ONCENA
AL GLORIOSO PATRIARCA SANTO DOMINGO DE
GUZMÁN
FUNDADOR DE LA SAGRADA ORDEN DE
PREDICADORES
CON
LICENCIA ECLESIÁSTICA. GUATEMALA. C. A.
Devoción de: Miguel Morales
MODO DE HACER LA ONCENA
Puestos
de rodillas y hecha la señal de la Cruz, se hará un acto de contricción, se
dirá la salve, y después comenzando las cien Aves Marías, a cada decena se dirá
en lugar del Gloria Patri, esta antífona:
“Bendito
sea el Redentor de todos, que, mirando por la salud de los hombres, se dignó
dar al mundo al Patriarca Santo Domingo”
Se
pedirá con el corazón lo que deseamos y que sea del agrado de Dios y cada día
se ejercitará la virtud que se señala. Y como nada agrada a Dios de los que no
están en su santísima gracia, será muy conveniente confesar y comulgar el
primer día y lo más que se pudiese.
(Recesen
las Cien Aves Marías y al terminar, dígase la oración para cada día)
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
Soberana
emperatriz de los cielos, María Señora nuestra del Rosario, Madre de los
Pecadores y consuelo de los afligidos, a quien el glorioso Patriarca y Padre de
los Predicadores Santo Domingo tu querido Hijo, fabricó de devotas Aves Marías,
tanta y tan repetidas coronas, y en especial aplaudió, predicó y ensalzó la que
adorna tu gloriosa cabeza, de doce estrellas, que explica otras tantas
prerrogativas que tuviste en el mundo, de las cuales la primera fue tu singular
y divina pureza. Yo te ofrezco estas cien aves marías a honra y gloria de la
pureza singular del alma que tuvo tu castísimo Domingo, azucena fragante de la
Iglesia, mérito con que logró tu benignísima piedad que lo visitaras mil y cien
veces, para que unida tu suplica con la suya, alcances de tu Soberano Hijo,
purifique y limpie mi alma de toda la mancha de culpa, para que no habiendo
impedimento de ella, merezca de tu inmensa piedad y misericordia, me conceda lo
que en esta oncena pido y suplico a mi escogido Patrono y Padre Santo Domingo.
Y tú, gloriosísimo Patriarca y Padre mío, no me niegues esta súplica, antes si,
ayúdala y refuérzala, supliendo con tu gran sabiduría, todo lo que no explicare
mi ignorancia, para que en acción de gracias del favor que espero, repito
muchas veces las divinas oraciones con que enseñaste al mundo a bendecir y
alabar la pureza de tu amada María nuestra Señora, que, en compañía de la
Santísima Trinidad, vive y reina por los siglos. Amén.
RESPONSORIO
¡Oh
admirable esperanza la que diste a los que te lloraban a la hora de tu muerte,
prometiéndoles que desde el cielo ampararías a tus hermanos!
Y
pues tan esclarecido fuiste en obrar milagros, curando enfermedades corporales,
cura nuestras almas enfermas y alcánzanos el amor de Jesucristo.
Cumple,
Padre lo que dijiste, socorriéndonos con tus plegarias.
L/:
Ruega por nosotros, bienaventurado Padre Domingo.
R/:
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oremos:
¡Oh
Dios! Que te dignaste iluminar la Santa Iglesia con los méritos y doctrina de
nuestro Bienaventurado Padre Domingo, tu confesor, haz que por su intercesión
nunca le falten los auxilios temporales, y reciba siempre los espirituales
incrementos. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA SEGUNDO
ORACIÓN
Piadosísima
María, Madre de Dios, Reina de los Ángeles y Señora del Rosario, cuya singular
estrella y divina prerrogativa que resplandeció en tu admirable corona, fue el altar
tu alma llena de gracia, excelencia que predicó y extendió por todo el mundo tu
amado hijo y querido padre nuestro y escogido Patriarca Santo Domingo, vaso
escogido por la Divina Providencia, para que llevase tu Santísimo Nombre por la
redondez de la tierra y adornado para tan soberano empleo, con el esmalte de la
divina gracia, don que conservó en su purísima alma todo el tiempo de su vida.
