LA TORTOLILLA TRISTE
LA PALOMA MÁS CÁNDIDA GIMIENDO Y CANTANDO
EN LAS CONCAVIDADES DE LA GRUTA DE BELÉN.
DOLORES TIERNOS DE MARÍA SANTÍSIMA,
MIRANDO A SU DULCE JESÚS EN UN PESEBRE HUMILDE Y DESECHADO
Por el Pbro. Dr. D. Juan Antonio Pérez de Espinoza,
Fundador y Prepósito de la Congregación de San Felipe Neri de la Ciudad de
Málaga y de la Villa de San Miguel el Grande.
Reimpresa en México, año de 1774.
MEDITACIÓN I.
¡Oh
Tortolilla triste, que, en las concavidades de la Cueva de Belén, de ante mano
sentiste y lloraste con tiernos suspiros la Pasión de tu Jesús amado! ¡Qué
alegría ocuparía tu Corazón y tu alma cuando viste delante de tus ojos al
hermosísimo, y agradable rostro de Jesús, que tanto desearon ver los Patriarcas
y Profetas antiguos! ¡Que ternuras le dirías al que siendo inmortal vestido de
tosco sayal de nuestra carne! Mas o que lágrimas y suspiros darías de lo íntimo
de tu pecho al atender, que aquel hermoso rostro había de ser obscurecido y
afeado con terribles golpes, bofetadas y salivas inmundas. Es posible, dirías,
que ha de haber criaturas tan ingratas, que a tu vista te ofendan y ultrajen tu
cara. ¡ Oh mi bien! ¡Oh mi niño! ¡Oh mi
cielo! ¡Oh mi Jesús! ¿Quién así te baldona? ¿Quién al verte o te ama?
DEPRECACIÓN
Pues
así quisiste Señor, ofrecer tu rostro a las salivas, tus nacaradas mejillas a
las bofetadas y golpes, tu cabello hermoso a ser repelado de aquellos tigres
fieros, y te ofreciste desde el punto del nacer, y aun desde tu animación, por
mí, haz que no te ofenda, ni te ultraje en tu presencia, aun con la más leve
culpa, y adoren tu paciente amor, y todas las criaturas angelicales y humanas,
veneren y amen tu apacible rostro por todas las eternidades. Amén.
Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
MEDITACIÓN II.
¡Oh
Cítara suavísima! Que al entonar la capilla angélica: Gloria in excelsis Deo.
Resonaste con dulce armonía dando gracias a tu dulce amante Jesús, por todo el
linaje humano, siendo tu voz la más agradable a sus oídos. Mas y que breve se
convirtió su amorosa cítara en amargo llanto, haciendo eco en su pecho las
horrorosas voces, desprecios y clamores de aquel ingrato pueblo, que había de
clamar: crucifícale, crucifícale, quítale de nuestra vista, reo es y digno de
muerte. ¡Oh sacrílegas lenguas! ¿la muerte queréis dar a quien viene a daros la
vida? Oh como entre gemidos y sollozos convidarías a los santos ángeles, para
que, en contraposición de tantas blasfemias, le cantasen: ¡Santo, Santo, Santo!
Sea a vos, Oh Verbo humanado, eterna adoración y gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
DEPRECACIÓN
Así
como te dignaste Señor, de nacer desconocido en un portal humilde, aunque
adorado de los Ángeles y te sujetase a ser con clamores condenado a muerte
cruel, concédenos benigno el que, imitando tu humildad, amemos los desprecios y
pisemos el fausto y estimación mundana, y cerrando los oídos a los silbos de la
antigua serpiente, solo oigamos tus divinas inspiraciones y demos a tu Majestad
eternas alabanzas en unión de los espíritus angélicos y justos de la tierra.
Amén.
MEDITACIÓN III.
