VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y A MARÍA
SANTÍSIMA
Con Licencia Eclesiástica
Guadalajara. 1887
Señora y Madre mía, Virgen santísima: El pecador más obstinado que hay en el universo soy yo, el más ingrato de los mortales que te dirige esta tibia plegaria está a tus plantas; el que con sus enormes pecados ha entristecido al cielo y a la tierra está aquí en tu santísima presencia. Al fin llegó la hora, Madre mía, de que tenga 1a dicha de poderte hablar aquí en este augusto templo; aquí donde me ha conducido tu amante corazón: aquí me tienes, Señora, confundido y avergonzado de mis iniquidades, arrepentido de haberte dado tantos pesares con mi depravada conducta: vengo, Madre mía; á rogarte que intercedas por mí para con tu Santísimo Hijo, para que me perdone; vengo a romper mí corazón de dolor de haberle ofendido. Esta es la intención que tengo, este es el deseo más ardiente de mi alma; pero no puedo articular ni una sola palabra digna de tan elevada majestad; mi corazón empedernido con tantos crímenes está seco, mis ojos no se mueven, mi alma está insensible, porque hace mucho tiempo que las pasiones y vicios me tienen encadenado: y no puedo nada, estoy muerto, porque perdí la gracia para darle lugar al pecado; en esta triste condición en que estoy, ocurro a tu dulcísimo y tierno corazón. para queme guie, pava que me ampares; ¿y por último para que me sirva? de medianera. Poniéndome, Virgen Santísima, bajo; tu protección, nada tengo que temer; emendado bajo tu preciosa sombra, estoy a salvo; tus virginales entrañas son el Sagrario augusto donde moró el Señor. El Dios Omnipotente: tú no puedes despreciar las suplicas del que te implora, porque tú eres la madre cariñosa del pobre pecador: mientras más delitos he cometido, más necesito de tu compasión: teame lástima, Señora, apiádate de mí, Virgen clementísima, adóptame por tu hijo: llévame ante el Señor, para que en tu santísima presencia me perdone. Dame aliento, Señora, para que pueda postrarme ante el augusto trono del Señor a quien he ofendido; endulza mis labios con el almíbar de tu cariñoso amor para que yo pueda proferir palabras dignas de tan alto Soberano: mueve mi corazón a fin de que exhale suspiros mi alma, y me haga enternecer y derramar lágrimas de verdadera contrición: dame fuerzas para excitar a este mi cuerpo a fin de estar en presencia del Todopoderoso cual corresponde, postrado respetuosamente, con toda la humildad y devoción necesarias, para que mi pobre oración sea grata ante los ojos del Señor. Amén.
Se reza una Ave María.
Pan divino que misteriosamente consagrado eres el Dios y el Señor del universo: Hostia pura, que allá en el Calvario te ofreciste en expiación perpetua: Maná delicioso que descendiste del cielo, para servir de alimento a tus hijos: Arca misteriosa que, encerrado, guardas el más rico de los tesoros. ¡Santísimo Sacramento! Señor Dios y Padre mío: yo, el más indigno de comparecer en tu augusta presencia, me he atrevido hoy a postrarme ante tu trono, para rendirte adoración, para darte una señal de que, a pesar de mis enormes pecados, no puedo dejar de amarte con todo mi corazón y con toda mi alma. Para poder llegar a tu presencia, y no causarte enojo por mis horrendos delitos, traigo conmigo el sagrado escudo de tu Santísima Madre; la Reina del cielo, la que tú. Señor, amas tanto, es mi intercesora, mi abogada y mi Madre. ¿Será posible, que con esta recomendación no me recibas? Yo no creo que me arroje tu clementísimo corazón de tu presencia, no; todo lo contrario, espero con mis lágrimas y ruegos conseguir aplacar tu enojo, y que me perdonarás mis pecados; y lo espero con mucha confianza, fundado en tu Divina palabra. Tú dijiste que al venir al mundo no lo hiciste por los justos sino por los pecadores: tu sangre preciosísima derramada en el Calvario es el remedio de todos mis males. Venid a mí, dijo tu amante corazón, los que estáis cargados de aflicciones y trabajos, que yo os consolaré; como una tierna y cariñosa madre acaricia sus pequeñitos hijos, así os tendré en mi corazón. ¿Quién más pecador que yo? ¿quién más infame? no hay por consiguiente en el universo otro, más necesitado; por eso vengo a tu santísima presencia, para que obres en mí no según tu justicia, sino según tu misericordia; perdóname, Padre amoroso, ejerce en mí tu clemencia por piedad; compadécete de mí, siquiera porque a pesar de mis delitos, jamás te he negado pues creo firme y resueltamente que eres el Dios Omnipotente, que bajo los accidentes sacramentales te ocultas en esa hostia sagrada, como prisionero voluntario, para oír las súplicas y oraciones del pobre pecador: perdóname porque soy tu hijo, y tengo derecho de pedírselo a mi amado Padre y Señor: soy cristiano, y como tal, te ruego que me salves, para que la honra que recibí en el bautismo no se pierda; soy pecador, es verdad, pero tu Sangre preciosísima cayó sobre mi frente; con ella estoy marcado, y no es posible que me desconozcas; últimamente allá en los momentos supremos del Calvario, estaba la Corredentora del género humano recibiendo de tu amoroso corazón tus últimos encargos: en esa hora suprema, tú nos dejaste encomendados a su amanta Corazón: ¡He ahí a tu hijo! pues heme aquí, Señor, vengo a que se cumpla en mí tu bondadoso encargo, vengo acompañado de mi Santísima Madre; por los ruegos de ella espero mi perdón, por sus lágrimas dolorosas apiádate de mí… perdón, Señor, piedad, Padre mío, misericordia, Dios Omnipotente, para este pecador. Amén.