Suplícote Señora y abogada mía y de todos los pecadores, seas servida de
recibir estas cien Aves Marías, que hoy he rezado en honor y reverencia tuya y
en memoria de las mil y cien veces que te dignaste de visitarlo y honrarlo para
que por este mérito, y el que tuvo nuestro gloriosísimo Domingo, en extender
tus alabanzas por el mundo, te dignes de unir tus ruegos a los suyos, para que
los dos nos alcancen de la Divina Piedad y misericordia, la participación de
esta divina prerrogativa de la gracia, para que adornada mi alma con ella,
merezca conseguir lo que solicito en esta oncena para mayor honra y gloria de
Dios. Y tú, Santo Patriarca y padre mío, no me niegues esta que te pido, antes
si, ten compasión de este afligido pecador que te invoca, ejercita tu piadoso
afecto en este pobre necesitado de toda gracia, no desprecies mi ruego,
dulcísimo Padre mío, preséntalo si, en el templo de la Santísima Trinidad, que
es María, Señora nuestra, en quien vive y reina el Padre, Hijo y el Espíritu
Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
DÍA TERCERO
ORACIÓN
Excelentísima
Señora, y después de Dios, entre todos los santos, Santa y Santísima María del
Rosario, que, con virginidad de Madre y maternidad de Virgen, engendraste a
Jesucristo Salvador del Mundo, con quien aquí y allá tuviste y tienes tanta
familiaridad, que es la tercera estrella y prerrogativa de tu santísima corona.
Yo te ofrezco estas cien Aves Marías, a honra y gloria de mi amado y escogido
Patriarca y Padre mío Santo Domingo, en reverencia de la familiaridad que tuvo
contigo, Soberana Reina, viviendo en carne mortal, por haberlo visitado mil y
cien veces. Suplicándote Señora, por aquella familiaridad que tuviste con tu
Santísimo Hijo, trayéndole nueve meces en tu purísimo vientre, alimentándole
después con tus castísimos pechos, trayéndole en tus brazos y acompañándole
hasta la muerte, te sirvas unir tus poderosos méritos, a los de mi escogido
Patrón y Padre Santo Domingo, y me alcances en su compañía, de tu soberano
Hijo, quiera habitar en mi corazón mediante su gracia, y que consiguiendo por
ella la familiaridad de tu agradable siervo, merezca alcanzarlo en su santo
servicio, y el buen despacho en la petición que le hago en esta oncena, a mayor
honra y gloria suya. Y tú, glorioso Padre mío, admite piadoso mi ruego,
premiando con el buen despacho de mi súplica, la viva fé y confianza que tengo
en tu benigna piedad, que así lo harás por María Santísima, Señora nuestra,
que, con interminable familiaridad con Dios, vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.
DÍA CUARTO
ORACIÓN
Poderosísima
Señora, Madre de Dios, María del Rosario, cuya sublime potestad para con Dios
excede a la de todos los santos Ángeles y bienaventurados, pues si entre ellos,
unos hay mas poderosos que otros para con Dios, porque unos exceden a otros
méritos, prerrogativas y gracia, eres para con Dios más poderosa, que es la
cuarta estrella de tu corona selecta. Yo te ofrezco estas cien Aves Marías que
he rezado en honra y reverencia de la gran potestad que contigo tuvo mi
escogido Patrón y Padre Santo Domingo, quien aseguró en esta vida la gran
potestad que tuvo para contigo, diciendo que no te había pedido cosa alguna que
no le hubieras concedido, por los muchos méritos que para con tu majestad
tenía. Y te suplico, que uniendo la potestad que ara con Dios tienes, y la que
para con tu Majestad tiene mi abogado y Padre Santo Domingo, me alcances con él
y por él que mi espíritu tenga potestad y poder sobre mi carne, para que
teniéndola sujeta a la obediencia de los divinos preceptos, pueda quitar de mí,
todos los impedimentos que puedan estorbarme la gracia que solicito en esta
oncena, para mayor honra y gloria de Dios. Y tú, Santísimo Padre y Patriarca
mío, muestra en esta ocasión la potestad que tienes para con tu amada María,
Madre de Dios y Señora nuestra, y teniendo compasión a la necesidad con que te
invoco, remédiala con tu poderosa intercesión, pues creo con fé viva que
puedes, y espero de tu piedad que así lo harás, porque todo ceda en mayor honra
y gloria de la potestad sin limitación de María Santísima, Señora nuestra, que
con la Santísima Trinidad, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
Meritísima
Madre de Dios, María Santísima del Rosario, cuya quinta estrella, prerrogativa
y excelencia gloriosísima fue la del aventajado mérito, pues con solo el que tuviste
en el consentimiento que diste para la encarnación del Verbo Divino, mereciste más
