miércoles, 3 de junio de 2020

NOVENA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO



NOVENA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

 

Obra escrita en francés por un religioso benedictino de la Congregación de San Mauro: traducida al castellano por Don Felipe Moreno Estepar. Madrid: Imprenta de la Calle Greda. 1819.

 

Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento etc.

Por la señal etc.

 

ACTO DE CONTRICIÓN.

Dios y Señor mío, mi Criador, mi Redentor y Glorificador, en quien creo, en quien espero, a quien adoro y amo sobre todas las cosas: penetrado mi corazón del más vivo dolor de haberte ofendido, recurro a tus pies y presencia santísima, conociendo que he pecado delante del cielo, y contra ti; y por ser quién eres infinita bondad, me pesa una y mil veces de haberte ofendido: recibe, Señor, la contrición de mis pecados, y auméntala, y perfecciónala para que sea firme el propósito que hago de nunca más volverte á ofender, y de confesarme. Y en reconocimiento de la misericordia, que espero me has de conceder, admitiéndome a tu gracia, quiero dedicarme a tu obsequio en el Santísimo Sacramento adonde te alabaré y bendeciré toda mi vida. Amén.

 

DÍA PRIMERO

ORACION

Soberano y eterno Dios, en cuya presencia: están llenos de respeto y reverencia los más altos Serafines; y maravillados de vuestra infinita grandeza no hacen más que repetir: Santo, Santo, Santo: que has querido encerrar en la sagrada Eucaristía todas tus perfecciones: dígnate recibir en señal de mi agradecimiento todas las alabanzas que te dieron, y dan; todos los bienaventurados desde su creación, y todos los santos desde que entraron en tu gloria, y las que te dan y darán todas las criaturas desde el principio del mundo por toda la eternidad; y te pido humildemente alumbres mi alma con una fe muy viva, para que conociendo tus finezas en el Santísimo Sacramento, te sepa tributar continuas acciones de gracias, y la más profunda adoración. Amén.

Ahora se reza una Estación, y después se dirán estos:

 

AFECTOS

Tú eres mi Dios, y te confesaré siempre en este Santísimo Sacramento.

Tú eres mi Dios, y te exaltaré.

Te confesaré siempre, porque te has dignado oír mis súplicas en este lugar de propiciación.

Glorificaré tu nombre eternamente, porque así manifiestas sobre mí tu misericordia.

Tú solo eres Dios; y no hay otro fuera de ti. Tú solo Santo. Tú solo Señor. Tú solo Altísimo... Tú esplendor del Padre. Figura de su sustancia. Ilumina mi entendimiento, y abrasa mi corazón con tu amor.

Aquí se hará la súplica, pidiendo a nuestro Señor lo que se desee conseguir por medio de esta Novena.

 

ORACIÓN COMÚN CON QUE SE CONCLUYE ESTE Y LOS DEMÁS DÍAS

Dios eterno y misericordiosísimo, que obligado de tu infinita caridad quisiste enriquecer a tu Iglesia con el preciosísimo é inestimable tesoro de tu cuerpo y sangre, para ser en la Eucaristía rey que nos gobiernas, pastor que nos diriges, médico que nos sanas, maestro que nos enseñas, padre que nos amas, sol que nos alumbras, y fuente divina e inagotable de donde se derivan todas las gracias; reconocida mi alma a tus infinitas finezas, quisiera arder en el fuego de los Serafines para derretirse en tu obsequio, y saber darte gracias por haberte quedado en el Santísimo Sacramento para unirte a nosotros con vínculo tan estrecho de dulcísima caridad, o poder recompensar las injurias que recibes de tantos infieles y herejes, y de los malos cristianos con sus comuniones sacrílegas, o del olvido que padeces en las iglesias, donde no quieren hacer caso de Vos los hombres, con quienes aseguras tienes tus delicias. Pero ya que son tan débiles y pobres mis afectos, yo te ofrezco todas las adoraciones que te tributan los bienaventurados, y las alabanzas que te dio en la tierra, y te dará en el cielo la reina de los Ángeles María Santísima. Recíbeme, Señor, por perpetuo esclavo tuyo, y haz que lo acredite en la reverencia con que te adore, y en el celo con que promueva tus cultos. Te encomiendo las necesidades en qué se halla tu santa Iglesia, y te pido humildemente mires con perpetua misericordia a este tu católico reino, que tanto te ha venerado. Que destruyas las herejías, conviertas a los pecadores, y perfecciones a los justos. Abrid, Señor, vuestra mano liberalísima, y compadecido de todas mis necesidades temporales y espirituales, dadme el remedio que en todo necesito, para que, santificado con tu gracia, te alabe por todos los siglos. Amén.

