CORONA DOLOROSA TEJÍDA CON LAS AMENAS
FLORES DEL SANTÍSIMO ROSARIO
EN RECUERDO DE LOS SIETE MAYORES DOLORES
DE LA GRAN REINA DEL CIELO MARÍA SANTÍSIMA EN LA PASIÓN DE SU AMADO HIJO JESÚS,
SALUD Y REDENCIÓN NUESTRA.
ORDENADA
POR UN SACERDOTE SECULAR DE ESTA CIUDAD DE
MÉXICO, AÑO DE 1808
ACTO DE CONTRICCIÓN
Oh
Dolorosísima Virgen María, por ser vuestro Hijo quien es, y porque le amo sobre
todas las cosas, me pesa de haberle ofendido; quisiera ser tan feliz, que a
vuestros Pies se me partiera el corazón de puro amor a Jesús, y de dolor de
haberle injuriado con mis culpas. Valedme, Afligidísima Madre, para que muera
yo mil veces, antes que otra vez ofenda a vuestro Hijo y mi Dios. Amparadme, para
que con vuestro Patrocinio sea estable en mis propósitos, y firme en la
resolución que protesto de primero morir que ofenderle. Amén.
PRIMER MISTERIO
EN QUE SE MEDITA LA PASIÓN DE CRISTO SEÑOR
NUESTRO
Tristísima
y Dolorosísima Virgen María, que des de tu retrete estabas mirando, j
contemplando la algazara y vocería con que los ingratos Es cribas y Fariseos,
guiados del discípulo traidor, llegaron al Huerto de Getsemaní, y con
denuestos, improperios, y blasfemias, echaron mano del Sacrosanto Cuerpo de tu
amabilísimo Hijo, le ataron y aprisionaron: Concédeme, amabilísima Virgen, por
esta agudísima pena, que no vuelva yo a entregarme por mi mano á el Demonio, ni
admita los ósculos de paz que la carne y el mundo, traidoramente me ofrecen,
para atar con mis culpas aquellas Man en las cuales el Padre deposito todos los
bienes; sino que huyendo de los lazos que estos enemigos me ofrecen con mas cara
de paz, me aprisione en las suaves cadenas, que Jesús tu Hijo padeció por mi
amor, para que así cuando se desaten las de la vida, quede perpetuamente
aprisionado en la suya en la Gloria. Amén.
SEGUNDO MISTERIO
EN QUE SE CONTEMPLA LA PRESENTACIÓN DE
CRISTO A ANÁS Y CAIFÁS
¡Oh
amantísima Madre del mejor Hijo! Quién podrá ponderar la agonía de tu Corazón
amoroso, al contemplar el sentimiento de tu Alma, cuando presentado Jesús en
las presencias de Anás y Caifás, en presencia de éste un maldito Soldado hirió
su venerabilísimo Rostro con una bofetada ¡Oh Señora, cuanta será tu pena! ¡Qué
amargo tu dolor! Y cuanto más será el ver que hoy los malos cristianos, aun
hacemos cosas peores: porque a aquellos les faltó la fé, pero nosotros con ella,
y con las evidencias de tan continuados beneficios, somos más ingratos. Pues,
Señora y Madre nuestra, vuestro Patrocinio nos ampare para la enmienda, y si hasta
aquí con nuestras culpas, tantas veces hemos levantado la mano sacrílegamente
para herir con ella el bellísima Rastro de vuestro amado, desde hoy se es»
tienda solo a la penitencia para que, por ella, y vuestra intercesión podamos
ver sereno aquel Rostro en que desean verse los Ángeles allá en la Gloria. Amén.
TERCER MISTERIO
EN QUE SE MEDITAN LOS AZOTES
¡Oh
Afligidísima Reina del Cielo! ¡cual sería el dolor de vuestra Anima al contemplar
a Jesús en la presencia de Pilatos! El cual después de muchas demandas y
respuestas; y de no hallar culpa en el que nunca fe tuvo, solo por satisfacer
las instancias del Pueblo, le mando azotar cruelmente. ¡Oh Virgen Purísima, que
dolor tan agudo seria éste para Vos! ¡Qué pena para Jesús! Aquella suma Pureza
verse en medio del día en un Palacio público, delante de tanta muchedumbre
desnudar en carnes vivas, aun contra todo lo que la razón dicta de vergüenza, y
honestidad, y esto por los más viles hombres de la tierra. ¿Y esto por salvar a
aquellos mismos que cometían tan grande sacrilegio? ¿Y ésta por remediarme a
mí, que tan continuamente le azoto, y desperdicio su Sangre con tanta culpa?