que todos los ángeles y bienaventurados en todas sus obras, acciones, mortificaciones,
martirios y virtudes, pues tú, con la resignación de la voluntad, mereciste la primacía
del orbe, el dominio del mundo sobre las criaturas, el cetro de Reina del
Cielo, y la plenitud de todas las gracias, de todas las virtudes, de todos los
dones, de todas las bienaventuranzas, de todas las ciencias y de todos los
frutos del Espíritu Santo. Yo te ofrezco estas cien Aves Marías, que he rezado
a honra y gloria del aventajado mérito que para contigo tuvo mi glorioso Padre y
abogado mío Santo Domingo, por haber resignado su voluntad y amor al precepto
que le intimas de predicar en todo el mundo tu Santísimo Rosario, ejercitándolo
con tanta prontitud, celo y vigilancia, que se llenó el cielo de tantos
bienaventurados que con interminables gozos te alaban, por cuyo mérito consiguió
de tu soberana piedad tan especiales favores en las mil y cien veces que le
visitaste, y te suplico por el mérito que para con Dios tienes, unas el que
para contigo tiene mi especial abogado y Padre Santo Domingo, y me alcances el
que necesito de tu Divino Hijo para el buen logro y fin de lo que en esta
oncena te pido. Y tú piadosísimo Patriarca y Padre mío, admite el mérito que en
esta oncena te ofrezco, y alcánzame de tu adorada y amada María y de su
Santísimo Hijo, lo que suplico por el mismo Jesucristo nuestro Señor, que con
el Padre y el Espíritu Santo premia el mérito de María Santísima, gozándose en
ella por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA SEXTO
ORACIÓN
Amabilísima
María, Reina del Cielo y Señora de todo lo criado a quien tantas criaturas
sirven, cuantas a la Santísima Trinidad adoran, las espirituales en los
Ángeles, las racionales en los hombres, las corporales en los cuerpos celestes
y elementos, los bienaventurados en el cielo, y hasta los condenados le
obedecen en el infierno, cuya sujeción y reconocimiento por su Señora Soberana
es la que constituye la sexta estrella y prerrogativa de tu vina corona. Yo te
ofrezco estas cien Aves Marías que eh rezado en honor y gloria de tu amado
Domingo mi especial abogado, en memoria de las mil y cien veces que le
visitaste, y de esa misma prerrogativa tuya que le concediste, habiendo logrado
por especial favor tuyo que las criaturas espirituales, que son los Ángeles, le
sirviesen a la mesa, trayéndole el pan y mantenimiento de la gloria, las
racionales que son los hombres, dejando al imperio de sus vos malas costumbres,
las corporales y elementos en tantos prodigios y milagros, volviendo del agua,
vivos a los ahogados, pausando en sus temblores a la tierra, no atreviéndose a
quemar sus ejércitos el fuego, ni el aire corrupto atreverse a infeccionar las
ciudades con las pestes, obedeciendo las lluvias sus cruces y señales, dejando
los demonios de atormentar por su respeto a los hombres, Suplícote Señora y
Reina nuestra, por la intercesión de mi escogido Patriarca, me concedas que yo
sirva a tu Soberano Hijo con fé pura y limpio corazón, para que en premio
merezca conseguir lo que en esta oncena te suplico. Y tú, Santísimo Domingo,
ejercita tu potestad en lo que pido, pues todo lo criado te obedece por
especial prerrogativa que te concedió Jesucristo por su Santísima Madre, que,
con el Padre Eterno y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Gloriosísima
y Amabilísima Señora, Madre de Dios, María del Rosario, cuya suprema estrella y
prerrogativa de tu divina corona, es ser la dispensadora de todas las gracias,
pues como asegura tu devoto San Bernardo ninguna baja del cielo a la tierra que
no sea por tus manos, y todas se alcanzan de tu piedad, por medio de tus Aves
Marías. Yo te ofrezco estas cien que he rezado en honor y gloria de tu querido
Santo Domingo, y en memoria de las mil y cien veces que te dignaste de
visitarlo, llenándolo de tantas gracias cuantas en vida te pidió. Y te suplico
por su intercesión te dignes de alcanzarme todas aquellas gracias que necesita
mi alma para salvarse, y en especial la que en esta oncena te pido por mi
escogido Patrón y Abogado Santo Domingo. Y tú, gloriosísimo Padre mío, no me
niegues el alivio que en ti busco necesitado, ejercita en mí, aquella caridad
ardiente con que nunca me negaste la gracia que se pidió, dando vida a los
muertos, vista a los ciegos, pies a los tullidos, salud a los enfermos y
salvación a convertidos, pues para conseguir lo que de ti espero, te he rezado
aquellas divinas oraciones, que introdujiste y predicaste en honra y alabanza
