LOS VIERNES DE NUESTRA SEÑORA DE LOS
DOLORES
QUE SE VENERA EN SANTO DOMINGO, PARA TENER
BUENA MUERTE
CON LICENCIA ECLESIÁSTICA
GUATEMALA
AÑO DE 1899
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA
DE LA
BUENA MUERTE
¿Qué
nube de tristeza cubre la noble frente de la hermosa Reina de los cielos? ¿Por
qué sus ojos están velados por el llanto, y sus manos trémulas se elevan en
ademán de súplica, y todo su cuerpo se estremece como si estuviera próxima a
morir? ¡Ay! levanta la vista y mira, allá en la cumbre del Calvario, a su Hijo,
al Hijo de Dios, clavado en una ignominiosa Cruz entre dos ladrones, rodeado de
un pueblo que le injuria y le escarnece, y abandonado aun de su Padre celestial
que lo deja a que apure sólo, hasta la última gota, el doloroso cáliz de su pasión.
Los ángeles cubriéndose el rostro con sus alas, lloran amargamente; y el
infierno mismo está suspenso sin comprender lo que pasa. El, el Señor de los
cielos y de la tierra, no tiene donde reclinar su doliente cabeza coronada de espinas:
no encuentra quién le dé una gota de agua que mitigue el ardor de su sed: un
torrente de sangre inunda su cuerpo salpicando con ella las manos y el seno de
su desolada Madre. Sin embargo, ¡oh prodigio de caridad! veo al moribundo
Salvador fijar en María sus lánguidos ojos, é indicándole en su querido
discípulo Juan a todos los fieles, decirle con inefable ternura: Mujer, mira
ahí a tu hijo; luego transmitiendo a ella todos los raudales de su misericordia
y tesoros de su amor para con los hombres, darle el último adiós y espirar. ¡Oh
María, a Ti como Madre nuestra, nos acogemos en las miserias de la vida. Tú
eres nuestro amparo en todos los instantes de ella. ¡Virgen pura! Tú que fuiste
concebida sin pecado y conservaste hasta el último instante de tu dolorosa
vida, tu pureza inmaculada; líbranos de ofender a tu divino Hijo, y líbranos, sobre
todo, de la horrible desgracia de morir en pecado; acompáñanos en nuestra
última agonía, y al momento de presentarnos en el tribunal de Dios, míranos con
misericordia y cimbremos con tu manto maternal, a fin de que nuestra sentencia
sea benigna, y no nos veamos alejados para siempre de tu amable presencia.
Padre
nuestro y Ave María.
A JESUCRISTO EN LA CRUZ
¡Oh
Jesús mío! Tú que pediste perdón por Mí en la Cruz, olvida mis maldades y
mírame con misericordia en el terrible momento de presentarme ante el tribunal
de tu justicia. Soy hijo de un padre condenado por sus pecados a la muerte; soy
pecador yo también: caiga pues, sobre mi cabeza la espada de tu divina
justicia; que besaré la mano que me hiere; pero al castigar mi cuerpo, salva,
Jesús mío, mi alma para que pueda amarte toda la eternidad, y gozar de la felicidad
que tienes preparada a tus escogidos. ¡Jesús mío, no desoigas mi voz, ten piedad
de mí, Dios mío!
Padre
nuestro y Ave María.
A SEÑOR SAN JOSÉ
¿Cómo
es posible ver a Jesús y a María y no recordar al que acá en la tierra hizo de
padre al uno y fue verdadero esposo de la otra? ¡Oh santísimo Patriarca que
tuviste la inefable dicha de morir en los brazos de Jesús y de María, y de ser
llevado por manos de los ángeles al seno de Abrahám, a donde muy luego bajó por
ti tu triunfante Jesús, y lleno de honor y gloria te condujo a su reino
celestial para reinar con El por toda la eternidad; dirígeme en el difícil
camino de la vida, y acompáñame sobre todo en mi última agonía, a fin de que
pueda vivir feliz contigo por los siglos! Amén.
Padre
nuestro y Ave María.
Los
Ilmos señores Dr. don Carlos M. Colina, Obispo de Puebla, y el Dr. don José
María del Refugio Guerra, Obispo de Zacatecas, conceden cada uno cuarenta días
de indulgencia por cada Oración de las contenidas en este devocionario.
OFRECIMIENTO HE LAS TRES SALVES
PRIMERA SALVE
Soberana
Señora de la Soledad, yo indigno pecador, esclavo tuvo, te ofrezco esta primera
Salve, convidándote para la soledad de la hora de mi muerte, pidiéndote que por
la soledad que padeciste al pie de La Cruz, me asistas en la hora que me
espera; por el alivio que tuviste cuando los varones justos bajaron a tu
Santísimo Hijo y lo pusieron en tus santísimos brazos. Amén.
SEGUNDA SALVE
La
segunda salve te ofrezco, piadosísima Señora, para cuando me esté tomando la
cuenta tu Santísimo Hijo; por aquel dolor que te asistió de hallarte con su
Divina Majestad en los brazos; por el consuelo que tuviste cuando José bajó la
sábana santa, en la cual fue envuelto su Santísimo Cuerpo, rompas lo que contra
mí hubiere escrito el enemigo, y me envuelvas en los tocas de tu divina
misericordia. Amén.
