miércoles, 26 de febrero de 2020

EJERCICIO DOLOROSO AL NACIMIENTO DE CRISTO


LA TORTOLILLA TRISTE
LA PALOMA MÁS CÁNDIDA GIMIENDO Y CANTANDO EN LAS CONCAVIDADES DE LA GRUTA DE BELÉN.
DOLORES TIERNOS DE MARÍA SANTÍSIMA, MIRANDO A SU DULCE JESÚS EN UN PESEBRE HUMILDE Y DESECHADO

Por el Pbro. Dr. D. Juan Antonio Pérez de Espinoza, Fundador y Prepósito de la Congregación de San Felipe Neri de la Ciudad de Málaga y de la Villa de San Miguel el Grande.
Reimpresa en México, año de 1774.


MEDITACIÓN I.
¡Oh Tortolilla triste, que, en las concavidades de la Cueva de Belén, de ante mano sentiste y lloraste con tiernos suspiros la Pasión de tu Jesús amado! ¡Qué alegría ocuparía tu Corazón y tu alma cuando viste delante de tus ojos al hermosísimo, y agradable rostro de Jesús, que tanto desearon ver los Patriarcas y Profetas antiguos! ¡Que ternuras le dirías al que siendo inmortal vestido de tosco sayal de nuestra carne! Mas o que lágrimas y suspiros darías de lo íntimo de tu pecho al atender, que aquel hermoso rostro había de ser obscurecido y afeado con terribles golpes, bofetadas y salivas inmundas. Es posible, dirías, que ha de haber criaturas tan ingratas, que a tu vista te ofendan y ultrajen tu cara. ¡ Oh mi bien! ¡Oh mi niño! ¡Oh mi cielo! ¡Oh mi Jesús! ¿Quién así te baldona? ¿Quién al verte o te ama?

DEPRECACIÓN
Pues así quisiste Señor, ofrecer tu rostro a las salivas, tus nacaradas mejillas a las bofetadas y golpes, tu cabello hermoso a ser repelado de aquellos tigres fieros, y te ofreciste desde el punto del nacer, y aun desde tu animación, por mí, haz que no te ofenda, ni te ultraje en tu presencia, aun con la más leve culpa, y adoren tu paciente amor, y todas las criaturas angelicales y humanas, veneren y amen tu apacible rostro por todas las eternidades. Amén.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.





MEDITACIÓN II.
¡Oh Cítara suavísima! Que al entonar la capilla angélica: Gloria in excelsis Deo. Resonaste con dulce armonía dando gracias a tu dulce amante Jesús, por todo el linaje humano, siendo tu voz la más agradable a sus oídos. Mas y que breve se convirtió su amorosa cítara en amargo llanto, haciendo eco en su pecho las horrorosas voces, desprecios y clamores de aquel ingrato pueblo, que había de clamar: crucifícale, crucifícale, quítale de nuestra vista, reo es y digno de muerte. ¡Oh sacrílegas lenguas! ¿la muerte queréis dar a quien viene a daros la vida? Oh como entre gemidos y sollozos convidarías a los santos ángeles, para que, en contraposición de tantas blasfemias, le cantasen: ¡Santo, Santo, Santo! Sea a vos, Oh Verbo humanado, eterna adoración y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

DEPRECACIÓN
Así como te dignaste Señor, de nacer desconocido en un portal humilde, aunque adorado de los Ángeles y te sujetase a ser con clamores condenado a muerte cruel, concédenos benigno el que, imitando tu humildad, amemos los desprecios y pisemos el fausto y estimación mundana, y cerrando los oídos a los silbos de la antigua serpiente, solo oigamos tus divinas inspiraciones y demos a tu Majestad eternas alabanzas en unión de los espíritus angélicos y justos de la tierra. Amén.






MEDITACIÓN III.
¡Oh Paloma sin hiel candidísima y suave, que entre dulces gorjeos y coloquios, llegaste a aplicar esos labios de nácar a las tiernas mejillas y lirios agraciados de la boca de tu niño hermoso! ¡Que dulzuras tan raras causaría en tu interior aquel ósculo suave! ¡Como enlazaría en amores las dos benditas almas! Cuan fina y amorosa aplicaste a tus pechos aquel cordero sacro, regalando con el néctar y leche suavísima, que entre dulces arrullos muy gustoso mamaba, mas aquellas delicias en acíbar trocadas las veía tu vivo amor, cuando considerabas el ósculo de Judas, y aquella hiel amarga, que le daría en la Cruz la perfidia judaica. ¡Oh cruel y amargo cáliz! ¡Oh traidor inhumano! (exclamarías herida) ¡Oh culpa, culpa amarga, que a este tierno niño tanta amargura causas! Mis lágrimas, suspiros, mi amargo y tierno llanto, endulzarán tus penas ¡Oh mi Jesús amado!