Pues Vos Señora, Vos sola ( que sola fuisteis en el mundo quien no concurrió en
tan grave maldad ) podéis desagraviar a vuestro Hijo, Vos sola podéis
interceder per los hombres; Vos sola sois poderosa para alcanzarles el perdón
de tanto desacato, y suplicarle que no descargue sobre nosotros los azotes de
su Justicia sino que en esta vida nos dé azotes de trabajos, y penas, para que
mediante la penitencia de nuestros delitos, consigamos la gracia, y gozarle por
tus dolores, y los vuestros en la Gloria. Amén.
CUARTO MISTERIO
EN QUÉ SE MEDITA LA CORONACIÓN
¡Oh
Tristísima y Purísima Reina! Aun todavía no se ha saciado la malicia con haber
dejado a vuestro Hijo tan otro, que lo vemos, y no lo conocemos, según está de
herido y maltratado. No se contenta, porque viendo que no había acabado con la
vida en los azotes el malvado Juez lo entrego a los guardas para que a su
voluntad lo castigasen, y ellos lo ejecutaron coronándolo con juncos, y espinas
penetrantes. Aquí, Señora, aquí es menester que vuestro pecho se esfuerza para
oír las injurias con que lo tratan, para ver las mofas conque le burlan, para
admirar los escarnios con que le vejan, y poniéndole por Cetro una caña; por
Púrpura una vestidura vieja; por trono una dura piedra; y por Dosel el desnudo
suelo; y que para celebrar la nueva investidura con ademanes, y gestos, hincándole
la rodilla le dicen: Dios te salve, Rey de los Judíos. ¡Qué dolor sería este
para Vos Soberana Reyna, que conocíais la entereza de su obrar, la excelencia
de su Santidad, y la grandeza de su soberanía, ver al Supremo Rey de la Gloria
escarnecido, y burlado, coa tales insignias, con tales tratos, y de tales
hombres! Oh, y ¿quién os acompañara en el sentimiento, como ha acompañado de los
verdugos en el escarnio! Yo soy, Señora, yo soy quien innumerables ocasiones ha
apretado, y encarnado esas penetrantes púas a vuestro Hijo coma mis vanidades,
con mis torres de viento, y pensamientos de tierra. ¿Pero qué podré yo hacer
paira aliviaros tanta pena, sino confesar mi culpa, llorar mi yerro! Y entre
las cadenas de mí cautiverio proclamarle mi Autor, mi Criador, mi Conservador,
mi Rescatador, mi Bienhechor, mi verdadero Dios, mi Eterno Rey, mi potentísimo
Emperador, por quien espero tener la Corona de la Gloria. Amén.
QUINTO MISTERIO
DEL ENCUENTRO EN LA CALLE DE LA AMARGURA
¡Oh
Dolorosísima, y Amantísima Virgen! Qué entendimiento (aunque sea Angélico) podra
explicar el dolor que penetro vuestro abrasado Corazón cuando habiendo salido
de vuestro retrete en busca de vuestro querido, después de haber andado como
diligente Esposa las calles y plazas, después de haber encontrado las guardias
y Soldados de la Ciudad, ¿hallasteis a vuestro amado? ¡Qué herido! ¡Qué
injuriado! ¡O Madre afligidísima! Ese que veis todo ensangrentado, llagado y
herido, es aquel que con tanta gloria visteis aplaudido en Belén, ¿de Ángeles?