¡Oh, Hostia saludable!

Tú que abres las puertas del cielo,

préstanos tu fortaleza y tu auxilio

cuando los enemigos estrechan el cerco.

Para Ti, Señor, uno y trino,

sea siempre la gloria eterna, que nos conceda una vida sin fin

en la patria (el Paraíso)

 

L/: Nos has dado Pan del Cielo

R/: Que contiene todo consuelo

 

OREMOS: Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

DÍA SEGUNDO

ORACION

Supremo Señor y eterno Rey, que estando en el cielo A la diestra del Padre con universal imperio y señorío sobre todas las criaturas, te reverencian, te aman y adoran todos los Santos y Espíritus bienaventurados, cantándote perpetuas alabanzas, y reconociéndote por verdadero Rey y Señor, quisisteis por mi amor humillarte en el Santísimo Sacramento del altar, encubriendo toda tu grandeza bajo el velo de los accidentes: te suplico con la mayor humildad vengas a mi alma, como poderoso rey, y destruyas todos mis enemigos, que son mis pasiones, é imprimas en ella firmemente tus divinas leyes. ¡O Dios mío! abiertas están las puertas de mi corazón, te entrego las llaves de mi libertad, y te protesto serte fiel, obedecerte y adorarte en espíritu y verdad todos los días de mi vida. Amen.

Se reza la Estación, y después se dirán estos

 

AFECTOS

¡Oh Señor! Tú eres mi Rey y mi Dios, que das la salud a Jacob, porque eres Dios, y Rey grande sobre todos los dioses,

A ti, Rey de los siglos, invisible é inmortal, sea dado el honor, la gloria y el imperio.

Salid, fervorosos suspiros de mi alma, a adorar al verdadero rey en el Sacramento, dispuesto a desposarse, conmigo con indecible alegría de su dulcísimo corazón.

¡O Señor! venga a mí tu reino; y no permitas reine jamás el pecado en este mortal cuerpo, ni me domine de aquí adelante la injusticia.

Rey clementísimo, tú seas quien poseas eternamente mi corazón.

 

 

DÍA TERCERO

ORACIÓN

Dulcísimo Señor, y vigilantísimo Pastor de mi alma, que no contento con haberme buscado a mí, oveja perdida, con tanto amor y diligencia, y llevado como sobre tus divinos hombros, manifestando la suma alegría que tienes en encontrar a las criaturas dóciles a los amorosísimos silbos de tus auxilios é inspiraciones; quisiste quedarte en el Santísimo Sacramento para darte en pasto a tus fieles ovejas, y que comiesen tu misma carne, y bebiesen tu preciosa sangre, cumpliendo de esta manera, y con excelencia los oficios de verdadero pastor, según lo ofreciste por tus Profetas: haz, piadosísimo Pastor, que arrepentido ya de haberte hecho trabajar en buscarme, y de haberme huido tantas veces, me deje de aquí en adelante guiar y gobernar por tu gracia, y apacentando mi alma con tan divino manjar jamás vuelva a caer en las garras de la fiera pésima del pecado. Amen.

La Estación, y después estos

 

AFECTOS

No temas, alma mía, que el Señor es tu Dios y tu Pastor, y como tal te dirige, y te apacienta con su sagrado cuerpo, y te da una prenda segura de colocarte en la gloria.

Si oigo los silbos de este Pastor divino, y le conozco, me dará vida.

No pereceré eternamente, y nadie me podrá arrebatar de su rebaño.

Búscame, Dios mío, y no se canse tu misericordia, que, ya conociendo mi ingratitud, y esta oveja de mi alma su perdición, quiere volver a ti; y para obligarte, te doy palabra de no olvidar jamás tus mandamientos.

