NOVENA
AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Obra escrita en francés
por un religioso benedictino de la Congregación de San Mauro: traducida al
castellano por Don Felipe Moreno Estepar. Madrid: Imprenta de la Calle Greda.
1819.
Bendito y alabado sea el
Santísimo Sacramento etc.
Por la señal etc.
ACTO DE CONTRICIÓN.
Dios y Señor mío, mi Criador, mi Redentor
y Glorificador, en quien creo, en quien espero, a quien adoro y amo sobre todas
las cosas: penetrado mi corazón del más vivo dolor de haberte ofendido, recurro
a tus pies y presencia santísima, conociendo que he pecado delante del cielo, y
contra ti; y por ser quién eres infinita bondad, me pesa una y mil veces de
haberte ofendido: recibe, Señor, la contrición de mis pecados, y auméntala, y
perfecciónala para que sea firme el propósito que hago de nunca más volverte á
ofender, y de confesarme. Y en reconocimiento de la misericordia, que espero me
has de conceder, admitiéndome a tu gracia, quiero dedicarme a tu obsequio en el
Santísimo Sacramento adonde te alabaré y bendeciré toda mi vida. Amén.
DÍA PRIMERO
ORACION
Soberano y eterno Dios, en cuya presencia:
están llenos de respeto y reverencia los más altos Serafines; y maravillados de
vuestra infinita grandeza no hacen más que repetir: Santo, Santo, Santo:
que has querido encerrar en la sagrada Eucaristía todas tus perfecciones:
dígnate recibir en señal de mi agradecimiento todas las alabanzas que te
dieron, y dan; todos los bienaventurados desde su creación, y todos los santos
desde que entraron en tu gloria, y las que te dan y darán todas las criaturas
desde el principio del mundo por toda la eternidad; y te pido humildemente
alumbres mi alma con una fe muy viva, para que conociendo tus finezas en el
Santísimo Sacramento, te sepa tributar continuas acciones de gracias, y la más
profunda adoración. Amén.
Ahora se reza una Estación, y después se dirán estos:
AFECTOS
Tú eres mi Dios, y te confesaré siempre en
este Santísimo Sacramento.
Tú eres mi Dios, y te exaltaré.
Te confesaré siempre, porque te has
dignado oír mis súplicas en este lugar de propiciación.
Glorificaré tu nombre eternamente, porque
así manifiestas sobre mí tu misericordia.
Tú solo eres Dios; y no hay otro fuera de ti. Tú solo Santo. Tú solo Señor. Tú solo Altísimo... Tú esplendor del Padre. Figura de su sustancia. Ilumina mi entendimiento, y abrasa mi corazón con tu amor.
Aquí se hará la súplica, pidiendo a nuestro Señor lo que se desee conseguir por medio de esta Novena.
ORACIÓN COMÚN CON QUE SE
CONCLUYE ESTE Y LOS DEMÁS DÍAS
Dios eterno y misericordiosísimo, que
obligado de tu infinita caridad quisiste enriquecer a tu Iglesia con el
preciosísimo é inestimable tesoro de tu cuerpo y sangre, para ser en la
Eucaristía rey que nos gobiernas, pastor que nos diriges, médico que nos sanas,
maestro que nos enseñas, padre que nos amas, sol que nos alumbras, y fuente
divina e inagotable de donde se derivan todas las gracias; reconocida mi alma a
tus infinitas finezas, quisiera arder en el fuego de los Serafines para
derretirse en tu obsequio, y saber darte gracias por haberte quedado en el
Santísimo Sacramento para unirte a nosotros con vínculo tan estrecho de
dulcísima caridad, o poder recompensar las injurias que recibes de tantos
infieles y herejes, y de los malos cristianos con sus comuniones sacrílegas, o
del olvido que padeces en las iglesias, donde no quieren hacer caso de Vos los
hombres, con quienes aseguras tienes tus delicias. Pero ya que son tan débiles
y pobres mis afectos, yo te ofrezco todas las adoraciones que te tributan los
bienaventurados, y las alabanzas que te dio en la tierra, y te dará en el cielo
la reina de los Ángeles María Santísima. Recíbeme, Señor, por perpetuo esclavo
tuyo, y haz que lo acredite en la reverencia con que te adore, y en el celo con
que promueva tus cultos. Te encomiendo las necesidades en qué se halla tu santa
Iglesia, y te pido humildemente mires con perpetua misericordia a este tu
católico reino, que tanto te ha venerado. Que destruyas las herejías,
conviertas a los pecadores, y perfecciones a los justos. Abrid, Señor, vuestra
mano liberalísima, y compadecido de todas mis necesidades temporales y
espirituales, dadme el remedio que en todo necesito, para que, santificado con
tu gracia, te alabe por todos los siglos. Amén.
