viernes, 8 de mayo de 2020

EJERCICIO DEVOTO A LA PURIFICACIÓN DE MARÍA





EJERCICIO DEVOTO A LA PURIFICACIÓN DE MARÍA


I. ¡Oh espejo clarísimo de todas las virtudes, María santísima! Vos, luego que hubieron transcurrido los cuarenta días después de vuestro parto, a pesar de ser la más pura entre las vírgenes, quisisteis en cumplimiento de la ley presentaros al templo para ser purificada. ¡Ea! haced que nosotros, a imitación vuestra, conservemos también puro de toda culpa nuestro corazón, a fin de que merezcamos ser presentados en el templo de la gloria. Ave María...

II. ¡Oh Virgen Obedientísima! Vos, que, al presentaros en el templo, quisisteis ofrecer, como las demás mujeres, el acostumbrado sacrificio; haced que nosotros, siguiendo vuestro ejemplo, sepamos también hacer siempre a Dios el sacrificio de nos otros mismos con la práctica de las virtudes. Ave María...

III. ¡Oh Virgen purísima! que al cumplir con Vos el precepto de la ley, no hicisteis caso de que los hombres os tuviesen por inmunda; alcanzadnos la gracia de que conservemos siempre puro nuestro corazón, aunque tuviésemos que parecer culpables a los ojos del mundo. Ave María...

IV. ¡Oh Virgen santísima! Vos, que, ofreciendo vuestro divino Hijo al Padre eterno, agradasteis á todo el cielo; presentad nuestro pobre corazón a Dios para que con su gracia lo preserve siempre del pecado mortal. Ave María...

V. ¡Oh Virgen humildísima! Vos, que poniendo á Jesús en manos del santo viejo Simeón, colmasteis su espíritu de celestial suavidad; entregad nuestro corazón a Dios, para que lo colme todo de su Santo Espíritu. Ave María...

VI. ¡Oh Virgen diligentísima! Vos, que, redimiendo según la ley a vuestro Hijo Jesús, cooperasteis a la salvación del mundo; redimid nuestro pobre corazón de la esclavitud del pecado, para que esté siempre puro delante de Dios. Ave María...

VII. ¡Oh Virgen clementísima! Vos, que al oír de boca de Simeón la profecía de vuestros dolores, os resignasteis al momento a las disposiciones de Dios; haced que nos otros, también resignados siempre a las disposiciones de Dios, sobrellevemos con paciencia las tribulaciones. Ave María...

VIII. ¡Oh Virgen piadosísima! Vos, que colmando de suprema luz a la profetisa Ana por medio de vuestro divino Hijo, hicisteis que ensalzase las misericordias de Dios, reconociendo a Jesús por Redentor del mundo; colmad de gracia celestial nuestro espíritu, para que podamos gozar copiosa
mente el fruto de la redención divina. Ave María…

IX. ¡Oh Virgen resignadísima! Vos, que, previendo la dolorosa pasión de vuestro Hijo, sentisteis a vuestra alma traspasarse de dolor, y conociendo la aflicción de vuestro esposo José por vuestros padecimientos, le consolasteis con santas palabras; traspasad nuestra alma con un verdadero dolor de nuestros pecados, para que pueda gozar el consuelo de participar de vuestra gloria en el paraíso. Ave María...





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