Ese, que ahora va pedido, y condenada al suplicio infame por los Escribas y
Sacerdotes, ¿es aquel Inocente Cordero a quien los Pastores veneraron en el
Pesebre? ¿Es, por ventura, ése que estáis mirando Coronado de espinas, aquel
Rey que adoraron las Coronas de los Magos? ¿Es ése, que todo el Pueblo ha
voceado por peor que Barrabas aquel Señor a quien los Serafines aclaman, Santo,
y Santísimo? Ea, llegad. Señora, llegad, aliviad tanta pena, desagraviad tanto desacato,
Pero ¡o dolor! Que ya los Ojos de María hablan a Jesús con lágrimas, y el
Corazón de Jesús responde a María con suspiros. Ya aquellos dos amantes, los más
finos se estrechan en sentimientos, más dolorosos, mientras menos explicados. ¿Qué
es lo que a vuestra dolorosa Madre decís, Varón insigne de dolores? ¿Qué es lo
que decís? ¿Y Vos, Mujer fuerte, Esposa querida, desconsolada Madre, ¿qué es lo
que respondéis a vuestro atormentado Hijo? Mas no, Señora, no me lo digáis, que
ya parece que lo oigo de sus Divinos Labios, ya juzgo que dice: que muere por
un ingrato, que padece por un desconocido, que va á dar la vida por mí, que he
sido la causa de sus dolores, y los vuestros. Pues, Señora dolorosísima, qué
acción habrá que pueda ser recompensa de una tan excesiva caridad, sino rendir
vida al dolor, ¿en reconocimiento de tanto beneficio? Jesús va a morir? ¿María
a padecer? ¿Y yo he de vivir? No Señora, muera yo al dolor de ser causa de las
penas de Jesús; muera al sentimiento de ser instrumento de vuestras panas Viva,
pero solo para gemir tanto yerro. Muera, pero solo llorando tan. la culpa. Viva
muriendo en las amarguras de padecer por Jesús. Muera viviendo en la compasión
de las penas de María hasta ir a tener por Jesús, y con María eternas dulzuras
en la Gloria. Amén.
SEXTO MISTERIO
EN QUE SE MEDITA LAS TRES HORAS QUE ESTUVO
EN LA CRUZ, NUESTRO SALVADOR
¡Oh
Dolorosísima Virgen Madre! Ya tu querido llegó al Monte de la Mirra, y ya a tu
Purísimo Corazón se le llega aquel cuchillo agudo que tras¬ pasará tu Alma,
tanto ha profetizado por Simeón, y desde entonces atravesado en tu dulcísimo
Espíritu. Ya Señora, han taladrado la Cruz Ya desnudan aquel Virginal Cuerpo
que tu pariste sin dolor, para a tu vista clavarle en ella, y levantarlo en
alto con tantos dolores. Ya tremolan aquel Estandarte, insignia de nuestra
sanidad. Ya mejor que allá Moisés en el Desierto fijó la Serpiente, fijan á la
eterna Sabiduría del Padre en el Monte Calvario; y desde el alto mar de sus
congojas, su abrasado pecho no os olvida. Allí os reconoce, allí os mira, allí
os habla. Y qué os dice: Mulier, ecce filius tuus. ¿Y este es el cuchillo?
¿Este es el dolor más penetrante para vuestro Corazón, tan temido, y tan
esperado? Si, sí, porque este es un nuevo parto en que por adopción nos prohijó
Jesús hijos vuestros. ¡Y tanto dolor os costamos que éste entre todos vuestros
Dolores es el mayor! ¡Oh alma mía! Y si tú supieras agradecer este beneficio:
¡Y, o Soberana Madre y Señora nuestra! Pues si lo que mucho vale, mucho cuesta,
hacednos conocer lo que valemos en la estimación de Jesús, pues le costamos la
vida, y a Vos tantos Dolores: hacednos verdaderos hijos en la observancia de tus
preceptos, fieles alumnos en la compañía de vuestros sentimientos, para poder
ser dichosos compañeros del fruto de tantas penas, en las alegrías de la gloria.
Amén.