¡Oh, Hostia saludable!
Tú que abres las puertas del cielo,
préstanos tu fortaleza y tu auxilio
cuando los enemigos estrechan el
cerco.
Para Ti, Señor, uno y trino,
sea siempre la gloria eterna, que nos
conceda una vida sin fin
en la patria (el Paraíso)
L/: Nos has dado Pan del
Cielo
R/:
Que contiene todo consuelo
OREMOS: Oh Dios, que en
este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos
concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu
Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA SEGUNDO
ORACION
Supremo Señor y eterno Rey, que estando en
el cielo A la diestra del Padre con universal imperio y señorío sobre todas las
criaturas, te reverencian, te aman y adoran todos los Santos y Espíritus
bienaventurados, cantándote perpetuas alabanzas, y reconociéndote por verdadero
Rey y Señor, quisisteis por mi amor humillarte en el Santísimo Sacramento del
altar, encubriendo toda tu grandeza bajo el velo de los accidentes: te suplico
con la mayor humildad vengas a mi alma, como poderoso rey, y destruyas todos
mis enemigos, que son mis pasiones, é imprimas en ella firmemente tus divinas
leyes. ¡O Dios mío! abiertas están las puertas de mi corazón, te entrego las
llaves de mi libertad, y te protesto serte fiel, obedecerte y adorarte en
espíritu y verdad todos los días de mi vida. Amen.
Se reza la Estación, y después se dirán
estos
AFECTOS
¡Oh Señor! Tú eres mi Rey y mi Dios, que
das la salud a Jacob, porque eres Dios, y Rey grande sobre todos los dioses,
A ti, Rey de los siglos, invisible é
inmortal, sea dado el honor, la gloria y el imperio.
Salid, fervorosos suspiros de mi alma, a
adorar al verdadero rey en el Sacramento, dispuesto a desposarse, conmigo con
indecible alegría de su dulcísimo corazón.
¡O Señor! venga a mí tu reino; y no
permitas reine jamás el pecado en este mortal cuerpo, ni me domine de aquí
adelante la injusticia.
Rey clementísimo, tú seas quien poseas
eternamente mi corazón.
DÍA TERCERO
ORACIÓN
Dulcísimo Señor, y vigilantísimo Pastor de
mi alma, que no contento con haberme buscado a mí, oveja perdida, con tanto
amor y diligencia, y llevado como sobre tus divinos hombros, manifestando la
suma alegría que tienes en encontrar a las criaturas dóciles a los amorosísimos
silbos de tus auxilios é inspiraciones; quisiste quedarte en el Santísimo
Sacramento para darte en pasto a tus fieles ovejas, y que comiesen tu misma
carne, y bebiesen tu preciosa sangre, cumpliendo de esta manera, y con
excelencia los oficios de verdadero pastor, según lo ofreciste por tus
Profetas: haz, piadosísimo Pastor, que arrepentido ya de haberte hecho trabajar
en buscarme, y de haberme huido tantas veces, me deje de aquí en adelante guiar
y gobernar por tu gracia, y apacentando mi alma con tan divino manjar jamás
vuelva a caer en las garras de la fiera pésima del pecado. Amen.
La Estación, y después estos
AFECTOS
No temas, alma mía, que el Señor es tu
Dios y tu Pastor, y como tal te dirige, y te apacienta con su sagrado cuerpo, y
te da una prenda segura de colocarte en la gloria.
Si oigo los silbos de este Pastor divino,
y le conozco, me dará vida.
No pereceré eternamente, y nadie me podrá
arrebatar de su rebaño.
Búscame, Dios mío, y no se canse tu
misericordia, que, ya conociendo mi ingratitud, y esta oveja de mi alma su
perdición, quiere volver a ti; y para obligarte, te doy palabra de no olvidar
jamás tus mandamientos.