de tu amada María, Señora nuestra, en quien habita por gracia su Soberano Hijo,
con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA OCTAVO
ORACIÓN
Honorificada
y ensalzada Señora, Madre de Dios, María del Rosario cuya octava estrella y
prerrogativa de tu divina corona fue el sumo aprecio que hizo de ti tu Soberano
Hijo, honrándote tanto en la vida, en la muerte y después de la muerte, en la vida,
escogiéndote entre todas las mujeres para su Dignísima Madre, y sujetándose a
ti, en la muerte asistiéndote con toda corte celestial, convidándote con toda
su gloria, que ahora gozas. Yo te ofrezco estas cien Aves Marías, que he rezado
en honor y gloria de tu querido hijo, mi Padre Santo Domingo, en memoria de las
mil y cien veces que le visitaste y de las especialísimas honras que le
hiciste. Y te suplico por aquel santo, alcances de tu soberano Hijo lo que en
esta oncena te pido, y que concedido lo que espero, veas a tu querido Domingo
honorificado por las criaturas, en acción de gracias del beneficio. Y tú, amado
y escogido patrón, concédeme como lo pido, por los virginales pechos de María
Santísima, y por aquella divina leche con que se alimentó en el mundo nuestro
Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina en
compañía de esta Soberana Señora, por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA NOVENO
ORACIÓN
Estrella
serenísima del mar, María, Madre de Dios y Señora nuestra del Rosario, cuya novena
prerrogativa y estrella de tu refulgentísima corona, fue la perfección que
tuviste en buscar hallar a Dios por las dos seguras vidas, activa y
contemplativa, por cuya causa eres llamada estrella del mar, explicando la altísima
contemplación de ser estrella, y tus divinas acciones y excelencias el ser del
mar. Yo te ofrezco a ti, mar de las congregaciones de las gracias, estas cien
Aves Marías que eh rezado en honra y gloria de tu querido Domingo mi escogido
abogado, en memoria de la mil y cien veces que le visitaste y honraste, y en
reverencia de la misma prerrogativa que resplandeció en el Patriarca, siguiendo
tus soberanas huellas de la vida activa y contemplativa en su oración y
predicación, caminos por donde te siguió a la gloria, en cuya señal y premio se
vieron en la ocasión de su muerte, las
dos refulgentes escalas por donde llevaron los ángeles su purísima alma a la
gloria. Y te suplico que, en compañía de mi escogido Patrón Santo Domingo,
encamines mi alma a esta celestial morada por la imitación y contemplación de
los divinos misterios de la vida de tu Soberano Hijo, y juntamente me concedas
por intercesión de mi patriarca, lo que en esta oncena te pido para mayor
gloria y honra suya. Y tú, amabilísimo Padre mío, estrella benéfica de la
mañana, concédeme el que esta que resplandece en tu digna frente, sea el norte
que me encamine al puerto de salvamento, y astro feliz que influya en la
consecución de los que en esta oncena te pido por María Santísima, divina
estrella del mar de quien nació como rayo de apacibles resplandores, Jesucristo
nuestro Señor, que con el Padre y el Espíritu Santo en compañía de esta divina Señora,
vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA DÉCIMO
ORACIÓN
Sapientísima
Señora y Madre de Dios María del Rosario, cuya décima estrella y prerrogativa
de tu divina corona, fue el haber quebrantado la cabeza de la serpiente en que
está extendida la culpa, porque, en la cabeza, están significadas tres clases
de ciencias: terrena, carnal y diabólica, las que tú, con tu divina sabiduría
quebrantaste, la terrena con tu pureza, la carnal con tu virginidad y la
diabólica soberbia con tu rendida humildad. Yo te ofrezco estas cien Aves
Marías que he rezado, en memoria de las mil y cien veces que visitaste y
honraste a mi glorioso y escogido Patrón Santo Domingo, y en veneración de la
misma prerrogativa de la sabiduría que resplandeció en este tu querido siervo,
con la cual quebrantó en el mundo la misma cabeza de la serpiente de la culpa y
la herejía, valiéndose para conseguir tu esclarecido triunfo, de las poderosas
armas de la pobreza voluntaria, castidad inviolable y humildad rendida, y te
pido por su intercesión me concedas el que yo pueda quebrantar y pisar las
mismas culpas con pureza de espíritu, limpieza de alma y humildad rendida, para
que imitándote a ti y a mi escogido Patriarca, logre por la intercesión de los dos, el fin principal para que me crió
y redimió tu Santísimo Hijo, y el que por medio de esta oncena solicito y pido.