¡Oh
Paloma sin hiel candidísima y suave, que entre dulces gorjeos y coloquios,
llegaste a aplicar esos labios de nácar a las tiernas mejillas y lirios
agraciados de la boca de tu niño hermoso! ¡Que dulzuras tan raras causaría en
tu interior aquel ósculo suave! ¡Como enlazaría en amores las dos benditas
almas! Cuan fina y amorosa aplicaste a tus pechos aquel cordero sacro,
regalando con el néctar y leche suavísima, que entre dulces arrullos muy
gustoso mamaba, mas aquellas delicias en acíbar trocadas las veía tu vivo amor,
cuando considerabas el ósculo de Judas, y aquella hiel amarga, que le daría en
la Cruz la perfidia judaica. ¡Oh cruel y amargo cáliz! ¡Oh traidor inhumano!
(exclamarías herida) ¡Oh culpa, culpa amarga, que a este tierno niño tanta
amargura causas! Mis lágrimas, suspiros, mi amargo y tierno llanto, endulzarán
tus penas ¡Oh mi Jesús amado!
DEPRECACIÓN
¡Oh
suavísimo bien de mi alma! Por la leche purísima y pechos que mamaste de
vuestra Madre pura, perdonad mis defectos, no merezco tus labios hermosísimo
niño, dadme tus pies sagrados, a tus plantas aplico mi boca y pecho helado,
corrido estoy de verme tan duro y tan ingrato. Peor eh sido que Judas, pues
tantas te eh entregado cuantas veces te eh ofendido y repito el pecado, ¡Oh mi
bien! ¡Oh mi niño! ¡Oh Jesús agraciado! Oiga yo de tu boca como la Magdalena: tus
pecados están perdonados. Amén.
MEDITACIÓN IV.
¡Oh
Corderita tierna, que al manso cordero diste a luz sin dolor, sin lesión de tu
virginal pureza! ¡Que gozo sería el que sentiste cuando obsequiosa y fiel
besaste las manecitas tiernas de tu Benditísimo Hijo, hechas a torno por lo
perfecto y llenas de jacintos por lo liberal y hermoso! Como aplicarías tus
labios a sus piececitos helados, y los entrarías en tu pecho, pues apenas
alcanzarían a cubrirlos las mantillas pobres y cortas, pues aun al mismo tiempo
se ofrecían a tu mente aquellos clavos duros, que habían de traspasar sus
liberales manos y sagrados pies, que tantos pasos dieron para nuestro bien y
remedios en busca de las errantes ovejuelas.
¡Oh como exclamarías! ¡Oh bellos pies dirías (de dolor traspasada) que
eh de ver heridos con una dura escarpia! ¡manos hermosas, ay, que os veo
rubricadas al cincel de los hierros con carmesí sagrado de tu Preciosa Sangre!
¿los yerros son del hombre, y tu Señor, los pagas? Beso tus santos pes y tus
preciosas manos.
DEPRECACIÓN
Regad,
ojos, los pies de vuestro Niño amante, ensayaos a sentir la pena tan tirana que
ocasionó la culpa a las divinas manos, sirvan Señor, de concha, tus palmas
agraciadas a las perlas que vierte tu dolorosa Madre. Ofrécelas Señora, a tu
Eterno Padre, trasladad a mi pecho aquestos duros clavos, sienta Jesús, mis
yerros y llore mis pecados, endereza mis pasos por esos pies sagrados, tus
manos me ayuden, pues ellas me formaron. ¡Oh mi Jesús Divino! Adoro, beso, y
amo los afectos que miro en vuestros pies y manos, adoro y reverencio esas sacratísimas
llagas, que ya lloro, harán los duros clavos. Amén.
MEDITACIÓN V.