DÍA CUARTO
ORACIÓN
Amabilísimo Señor y Médico de mi alma, que
entre los nombres con que quisiste dar a conocer tu misericordia, fue
llamándote médico; significando también los oficios que como tal haces, en
aquel samaritano que habían herido los ladrones, y se hallaba postrado en el
camino; y para que sanásemos de nuestras enfermedades, te dignaste dejar en tu
Iglesia la singularísima medicina de tu propia carne y sangre, con la cual nos
curas de todas perfectamente; sanando las pasadas, preservando las futuras, y
reparando la flaqueza de mi espíritu: compadécete ¡o Médico divino! de todos
mis males. Mirad, Señor, que ha muchos años que los padezco. Haced pues, que,
aplicándome a recibir debida y frecuentemente tan soberano remedio, cobre la
salud que necesita mi alma. Amen.
La Estación, y después estos
AFECTOS
Señor, a quien amas, está enfermo; basta
que lo sepas, para que yo confíe de mi remedio.
Ten misericordia de mí, Señor, porque los
males que me cercan no tienen número; y si te dignas oír la confesión humilde
de mi enfermedad, con verdad, aunque avergonzado, te digo, que desde la cabeza
hasta la planta del pie no hay en mí sanidad.
Señor, aunque te has dignado curar a esta
babilonia, dispensándole tantas veces la preciosa medicina de tu cuerpo, y no
ha sanado; no me desampares, que yo ya quiero mi salud.
Aunque leproso y cubierto de miseria por
mis muchas culpas, si quieres, tú puedes limpiarme.
Jesús, Hijo de David, tened misericordia
de mí.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
Sapientísimo Señor y Maestro de mí alma,
que después de haber hablado tantas veces, y de tantas maneras á tu antiguo
pueblo por medio de los Profetas, quisiste hablar y enseñar por ti mismo á los
hijos de tu Iglesia, estableciendo tu perpetua cátedra en el Santísimo
Sacramento, adonde como á verdadero monte de Dios y casa de Jacob, convidas
para que te oigan, comunicando los tesoros de sabiduría y ciencia que en ti se
encierran; apiádate ¡ó dulcísimo Maestro mío! de mi rudeza e ignorancia, y
dígnate comunicarme el entendimiento, para que aprenda tus mandamientos, enséñame
a conocerte y a conocerme, y que en todo aprenda a hacer tu voluntad. Amén.
La Estación, y después estos
AFECTOS
Alegraos, hijas de Sion, en Dios vuestro
Señor, porque en el Santísimo Sacramento se ha querido constituir vuestro
Doctor.
Allí, allí está a quien el eterno Padre
dice que le oigamos.
¡O que dicha la de mi alma! pues ya con
los ojos de mi fe veo a mi Preceptor.
Bienaventurado a quien tú enseñares, Dios mío.
¿Quién pudiera hacer vinieran todas las
criaturas, y postradas en tu presencia como la Magdalena, estuvieran atentas a oír
tu voz?
Por lo que hace a mí, ya te lo digo, Dios
mío; y sedme testigos, santos Ángeles de mi resolución.
Habla, Señor, que ya tu siervo oye.
DÍA SEXTO
ORACIÓN
¡Amabilísimo Señor y Padre, que siendo quién
eres, universal Señor de todo lo criado, tienes tanto amor a los hombres, que
los adoptas por hijos, y quieres que sean y se llamen así, preparándoles en la
mesa divina el pan del cielo para su alimento: en tu soberana presencia se
presenta mi alma, despertando del olvido en que ha vivido; y como aquel pródigo
del Evangelio, recurro a ti, confiado en que eres mi Padre, aunque yo he perdido
tantas veces la preciosísima cualidad de hijo tuyo. ¡O quien pudiera dar una
voz de verdadero dolor de mis pecados, que, penetrando los cielos, se oyera por
todas partes que he pecado contra mi buen Padre! Humildemente te pido me
perdones, y recibas a tu gracia, y me admitas al convite de tu divinísimo
Sacramento, para que pueda permanecer en ella. Amen.
La Estación, y después estos
AFECTOS
¡O que fea ingratitud! Yo me he separado
del Dios que me engendró, y tantas veces me he olvidado del Señor que me crió.
No, no caiga, Señor, sobre mí la maldición
de tu Profeta: ¡Ay de los malvados hijos que vuelven las espaldas a su Señor!
La madre podrá olvidarse de su hijuelo;
pero tú no te olvidarás dé mí, Dios mío.
Eres rico sobre todos los que invocan tu
misericordia; pues no dejes dé manifestar tu liberalidad sobre tus hijos.