DEPRECACIÓN
¡Oh suavísimo bien de mi alma! Por la leche purísima y pechos que mamaste de vuestra Madre pura, perdonad mis defectos, no merezco tus labios hermosísimo niño, dadme tus pies sagrados, a tus plantas aplico mi boca y pecho helado, corrido estoy de verme tan duro y tan ingrato. Peor eh sido que Judas, pues tantas te eh entregado cuantas veces te eh ofendido y repito el pecado, ¡Oh mi bien! ¡Oh mi niño! ¡Oh Jesús agraciado! Oiga yo de tu boca como la Magdalena: tus pecados están perdonados. Amén.







MEDITACIÓN IV.
¡Oh Corderita tierna, que al manso cordero diste a luz sin dolor, sin lesión de tu virginal pureza! ¡Que gozo sería el que sentiste cuando obsequiosa y fiel besaste las manecitas tiernas de tu Benditísimo Hijo, hechas a torno por lo perfecto y llenas de jacintos por lo liberal y hermoso! Como aplicarías tus labios a sus piececitos helados, y los entrarías en tu pecho, pues apenas alcanzarían a cubrirlos las mantillas pobres y cortas, pues aun al mismo tiempo se ofrecían a tu mente aquellos clavos duros, que habían de traspasar sus liberales manos y sagrados pies, que tantos pasos dieron para nuestro bien y remedios en busca de las errantes ovejuelas.  ¡Oh como exclamarías! ¡Oh bellos pies dirías (de dolor traspasada) que eh de ver heridos con una dura escarpia! ¡manos hermosas, ay, que os veo rubricadas al cincel de los hierros con carmesí sagrado de tu Preciosa Sangre! ¿los yerros son del hombre, y tu Señor, los pagas? Beso tus santos pes y tus preciosas manos.

DEPRECACIÓN
Regad, ojos, los pies de vuestro Niño amante, ensayaos a sentir la pena tan tirana que ocasionó la culpa a las divinas manos, sirvan Señor, de concha, tus palmas agraciadas a las perlas que vierte tu dolorosa Madre. Ofrécelas Señora, a tu Eterno Padre, trasladad a mi pecho aquestos duros clavos, sienta Jesús, mis yerros y llore mis pecados, endereza mis pasos por esos pies sagrados, tus manos me ayuden, pues ellas me formaron. ¡Oh mi Jesús Divino! Adoro, beso, y amo los afectos que miro en vuestros pies y manos, adoro y reverencio esas sacratísimas llagas, que ya lloro, harán los duros clavos. Amén.









MEDITACIÓN V.
¡Oh esposa la mas bella del amante de las almas, presa de sus amores y en ellos anegada! Oh que ansiosa y solicita en las mantillas afeadas y pañalitos limpios que bordo de flores tu cariño, envolviste al que viste los cielos de bellezas, y la tierra de rosas y hermosura, ligando y fajando con gran reverencia al Omnipotente y Soberano Rey. ¡Que regocijos tan tiernos inundarían tu Corazón y tu alma, apretando en tus brazos al que el cielo no abraza! Pero tantas ternuras y caricias amantes en penas y gemidos se volvían al instante, al contemplar como los lobos fieros le ligarían inhumanos, rompiéndoles sus carnes y atado a la columna en casa de Pilatos, desgarrarían su cuerpo inmaculado, y quitada la túnica tejida de su mano, le vestirían por burla la púrpura de grana como fingido rey ¡Que diferente trato, del que tú Madre tierna, cariñosa, le dabas! ¡Oh! Alaben las criaturas todas tan supremo monarca.

DEPRECACIÓN
¡Oh Rey, Señor y Dueño! ¡Oh Majestad increada! ¡Quien Señor, no te adora! ¡Quien mi Jesús, no te ama! Las telas de mi pecho te ofrezco por abrigo, mi corazón por cuna y por descanso. Haz en el tu mansión, por tu pobreza suma viste mi alma de gracia, suplan mis deseos el esmero amoroso que en que te envolvió tu bendita y santa Madre. Prepara oh Reina mía, mi corazón para recibir a tan amable huésped. Poderosa eres, benigna eres, mi alma, mi vida, sentidos y potencias a tu bondad consagro, haz en mi como cosa tuya. Amén.









MEDITACIÓN VI.
Candidísima Azucena sobre quien descansó el Espíritu de Dios, escala refulgente en donde estribó y descansó el Verbo Divino, ya hecho hombre, quien podrá alcanzar el gozo que tuviste cuando elevaste a tu dulce Niño del pesebre duro, y reposó en tus brazos y le abrigaste estando tiritando de frío, hallándole mas gustoso en tu seno, que aun en los mismos cielos, aquí sí, que si gustarías aquel panal dulce lleno de suavidades. Pero, ay Señora mía, ese florido ramillete, que tu vista regala, será acequio de mirra, que amargura tus gustos, cuando Señora, de tus brazos amantes pase a los de un duro leño, coronado de flores, más después de espinas y cambrones. En sus brazos María, los de la Cruz miraba, y así el descanso del Niño era para su Madre, cuchillo penetrante.

