DIA DIEZ Y SEIS DE CADA MES
DEDICADO AL CULTO Y OBSEQUIO DE
SAN ROQUE DE MONTPELLIER
Especial
Abogado contra todo género da peste y enfermedad contagiosa.
En que se incluyen Actos de diferentes
virtudes.
A DEVOCION
de
las muy Reverendas Madres Carmelitas del Convento de nuestra Señora de la
Soledad de la Puebla.
Con Licencia: impreso en la Imprenta de D.
Pedro de la Rosa año de 1810.
El
Ilmo. Sr. Dr. D. Manuel Ignacio González del Campillo, dignísimo Obispo de esta
Diócesis de la Puebla de los Ángeles, concede cuarenta días de Indulgencia por
cada Padre nuestro o Ave María, y otras tantas por cada Oración o Jaculatoria
de tas contenidas en esta devoción, como consta de su decreto de tres de mayo
de mil ochocientos diez.
ORACION PREPARATORIA
Eterno
Dios é infinito en todas las perfecciones, yo criatura vuestra indignísima, postrado
humildemente ante el trono de vuestra soberana grandeza, os adoro, y reverenció
con respeto el más profundo como a mi Padre y Señor, Criador universal, y único
dispensador de la gracia y de la gloria y quisiera adoraros en la forma más perfecta
en que lo han verificado todos los Justos de la tierra y Cortesanos del Cielo.
Yo os doy infinitas gracias por los innumerables beneficios que me habéis
hecho, y especialmente porque me habéis dado el ser que tengo, formándome de la
nada, dándome un ser racional, y haciéndome a vuestra imagen; porque me habéis conservado
hasta el momento presente; porque me habéis redimido; y porque me hicisteis miembro
de la Católica Iglesia; por haberme concedido espacio de penitencia y gracias
abundantísimas para obran mi conversión y entablar mi nueva vida. Creo firmísimamente
todo lo que habéis revelado, y la iglesia me propone; y en esta fé quiero vivir
y morir. De vos espero todos los bienes de naturaleza y gracia, que me han de
ser necesarios para conoceros, amaros y serviros todo el tiempo, de mi vida,
sin interrupción alguna y con mayor perfección. De vos espero la Gloria, no
confiado en mis obras, sino en los méritos de vuestro Hijo Santísimo, mi adorable
Redentor. Os amo, Bien infinito, con todo mi corazón, con amor de preferencia
sobre todo lo que yo amo y puedo amar en mi vida, y mucho más que a mí mismo. Quisiera
haberos amado desde que comenzó a ser con un amor intensísimo como vos lo
merecéis; reunir en sola mi alma la facultad para amaros que vos habéis repartido
en todas las criaturas, y producir por mí mismo todos los actos de amor que ellas
os han tributado en los Cielos y en la tierra. Es cierto que os ofendí infinitas
ocasiones y de diversas maneras; es cierto que he sido ingrato a los muchos
beneficios que he recibido de vos; pero también es constante, que, ayudado de
la gracia por vuestra misericordia, reconozco ya mis yerros, detesto mi ingratitud,
y abominando mis culpas digo con toda mi alma, qué me pesa haber pecado solo
por ser vos quien sois. Ofrezco en satisfacción de mis culpas y pecados mi
vida, obras y trabajos, juntamente con
los méritos de mi amado Salvador; y propongo firmemente no volver más a
ofenderos temiendo de mi flaqueza, pero con gran confianza de vuestra
misericordia, que me hará perseverar, franqueándome a manos llenas los auxilios
de la gracia. Por ella, pero, Señor, antes morir que pecar, evitar las
ocasiones funestas a mi flaqueza, confesarme con esmero y cumplir da penitencia;
restituir lo que debiere; satisfacer por mis culpas cuanto me fuere posible;
cumplir las obligaciones de cristiano, y de mi estado; y perseverar en vuestro
santo servicio todo el tiempo de mi vida, procurando mejorarlo. Amén.
ORACION AL SANTO
Glorioso
Confesor de Jesucristo, Roque Santísimo, fruto de las Oraciones de tus
virtuosos Padres, dádiva preciosa de los Cielos a la tierra, mediante la
intercesión de la Soberana Virgen y Madre de nuestro Dios: yo te saludo, te
reconozco y confieso por especial Abogado contra todas las dolencias, contra la
peste y enfermedad contagiosa. Tú, Santo mío, abandonaste tu patria para ser
desconocido; despreciaste las riquezas, y amante de la pobreza y de las
humillaciones, coronaste estas virtudes coa la Caridad heroica que te compulsó
a servir en pestes asoladoras con peligro de tu vida en los mismos Hospitales, infectos
al contagio. La peste en ellos cedía a tus oraciones, cesaba con tu presencia,
y parece andaba huyendo de tu sagrada personaren las
diversas regiones por donde peregrinaste, Si tus ruegos en la tierra tenían tanta
eficacia, tu intercesión en el Cielo es mucho más poderosa; y por tanto, te
suplico con la mayor confianza, que nos libres para siempre, si es del agrado
de Dios, de la muerte repentina, de enfermedad contagiosa, de toda clase de
peste, y de todas las dolencias que la Majestad Divina nos ordenare, como
medios para que nuestros espíritus adelanten más y más en la perfección cristiana.
Especialmente, te pido con todo encarecimiento, que nos libres de la peste que
enferma o mata las almas; de toda culpa mortal, de los pecados veniales, de los
hábitos viciosos, de la inclinación al mal, de las pasiones funestas a nuestra
debilidad, de la tibieza y pereza en el servicio, de Dios, de ocasiones
peligrosas, del influjo poderoso de los perversos ejemplos de este siglo
corrompido, de todas las sugestiones del enemigo común, como de las ilusiones y
preocupaciones humanas sobre el verdadero espíritu e inteligencia perfecta de
la Ley de Jesucristo. Alcánzanos del Señor el perdón de
nuestras culpas, la gracia santificante, su aumento y su perfección; auxilios
eficacísimos para vencer los obstáculos que nuestra debilidad encuentra
frecuentemente en el servicio de Dios, y también la imitación de tus virtudes
heroicas para ser devotos tuyos en la forma que se debe, la paz tan apetecida,
y todos aquellos bienes de naturaleza y gracia que conducen á la gloria. Amén.
Se
rezan tres padres nuestros, aves marías y glorias a la Santísima Trinidad, y de
da fin con la jaculatoria y oración siguientes:
L/: Ruega por nosotros bienaventurado
Roque
R/: Para que seamos dignos
de las promesas de Jesucristo.
ORACIÓN
¡Oh
Dios! que prometiste at bienaventurado Roque, por medio de tu Ángel que le condujo
una tabla, en la que se afianzaba tu promesa, de que aquel qué le
invocase no sería dañado por el azoté de la peste, rogamos nos concedas que todos
los que renovamos tu memoria seamos libres de la peste mortífera de alma y
cuerpo: por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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