SÉPTIMO MISTERIO
EN QUE SE MEDITA LA SEPULTURA DEL SEÑOR Y
SOLEDAD DE SU SANTÍSIMA MADRE
¡Oh
Tristísima y desamparada Virgen María! Que después de tan innumerables
tormentos como padeció vuestro afligido Corazón, llegó al extremo de vuestros
sentimientos en el desamparo de vuestra suma pobreza, pues os hallabais con el
Cuerpo difunto de vuestro amoroso Hijo, y no tenías con que bajarlo de la Cruz,
amortajarlo, y darle honrosa Sepultura, hasta que el cielo movió los ánimos de aquellos
dos piadosos Varones José, y Nicodemus, de los cuáles, el uno pidió
intrépidamente á Pilatos el Cuerpo para sepultarlo, y ambos lo bajaron del
Suplicio infame, que su Madre la Sinagoga le había dado. Entre tanto, Vos,
Tórtola amante, cándida Paloma, gemíais, y sollozabais, y aunque sentíais el
desamparo, y pobreza más os angustiaba el remedio, pues de él pendía vuestro
mayor desconsuelo. Suspirabais, y anhelabais por no ver a vuestro Unigénito en
el afrentoso Leño, y os causaba mayor ahogo el haberos de apartar del Sagrado
Cadáver en el Sepulcro. ¡O Corazón invencible! ¡Hasta donde han de llegar tus
penas! Grande es como el Mar tu agonía, ¿quién podrá consolarte? Ninguna
criatura; pues si pierdes en la compañía de JE^ SUS todas las delicias, en su
ausencia todos los bienes, en sui Vida tu Vida, ¿qué podrá consolarte? Solo un
sentimiento, solo un dolor te podrá aliviar, y éste será el de mi obstinación,
que más ciega que los Fariseos, más dura que los mármoles, arraigada en sus vicios,
firme en sus apetitos, se duela, y se compadezca, no de ti, que aunque padeces,
eres Pura, eres Santa; sino de sí misma, que con sus culpas fue la causa de tus
penas, Y si esto alivia tus pesaras, si esto consuela tu Soledad, aquí estoy,,
Madre Dolorosa, aquí estoy, que quisiera primero haber dejado de ser, que haber
sido tan ingrato: quisiera primero haber muerto a los mayores martirios, que
haber faltado a la fidelidad de hijo tuyo quisiera primero estar sepultado en
los Abismos, que haber ofendido a tu Hijo. Y quisiera aniquilarme tanto en el
dolor y pesar de mis. culpas por ser ofensas de un Dios tan bueno, amable, y
adorable, que, siendo el Alma incapaz de aniquilarse,
la
aniquilara en el fuego de tal sentimiento, para que Mariposa de tan dulce
llama, Salamandra de tan suave incendio, acabando en la muerte del dolor,
renaciera en la hoguera del amor para vivir Fénix de los Dolores de Jesús y de
María en la Gloria. Amén.
Luego
se rezarán tres Padres nuestros y tres Ave Marías gloriados a la Santísima
Trinidad y después la siguiente:
ORACIÓN
Misericordiosísimo,
Benignísimo y Poderosísimo Dios Trino y Uno, en quien creo, en quien espero, y
a quien únicamente amo: Yo me postro ante el Trono de vuestra Majestad y
Gloria, y os ofrezco la Sangre y Agua que derramo mi Jesús de su Costado, y por
ella os pido por todos los que tienen Almas a su cargo, y por todos los
Sacerdotes, para que dignamente administren los Santos Sacramentos, te pongo
por intercesores, juntos con esta Sangre, los méritos de todos aquellos Santos a
quienes les has concedido el comunicarles alguna parte de la Pasión de nuestro
Señor Jesucristo, y te ruego que les perdones las culpas que en este su
oficio hubieren cometido, para que libres de ellas te gocen, y todos juntos te
adoremos en la Gloria, en donde vives, y reinas por todos los siglos de los
siglos. Amén.
Madre llena de dolor
Haced que cuando espiremos,
Nuestras Almas entreguemos
En las Manos del Señor.
Quien a Dios quiere seguir,
Y en su Gloria quiere entrar,
Una cosa ha de asentar.
Y de corazón decir:
Antes morir que pecar,
Y antes que pecar morir.
¡Oh Dulcísimo Jesús!
Yo te doy mi corazón,
Para que estampes en él
Tu Santísima Pasión.
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