DEPRECACIÓN
¡Oh mi bien! Oh mi amor crucificado desde el nacer hasta el morir, todo fue Cruz para ti, y sangriento cuchillo para tu bendita madre. Haz que yo me abrace en tu Cruz de Corazón. Y tu dolorosa crucificada Señora, imprime en mi corazón tus penas, estas sea el empleo de mi vida, y tus dolores, tierno escudo y defensa en mi última agonía, y que se logre en mi y en todos, el fruto copioso de la redención y Sangre de tu bendito Hijo. Amén.









MEDITACIÓN VII.
Madre intacta del Hijo Unigénito del Padre, que extáticos delirios sobrevendrían a tu alma, viendo a aquel dulce sueño del pastorcito tierno, que es siempre vigilante. Dormidito le veías entre el heno y las pajas, advirtiendo en su apacible rostro y mejillas de grana, las lágrimas tiernas, cual perlas engastadas, que sus ojos vertieron entre el cierzo y escarcha, a impulsos del amor que tenías a nuestras almas, reposaba entre tanto y tu afecto velaba. No despertéis mi Niño, dirías, almas enamoradas dejadle dormir. ¡Oh preciosas Zagalas! Pero, oh Madre, cuanto gozosa afligida, pues contempláis tierna, en el sueño de la muerte y el sepulcro en la cuna. Con tus tiernas lágrimas regabas sus mejillas e interrumpidas, su sueño, con los gemidos de tu alma. Oh Vida de mi vida, dirías enamorada, centro de mis delicias. Hijo de mis entrañas, que me he de ver sin ti, sola y desconsolada, teniendo en mis brazos, envuelto en la mortaja, que te eh dar al sepulcro, quedándome sin alma, ¡Ay que dolor! ¡Ay qué pena! ¡Que congoja tan amarga! Así gemía María en su mente elevada, sintiendo los dolores de la pasión sagrada.

DEPRECACIÓN
¡Oh mi Jesús querido! ¡Oh mi Jesús amado! Adorante los Ángeles, los hombres te alaben, la tierra y las plantas, pues quisisteis nacer por almas tan ingratas. ¡Oh mutación tan rara! ¡El Inmortal, mortal! ¡El Inmenso abreviado! ¡Todo un Dios, tierno Niño! ¡Llorando, la alegría! ¡Tiritando de frío, el fuego soberano! ¡Que extremos tan distantes supo alcanzar amor! ¡Oh mi Jesús querido! ¡Oh dulce Esposo amado! Siento el haberte ofendido, lloro el haber pecado. Pero Jesús, pequé, muera yo de quebranto. Tu Madre, se mi asilo, tu mi bien y mi amparo, por tus dolores tiernos, en el último trago recibirás mi espíritu en tus benditas manos. Amén.


Jesús, José y María
Con gran gozo y alegría,
Os ofrezco el corazón
Y el alma mía.




A LA DOLOROSA MADRE MARÍA CON SU TIERNO NIÑO JESÚS



Las glorias de Belén
En penas transformadas,
Llorando ríe la Aurora,
Gimiendo, pena el alba.

Goza de lo que pena,
Y pena de lo que ama,
Que amor sin pena es débil,
Gozo sin pena es nada.

Contempla a Jesús Niño,
Hoy la Virgen intacta
Y percibe los ecos
De su pasión sagrada.

En tu pecho las penas
Con los gozos se enlazan
Sintiendo su madre tierna
Lo mismo que gozabas.

Aquel rostro divino
Que es espejo sin mancha
Ahora lo vez hermoso
Después, que feo y sin gala.

Esos cabellos rizos
Mas que el oro de Arabia
Los veréis repelados
De la furia judaica.

Esos divinos ojos,
Luceros que nos salvan,
O que breve marchitos
Los veréis y si alma.

Esos labios preciosos
Que dulce leche esmalta
Serán abrevados
Con hiel amarga.

Esas mejillas rojas
Esa boca de nácar,
Se atenderá, que mustia,
Que pálida, sin grana.

Hoy regaláis con besos
Esas sacras mejillas,
Mas con el beso de Judas
Las veréis ultrajadas.

Las divinas orejas
A quien la gloria canta
Con terribles blasfemias
Serán atormentadas.

Esas torneadas manos,
Mas que nieves blancas,
Se verán cual rubíes
De sangre rubricadas.

Esos cintillos tiernos
Y fajas delicadas
Denotan los cordeles
Y sogas inhumanas.

Los pañalitos limpios
Y mantillas afeadas
Muestra la ropa púrpura
De Majestad burlada.

Esos tiernos arrullos
Caricias regaladas
En golpes y baldones
Se verán conmutadas.

Ese agraciado niño
Que en tus brazos descansa
Sera breve acecico
De penas, mirra aciaga.

Su Majestad si miras,
En pajas reclinada,
En una dura Cruz
La atiendes ya clavada.

Si dormido le gozas,
En tu regazo ufana,
Ya muerto le contemplas
Con la pobre mortaja.

¡Ay Madre mía querida!
A tu alma enamorada
Mirando a Jesús Niño,
La atiendo traspasada.

Oh quien me concediera
Que el alma liquidada
En llanto, por los ojos
La vida me quitara.

Porque para que esa vida,
Si tú, Virgen intacta
Vives de lo que penas
Y mueres de lo que amas.





LAVS DEVS







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