Se hace la comunión espiritual.
Creo, Jesús mío, que estáis presente en el Santísimo Sacramento, os amo y vivamente deseo recibiros. Venid, pues, a mi corazón, os abrazo y me uno con Vos, no os apartéis de mí.
Se reza la estación mayor y luego la siguiente:
OFRECIMIENTO
Suplícote Padre Eterno, por tu infinita misericordia y por los méritos de mi Señor Jesucristo, intercesión de la Santísima Virgen María, y de todos los ángeles y Santos, seas servido mirar por la exaltación de nuestra Santa Fé católica, la paz y concordia entre los príncipes cristianos, extirpación de las herejías, conquista de la Tierra Santa, vida, salud, intención y acierto en su gobierno del Sumo Pontífice, y de todos los superiores y ministros eclesiásticos y seculares, las necesidades espirituales y temporales de nuestra Madre la Iglesia, la conversión de los infieles y de los cristianos que están en pecado mortal, el auxilio eficaz para el remedio de los que se hallan en peligro u ocasión de pecar, la perseverancia y aumento en gracia de los justos, la salvación de todas las almas, el descanso de las que están en el Purgatorio, especialmente, de aquellas por quienes debo pedir más, mirados los títulos de justicia, caridad y agrado vuestro; concédeme el tesoro de estas indulgencias, tened, Señor, misericordia de mí, no permitas que me coja la muerte sin haberos satisfecho por mis pecados, adquirido todas las virtudes, recibido los Santos Sacramentos, hecho muchos y muy fervorosos actos de amor vuestro y logrado plenaria indulgencia de mis culpas, con muchos aumentos en vuestra gracia. Amén.
Santa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, salvadnos.
Sagrados Corazones de Jesús y de María, protegednos.
PARA DESPEDIRSE DE MARÍA SANTÍSIMA
Dios te salve, María, espejo sin mancha de divinos respetos; llena eres de gracia, augusta virgen circundada siempre por los fulgores de la santidad; el Señores contigo, fuente preciosa de la dilección; bendita tú entre todas las mujeres, criatura privilegiada; decorada con las mayores excelencias y bendito sea el fruto de tu vientre Jesús, Madre del mis hermoso de los nacidos, portento de los portentos, presea escogida, obra la más perfecta que emanara de la diestra del Omnipotente. Santa María Madre de Dios, dignísima esposa del Espíritu Santo, cuyo célico consorcio os proporcionó la más excelsa maternidad; ruega por nosotros pecadores, ¡oh corredentora del humano linaje, reparadora del mundo y árbitra entre tu Hijo y los hombres! Ahora y en la hora de nuestra muerte, tú que poder absoluto ejerces en la naturaleza y eres distribuidora de las gracias celestiales. Así lo esperamos, piadosísima Señora, de quien siendo compasiva depositaria de todos los tesoros de la misericordia y eficaz intercesora cerca del Señor, alcanza cuanto su clemencia desea Amén, si ¡Madre tiernísima! Así Concédenos tu amor, y con él obtenednos las gracias eficaces para bien vivir y el don de la perseverancia final, para continuar en el cielo el cántico de tus divinas alabanzas por todos los siglos de los siglos. Amén.
¡Oh
Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco todo a Vos; y en prueba de mi filial
afecto, os consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en
una palabra, todo mi ser. Ya que soy enteramente vuestro, guardadme y defendedme
como cosa y posesión vuestra. Amén.
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