¡Oh
esposa la mas bella del amante de las almas, presa de sus amores y en ellos
anegada! Oh que ansiosa y solicita en las mantillas afeadas y pañalitos limpios
que bordo de flores tu cariño, envolviste al que viste los cielos de bellezas,
y la tierra de rosas y hermosura, ligando y fajando con gran reverencia al
Omnipotente y Soberano Rey. ¡Que regocijos tan tiernos inundarían tu Corazón y
tu alma, apretando en tus brazos al que el cielo no abraza! Pero tantas
ternuras y caricias amantes en penas y gemidos se volvían al instante, al
contemplar como los lobos fieros le ligarían inhumanos, rompiéndoles sus carnes
y atado a la columna en casa de Pilatos, desgarrarían su cuerpo inmaculado, y
quitada la túnica tejida de su mano, le vestirían por burla la púrpura de grana
como fingido rey ¡Que diferente trato, del que tú Madre tierna, cariñosa, le
dabas! ¡Oh! Alaben las criaturas todas tan supremo monarca.
DEPRECACIÓN
¡Oh
Rey, Señor y Dueño! ¡Oh Majestad increada! ¡Quien Señor, no te adora! ¡Quien mi
Jesús, no te ama! Las telas de mi pecho te ofrezco por abrigo, mi corazón por
cuna y por descanso. Haz en el tu mansión, por tu pobreza suma viste mi alma de
gracia, suplan mis deseos el esmero amoroso que en que te envolvió tu bendita y
santa Madre. Prepara oh Reina mía, mi corazón para recibir a tan amable
huésped. Poderosa eres, benigna eres, mi alma, mi vida, sentidos y potencias a
tu bondad consagro, haz en mi como cosa tuya. Amén.
MEDITACIÓN VI.
Candidísima
Azucena sobre quien descansó el Espíritu de Dios, escala refulgente en donde
estribó y descansó el Verbo Divino, ya hecho hombre, quien podrá alcanzar el
gozo que tuviste cuando elevaste a tu dulce Niño del pesebre duro, y reposó en
tus brazos y le abrigaste estando tiritando de frío, hallándole mas gustoso en
tu seno, que aun en los mismos cielos, aquí sí, que si gustarías aquel panal
dulce lleno de suavidades. Pero, ay Señora mía, ese florido ramillete, que tu vista
regala, será acequio de mirra, que amargura tus gustos, cuando Señora, de tus
brazos amantes pase a los de un duro leño, coronado de flores, más después de
espinas y cambrones. En sus brazos María, los de la Cruz miraba, y así el
descanso del Niño era para su Madre, cuchillo penetrante.
DEPRECACIÓN
¡Oh
mi bien! Oh mi amor crucificado desde el nacer hasta el morir, todo fue Cruz
para ti, y sangriento cuchillo para tu bendita madre. Haz que yo me abrace en
tu Cruz de Corazón. Y tu dolorosa crucificada Señora, imprime en mi corazón tus
penas, estas sea el empleo de mi vida, y tus dolores, tierno escudo y defensa
en mi última agonía, y que se logre en mi y en todos, el fruto copioso de la
redención y Sangre de tu bendito Hijo. Amén.
MEDITACIÓN VII.
Madre
intacta del Hijo Unigénito del Padre, que extáticos delirios sobrevendrían a tu
alma, viendo a aquel dulce sueño del pastorcito tierno, que es siempre
vigilante. Dormidito le veías entre el heno y las pajas, advirtiendo en su
apacible rostro y mejillas de grana, las lágrimas tiernas, cual perlas
engastadas, que sus ojos vertieron entre el cierzo y escarcha, a impulsos del
amor que tenías a nuestras almas, reposaba entre tanto y tu afecto velaba. No
despertéis mi Niño, dirías, almas enamoradas dejadle dormir. ¡Oh preciosas
Zagalas! Pero, oh Madre, cuanto gozosa afligida, pues contempláis tierna, en el
sueño de la muerte y el sepulcro en la cuna. Con tus tiernas lágrimas regabas
sus mejillas e interrumpidas, su sueño, con los gemidos de tu alma. Oh Vida de
mi vida, dirías enamorada, centro de mis delicias. Hijo de mis entrañas, que me
he de ver sin ti, sola y desconsolada, teniendo en mis brazos, envuelto en la
mortaja, que te eh dar al sepulcro, quedándome sin alma, ¡Ay que dolor! ¡Ay qué
pena! ¡Que congoja tan amarga! Así gemía María en su mente elevada, sintiendo
los dolores de la pasión sagrada.
