DEVOCIÓN A MARÍA SANTÍSIMA NUESTRA SEÑORA
ALABANDO LAS PURÍSIMAS PLANTAS DE SUS
SACRATÍSIMOS PIES
Dispuesta:
Por un religioso sacerdote del Sacro y
Real Orden Militar de la Merced
Con Licencia, en Puebla de los Ángeles, año
de 1645
ORACIÓN
Bendito seas eternamente Dios y Señor, Trino y Uno, que para confundir la soberbia del demonio y rendir su maldito orgullo, eligió tu Divina Sabiduría, la humildad de María Santísima, fulminándole la sentencia en el paraíso, de cuyo sagrado, fue transgresor ofensor este envidioso Dragón, siendo poderoso instrumento de tu Divina Justicia, las sagradas plantas de los castísimos pies de esta Purísima Reina, las que desde el instante de su Concepción en gracia, quebraron, rindieron y postraron la erizada cabeza de la mas tirana bestia. Con todo rendimiento, Señor y Dios mío, postrado en las sagradas aras de tu clemencia, te doy humildemente las gracias, y repetidas alabanzas por esta sagrada victoria, de tu Divina Omnipotencia, y en ti Purísima María, alabo y bendigo las castísimas plantas de tus sacratísimos pies, en las que venera afectuoso mi corazón, tu profundísima humildad.
Benditas sean las Purísimas Plantas de los sacratísimos pies de María Santísima, nuestra Señora, las que, desde el gracioso instante de su intacta Concepción, rindieron la cabeza del Dragón infernal.
Benditas sean estas Purísimas Plantas que, caminando al Templo de Jerusalén, encaminaron a todas las almas puras, y guían por el camino del cielo con sagrado ejemplo de honestidad y pureza.
Benditas sean tus Purísimas Plantas, que caminando obedientes a cumplir con el edicto del César Augusto, enseñaron la obediencia que todos debemos tener a nuestros superiores.
Benditas sean tus Purísimas Plantas, que, caminando hasta el humilde abatido Portal de Belén, nos enseñaron la conformidad que todos debemos tener con la voluntad de Nuestro Señor, en todos nuestros desamparos, y el rendimiento con que debemos apreciar los abatimientos y desprecios.
Benditas sean estas Purísimas Plantas, que, caminando para Egipto, nos enseñaron a huir los peligros del demonio, mundo y carne, que son nuestros enemigos crueles.
Benditas sean estas Purísimas Plantas, que, saliendo obedientes de Egipto, nos enseñaron el que pronto debemos obedecer los divinos preceptos.
Benditas sean estas Purísimas Plantas, que, encaminado al Templo, sujetándose a la ley de la purificación, nos enseñaron la estimación y veneración de la ley, y confundieron al infierno con su profunda humildad.
Benditas sean estas Purísimas Plantas, que, caminado al Templo de Jerusalén a dar culto y veneración a Dios nuestro Señor, enseñaron la pronta obediencia con que debemos guardar los preceptos de la Iglesia.
Benditas sean estas Purísimas Plantas, que dolorosas volvieron a caminar a Jerusalén en busca de Jesús Niño, perdido, enseñándonos la diligencia y eficacia con que debemos buscar a Nuestro Redentor, cuando infelices le perdamos por nuestras culpas gravísimas.
Benditas sean estas Purísimas Plantas, que, siguiendo siempre las amorosas huellas de Jesús hasta el calvario, fueron nuestro ejemplo, enseñándonos el que, para agradar a su Majestad, es necesario caminar los ásperos montes de las aflicciones, angustias y amarguras, acompañando a nuestro Redentor en las penas, para conseguir la gracia, y gozarle eternamente en la gloria.
Benditas sean estas Purísimas Plantas, que, caminaron hasta el Sepulcro, acompañando al difunto cuerpo del Redentor del Mundo, enseñándonos así, el que debemos para agradar a Nuestro Redentor, tener presente en nuestra memoria, su amorosa Pasión, su afrentosa muerte y sepultura.
Benditas sean estas Purísimas Plantas, que caminaron al Cenáculo, siendo guía de los discípulos de Cristo, nuestro amoroso dueño, para que, recibiese la Iglesia toda al Espíritu Santo, enseñándonos así, el que, para recibir en nuestras almas, por gracia a este Espíritu Divino, hemos de tener por guía a esta Purísima Reina.
Benditas sean estas Purísimas Plantas, que merecieron en Trono de Estrellas, subir triunfantes del infernal dragón, a gozar el Trono de la Gloria.
Benditas y alabadas de los Ángeles y santos, sean eternamente las Purísimas Plantas de los Sacratísimos Pies de María Santísima, nuestra Señora, digna de toda honra y alabanza.
Espantosas para Lucifer, y para todos los ejércitos infernales, han sido desde el primer instante de la Concepción en gracia, y son y serán eternamente las Purísimas Plantas de los Pies de María Santísima, nuestra Señora y Reina, las que hundieron la soberbia del infernal dragón.
Se rezan dos veces el Ave María y luego lo siguiente:
ORACIÓN
Gloriosísima
Virgen María, refugio de pecadores, Reina de los Ángeles y Santos, Madre del
Divino Verbo humanado, consuelo de los afligidos y espanto del infierno:
bendita eres Purísima Reina, toda eres pura, y toda eres ejemplo de pureza
hermosa, Madre Purísima, son las son las plantas de tus sacratísimos pies. En
tus hermosos calzados, Señora, respira la gracia aromas de honestidad, pureza y
castidad, y los más preciosos aumentos de virtud. Ejemplar eres, intacta
Virgen, de la más profunda humildad, y asisten lo más rendido de tu sacratísimo
cuerpo, venero el depositó el Espíritu Santo, como en sagrada palestra de sus
triunfos el poder, con que sus purísimas plantas, armadas de la fuerte
arrilleria de tu profundísima humildad, vencieron al infernal dragón, por estos
triunfos de la gracia, en general beneficio de toda la humana naturaleza, y en
accidental gloria de la naturaleza angélica, te pido rendido, besando humilde
con mis potencias, con mi alma, y con todo mi corazón, las benditas y purísimas
plantas de tus castísimos y sacratísimos pies, el que ruegues a nuestro Señor,
nos encamine por las sendas de su mayor agrado, y siendo nuestra guía, sean
nuestros pasos ordenados al servicio de su Majestad, al cumplimiento de
nuestras obligaciones, y al verdadero bien de nuestras almas, para que
sirviendo a nuestro Señor en esta vida, consigamos la gracia, y postrados a tus
pies, alabemos a su Majestad eternamente en la gloria. Amén. Jesús, María y
José.
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