EJERCICIO DEVOTO A LA ANUNCIACIÓN DE MARÍA
SANTÍSIMA
I.
Yo os venero y admiro ¡oh santísima Virgen María! como la más humilde de todas
las criaturas delante de Dios, en la hora y en el momento mismo de vuestra Anunciación,
cuando el mismo Dios os elevó a la sublimísima dignidad de Madre suya. ¡Ea, pues!
haced, o gran Virgen, que reconozca
mi
nada, y por fin me humille de corazón delante de todos. Ave María…
II.
Vos, o santísima Virgen María, que saludada y anunciada por el arcángel Gabriel,
y exaltada por Dios sobre los coros de todos los Ángeles, os confesáis esclava
del Señor: Ecce ancilla Domini: ¡ah! Alcanzadme una verdadera humildad y una pureza
verdaderamente angelical, haciendo me llevar una vida siempre digna de la bendición
de Dios. Ave María…
III.
Yo me congratulo con Vos, o Virgen santísima, de que, con un solo Fiat proferido
por Vos con tanta humildad, atrajisteis del seno del Padre eterno al vuestro el
Verbo divino. ¡Ah! encaminad siempre mi corazón a Dios, y atraed su gracia a mi
corazón, para que de veras pueda bendecir siempre aquel vuestro Fiat,
exclamando devotamente: ¡Oh Fiat poderoso! ¡oh Fiat eficaz! ¡oh Fiat más digno
de veneración que todo otro Fiat! Ave María...
IV.
¡Oh gran Virgen María! Vos, a quien el arcángel Gabriel, en el día de vuestra Anunciación
halló tan pronta y bien dispuesta para cumplir la voluntad de Dios y los deseos
de toda la augustísima Trinidad que quería vuestro consentimiento para redimir al
mundo; haced que, en todo suceso próspero o adverso, dirigiéndome a Dios, diga
siempre con resignación: Hágase, holgase en mi según vuestra palabra. Ave
María...
V.
Comprendo bien ¡oh santísima María! que vuestra obediencia os ha unido tan estrechamente
con Dios, que no es posible unión tan bella con otra criatura. «Unirse más a
Dios no era posible, sino haciéndose Dios» dice el beato Alberto Magno ah; pero
me lleno de confusión al verme separado de Dios por mis pecados. ¡Ah! ayudadme
Vos, o Madre benigna, a arrepentirme
de
ellos de todo corazón, para unirme con vuestro amado Jesús. Ave María...
VI.
Si Vos, o santísima María, a causa de vuestra modestia os sobresaltasteis a la aparición
del arcángel san Gabriel en vuestra casa; yo me espanto de mi grande soberbia
al comparecer delante de Vos. No obstante, por aquella vuestra incomparable humildad,
que mereció parir a Dios para la salud de los hombres, que abrió el paraíso, y
que libró las almas del limbo; os suplico me saquéis del abismo de mis culpas y
hagáis que consiga mi salvación. Ave María…
VII.
Aunque mi lengua es impura, o Virgen purísima, me atrevo a saludaros a todas
horas con estas palabras: «Dios te salve, Dios te salve, llena de gracias» y de
corazón os ruego que comuniquéis a mi alma un poco de aquella gracia copiosa,
de que os colmó el Espíritu Santo cuando descendió sobre Vos. Ave María...
VIII.
Creo, o María santísima, que aquel gran Dios que estuvo siempre con Vos desde
vuestra Concepción, El Señor es contigo, se unió más estrechamente con Vos por
medio de su Encarnación en vuestras purísimas entrañas; y os suplico me concedáis
que por medio de la gracia santificante esté siempre unido de corazón al mismo
Señor mi amado Jesús. Ave María...
IX.
¡Ah! bendecid mi corazón, bendecid mi alma, o santísima Virgen María, así como
Vos fuisteis siempre bendecida por Dios entre todas las mujeres; pues tengo la
esperanza cierta de que si Vos, amada Madre mía, me bendecís ahora en esta vida,
seré también bendecido después de mi muerte en la gloria por toda la eternidad.
Ave María…
L/: El Ángel del Señor, anunció a María
R/: Y concibió por obra del
Espíritu Santo.
ORACIÓN: Señor,
que quisiste que tu Hijo asumiera la naturaleza humana en el seno de la Virgen María;
a los que creemos que nuestro redentor es Dios y hombre verdadero, concédenos que
merezcamos ser semejantes a él en su naturaleza divina. Por nuestro Señor
Jesucristo.
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