DEPRECACIÓN
¡Oh
mi Jesús querido! ¡Oh mi Jesús amado! Adorante los Ángeles, los hombres te
alaben, la tierra y las plantas, pues quisisteis nacer por almas tan ingratas.
¡Oh mutación tan rara! ¡El Inmortal, mortal! ¡El Inmenso abreviado! ¡Todo un
Dios, tierno Niño! ¡Llorando, la alegría! ¡Tiritando de frío, el fuego
soberano! ¡Que extremos tan distantes supo alcanzar amor! ¡Oh mi Jesús querido!
¡Oh dulce Esposo amado! Siento el haberte ofendido, lloro el haber pecado. Pero
Jesús, pequé, muera yo de quebranto. Tu Madre, se mi asilo, tu mi bien y mi
amparo, por tus dolores tiernos, en el último trago recibirás mi espíritu en
tus benditas manos. Amén.
Jesús, José y María
Con gran gozo y alegría,
Os ofrezco el corazón
Y el alma mía.
A LA DOLOROSA MADRE MARÍA CON SU TIERNO
NIÑO JESÚS
Las glorias de Belén
En penas transformadas,
Llorando ríe la Aurora,
Gimiendo, pena el alba.
Goza de lo que pena,
Y pena de lo que ama,
Que amor sin pena es débil,
Gozo sin pena es nada.
Contempla a Jesús Niño,
Hoy la Virgen intacta
Y percibe los ecos
De su pasión sagrada.
En tu pecho las penas
Con los gozos se enlazan
Sintiendo su madre tierna
Lo mismo que gozabas.
Aquel rostro divino
Que es espejo sin mancha
Ahora lo vez hermoso
Después, que feo y sin gala.
Esos cabellos rizos
Mas que el oro de Arabia
Los veréis repelados
De la furia judaica.
Esos divinos ojos,
Luceros que nos salvan,
O que breve marchitos
Los veréis y si alma.
Esos labios preciosos
Que dulce leche esmalta
Serán abrevados
Con hiel amarga.
Esas mejillas rojas
Esa boca de nácar,
Se atenderá, que mustia,
Que pálida, sin grana.
Hoy regaláis con besos
Esas sacras mejillas,
Mas con el beso de Judas
Las veréis ultrajadas.
Las divinas orejas
A quien la gloria canta
Con terribles blasfemias
Serán atormentadas.
Esas torneadas manos,
Mas que nieves blancas,
Se verán cual rubíes
De sangre rubricadas.
Esos cintillos tiernos
Y fajas delicadas
Denotan los cordeles
Y sogas inhumanas.
Los pañalitos limpios
Y mantillas afeadas
Muestra la ropa púrpura
De Majestad burlada.
Esos tiernos arrullos
Caricias regaladas
En golpes y baldones
Se verán conmutadas.
Ese agraciado niño
Que en tus brazos descansa
Sera breve acecico
De penas, mirra aciaga.
Su Majestad si miras,
En pajas reclinada,
En una dura Cruz
La atiendes ya clavada.
Si dormido le gozas,
En tu regazo ufana,
Ya muerto le contemplas
Con la pobre mortaja.
¡Ay Madre mía querida!
A tu alma enamorada
Mirando a Jesús Niño,
La atiendo traspasada.
Oh quien me concediera
Que el alma liquidada
En llanto, por los ojos
La vida me quitara.
Porque para que esa vida,
Si tú, Virgen intacta
Vives de lo que penas
Y mueres de lo que amas.
LAVS DEVS
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