 

 

DÍA CUARTO

ORACIÓN

Amabilísimo Señor y Médico de mi alma, que entre los nombres con que quisiste dar a conocer tu misericordia, fue llamándote médico; significando también los oficios que como tal haces, en aquel samaritano que habían herido los ladrones, y se hallaba postrado en el camino; y para que sanásemos de nuestras enfermedades, te dignaste dejar en tu Iglesia la singularísima medicina de tu propia carne y sangre, con la cual nos curas de todas perfectamente; sanando las pasadas, preservando las futuras, y reparando la flaqueza de mi espíritu: compadécete ¡o Médico divino! de todos mis males. Mirad, Señor, que ha muchos años que los padezco. Haced pues, que, aplicándome a recibir debida y frecuentemente tan soberano remedio, cobre la salud que necesita mi alma. Amen.

La Estación, y después estos

 

AFECTOS

Señor, a quien amas, está enfermo; basta que lo sepas, para que yo confíe de mi remedio.

Ten misericordia de mí, Señor, porque los males que me cercan no tienen número; y si te dignas oír la confesión humilde de mi enfermedad, con verdad, aunque avergonzado, te digo, que desde la cabeza hasta la planta del pie no hay en mí sanidad.

Señor, aunque te has dignado curar a esta babilonia, dispensándole tantas veces la preciosa medicina de tu cuerpo, y no ha sanado; no me desampares, que yo ya quiero mi salud.

Aunque leproso y cubierto de miseria por mis muchas culpas, si quieres, tú puedes limpiarme.

Jesús, Hijo de David, tened misericordia de mí.

 

 

DÍA QUINTO

ORACIÓN

Sapientísimo Señor y Maestro de mí alma, que después de haber hablado tantas veces, y de tantas maneras á tu antiguo pueblo por medio de los Profetas, quisiste hablar y enseñar por ti mismo á los hijos de tu Iglesia, estableciendo tu perpetua cátedra en el Santísimo Sacramento, adonde como á verdadero monte de Dios y casa de Jacob, convidas para que te oigan, comunicando los tesoros de sabiduría y ciencia que en ti se encierran; apiádate ¡ó dulcísimo Maestro mío! de mi rudeza e ignorancia, y dígnate comunicarme el entendimiento, para que aprenda tus mandamientos, enséñame a conocerte y a conocerme, y que en todo aprenda a hacer tu voluntad. Amén.

La Estación, y después estos

 

AFECTOS

Alegraos, hijas de Sion, en Dios vuestro Señor, porque en el Santísimo Sacramento se ha querido constituir vuestro Doctor.

Allí, allí está a quien el eterno Padre dice que le oigamos.

¡O que dicha la de mi alma! pues ya con los ojos de mi fe veo a mi Preceptor.

Bienaventurado a quien tú enseñares, Dios mío.

¿Quién pudiera hacer vinieran todas las criaturas, y postradas en tu presencia como la Magdalena, estuvieran atentas a oír tu voz?

Por lo que hace a mí, ya te lo digo, Dios mío; y sedme testigos, santos Ángeles de mi resolución.

Habla, Señor, que ya tu siervo oye.

 

 

DÍA SEXTO

ORACIÓN

¡Amabilísimo Señor y Padre, que siendo quién eres, universal Señor de todo lo criado, tienes tanto amor a los hombres, que los adoptas por hijos, y quieres que sean y se llamen así, preparándoles en la mesa divina el pan del cielo para su alimento: en tu soberana presencia se presenta mi alma, despertando del olvido en que ha vivido; y como aquel pródigo del Evangelio, recurro a ti, confiado en que eres mi Padre, aunque yo he perdido tantas veces la preciosísima cualidad de hijo tuyo. ¡O quien pudiera dar una voz de verdadero dolor de mis pecados, que, penetrando los cielos, se oyera por todas partes que he pecado contra mi buen Padre! Humildemente te pido me perdones, y recibas a tu gracia, y me admitas al convite de tu divinísimo Sacramento, para que pueda permanecer en ella. Amen.

La Estación, y después estos

 

AFECTOS

¡O que fea ingratitud! Yo me he separado del Dios que me engendró, y tantas veces me he olvidado del Señor que me crió.

No, no caiga, Señor, sobre mí la maldición de tu Profeta: ¡Ay de los malvados hijos que vuelven las espaldas a su Señor!

La madre podrá olvidarse de su hijuelo; pero tú no te olvidarás dé mí, Dios mío.

Eres rico sobre todos los que invocan tu misericordia; pues no dejes dé manifestar tu liberalidad sobre tus hijos.

Ea, Señor, vuélveme, porque eres mi Padre, la estola primera de santidad e inocencia que he perdido por mis pecados.