Ea, Señor, vuélveme, porque eres mi Padre,
la estola primera de santidad e inocencia que he perdido por mis pecados.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Benignísimo Señor y Huésped divino de mi
alma, que siendo los cielos corto espacio para tu grandeza, gustas de
hospedarte en la pobre casa de mi corazón, y aun te convidas y ruegas te dé
entrada en ella , y por eso aseguras estás llamando a la puerta; y para
facilitarme tanta dicha te has querido quedar en el Santísimo Sacramento:
dígnate, Señor, que así como enriqueciste a la gran Reina de los Ángeles María
Santísima con innumerables gracias y dones, porque la escogiste para morada
tuya, derrames sobre mí á proporción las riquezas de tus misericordias, para
que siendo templo tuyo, pueda recibirte dignamente, y conservar siempre en mí
la santidad que necesito. Amen.
La Estación, y después estos
AFECTOS
¡O que felicidad! sin desdeñarse este Dios
de la humildad de mi alma, me dice como a otro Zaqueo: date prisa a recibirme,
que voy a obrar en tu casa la salud.
Príncipe del Altísimo, Ángeles de la
gloria, pedid quite el Señor con su gracia, y arranque las puertas de mi
ingratitud, para que venga a morar en mí este único dueño de mi corazón.
Si Salomón no quiso entrase en la casa de
su padre la hija de Faraón por haber estado allí el Arca, resuelvo, Dios mío,
no admitir en mi alma más la culpa, conociendo me has escogido para habitación
tuya.
Pobre soy, Señor, para recibir tanto
huésped; pero en un momento, dice tu Escritura, podéis llenar al necesitado de
bendiciones.
DÍA OCTAVO
ORACIÓN
Liberalísimo Señor, y Fuente de aguas
vivas, que compadecido de mi necesidad, y deseoso de comunicarte a las
criaturas, eres fuente divina en el Santísimo Sacramento del altar, adonde
convidas lleguen todos los sedientos sin necesidad de plata u otra cosa, para
beber abundantísimamente este vino sagrado y leche suavísima de tus finezas, en
lo que significas tienen lugar en esta mesa soberana los párvulos y los adultos
en la virtud: dígnate, Señor, concederme, que herida mi alma de un santo deseo
de recibirte, corra como ligero ciervo para conseguir el refrigerio; y que
apagadas mis pasiones, y lavadas las manchas de mis culpas, siempre viva
encendida en caridad. Amen.
La Estación, y después estos
AFECTOS
Sí, alma mía, en el divinísimo Sacramento
está patente la fuente para la casa de David, y para todos los que quieran
habitar en Jerusalén.
Pasmaos cielos, mirad adonde ha llegado mi
delirio: me he dejado a esta Fuente divina de agua viva, y mi ocupación ha sido
mancharme con el barro de las cisternas disipadas.
Dichosa la criatura, que dedicada a
obsequiar a Jesús Sacramentado, sea como un árbol plantado en las corrientes de
estas aguas: ella llevará frutos de vida eterna.
Señor, ya conozco lo precioso de este don,
y así frecuentemente te diré: Dios mío, dame esta agua, para que jamás tenga
sed.
DÍA NOVENO
ORACIÓN
Amorosísimo Señor, que compadecido del
mundo sumergido en un caos profundo de tinieblas, quisiste venir desde lo alto
de la gloria de tu Padre, como Luz divina, para iluminarlo; y habiéndote
quedado con nosotros en el Santísimo Sacramento, nos comunicas en él
perpetuamente las luces y calor de tus misericordias, dígnate ¡o Sol divino!
alumbrar mi entendimiento con tan celestiales rayos, para que siempre te
conozca; é inflamad mi voluntad con el fuego de tu caridad, para que siempre
agradecido a tan precioso don, en ti crea, en ti espere, y a ti ame por todos
los siglos. Amén.
La Estación, y después estos
AFECTOS
¡O quien pudiera hacer que todos
entendieran que para los que le temen está perpetuamente en la Eucaristía el
sol de justicia, y nadie quiere que se esconda de su calor!
Ya, ya conozco que por eso los pecadores
no saben dónde caen, porque no se acercan a recibir esta luz.
Acércate, alma mía, y jamás te separes,
que el Señor te llenará de sus resplandores si lo glorificas en el Santísimo
Sacramento.
Pobres, los que habitáis en las tinieblas
y sombras horribles de la muerte, mirad que ni para vosotros se escasea esta
luz, si queréis disponeros para recibirla.
A nadie temeré, porque Dios es la luz de
mí alma.
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