TERCERA SALVE
La
tercera Salve te ofrezco, Soberana Señora, convidándote para cuando me esté
sentenciando tu Santísimo Hijo por mis grandes culpas: por el gozo que tuviste
cuando le viste resucitado el día tercero, tenga yo el gozo de merecer te acuerdes
de que te tengo convidada para las tres necesidades, que son: labora de la
muerte; cuando me esté tomando la cuenta, y cuando me esté sentenciando a las
penas que por mis graves culpas merezco; como Madre te pido me defiendas ahora
y en la hora de mi muerte. Amén.
ORACIÓN Á MARÍA SANTÍSIMA
Hermosa
Raquel, valerosa Judit, agraciada Ester, prudente Abigail, Purísima María, hermosa,
santa, inmaculada, piélago de virtudes, mar de gracias, fuente de beneficios, ¡qué
elogios te podré decir que no sean menos que lo que Tú mereces! Todo cuanto
puede decirse, te diré con decirte María: con este nombre endulzaré mis laidos,
con este nombre desterraré mis temores, con este nomine alentaré mis esperanzas;
y por más. que sea yo un abismo de maldades, Tú no dejarás de ser un abismo de
misericordias y piedades Amén.
El
Ilmo. señor Obispo de Puebla Dr. don Diego Arando, concedió cuarenta días de
indulgencia por cada vez que se rezare fervorosamente esta Oración.
DÉCIMA
Á NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD
Dios te salve Reina hermosa,
Llena de grande amargura;
Dios te salve Virgen pura,
Triste, afligida y llorosa.
Por tu soledad penosa
Y por tu pena excesiva,
Haz que en mí la gracia viva,
Haz que logre feliz suerte;
Y tú asísteme en mi muerte
Como Madre compasiva.
ORACIÓN
Acuérdate,
piadosísima Virgen María que tu dulcísimo Hijo, antes de morir en la Cruz, te
recomendó me recibieras por tu hijo. Dígnate, Señora, de ser mí madre, y como
Madre de misericordia, extiende tu amorosa vista sobre mí alma, ahora y en la
hora de mi muerte. Dígnate poner en mí tus ojos, mírame con aquella compasiva y
amorosa mirada con que viste a tu dulcísimo Hijo morir en la Cruz, para que por
tu intercesión logre mi alma el perdón de mis culpas y merezca ir a gozar de Dios
por toda la eternidad. Amén.
A NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD
SONETO
¿Por qué de angustia y de dolor transida
La congoja revela tu semblante?
Por qué tu corazón ¡oh Madre amante!
¿Abierto se halla con profunda herida?
En un mar de amargura sumergida
El consuelo no encuentras ni un instante;
Angustiada, llorosa y vacilante,
Próxima te hayas a exhalar la vida.
De tus ojos la luz miro eclipsada,
Y tú divino rostro palidece
Al encontrarte sola, desolada.
Y cada instante tu amargura crece,
Porque al estar de tu Hijo separada
Aún más y más tu corazón padece.
ORACIÓN
Eterno
Dios y Padre mío misericordioso, acordaos que el Corazón Santísimo de vuestro divino
Hijo fue por mi amor afligido y atribulado en el huerto de Getsemaní, y que en medio
de su amargura a Vos solo recurrió, para enseñarme con su ejemplo lo que debo
hacer en mis aflicciones: a imitación suya, llego á Vos, Padre amantísimo,
lleno de confianza, tanto en los méritos de mi amado Redentor, como en vuestra
clemencia, recurro en la presente aflicción en que me hallo: y con Él os digo:
Padre, si es posible apartad de mí este cáliz que me es tan amargo; pero si en
vuestros divinos decretos está escrito que yo lo beba, hágase en todo. Señor,
vuestra santa voluntad y no la mía. Sé que todo lo disponéis a mayor gloria
vuestra y bien de mi alma: sé que para esto fui creada, para hacer vuestro gusto
y no el mío: hágase, pues, Señor, como Vos queréis y no como yo lo quiero. Pero
conociendo mi flaqueza y miseria os pido, por el atribulado corazón de Jesús, y
con aquella confianza que El me da, cuando Él me dice que cuanto pidiere en su
nombre me lo concederéis en su nombre; pues os pido el remedio de esta
necesidad.... y que, si no es de vuestro agrado remediármela, me deis gracia y
paciencia para sufrirla con gusto y para gloria vuestra con bien de mi alma.
Dadme, oh Sagrado Corazón de Jesús, fortaleza para vencer mis inclinaciones, y
sobre todo constancia en vuestro servicio No merezco por mis pecados ser
consolado en mis penas; pero sí lo merece el corazón de vuestro divino Hijo por
mi amor sacrificado, lo merecen sus penas y trabajos. Ved, pues Señor, los
méritos de este y no mis méritos, y por ellos haced que mi voluntad sea tan
conforme a la suya, que pueda siempre como El deciros: No se haga mi voluntad
sino la vuestra. Amén.
A MARIA SANTISIMA
Llena de confianza y fé
Llegó a tus plantas, Señora,
Que, aunque alma soy pecadora
Eres mi madre, y bien sé
Que consuelas al que llora.
Refugio de pecadores,
Virgen llena de bondad,
Que con maternal piedad
Nos colmas de tus favores:
Por tus acerbos dolores,
Por tu pura Concepción.
En la presente aflicción
Una paz firme y estable
Alcanza de tu Hijo amable
A mi triste corazón.
Afligida madre mía.
Tierno imán de mis amores.
Mis pesares y dolores
Yo te ofrezco en este día,
Por tu nombre de María
Te pido resignación.
Por tu amante Corazón
Te pido conformidad,
Y que si es tu voluntad
Me saques de esta aflicción.
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