 

 

DÍA SÉPTIMO

ORACIÓN

Benignísimo Señor y Huésped divino de mi alma, que siendo los cielos corto espacio para tu grandeza, gustas de hospedarte en la pobre casa de mi corazón, y aun te convidas y ruegas te dé entrada en ella , y por eso aseguras estás llamando a la puerta; y para facilitarme tanta dicha te has querido quedar en el Santísimo Sacramento: dígnate, Señor, que así como enriqueciste a la gran Reina de los Ángeles María Santísima con innumerables gracias y dones, porque la escogiste para morada tuya, derrames sobre mí á proporción las riquezas de tus misericordias, para que siendo templo tuyo, pueda recibirte dignamente, y conservar siempre en mí la santidad que necesito. Amen.

La Estación, y después estos

 

AFECTOS

¡O que felicidad! sin desdeñarse este Dios de la humildad de mi alma, me dice como a otro Zaqueo: date prisa a recibirme, que voy a obrar en tu casa la salud.

Príncipe del Altísimo, Ángeles de la gloria, pedid quite el Señor con su gracia, y arranque las puertas de mi ingratitud, para que venga a morar en mí este único dueño de mi corazón.

Si Salomón no quiso entrase en la casa de su padre la hija de Faraón por haber estado allí el Arca, resuelvo, Dios mío, no admitir en mi alma más la culpa, conociendo me has escogido para habitación tuya.

Pobre soy, Señor, para recibir tanto huésped; pero en un momento, dice tu Escritura, podéis llenar al necesitado de bendiciones.

 

 

DÍA OCTAVO

ORACIÓN

Liberalísimo Señor, y Fuente de aguas vivas, que compadecido de mi necesidad, y deseoso de comunicarte a las criaturas, eres fuente divina en el Santísimo Sacramento del altar, adonde convidas lleguen todos los sedientos sin necesidad de plata u otra cosa, para beber abundantísimamente este vino sagrado y leche suavísima de tus finezas, en lo que significas tienen lugar en esta mesa soberana los párvulos y los adultos en la virtud: dígnate, Señor, concederme, que herida mi alma de un santo deseo de recibirte, corra como ligero ciervo para conseguir el refrigerio; y que apagadas mis pasiones, y lavadas las manchas de mis culpas, siempre viva encendida en caridad. Amen.

La Estación, y después estos

 

AFECTOS

Sí, alma mía, en el divinísimo Sacramento está patente la fuente para la casa de David, y para todos los que quieran habitar en Jerusalén.

Pasmaos cielos, mirad adonde ha llegado mi delirio: me he dejado a esta Fuente divina de agua viva, y mi ocupación ha sido mancharme con el barro de las cisternas disipadas.

Dichosa la criatura, que dedicada a obsequiar a Jesús Sacramentado, sea como un árbol plantado en las corrientes de estas aguas: ella llevará frutos de vida eterna.

Señor, ya conozco lo precioso de este don, y así frecuentemente te diré: Dios mío, dame esta agua, para que jamás tenga sed.

 

 

DÍA NOVENO

ORACIÓN

Amorosísimo Señor, que compadecido del mundo sumergido en un caos profundo de tinieblas, quisiste venir desde lo alto de la gloria de tu Padre, como Luz divina, para iluminarlo; y habiéndote quedado con nosotros en el Santísimo Sacramento, nos comunicas en él perpetuamente las luces y calor de tus misericordias, dígnate ¡o Sol divino! alumbrar mi entendimiento con tan celestiales rayos, para que siempre te conozca; é inflamad mi voluntad con el fuego de tu caridad, para que siempre agradecido a tan precioso don, en ti crea, en ti espere, y a ti ame por todos los siglos. Amén.

La Estación, y después estos


AFECTOS

¡O quien pudiera hacer que todos entendieran que para los que le temen está perpetuamente en la Eucaristía el sol de justicia, y nadie quiere que se esconda de su calor!

Ya, ya conozco que por eso los pecadores no saben dónde caen, porque no se acercan a recibir esta luz.

Acércate, alma mía, y jamás te separes, que el Señor te llenará de sus resplandores si lo glorificas en el Santísimo Sacramento.

Pobres, los que habitáis en las tinieblas y sombras horribles de la muerte, mirad que ni para vosotros se escasea esta luz, si queréis disponeros para recibirla.

A nadie temeré, porque Dios es la luz de mí alma.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...