Y tú, piadosísimo Padre mío Santo Domingo, concédeme lo que te suplico,
quebrantando y deshaciendo con el poder de tu intercesión, todos los
impedimentos que pueda haber en la consecución de mi ruego, pues para conseguirlo
y lograr esta gracia, me eh valido de las oraciones con que agradaste tanto a María
Santísima y a Jesucristo, su soberano Hijo, que con el Padre y el Espíritu
Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA UNDÉCIMO
ORACIÓN
Engrandecida,
coronada, ensalzada y glorificada Señora, Madre de Dios, María del Rosario, cuya
oncena estrella y prerrogativa de tu divina corona fue el ser recibida en la
corte celestial por la Santísima Trinidad y por todos los Santos Ángeles y
Bienaventurados, donde el Padre como a Hija, el Hijo como a Madre y el Espíritu
Santo como a Esposa, te coronaron por Reina y Señora de todo lo criado. Yo te
ofrezco estas cien Avemarías, con las cuales se ajustan mil y ciento, que en
estos once días he rezado, en memoria de las mil y cien veces que visitaste a
mi escogido Patrón Santo Domingo, y especialmente en veneración del singular
beneficio y favor que te dignaste hacerle en la ocasión de su muerte, apareciéndote
tu y tu Santísimo Hijo en los extremos de las escalas por donde los Ángeles
llevaban su purísima alma, recibiéndola en el cielo, donde lo coronaste con la
inmarcesible corona de honor y de gloria, y te suplico por los grandes méritos
con que tu querido Domingo se hizo acreedor a tan singular premio, que uniendo
a los tuyos los de mi Patriarca, me alcances de tu soberano Hijo, me conceda la
participación de esta corona de la gloria, y ahora lo que en el discurso de
esta oncena te eh pedido por intercesión de mi Padre Santo Domingo. Y tú,
amabilísimo Padre mío, a quien después de Dios y su santísima Madre, he
escogido por mi único y singular amparo, en quien tengo mi esperanza y busco mi
consuelo, pon os ojos piadosos en mi favor a ti solo me acojo, a tus pies me
arrodillo, a ti te invoco por patrón, a ti te llamo vertiendo lágrimas, a ti me
encomiendo con toda cuanta devoción puedo, y te suplico tengas por bien
recibirme y ampararme y favorecerme, para que siendo intercesora tu gracia,
merezca yo lo que en esta oncena te he pedido y con toda mi alma deseo. Así lo
espero, gloriosísimo Padre mío, y que muy en breve, conseguiré de tu piedad el
buen fin de lo que te he suplicado, para que repita muchas y rendidas gracias a
la inmensa piedad de Jesucristo Nuestro Señor y de su Santísima Madre, porque
se dignaron de enviarte al mundo para su consuelo y mi especial remedio, y que después
del que espero en mi alma por tu mano, me presentarás ante el divino
acatamiento de la Santísima Trinidad, cuyo honor, alabanza, inerrable gozo y bienaventuranza,
en compañía de María Señora Nuestra, tuya y de todos los Santos Ángeles y Bienaventurados,
durarán por los siglos de los siglos. Amén.
GOZOS
Ya que a obrar la conversión
Del mundo, el Señor te envía,
Domingo, tú, con María,
Logramos gracias y perdón.
Su santa madre soñaba
Que en tu vientre contenía,
Un can, que al mundo aturdía
Y luz por doquiera enviaba,
Lo que Domingo sería
Presagiaba esta visión.
Cuando bautizado fue
En su frente apareció
Una estrella, que anunció
La claridad de su fé,
Que hermoso sol luciría
Y siempre con elevación.
Su juventud fue de ángel
Y su ciencia como infusa,
Su caridad nada excusa
Por ser de todos todo él,
Hasta que se vendería
Ofreció su compasión.
Así dado a la piedad
Apóstol el más celoso,
Acomete valeroso
Contra el vicio y la maldad
Destruye en la herejía
Su santa predicación.
La Madre del casto amor
Se le deja ver hermosa,
De su Rosario esta Rosa
Lo hace grande fundador
A él y sus hijos confía,
Tan importante misión.
Llora por los pecadores
En su oración abismado,
En el altar abrasado
Despide santos ardores,
Y predicando encendía
El fuego de compunción.
La admiración se merece
De la tierra en derredor,
El mundo con gran fervor
En santidad reflorece
Y el celo que a él consumía,
Deja en santa sucesión.
Vida toda de esplendor,
Con santa muerte termina
Encarga a sus hijos fina
Limpieza y santo pudor,
Diciendo que sería
Su gloria este hermoso don.
Oh mi Padre en el cielo,
Te miro con tanta gloria,
No nos dejes tu memoria
Danos hoy algún consuelo
Tu viña apremia y ansía
Tu santa visitación.
LAVS DEO
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