismo la protección del género humano. Desempeñad estos honrosos y amorosos
oficios protegiendo a toda la congregación de la Iglesia santa; atended a sus
necesidades actuales, escuchad sus clamores, defendedla de sus enemigos, y
conservad pura y sin mancha nuestra santa Religión. Proteged también e iluminad
y fortaleced, a todos los jefes de Estado. ¡Oh Jesús! ¡Oh María! ¡Oh José!
Amparad a todos los que en este mes imploren vuestros dulcísimos nombres,
confortadlos en vuestro servicio, para que os bendigan y os amen en la tierra,
y después os gocen y alaben por toda la eternidad en el cielo. Amén.
JACULATORIAS
Jesús amorosísimo, bendito seas, alabado,
ensalzado y glorificado, porque te quedaste en el Santísimo Sacramento del
Altar por nuestro amor.
Virgen purísima, en Ti sea bendito,
alabado, ensalzado y glorificado el Santísimo Sacramento del Altar, porque
aquel Cuerpo y aquella Sangre los formó el Espíritu Santo en tus virginales
entrañas.
José gloriosísimo, en ti sea bendito,
alabado, ensalzado y glorificado el Santísimo Sacramento del Altar, porque
cargaste en tus brazos y alimentaste con el sudor de tu rostro aquel Cuerpo y
aquella Sangre que nos sustenta y fortalece.
ORACIÓN AL DULCE NOMBRE DEL SEÑOR SAN JOSÉ
Patriarca
fidelísimo José, abogado fidelísimo de los mortales, José santo, José justo,
José inocente, José bienaventurado: ¡quién pudiera tener siempre en la boca tu
santo nombre y no despedir un solo aliento, una respiración, sino acompañada de
tu nombre santísimo! ¡Quién pudiera nombrar siempre a José con aquel respeto,
con aquel puro amor y con aquella gracia con que lo pronunciaba María
Santísima, su esposa! Acuérdate José mío, de aquella prontitud con que acudías
a ver a tu esposa cuando te llamaba, y date prisa a acudir a mi mayor necesidad
en la hora de la muerte para que, ahuyentando al demonio, despida yo el último
aliento envuelto en tu nombre y en el nombre de Jesús y de María.
ORACIÓN A LA DIVINA PROVIDENCIA
¡Tuyo
soy, oh Dios mío, tuyo soy! Yo me arrojo a tus brazos; dispón de mí según tu
voluntad. Haz de mí todo aquello que quieras; los sucesos y lances de mi vida
quiero que todos corran por tu cuenta. Si es de tu agrado enviarme
prosperidades, yo los recibiré agradecido, y usaré de ellas como de unos dones
venidos de tus manos; si prefieres que pase mis días y mis noches en la
amargura de la adversidad, enhorabuena, yo te bendeciré porque así me visitas.
Si me concedes ser estimado de los hombres, yo te daré gracias porque has
conservado mi honor, cubriendo mis flaquezas; si, por el contrario, dispones
que ellos me aborrezcan, yo te ensalzaré por la dicha que me otorgas de
parecerme a tu santísimo Hijo, a quien profesó el mundo un odio cruel. ¿Qué
temeré yo por nada ni de nadie si Tú eres mi ayuda? ¿Ni cómo podrá asustarme la
presencia del mal, estando mi corazón lleno de Ti, que eres el sumo bien? Mas
no sólo deseo conformarme con lo que quieras, sino acostumbrarme también a no
considerar a las criaturas sino como unos instrumentos de tus disposiciones,
Así, yo, lejos de pretender algún mal a los que me dañan, los recomiendo a tu
piedad y los perdono. No quiero que haya en mi alma un solo afecto que pueda
disgustarte, ni un solo pensamiento que desdiga de la dichosa convicción en que
estoy de que debo descansar con toda confianza en tu divina Providencia. Amén.
Tu divina Providencia
Se extiende a cada momento,
Para que nunca nos falte
Casa, vestido y sustento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario